Apología criolla
Escribe: Antonio Moreno.- Tanto en España como en Hispanoamérica he podido conocer criollos de diversos países: Perú, Ecuador, Argentina, Venezuela, Colombia… Y he sentido que entre ellos comparten una innegable afinidad de carácter, lo cual puede relacionarse con gustos, aficiones, reacciones, también similares. Cuando se juntan entre ellos, son como gentes de una misma familia. Y este hecho está por encima de las fronteras creadas por las repúblicas; en muchos casos, fronteras que no se corresponden con la realidad cultural, con esa patria grande y latente que al fin y al cabo es la América que fue española.
Así, si bien la palabra “criollo” puede contener múltiples acepciones (1), en este escrito la utilizamos a modo de descendiente de español nacido en América, conllevando la evolutiva generación del caso, y sus efectos sobre la cultura general de la América Hispana, impregnada por este carácter que se extiende entre lo indio, lo negro, los posteriores inmigrantes y los diversos mestizajes correspondientes.
Curiosamente, a ojos de algunos europeos que llegaron por estas tierras entre los siglos XVIII y XIX, esto ya era un hecho palpable; así como ya era palpable en el XVIII la diferencia de carácter y de habla entre criollos y peninsulares. El historiador colombiano Pablo Victoria Wilches (2) dice que si la política borbónica (más centralista y de “funcionariado” controlado desde la Península Ibérica) se hubiera hecho con andaluces y canarios, más próximos y más acostumbrados en el trato con los hispanoamericanos, la fractura no hubiera sido tan grande. Esto, que puede parecer un “tema menor”, en modo alguno lo es; puesto que ya en este siglo, esa “fractura de caracteres” estaba confirmándose. Y para un criollo, la brusquedad o la rudeza de algunos españoles de Despeñaperros para arriba (3) resultaba muy molesta; así como para algunos europeos los criollos resultaban “empalagosos”, llamando también su atención por sus ricas vestimentas y sobre todo por sus abalorios. Si a todo esto le vamos añadiendo que tal y como señala, entre otros, Pedro Pérez Muñoz en su “Compendio de la rebelión de la América” (4), en la América virreinal, la vida era mucho más liviana que en Europa (incluyendo el cumplimiento de las leyes), tenemos ya el cuadro hecho.
No obstante, aun con las diferencias habidas y por haber, hubo muchos criollos que pelearon codo con codo con peninsulares, indios, negros y mestizos defendiendo la bandera del rey frente a los independentistas. Seguía quedando una comunión espiritual y política. Por eso Germán Roscio le dijo a su coterráneo y camarada el dictador Simón Bolívar hace dos siglos: “La España nos ha hecho la guerra con hombres criollos, con dinero criollo, con provisiones criollas, con frailes y clérigos criollo y casi todo criollo ".
Y es que el criollaje es uno de los ejes principales de la cultura y la sociedad hispanoamericana. Y uno de los principales rasgos de su carácter es la capacidad empática, característica que comparten con los isleños canarios (5).
A priori, podemos pensar que en la América Hispana existen demasiadas diferencias etnoculturales y hasta geográficas/climáticas entre sí, que hay como varias “naciones culturales” (6). Y no digo que eso no sea así; pero por encima de fenotipos e incluso de temas muy sociales y culturales, existen una serie de “filtros” que nos asoman asombrosas coincidencias especialmente a través de la música, la gastronomía, la arquitectura y la pintura. Yéndonos al campo literario, tenemos en la poesía gauchesca la conservación del romancero hispano medieval, trasladado a lo criollo; una de las manifestaciones más vívidas de hispanidad poética según estudiosos tan perspicaces como Ramiro de Maeztu y Miguel de Unamuno. Y hablando de poesía, muy característico del criollaje hispanoamericano resulta el cultivo de las décimas, esquema métrico muy popular en Panamá, Colombia, Perú; y que a su vez, se da en el punto cubano, música aún viva en las Islas Canarias, y de la cual deriva la guajira flamenca (7).
Otrosí, la figura del centauro ibérico que durante siglos galopó por la Península guerreando contra los moros también se acriolla: En el antiguo Río de la Plata se da el gaucho, y también tenemos al charro mexicano, al llanero en Venezuela y Colombia, o al chalán en el Perú. El rodeo es en verdad un invento hispano, y no en vano, la vaca tejana procede de la vaca marismeña andaluza.
¿Y acaso hay mayor muestra de sabiduría criolla que las veintitantas universidades que quedaron de época virreinal?.
Podremos preguntarnos por qué, paradójicamente, entre tanta diversidad, encontramos un filtro cultural hispanoamericano tan claro y entrañable. Y si trazamos la ruta que va de los puertos andaluces a las Islas Canarias, el Caribe y el continente; y viceversa; y vuelta a empezar la ida y la vuelta; veremos las cosas mucho más claras. Y es que la Hispanidad es eso: Un colofón de ida y vuelta que no se entiende sin su médula criolla.
(1)En el Perú, la palabra “criollo” es muy ambivalente. El escritor cubano Alejo Carpentier, empero, decía que “criollo” era lo que había venido de los barcos.
(2) Sobre Pablo Victoria Wilches: PABLO VICTORIA
(3)Famoso desfiladero que separa a Andalucía de La Mancha y marca la ruta hacia Castilla la Vieja y resto de la Península Ibérica.
(4) Sígase por este enlace: C. L. A. M. O. R.: julio 2015
(5) Recuérdese: Canarias como puente - La Abeja
(6) Aclaro que no soy nada dado a utilizar el término “nación” para según qué casos, y que aquí, a falta de otro, lo utilizo pero no con un sentido estricto.
(7)Punto cubano: https://www.youtube.com/watch?v=-4fpHa6Vnvk
Guajira flamenca: https://www.youtube.com/watch?v=Nkbr6YdOwZU
Apología criolla - La Abeja
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