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Tema: La Cristiada de México.

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    Respuesta: La Cristiada de México.

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    Artículos opinión VIP Asasve » Últimos artículos de ASASVE Intolerancia Ilustrada en México (La Revuelta de los Cristeros 1926-1929)
    Viernes, 18.04.2008, 15:00 (GMT+2)

    INTOLERANCIA ILUSTRADA EN MÉXICO
    (LA REVUELTA DE LOS CRISTEROS 1926-1929)
    Para poder entender la revuelta de los cristeros hay que analizar primero las persecuciones que ha sufrido la Iglesia Católica por parte de los todos los regímenes influenciados por el liberalismo, la masonería y el comunismo internacional liderado por el judío-bolchevismo. Esos regímenes que se han considerados ilustrados o heredados de la ilustración tras la emancipación de la América española en el pasado siglo XIX, apoyados por las logias norteamericanas habidas de poder. Por ello, que analizar la situación de México desde su emancipación cuando la burguesía criolla americana –es decir, blanca—del siglo XIX, ansiosa de liberarse del poder de la Corona española y de la influencia de la Iglesia (para poder explotar sin trabas a los indígenas), se agruparon en logias masónicas locales, intervenidas por fracmasones del norte anglosajón, que ya entonces buscaban penetrar el solar patrio de nuestra América española. Acciones como las que efectuaron en 1810 y 1821, las veríamos recrudecidas en la Guerra hispano-norteamericana de 1898; cuando los ansiosos imperialistas americanos se lanzan a la conquista de un imperio ya muy debilitado, el Español. Perdiendo nuestras más preciadas posesiones de ultramar. Las joyas de la corona de España: Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaron a manos de EEUU y Guam, Las Carolinas y las Marianas que fueron vendidas a Alemania en 1899, por 25 millones de $ americanos.
    En México las primeras leyes jacobinas y las primeras insurrecciones católicas abarcaron los años 1858-1862. Pero será a partir de 1910, con la irrupción en el panorama ilustrado de un socialismo y un marxismo rampantes cuando la situación alcance un punto crítico.
    LAS PRIMERAS PERSECUCIONES RELIGIOSAS EN MÉXICO
    En 1810 con el grito del cura Miguel Hidalgo: “¡¡Viva Fernando VII y muera el mal gobierno!!”, se inicia el proceso que culminaría con la independencia de México. Aunque en 1821, el “Plan de Iguala” decide la independencia completa de México como monarquía constitucional que al ser ofrecida sin éxito a Fernando VII, queda a la designación de las cortes mexicanas. Tras el breve gobierno del Emperador Agustín de Itúrbide (1821-1824), rechazado por la masonería y fusilado en Padilla, donde se proclamó la República en 1824. Algunos historiadores han visto la inusitada colaboración del clero mexicano en la independencia de México, como una forma de liberarse de la política afrancesada y anticatólica de los gobiernos españoles y, así, mantener íntegra la Fe Católica que en Europa que parece pronto a desaparecer tras el triunfo de la Revolución francesa. En 1833, siendo presidente Santa Ana, el Vicepresidente Gómez Farias, da inicio a un programa de secularización del Estado Católico mexicano, arremetiendo contra los católicos. El programa incluye leyes de prohibición de ventas y herencias de bienes eclesiásticos, desamortizaciones, desligación de monjas y frailes de su voto de obediencia. Esta política causa una reacción de motines populares que propicia la caída de Gómez Farias. Ya en 1855 se desata la revolución liberal con toda su virulencia anticristiana, cuando se hace con el poder Benito Juárez (1855-1872). Benito Juárez recibe influencia de la logia norteamericana de Nueva Orleáns, la cual impondrá la constitución de 1857, de orientación liberal, y las leyes de reforma de 1859, tanto una como la otra hostiles a la Iglesia. Aquella constitución establecía la nacionalización de los bienes eclesiásticos, supresión de las órdenes religiosas, la secularización de cementerios, hospitales y centros benéficos. En conclusión la cristiada de 1926-1931 tuvo un precedente muy parecido en los años 1858 1861. En 1857, bajo el gobierno de Juárez se determina en el artículo 3º de la Constitución, impuesta en aquel año, previendo la eliminación de la enseñanza católica. El artículo 13º pone fin a los tribunales de la Iglesia, y el artículo 123º permitiría al Estado intervenir en materia de culto religioso. El Papa condena esta Constitución anticristiana y con ello se desencadenará la Guerra de los Tres Años o llamada Guerra de la Reforma (1857-1860)
    La cristiada supone y pone de manifiesto cómo lo que permitió a cualquier hombre de nuestra tierra vivir en libertad perteneciendo a ese pueblo, que es la Iglesia. Los hombres que lucharon y murieron en la guerra cristera la hicieron para afirmar su pertenencia a Cristo, reafirmando que el hombre depende de Dios y no del poder. Durante la larga dictadura del general Porfirio Díaz (1876-1910) el conflicto entre la Iglesia y el Estado conoce un período de tregua. Bajo su gobierno la Iglesia Católica llevo a cabo una “segunda evangelización” desarrollando numerosos movimientos de acción cívica y social dentro del espíritu renovador de León XIII. Pero la caída del presidente demócrata Francisco Madero (febrero de 1913) volvió a atizar la revolución y el nuevo gobierno atacaría a la Iglesia Católica. El carrancismo, que agrupa a las facciones victoriosas de la revolución se distinguiría por su furioso anticlericalismo, al contrario del villismo (Pancho Villa) y el zapatismo (Zapata). Los carrancistas destruyeron iglesias, colgaron sacerdotes y cerraron conventos, considerando a la Iglesia el enemigo del Estado. El gobierno del general Venustiano Carranza que dirigió los infortunados designios de México (1916-1920)..llevó a cabo una dura represión contra los católicos. Durante las revueltas para conseguir el poder intensificó los ataques a la Iglesia Católica. Sus tropas hicieron auténticos desmanes y tropelías de actos inhumanos contra sacerdotes y religiosas quemándolos y mutilándolos. Aún hoy en día se conoce en México “carrancear” la acción de robar y atropellar. En 1917 consiguió que el Congreso mexicano (compuesto exclusivamente de carrancistas) apruebe la Constitución de Queretano, profundamente anticlerical y atea.
    En efecto, “la Cristiada” tuvo un precedente muy parecido en los años 1858-1861. También entonces la catolicidad mexicana sostuvo una lucha de tres años contra los Sin Dios de la época, aquellos laicistas de la Reforma, también jacobinos, que habían impuesto la libertad para todos los cultos excepto para los católicos. Como dato importante a destacar, tenemos que tener en cuenta que entre el siglo XIX y XX, tras la emancipación de la América española, el único presidente de México que fue Católico, ni masón ni ateo, fue Victoriano Huerta, que gobernó México entre 1913 y 1914.
