1869: Cuando los españoles de Cuba se sublevaron contra la amnistía a separatistas

Por sinnombre el 20 noviembre, 2023 • ( )

La situación que vive España actualmente no carece de precedentes en la historia. No es la primera vez que los españoles se sublevan contra amnistías infames.

En otras ocasiones he hecho referencia a la Guerra de los Diez Años, (1868-1878), la guerra «larga», como se la llamó, de España en Cuba. Recordemos que este conflicto contra la guerrilla separatista, armada desde Estados Unidos, había empezado en octubre de 1868 y alcanzaría grandes dimensiones. La riqueza de la economía de plantación de la isla quedó en buena medida arrasada y nunca se recuperó del todo. En enero de 1869 llegó a la Habana el nuevo Capitán General de Cuba Domingo Dulce, nombrado por el Gobierno español surgido de la llamada » Revolución Gloriosa», de septiembre de 1868, que había derrocado a Isabel II, controlado por los generales Serrano y Prim.

Dulce, liberal y masón, ya había sido anteriormente Capitán General y estaba casado con una rica dama cubana. El gobierno español creía que eso le convertía en el hombre ideal para intentar que el recién iniciado conflicto en la isla fuese reconducido hacia una solución pacífica y dialogada. Llevaba instrucciones de negociar con los rebeldes independentistas, y ofrecer una amplia autonomía a Cuba, llevando a cabo una amnistía a los insurrectos y a sus partidarios, lo cual supuestamente iba a «pacificar» Cuba.


Capitán General Domingo Dulce

Eso hizo Dulce, plenamente convencido de su misión. Presentó nada más llegar una política de «mano tendida» y ofreció una amnistía total a todos los partidarios del separatismo que quisieran presentarse a las autoridades y liberó a cientos de presos que habían colaborado con ellos. Envió delegados a la jungla o manigua de la región de Camagüey para negociar con los dirigentes de la rebelión y especialmente con Carlos Manuel de Céspedes, el líder principal y «presidente de la república cubana». Legalizó la prensa independentista, permitiendo todo tipo de insultos contra España.

Esta política irritó considerablemente a los españoles peninsulares en Cuba y a los cubanos pro hispánicos (los españoles insulares, como se les llamaba) que advirtieron de que sería inútil y contraproducente. Los hechos les dieron la razón. Las negociaciones en la selva no sirvieron de nada. Los mambises cubanos tomaron todas aquellas medidas como debilidad de España e intensificaron la lucha. Casi ningún cubano rebelde dejó las armas y los que se «presentaron» volvieron poco después a la manigua, tras haber usado la amnistía como un periodo de descanso. Los liberados de la prisión, se incorporaron a la rebelión en su mayoría.

Ello causó una total indignación a los leales a España. En la prensa españolista de la isla se acusó de traidor al general Dulce y este fue insultado en público varias veces. Escritos anónimos le acusaron de traición y de recibir dinero de los rebeldes y de Estados Unidos. El colmo de la indignación llegó con el inicio de la rebelión, que al principio estaba confinada al oriente y la zona centro oriental de la isla, de miles de mambises en la estratégica provincia de Las Villas, en la parte centro occidental de Cuba. Dulce entonces trató de rectificar y ordenó la deportación a Guinea Española de 250 conocidos simpatizantes de la rebelión y el embargo de sus bienes, pero el propio Gobierno español, obsesionado con negociar con los insurrectos, les indultó poco después.

Todo esto colmó la paciencia de los leales a España en Cuba. El malestar lo canalizaron los miembros de la milicia españolista, el llamado Cuerpo de Voluntarios, que agrupaba a miles de peninsulares y de cubanos pro españoles y que constituían la parte principal de la guarnición de La Habana. Lo que más indignó a los Voluntarios fueron las amnistías e indultos a separatistas de Dulce y del Gobierno español. El 1 de junio de 1869 decenas de miles de Voluntarios, vestidos de paisano en su mayoría, se concentraron en la Plaza de Armas de La Habana, frente al Palacio de la Capitanía General, en medio de gritos atronadores contra Dulce, pidiendo su dimisión, rodearon el palacio, abarrotando la plaza. Al principio iban desarmados pero los últimos que iban llegando ya llevaban sus fusiles.






El Capitán General Dulce salió al balcón del palacio e intentó ordenar que se disolviese la concentración, pero nadie le hizo caso. A continuación, ordenó por dos veces a los soldados y a la Guardia Civil que hacían guardia en el palacio, que cargasen contra los manifestantes, pero no fue obedecido. Finalmente tuvo que dejar que algunos delegados de los Voluntarios (entre ellos el comandante de los Voluntarios Catalanes, el coronel Camps y Feliu) subiesen a hablar con él. Ellos le conminaron claramente a dimitir pues no tenía la confianza de los Voluntarios ni de los españoles peninsulares en conjunto. Dulce, con serenidad, aunque con palabras de amargura, no tuvo más remedio que dimitir. Nadie disparó y el palacio no fue asaltado pero sí rodeado (aunque la hostil prensa norteamericana dijese que los Voluntarios habían atacado el palacio de Capitanía).

El Gobierno no tuvo más remedio que aceptar la destitución de Dulce, forzada por los voluntarios, y más tarde lo sustituyó por el general Caballero de Rodas, de mentalidad más combativa. Un año después el general Prim, presidente del Gobierno español, mantuvo negociaciones con delegados del gobierno de Estados Unidos, que querían mediar y convencer a España de que abandonase la isla, a cambio de una gran indemnización que pagaría Estados Unidos. Las conversaciones fracasaron al exigir Prim que para negociar sobre el futuro de Cuba, primero tenían que dejar las armas los rebeldes mambises. El presidente de Estados Unidos, el general Ulisses S. Grant descartó entonces intervenir militarmente en Cuba, por temor no tanto a España, como al gobierno británico, que no deseaba que Estados Unidos controlase el Caribe. En aquel momento aún no se daba la alianza estrecha que existió más tarde entre los Estados Unidos y el Reino Unido.

Esto acabó por el momento con las esperanzas tanto de los sectores anexionistas de la política norteamericana, como las de Carlos Manuel de Céspedes. Céspedes, hoy considerado oficialmente el «padre de la patria cubana», era un hombre de temperamento dictatorial que mantuvo enfrentamientos con otros miembros de la cúpula separatista. Tanto es así que acabó siendo destituido por ellos. Indudablemente los enfrentamientos internos entre los mismos dirigentes independentistas beneficiaron al bando español, que había llegado a estar casi desbordado. Céspedes murió en 1874, cuando las tropas españolas llegaron por sorpresa a su refugio en la manigua o jungla. Se discute aún si murió por disparos de soldados españoles cuando trataba de huir a caballo o si se suicidó antes de ser capturado.

En cualquier caso queda claro que las amnistías o indultos a separatistas nunca han pacificado nada.


Rafael María Molina





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