Mestizaje




El mestizaje de indígenas americanos y españoles se dio desde el primer momento de la llegada de estos a las Indias occidentales, cuando no existían impedimentos legales ni sociales para el intercambio cultural y de razas. De forma natural, dado que no existía el racismo entre los españoles, el mestizaje resultante fue un hecho en toda la América española. El español combatió durante siglos contra el musulmán, pero jamás lo hizo en nombre de la raza sino de la religión.

A diferencia de otras potencias europeas que desembarcaron muchos años después en otras partes de América y aplicaron justamente todo lo contrario, los españoles de todas las clases sociales, en todos los territorios bajo su control y durante todo el tiempo de dominio hispánico, se mezclaron con los
nativos americanos sin prejuicios ni reservas.



El hecho a considerar es que no existió discriminación racial ni oposición a la mezcla de razas de españoles y aborígenes. La obra española es la única que se entregó sin contradicción de ningún orden al mestizaje, y la única que dio todas las posibilidades de dignidad y eficacia social al mestizo. Así por ejemplo, en Estados Unidos el matrimonio interracial no sería legalizado hasta 1967.

Las Leyes de Indias desde los Reyes Católicos eran severas contra los abusos a la población autóctona; La prohibición del sistema de esclavitud a la población indígena americana, rompió la situación jurídica prehispánica que existía en dichos territorios, que si aceptaba la existencia de indios esclavos, situación que fue abolida por las leyes indianas.

Eran por lo tanto tratados como gente libre, no pudiendo ser obligados ni forzados a ningún trabajo corporal.



Los indígenas se incorporaron a la economía hispana por medio del libre trabajo concertado y asalariado, naciendo así una clase social de jornaleros indios libres.

Para sus actividades económicas, los indios gozaban de entera libertad para cultivar libremente sus heredades, criar todo género de ganados, tener y labrar minas, fabricar sus tejidos, tratar y contratar en sus mercados y con los españoles.



En cuanto a los procedimientos judiciales a los que debían ser sometidos, se ordenó que ningún indio fuese preso si no fuere con bastante información y en lo referente a las sanciones penales, se estableció que “por ninguna vía se haga agravio alguno a los dichos indios más que si fuesen españoles” prescribiéndose en otra disposición que “para el castigo de los delitos no se haga diferencia ni distinción de personas de españoles e indios, antes éstos sean más amparados como gente más miserable y de menos defensa“.

En orden a las distinciones personales y a la jerarquía, los indios llegaron a ser admitidos también en las dignidades eclesiásticas y en las órdenes religiosas prohibiéndose se les reputase como de mala raza y se les reconoció su condición social y jerárquica de aristocracia prehispánica. En sus pleitos contaban con defensores gratuitos, que eran los protectores de indios.


Bautismo de nobles indígenas aliados de Hernán Cortés. Pintura de José Vivar y Valderrama. Museo Nacional de Historia. Castillo de Chapultepec.

No estaban sujetos al servicio militar, ni al pago de diezmos y contribuciones, ni estaban incursos en el Tribunal de la Inquisición; vivían en poblaciones separadas de los españoles, gobernados por si mismos, formando municipalidades que se llamabanrepúblicas, y conservaban sus idiomas y trajes peculiares. Se ocupaban de la labranza, ya como jornaleros de las fincas de españoles, ya cultivando las tierras propias de sus pueblos, repartidas en pequeñas parcelas, por una moderada renta que se invertía en los gastos de la Iglesia y otros de utilidad general, cuyo sobrante se depositaba en las cajas de comunidad.

En España la unidad religiosa había sido considerada esencial para la estabilidad de la monarquía e iba de la mano del concepto universal del cristianismo.Por ello en el Nuevo Mundo, desde el principio de la conquista, la Iglesia atribuyó a los nativos bautizados las mismas mercedes y derechos que a los cristianos viejos, y el Estado consideraba a los indios fundamentalmente como súbditos libres de la Corona e iguales en derecho a los españoles, no existía ningún impedimento legal a las uniones matrimoniales hispano-indias.
En todo caso, pocos se atrevieron a contradecir la doctrina oficial que prohibía considerar a los indios como infieles.



Prácticamente toda la primera generación de conquistadores españoles se emparejó en matrimonio o sin él, con nativas americanas. No solo los más conocidos y sus capitanes, sino la mayor parte de los hombres de a pie de toda condición, se mezclaron y tuvieron descendencia que constituyó una nueva raza que se llamó mestiza. Y la familia resultante fue mayoritariamente defendida por sus progenitores.

Algunos cronistas llaman la atención sobre la apreciación positiva de los españoles para unirse a las mujeres indígenas, las encontraban bien de formas, de buen cuerpo y agraciadas.