    La reforma liberal de Juárez no se caracterizó solamente por su sectarismo antirreligioso, sino también porque justo a la desamortización de los bienes de la Iglesia, eliminó los ejidos comunales de los indígenas. El período de Juárez se vio interrumpido por un breve período en el que por imposición de Napoleón III, en la expedición militar franco-española, ocupó el poder Maximiliano de Austria (1864-1867), y fusilado en Quereteno, poco más tarde. A Juárez le sustituyó en el poder Sebastián Lerdo Tejada (1872-1876). Quien había estudiado en el Seminario de la Puebla, Tejada acentuó la persecución religiosa, permitiendo el incendio de iglesias y el asesinato de sacerdotes. Durante ese gobierno se expulsó de México a las –Hermanas de la Caridad— que sumaban unas 500 aprox. y atendían a unas 15.000 personas. Todos estos actos provocaron otro alzamiento armado llamado de los Religioneros (1873-1876) cuando el campesinado católico se armó y luchó contra el gobierno ateo de Tejada.
    Durante el Gobierno del general Álvaro Obregón (1920-1924) las relaciones entre el Estado y la Iglesia fueron aún más tensas, sin poder llegar a un acuerdo conciliador. Los choques entre los miembros del CROM organización sindical de inspiración marxista-leninista y los de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM) se convirtieron en noticia cotidiana. Aunque también hay que destacar que aquellos años fueron convulsos no tan sólo por el enfrentamiento militar y la guerra civil que sacudió el país durante años sino por el sinfín de asesinatos que pusieron fin a la vida de sus presidentes; el presidente Madero fue asesinado en 1913, Zapata es asesinado en 1919, el presidente Carranza en 1920, Villa en 1923, y el general Obregón, más tarde presidente, también sucumbirá ante las balas asesinado en 1928. Las revueltas campesinas, los golpes de Estado y el crimen se convierten en la norma política.
    EL CONFLICTO ENTRE EL ESTADO Y LA IGLESIA
    Desde los inicios del Cristianismo en México siempre ha habido problemas entre la Iglesia y el Estado, problemas que iban desde represalias como las hubo en la Nueva España (nombre antiguo de la República Mexicana) hasta grandes rebeliones y muertes como en la cristiada. El capítulo más virulento de este enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado duró tres años, desde 1926 hasta 1929, con el movimiento armado de los Cristeros.
    La Cristiada empezó cuando por decreto nacional, el presidente de aquel entonces Plutarco Elías Calles hizo valer los artículos de la Constitución Mexicana, que eran el 3º, el 5º, 24º, 27º y 130º, que atentaban contra las libertades y derechos de enseñanza, asociación y propiedad de los derechos religiosos. En el período en que gobernó México Elías Calles, tuvo que luchar, a su entender contra tres enemigos; los latifundistas nacionales, los inversionistas extranjeros y la Iglesia. La rebelión no se hizo esperar. Se trata de la epopeya trágica de los cristeros, que, como sus hermanos de la Vendée, la región de Francia, que continuó luchando por su identidad católica y monárquica, durante la Revolución Francesa en 1789. Estas revueltas contrarrevolucionarias, son un mero ejemplo de la lucha por la Fe. Tanto los vandeanos franceses, como los carlistas españoles, los miguelistas portugueses, o los propios cristeros que son la más ferviente demostración de la existencia de un verdadero pueblo contrarrevolucionario. Los cristeros mexicanos exceptuando la participación de los Requetés en la Guerra Civil Española (1936-1939), pueden considerarse en pleno siglo XX, los últimos grandes cruzados de la Cristiandad. Aquellos hombres lucharon formando bajo la Bandera del Sagrado Corazón de Jesús: 200.000 hombres armados, apoyados por las llamadas “Brigadas Bonitas” (mujeres que tomaban a su cargo la sanidad, la intendencia y las comunicaciones). En 1925 el Gobierno revolucionario de México, ante la imposibilidad de someter a la Iglesia a su voluntad, decide crear la Iglesia Nacional Mexicana, separada de Roma, en la que el poder político pueda elegir a los obispos. Se la denomina Iglesia Católica Apostólica Mexicana. Y la cabeza visible de esta iglesia herética es el cismático Joaquín Pérez, que se hace llamar Papa de la Iglesia Nacional Mexicana. La unión popular juega un papel fundamental en el oeste mexicano, en la organización de la rebelión cristera. Los enfrentamientos entre el sindicalismo revolucionario y el sindicalismo católico son frecuentes y causaran muchas víctimas. En 1925 se crea la Liga Nacional de Defensa Religiosa, cuyo principal fin es la lucha política. En 1926 Calles intensifica su política anticlerical cerrando 129 colegios y clausurando 30 iglesias. Anunciando que continuará intensificando su política antirreligiosa. Expulsado a los sacerdotes católicos extranjeros y abriendo las puertas a los metodistas norteamericanos. También acabará expulsando a los delegados apostólicos de la Santa Sede. Ese mismo año, Calles, decreta la suspensión del Culto Católico para el 31 de julio del mismo año. Entre julio y agosto del año 1926 comienzan los primeros levantamientos cristeros. Estos levantamientos se traducen en grupos de 50, 60, 100, 300, 500 hombres, con pocas armas, pero todos ellos dispuestos a morir por su fe. En 1927 llegan a ser más de 20.000 los cristeros en armas, dominando Estados enteros de México.
    El ejército federal esta compuesto en 1927 por unos 80.000 hombres, sin contar las milicias agraristas que son armadas para combatir a los cristeros y que en su mejor momento cuentan con 20.000 hombres. Además el gobierno cuenta con 8.000 hombres de tropa de los Estados y unos 6.000 policías rurales. El Estado Revolucionario cuenta con unos 115.000 efectivos para combatir a las Cristiada, además de un presupuesto importante del Estado que le dedica sus mejores partidas; cuenta con fábricas de armamento, con 14.000 oficiales, asesores norteamericanos, artillería y aviación, la fuerza aérea mexicana participará en la operación con más de 60 aeronaves. Por su contra, los cristeros movilizan a más de 200.000 efectivos..mal armados al principio, sin artillería, ni aviación, ni con suficientes municiones..pero con un aliado mucho más fuerte, su fe en Dios. La infantería federal fue ineficaz y sólo sirvió para defender las guarniciones o para proteger las líneas férreas. En cuanto a la caballería federal, fue ampliamente inferior a la cristera, que se caracterizaba por sus hábiles jinetes y conocedores