En la parte religiosa, la jefatura de la segunda expedición de Anza estuvo a cargo de fray Pedro Font que conocía el norte de Sonora por llevar años como encargado de la misión de San José de los Pimas, cercana a San Miguel de Horcasitas en Sonora. Font tenía gran cultura y durante la expedición además del servicio religioso a su cargo, le fue encomendada la lectura de las declinaciones solares y el cálculo de las posiciones y las distancias (llevaba un astrolabio y un grafómetro), para hacer mapas del territorio, así como la redacción de un Diario. Le acompañaban fray Garcés y fray Tomás Eixarch. Entre los pobladores se calcula que había 30 familias con 42 hombres (el mayor de 49 años) y 39 mujeres (la mayor de 45 años), 92 menores de doce años, de los cuales seis tenían entre 2 y 10 años y diez menores de 1 año. También eran de la partida veintisiete indios sirvientes, tres indios intérpretes e indios auxiliares, sin contar que por el camino se les juntarían indios amigos, alcanzando en una ocasión hasta doscientos de ellos.Además de los caballos propios y de reserva llevaban unas trescientas cabezas de ganado mayor y quinientas mulas para el equipaje. En total en el tren de marcha figuraba una reata de 695 caballerías y 385 cabezas de ganado vacuno. La mayoría de las personas iban ensilladas en mulas que podían cargar aproximadamente 320 libras cada una. Llevaban trece grandes tiendas de campaña, cada una de ellas compartida por tres familias.
Cumplidos los preparativos, Font como capellán de la expedición ofició Misa en Tubac y pidió el patrocinio de la Virgen de Guadalupe, del Arcángel San Miguel y de San Francisco para la marcha, que iniciaron el 23 de octubre de 1775.
Adelantándose a los expedicionarios cabalgaba una patrulla de cuatro exploradores para prevenir imprevistos.A continuación iba Anza con el flamante uniforme de su nuevo cargo de teniente coronel. En los flancos iba una escolta de jinetes.
Cerrando la caravana iba el teniente Moraga con tres recuas de mulas de 140 cabezas, veinte muleros y monturas sin jinete y finalmente 325 reses con tres vaqueros.Avanzaban una legua o algo más (5 km) por hora y eran frecuentes jornadas de hasta nueve horas. La expedición se detenía todos los días alrededor de las tres de la tarde, para permitir montar el campamento en las horas de luz, que se organizaba con trece carpas en círculo y una hoguera en el centro, donde se instalaba la cocina al estilo militar.
De las mujeres participantes, diez amamantaban, nueve estaban embarazadas cuando iniciaron el viaje y tres niños nacieron durante la expedición. Se celebraron en ese tiempo tres matrimonios de parejas que no quisieron esperar a California para estar casados. Al día siguiente de la partida tuvieron que parar dos días en la misión de San Xavier del Bac para enterrar a Manuela Picuelar muerta al dar a luz, única víctima humana de la expedición.
Los expedicionarios no tuvieron ni un solo incidente con los indios allá por donde pasaron, ni hubo malos entendimientos entre sus componentes, gracias al mérito atribuible a todos, pero especialmente a Anza por sus extraordinarias cualidades personales.
En la ruta de ida, se siguió el camino que había descubierto Anza en la vuelta de su primera expedición, es decir siguieron el curso del río Santa Cruz hasta su unión con el río Gila y aguas abajo de éste hasta su desembocadura en el río Colorado.Pasado el tramo de desierto de Arizona, alcanzaron el río Colorado (entre los actuales estados de Arizona y California) el 27 de noviembre, después de 35 días y 515 Km recorridos.
Pasaron primero sin dificultad a la ribera norte del río Gila y luego descansaron en los alojamientos que les proporcionaron los yumas donde de nuevo Anza volvió a encontrarse con su amigo Olley Iquatequiche que nuevamente se esmeró en dar hospitalidad a los españoles, ofreciéndoles alimentos y tiendas para descansar así como la ayuda de indios nadadores para cruzar el río Colorado en balsas o en brazos.
Anza escribiría mas tarde (8 de diciembre), al Virrey Bucareli desde el poblado de Santa Olaya contando la amabilidad de los yumas que anhelaban convertirse al cristianismo y elogiando la fertilidad de la tierra a orillas del Colorado. Se calculaba su población en 3.000 indios.Como prueba de amistad fray Eixarch se quedó en el Colorado con los yumas amigos a la espera del regreso de Anza, aprovechando el tiempo para preparar la fundación de las misiones, y describir todo lo que veía. Fray Garcés, como en la anterior ocasión, también se separó en este punto y continuó sus exploraciones en solitario. Después del cruce del río el día 30 de noviembre, se quedaron unos días en los campamentos de los yumas recuperando a varios enfermos.Partieron el día 4 de diciembre dirigiéndose hacia el sur para evitar las temibles dunas, pero en esa zona el desierto es rocoso, duro y traicionero porque lo alterna con arenas movedizas. Sufrieron frío, niebla y nieve, que heló las cantimploras.Una vez abastecidos en la laguna de Santa Olaya el día 6 de diciembre, deberían acometer el resto del desierto del Colorado, donde Anza se había perdido en la primera expedición exploradora. Decidió entonces dividir la expedición en cuatro grupos para atravesarlo, con intervalos de algunos días y así dar tiempo a que se llenasen los escasos pozos que encontraban, ya que se agotaban rápidamente al beber de ellos el ganado.Los tres primeros grupos estaban constituidos por pobladores y soldados. El cuarto grupo lo formó el ganado con los vaqueros que salieron los últimos. El primer grupo estaba formado por Anza, Font, doce soldados con sus familias y varias mulas de carga partiendo el 9 de diciembre; el resto con intervalo de dos días.
