La olvidada historia de los españoles en Estados Unidos, en diez hitos

MANUEL TRILLO


Más de 300 años bajo dominio español


M. TRILLO
Estatua de Pedro Menéndez de Avilés en San Agustín (Florida), que los Reyes visitan este viernes


España dominó vastísimos territorios de lo que hoy son los Estados Unidos de América durante más de tres siglos. Desde que Ponce de León puso sus pies en la península de Florida en 1513 hasta que en 1821 se arrió la última bandera rojigualda, fueron 308 años de dominio hispano que se extendió desde el Atlántico hasta el Pacífico. Hay incluso quien sitúa el inicio de esa historia unos años antes, en 1508, con la llegada a la isla de Puerto Rico, hoy considerado suelo estadounidense.

La presencia española se extendió por la mitad de lo que ahora es EE.UU. e incluyó una amplia franja en el sur norteamericano, en los actuales estados de Texas, Luisiana, Arizona o Nuevo México, pero también mucho más al norte, hasta la propia Alaska.
Sin embargo, la posterior hegemonía anglosajona, primero en las colonias británicas de la costa este y luego en los Estados Unidos nacidos tras la Guerra de la Independencia (1775-1783), eclipsó esa importante parte de la historia norteamericana. Tampoco en los españoles, más volcados en su legado en Iberoamérica, han prestado mucha atención a su pasado al norte de México y hoy son desconocidos para muchos de ellos grandes figuras de aquellos siglos como Pedro Menéndez de Avilés o Bernardo de Gálvez.
En los últimos años, sin embargo, distintas publicaciones y acciones divulgativas a ambas orillas del Atlántico están reivindicando esa parte de la historia. La visita de los Reyes a Estados Unidos este viernes a San Agustín -la ciudad más antigua del país, fundada por los españoles hace 450 años- tiene también, entre otros objetivos, rescatar del olvido aquella etapa fundamental.


1513. Descubrimiento de La Florida por Ponce de León


M. TRILLO
Recreación en Florida del desembarco de Ponce de León en 1513


Tras su papel en el control de la isla de La Española y después de haber ejercido como gobernador de Puerto Rico, Juan Ponce de León se lanzó en 1513 a la exploración de una misteriosa tierra, entonces conocida como Bímini, situada al norte de Cuba. En la Semana Santa de aquel año llegó a lo que bautizó La Florida, bien por haberla descubierto en el tiempo de la Pascua Florida o bien por su exuberante aspecto.
Aquella expedición supuso el comienzo de la historia de los europeos en el territorio continental de lo que en la actualidad son los Estados Unidos de América.
Ponce de León cirunnavegó la península hasta llegar a la costa oeste, en el Golfo de México, aunque durante años pensó que se trataba de una isla, y no de parte del enorme continente americano. En ese mismo viaje, además, hizo otro gran descubrimiento, la corriente del Golfo, que los galeones españoles aprovecharían después para regresar a España cargados con las riquezas del Nuevo Mundo.
Ponce de León hizo un segundo viaje en 1521, pero en él recibió un flechazo de los indios calusa que acabó poco después con su vida en La Habana. Murió así sin ver completada su tarea de colonizar la Florida. La historia de los españoles en lo que llegarían a ser los Estados Unidos no había hecho más que empezar.



1526. El efímero asentamiento de Vázquez de Ayllón


Mapa de 1707 de Pieter van der Aa sobre la expedición de Vázquez de Ayllón



El primer asentamiento europeo en lo que hoy es Estados Unidos, aunque de efímera vida, fue San Miguel de Gualdape, fundado en 1526 por el toledano Lucas Vázquez de Ayllón.

En una expedición de reconocimiento por la costa atlántica a cargo de Francisco Gordillo, un nativo bautizado como Francisco Chicora había despertado la fantasía de los españoles al hablar de una fabulosa región en la actual Carolina del Sur que supuestamente era como una nueva Andalucía. En pos de aquel soñado vergel, al que se llamó la Tierra de Chicora, Lucas de Ayllón zarpó desde Santo Domingo, donde ejercía como juez real.