del terreno. Los federales utilizan la técnica de las “concentraciones”, llevada a cabo por Weyler en Cuba. Es una táctica tan sencilla como cruel. Como característica a señalar en esta guerra, decir que el ejército federal no hace prisioneros: interroga y después fusila, degüella o ahorca a los cristeros. La guerra cristera se presenta como una guerra de desgaste donde ninguno de los bandos contendientes parece capaz de someter al otro. Un agregado militar norteamericano señala la ausencia de un jefe supremo entre los cristeros como factor de su posible derrota. La persona escogida es el general Enrique Gorostieta, un antiguo héroe militar mexicano. Los cristeros se especializan en los sabotajes y asaltos a trenes, de tal forma que el ejército federal se queda prácticamente bloqueado. Las deserciones en el ejército federal empiezan a ser muy frecuentes y preocupantes, llegando a la cifra de 30.000 en 1928. La guerra se desarrolló entre 1926-1929 y el gobierno tuvo que aceptar un compromiso debido al tremendo apoyo popular que levantaron los cristeros a su paso. El avance se vio frenado por la orden llegada de la Santa Sede de deponer inmediatamente las armas, y que, a pesar de los éxitos fue inmediatamente obedecido por las tropas cristeras. Hubo muchos fusilados que morían al grito de “¡¡Viva Cristo y Nuestra Señora de Guadalupe!!” Entre ellos estaba el padre Miguel Agustín Pro, beatificado por Juan Pablo II en 1988. El 22 de noviembre de 1992, en la solemnidad de Cristo Rey, Juan Pablo II beatifica a 22 sacerdotes mexicanos y a tres jóvenes laicos de la Acción Católica, martirizados durante la Guerra Cristera.
    Los combatientes católicos son conocidos despectivamente durante la guerra cristera por sus enemigos como los Cristos Reyes o los Cristeros; ya que su signo es un crucifijo en el pecho, su bandera la mexicana con la Virgen de Guadalupe y sus gritos de guerra: ¡¡Viva Cristo Rey!! y ¡¡Viva la Virgen de Guadalupe!! Por ello, no se puede entender la historia de México, sin la labor evangelizadora de los españoles. Como el vasco Juan de Zumárraga, obispo de México en 1531. Pero para entender la situación convulsa que llevó al enfrentamiento eclesiástico en México, lo debemos a la mala política de los Borbones. Con los Austrias, sus gobernantes sabían respetar a la Iglesia. No así, los Borbones que entienden la modernidad como el sometimiento de la Iglesia al poder político. La persecución del Rey Carlos III y sus ministros masones contra los Jesuitas llega a Nueva España donde 500 padres de la Compañía de Jesús son expulsados. Ya en 1767 el pueblo mexicano se arma y se amotina contra la expulsión. Con esta no será ni la primera ni la última revuelta armada de los católicos mexicanos por defender su tradicionalismo religioso.
    La paradoja es que, el único país moderno que mantiene una constitución atea en vigor es México. Que además es el país que acoge con más júbilo la llegada y visitas del Papa, y el que sostiene el santuario más visitado del mundo: Guadalupe.
    Los polémicos “arreglos” que significaron el fin de la primera guerra cristera ponen de relieve la heroicidad de los cristeros y su importancia a la hora de someter a la Revolución atea. En primer lugar los cristeros no se alzan obedeciendo órdenes de sus obispos, más bien se levantan en armas contra su consejo. La cristiada no es fruto de una conspiración de unas elites, sino del entusiasmo de un pueblo. La situación de la guerra es tan favorable a los cristeros que bien se puede calificar 1929 como su momento de máximo apogeo. Los arreglos fueron considerados por la masonería como un triunfo sobre la iglesia católica. Respecto al apoyo de los cristeros, cabe decir que sólo dos obispos se “echan al monte”, viviendo en clandestinidad, para poder administrar sus diócesis en medio de la guerra: Mons. Amadeo Velasco, Obispo de Colima y Mons. Orozco y Jiménez, Arzobispo de Guadalajara. Y en cuanto a los sacerdotes: unos 3.500 acataron las leyes y abandonaron sus parroquias. Se calcula que un centenar de sacerdotes se manifestaron hostiles a los cristeros. Estos sacerdotes eran miembros de la Iglesia Nacional Católica de México, una iglesia herética separada de Roma. Durante el conflicto son ejecutados 160 sacerdotes: 69 de la Archidiócesis de Guadalajara, 38 en Jalisco, 8 en Zacatecas, 28 en Granajuato, Diócesis de León, y 17 en la Diócesis de Colima. Jean Meyer, en su estudio sobre los cristeros, contabiliza una relación de unos 250 mártires que reúnen las características propias del martirio que exige la Iglesia Católica: espíritu de sacrificio martirial, amor a Cristo y a la fe, y morir asesinados por ser católicos o por simple odio a la fe y acoger la muerte perdonando a los verdugos.
    En 1927 los principales jefes militares que combatieron a los cristeros fueron los generales Eulogio Ortiz, Anacleto López y Gonzalo Escobar, designándose a este último como jefe de la campaña. Y los héroes de la Cristiada, los campesinos armados que fueron dirigidos por hombres como los generales Fermín Gutiérrez, Enrique Gorostieta o Luis Ibarra; el coronel José Bejarano, o Anatolio Partida. Los capitanes; Sebastián Bañuelos, Miguel Anguiano, Sebastián Arroyo, Cisneros y Arreola entre otros. La revuelta que duró tres años, fue llevada a cabo por el movimiento campesino autónomo más importante de América Latina durante el siglo XX. El levantamiento supuso la reacción de una sociedad campesina, tradicional y católica contra el autoritarismo del Estado nacido de la Revolución de 1917. Además un evento de la historia de considerable importancia y que no es tratado en ningún libro de texto. Hay que tener en cuenta que los grandes movimientos contrarrevolucionarios de la historia moderna, y el de los cristeros en particular es un movimiento popular, que se alzó para defender un modo de vida contra una reforma anticatólica que pretendía borrar al Cristianismo de América Latina. Los Cristeros se alzaron como los antiguos Cruzados de la Edad Media para defender lo más sagrado de su existencia, la Fe en Dios. Y como tal deben ser recordados como héroes, y tratados como soldados. Porque como manda la Ordenanza del Requeté, los soldados de la Tradición, habrán de tener su puesto en el Reino de Dios. Los Cristeros al igual que los Requetés lucharon por la misma causa, su Fe en la Tradición. Y en consecuencia, no debemos olvidarnos de sus históricas hazañas y lamentablemente de las persecuciones, torturas y asesinatos a los que fueron sometidos los Cristeros por creer en Dios. Si hoy podemos hablar de existencia del cristianismo en México es gracias a los cristeros, que supieron ser fieles a Dios y a la Iglesia en todo momento y hasta las últimas consecuencias.

    D. DAVID ODALRIC DE CAIXAL I MATA
    Historiador colaborador del Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejército.
    Historiador colaborador Foundation Ecole Militaire de Saint-Cyr.
    Historiador colaborador US Army Military History Institute.
    Historiador colaborador The Strategic Studies Institute of the Army War College.
    Historiador colaborador del Aula de Cultura de Defensa.
    Historiador Colaborador del Museo Nacional Militar del Dia-D (Universidad de Nueva Orleans-EEUU).
    Miembro de la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y Guardia Civil.


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    David Odalric de Caixal i Mata






  2. #2
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    CARTA A MI ESPOSA, DE JOSE MARÍA FERNANDEZ. CRISTERO

    30 noviembre, 2010



    por cristero07

    “Mi querida esposa:
    El lápiz se me cae de la mano, no sé si escribirte o no hacerlo: digo esto porque si te escribo, quizá vaya a aumentar tus dolores; si no te escribo te formarás el concepto de que no te amo, de que no me acuerdo de ti ni de esos hijos tesoro de mi existencia por quienes he derramado abundantes lágrimas.
    Voy a decirte: ¿Tendrás valor para escucharme? El 27 de abril de 1927 salí como te dije en una carta que a México te escribí de Tepalcatepec, y creo que recibirías, salí de San Isidro a Coalcomán a verme con don Guadalupe Lucatero, con el objetivo de arreglar el asunto del ganado que tú supiste; pero a mi llegada a dicho lugar, encontré que el señor Lucatero andaba levantado en armas, y una multitud, por no decir que todos, lo secundaron, inclusive el señor que tu sabes. Llegar yo y ver aquel regocijo, que el pueblo en masa aclamaba a Cristo que expuesto en la Custodia veía quizá con sonrisa placentera el entusiasmo de sus hijos deseosos de su Dios, al que hombres sin conciencia querían expulsar de las iglesias, de los hogares, etc.
    Ver yo aquel alboroto y sentirme entusiasmado, todo fue uno. La sangre hervía en mis venas,¿y? ¿quieres que te diga?, ¿no te enojas?, hubo unos instantes que me olvidé de mi esposa y de mis hijos, y enchido de febril entusiasmo también yo salí y grité con toda la fuerza de mis pulmones: “¡VIVA CRISTO REY!” -Desde ese instante soy soldado de Cristo, y ya verás que tu esposo no rayando a sus sirvientes, no tratando de ganados, no haciendo negocios, sino lo verás con el arma en la mano defendiendo la fe de mi esposa, de mis hijos y la mía. ¿No es esto una prueba del amor que te tengo?… Aquí estoy cumpliendo con un deber de cristiano, y abrazado con una cruz tan pesada que apenas puedo con ella. ¡Cuántas cosas! Hambres, fríos, persecuciones y calumnias, pero lo que más me duele y hace sufrir, es el recuerdo de ustedes… Sé que sufres mucho, querida mía, tú, no acostumbrada a ningún contratiempo de la vida, la única en tu casa y tratada siempre con el mayor esmero!
    Y ahora ser yo el autor de tus sufrimientos. ¡Pero que digo, si sé que también eres cristiana y secundarás mi obra en forma distinta!
    Yo con el arma y tú con la resignación, yo tostado del sol y hambriento y tú con tus plegarias, estamos fundidos en el mismo crisol trabajando por el mismo ideal y nuestra vista fija en el mismo punto… Dios… Imagínate que hay veces que tenemos combates que duran sin cesar 24 horas y que a diestro y siniestro caen sin vida nuestros valientes soldados. Muchos han muerto en mis brazos y al morir ¿sabes cuál es su última palabra?: “¡VIVA CRISTO REY!” Y enseguida van a recibir su palma a la Gloria… Yo tengo la esperanza de verlos a ustedes aquí en la tierra, pero si muero ten el valor de la señora Gutiérrez” -doña Carmen Alfaro Madrigal viuda de Navarro Origel- “No me llores, por el contrario ofrece a Dios el sacrificio de mi vida, y ¡vive Dios! que si me pierdes en la tierra me tendrás más solícito velando por ustedes en el Cielo. Desde aquella mansión de paz rogaré por ustedes y por todos aquellos que le hagan bien… Por acá se habla de arreglos; ojalá, ojalá y esto sea como lo hemos pedido. Nosotros no cejaremos ni un momento: vencer o morir, así lo hemos pretendido, ofrecido con juramento, y de no ser como lo hemos pretendido, que Dios mejor me quite la existencia.
    Te abrazo desde estas regiones desoladoras, y aunque personalmente no estoy con ustedes, sí estoy con pensamiento y los ideales. No te he abandonado, estoy contigo; pero una fuerza superior e irresistible me obliga a dejarlos. Hay algo más grande que la esposa, los hijos y los bienes, y es Cristo por quien lucho, por quien sufro, por quien se debe dejar lo más querido de este mundo. Tocó mi corazón una vez, otra más, y entonces corrí como Saulo y le dije: “¿que quieres, Señor de mí?” “Anda” me dijo, “defiéndeme porque mis enemigos me acosan” . Sin esperar más y sin vacilación ninguna, dejé cuanto tenía: intereses, negocios, y lo más grande, lo más querido: mi esposa y mis hijos. Es muy dulce sufrir por CRISTO REY.
    En nuestros sufrimientos tenemos mucho de consolador. Sabemos que nos dicen: bandidos, salteadores, en fin un cúmulo de calumnias. Pero ¿qué importa?, también a Cristo lo calumniaron, ¿y no El mismo ha dicho: “bienaventurados los que padecen persecución por la justicia?”… Por mi no te aflijas, al contrario, vive satisfecha de tu esposo. No te preocupes por el porvenir. Dios estará contigo. ¿Crees que dejará a la familia del que todo lo dejó por El? Imposible. Ya tengo hecho mi pacto con Dios: casi a diario, por no decir todos los días, lo recibo en mi pecho y todo se reduce a hablarles a ustedes… A mis hijos, hazles ver que si los dejé, fué por Dios, no vayan a creer que fueron abandonados por otra causa. Háblales siempre de Dios…
    Adiós, mi querida compañera, único depósito de mis sinsabores y dichas; contigo abrazo a mis queridos hijos y sabes que si no nos vemos en la tierra, viviré para ustedes en el cielo.
    Tu esposo, José María Fernández .
    Dios y mi derecho.
    ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE! ¡VIVA EL PAPA!


    *José María Fernández muerto en combate el día 9 de Mayo de 1929


    CARTA A MI ESPOSA, DE JOSE MARÍA FERNANDEZ. CRISTERO « Ecce Christianus
    Pious dio el Víctor.

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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    A 85 años de la Ley Calles y San Miguel de la Mora

    26 junio, 2011

    tags: Cristeros
    por cristero07

    “No temeré ya más aunque me ataque un ejército entero: Dios es mi protección en el combate y en Él seguro espero” Salmo 27


    EL próximo 2 de julio, se cumplirán 85 años de la publicación de la tristemente famosa “Ley Calles”, cuya aplicación dió pie para el levantamiento armado en defensa de la fe por medio de La Cristiada y sus consecuentes mártires.
    “Las iglesias y las agrupaciones religiosas tendrán personalidad jurídica como asociaciones religiosas una vez que obtengan su correspondiente registro. La ley regulará dichas asociaciones y determinará las condiciones y requisitos para el registro constitutivo de las mismas…” Extracto de la Ley Calles
    Al iniciar la segunda mitad del siglo XIX a raíz del establecimiento de la República Federal Laica con las perversas Leyes de Reforma, comenzaron a manifestarse fuertes encontronazos entre los sucesivos gobiernos estatales y federales con los integrantes del Clero Católico, para arrebatarle el presunto poder que éste tenía en las conciencias desde la época virreinal, y para impedir que, como había sido costumbre hasta entonces, los obispos y los sacerdotes pudieran tener cargos públicos.

    Esta larga serie de desavenencias tuvo uno de sus más fuertes estallidos precisamente hace 85 años. Uno de los primeros estados en que dicho conflicto estalló, fue precisamente en Colima, donde comenzó a manifestarse a partir desde que en febrero de 1926, el presidente Plutarco Elías Calles envió a los gobernadores un telegrama instándolos a poner realmente en práctica la Constitución en materia religiosa, para meter en cintura a los obispos que, según él, se habían atrevido a desafiarlo, al republicarse una vieja declaración que uno de ellos había emitido en 1917, calificando a la Constitución de atea.
    Jean Meyer comenta: “En el estado de Colima se asistía al ensayo general de lo que iba a ser la crisis nacional en julio. El 24 de marzo, la legislatura limitó a 20 el número de sacerdotes y los obligó a inscribirse ante las autoridades… Las condiciones podían parecer propicias a su tentativa: pequeño estado aislado, obispo enfermo, anciano y de carácter dulce, población pacífica, gobierno omnipotente. Para la ciudad de México, el asunto valía la pena: si el clero de Colima cedía, creábase un precedente, y las demás diócesis irían cayendo en cadena…”
    Inmediatamente el licenciado Francisco Solórzano Béjar, gobernador sustituto del doctor Gerardo Hurtado, se dispuso a cumplir con las instrucciones presidenciales, para controlar a la Iglesia y restringir los derechos religiosos de la población local, pero sin tomar en cuenta que en un 99 por ciento de sus gobernados profesaba ese credo.
    Los primeros actos que el gobernador Solórzano emprendió en ese mismo sentido, iniciaron con la confiscación del edificio del Seminario para transformarlo en cuartel. Luego reglamentó tan rigurosamente los toques de campana que, entre tocarlas y no tocarlas, el señor obispo prefirió en diciembre que se quedaran mudas. Más tarde Solórzano incautó el templo de La Salud para convertirlo en la sede de un sindicato y, finalmente, el 24 de marzo de 1926, mediante la publicación del decreto 126, se dispuso a imponer la insensata idea de que sólo podrían ejercer el sacerdocio 20 clérigos en todo el estado y ello a condición de que se registraran ante las autoridades municipales para conseguir su licencia. Advirtiendo que el día 5 de abril siguiente lo ordenado entraría en vigor.
    “Fué entonces cuando el venerable clero, encabezado por Mons. Francisco Anaya y el Padre Don J. Jesús Ursúa, en cuerpo colegiado y con gesto de sublime heroísmo, se presentó a su anciano Obispo para decirle: Estamos todos dispuestos a sufrir y aún a morir si es necesario, antes que claudicar. Estamos prontos a echar sobre nosotros la ira de los hombres antes que entregar en manos impías los Derechos de Dios y de las almas. Será Vuestra Señoría Ilma., quien iluminado por Dios, acuerde lo conducente. Contará, ayudándonos Dios, con todo su clero. Y también fue cuando, Obispo y Sacerdotes colimenses en viril documento, manifestaron que no podían ser traidores a Cristo poniendo en manos de los hombres de la Revolución impía a su Santa Iglesia”. Spectator, Los Cristeros del Volcán de Colima. T. I págs. 43-44.

    El Clero y el pueblo se solidarizaron con su Obispo animándole a la justa resistencia. El Obispo Amador Velasco, pese a estar ya muy anciano, convocó, para ese mismo 5 de abril a una gran manifestación popular que marchó hacia el jardín Libertad frente a Palacio de Gobierno para que unos representantes suyos trataran de entrevistarse con el gobernador y exigirle la derogación del Decreto, pero desafiando al pueblo, éste dijo que nada ni nadie lo haría cambiar en su decisión y, para rubricar su negativa ordenó a los policías apostados en la parte superior del Palacio que hicieran algunos disparos para dispersar a la multitud, en tanto que, algunos funcionarios de los que estaban en los balcones de Palacio, dispararon directo a la plaza y sobre la gente, corriendo la sangre, provocando los primeros héroes y mártires colimenses.
    En ese contexto de represión apareció en Colima el general Benito García, furibundo anticlerical, quien comenzó a perseguir a los sacerdotes que, por haberse negado a cumplir con el dicho decreto, fueron acusados de rebelión y, de paso, a reprimir a los ciudadanos que les ayudaban a escapar o los escondían.
    Algunos sacerdotes tuvieron entonces que salir del estado y seguir ejerciendo su ministerio en el ámbito más amplio de la propia diócesis; pero algunos pensaron que no era posible dejar a sus feligreses sin los auxilios espirituales y decidieron permanecer en sus respectivas parroquias, refugiándose en las casas de amigos y conocidos.

    SAN MIGUEL DE LA MORA PRIMER SACERDOTE MÁRTIR DE LA DIÓCESIS DE COLIMA
    Este sacerdote, había nacido en Tecalitlán, Jalisco, el 19 de julio de 1874, y crecido en el rancho El Tigre, aprendiendo las labores de campo y convirtiéndose en un excelente jinete. Pero al entrar en la adolescencia sintió el llamado sacerdotal y pidió a sus papás que lo dejaran inscribirse en un Colegio Seminario. Como para entonces la diócesis de Colima ya había sido erigida y abarcaba entre su territorio a la parroquia de Tecalitlán, los padres del aspirante aprovecharon que ya uno de sus hijos mayores estaba viviendo en Colima, y lo inscribieron en el Seminario Conciliar de la Diócesis.
    Según los datos de que disponemos, Miguel de la Mora parece haber sido un estudiante muy dedicado y recibió la ordenación sacerdotal (por datos de sus familiares) en 1906 por el Excmo. obispo Amador Velasco.
    Sus primeros años como sacerdote transcurrieron atendiendo a los fieles de Tomatlán, Jalisco, de donde pasó a servir en la entonces muy próspera y muy poblada Hacienda de San Antonio, Colima, de donde fue enviado posteriormente a la vecina parroquia de Zapotitlán, que como otras poblaciones del Sur de Jalisco, sigue perteneciendo a la diócesis de Colima.
    Desde Zapotitlán fue llamado para fungir como capellán de la Catedral. Cargo que estuvo desempeñando simultáneamente con el de director de la Obra Diocesana por la Propagación de la Fe, y atendiendo las necesidades espirituales de las monjas y de las alumnas del Colegio La Paz.
    En 1926, como ya se dijo, el gobernador Francisco Solórzano Béjar atenazó a la Iglesia de común acuerdo con el presidente Plutarco Elías Calles, quien después de haber visto el experimento hecho en Colima y en Tabasco por los respectivos gobernadores anticlericales, el 2 de julio de ese mismo año promulgó una ley similar, pero de ordenamiento nacional, a la que se conoció simplemente como “La Ley Calles”, que recibió un amplio rechazo del clero y la feligresía.
    El gobernador quiso imponer el cumplimiento de la ley, pero el clero se resistió a ello, promovió un boicot contra los productos y servicios del gobierno y, finalmente, no pudiendo llegar a ningún entendimiento, el obispo se decidió a decretar la suspensión de cultos y el cierre de los templos. Los católicos se sintieron sumamente agredidos por el gobierno y éste, sin medir las consecuencias, ordenó al obispo y a los curas reabrir los templos e irse a registrar ante las autoridades como lo estipulaba la ley. Pero el clero se resistió, provocando el endurecimiento del gobierno en contra suya.
    Los comerciantes de quejaron ante el gobernador de que ya casi no vendían nada porque los católicos redujeron las compras a lo mínimo indispensable. Solórzano, pese a saber la repulsa generalizada que habían generado sus disposiciones nugatorias contra los derechos religiosos, se negó a retractarse y buscó la manera de encontrar una salida que no lo dejara tan mal parado ante Calles y la opinión pública, y le solicitó a don Daniel Inda, don Andrés García y don Tiburcio Santana, tres señores muy reconocidos de Colima, que se entrevistaran con los representantes del clero para ofrecerles transigir a condición de que reiniciaran el culto. El padre Jesús Urzúa, secretario del Obispado, dijo que no había garantías sobre lo propuesto y condicionó a su vez la reanudación del culto a que se derogaran el decreto del gobernador y no se aplicara la “Ley Calles”. Propuestas que Solórzano no aceptó y, para acabar de agravar la situación, un general de apellido Talamantes comenzó a cometer graves abusos en contra de la población católica e incluso graves e inmerecidos “ajusticiamientos”, como el ocurrido en septiembre de 1926 cuando, tras de haber aprehendido a 30 ciudadanos que según él conspiraban contra el gobierno, mandó fusilar a ocho.
    La noticia se publicó incluso en el periódico Excélsior, pero el general Talamantes, su perpetrador, ni se inmutó y, por el contrario, continuaron los encarcelamientos, los tormentos en las celdas clandestinas, las desapariciones y los asesinatos, como el que se cometió en contra de cinco mujeres colimenses que, un día de a principios de octubre, aparecieron colgadas en las ramas de los sabinos de junto a la “Piedra Lisa”.
    El año de 1926 cerró, pues, con muchas complicaciones y alteraciones sociales. En enero de 1927 un grupo de jóvenes católicos decidió finalmente, levantarse en armas para defender sus derechos y combatir la violencia con fuego. Dando inició así a La Cristiada formalmente dicha. Por lo que la persecución de los gobiernos federal y estatal se agudizó azuzando a ejidatarios y agraristas en contra de los llamados cristeros y aquello se convirtió en una guerra cívico-religiosa. Tanto que hacia mediados del año ya se sumaban decenas de muertos en las hostilidades.
    Al padre Miguel de la Mora, quien seguía viviendo en Colima, le tocó que uno de los generales que estaban participando en ese conflicto, se fuera a vivir en una casa rentada situada precisamente enfrente de la suya, de manera que no tardó en ser identificado y hecho prisionero. Un grupo muy importante de ciudadanos católicos intercedió por él y pagó una fianza para que lo liberaran y así se hizo, pero le dieron la ciudad por cárcel y un plazo para que, una de dos, o reabriera la Catedral con un culto independiente de la Católica bajo vigilancia y obediencia a la autoridad civil, o volviera a la cárcel.

