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Tema: Mujeres de la América española

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  1. #1
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    Re: Mujeres de la América española

    Las religiosas españolas en las Indias

    Jesús Caraballo 27/01/2023





    Las mujeres españolas estuvieron presentes desde el primer momento en la civilización de América, si bien, al principio su número fue escaso, dados los peligros de la travesía. Y entre esas mujeres, destacarían las religiosas. Todas ellas contribuyeron a trasladar al Nuevo Mundo las costumbres españolas y, en particular, la devoción y piedad cristianas, siendo parte fundamental del intenso proceso de mestizaje con cultura nativa.

    Apenas medio siglo después de que Cristóbal Colón descubriera América, ya se había fundado el primer convento femenino en aquel continente. Por su parte, Catalina de Bustamante fue pionera, en la educación de las niñas indígenas.

    La misión evangelizadora fue encomendada, desde bien pronto a los religiosos. Hernán Cortés llevaba en su expedición a capellanes castrenses, en su conquista del imperio azteca. El convento de San Francisco, en Santo Domingo, fue el primer convento masculino erigido en aquellas tierras.

    Pero la emperatriz Isabel de Portugal, regente del imperio durante las largas ausencias de su esposo Carlos I, animó a que las religiosas no se quedaran atrás en esta tarea evangelizadora. De hecho, pidió al franciscano fray Antonio de la Cruz que acudiera a Salamanca, en busca de las mujeres adecuadas para tan importante misión. Fray Antonio eligió a cuatro beatas del convento de Santa Isabel, Elena Medrano, Paula de Santa Ana, Luisa de San Francisco y Francisca de San Juan Evangelista, quienes llegarían a América, en 1530.

    Se establecieron en un beaterio, considerado como el primer convento femenino en América, dedicándose a la caridad y la educación. El conocido como convento de la Orden de la Inmaculada Concepción se fundó en la ciudad de México por orden del obispo Juan de Zumárraga, en 1540, y con licencia del Papa Paulo III.

    En dicho convento, se consagraron como monjas algunas de las beatas que se habían unido al primer grupo de mujeres salmantinas, y otras mujeres que se sintieron atraídas por esa nueva forma de vida en América. Tanto mujeres nacidas en España, como otras criollas e indígenas, destacando Isabel y Catalina Cano Moctezuma, nietas del emperador azteca.
    El convento de la Inmaculada Concepción de México, al igual que los que le siguieron, se convirtieron no sólo en lugares de oración y cristianización, sino también de educación de niñas, indistintamente de su origen, españolas, criollas o indígenas. Allí se les enseñaba español, latín, matemáticas, música, bordado y catequesis.

    El éxito de los conventos concepcionistas, que proliferaron por todo el continente tanto por su modelo de vida religiosa, como por la educación que impartían, fue pronto emulado por otras órdenes religiosas femeninas. Así, en la década de 1570, se fundaba el Convento de Santa Clara en la capital de Nueva España, desde la que se expandieron a otras ciudades como Puebla o Querétaro. Religiosas de las órdenes de San Jerónimo, Dominicas, Agustinas o Carmelitas, impulsaron la fundación de un elevado número de centros religiosos femeninos por todo el continente.





    https://espanaenlahistoria.org/episo...en-las-indias/


  2. #2
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    Re: Mujeres de la América española

    Mujeres conquistadoras en el Nuevo Mundo




    Cesáreo Jarabo
    02/06/2023






    A lo largo del siglo XV, un total de 10.118 mujeres cruzaron el Atlántico junto a 35.209 hombres para instalarse en el Nuevo Mundo.

    Entre las pioneras que desarrollaron acciones que ocasionaron su impronta en la historia podemos señalar a Beatriz Ordaz, Juana Martín, María de Vera, Elvira Hernández, Isabel Rodríguez, Beatriz Hernández, Catalina Márquez, Beatriz Palacios Parda, Juana López, Violante Rodríguez, Catalina González y Antonia Hernández.

    Ellas, en no pocas ocasiones junto a la acción de mujeres indígenas, jugaron un papel esencial en el desarrollo de la conquista.

    Si las mujeres indígenas destacaron por su acción directa en el establecimiento de alianzas con los distintos pueblos, las mujeres españolas se señalaron en el avituallamiento, la atención a los heridos, la atención en retaguardia, la atención de guardias… y la participación directa en actos bélicos.



    Estas actividades les serían reconocidas una vez tomada Tenochitlan; así nos encontramos con el caso de María de Estrada, a quien le fueron entregados en encomienda los pueblos de Tetela del Volcán y Hueyapan; o con el de María de Vera, que le fueron asignados 300 pesos de ayuda.

    No son muchas las que han pasado a la historia, por lo que las que lo han hecho forzosamente debieron alcanzar la heroicidad en sus acciones; una de ellas, Isabel Rodríguez Gómez, esposa del capitán Portillo, sucedió a éste en el mando de uno de los bergantines construidos para la toma de Tenochitlan cuando aquel murió en acto de combate.



    Y Beatriz Bermúdez de Velasco esposa de Francisco de Olmos, se significó con un acto heroico durante la Noche Triste, forzando a la tropa a guardar el orden, cuando se anunciaba una desbandada que hubiese acrecentado el desastre. Con una espada en la mano amenazó a españoles e indígenas con matarlos si acaso se rendían ante los mexicas.
    Y Beatriz Hernández fue la conquistadora encargada de la fundación de Guadalajara, en el Valle de Atejamac, junto a Cristóbal de Oñate y Nuño de Guzmán.

    De Beatriz de Palacios, mulata, esposa de Pedro Escobar, siguió los pasos de su marido en todos los avatares de la conquista.



    De la que se conservan más datos es de María de Estrada, quién nació alrededor de 1485 y murió alrededor de 1535 y embarcó en el segundo viaje de Colón.

    Durante su estancia en Cuba fue apresada por los indios taínos en Matanzas, en cuyo poder estuvo dos años, tras lo cual casó con el sevillano Pedro Sánchez Farfán.