La realidad no respondió a las expectativas, pero Vázquez de Ayllón no cejó en su empeño de establecerse en Norteamérica y navegó hacia el sur, hasta lo que hoy es el estado de Georgia, y allí fundó San Miguel de Gualdape.
Sin embargo, no tardaron en surgir las dificultades: falta de alimentos, disidencias entre los españoles, muertes por enfermedades y una revuelta de los nativos acabaron con las esperanzas de sacar adelante el incipiente poblado. Vázquez de Ayllón se encontraba entre quienes perecieron en el intento.
Con el trágico final de San Miguel de Gualdape, el control efectivo del territorio de los futuros Estados Unidos aún tendría que esperar, pero al menos le cupo el honor de ser el primer poblamiento establecido en él.



1528. Las dramáticas exploraciones de Pánfilo de Narváez, Cabeza de Vaca y Hernando de Soto


M. TRILLO
Un enorme mojón marca el comienzo de la ruta de Hernando de Soto en 1539 en la bahía de Tampa


Florida y el resto del sureste norteamericano se resistían, pero fueron varios los valerosos intentos de los españoles por colonizar aquellos territorios que se presentaban de lo más hostiles.
Una de esas expediciones fue la de Pánfilo de Narváez, que en 1528 se adentró en la península de Florida desde su costa oeste, a partir de la bahía de Tampa. Mientras Narváez exploraba a pie el interior, varios barcos con suministros debían esperarlos más al norte para poder abastecerlos. Sin embargo, nunca se llegaron a encontrar y la mayor parte de los hombres que acompañaron a Narváez en su aventura no sobrevivieron.
Entre los pocos que sí lo hizo se encontraba Álvar Cabeza de Vaca, que emprendió junto a otros tres españoles una dramática odisea de seis años, en los que vagaron por los infinitos y desolados parajes del sur de lo que ahora es Estados Unidos. Convivieron buena parte de ese tiempo con los nativos, que les atribuían poderes milagrosos al curarles de distintas dolencias. Finalmente, Cabeza de Vaca logró alcanzar Nueva España (México) y contar su increíble periplo.
Más ambiciosa aún que la de Pánfilo de Narváez fue la expedición liderada por Hernando de Soto, una figura que hoy día es recordada con múltiples espacios públicos en Florida que reciben su nombre. Incluso un condado entero se llama De Soto. Partiendo en 1539 de un punto cercano al escogido por Narváez, emprendió con centenares de personas un recorrido de miles de kilómetros no sólo por Florida, sino por lo que en la actualidad son en total diez estados norteamericanos. Pero no lograron hallar las ansiadas riquezas que buscaban ni tampoco establecer asentamiento estable alguno. El propio De Soto, como muchos de sus hombres, falleció en el camino.



1540. Descubrimiento del Gran Cañón del Colorado


AP
El Gran Cañón del Colorado, descubierto por López de Cárdenas en 1540


Los primeros ojos europeos que se maravillaron con el impresionante Cañón del Colorado fueron españoles. En concreto, fue el extremeño García López de Cárdenas quien, en una expedición por lo que ahora es el suroeste estadounidense, descubrió en 1540 este desfiladero de más de 400 kilómetros de largo que llega a superar los 1.800 metros de profundidad y los 29 kilómetros de ancho.
Los relatos sobre unas fabulosas ciudades llenas de riqueza, las llamadas siete ciudades de Cíbola, habían llevado al virrey de Nueva España a enviar una ambiciosa expedición bajo el mando del gobernador de Nueva Galicia, el salmantino Vázquez de Coronado para explorar lo que ahora se conoce por Arizona, integrada por más de mil miembros, entre españoles y nativos.
Las idílicas ciudades eran pura fantasía y los españoles, en cambio, tuvieron que enfrentarse a la hostilidad de los indios zuñi y hopi, y a las adversidades de un territorio vasto y árido.
Pero en el transcurso de la expedición, llegó a oídos de Coronado la existencia de un gran río y envió a López de Cárdenas al frente de un destacamento para tratar de localizarlo. Así fue como alcanzó la ancha y profunda garganta que hoy es admirada por más de cuatro millones de turistas cada año.
Los españoles permanecieron en Arizona durante casi tres siglos. Una vez que México logró su independencia, pasó a formar parte del nuevo país. Posteriormente, cuando EE.UU. ganó la guerra contra sus vecinos del sur (1846-1848), se incorporó a su territorio.