    A principios de agosto de 1927, viendo que el plazo se le iba a vencer, el padre De la Mora no quiso traicionar a su fe y decidió salir en secreto de Colima, acompañado por su hermano Regino y el padre Crispiniano Sandoval, vestidos con ropa común.
    Un amigo les prestó el día 6 un coche para que, durante la madrugada del 7 los trasladara hacia la Hacienda de La Estancia, de don Luis Brizuela, en donde unos mozos los estarían esperando con cabalgaduras para tratar de escapar hasta el rancho de El Tigre, donde los dos hermanos habían nacido y crecido.
    Desde La Estancia avanzaron a caballo hasta la antigua hacienda de Cardona (hoy ya desaparecida), en donde unos agraristas reconocieron al padre y aprehendieron a los tres para llevárselos presos de regreso a Colima.
    Ninguno de los agraristas conocía, empero, al padre Sandoval y, como se desentendieron de él, logró escapárseles antes de llegar a la ciudad.
    No hubo juicio legal en contra del padre Miguel y de su hermano Regino, pero sí una sentencia inmediata de muerte. Lo que se supo en ese sentido fue que, casi en cuanto los agraristas llegaron con sus prisioneros al edificio del antiguo y muy querido seminario donde Miguel de la Mora había hecho sus estudios (convertido en ese momento en cuartel, y que hoy es la escuela primaria Gregorio Torres Quintero), el general les formó un cuadro de fusilamiento pasado el medio día, del 7 de agosto de 1927. Convirtiéndose así, el padre Miguel, en primer sacerdote mártir de la diócesis de Colima.En un carro fúnebre, llamado “mariposa”, fue llevado al Panteón Municipal, en donde parece que unos parientes pudieron obtener el cuerpo y sepultarlo cristianamente, pero deprisa.
    Días después, el General, creyendo que el padre llevaría en sus ropas dinero, mandó que durante la noche unos soldados exhumaran el cuerpo y extrajeran el dinero imaginado.
    Si lo obtuvieron o no, se desconoce, lo cierto es que de golpe arrojaron nuevamente el cadáver a la fosa sin ningún detenimiento y sin depositar nuevamente el cadáver en el féretro, sino que sobre el cuerpo arrojaron la caja y la tierra que sellaría la tumba hasta dos años después, cuando, formada una comisión especial, exhumaron los restos y los trasladaron a la Catedral, en la cripta que el pueblo llama “Capilla de los Mártires”, en donde espera la resurrección final.
    Pedro Sánchez Ruiz. Nacimiento, grandeza, decadencia y ruina de la nación mejicana.
    Abelardo Ahumada. Columna Diario de Colima
    Saints.SPN.com

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    Sermón para Mártires Cristeros



    12 de Mayo de 1921
    Catedral de Morelia, Michoacán
    Sr. Cgo. Lic. Don Luis María Martínez


    “Solamente la Iglesia con su decisión infalible puede otorgar a un hombre el dictado glorioso de mártir. Pero sin prevenir ese juicio supremo, nosotros podemos afirmar que la muerte de nuestros hermanos sacrificados el 12 del mes de mayo que acaba de pasar, fue heroica, fue gloriosa, fue una gracia insigne de Dios para ellos y para nosotros.
    Mas la gracia de Dios no es algo aislado, sino algo que forma parte de una maravillosa cadena; no es una estrella perdida en el caos, sino un astro que entra en el concierto armonioso del universo; no es una flor que languidece en la soledad, sino que abre su cáliz para mezclar su aroma con todos los perfumes de una primavera; no es un relámpago que se pierde en la oscuridad de la noche, sino una espléndida mañana que brotó de una aurora y tendrá su mediodía.