    Pero su nombre en la historia se debe a que, a su condición de pionera se une la acción destacada que ejerció en la conquista de Tenochtitlán, la capital azteca, en la que destacaron once mujeres más que demostraron su valor como soldados a lo largo de los 75 días que duró el sitio.



    Su traslado al continente tuvo ocasión cuando embarcó en la flota de Pánfilo de Narváez destinada a apresar a Cortés, y al objeto de reencontrarse con su marido, miembro de las huestes de Cortés.

    Mujer de carácter valiente, no dudó en participar directamente en la lucha empuñando una espada, en cuyo uso se mostró avanzada hasta el extremo que los cronistas la señalan como esforzada y animosa hasta el extremo que ponía espanto en sus compañeros.

    Además, se significó como fundadora de ciudades, en particular en la fundación de Puebla, en 1531, donde tuvo gran prestigio, siendo que actuó como mediadora de conflictos, en concreto el surgido el año 1533 entre el obispo Zumárraga y los dominicos a cuentas de la construcción de un monasterio en la ciudad de Tetela, donde ella era titular de una encomienda.

    Falleció alrededor de 1535 en el curso de una epidemia.







    https://espanaenlahistoria.org/perso...l-nuevo-mundo/

  3. #3
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    Re: Mujeres de la América española

    Rafaela, heroína de Nicaragua

    Publicado el 30 septiembre, 2023 por laamericaespanyola


    Rafaela, heroína de Nicaragua es una historia real que tuvo lugar en la provincia de Nicaragua en el año de 1762.Hija única de José Herrera y Sotomayor y de María Felipa de Udiarte. Su abuelo paterno fue el brigadier Juan de Herrera y Sotomayor , destacado ingeniero militar de Cartagena de Indias y fundador de la Academia de Matemáticas y Práctica de Fortificación, primera escuela de ingeniería en el Nuevo Mundo, que contribuiría a la consolidación de los principios de la Escuela de Fortificación Hispanoamericana. También era reconocido por haber trazado los planos de las ciudades de Panamá, Portobelo y Cartagena de Indias y el plano hidrográfico de la costa de la provincia de Cartagena. Su bisabuelo fue el capitán general y gobernador del Río de la Plata José Antonio Herrera y Sotomayor (1682-1691).

    Rafaela nació en Cartagena de Indias el 6 de agosto de 1742, un año después de la gran victoria española sobre la armada británica en su intento de tomar la ciudad. Al parecer su madre biológica era mulata y su padre era entonces el comandante del Castillo de San Sebastián del Pastelillo. Anteriormente había desempeñado el puesto de capitán de Artillería del Batallón Fijo de la plaza de Cartagena de Indias, después había montado la Artillería del cerro de San Lázaro en 1740 y combatido bajo las ordenes de Sebastián de Eslava y Blas de Lezo contra la armada británica de Vernon en el asedio de 1741.

    Rafaela pasó su infancia en la ciudad de Cartagena de Indias al cuidado de su madre adoptiva Doña María Felipa de Udiarte, ya que su madre biológica murió al nacer ella, y es lógico pensar que muy probablemente bajo la influencia y fama de la gran victoria obtenida sobre los británicos y de los héroes de aquella batalla como Blas de Lezo.

    En 1753 su padre fue destinado como comandante del fuerte de la Inmaculada Concepción en el Río San Juan en la provincia de Nicaragua (A.G.I. Guatemala, 456) y con él fue su hija de 10 años. Según todos los indicios el militar no solo transmitió a su hija las leyes del honor, del amor a la patria y de la fe sino que también le enseñó el manejo de las armas y entre ellas el cañón. Según consta en algunos de los memoriales de defensa del Castillo: «y con alguna propiedad y acierto lo montaba, cargaba, apuntaba y disparaba”.

    Castillo de la Inmaculada Concepción sobre el río San Juan.

    La construcción de esta fortaleza se había iniciado en 1673 sobre unos restos defensivos de tiempos de Felipe II, en un recodo de la ribera, sobre una colina, a cuyos pies se extiende hoy el pueblo del Castillo en honor a la fortaleza; las obras fueron terminadas en 1675, en lo que fue la más grande fortificación de América Central hasta aquella fecha.

    Ya en 1744, el castillo había jugado un papel importante cuando hubo un intento inglés por apoderarse de Granada desde Jamaica, que sería neutralizado por el Capitán General del Reino de Guatemala, quien ordenó al maestre de campo José Antonio Lacayo de Briones, auxiliase al Castillo de la Inmaculada, reforzándolo con dos compañías de 50 hombres, abasteciéndolo de suficientes víveres y proveyéndole de más municiones y pertrechos.


    Planta Castillo Río San Juan. 1744. A.G.I.

    Desde hacía dos años, los zambos que habitaban en las costas de Nicaragua realizaban, alentados por los ingleses, frecuentes incursiones al interior de la provincia, perpetrando robos, saqueos e incendios. La región estaba habitada por un pueblo rebelde y batallador, con los que se mezclaron los doscientos esclavos supervivientes de un barco negrero británico que naufragó frente a sus costas a mediados del siglo anterior. Los «zambos-misquitos», eran los descendientes de aquellos esclavos, por eso lo de zambo: mezcla de negro y nativo.

    A principios de la década de 1760, el ya teniente coronel Herrera asistió a distintas reuniones dirigidas por el gobernador de Nicaragua Melchor Vidal de Lorca y Villena, en las cuales se presagiaba la amenaza de una invasión británica.

    Con el fin de impedir el paso por el citado río, el Castillo de la Inmaculada Concepción de La Concha era la primera línea de contención, los otros eran el fuerte de San Carlos en la ciudad de San Carlos al inicio del río San Juan en el lago Cocibolca y la fortaleza de La Pólvora en la propia ciudad de Granada.