1565. San Agustín, la ciudad más antigua de Estados Unidos


M. TRILLO
La bandera con el aspa de Borgoña ondea sobre el castillo de San Marcos en San Agustín (Florida)



Los denodados esfuerzos de los españoles por asentarse en el territorio de lo que se convertiría en los Estados Unidos no darían fruto hasta 1565. Ese año, el 8 de septiembre, el navegante asturiano Pedro Menéndez de Avilés fundó en Florida la que hoy sigue siendo la ciudad más antigua del país norteamericano, San Agustín. Es precisamente allí, donde se celebra este año el 450 aniversario, donde los Reyes de España cierran su visita oficial a EE.UU.
El motivo que llevó a los españoles a superar las dificultades y tomar el control efectivo de la tierra descubierta por Ponce de León fue el intento de un grupo de franceses hugonotes de establecerse en ella. Felipe II no podía consentir que los galos, y además «herejes», se instalaran en sus dominios en Norteamérica.
El rey encomendó a su mejor marino, Menéndez de Avilés, la trascendental misión de desalojar a los franceses del fuerte que habían creado al norte de Florida, fundar una nueva población y emprender la cristianización de los nativos de la zona.
El bravo asturiano cumplió con su tarea. Fundó San Agustín y no sólo se hizo con el fuerte francés, sino que pasó a cuchillo a buena parte de los invasores, por lo cual hoy el río que pasa por el lugar se conoce como Matanzas.
La ciudad que puso en marcha Menéndez de Avilés ha permanecido ininterrumpidamente habitada desde entonces y fue española hasta 1821, salvo un periodo de veinte años en que pasó a manos británicas. En su castillo de San Marcos sigue ondeando hoy la vieja bandera con el aspa de Borgoña que enarbolaron en su día las huestes españolas.



1598. Juan de Oñate y la colonización de Nuevo México y Texas


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La misión de El Álamo, en San Antonio (Texas), tiene origen español


La búsqueda de riquezas al norte del río Grande llevó a encomendar a Juan de Oñate, un minero y aventurero nacido en Zacatecas, la exploración y colonización de Nuevo México «con toda paz, amistad y cristiandad». Oñate, nombrado adelantado, capitán general y gobernador de aquel territorio, partió de Nueva España el 26 de enero de 1598, no sin antes tener que superar tediosos enredos burócráticos que retardaron la marcha durante años.

La expedición, que incluía mujeres y niños y miles de cabezas de ganado con las que garantizar un futuro a los nuevos colonos, se adentró en los nuevos territorios por lo que hoy es la población texana de El Paso y, haciendo frente a los fieros apaches y a la precariedad de una región remota y desoladora, fundó la ciudad de San Gabriel y extendió la presencia española por lo que ahora son los estados de Nuevo México y Texas.

Fue la expedición de Oñate la que introdujo los caballos que tanto influirían en la iconografía de las grandes llanuras norteamericanas y la que abrió el llamado Camino Real de Tierra Adentro, entre Nueva España y Santa Fe (que sustituiría a San Gabriel como capital de Nuevo México). Por esta ruta afluiría durante siglos la cultura española hasta el corazón de los actuales Estados Unidos.



1763. La enorme Luisiana, en manos españolas


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Nueva Orleáns pasó en 1763 a manos de los españoles con el resto de la Luisiana francesa


La tardía entrada de España en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) se saldó con la pérdida de la Florida, que pasó a manos británicas, pero en cambio nuestro país recibió, de acuerdo con el Tratado de Fontainebleau (1762) los amplios territorios de la Luisiana francesa.

Se trataba de una extensión mucho mayor de lo que luego quedó reducido la actual Luisiana estadounidense. De la noche a la mañana, España se hacía con regiones que abarcaban de norte a sur, desde Canadá hasta el Golfo de México, incluyendo la importante ciudad de Nueva Orleáns.

La Luisiana permaneció en manos españolas hasta comienzos del siglo XIX, bastante más allá del año en que las colonias británicas en Norteamérica lograron su independencia. Fue en el año 1800 cuando se acordó con Napoleón su devolución tres años después a Francia, que acto seguido se la vendió a los Estados Unidos por cincuenta millones de francos.



