Reducciones jesuiticas en América del Sur

10/06/2022





El filósofo francés de la Ilustración Voltaire, notoriamente conocido por su anticlericalismo, dijo en referencia al período comprendido entre 1607 y 1767 en América del sur, lo siguiente:

“El asentamiento de Paraguay, realizado por los (jesuitas) españoles, parece, en algunos aspectos, un triunfo de la humanidad”

Otro afamado enciclopedista francés como Montesquieu se sumó al destacar el mérito español en las misiones, también conocidas como reducciones. Ambos se referían a la labor humanitaria y civilizadora que ejerció la Compañía de Jesús en Sudamérica. El caso es que en el año 1607 los jesuitas fundan la primera de las misiones en San Juan de Guazú (Paraguay), y a partir de ella se van formando treinta pueblos misioneros. Su labor fue esencialmente la de educadores. Pocas veces se ha podido comprobar de una forma tan clara como civilización y evangelización fueron dos aspectos de una misma realidad.
Tiene especial relevancia que aludamos a los métodos que emplearon, como el proceso de inmersión que realizaron los religiosos aprendiendo la lengua indígena, asimilando su cultura y su forma de vida.

Los guaraníes tenían como enemigos naturales a los “bandeirantes” de Sao Paulo, que les asaltaban de forma habitual con la intención de esclavizarlos. De esta manera de las misiones supuso, además, un aliento protector para ellos.



Las reducciones transformaron al pueblo guaraní que era nómada, en sedentario; de cazadores primitivos pasaron a ser agricultores y de vivir en la selva a conocer la vida urbana. Todas se diseñaban bajo el mismo esquema: una gran plaza cuadrangular, en tres de sus lados se encontraban las viviendas de los guaraníes, éstas se construían en filas paralelas, originando calles rectas de perfecto trazado. Como en la región se producían lluvias abundantes, las calles se dotaron de soportales a ambos lados para poder caminar sin mojarse. En el cuarto lado de la plaza se levantaban los edificios principales como la iglesia, las residencias de los padres, orfanatos, talleres, almacenes, cárcel y cementerio.



La organización en las reducciones era altamente eficiente; lo normal es que fuesen autosuficientes y, cuando producían excedentes de bienes, los intercambiaban con otras comunidades externas. Los principales productos comercializados fueron las pieles de su ganado y la yerba mate, unas hojas que se bebían como té, tradición que ha llegado hasta nuestros días. Además de estos oficios se fomentó la especialización en otros trabajos necesarios tales como tejedores de algodón, curtidores, carpinteros, sastres, toneleros, plateros, fabricantes de instrumentos musicales, y otros más. En las reducciones existía la propiedad privada ― parcelas que pertenecían a los indígenas ― y la tierra de Dios, que era comunal y en la que todos trabajaban, los beneficios de éstas se invertían en gastos, mejoras o fomento de la economía interna.

Una especialización a destacar fue la capacidad para imprimir textos religiosos en lenguas indígenas, algunos incluso con grabados de artistas indios. Para evitar el absentismo, los jesuitas propusieron un horario de trabajo de seis horas laborables diarias, régimen muy inferior al de las doce horas que se tenían que trabajar en las encomiendas españolas de otras regiones. Aún con esta diferencia de horas, los rendimientos en las reducciones fueron superiores a los de las encomiendas.

Los jesuitas respetaron la organización familiar de los indígenas, pero se centraron en hacerles comprender la no conveniencia de la poligamia. Cuando se celebraba un casamiento, primero se hacía por la forma tradicional y después se practicaba la ceremonia católica. En lo que se refiere al ámbito legal, se consiguieron mejoras significativas entre las que destaca la supresión de la pena de muerte contra el indígena, norma atípica en la sociedad occidental de la época.