    En 1761, ante la amenaza cierta de invasión, se le había dotado con 123 plazas, con las siguientes remuneraciones : diez artilleros (156 pesos anuales ), cuatro cabos de escuadra (132 pesos), veinte mosqueteros (132 pesos), sesenta y cuatro arcabuceros (84 pesos), un piloto del barco de Su Majestad (108 pesos) con sus ocho remeros (48 pesos), ocho cocineras mulatas (30 pesos), además de un sargento (156 pesos), un condestable de artillería (216 pesos), un alférez (276 pesos), un teniente (365 pesos), un cirujano (240 pesos), un padre capellán (360 pesos) y el “alcaide castellano”, es decir, el comandante (900 pesos).


    Castillo de la Inmaculada Concepción

    Las primeras escaramuzas comenzaron en junio de 1762. Instigados y ayudados por los británicos, grupos de zambos y misquitos atacaron las plantaciones de cacao en el valle de Matina. En el mes siguiente asaltaron muchos asentamientos indefensos, incluidos Jinotega, Acoyapa, Lovigüisca, San Pedro de Lóvago, la misión de Apompuá cerca de Juigalpa y Muy Muy, quemando y saqueando las aldeas, además de capturar a algunos prisioneros. Muchas de las personas que capturaron fueron vendidas como esclavas a comerciantes británicos y transportadas a Jamaica. Las tropas inglesas prosiguieron tomando la Matina y las bocas del río San Juan, haciendo prisioneros y asentándose en la zona.

    La intención de los ingleses no era otra que dividir la América española y tener una vía al Pacífico. Desde hacía muchos años, deseaban encontrar un lugar en el istmo centroamericano para cruzar de uno a otro océano y después de muchas exploraciones por toda la zona, dedujeron que el curso del río San Juan y el lago de Nicaragua, era el punto ideal. A principios de 1762 Inglaterra le declaró la guerra a España, como inmediata consecuencia del “Pacto de Familia” entre Carlos III y Luis XV. El reflejo de la guerra no se hizo esperar en las provincias americanas, provocando ataques de los ingleses, cada vez con mayor atrevimiento por el río San Juan, desaguadero del Gran Lago Cocibolca y llave de la provincia de Nicaragua.


    Lago Cocibolca o Nicaragua, con los volcanes Concepción y Maderas al fondo.

    Nicaragua era uno de los principales objetivos de los ingleses, porque presentaba facilidades para la comunicación interoceánica, por lo que el gobernador inglés de Jamaica, William Henry Littleton, había recibido instrucciones de preparar para ese año de 1762 una invasión de Nicaragua por el río San Juan con un ejército de tres mil hombres y más de cincuenta embarcaciones.


    Bandera utilizada en las fortificaciones costeras españolas desde 1701 hasta 1785

    Los españoles estaban enterados de esta amenaza, que se producía precisamente cuando en el estratégico castillo de la Concepción su comandante el teniente coronel José Herrera y Sotomayor estaba gravemente enfermo, al padecer de una afección de garganta. Días más tarde, ya en el lecho de muerte debió mostrar su impotencia por no poder hacerse cargo de la defensa, pero su hija le prometería que ella en su nombre infundiría valor a los defensores. A Rafaela le faltaban pocos día para cumplir veinte años.

    Poco después, el comandante José de Herrera moría el 15 de julio de 1762, apenas unos días antes del presagiado ataque inglés. El 17 de julio asumió la comandancia interinamente el alférez Juan Aguilar y Santa Cruz, nombrado entonces teniente del fuerte por el Gobernador de Nicaragua Melchor Lorca y Villena.



    Los ingleses enterados del fallecimiento del comandante del Castillo de la Inmaculada creyeron que se les abría una oportunidad y se aprestaron para lanzar un ataque, en alianza con zambos, misquitos y caribes.

    El relato de los hechos según el memorial que el gobernador de Nicaragua remitió el 30 de diciembre de 1762 al Gobernador y Presidente de la Real Audiencia de Guatemala, Alonso Fernández de Heredia fue el siguiente:

    «El 29 de julio como a las cuatro de la mañana, se oyó, se desde el Castillo un tiro de pedrero, río abajo y hacia el puesto que ocupaba la vigía, y a poco rato una carga cerrada de fusilería.

    Con estas novedades se puso la guarnición sobre las armas, se alistó la artillería y asestó a los puestos por que se debía recelar invasión. Entre otras providencias que dio Don Juan de Aguilar y Santa Cruz, Alférez de este Castillo y Comandante de él por muerte del Castellano Don Joseph de Herrera y Sotomayor el quince del mismo mes, una, fue la de despachar un bote a reconocer hacia el puerto en que se habían oydo los tiros, y llegando junto al de la vigía reconoció nuestra gente del bote a los enemigos, y aunque inmediatamente emprendieron su retirada, aquellos promptamente despacharon otro bote en pos del nuestro, y yéndole ya a los alcances, el de los enemigos le tiró una carga cerrada de que ´no resultó la menor desgracia, pero si el que los nuestros tomaran la determinación de arrimar a la orilla del río y abandonar el bote para venirse, como se vinieron, por tierra a esta Fortaleza, en donde se continuó en las disposiciones correspondientes a su defensa.

    A las once de este mismo día se presentaron río abajo y a la vista de este Castillo, siete grandes piraguas, con porción de cayucos, y después de haber dado un bordo aquéllas y disparado nueve tiros de pedrero a bala y metralla, todas las embarcaciones se arrimaron a la orilla del río de la banda sur, encubiertas de la artillería del Castillo, en donde hicieron desembarco de algunas tropas; y en porción de cayucos se vieron transportar de la banda del norte también partidas de enemigos, quienes, por dentro del monte y encubiertos, se subieron río arriba


    Por Ari Pena.

    A las tres de la tarde se reconoció en toda la campaña, río arriba y abaxo, puesto en cordón, el enemigo; y como antes de (fol.1 v.) que se le reconosciese en esta positura desde el castillo, se retiraban de él dos caribes mansos para un rancho en que habían dejado sus mugeres, distantes un tiro de fusil de esta fortaleza; al llegar en su cayuco los dichos caribes cerca del rancho, se juntaron en él gran cantidad de zambos y yngleses, y pidiendo licencia al Teniente la hija del difunto Castellano para dispararles un cañonazo, concedida, lo apuntó y disparó con tanto acierto, que de los muchos enemigos que estaban juntos, se vieron salir corriendo pocos.

    Con confusión y estrago que causó este tiro de bala y metralla, pudo uno de los dichos caribes mansos escaparse al Castillo, en donde aseguró el destroso grande que hizo el cañonazo, y que entre los muertos uno había sido un ynglés de los principales, a quien le dio una bala en los pechos. Ese mismo caribe dixo que los enemigos se llevaron amarradas a dos mugeres y a su compañero, y que creía que este estaría ya muerto, porque en la carga cerrada que les tiraron al ir a desembarcar, lo hirieron mucho; que él se libertó de todo por haberse tirado al agua y metido entre el gamalote.

    Luego que los enemigos sintieron el cañonazo, la gritería de los heridos y supieron el estrago, empezaron a hacer fuego contra este Castillo, con el mayor ardor, y sin descaecer lo continuaron toda la noche, `poniendo en el principio de la acción siete banderas ynglesas.

    El dia 30 de julio , rompiose el nombre en esta Fortaleza cargado de bala y metralla, y se tocó la Diana, reconociendo el campo del enemigo en la forma que estaba el día antecedente, bien que en siete campamentos acordonados de centinelas, con algunos pelotones que harían fuego. Disparose otro cañonazo y se retiraron los enemigos a alguna mayor distancia.

    Separose de éstos esta misma mañana un ynglés con otro que sirve de intérprete según lo que después pasó, dirigiendose hacia el castillo los dos, con una bandera blanca en la mano del primero;y visto por el Teniente (fol. 2) mandó suspender toda hostilidad y hizo señas a los que venían para que se acercasen con seguridad.

    Llegados a distancia en que pudiesen ser oydos, se les mandó hacer alto, y desde el baluarte de Santa Ana les dixo el Teniente que que se les ofrecía e intentaban.

    Respondió el ynglés por medio del intérprete que el que se le entregasen las llaves del Castillo y se rindiese la guarnición, que, haciéndolo así, les aseguraba de parte de su Comandante General, por quien era enviado, que a nadie se le haría daño.

    Preguntó el Teniente que a qué Rey o Señor servían, y respondió el enviado que al Rey de Ynglaterra, de quien traían orden de ganar el Castillo y para este efecto tenían, como estaba viendo, mucha gente bien armada, no solamente en el campo si no es también río arriba y abaxo con embarcaciones.

    A estas proposiciones dixo el Teniente que él no podía entregar el Castillo por capitulación alguna, y que si su General tenía todo el armamento que le acababa de decir, su Fortaleza estaba también en disposición de resistir a quantas acciones intentasen.

    Replicósele diciéndole que se mirase bien en ello; propusieron con su compañero, treguas, y fueron aceptadas por el teniente, con la mira de recoxer unos cañoncitos y pedreros que se habían quedado en una casa inmediata al castillo, en que vivía el difunto Castellano. Y habiéndose convenido en que no se hiciese fuego de una parte ni de otra, se retiraron el enviado y el intérprete.

    Después de algún rato que esto pasó, hizo salir de la Fortaleza el teniente veinte hombres a recoger los cañoncitos y pedreros que se ha dicho, encargando la promptitud y eficacia a quantos fueron a esta diligencia.

    Estando ya entrando en el Castillo la gente nuestra con los cañones y pedreros, se levantó en el campo del enemigo un grande alboroto y general movimiento de que dieron parte las centinelas, y como ya estaban todos los nuestros dentro del castillo, se levó su puente.

    Viose venir por segunda vez al enviado con el intérprete y acercándose a la Fortaleza dixo al (fol. 2 v.) Teniente que su Comandante General le advertía que no abriese el castillo ni hiciese salir gente de él porque se la mataría toda;

    A lo que respondió este oficial: que su general no mandaba en la Fortaleza, ni aquel territorio, pues uno y otro eran del rey su Amo y no del de Ynglaterra; que advirtiese a su general el que pusiese sus tropas en donde no les alcanzase la artillería del castillo, y previniese que no talase los platanares, porque, de lo contrario, tendría por acabadas las treguas y empezaría a hacer fuego. Retirose el enviado a su campo, y se pasó la noche si mayor hostilidad de una ni otra parte.

    A las seis de la mañana del 31 de julio, dieron parte las centinelas de este Castillo de como se dirigía a él el enviado y su compañero, con bandera blanca, quienes puestos en distancia proporcionada hablaron con el teniente, que se hallaba en la muralla. Dixeron aquellos como había pasado la noche; respondieron que bien , y preguntándole como había pasado su general, a que respondieron que muy mal, porque había observado que durante toda la noche se había trabaxado mucho en la Fortaleza, también que de ella habían salido varias tropas a echar cordón a las suyas; que le mandaba prevenirle segunda vez que no echase gentes fuera del Castillo, porque como le tenía dicho se las mataría todas.

    Respondió a esto el Teniente que, de todas las operaciones que le decía había observado su general en la Fortaleza, no había tenido necesidad de practicar alguna porque la tenía en disposición de resistir a sus fuerzas, y que ya no podía sufrir tantas amenazas como se le hacían.

    Añadió el enviado: pues vengo también a que se me entreguen las llaves, y, de no, dentro de tres días será tomada la fortaleza y pasados a cuchillo quantos hay en ella.

    Respondió a esto el Teniente que no le fuesen a gobernar su castillo, y que si quería volver a las hostilidades, podían, en la inteligencia que él no podía entregar las llaves hasta morir (fol. 3) o tener orden de su superior para ello.

    Con esto se retiraron el enviado y su compañero a su campo, y a poco rato pusieron en él una bandera negra, con armas de levantado y quatro ynglesas; rompiron el fuego con la mayor viveza, y de nuestro Castillo se hizaron la artillería y fusilería, el que correspondía rebatir al enemigo, y sin cesar de una parte ni otra, se pasó la noche.

    El día 1 de agosto se siguió el fuego con el mismo ardor que el antecedente, y por la noche no dexó de ser bastante vivo de una y otra parte.

    Amaneció el día 2 de agosto continuándose el fuego como el anterior, y a las cinco de la tarde se observó que el del enemigo iba descaeciendo, como ya era granado. En esta misma hora se introduxo en la Capilla de la Fortaleza un gorrioncito, y metiéndose en el trono de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de la Concha, su Patrona, se mantuvo por un breve rato aleteando y cantando delate de la Santísima ymagen. Salióse el paxarito de la capilla, y a poco rato volvió, rodeándola toda por dentro y se desapareció. Pasóse la noche de este día con poco fuego de una y otra parte.

    El día 3 de agosto rompióse el nombre por la mañana, y reconocido el campo se advirtió que aunque en los puestos de los enemigos río arriba estaban varios fuegos encendidos, no se veía hombre alguno, y en los inmediatos al Castillo sólo tal qual sentinela; pero río abajo se vieron varios cayucos que con gente andaban talando los platanares; oyose una gran carga cerrada dentro de la montaña, y luego, poco a poco, se fueron desapareciendo las pocas centinelas que habían quedado a la vista. Tan improvisa precipitada retirada de los enemigos, sorprendió a quantos estaban en n la Fortaleza, y no pocos piadosos la atribuyeron a efecto de la poderosa protección de Nuestra Señora de la Pura y Limpia (fol. 3 v) Concepción de la Concha,…

    Que el enemigo se retiró precipitadamente, se confirmó quando con la llegada de las piraguas de guerra y otras embarcaciones venidas de Granada a esta fortaleza, se hizo un registro hasta el embarcadero que tuvieron los enemigos; y en todo el camino se reconoció, por la huella y resbalones, quan ordenados caminaron.

    De nuestra gente no hubo herido ni muerto alguno, pero se considera que la pérdida de los enemigos fue no poca. Ygnórase a punto fixo hasta el número de que se componía su armamento, pero se hace juicio que si no llegaban a quinientos, fueron muy cerca de trescientos los que atacaron el castillo, y desde él hubo persona que vio de veinte y cinco a treinta yngleses. No se sabe los que de esta nación quedarían en piraguas y demás embarcaciones, ni los que estaban mandando en los puestos río arriba y abaxo ocupaba el enemigo.

    Con noticias que ha dado un prisionero que salió a Costa Rica de los establecimientos del enemigo, se ha sabido que con treinta y cinco piraguas, las quatro ynglesas y las restantes de zambos mosquitos, subió por el Río de San Juan para atacar el castillo en la ocasión que se ha relacionado.»

    El tratado de paz, iniciado en Fontainebleau el 3 de noviembre de 1762 y que terminó en París el 10 de febrero de 1763, libró por entonces a Nicaragua de nuevas hostilidades de los ingleses. La Habana y Manila, que habían sido capturadas por los ingleses, fueron devueltas a España, y ésta cedió La Florida a los británicos.

    Rafaela se casó poco tiempo después con un hombre, al que conocía desde Cartagena de Indias cuando tenía 12 años, llamado Juan Pablo de Mora Barrantes, de unos treinta años y nacido en Costa Rica; su trabajo consistía en el transporte de suministros a los puertos militares del río San Juan. Con él tuvo cinco hijos (Guillermo, María, Rafaela, Juan y Pablo) dos de ellos (Rafaela y Pablo) con algún tipo de discapacidad, residiendo en las ciudades nicaragüenses de San Carlos, primero y finalmente en la de Granada.

    Nada más morir su padre, Rafaela había hecho una reclamación de la herencia al Juzgado de Bienes de Difuntos en la Audiencia de Guatemala, cuyo juez don Basilio Villarrasa Benegas la recibió en Agosto de ese mismo año de 1762. El asunto se enredó en un laberinto burocrático y legal entre el juzgado, la gobernación de Nicaragua, la capitanía general de Guatemala y la Real Audiencia, de tal manera que lamentable e increíblemente Rafaela no logró recibir la herencia que le correspondía.

    Después de enviudar, todavía con 38 años, dieciocho después de la defensa del fuerte, se decidió a solicitar una pensión al que fuera un gran Gobernador y Capitán General del Reino de Guatemala y futuro virrey de Nueva España, Don Matías de Gálvez y Gallardo.Entre los términos empleados en el memorial de la solicitud firmada por Rafaela como Rafaela de Herrera y Sotomayor, con fecha de 16 de marzo de 1780, dirigida al Capitán General de Guatemala se puede destacar:«…que se hallaba en extrema necesidad y pobreza.

    teniendo los ingleses de Jamaica noticia que la fortaleza se hallaba sin Castellano y Comandante, intentaron tomarla y enviaron un oficial inglés, con tropas, que sitiaron y bloquearon la Fortaleza. No había en ella guarnición de españoles como ahora la hay: por esta causa y la de hallarse el castillo sin bastimentos, a las primeras hostilidades, y a la primera intimación que hicieron los enemigos para que se rindiese el castillo, quisieron entregar sus llaves los soldados negros y mulatos que le guarnecían.

    Pero la Suplicante, aunque joven de solos 19 años, animada del espíritu de su difunto padre y abuelos, y conociendo el riesgo a que se exponía su honor y virginidad con la barbarie de los zambos y moscos, se opuso fuertemente a tan pública (fol. 2 v.) afrenta de las armas españolas: y para su remedio, mandó cerrar la puerta del Castillo, tomó sus llaves, puso centinelas y llegó hasta la formalidad de dar la misma suplicante el santo y seña. Después subió al Caballero, cargó el cañón y principió a hace fuego a los enemigos. Quiso Dios que fuese con tanto acierto, que al tercer cañonazo que dirigió a la tienda del Comandante inglés, quedase muerto, toda su gente en confusión, que poniendo el cadáver en un tapesco, se retiraron huyendo y dejaron libre el castillo y su guarnición«. “este hecho glorioso es tan público y notorio, que no hay en esta provincia (Nicaragua) personas de toda clase que lo ignoren. (A.G.I. Guatemala 878)

    La correspondencia que sigue es la siguiente:


    • 1 de abril de 1781: Carta de Matías de Gálvez y Gallardo, Presidente Gobernador y Capitán General de Guatemala al Gobernador del Consejo de Indias, adjuntándole la solicitud de Rafaela Herrera. A.G.I. Guatemala, 878
    • 22 de octubre 1781. Respuesta de la Corona emitiendo un Real Decreto, por el que se le concede una pensión a Rafaela Herrera.
    • 22 octubre 1781: Carta del Gobernador del Consejo de Indias José de Gálvez y Gallardo al Gobernador de Guatemala informándole de la respuesta de la Corona y que dice así: (A.G.I. Guatemala, 878):


    El Rey concede a esta viuda (con el nombre de Rafaela de Herrera y Udiarte) en premio de su distinguido valor, honor y fidelidad, y en atención también a los señalados servicios de su padre y abuelo, el medio sueldo del Gobierno del Castillo de la Purísima Concepción del Río San Juan de Nicaragua, que defendió con heroicidad y singular acierto”. «... y que el Presidente le haga merced en su Real nombre de uno o dos sitios de tierras realengas donde las huviere mas cercanas a la ciudad de Granada, para que las goze por juro de heredad sus hijos y descendientes en memoria de la gloriosa acción que hizo en la defensa del citado castillo.»


    • 28 octubre 1781. Carta del Gobernador del Consejo de Indias a Rafaela de Herrera informándole y adjuntándole la Real Cédula. La carta dice lo siguiente (A.G.I. Guatemala , 878):


    “… consiguiendo, a pesar de las fuerzas superiores del enemigo, hacerle levantar el sitio y ponerse en vergonzosa fuga, debiéndose solo a una generosa intrepidez tan feliz suceso; pues, superando la debilidad de vuestro sexo, subisteis al caballero de la fortaleza y, disparando la artillería por vuestro mano, matasteis en el tercer tiro al comandante inglés en su misma tienda, realizando la acción a la corta edad de 19 años que contabais, no tener castellano el castillo, ni comandante ni otra guarnición que la de mulatos y negros que habían resuelto entregarse cobardemente con la fortaleza, a que os opusisteis con el mayor esfuerzo”.




    • 28 octubre 1781. Carta del Gobernador del Consejo de Indias al Gobernador de Guatemala adjuntándole la Real Cédula. (A.G.I. Guatemala, 878)
    • 11 noviembre 1781. Real Cédula expedida en San Lorenzo. confirmando la pensión vitalicia a Rafaela Herrera, por la mitad del sueldo que goza el Gobernador del Castillo de la Purísima Concepción del Río San Juan de Nicaragua. (A.G.I. Guatemala, 878)
    • 16 de abril de 1782. El Presidente Gobernador y Capitán general de Guatemala acusa recibo de la carta de 28 de octubre del Gobernador del Consejo de Indias, adjuntando la dirigida a Rafaela Herrera y la de la Real Cédula.


    En efecto, la viuda Rafaela Herrera recibió la pensión y dos sitios ubicados en la jurisdicción de Carazo y en la particular del Pueblo de Santa Teresa, llamados la Trinidad o Concepción, el primero, con seis caballerías y doscientas cincuenta cuerdas, y la Calera o el Guacaste el segundo, con siete mil caballerías y sesenta y nueve cuerdas.



    Precisamente y casi coincidiendo con la solicitud real de Rafaela Herrera, en 1780, sufrirían los ingleses nuevamente en el Río San Juan otra derrota, de la que fue parte el legendario marino inglés Nelson, recibiendo su bautismo de fuego. Aunque lograron apoderarse del Castillo y permanecer en él un tiempo tuvieron que abandonarlo finalmente ante la presión de los españoles y las enfermedades tropicales. Uno de los primeros retratos que se conservan del almirante inglés se encuentra hoy en el Museo Nacional Marítimo de Greenwich, en Londres, apareciendo junto a la fortaleza del Castillo, en Nicaragua, donde enfermó gravemente y a punto estuvo de perder la vida.

    Granada, Nicaragua

    Rafaela falleció en torno a 1805 en la hermosa ciudad nicaragüense de Granada.

    Esta historia figura en la documentación conservada de la historia de Nicaragua donde se comprueba su autenticidad. Los originales de dichos documentos se localizan en el Archivo General de Indias, de Sevilla.

    Oficialmente la Real Cédula se divulgaría en la joven República de Nicaragua, en el número 23 de La Gaceta del Gobierno de 1848, y en el 5 y 6 de La Gaceta de Nicaragua de 1859 con otros detalles de este memorable suceso.

