La caída del Imperio Español: la razón francesa
Qué fácil es caer en las trampas y enredaderas de la Leyenda Negra y acabar aceptando, como muchos españoles, la manipulación de nuestra historiaJosé Francisco Rodríguez Queiruga
Gracias a las reflexiones de un amigo en una tertulia de sobremesa de domingo, tuve la oportunidad de leer que el conocido psiquiatra español, Juan Antonio Vallejo-Nájera, en su tan ovacionada novela «Yo, el Rey», donde relata el corto reinado de José Bonaparte, puso en boca del hermano de Napoleón, José Bonaparte, la afirmación de que España era una nación de «dementes».
José Bonaparte, como todos sabemos, nunca fue admitido como verdadero rey en España, porque su figura nos fue impuesta por la fuerza de las armas de un Dictador, que previamente había asolado los campos de batalla de Europa, responsabilizándose de la muerte de millones de personas y que, además, si pudo entrar en España, fue por medio del engaño y arteras maquinaciones, haciéndose pasar por amigo para que le dejasen circular por tierras de España hacia Portugal. Y ya dentro de nuestro país, y a traición, tomó posesión de sus instituciones y el control de la vida militar, civil y económica. Fue una invasión de guante blanco, al menos al principio, pues acabo generando una guerra de independencia y la disgregación del imperio español a través de múltiples guerras civiles de secesión, apoyadas y financiadas por Inglaterra.
¿Conocemos las motivaciones de Napoleón y las intenciones de su hermano José?
Algunos piensan, inocentemente, que su intención era meter a España en el carril de los países civilizados, lo que para él quería decir: afrancesados, de grado o de fuerza. Y por eso muchos escritores atribuyen a José Botella, hermano de Napoleón e impuesto como rey en España, buenas intenciones para sacar a España de su atraso secular. Reconozco que le estoy agradecido por dos cosas: por legalizar de nuevo las Corridas de Toros y por mejorar el volumen de ventas de algunos viticultores, pero por muchísimas otras, desearía que nunca hubiese puesto un pie en España.
Siendo un poco más serios, ¿de qué atraso se suele hablar?, ¿un atraso tan importante y peligroso como para que nuestro vecino justifique una invasión militar? Si éramos tan atrasados y pobres como se nos dice, ¿por qué correr el riesgo de invadirnos?
A pesar de que muchos los consideraban bienintencionados, pues supuestamente querían sacarnos del atraso, yo los llamaría envidiosos, pues la pasión del corso por el oro era tan grande como la de los corsarios ingleses.
Ahora bien, cuando el río suena, ¡agua lleva! Me dirán algunas plumas disidentes, tomando por buena la propaganda negrolegendaria.
Por ello, creo necesario hacer el siguiente inciso:
- Recordemos que tan solo 4 años antes de la invasión de Napoleón, España era y estaba reconocida como la primera potencia mundial. De hecho, fue el único país que durante la epidemia mundial de viruela lanzó una expedición internacional para vacunar a una gran parte del mundo conocido. Expedición Balmis de 1803, que recorrió toda América, Filipinas y una parte de China. ¿Qué país atrasado hubiera podido lanzar una expedición de ese calibre, salvando cientos de miles de vidas e introduciendo novedades técnicas en la práctica de la medicina que salvarían muchas más vidas en las décadas posteriores? Ningún país europeo, salvando la excepción española, hubiera podido hacerlo en aquel momento.
¿De dónde viene entonces esa leyenda de España como país atrasado y casi completamente cavernícola?
Difícil decir de donde viene, pero lo que si es cierto es que esta corriente de pensamiento ha penetrado y se ha extendido en todo el pensamiento occidental, sobre todo si damos crédito a muchos autores de la época, la mayoría franceses, ingleses, holandeses y alemanes.
¿Por qué Napoleón hubiera querido jugársela, como hizo, por un pobre país atrasado, que además le hizo sufrir su primera gran derrota?
Desde luego, si fuéramos lo que muchos dicen que éramos, nadie hubiera querido venir a jugársela y a perder su vida y prestigio en España. Esta contradicción es difícil de explicar, y como las motivaciones parecen no poder encontrar una justificación consistente que explique los belicosos actos franceses, recordemos algunos datos objetivos que pueden ayudarnos a comprender:
Entre 1790 y 1810, El país supuestamente civilizado (Francia), vive en su interior una revolución que en tan solo 10 meses ejecuta 40.000 personas (la famosa Inquisición española había dictado poco más de 2.500 sentencias de muerte en 300 años), y una vez estabilizada la revolución, surge un dictador militar que asola Europa y parte del Norte de Africa provocando millones de muertes, además de reinstaurar la esclavitud en Haití.
Mientras el país supuestamente civilizado que era Francia hacía tan loable campaña de civilización basada en la dominación y la muerte, nuestro pobre y atrasado país (España) salvaba cientos de miles de vidas (expedición contra la Viruela) y protegía las poblaciones civiles de su imperio de los múltiples ataques de los piratas ingleses y holandeses, preocupándose por garantizar un buen nivel de vida, de salud y de alimentación en sus territorios.
Basta con leer el informe elaborado por el Barón Humboldt sobre el nivel de vida de los españoles de América, 5 veces superior, en valores constantes, al nivel actual, y superior al nivel de la mayor parte de las poblaciones europeas y norteamericanas de la época.
Hecho este inciso, y ante la evidencia de que España era el país más rico de Europa y del Mundo, en aquella época, ya podemos responder a esta pregunta ¿por qué tanto interés por España?
Sencillamente porque España, con sus territorios de ultramar, tenía millones de km², su superficie, no solo era superior a la de cualquier otro país, sino que además había en su subsuelo todo tipo de minerales y la producción agropecuaria era superior a la del resto del mundo, a lo que se añadía que en tan vasto territorio, sus poblaciones vivían en paz y con el mejor nivel de vida y de protección jurídica del planeta (ordenanza instaurando la jornada laboral de 8 horas en 1593).
Entre 1550 y 1808, Europa no había conocido un solo momento de paz, mientras que la España americana y el lago español (Océano Pacífico), eran un gran espacio de paz y de progreso, cuyas costas eran, sin embargo, atacadas a menudo por corsarios ingleses y holandeses, y de vez en cuando por franceses.
Todos – aunque no lo dijesen y hablasen de España como de un país pobre que nada había aportado a la historia de la humanidad – conocían su riqueza y todos querían participar en lo que ellos consideraban un gran festín. Los franceses quisieron quedarse con México, después de que la invasión de España hubiera dejado exhausto y sin medios al país ibérico. Los ingleses se aprovecharon de la situación y lanzaron múltiples campañas utilizando su naciente, pero ya potente red masónica, y manipulando reputados militares españoles que habían luchado contra Napoleón para crear sucesivas guerras civiles de secesión en los territorios hispanoamericanos y romper España desde el interior. Y lo consiguieron, es decir, provocaron guerras intestinas donde nunca las había habido, robaron, controlaron el comercio e hicieron de usureros, hasta que no quedase nada de la España rica y unida ni de su avanzado sistema jurídico, para así explotar impunemente sus recursos.
Todos nuestros vecinos y enemigos europeos, viéndonos moribundos, saltaron sobre los territorios americanos como hienas, algunos con mejor suerte que otros. Sin embargo, sabían que más tarde, sería necesario justificar sus actos y, para ello, qué mejor que atacar sistemáticamente a España, tratándola como país atrasado, cavernícola, venal, sin honor, genocida, repleto de filibusteros y violadores, sin ciencia y sin haber aportado nada a la construcción del mundo moderno (exterminar a una alimaña es fácilmente justificable).
Estos ataques pretendían hacer olvidar al mundo las aportaciones de la Escuela de Salamanca, la ciencia de navegación española, sus tratados de medicina y farmacopea, sus trabajos sobre la ciencia económica, como los análisis de la inflación de Azpilicueta a finales del S. XVI o los de la propiedad y leyes de Oferta y Demanda de Juan de Mariana, sus estudios sobre urbanismo e integración social de culturas diferentes, sus reformas jurídicas revolucionarias en la época, ser los primeros en aceptar mujeres como catedráticas de universidad (Medrano) o negros y mulatos, como Juan el Latino, profesor en la universidad de Granada, hasta que los españoles acabasen creyéndoselo también. Pocos españoles saben que el calendario gregoriano fue elaborado por un equipo dirigido por Fray Luis de León, el de » Como decíamos ayer», después de dos años de ausencia en la universidad, como también ignoran que, entre las estatuas de reyes de España situadas en el Palacio Real, se encuentra la de Moctezuma, uno de cuyos descendientes, Grande de España, es el fundador de la Guardia Civil.
Así pues, cuando se oye decir que José Bonaparte, no obstante todo lo que hemos estudiado, traía un proyecto de progreso y crecimiento para nuestro país, y que fue un rey que vino con muy buenas intenciones, pero que fue rechazado por venir impuesto de manera coercitiva y, sobre todo, por la ceguera que provoca el orgullo pasional del carácter español, estamos dando la razón a nuestro enemigo, y lo que es peor aún, hace creer a muchas personas que en el rechazo español a Pepe Botella se encuentran motivos suficientes para ver a España como un país de locos. Imagen de la que es difícil deshacerse.
Además, muchos de nuestros «intelectuales» pecan de inocentes, lo que hace que después de dos siglos de constante repetición de nuestros supuestos defectos, hayan acabado por aceptar que esta definición del carácter español es una realidad que nos dibuja como personas sin raciocinio y sin un mínimo de humildad positiva, evidenciando de esta manera nuestra incapacidad para desarrollar la ciencia y ser un espacio de «lumières» como así «han demostrado» nuestros vecinos galos. Y esto es lo que muchos creen, a pesar de que nuestra historia demuestre lo contrario, y quizás por eso haya un movimiento internacional muy extendido en Hispanoamérica que quiere borrar de la historia del mundo el término «Hispanidad» e Hispanoamericano, substituyéndolos por «Latino» y «Latinoamericano», que con insistencia han conseguido imponer los franceses en toda Hispanoamérica.
¿Hispanoamérica o Latinoamérica? El gran debate
En cuantas ocasiones he podido escuchar este debate donde se intenta eliminar el concepto de hispanidad, y he podido observar cómo se enrevesaba en bizantinas discusiones que no conducían a nada, salvo – eso si – a enfrentarnos y a dividirnos.
En realidad, este conflicto terminológico es un falso debate. El término Latinoamericano surgió, como podía haber surgido euro americano, lacio americano, greco americano o cualquier otro falso gentilicio, por intereses políticos de un competidor de España, en este caso Francia, cuando ésta reflexionaba de qué manera apropiarse una parte de los territorios de su enemigo secular. Lo había intentado en época de Napoleón, primero con una artera invasión, que dejó a España exhausta y sin medios de defensa y más tarde volvió a intentarlo, queriendo apropiarse México, pero con nefastos resultados para el país galo, lo que no le impidió hacerse con la Guyana y otras islas caribeñas.
https://www.tradicionviva.es/2022/06...azon-francesa/
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores