Rafaela, heroína de Nicaragua
Publicado el 30 septiembre, 2023 por laamericaespanyola
Rafaela, heroína de Nicaragua es una historia real que tuvo lugar en la provincia de Nicaragua en el año de 1762.Hija única de José Herrera y Sotomayor y de María Felipa de Udiarte. Su abuelo paterno fue el brigadier Juan de Herrera y Sotomayor , destacado ingeniero militar de Cartagena de Indias y fundador de la Academia de Matemáticas y Práctica de Fortificación, primera escuela de ingeniería en el Nuevo Mundo, que contribuiría a la consolidación de los principios de la Escuela de Fortificación Hispanoamericana. También era reconocido por haber trazado los planos de las ciudades de Panamá, Portobelo y Cartagena de Indias y el plano hidrográfico de la costa de la provincia de Cartagena. Su bisabuelo fue el capitán general y gobernador del Río de la Plata José Antonio Herrera y Sotomayor (1682-1691).
Rafaela nació en Cartagena de Indias el 6 de agosto de 1742, un año después de la gran victoria española sobre la armada británica en su intento de tomar la ciudad. Al parecer su madre biológica era mulata y su padre era entonces el comandante del Castillo de San Sebastián del Pastelillo. Anteriormente había desempeñado el puesto de capitán de Artillería del Batallón Fijo de la plaza de Cartagena de Indias, después había montado la Artillería del cerro de San Lázaro en 1740 y combatido bajo las ordenes de Sebastián de Eslava y Blas de Lezo contra la armada británica de Vernon en el asedio de 1741.
Rafaela pasó su infancia en la ciudad de Cartagena de Indias al cuidado de su madre adoptiva Doña María Felipa de Udiarte, ya que su madre biológica murió al nacer ella, y es lógico pensar que muy probablemente bajo la influencia y fama de la gran victoria obtenida sobre los británicos y de los héroes de aquella batalla como Blas de Lezo.
En 1753 su padre fue destinado como comandante del fuerte de la Inmaculada Concepción en el Río San Juan en la provincia de Nicaragua (A.G.I. Guatemala, 456) y con él fue su hija de 10 años. Según todos los indicios el militar no solo transmitió a su hija las leyes del honor, del amor a la patria y de la fe sino que también le enseñó el manejo de las armas y entre ellas el cañón. Según consta en algunos de los memoriales de defensa del Castillo: «y con alguna propiedad y acierto lo montaba, cargaba, apuntaba y disparaba”.
Castillo de la Inmaculada Concepción sobre el río San Juan.
La construcción de esta fortaleza se había iniciado en 1673 sobre unos restos defensivos de tiempos de Felipe II, en un recodo de la ribera, sobre una colina, a cuyos pies se extiende hoy el pueblo del Castillo en honor a la fortaleza; las obras fueron terminadas en 1675, en lo que fue la más grande fortificación de América Central hasta aquella fecha.
Ya en 1744, el castillo había jugado un papel importante cuando hubo un intento inglés por apoderarse de Granada desde Jamaica, que sería neutralizado por el Capitán General del Reino de Guatemala, quien ordenó al maestre de campo José Antonio Lacayo de Briones, auxiliase al Castillo de la Inmaculada, reforzándolo con dos compañías de 50 hombres, abasteciéndolo de suficientes víveres y proveyéndole de más municiones y pertrechos.
Planta Castillo Río San Juan. 1744. A.G.I.
Desde hacía dos años, los zambos que habitaban en las costas de Nicaragua realizaban, alentados por los ingleses, frecuentes incursiones al interior de la provincia, perpetrando robos, saqueos e incendios. La región estaba habitada por un pueblo rebelde y batallador, con los que se mezclaron los doscientos esclavos supervivientes de un barco negrero británico que naufragó frente a sus costas a mediados del siglo anterior. Los «zambos-misquitos», eran los descendientes de aquellos esclavos, por eso lo de zambo: mezcla de negro y nativo.
A principios de la década de 1760, el ya teniente coronel Herrera asistió a distintas reuniones dirigidas por el gobernador de Nicaragua Melchor Vidal de Lorca y Villena, en las cuales se presagiaba la amenaza de una invasión británica.
