En el alma de los católicos del occidente de México, La revolución cristera es la herida más profunda de nuestro corazón.
Lo peor es que no se trató de un gobierno de extraños, de extranjeros, sino de los nuestros, lleno de imbéciles, ignorantes de su pasado, detractores de sus propios orígenes, deshonra de sus padres, vergüenza de sus hijos.
El anticlericalismo es la mejor excusa de la incompetencia de los gobiernos, hasta mediados del siglo XX.
La educación se vuelve laica a fin de tener un pueblo más dócil y alienado de cualquier principio cristiano. Se ensalza a los próceres seculares, y se anatemiza a la Iglesia como extraña a los intereses nacionales.
Ciegos, Estúpidos, Imbéciles, fanáticos anticatólicos. ¿Quien si no la Iglesia logró la conversión de los pueblos indígenas y los incorporó a una nueva nación generosa y grande?, ¿Quien si no la iglesia educó a los pueblos indígenas en las nuevas técnicas artesanales que ahora les dan un sustento?, ¿Quién si no la Iglesia cristianiza con el verdadero evangelio y doctrina de amor, que torna inconcebible el exterminio de los pueblos indígenas?
Resulta amargo al paladar el pensar cómo el pueblo católico ahora se ve sometido a un proselitismo protestante cómplice de las atrocidades anticatólicas, que busca dispersar los rebaños del Señor Jesús en su Iglesia, para llevarlos al precipicio de la perdición.
Marcadores