Por qué han sobrevivido los indios en Norteamérica
Las misiones españolas que fundaron San Diego, San Francisco o Los Ángeles civilizaron pueblos que pudieron subsistir a la llegada de los anglosajones
BORJA CARDELÚS
Tuvieron suerte de que fuera España el primer ocupante. Dos frailes y un reducido séquito de soldados se adentraban en cualquier amplio valle al oeste del Misisipi, y convocaban a los indios de la comarca. Mientras los soldados construían un Presidio o fuerte, los frailes, a cambio de regalos convencían a los indios para que les ayudaran a levantar una Misión, al tiempo que sembraban cultivos nuevos e introducían las primeras cabezas de ganado.
Una vez fundada, la Misión no se reducía a una iglesia y un patio, sino que contenía los elementos necesarios para hacer de ella un núcleo de desarrollo regional. Poseía talleres, huertas, campos de cultivo, potreros y corrales para el ganado, zonas de pastos, bosques maderables… así como habitaciones para alojar a los indios y sus familias, que durante los siguientes años iban a residir en la Misión.
La jornada comenzaba a las seis de la mañana, y tras una misa y la enseñanza del Evangelio, se desayunaba, tras lo cual los niños acudían a clases de castellano, de cuentas y de cultura general, y los adultos marchaban a sus trabajos. Unos, en los campos, desarrollando las nuevas labores agrícolas y ganaderas españolas; otros, en los talleres, aprendiendo oficios como la carpintería, los textiles, la albañilería o la herrería.
El almuerzo, a las doce, y luego descanso hasta las tres de la tarde. Después, hasta las seis, se reproducían los aprendizajes y labores de la mañana. A las seis de la tarde rezos y la cena, y hasta las diez el tiempo del esparcimiento: horas para la tertulia, el juego, la música, la danza o el teatro, hacia los que los indios sentían gran inclinación. Concluía la jornada a las diez, cuando se tocaba silencio. La jornada laboral nunca podía ocupar más de siete horas, y todo era conducido por dos frailes y algunos indios auxiliares ya adoctrinados.
Gobernadas autónomamente
Cuando habían transcurrido diez años, los indios ya habían asimilado el conjunto de la cultura española, y se hallaban capacitados para gobernarse de forma autónoma. La Misión se convertía en un pueblo, donde su plaza mayor sería el patio de la iglesia. Ellos mismos elegían Alcalde y gobierno municipal, correas de transmisión ante las autoridades virreinales. Y los franciscanos, cumplido su objetivo, dejaban el nuevo pueblo en manos de los indios y se trasladaban doscientos kilómetros para reproducir el proceso. Así, una y otra vez, durante doscientos años. Muchos núcleos urbanos del Suroeste de Estados Unidos han nacido así, como San Diego, San Antonio, San Francisco y otros muchos pueblos menores
Y cuando los angloamericanos, tras la salida de España ocuparon el Suroeste, no se toparon, como en el Este, con unos nativos bárbaros a los que sería fácil despojar de sus tierras y desplazarlos, sino que encontrarían pueblos civilizados, capaces de cultivar una gran panoplia de productos europeos como el trigo, las legumbres, los frutales o las vides, de las que obtenían vino; que habían aprendido a criar vacas, ovejas, cabras, cerdos, gallinas, de las que obtenían leche, huevos, lana, carne, manteca…; que confeccionaban vestidos, fabricaban objetos de carpintería o de metal, o hacían curtidos; pueblos que hablaban la lengua española, que tenían nociones de aritmética, de música, de teatro; que habían abandonado sus hechicerías, estaban bautizados y celebraban las fiestas del calendario religioso católico. Pueblos, en suma, civilizados, según lo que disponían las Ordenanzas de Poblaciones de Felipe II: «Porque el fin principal que nos mueve es la predicación y dilatación de la Fe Católica, y que los indios sean enseñados y vivan en paz y civilización». Que ese era el principal objeto de España lo prueba el hecho de que en el territorio de Estados Unidos no había oro, solo almas por convertir y cultivar.
De este modo, y con el coste en recursos que cabe imaginar, se desarrolló la colonización por España de los Estados Unidos. Y por eso quedan indios, integrados en la sociedad y económicamente pujantes, al oeste del Misisipi, ocupada por España, y apenas quedan al Este, donde colonizaron los ingleses.
Quedarían también en Florida, área española, pero las más de cien misiones construidas allí por los franciscanos fueron violentamente destruidas por los colonos ingleses de Georgia y las Carolinas, con sus asoladoras razzias sobre las misiones para capturar a los indios y llevarlos como esclavos a sus plantaciones de Jamaica.
De este modo pacífico, humano, integral, sembró España la religión y la cultura en los Estados Unidos, salvando a las tribus indias de la extinción. Todo esto ha sido ignorado, y solo lo reconocen voces aisladas, como la del escritor norteamericano Maynard Geiger: «El sistema de la Misión española fue sin duda uno de los esfuerzos humanitarios más grandes que el mundo haya visto para la mejora y el desarrollo espiritual de unos pueblos atrasados y no cristianos».