La marcha fue durísima, los caballos tuvieron muchas dificultades para moverse, con heladas por la noche, niebla y nieve; hubo algún momento que pensaron que no podrían pasar y estuvieron a punto de regresar.Finalmente todos lo lograron y el día 17 de diciembre se reunieron para acometer el paso de las montañas, pero fueron sorprendidos por una tormenta de nieve que les obligó a guarecerse durante cuatro días, pereciendo varios animales.Después de caminar fatigosamente bajo la lluvia y la nieve durante varios días, el 25 de diciembre de 1775 se detuvieron en Coyote Canyon cuando pasaban por el puerto de montaña de San Carlos, donde tuvo lugar el tercero de los nacimientos en la expedición.Al día siguiente notaron un temblor de tierra (primer terremoto documentado de California), estaban muy cerca de la falla de San Andrés, origen de continuos y destructivos seísmos en California.
En este punto se sale del inclemente desierto y se entra en la California costera, con un panorama exuberante de verdes montañas, arroyos, robles cargados de brotes y bellotas y rosales fragantes.Con la vista puesta en las altas montañas de la sierra de San Bernardino (su cumbre más alta es de 3.500 metros) que iban dejando por el este, siguieron la ruta prevista atravesando un trecho de belleza singular en los actuales condados de San Diego e Imperial, que está calificado como parque de la naturaleza del estado de California con el nombre de “Anza–Borrego Desert Park” en honor de Anza y por la proeza de llevar ganado en esta segunda expedición.La Sierra Nevada que verían mas adelante fue llamada así por el franciscano Pedro Font, en el diario que escribió de la expedición.El día 1 de enero estando acampados en el río Santa Ana, Anza recibió un correo de la misión San Gabriel informándole de que la Misión de San Diego había sido atacada los pasados días 4 y 5 de noviembre por 600 guerreros kumayaay y la habían arrasado, dando muerte a uno de los padres misioneros y a dos sirvientes e hiriendo a todos los soldados de la guarnición.
Por fin el 4 de enero de 1776 llegaron exhaustos a la misión de San Gabriel Arcángel, habiendo completado con ello la parte más difícil del viaje. Esta misión que había sido fundada en 1771, pertenece actualmente a la gran ciudad de Los Ángeles y es una de las misiones de California con más historia.
Misión de San Diego.
Aceptaron felices la hospitalidad que les proporcionaron los frailes, descansando con ellos unos días y reponiéndose del duro camino efectuado, antes de dirigirse a los destinos de cada uno.Pero hubo que interrumpir la marcha de la expedición, pues Anza se reunió en la misma misión con el gobernador Rivera, que había llegado desde el presidio de Monterrey, y decidieron acudir juntos en socorro de San Diego.Formaron un destacamento de 29 soldados (17 de Anza y 12 de Rivera) acompañados por fray Font y partieron el 7 de enero. Cuatro días mas tarde el día 11 llegaron a la misión de San Diego.Una vez restablecido el orden (Rivera se quedaría para completar la operación), Anza volvió a San Gabriel, pero se encontró un nuevo contratiempo ya que el teniente Moraga acompañado de diez soldados, había tenido que salir el día 15 de febrero en persecución de un desertor de la guarnición que junto con un indio y tres
muleros se habían llevado 25 caballos y provisiones.Siendo la época de las lluvias de invierno, cuando el camino se convertía en una ciénaga y los ríos se desbordaban, Anza no podía demorarse mucho y tras esperar varios días a Moragas partió sin él.Salieron el 21 de febrero y se dirigieron a su siguiente destino que era la bahía Monterrey. Avanzaron en paralelo al canal de Santa Bárbara en dirección noroeste, vadeando ríos llenos de patos y otras aves migratorias; un día vieron una enorme manada de antílopes que huyeron al verlos.Atravesaron los ríos de Santa Clara (23 de febrero) y Santa Rosa (28 de febrero) y muy cerca de la misión de San Luis Obispo, a donde llegaron el 2 de marzo, varias mulas se quedaron atrapadas en el fango. Anza ordenó descargarlas y que los soldados acarreasen las provisiones a pie. Pocos días después llegaron a la misión de San Antonio (6 de marzo).
Reanudada la marcha hacia el norte y en paralelo a la costa del Pacífico llegaron el 10 de marzo de 1776 al presidio de Monterrey, con el primer gran grupo de 130 personas de la caravana. Este presidio había sido fundado en 1770 para proteger a la misión de San Carlos Borromeo del Carmelo, que estaba a una hora de camino.Al día siguiente fray Junípero acudió a saludarle desde esta misión, acompañado por los frailes Palou, Murguía, Cambón y de la Peña.El 13 de marzo Anza escribió una carta al gobernador Rivera desde la Misión de San Carlos de Monterrey, informándole de que su próxima parada sería en la bahía de San Francisco, objetivo final de la expedición.Al día siguiente Anza sufrió un tremendo cólico nefrítico, que le invalidó durante nueve días. Repuesto parcialmente del mismo, el 23 de marzo partió de avanzadilla exploradora hacia la bahía de San Francisco junto con veinte hombres, entre los que se encontraban once soldados, el teniente Moraga y el padre Font, quedándose por el momento en Monterrey el resto de los expedicionarios.
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