El sentido espiritual de la conquista de América



Quienes nos acercamos a contemplar la historia del descubrimiento, conquista y evangelización de América no podemos prescindir del elemento religioso que subyace a lo largo de toda la gesta. Este sentido misional, espiritual, puede comprenderse bajo tres aspectos: el aspecto teológico, el aspecto jurídico y el sujeto histórico que lo realizó.

Bajo el aspecto teológico, la conquista de América tiene un sentido sobrenatural en el marco de la instauración del Reino. La promesa liberadora de Cristo no excluía la tierra Americana, cautiva del pecado hasta el momento. Cristo mismo se proclama Rey ante Pilatos y envía a su Iglesia a extender su Reino, “id y evangelizar a las naciones” (1). Señala Calderón Bouchet que “Jesucristo realiza en su persona la plenitud de los tiempos. Es la cabeza y el primer hombre de una humanidad rescatada del pecado y en marcha hacia el Reino de Dios. Desaparecida la persona física de Jesús de Nazaret, permanece en el misterio de su pueblo elegido. Esta comunidad sacrificial incoa el reino esjatológico en la economía sacramental de la Iglesia”(2). Y es a través de la conquista política-material de España que se alcanza para América esta conquista espiritual. La presencia de la Iglesia se evidencia con la llegada de los primeros descubridores, bien lo dice Cayetano Bruno, ”la obra civilizadora de España e realiza en íntima unión con la Iglesia, respondiendo a una obligación asumida por los Reyes Católicos y mantenida hasta el fin en las entonces llamadas Indias Occidentales”(3).

Un segundo aspecto en el que podemos observar el sentido espiritual es el jurídico. En la Cristiandad, los reinos católicos europeos se unían bajo el eje vertical del sucesor de Pedro. Señala Calderon Bouchet que “la autoridad papal no es equivalente a la de los príncipes y reyes temporales. Su dominio no es la conducción del pueblo a la paz y la concordia civil, sino a la salvación. Esta finalidad divina del poder papal alimenta su autoridad”(4). Por esta subordinación, el Papa Alejandro VI dona los territorios de Ultramar a través de las bulas llamadas Inter Caetera, donde hace explícito el sentido espiritual de dicha conquista. En efecto, “el papa no pudo dar en ellas a los reyes de Castilla el dominio y soberanía directa sobre los indios, sino la exclusiva predicación sobre las tierras descubiertas y el disfrute de los beneficios políticos y comerciales que de la protección y defensa de la fe en el nuevo mundo se siguieran”(5). He aquí la verdadera subordinación de causas, lo político y económico está subordinado a lo espiritual.

El tercer aspecto es en relación con el sujeto histórico que llevó adelante la gesta.

La España que descubría América era la España que había forjado su temple, su estilo hispánico, en la fragua de la Reconquista; cuando caía la Granada de los moros a los pies de Isabel de Castilla, Colón ponía su pie -el pie de España- en el suelo americano.

España era, para esos tiempos, el único miembro sano del cuerpo de la cristiandad que pudo haber emprendido la empresa. Y lo hizo imprimiendo su estilo, eso que llamamos hispanidad, y prolongando el mismo espíritu de reconquista que caldeó de una vez y para siempre, como enseña García Morente, la caballería con la cristianidad.

Bien señala Anzoátegui que “el sentido de la realidad española, cuando es verdaderamente española, no es otra cosa que una viva y decidida conmemoración de la redención, ese sentido de la vida y de la muerte que la lección de Cristo impuso al mundo y que España se impuso, traduciendo Redención por Reconquista. Porque el español entiende que Cristo vino al mundo, no tanto para redimir al hombre cuanto para reconquistarlo, no tanto para librarlo de las consecuencias de la caída cuanto para levantarlo hasta donde Adán quería levantarse, sin la soberbia pecadora de Adán, pero con la divina seguridad de Cristo, con esa seguridad que el Hijo de Dios tenía precisamente porque era Hijo de Dios y reconquistador del hombre”, y tal fue el sentido del DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA.

Lucas Gómez Balmaceda v. I.



(1) Mt 28,19
(2) CALDERÓN BOUCHET, R: Apogeo de la Ciudad Cristiana. Dictio, Bs As, 1978, p. 16
(3) BRUNO, C.: La España misionera ante el quinto centenario del gran descubrimiento. Didascalia. Bs. As. 2000
(4) CALDERÓN BOUCHET, R.: op. cit., p. 68.
(5) BRUNO, C.: op. cit.


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