Con el fin de impedir el paso por el citado río, el Castillo de la Inmaculada Concepción de La Concha era la primera línea de contención, los otros eran el fuerte de San Carlos en la ciudad de San Carlos al inicio del río San Juan en el lago Cocibolca y la fortaleza de La Pólvora en la propia ciudad de Granada.
En 1761, ante la amenaza cierta de invasión, se le había dotado con 123 plazas, con las siguientes remuneraciones : diez artilleros (156 pesos anuales ), cuatro cabos de escuadra (132 pesos), veinte mosqueteros (132 pesos), sesenta y cuatro arcabuceros (84 pesos), un piloto del barco de Su Majestad (108 pesos) con sus ocho remeros (48 pesos), ocho cocineras mulatas (30 pesos), además de un sargento (156 pesos), un condestable de artillería (216 pesos), un alférez (276 pesos), un teniente (365 pesos), un cirujano (240 pesos), un padre capellán (360 pesos) y el “alcaide castellano”, es decir, el comandante (900 pesos).
Castillo de la Inmaculada Concepción
Las primeras escaramuzas comenzaron en junio de 1762. Instigados y ayudados por los británicos, grupos de zambos y misquitos atacaron las plantaciones de cacao en el valle de Matina. En el mes siguiente asaltaron muchos asentamientos indefensos, incluidos Jinotega, Acoyapa, Lovigüisca, San Pedro de Lóvago, la misión de Apompuá cerca de Juigalpa y Muy Muy, quemando y saqueando las aldeas, además de capturar a algunos prisioneros. Muchas de las personas que capturaron fueron vendidas como esclavas a comerciantes británicos y transportadas a Jamaica. Las tropas inglesas prosiguieron tomando la Matina y las bocas del río San Juan, haciendo prisioneros y asentándose en la zona.
La intención de los ingleses no era otra que dividir la América española y tener una vía al Pacífico. Desde hacía muchos años, deseaban encontrar un lugar en el istmo centroamericano para cruzar de uno a otro océano y después de muchas exploraciones por toda la zona, dedujeron que el curso del río San Juan y el lago de Nicaragua, era el punto ideal. A principios de 1762 Inglaterra le declaró la guerra a España, como inmediata consecuencia del “Pacto de Familia” entre Carlos III y Luis XV. El reflejo de la guerra no se hizo esperar en las provincias americanas, provocando ataques de los ingleses, cada vez con mayor atrevimiento por el río San Juan, desaguadero del Gran Lago Cocibolca y llave de la provincia de Nicaragua.
Lago Cocibolca o Nicaragua, con los volcanes Concepción y Maderas al fondo.
Nicaragua era uno de los principales objetivos de los ingleses, porque presentaba facilidades para la comunicación interoceánica, por lo que el gobernador inglés de Jamaica, William Henry Littleton, había recibido instrucciones de preparar para ese año de 1762 una invasión de Nicaragua por el río San Juan con un ejército de tres mil hombres y más de cincuenta embarcaciones.
Bandera utilizada en las fortificaciones costeras españolas desde 1701 hasta 1785
Los españoles estaban enterados de esta amenaza, que se producía precisamente cuando en el estratégico castillo de la Concepción su comandante el teniente coronel José Herrera y Sotomayor estaba gravemente enfermo, al padecer de una afección de garganta. Días más tarde, ya en el lecho de muerte debió mostrar su impotencia por no poder hacerse cargo de la defensa, pero su hija le prometería que ella en su nombre infundiría valor a los defensores. A Rafaela le faltaban pocos día para cumplir veinte años.
Poco después, el comandante José de Herrera moría el 15 de julio de 1762, apenas unos días antes del presagiado ataque inglés. El 17 de julio asumió la comandancia interinamente el alférez Juan Aguilar y Santa Cruz, nombrado entonces teniente del fuerte por el Gobernador de Nicaragua Melchor Lorca y Villena.
Los ingleses enterados del fallecimiento del comandante del Castillo de la Inmaculada creyeron que se les abría una oportunidad y se aprestaron para lanzar un ataque, en alianza con zambos, misquitos y caribes.
El relato de los hechos según el memorial que el gobernador de Nicaragua remitió el 30 de diciembre de 1762 al Gobernador y Presidente de la Real Audiencia de Guatemala, Alonso Fernández de Heredia fue el siguiente:
«El 29 de julio como a las cuatro de la mañana, se oyó, se desde el Castillo un tiro de pedrero, río abajo y hacia el puesto que ocupaba la vigía, y a poco rato una carga cerrada de fusilería.
Con estas novedades se puso la guarnición sobre las armas, se alistó la artillería y asestó a los puestos por que se debía recelar invasión. Entre otras providencias que dio Don Juan de Aguilar y Santa Cruz, Alférez de este Castillo y Comandante de él por muerte del Castellano Don Joseph de Herrera y Sotomayor el quince del mismo mes, una, fue la de despachar un bote a reconocer hacia el puerto en que se habían oydo los tiros, y llegando junto al de la vigía reconoció nuestra gente del bote a los enemigos, y aunque inmediatamente emprendieron su retirada, aquellos promptamente despacharon otro bote en pos del nuestro, y yéndole ya a los alcances, el de los enemigos le tiró una carga cerrada de que ´no resultó la menor desgracia, pero si el que los nuestros tomaran la determinación de arrimar a la orilla del río y abandonar el bote para venirse, como se vinieron, por tierra a esta Fortaleza, en donde se continuó en las disposiciones correspondientes a su defensa.
A las once de este mismo día se presentaron río abajo y a la vista de este Castillo, siete grandes piraguas, con porción de cayucos, y después de haber dado un bordo aquéllas y disparado nueve tiros de pedrero a bala y metralla, todas las embarcaciones se arrimaron a la orilla del río de la banda sur, encubiertas de la artillería del Castillo, en donde hicieron desembarco de algunas tropas; y en porción de cayucos se vieron transportar de la banda del norte también partidas de enemigos, quienes, por dentro del monte y encubiertos, se subieron río arriba
Por Ari Pena.
A las tres de la tarde se reconoció en toda la campaña, río arriba y abaxo, puesto en cordón, el enemigo; y como antes de (fol.1 v.) que se le reconosciese en esta positura desde el castillo, se retiraban de él dos caribes mansos para un rancho en que habían dejado sus mugeres, distantes un tiro de fusil de esta fortaleza; al llegar en su cayuco los dichos caribes cerca del rancho, se juntaron en él gran cantidad de zambos y yngleses, y pidiendo licencia al Teniente la hija del difunto Castellano para dispararles un cañonazo, concedida, lo apuntó y disparó con tanto acierto, que de los muchos enemigos que estaban juntos, se vieron salir corriendo pocos.
Con confusión y estrago que causó este tiro de bala y metralla, pudo uno de los dichos caribes mansos escaparse al Castillo, en donde aseguró el destroso grande que hizo el cañonazo, y que entre los muertos uno había sido un ynglés de los principales, a quien le dio una bala en los pechos. Ese mismo caribe dixo que los enemigos se llevaron amarradas a dos mugeres y a su compañero, y que creía que este estaría ya muerto, porque en la carga cerrada que les tiraron al ir a desembarcar, lo hirieron mucho; que él se libertó de todo por haberse tirado al agua y metido entre el gamalote.
Luego que los enemigos sintieron el cañonazo, la gritería de los heridos y supieron el estrago, empezaron a hacer fuego contra este Castillo, con el mayor ardor, y sin descaecer lo continuaron toda la noche, `poniendo en el principio de la acción siete banderas ynglesas.
El dia 30 de julio , rompiose el nombre en esta Fortaleza cargado de bala y metralla, y se tocó la Diana, reconociendo el campo del enemigo en la forma que estaba el día antecedente, bien que en siete campamentos acordonados de centinelas, con algunos pelotones que harían fuego. Disparose otro cañonazo y se retiraron los enemigos a alguna mayor distancia.
Separose de éstos esta misma mañana un ynglés con otro que sirve de intérprete según lo que después pasó, dirigiendose hacia el castillo los dos, con una bandera blanca en la mano del primero;y visto por el Teniente (fol. 2) mandó suspender toda hostilidad y hizo señas a los que venían para que se acercasen con seguridad.
Llegados a distancia en que pudiesen ser oydos, se les mandó hacer alto, y desde el baluarte de Santa Ana les dixo el Teniente que que se les ofrecía e intentaban.
Respondió el ynglés por medio del intérprete que el que se le entregasen las llaves del Castillo y se rindiese la guarnición, que, haciéndolo así, les aseguraba de parte de su Comandante General, por quien era enviado, que a nadie se le haría daño.
Preguntó el Teniente que a qué Rey o Señor servían, y respondió el enviado que al Rey de Ynglaterra, de quien traían orden de ganar el Castillo y para este efecto tenían, como estaba viendo, mucha gente bien armada, no solamente en el campo si no es también río arriba y abaxo con embarcaciones.
A estas proposiciones dixo el Teniente que él no podía entregar el Castillo por capitulación alguna, y que si su General tenía todo el armamento que le acababa de decir, su Fortaleza estaba también en disposición de resistir a quantas acciones intentasen.
Replicósele diciéndole que se mirase bien en ello; propusieron con su compañero, treguas, y fueron aceptadas por el teniente, con la mira de recoxer unos cañoncitos y pedreros que se habían quedado en una casa inmediata al castillo, en que vivía el difunto Castellano. Y habiéndose convenido en que no se hiciese fuego de una parte ni de otra, se retiraron el enviado y el intérprete.
Después de algún rato que esto pasó, hizo salir de la Fortaleza el teniente veinte hombres a recoger los cañoncitos y pedreros que se ha dicho, encargando la promptitud y eficacia a quantos fueron a esta diligencia.
Estando ya entrando en el Castillo la gente nuestra con los cañones y pedreros, se levantó en el campo del enemigo un grande alboroto y general movimiento de que dieron parte las centinelas, y como ya estaban todos los nuestros dentro del castillo, se levó su puente.
Viose venir por segunda vez al enviado con el intérprete y acercándose a la Fortaleza dixo al (fol. 2 v.) Teniente que su Comandante General le advertía que no abriese el castillo ni hiciese salir gente de él porque se la mataría toda;
A lo que respondió este oficial: que su general no mandaba en la Fortaleza, ni aquel territorio, pues uno y otro eran del rey su Amo y no del de Ynglaterra; que advirtiese a su general el que pusiese sus tropas en donde no les alcanzase la artillería del castillo, y previniese que no talase los platanares, porque, de lo contrario, tendría por acabadas las treguas y empezaría a hacer fuego. Retirose el enviado a su campo, y se pasó la noche si mayor hostilidad de una ni otra parte.
A las seis de la mañana del 31 de julio, dieron parte las centinelas de este Castillo de como se dirigía a él el enviado y su compañero, con bandera blanca, quienes puestos en distancia proporcionada hablaron con el teniente, que se hallaba en la muralla. Dixeron aquellos como había pasado la noche; respondieron que bien , y preguntándole como había pasado su general, a que respondieron que muy mal, porque había observado que durante toda la noche se había trabaxado mucho en la Fortaleza, también que de ella habían salido varias tropas a echar cordón a las suyas; que le mandaba prevenirle segunda vez que no echase gentes fuera del Castillo, porque como le tenía dicho se las mataría todas.
Respondió a esto el Teniente que, de todas las operaciones que le decía había observado su general en la Fortaleza, no había tenido necesidad de practicar alguna porque la tenía en disposición de resistir a sus fuerzas, y que ya no podía sufrir tantas amenazas como se le hacían.
Añadió el enviado: pues vengo también a que se me entreguen las llaves, y, de no, dentro de tres días será tomada la fortaleza y pasados a cuchillo quantos hay en ella.
Respondió a esto el Teniente que no le fuesen a gobernar su castillo, y que si quería volver a las hostilidades, podían, en la inteligencia que él no podía entregar las llaves hasta morir (fol. 3) o tener orden de su superior para ello.
Con esto se retiraron el enviado y su compañero a su campo, y a poco rato pusieron en él una bandera negra, con armas de levantado y quatro ynglesas; rompiron el fuego con la mayor viveza, y de nuestro Castillo se hizaron la artillería y fusilería, el que correspondía rebatir al enemigo, y sin cesar de una parte ni otra, se pasó la noche.
El día 1 de agosto se siguió el fuego con el mismo ardor que el antecedente, y por la noche no dexó de ser bastante vivo de una y otra parte.
Amaneció el día 2 de agosto continuándose el fuego como el anterior, y a las cinco de la tarde se observó que el del enemigo iba descaeciendo, como ya era granado. En esta misma hora se introduxo en la Capilla de la Fortaleza un gorrioncito, y metiéndose en el trono de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción de la Concha, su Patrona, se mantuvo por un breve rato aleteando y cantando delate de la Santísima ymagen. Salióse el paxarito de la capilla, y a poco rato volvió, rodeándola toda por dentro y se desapareció. Pasóse la noche de este día con poco fuego de una y otra parte.
El día 3 de agosto rompióse el nombre por la mañana, y reconocido el campo se advirtió que aunque en los puestos de los enemigos río arriba estaban varios fuegos encendidos, no se veía hombre alguno, y en los inmediatos al Castillo sólo tal qual sentinela; pero río abajo se vieron varios cayucos que con gente andaban talando los platanares; oyose una gran carga cerrada dentro de la montaña, y luego, poco a poco, se fueron desapareciendo las pocas centinelas que habían quedado a la vista. Tan improvisa precipitada retirada de los enemigos, sorprendió a quantos estaban en n la Fortaleza, y no pocos piadosos la atribuyeron a efecto de la poderosa protección de Nuestra Señora de la Pura y Limpia (fol. 3 v) Concepción de la Concha,…
Que el enemigo se retiró precipitadamente, se confirmó quando con la llegada de las piraguas de guerra y otras embarcaciones venidas de Granada a esta fortaleza, se hizo un registro hasta el embarcadero que tuvieron los enemigos; y en todo el camino se reconoció, por la huella y resbalones, quan ordenados caminaron.
De nuestra gente no hubo herido ni muerto alguno, pero se considera que la pérdida de los enemigos fue no poca. Ygnórase a punto fixo hasta el número de que se componía su armamento, pero se hace juicio que si no llegaban a quinientos, fueron muy cerca de trescientos los que atacaron el castillo, y desde él hubo persona que vio de veinte y cinco a treinta yngleses. No se sabe los que de esta nación quedarían en piraguas y demás embarcaciones, ni los que estaban mandando en los puestos río arriba y abaxo ocupaba el enemigo.
Con noticias que ha dado un prisionero que salió a Costa Rica de los establecimientos del enemigo, se ha sabido que con treinta y cinco piraguas, las quatro ynglesas y las restantes de zambos mosquitos, subió por el Río de San Juan para atacar el castillo en la ocasión que se ha relacionado.»
El tratado de paz, iniciado en Fontainebleau el 3 de noviembre de 1762 y que terminó en París el 10 de febrero de 1763, libró por entonces a Nicaragua de nuevas hostilidades de los ingleses. La Habana y Manila, que habían sido capturadas por los ingleses, fueron devueltas a España, y ésta cedió La Florida a los británicos.
Rafaela se casó poco tiempo después con un hombre, al que conocía desde Cartagena de Indias cuando tenía 12 años, llamado Juan Pablo de Mora Barrantes, de unos treinta años y nacido en Costa Rica; su trabajo consistía en el transporte de suministros a los puertos militares del río San Juan. Con él tuvo cinco hijos (Guillermo, María, Rafaela, Juan y Pablo) dos de ellos (Rafaela y Pablo) con algún tipo de discapacidad, residiendo en las ciudades nicaragüenses de San Carlos, primero y finalmente en la de Granada.
Nada más morir su padre, Rafaela había hecho una reclamación de la herencia al Juzgado de Bienes de Difuntos en la Audiencia de Guatemala, cuyo juez don Basilio Villarrasa Benegas la recibió en Agosto de ese mismo año de 1762. El asunto se enredó en un laberinto burocrático y legal entre el juzgado, la gobernación de Nicaragua, la capitanía general de Guatemala y la Real Audiencia, de tal manera que lamentable e increíblemente Rafaela no logró recibir la herencia que le correspondía.
Después de enviudar, todavía con 38 años, dieciocho después de la defensa del fuerte, se decidió a solicitar una pensión al que fuera un gran Gobernador y Capitán General del Reino de Guatemala y futuro virrey de Nueva España, Don Matías de Gálvez y Gallardo.Entre los términos empleados en el memorial de la solicitud firmada por Rafaela como Rafaela de Herrera y Sotomayor, con fecha de 16 de marzo de 1780, dirigida al Capitán General de Guatemala se puede destacar:«…que se hallaba en extrema necesidad y pobreza.
…teniendo los ingleses de Jamaica noticia que la fortaleza se hallaba sin Castellano y Comandante, intentaron tomarla y enviaron un oficial inglés, con tropas, que sitiaron y bloquearon la Fortaleza. No había en ella guarnición de españoles como ahora la hay: por esta causa y la de hallarse el castillo sin bastimentos, a las primeras hostilidades, y a la primera intimación que hicieron los enemigos para que se rindiese el castillo, quisieron entregar sus llaves los soldados negros y mulatos que le guarnecían.
Pero la Suplicante, aunque joven de solos 19 años, animada del espíritu de su difunto padre y abuelos, y conociendo el riesgo a que se exponía su honor y virginidad con la barbarie de los zambos y moscos, se opuso fuertemente a tan pública (fol. 2 v.) afrenta de las armas españolas: y para su remedio, mandó cerrar la puerta del Castillo, tomó sus llaves, puso centinelas y llegó hasta la formalidad de dar la misma suplicante el santo y seña. Después subió al Caballero, cargó el cañón y principió a hace fuego a los enemigos. Quiso Dios que fuese con tanto acierto, que al tercer cañonazo que dirigió a la tienda del Comandante inglés, quedase muerto, toda su gente en confusión, que poniendo el cadáver en un tapesco, se retiraron huyendo y dejaron libre el castillo y su guarnición«. “este hecho glorioso es tan público y notorio, que no hay en esta provincia (Nicaragua) personas de toda clase que lo ignoren. (A.G.I. Guatemala 878)
La correspondencia que sigue es la siguiente:
- 1 de abril de 1781: Carta de Matías de Gálvez y Gallardo, Presidente Gobernador y Capitán General de Guatemala al Gobernador del Consejo de Indias, adjuntándole la solicitud de Rafaela Herrera. A.G.I. Guatemala, 878
- 22 de octubre 1781. Respuesta de la Corona emitiendo un Real Decreto, por el que se le concede una pensión a Rafaela Herrera.
- 22 octubre 1781: Carta del Gobernador del Consejo de Indias José de Gálvez y Gallardo al Gobernador de Guatemala informándole de la respuesta de la Corona y que dice así: (A.G.I. Guatemala, 878):
“El Rey concede a esta viuda (con el nombre de Rafaela de Herrera y Udiarte) en premio de su distinguido valor, honor y fidelidad, y en atención también a los señalados servicios de su padre y abuelo, el medio sueldo del Gobierno del Castillo de la Purísima Concepción del Río San Juan de Nicaragua, que defendió con heroicidad y singular acierto”. «... y que el Presidente le haga merced en su Real nombre de uno o dos sitios de tierras realengas donde las huviere mas cercanas a la ciudad de Granada, para que las goze por juro de heredad sus hijos y descendientes en memoria de la gloriosa acción que hizo en la defensa del citado castillo.»
- 28 octubre 1781. Carta del Gobernador del Consejo de Indias a Rafaela de Herrera informándole y adjuntándole la Real Cédula. La carta dice lo siguiente (A.G.I. Guatemala , 878):
“… consiguiendo, a pesar de las fuerzas superiores del enemigo, hacerle levantar el sitio y ponerse en vergonzosa fuga, debiéndose solo a una generosa intrepidez tan feliz suceso; pues, superando la debilidad de vuestro sexo, subisteis al caballero de la fortaleza y, disparando la artillería por vuestro mano, matasteis en el tercer tiro al comandante inglés en su misma tienda, realizando la acción a la corta edad de 19 años que contabais, no tener castellano el castillo, ni comandante ni otra guarnición que la de mulatos y negros que habían resuelto entregarse cobardemente con la fortaleza, a que os opusisteis con el mayor esfuerzo”.