1769. La conquista de California y la costa del Pacífico


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Pintura en Los Ángeles de fray Junípero Serra, figura clave en la historia de California



Siglos antes de que la fiebre del oro desatara la llegada a California de miles de estadounidenses ávidos de riquezas, los españoles ya habían explorado y colonizado la costa del Pacífico. Tras las tempranas expediciones de Francisco de Ulloa, Juan Rodríguez Cabrillo, Lope Martín y Cermeño, todas ellas en el siglo XVI, el virrey de Nueva España encargó un reconocimiento a fondo a Sebastián Vizcaíno, para que hallase un puerto en condiciones para el llamado galeón de Manila. Vizcaíno partió de Acapulco en 1602 y en su recorrido dio a algunos puntos de la costa californiana, como Monterrey o San Diego, los nombres que aún conservan.
La lejanía, las corrientes marítimas adversas, la falta de recursos y las escasas perspectivas que había entonces de hallar riquezas retrasaron durante décadas el control efectivo de aquellas tierras.
Si en el caso de Florida la amenaza francesa llevó a los españoles a colonizarla, en California fue el peligro de que los rusos se inmiscuyeran en las costas norteamericanas del Pacífico. En 1769 se puso en marcha la ocupación efectiva del territorio con una doble operación marítimo-terrestre en la que una pequeña flota desplazada por desde la Baja California, en el actual México, se unió en San Diego a la expedición de los Dragones de Cuera capitaneada por el leridano Gaspar de Portolá a través de un desolador paisaje desértico.
Pero la historia de California no se entendería sin labor evangelizadora del franciscano mallorquín Junípero Serra, fundador de numerosas misiones en aquellas tierras. Precisamente la canonización de este fraile español es uno de los objetivos del viaje del Papa a los Estados Unidos este mes de septiembre.



1781. La toma de Pensacola por Bernardo de Gálvez


ABC
Augusto Ferrer-Dalmau da las últimas pinceladas a la figura de Bernardo de Gálvez en un cuadro



Aunque Francia siempre se ha llevado los laureles como gran aliada de los colonos norteamericanos frente a Gran Bretaña, sobre todo por su participación en la batalla de Yorktown (1781), España tuvo un papel clave para que lograran su independencia.
El apoyo español nunca fue explícito, entre otros motivos porque temía que el fervor revolucionario y emancipador se contagiase a sus propias colonias en América, pero sí contribuyó con dinero, armas y mantas, así como permitiendo a los insurgentes navegar por el Misisipí y utilizar puertos españoles. Pero el episodio más destacado es, sin duda, la toma de Pensacola por el malagueño Bernardo de Gálvez.
España había perdido la Florida en 1763 en favor de Gran Bretaña, pero en Gálvez, gobernador de la Luisiana y nombrado mariscal de campo, se empeñó en recuperar al menos su parte occidental, de la que Pensacola era su principal bastión.
Tras barrer a los británicos del Misisipí y de Mobila (hoy Mobile, Alabama), desembarcó en 1781 en la isla de Santa Rosa, a la entrada del puerto de Pensacola. A pesar de que el capitán de navío José Calvo de Irazábal, que estaba al frente de la armada que iba con Gálvez, se negaba a entrar en la bahía por temor a los bancos de arena de la entrada y a los cañones británicos que la protegían, el malagueño decidió internares en ella, aunque fuera solo. «El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy delante con el Galveztown para quitarle el miedo», dijo desafiante.
Gálvez penetró triunfante en el puerto y, tras dos meses de duras batallas, recuperó Pensacola para España el 9 de mayo de 1781. Ello le hizo ganarse el lema de «Yo solo», que incorporó a su escudo y con el que ha pasado a la historia.
La gesta de Gálvez debilitó notablemente a los británicos en la guerra contra los colonos y supuso una gran ayuda para la causa de la independencia.



1790. La bandera española ondea en Alaska


AP
La ciudad Cordova, en Alaska, lleva en su nombre una inequívoca impronta española


La presencia española en los actuales Estados Unidos no se limitó ni mucho menos a la franja sur del país, sino que alcanzó latitudes tan remotas como Alaska. Cuando ya habían pasado varios años desde que el nuevo país norteamericano había nacido, los españoles plantaron su bandera en aquellos fríos parajes.

Las ambiciones de los rusos sobre la costa norteamericana del Pacífico, a la que se sumaba la competencia de británicos, estadounidenses y portugueses, hicieron que los españoles se decidieran a reafirmarse en la zona. En 1790 un leridano de La Seo d'Urgell llamado Salvador Hidalgo bautizó dos lugares como Valdés (hoy Valdez) y Córdova. Cerca de esta última, en lo que es ahora Orca Inlet, y ante un grupo de voluntarios catalanes, izó la bandera de España y tomó posesión de Alaska en nombre de Carlos IV.

Entre tanto, los españoles se habían establecido también en Nootka, la actual isla canadiense de Vancouver, pero los roces con los británicos acabarían finalmente con la presencia en aquella zona.




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