Una característica peculiar de los guaraníes fue su facilidad para asimilar el conocimiento musical. El padre jesuita Antonio Sepp, dejó escrito en una de sus cartas: “los indios son músicos por naturaleza, como si hubiesen sido creados para la música: aprenden a tocar con sorprendente facilidad cualquier instrumento, y siempre en poquísimo tiempo”. Un ejemplo gráfico de esto se puede ver en la película La Misión estrenada en el año 1986, dirigida por Roland Joffe y protagonizada por los actores Robert de Niro y Jeremy Irons. En una secuencia el jesuita interpretado por Irons, en la película el padre Gabriel, aparece sentado junto a un riachuelo tocando un oboe que siempre lleva consigo. Tras un momento de quietud bucólica, empiezan a aparecer indios guaraníes asombrados por las bellísimas notas del oboe del jesuita. Aunque la secuencia es ficticia, no dejar de ser una bonita evocación de algo que pudo haber sucedido.

Las misiones jesuiticas del Rio de la Plata alcanzaron en su momento de máximo esplendor una población de más de 140.000 habitantes en el año 1732, localizados en 30 misiones en Brasil, Paraguay y Argentina. Otras reducciones importantes fueron las de Chiquitos en el este de Bolivia con una población de 25.000 en 1766, y la de Llano de Moxos, también en Bolivia con una población de 30.000 en 1720.



Cabe destacar, por su importancia cultural y científica la repercusión que llegó a tener el Colegio San Pablo de Lima. La buena gestión de sus recursos permitió a los jesuitas la creación de varios gabinetes de investigación como los de Historia Natural, Química, Botánica y varias bibliotecas. La principal de ellas fue la del colegio San Pablo, consiguió a ser la mejor del continente, llegando a tener más de 40.000 volúmenes en el año 1767 ― la de Harvard en la misma época no pasaba de 4.000 ―; pocas bibliotecas había en Europa que se le pudieran comparar y ninguna en América.

En el San Pablo también se creó un laboratorio farmacéutico que difundió por Europa la quinina, y empezó a exportarse en 1631 llegando a conocerse como la “quinina jesuita”. En sus inicios, la quinina, se empleó para curar la malaria, bajar la fiebre y cicatrizar heridas y úlceras.

En referencia a las cualidades musicales de los indígenas, en la región de Moxos (Bolivia) se encontraron en el año 2006, alrededor de 4.000 páginas musicales y un centenar de cancioneros de música barroca en perfecto estado, entre ellas incluso óperas. Lo que demuestra la importancia que se le daba a la composición musical en las misiones. La música fue el lenguaje universal con el que los jesuitas llegaron a conectar dos mundos, que acabaron causando asombro.

La Compañía de Jesús, fundada por san Ignacio de Loyola en el año 1534, se forjó una serie de enemigos, que hicieron todo lo posible por fomentar su desprestigio y disolución. el principal ataque vino por parte de la masonería a través de la ilustración francesa y de Inglaterra con su satélite Portugal. La masonería, que era anticristiana por definición, encontró escollo difícil de superar con los jesuitas, los cuales, y gracias a su fundador, debían cumplir además de los tres votos religiosos, obediencia, pobreza y castidad, un cuarto. Este voto llamado “votum missionibus” debía obediencia al Papa.

Más adelante, y a través de un proceso internacional bien urdido, en el que no faltaron falsificación de documentos, se consiguió la expulsión de los jesuitas de España en el año 1767, con el inmediato deterioro y finalización de las misiones, pero este asunto merece la explicación en un episodio aparte.

De ser un ejemplo de evangelización y convivencia entre dos culturas totalmente distintas, las reducciones, pasaron a dejarse abandonadas y destruidas casi en su totalidad. Hoy en día las ruinas de algunas de ellas como la de San Miguel (Brasil), San Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María la Mayor (Argentina), han sido declaradas patrimonio de la humanidad por la Unesco.

Para terminar, y a modo ilustrativo, vuelvo a una secuencia de la película aludida unos párrafos anteriores. En un momento la Santa Sede decide enviar un representante para comprobar cómo se vivía en las reducciones guaraníes. Todo esto, después de que España y Portugal ya hubiesen firmado el Tratado de Límites en 1750, y por el que España se comprometía a dejar varias misiones que habían quedado en territorio portugués. El enviado hace un comentario para que los emisarios lo transmitan:

“Santidad, un cirujano amputa un miembro del cuerpo para salvarlo cuando es necesario, pero la verdad…, yo no estaba preparado para amputar la belleza y la fuerza del miembro que vine a amputar”





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