Hubo razones muy diversas que favorecieron el mestizaje:


  • Escaso número de mujeres españolas durante los primeros años de la conquista.
  • Juventud de los pobladores españoles, con un promedio de 20 años.
  • Ausencia de prejuicios raciales, aunque sí podrían existir prejuicios religiosos o sociales.
  • Para la mayor parte de los pueblos amerindios las mujeres eran objeto de cambio. Era el estatuto de las mujeres indígenas y a los conquistadores se las ofrecieron como prueba de amistad y como garantía de tratados de paz.
  • Factores de prestigio en ambos sentidos, favorables a la unión de la mujer india con el español.
  • Ruptura de los rígidos patrones culturales en el medio americano.


Para Gregorio Marañón: “No se puede dudar que la paradisíaca escenografía que encontraron aquellos hombres rudos, hechos a la mujer envuelta en capas inacabables de refajos, ayudó mucho a la falta teórica de obstáculos raciales; hombres que tras las jornadas interminables de monosexual navegación, al poner la planta en una tierra de vegetación y temperatura paradisíaca, poblada de una humanidad desnuda, humanidad fuerte, llena de atracción del candor primitivo, gentes de ojos muy hermosos y no pequeños, piernas muy derechas y sin barriga, como anotó Cristóbal Colón, demostrándonos que sabía bien donde debía mirar, no solo en el cielo estrellado, sino en la humana anatomía. ¿Quien podrá dudar que el inmenso mecanismo de atracción que esta visión ponía en juego fue, en el mito de las Indias, factor de más eficacia que el oro y las especias?”.

También hay que incluir en el mestizaje las consecuencias del comercio sexual y la poligamia durante la conquista, pero la relación monógama fue la más frecuente. Inicialmente el contacto y la procreación de los españoles y las indígenas eran tan generalizados, que la situación provocó la alarma de los religiosos que los acompañaban. Esta circunstancia condujo a que estos vieran como una salida el matrimonio con las nativas, consideración que encontró el respaldo de la Corona de manera formal, como también que desde entonces se proclamara la obligación de que los residentes en Indias trasladaran a sus esposas.




Por otra parte la poligamia oficial que existía en la América prehispánica no tenía nada que envidiar a ninguna de las que hubo antes en otras partes del mundo.

Durante el siglo XVI, casi 200.000 españoles cruzaron el océano, de los cuales no más del 10% eran mujeres y la mayor parte lo hicieron en la segunda mitad del siglo, cuando se les brindaba alguna seguridad. En la primera mitad del siguiente siglo (entre 1600 y 1650) viajaron otros 150.000 peninsulares, suponiendo entonces las mujeres el 15%.

Por entonces, durante la segunda mitad del siglo XVI y las primeras décadas del siglo XVII la población española en América había crecido en número y diversidad; se habían establecido las instituciones de gobierno, especialmente los dos grandes virreinatos de México y el Perú, las Reales Audiencias, las Capitanías y las Gobernaciones. Pero fue en las prometedoras ciudades con su espléndida arquitectura donde se concentraron y consolidaron las sociedades locales con su creciente población.



Allí en estas nuevas ciudades durante el siglo XVII la población mestiza alcanzó en algunos casos hasta el 65% del total. El resto lo conformaban los grupos indígenas, los blancos peninsulares, los criollos y los esclavos.

Los mestizos formaban normalmente grupos de artesanos y pequeños propietarios; aunque eran muy activos e intervenían en muchas de las actividades urbanas, no constituían un grupo homogéneo desde el punto de vista social. Así, había tanto mestizos ocupando lugares de relevancia como los de condición modesta y por supuesto mestizos pobres.

En general gozaron de gran prestigio a comienzos del dominio español pues sus padres eran conquistadores, y a menudo, sus madres eran mujeres indígenas de gran rango.


El Inca Garcilaso de la Vega es quizá el mejor representante de esta generación, que se sintió muy orgulloso de sus ancestros.

Muchos mestizos fueron reconocidos por sus padres y beneficiados de distintas maneras. No fueron pocos los que los acompañaron a la península, una o varias veces y adquirieron una formación europea. También recibieron legados testamentales de propiedades rústicas. Otros en cambio llevaron una existencia azarosa, muchas veces marcada por la pobreza y la marginación. Felipe II preocupado por los mestizos abandonados dictó una orden en 1553 para protegerlos. Y la orden se cumplió, ya en 1557 se fundó un colegio para recoger niños mestizos pobres.

Iglesia de la Compañía de Jesús en Quito.