Por qué han sobrevivido los indios en Norteamérica
Última edición por Hyeronimus; 20/03/2017 a las 15:42
La Misa tradicional en una reservación indígena norteamericana
En tiempos en que se suele hablar incesantemente de inculturación y de la supuesta necesidad de una adaptación radical de la Fe católica a las sensibilidades culturales de los distintos pueblos, el sitio New Liturgical Movement ha publicado un valioso testimonio de un esfuerzo misionero por devolver a los habitantes de una reserva indígena en los Estados Unidos la Misa de Siempre que les fue arrebatada. El testimonio de los nativos es muy elocuente: la Misa tradicional es la que sentían más cercana a su identidad cultural, tanto por la orientación litúrgica, compartida con sus costumbres ancestrales, como por el sentido de lo sagrado que ésta transmite.
La traducción desde el original inglés es de la Redacción. Quienes deseen efectuar alguna donación a esta encomiable labor, pueden hacerlo en este enlace.
***
“Cuando la Iglesia llegó a nuestra reservación en 1884”, ha dicho uno de los ancianos de nuestra comunidad, “era en realidad fácil para los indios ser católicos. Había tanto que nos calzaba con toda naturalidad. Tal como el sacerdote rezaba hacia el Oriente, nosotros habíamos estado rezando hacia el Oriente desde mucho antes de que llegaran los Sotanas Negras”. Y siguió diciendo: “Entonces, hacia los años 60, la Iglesia cambió, y mucha gente dejó la Iglesia porque sintió que ésta le había mentido. Había dicho que algunas cosas eran importantes y queridas por Dios, y de repente, ya no importaron más. Nuestra gente sintió que le habían mentido, tal como lo ha hecho el hombre blanco tantas veces en el pasado”.
Desde entonces, la asistencia a la iglesia y la partición comenzaron a declinar. Lo que no entendieron los sacerdotes de los últimos 40 años fue que el ritual, la admiración, el misterio y el temor lleno de asombro que transmitía la Misa tradicional, eran importantes para los indígenas norteamericanos, y una señal de que Dios estaba con ellos. Cuando se suprimió todo ese simbolismo, el interés en la Iglesia Católica se esfumó.
En 2015 mi mujer y yo llegamos a la Reserva como Coordinadores de la Parroquia, debido a que ni la diócesis ni las antiguas órdenes religiosas contaban con suficientes sacerdotes para tener uno con presencia permanente en la Reserva. El Ministro Sagrado con el que trabajamos, el P. Garrett Nelson, es un sacerdote recién ordenado (hace un año y medio). Igual que otros cuatro sacerdotes jóvenes de nuestra diócesis, tiene un gran amor por la Misa tradicional.
Y así constituyeron una fraternidad sacerdotal informal, en la que se reúnen una vez al mes, cosa nada fácil en la segunda diócesis en extensión en los Estados Unidos, y celebran la Misa tradicional. El P. Nelson me preguntó si, una de esas veces, podrían celebrar la Misa tradicional en la Misión de San Pablo. Le contesté que sí, por cierto. Y después de una sola Misa en latín, la gente de la comunidad se nos acercó al P. Nelson y a mí para decirnos qué maravilloso había sido volver de nuevo a las “antiguas costumbres” en la reservación. Una persona, después de observarnos al P. Nelson y a mí en una Misa de funeral, nos dijo “Hemos notado que Ud. y el Padre estaban tan concentrados y piadosos durante la Misa. Esto es algo que no habíamos visto desde hace mucho tiempo. Gracias”.
Actualmente estamos avanzando lentamente hacia transformar la Misa de siempre en un hecho normal en la reservación, con la idea de tener una Misa tradicional cada domingo. Debido a la negligencia con que se ha tratado en las dos últimas décadas la belleza visual del templo, necesitamos dinero para ayudarlo a recuperar ese sentido de admirable misterio y de temor lleno de asombro que siempre debiera tener. Pensamos que todo esto contribuirá a que esta comunidad tenga una mayor comprensión de la Fe y una mayor devoción. Poder celebrar la Misa Tradicional es parte de esta perspectiva.
Nota de la Redacción: Los créditos de las fotografías son de New Liturgical Movement.
***
Actualización [5 y 18 de enero de 2018]: Aleteia informa que la Conferencia Episcopal estadounidense ha manifestado su opinión favorable al inicio del proceso de beatificación de Alce Negro, un legendario jefe sioux convertido al catolicismo en 1904 gracias al apostolado de los jesuitas. Después de recibir el bautismo, Nicholas Black Elk se convirtió en un activo catequista, logrando más de cuatrocientas conversiones entre los pueblos originarios de Estados Unidos. Por su parte, Religión en libertad ha publicado la traducción de un completo artículo aparecido originalmente en La Nuova Bussola Quotidiana dedicado a Alce Negro y su conversión.
_______________________________________
Fuente:
Asociación Litúrgica Magnificat: La Misa tradicional en una reservación indígena norteamericana
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores