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La Cristiada de México

[Para escuchar el corrido mexicano El martes me fusilan, interpretado por Vicente Fernández pulsa aquí]

La gloriosa Gesta Cristera ha sido ignorada sistemáticamente por la historia oficial mundialista por espacio de siete décadas, actualmente se le ha tomado más en cuenta, porque la verdad no puede mantenerse oculta todo el tiempo. Desde el año 2002, el Centro de Estudios Cristeros “Anacleto González Flores”, de la prestigiosa Universidad Autónoma de Guadalajara, está trabajando en dar a conocer a los gloriosos Cristeros, y al cual agradecemos profundamente el material que ofrece en su portal.

Cuando se habla de La Cristiada, muchos inmediatamente piensan únicamente en el conflicto que se dio entre la Iglesia y el Estado mexicano entre 1926 y 1929, pero no toman en cuenta que este conflicto tiene su antecedente más próximo en la Revolución, en su episodio carrancista de 1914 y que sus consecuencias alcanzan hasta el año 1940, con el fin de lo que se llamó La Segunda Cristiada.

El P. Francisco Vera en el momento de ser fusilado (esta fotografía la mandaron sacar los militares)

Esta Guerra de Religión que los poderes del averno instigaron y avivaron, fue una lucha desigual contra un poder estatal, prepotente constituida por la aglomeración que formaban de un lado: el ejército regular, las fuerzas judío-masónicas, el protestantismo de sus vecinos del Norte y el considerable auxilio de esa gran potencia, favorable a los perseguidores del Catolicismo; del otro, un pueblo inerme, cuyos únicos poderes imponderables se limitaban a la audacia y bravura que en ellos producía el profundo y vital amor que profesaban a su Fe católica, y una confianza inconmovible en la protección de Dios y de su veneradísima Patrona, la Virgen de Guadalupe.

Santa Misa de Campaña en Campamento Cristero

«Todos los Cristeros a quienes se hacía prisioneros eran pasados por las armas. La pena de muerte era también el castigo de quienes ayudaban a los rebeldes, de los que propalaban falsas noticias, y hasta de los que hacían bautizar a sus hijos, asistían a las Misas clandestinas o se casaban por la Iglesia. Los civiles sucumbieron en más de una ocasión, víctimas de matanzas colectivas. En Tenanzingo todos los lunes había fusilamientos y muertes en la horca, en público. Como los turistas norteamericanos denuncian en la prensa la presencia de ahorcados en los postes telegráficos a lo largo de las vías férreas y de las carreteras».

Cristeros ahorcados en los postes telegráficos a lo largo del ferrocarril en Zapotlán el Grande

«La tortura se practicaba sistemáticamente, no solo para obtener informes, sino también para hacer que durara el suplicio, para obligar a los católicos a renegar de su Fe y para castigarlos eficazmente, ya que la muerte no bastaba para asustarlos. Caminar con las plantas de los pies en carne viva, ser degollado, quemado, deshuesado, descuartizado vivo, colgado de los pulgares, estrangulado, electrocutado, quemado por partes con soplete, sometido a la tortura del potro, de los borceguíes, del embudo, de la cuerda, ser arrastrado por caballos... Todo esto era lo que esperaba a quienes caían en manos de los federales». (Jean Meyer, La Cristiada, tomo III, págs. 251-252).

Exhibición del cadáver de un Mártir Cristero

¿Por qué tanta ferocidad y atrocidad contra el pueblo sencillo que se resistía a dejar de ser católico? Emilio Portes Gil, presidente de México, en su Discurso pronunciado ante los líderes de la Masonería (27 de julio de 1929), tras la firma de los Arreglos que pusieron fin al Levantamiento Cristero, nos proporciona la respuesta, y deja claro que la persecución al clero y pueblo católicos, a la Iglesia, “dura veinte siglos... y es eterna”, fue ejecutada por la Masonería para implantar sus principios anticatólicos:

«Venerables hermanos: Mientras el clero fue rebelde a las instituciones y leyes del gobierno de la República, estuve en el deber de combatirlo como se hiciese necesario... ahora, queridos hermanos, el clero ha reconocido plenamente al Estado y ha declarado sin tapujos que se somete estrictamente a las leyes...

La lucha no se inicia, la lucha es eterna. La lucha se inició hace veinte siglos. De suerte, pues, que no hay que espantarse: lo que debemos hacer es estar en nuestro nuevo puesto, no caer en el vicio en que cayeron los gobiernos anteriores... que tolerancia tras tolerancia, y contemplación tras contemplación, los condujo a la anulación absoluta de nuestra legislación. Lo que hay que hacer, pues es estar vigilantes. Los gobernantes y los funcionarios públicos, celosos de cumplir la ley y de hacer que se cumpla. Y mientras esté yo en el gobierno, ante la Masonería yo protesto que seré celoso de que las leyes de México, las leyes constitucionales que garantizan plenamente la conciencia libre, pero que someten a los ministros de las religiones a un régimen determinado; yo protesto, digo, ante la Masonería que mientras yo esté en el gobierno se cumplirá estrictamente con la legislación.

En México, el Estado y la Masonería en los últimos años han sido una misma cosa: dos entidades que marchan aparejadas, porque los hombres que en los últimos años han estado en el poder han sabido siempre solidarizarse con los principios revolucionarios de la Masonería».

Soldado federal con dos cabezas de Mártires Cristeros

La ferocidad y las atrocidades cometidas por las fuerzas callistas, durante aquella persecución religiosa son algo inaudito y monstruoso, o diríamos, satánico, que en los tiempos modernos sólo encuentran semejantes en la URSS y en el bando rojo de la Cruzada Española de 1936–1939.

No es livianamente que atribuimos a la acción de Maligno, al satánico, mucho de lo que ocurre. Hoy es reconocido por las mayores autoridades religiosas en el mundo la acción frecuente y muy activa de Satanás, como aparece claramente en algunas sectas actuales que actúan a la luz del día, y que están causando serias preocupaciones a los observadores de esos movimientos y hasta a las autoridades públicas.

En el Sínodo extraordinario de 1985, convocado por el Papa Juan Pablo II, el Relator, Cardenal Danneels, con la aprobación de todos los Padres y en consentimiento del Sumo Pontífice, no vacila en afirmar en la Relación Final, «que las fuerzas del Maligno, con grande influencia actúan en el mundo, con ánimo hostil a la Iglesia de Cristo: muestran que el Príncipe de este mundo y el misterio de iniquidad, actúan en nuestros tiempos».