Pero el mestizaje también incluyó a la lengua, las costumbres, la cocina y las artes. Nombres de pájaros, de frutas, de animales y de lugares entraron en el torrente de la lengua. Pintores, albañiles, escultores y talladores introdujeron elementos indígenas y maneras no usuales en la factura de sus obras. Todo el llamado barroco de Indias o americano no es sino el reflejo de ese mestizaje cultural que se hizo por ósmosis y lento acomodamiento durante tres largos siglos.Puede hablarse también de un mestizaje jurídico, al menos durante los primeros años. Teniendo en cuenta que en América rigió el derecho fuertemente romanizado de las Partidas (que en España tenía valor supletorio), fueron adoptados y adaptados por la legislación de Indias elementos prehispánicos como la mita, la naboría, los chasquis, los tambos y los tamemes entre otros.



Pero se prohibió por ejemplo que estos trabajos no fueran remunerados, fijándose condiciones de trabajo, salario, jornada laboral, límites en el peso de la carga, etc.

Por otra parte la Corona castellana reconoció a las comunidades indígenas la vigencia de sus buenas leyes y costumbres, anteriores y posteriores a su incorporación a ella, ordenando que fueran aplicadas en forma subsidiaria a las leyes de Indias.

Aunque parecen de orden secundario, también favorecieron el mestizaje una serie de medidas como por ejemplo el fomento de la importación de animales para el transporte y la construcción de caminos y puentes para los increíbles Caminos Reales que permitieron la circulación de personas, mercancías y variedad de contactos e intercambios culturales.




Desde un punto de vista biológico el mestizaje indio-español se dio principalmente en México, Centroamérica, los Andes centrales y del norte y Paraguay,al ser la población aborigen mas numerosa en estos territorios. Pero antes de las independencias de las repúblicas de la América española, todavía los indígenas se mantenían como población mayoritaria.

Aunque en la América Andina la población mestiza es hoy la minoría predominante, existen minorías tanto de españoles como de indígenas que constituyen grupos raciales muy importantes y en algunos casos mayoritarios.


Elaboración propia. Fuentes: Angel Rosenblat y Francisco Lizcano (UAEM)

En Argentina, Chile y Uruguay, donde la población indígena era poco importante, tuvo un predominio claramente hispánico, que posteriormente se amplió a lo europeo. Constituyeron el ejemplo más característico del trasplante de etnias europeas y su adaptación a la cultura hispánica.

En las Antillas Mayores (excepto Puerto Rico) y en la zona tropical atlántica, el mestizaje tuvo como exponente el mulato, producto de la mezcla hispano- africana, y en menor medida la indio-negra.
En las Antillas menores dominadas por otros países europeos, y en las británicas en particular, el mestizaje negro-blanco apenas se dio, predominando el desarrollo independiente de cada grupo, con un aumento demográfico notable de la población negra.

La importación de población africana esclava a la América española comenzó en 1510 cuando Fernando el católico autorizó que se llevasen 50 esclavos negros a la isla de La Española. En años posteriores esta dinámica se utilizaría para sustituir a la población aborigen de las grandes Antillas, bien por su disminución o por la prohibición de esclavizarla.

El tráfico de esclavos africanos hacia la América española y Brasil, fue monopolizado inicialmente por comerciantes portugueses y posteriormente por contrabandistas holandeses. Se calcula que entre 1501 y 1641 llegaron a América unos 620.000 africanos. El tráfico masivo no llegó sin embargo hasta el siglo XVIII, y principalmente a manos de ingleses y franceses con destino a sus colonias.



Según Philip Curtin (1969), la importación de esclavos a toda América entre 1701 y 1810 fue de 6,1 millones, repartiéndose de la siguiente forma:

31% a Brasil, 23 % al Caribe británico, 22% al Caribe francés, 15% a la Norteamérica anglosajona y 9% a la América española.

La unión de España y Portugal entre 1580 y 1640 favoreció la entrada de esclavos negros a la América española tanto desde la frontera de Brasil como desde los propios puertos donde llegaban los cargueros de esclavos.

En otros momentos también se produjo la entrada de población negra en la América española procedente desde otras regiones, como así ocurrió desde la colonia francesa de Haití en la isla de La Española.

En la América continental española el número de esclavos negros (Humboldt: “El reino de Nueva España tiene una ventaja considerable sobre los Estados Unidos, y es que el número de esclavos, así africanos como de raza mixta, es casi nulo“) suponía a finales del siglo XVIII el 4% de la población, siendo mayor en las Antillas (Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico). No fue abolida hasta mediados de siglo por parte de las nuevas repúblicas.

En la América Hispana la iglesia católica ejerció una apreciable influencia, emitiendo e interfiriendo en los reglamentos con el fin de aspirar a una mejora de sus condiciones de vida. Así, los esclavos en los virreinatos españoles si tenían derecho de manumisión, podían denunciar a sus patronos de malos tratos, y no podrían ser vendidos los cónyuges por separado.

Toco lo contrario ocurría con los esclavos negros de las Trece colonias donde apenas existía intervención o regulación por parte de las autoridades anglosajonas, posibilitando una especie de “carta blanca” para los propietarios.

En todo caso la “españolidad” de los negros y mulatos no sería reconocida hasta la última hora de las Cortes de Cádiz, equiparando sus derechos a los de los españoles e indios.

A pesar de ello, algunos “morenos” llegaron a alcanzar grados de oficiales en los Ejércitos regulares del Rey. Así, en 1725 tenían grado de capitán dos hermanos del futuro obispo don Manuel Morel de Santa Cruz, nietos de abuela negra o mulata. Por las mismas fechas y lugares el liberto José de Azevedo tenía el grado de alférez gracias a una Cédula de habilitación para sí y para sus dos hijos eclesiásticos.

Respecto a la actitud de las Universidades americanas para la admisión en sus aulas de individuos con sangre africana en sus venas, no era la misma en todas partes. Unas se mostraron más intransigentes que otras. La Universidad de Santo Domingo fue una de las que mayor apertura mostró, donde se menciona como catedrático desde 1627 al licenciado Tomás Rodríguez Sosa, presbítero, que era liberto, hijo de español y esclava negra. Desde entonces no faltaron estudiantes “pardos” en la Universidad dominicana. En ella adquirieron los grados académicos un número bastante notable de sacerdotes mulatos.

Lo mismo cabe decir de la Universidad de La Habana, pues también en Cuba aparecen sacerdotes con grados de origen africano. Por ello un buen porcentaje de libertos llegó a adquirir, sea en el Caribe o en Europa, una buena formación académica o artesana.

No solamente el trato a los esclavos negros fue más humano en la América española comparándolo con el que les daban las otras potencias europeas, sino que había un número considerable de libertos, a los que se les sumaban los que huían desde esos territorios. Así se decía en una Real Cédula de Carlos III, de 20 de febrero de 1773: “...y que hagáis entender a todos los Negros Fugitivos, no sólo la libertad que gozan con el hecho de su llegada a mis Dominios, sino también la suma Clemencia con que me Digno admitirlos bajo mi Real protección y amparo…”, confirmada por otra Real Cédula de Carlos IV de 14 de abril de 1789.

En relación con la población negra esclava, el estudio del alemán Richard Konetzke(1897-1890) saca la siguiente conclusión:

“El negro esclavo, según la legislación española en el Nuevo Mundo, y respecto a su trabajo personal, es calificado como cualquier otra cosa que tiene su dueño y que puede libremente usar en todo lo lícito, definiendo la licitud no el dueño del esclavo, sino los principios y reglas que dictan la religión, la humanidad y el bien del Estado, ordenándose a todos los señores de negros tengan cuidado de hacer buen tratamiento de sus esclavos, teniendo consideración que son próximos y cristianos.



El dueño no tiene derecho de vida y muerte sobre ellos pudiendo ser obligado a venderlos en caso de crueldades o excesivo rigor de castigos”.

Por el contrario, el “mestizo” nunca fue esclavo pero tampoco indio, por lo que legalmente debía competir con los blancos, ya que no estaban incluidos en las poblaciones indígenas que gozaron de una serie de privilegios, plasmados en la legislación indiana, en la que podían conservar las leyes y costumbres que tenían antes de la conquista. Eran inscritos como españoles en el libro de registro de la parroquia. Tiene sentido por ello el comentario de Jean Paul Zúñiga: “en aquellos siglos el mestizaje como concepto no tuvo existencia real“.

Pero lo cierto es que les tocó vivir en una sociedad estamental cuyo origen se remontaba al medievo en el contexto de la reconquista peninsular contra los “moros”. Esa sociedad jerárquica, estamental y corporativa de Castilla daba valor a los matrimonios contraídos en un mismo plano social. Este “clasismo” de la época que vino desde la metrópoli, sin duda afectó a todos, blancos, mestizos e indígenas.

Tenía sus antecedentes, así en los siglos XIII, XIV y XV el matrimonio entre cristianos españoles y los habitantes no cristianos de la península estaba socialmente reprobado y legalmente prohibido. Los caballeros cristianos que se agrupaban en las zonas fronterizas en Hermandades militares desde finales del siglo XIII, exigían a sus miembros velar por la pureza de sangre; se sentían pertenecientes a una clase superior, y su legitimidad como tal estaba determinada por la pureza de sangre y por el hecho de que no se mezclaban con los sometidos. El concepto de nobleza se unía a la idea de sangre vieja, no mezclada.






https://laamericaespanyola.wordpress.com/2020/02/27/mestizaje/