- 28 octubre 1781. Carta del Gobernador del Consejo de Indias al Gobernador de Guatemala adjuntándole la Real Cédula. (A.G.I. Guatemala, 878)
- 11 noviembre 1781. Real Cédula expedida en San Lorenzo. confirmando la pensión vitalicia a Rafaela Herrera, por la mitad del sueldo que goza el Gobernador del Castillo de la Purísima Concepción del Río San Juan de Nicaragua. (A.G.I. Guatemala, 878)
- 16 de abril de 1782. El Presidente Gobernador y Capitán general de Guatemala acusa recibo de la carta de 28 de octubre del Gobernador del Consejo de Indias, adjuntando la dirigida a Rafaela Herrera y la de la Real Cédula.
En efecto, la viuda Rafaela Herrera recibió la pensión y dos sitios ubicados en la jurisdicción de Carazo y en la particular del Pueblo de Santa Teresa, llamados la Trinidad o Concepción, el primero, con seis caballerías y doscientas cincuenta cuerdas, y la Calera o el Guacaste el segundo, con siete mil caballerías y sesenta y nueve cuerdas.
Precisamente y casi coincidiendo con la solicitud real de Rafaela Herrera, en 1780, sufrirían los ingleses nuevamente en el Río San Juan otra derrota, de la que fue parte el legendario marino inglés Nelson, recibiendo su bautismo de fuego. Aunque lograron apoderarse del Castillo y permanecer en él un tiempo tuvieron que abandonarlo finalmente ante la presión de los españoles y las enfermedades tropicales. Uno de los primeros retratos que se conservan del almirante inglés se encuentra hoy en el Museo Nacional Marítimo de Greenwich, en Londres, apareciendo junto a la fortaleza del Castillo, en Nicaragua, donde enfermó gravemente y a punto estuvo de perder la vida.
Granada, Nicaragua
Rafaela falleció en torno a 1805 en la hermosa ciudad nicaragüense de Granada.
Esta historia figura en la documentación conservada de la historia de Nicaragua donde se comprueba su autenticidad. Los originales de dichos documentos se localizan en el Archivo General de Indias, de Sevilla.
Oficialmente la Real Cédula se divulgaría en la joven República de Nicaragua, en el número 23 de La Gaceta del Gobierno de 1848, y en el 5 y 6 de La Gaceta de Nicaragua de 1859 con otros detalles de este memorable suceso.
De ahí que su gesta haya generado su enaltecimiento literario y asumida como parte de la herencia identitaria de Nicaragua e inspirado a no pocos artistas y literatos:
-José Dolores Gómez. «La gesta de Rafaela Herrera. El Río San Juan. Estrecho dudoso en el centro de América». Selección de textos por Ernesto Cardenal. Latino Editores. El Salvador, 1993
-Ricardo Pasos Marciacq. «Rafaela. Una danza en la colina y nada más». Colección Cultural Banco Nicaragüense. Fondo de Promoción Cultural. Managua, 1997
-César Escobar Morales. «Defensa del Castillo de la Inmaculada Concepción. Rafaela Herrera: La Doncella Heroica, Formación Cívica y Social». El Amanecer. Managua
-Jaime Incer Barquero. «Incendio en la frontera. El episodio de Rafaela Herrera». Viajes, Rutas y Encuentros (VRE). 1502-1838
-Jorge Eduardo Arellano. «La hazaña de Rafaela Herrera en 1762»
-Enrique Fernández Morales, autor de la obra teatral “La niña del río” (1960)
-Pablo Antonio Cuadra, quien la transfiguró como «heroína nacional” en su poema “Mayo / Oratorio de los cuatro héroes»
-Carlos Mejía Godoy, cuyo romance “Rafaela Herrera” integra su “Mural sonoro de los héroes de la Patria”
-Octavio Robleto, autor de una pieza teatral sobre Rafaela
Para el historiador Alejandro Bolaños Geyer, lo que es y ha sido: «la insigne heroína nicaragüense del período colonial».
Para el historiador Carlos Molina Argüello, al cumplirse su bicentenario en 1962. “La doncella aguerrida, esposa y madre, viuda ejemplar que fue doña Rafaela Herrera, escribió en la presentación de su serie documental, por toda su fidelidad, ha llenado y con justeza, a lo largo de dos siglos y en el incierto bregar de nuestro pueblo, la necesidad de este por alzarla a la prominencia de la gloria. Con hoja sin mácula en el servicio de la viuda y de nuestras armas, ninguno como ella para merecerla. Los nicaragüenses han hecho justicia”.
Y agrega: “La imagen de una criatura virginal recién herida de orfandad, en el paisaje húmedo de nuestro río vital, entre soldados y máquinas de artillería, en postura bizarra, con serenidad y pericia singulares cortando paso al enemigo, basta para un friso en la memoria de un pueblo. El acierto de su disparo contra el invasor: el premio de la historia para su alma”.
Controversias
- El segundo apellido de Rafaela figura según distintas fuentes como Sotomayor, Udiarte o Torreynosa. Ella firmó su solicitud de ayuda como Rafaela Herrera Sotomayor, pero las respuestas oficiales que recibió lo fueron como Rafaela Herrera Udiarte.
- Si parece que fue hija natural de una mulata y que probablemente murió al nacer la niña. Alguna fuente le incluye una hermana adoptiva de origen francés.
- Parece muy probable que José de Herrera y Sotomayor y Felipa de Udiarte se casaran en Cartagena de Indias, pero no está documentado y también se desconoce cualquier información posterior, ni donde y cuando falleció.
- Más allá del relato oficial, casi no hay referencias documentadas sobre el alférez Juan de Aguilar y Santa Cruz, que tomó el mando del Castillo con el nombramiento de teniente cuando falleció José Herrera.
- Alguna fuente dice que Juan Aguilar había acompañado en 1740 desde España a Indias a Alonso Fernández de Heredia, que pasó a Nicaragua en 1746 al ser nombrado Gobernador y Comandante General de Armas de dicha Provincia y que luego será el Presidente y Gobernador de la Real Audiencia de Guatemala entre 1761 y 1765. Aguilar se quedaría y casaría en Nicaragua.
- No queda claro quien o quienes tuvieron intención de rendirse o si realmente nadie dudó en aprestarse a la defensa. Si Rafaela fue la que tomó la iniciativa de hacer frente al ataque, desconocemos cual había sido la actitud que había tomado el alférez, ya responsable del mando.
- En relación con el tamaño de la fuerza atacante algunos textos dicen: «Se calcula que en el sitio participaron alrededor de 300 combatientes y 35 piraguas, cuatro de ellas inglesas, el resto de zambos mosquitos».
Los nicaragüenses de hoy han recogido en sus páginas el nombre glorioso de Rafaela Herrera como símbolo de patriotismo, puesto a prueba en la defensa del Castillo de la Inmaculada Concepción, y al evocar su recuerdo, la presentan como modelo de hija, para que les sirva de ejemplo, y como heroína, para que sepan enaltecer y defender a su patria. Hay que tener presente que la acción de Rafaela evitó que los piratas ingleses penetraran en Granada, le prendieran fuego, saquearan la ciudad y secuestraran a sus mujeres, como eran sus costumbres.
Fuentes consultadas:
Rafaela Herrera y Sotomayor RAH
José de Herrera y Sotomayor RAH
Rafaela Herrera y Sotomayor. Eduardo Viscasillas Rodríguez-Toubes. Coronel. Infantería. Carlos Viscasillas Vázquez. Académico Correspondiente de la Academia Nicaragüense de Ciencias Genealógicas. Revista Ejército nº 862. Enero-febrero 2013
Gesta y vida heroicas de Rafaela Herrera por Carlos Molina Arguello. Nicaragua. Revista Conservadora. Julio 1962.
La Descendencia de Rafaela Herrera por José Mejía Lacayo. La hazaña de Rafaela Herrera en 1762 por Jorge Eduardo Arellano. Revista de Nicaraguenses. Historia. Nº 139 Noviembre 2019.
Género y Derechos de las Mujeres en la Nicaragua del siglo XVIII: Dos Casos. Por Pat Werner. Miembro Correspondiente Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. Ave Maria University Latin American Campus. X Congreso Centroamericano de Historia. Managua, Nicaragua, Julio, 2010
https://www.meryvarona.es/rafaela-herrera-y-sotomayor/
https://laamericaespanyola.com/2023/...a-de-nicaragua
Marcadores