    De ahí que su gesta haya generado su enaltecimiento literario y asumida como parte de la herencia identitaria de Nicaragua e inspirado a no pocos artistas y literatos:

    -José Dolores Gómez. «La gesta de Rafaela Herrera. El Río San Juan. Estrecho dudoso en el centro de América». Selección de textos por Ernesto Cardenal. Latino Editores. El Salvador, 1993

    -Ricardo Pasos Marciacq. «Rafaela. Una danza en la colina y nada más». Colección Cultural Banco Nicaragüense. Fondo de Promoción Cultural. Managua, 1997

    -César Escobar Morales. «Defensa del Castillo de la Inmaculada Concepción. Rafaela Herrera: La Doncella Heroica, Formación Cívica y Social». El Amanecer. Managua

    -Jaime Incer Barquero. «Incendio en la frontera. El episodio de Rafaela Herrera». Viajes, Rutas y Encuentros (VRE). 1502-1838

    -Jorge Eduardo Arellano. «La hazaña de Rafaela Herrera en 1762»

    -Enrique Fernández Morales, autor de la obra teatral “La niña del río” (1960)

    -Pablo Antonio Cuadra, quien la transfiguró como «heroína nacional” en su poema “Mayo / Oratorio de los cuatro héroes»

    -Carlos Mejía Godoy, cuyo romance “Rafaela Herrera” integra su “Mural sonoro de los héroes de la Patria”

    -Octavio Robleto, autor de una pieza teatral sobre Rafaela

    Para el historiador Alejandro Bolaños Geyer, lo que es y ha sido: «la insigne heroína nicaragüense del período colonial».



    Para el historiador Carlos Molina Argüello, al cumplirse su bicentenario en 1962. “La doncella aguerrida, esposa y madre, viuda ejemplar que fue doña Rafaela Herrera, escribió en la presentación de su serie documental, por toda su fidelidad, ha llenado y con justeza, a lo largo de dos siglos y en el incierto bregar de nuestro pueblo, la necesidad de este por alzarla a la prominencia de la gloria. Con hoja sin mácula en el servicio de la viuda y de nuestras armas, ninguno como ella para merecerla. Los nicaragüenses han hecho justicia”.

    Y agrega: “La imagen de una criatura virginal recién herida de orfandad, en el paisaje húmedo de nuestro río vital, entre soldados y máquinas de artillería, en postura bizarra, con serenidad y pericia singulares cortando paso al enemigo, basta para un friso en la memoria de un pueblo. El acierto de su disparo contra el invasor: el premio de la historia para su alma”.

    Controversias


    • El segundo apellido de Rafaela figura según distintas fuentes como Sotomayor, Udiarte o Torreynosa. Ella firmó su solicitud de ayuda como Rafaela Herrera Sotomayor, pero las respuestas oficiales que recibió lo fueron como Rafaela Herrera Udiarte.
    • Si parece que fue hija natural de una mulata y que probablemente murió al nacer la niña. Alguna fuente le incluye una hermana adoptiva de origen francés.
    • Parece muy probable que José de Herrera y Sotomayor y Felipa de Udiarte se casaran en Cartagena de Indias, pero no está documentado y también se desconoce cualquier información posterior, ni donde y cuando falleció.
    • Más allá del relato oficial, casi no hay referencias documentadas sobre el alférez Juan de Aguilar y Santa Cruz, que tomó el mando del Castillo con el nombramiento de teniente cuando falleció José Herrera.
    • Alguna fuente dice que Juan Aguilar había acompañado en 1740 desde España a Indias a Alonso Fernández de Heredia, que pasó a Nicaragua en 1746 al ser nombrado Gobernador y Comandante General de Armas de dicha Provincia y que luego será el Presidente y Gobernador de la Real Audiencia de Guatemala entre 1761 y 1765. Aguilar se quedaría y casaría en Nicaragua.
    • No queda claro quien o quienes tuvieron intención de rendirse o si realmente nadie dudó en aprestarse a la defensa. Si Rafaela fue la que tomó la iniciativa de hacer frente al ataque, desconocemos cual había sido la actitud que había tomado el alférez, ya responsable del mando.
    • En relación con el tamaño de la fuerza atacante algunos textos dicen: «Se calcula que en el sitio participaron alrededor de 300 combatientes y 35 piraguas, cuatro de ellas inglesas, el resto de zambos mosquitos».



    Los nicaragüenses de hoy han recogido en sus páginas el nombre glorioso de Rafaela Herrera como símbolo de patriotismo, puesto a prueba en la defensa del Castillo de la Inmaculada Concepción, y al evocar su recuerdo, la presentan como modelo de hija, para que les sirva de ejemplo, y como heroína, para que sepan enaltecer y defender a su patria. Hay que tener presente que la acción de Rafaela evitó que los piratas ingleses penetraran en Granada, le prendieran fuego, saquearan la ciudad y secuestraran a sus mujeres, como eran sus costumbres.

    Fuentes consultadas:

    Rafaela Herrera y Sotomayor RAH

    José de Herrera y Sotomayor RAH


    Rafaela Herrera y Sotomayor. Eduardo Viscasillas Rodríguez-Toubes. Coronel. Infantería. Carlos Viscasillas Vázquez. Académico Correspondiente de la Academia Nicaragüense de Ciencias Genealógicas. Revista Ejército nº 862. Enero-febrero 2013


    Gesta y vida heroicas de Rafaela Herrera por Carlos Molina Arguello. Nicaragua.
    Revista Conservadora. Julio 1962.

    La Descendencia de Rafaela Herrera por José Mejía Lacayo. La hazaña de Rafaela Herrera en 1762 por Jorge Eduardo Arellano. Revista de Nicaraguenses. Historia. Nº 139 Noviembre 2019.

    Género y Derechos de las Mujeres en la Nicaragua del siglo XVIII: Dos Casos. Por Pat Werner. Miembro Correspondiente Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. Ave Maria University Latin American Campus. X Congreso Centroamericano de Historia. Managua, Nicaragua, Julio, 2010

    https://www.meryvarona.es/rafaela-herrera-y-sotomayor/




    https://laamericaespanyola.com/2023/...a-de-nicaragua




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    Re: Mujeres de la América española

    María Estrada, la mujer que luchó junto a Hernán Cortés

    por José Carlos Mena | Dic 11, 2023



    Heroínas

    Ya he escrito sobre muchas mujeres españolas que han contribuido a cimentar su historia. Heroínas como Manuela de Luna, Jimena Blazquez, Ana de Ayala, Isabel Rodríguez, Ana M.ª Soto, Isabel Barreto y las defensoras de Palencia. Mujeres que lucharon, innovaron, avivaron el espíritu, ayudaron a los heridos, descubrieron parajes, navegaron por el Amazonas o por el Pacífico, o fueron infantes de marina. Mujeres que sembraron y quedaron para la posteridad.

    Hoy quiero detenerme en una de las pocas mujeres que estuvieron y participaron en la conquista de Tenochtitlán tras la fatídica noche triste. Ya hablé de Isabel Rodríguez, que también estuvo, pero atendiendo a los heridos. Hoy escribo sobre una luchadora, con coraje, con redaños, que viajó al Nuevo Mundo siguiendo a su marido y terminó esgrimiendo una espada en la guerra contra los aztecas. Lástima que ha pasado desapercibida. Hoy le quiero dar su sitio en la historia de España.

    María Estrada, la vieja

    María Estrada, apodada “la vieja” por su edad. Y no es que fuese anciana ya que contaba con, entre 30 y 40 años. Era por la juventud de aquellos aventureros y soldados. Pues buen, María, fue una de aquellas 12 mujeres que participaron de forma activa en la conquista, dura y cruenta, de Tenochtitlán, la capital del imperio azteca, en agosto de 1521, tras 75 días de asedio.
    Los que vivieron aquella época, los que la contaron y la dejaron por escrito, dejaron constancia de las hazañas y logros de muchas mujeres, que lucharon junto a los hombres. Así, el cronista español del siglo XVI, Francisco Cervantes de Salazar, en su obra “Crónica de la Nueva España” lo refiere: “En todo tiempo ha habido mujeres de varonil animo y consejo”.

    Los cronistas cuentan su historia

    Bernal Díaz del Castillo, también refiere la historia de María. Pues tras la fatídica “Noche Triste”, tras aquella aciaga derrota y tras llorar a los caídos, las tropas de Hernan Cortés se replegaron hasta Tlaxcala para recuperarse y preparar la ofensiva. Allí, María Estrada, con genio y airada, contestó a Cortés de esta manera: “No es bien, señor capitán, que mujeres españolas dexen a sus maridos yendo a la guerra; donde ellos murieren moriremos nostras, y es razón que los indios entiendan que son tan valientes los españoles que hasta sus mujeres saben pelear, y queremos pues para la cura de nuestros maridos y de los demás somos necesarias, tener parte en tan buenos trabajos, para ganar algún renombres como los demás soldados”. No se puede negar que tenía coraje.

    Aunque se sabe poco de su origen, lo cierto y constatado es que fue hermana de Francisco de Estrada, que cruzó el Atlántico y se instaló en las nuevas provincias en 1509. Las crónicas cuentan que llegó a la actual Cuba y fue apresada por los indios Taínos, durante los enfrentamientos de la ciudad de Matanzas. Tras dos años cautiva, fue liberada y se casó con el sevillano Pedro Sánchez de Farfán en la villa de La Trinidad. Todo lo cuenta Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”.

    Con toda probabilidad, en 1520, María pasó de Cuba a Nueva España en la flota comandada por Pánfilo de Narváez, buscando a su marido que se había unido a los hombres de Hernán Cortés. El mismo Bernal la cita en su crónica, recordando los supervivientes de la Noche Triste: “Pues olvidado me he de escribir el contento que recibimos de ver viva nuestra doña Marina y a doña Luisa, la hija de Xicontenga, que las escaparon en los puentes unos tascaltecas, y también una mujer que se decía María Estrada, que no teníamos otra mujer de Castilla en México sino aquella”.

    Fundadora de la ciudad de Puebla

    También el cronista Diego Muñoz Camargo, en su “Historia de Tlaxcala”, tras aquella fatídica noche de muerte y llanto, nos habla de una mujer valiente, que no teme a nada, que se enfrenta al enemigo con una espada y una rodela, con furia y entusiasmo, demostrando entrega y arrojo. Igualmente, 1615, el franciscano fray Juan de Torquemada también la refiere, copiando la crónica de Muñoz Camargo.

    Lo más probable que tras la conquista de Tenochtitlán, tras demostrar su fiereza, su valentía y actitud, María y su esposo, Sánchez Farfán, se quedaran en Nueva España. La mayoría de los cronistas de la época tienen al matrimonio como fundadores de la ciudad de Puebla, en abril de 1521, sitio estratégico para Hernán Cortés, pues cubría la ruta entre Veracruz y la capital recién conquistada.

    La crónicas cuentan que en 1533, en la región de puebla, María Estrada fue elegida para mediar en una disputa entre los dominicos y el obispo Zumárraga por la construcción de un monasterio en el pueblo de Tetela, lo que evidencia de que María era alguien importante, que llegó a ser un persona destacada.

    Una mujer poderosa y con influencia

    Sabemos, por cartas y crónicas, que enviudó y se volvió a casar con otro sevillano, otro de los fundadores de Puebla: Alonso Martín Partidor. Y a partir de aquí, la historia es difusa y se pierde en el tiempo, aunque se sabe que falleció en Puebla a causa de una epidemia de cólera. Sin hijos, cuidando a dos hijas de su anterior marido, viviendo cómodamente gracias a las encomiendas que le concedió Hernán Cortés por el valor mostrado en la batalla, fue una mujer poderosa en su tiempo, reseñable con influencia. Así, sabedora de su puesto, escribió al mismísimo Carlos I de España, quejándose del incremento de los impuestos.

    Una mujer de armas tomar, una aventurera, una mujer con redaños que no le tembló el pulso a la hora de empuñar la espada. Una valiente conquistadora y luchadora que se ganó, en buena lid, sus haciendas y su fortuna, la cual defendió hasta el final. Otra heroína para la historia, otra mujer para el recuerdo, otra luchadora para que no caiga en el olvido que todo lo que ganó lo hizo con su valentía.

    Y este es mi pequeño homenaje, unas letras para que se enseñe y difunda nuestra gran historia, para que se defienda y se sienta el hispanismo, la hispanidad. Seguimos.




    https://sonrisasenelcamino.es/maria-...hernan-cortes/

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