    Dios eligió a sus víctimas; Dios preparó a sus mártires. Si nos fuera dado sorprender los misterios de las almas, si pudiéramos escrutar la íntima, la sacratísima acción de Dios en los corazones, hubiéramos descubierto en la frente delas víctimas la señal de predilección y hubiéramos seguido en el secreto de su vida interior el hilo celestial que preparaba su fin glorioso. A través del tiempo atrevámonos, hermanos míos, a sondear el misterio, que siempre será dulce para el corazón evocar el recuerdo de los hermanos muertos. Miradlos.
    Es el primero un anciano que consagró su vida a las nobles tareas del magisterio católico”. Julián Vargas-. ” Su virtud característica fue la firmeza inquebrantable de sus convicciones. Guardo incólume en su grande corazón la fe de Cristo sin flexibilidad ni timidez, y cuando pasó por nuestra Patria la racha revolucionaria doblegando los espíritus,como barre el huracán los flexibles tallos en los áureos trigales, él permaneció erguido, digno, sin que lo inclinaran hacia la tierra ni el peso de sus años ni la carga de su pobreza. Fue un hombre, fue un cristiano. Merecía ser mártir. En pos de él va un obrero, un representante de esa clase dignísima a la que en vano pretenden corromper los modernos agitadores porque tiene echadas hondas raíces en la tierra fecundada en la Iglesia; -Joaquín Cornejo- “de alma de niño y corazón de fuego. Paréceme estarlo viendo, como tantas lo vi desde esta cátedra santa, reflejando en sus ojos las santas emociones de su corazón, vibrando al impulso de todos sus nobles sentimientos. Su pasión fue la Eucaristía: acercábase a menudo al banquete de los fuertes, y ¡Cuántas veces después del ímprobo trabajo, ya muy tarde, a la mitad del día, buscaba afanoso en este mismo lugar al sacerdote que pusiera en sus labios la Hostia Santa! Tuvo el anhelo, casi diría la obsesión del martirio, y pienso que con santa tenacidad arrancó al Señor esa gracia suprema. Vosotros obreros que me escucháis, compañeros suyos que recibisteis sus confidencias y fuisteis testigos de su virtud sencilla, decidme si exagero las nobles prendas de nuestro hermano muerto”.
    “También cayó gloriosamente bajo la guadaña de la muerte, en la flor de su edad, un miembro de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana” -Rómulo González Figueroa- “Haré cumplidamente su elogio si digo que poseía el espíritu, todo el espíritu de la benemérita institución: pureza de alma, entusiasmo juvenil, actividad de Apóstol; era lo que debe de ser un joven cristiano: una primavera, con sus floras, con sus perfumes, con sus esperanzas.
    -Yo os felicito jóvenes, porque habéis tenido un mártir y plegue al cielo que, templados vuestros espíritus por su fuerte ejemplo, troquéis mañana el noble entusiasmo de la juventud por el esfuerzo varonil que salve a la Patria.-No olvidaré, mis hermanos, al sencillo, al oculto, al humildísimo cristiano” -Felipe López- “que tantas veces vimos por las calles de esta ciudad con la maroma al hombro. Era muy bueno. No os referiré rasgo alguno de su vida,porque recibió el precioso don de ocultarse siempre. Si pueden las cosas pequeñas compararse a las grandes, el humilde aguador me hace pensar en el prodigioso obrero de Nazaret cuya vida interior fue vulgar a los ojos de los hombres, cuya vida interior fue admirable a los ojos de Dios. -Y después … vienen los héroes ocultos de quienes desconocemos hasta el nombre: la doncella, que a pesar de ruda persecución tenía el valor de ostentar sobre su pecho la cinta azul y la dulce imagen de María Inmaculada. Esta Madre tiernísima le dio sin duda a la fragilidad de su sexo el valor del heroísmo. -Y tantos otros cristianos heroicos que nosotros desconocemos, pero que Dios conoce.
    Mañana, en el día de la eterna justicia, nosotros los conoceremos y estrecharemos su mano fortísima y escucharemos sus íntimas confidencias en el seno de Dios. Dios eligió sus víctimas; Dios preparó sus mártires y nosotros los preparamos también. Sí, nosotros, ¿por qué no decirlo? Cada muerte gloriosa fue sin duda el fruto de una vida cristiana; pero todas ellas son nuestra obra, son el fruto de nuestros esfuerzos de todos por la causa de Dios.
    Cuando hace más de un lustro vimos horrorizados en nuestra Patria la abominación de la desolación, dejamos los católicos el ocioso lecho donde yacíamos, sacudimos el indigno sopor y con los ojos fijos en la Virgen de Guadalupe y estrechando fraternalmente nuestras manos nos decidimos a obrar, a obrar como lo demanda nuestra fe que no ha muerto, a obrar como lo exigen las vigorozas tradiciones de nuestra raza. Comenzamos a unirnos, comenzamos a obrar; si queréis sin orden, sin método, como se agita el ejército entregado al sueño de vivac a quien sorprende el enemigo; por todas partes surgen combatientes, requieren las armas abandonadas en el suelo y entre el confuso rumor de gritos y de órdenes se aprestan al combate.
    Así surgieron, como indicio ciertísimo de que aún quedaba fe y fortaleza en la Nación Mexicana, primero la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, y después la Asociación Nacional de Padres de Familia y los Centros de Obreros y las Damas Católicas, y hasta las jóvenes quisieron tomar parte en el glorioso combate bajo la égida celestial de Santa Juana de Arco.
    Muchos pensaron que aquello nada era: ¡torpes! No acertaron a adivinar la copiosa mies futura en aquellas débiles agujas que verdegueaban en los húmedos terrones. La vida es así; se elabora lentamente, en el silencio. La organización católica comienza a producir sus frutos: frutos de valor, de sangre de bendición. Nuestros mártires son obra de Dios, pero ¡son también obra nuestra! ¡Bendito sean! Esa aurora celestial produjo una mañana radiosa; para describirla es preciso buscar una forma de bronce en aquel libro del Antiguo Testamento que es como la epopeya de la fortaleza y la libertad; es preciso repetir la frase heroica que uno de los esforzados Macabeos arrojó, como un latigazo, sobre el rostro del tirano: “Quid quaeris et quid vis dicere a nobis? parati sumus mori, magis quam patrias Dei leges praevaricari (II Mac. VII-2). ¿Qué buscas? ¿Qué nos pides?, estamos dispuestos a morir más bien que quebrantar las leyes de Dios que recibimos de nuestros padres”. ¡Que actitud tan gallarda, tan digna la del mártir cristiano! Es el tipo del hombre fuerte, porque ha vencido la suprema fuerza, que es la muerte; es el tipo de hombre libre, porque ha roto la última cadena de la esclavitud, que es el temor de morir. Cuando Cristo dijo a los suyos: “No temáis a los que matan el cuerpo” pronunció la última palabra de la libertad. El postrer baluarte del tirano en su lucha contra la libertad es la bayoneta homicida; cuando se acaba el miedo a las bayonetas el miedo a las bayonetas, el tirano se desconcierta y la libertad canta su triunfo.
    Solamente el cristiano posee el secreto de la verdadera libertad, porque solamente él puede gloriarse de vencer a la muerte.
    La actitud del mártir cristiano no es la fría y salvaje del estoico; es más humana; es más divina: el cristiano muere con el amor en el corazón, con las lágrimas en los ojos y en sus labios un grito sublime : el grito del entusiasmo, del amor, de la esperanza. ¿No escuchasteis, hermanos míos, ese grito heroico en la tarde inmortal del 12 de mayo? En medio de los rugidos de rabia de los verdugos, de los ayes de dolor de las víctimas, del ruido de la fusilería, del sorbo rumor de la multitud azorada, ¿No oísteis brotar de los labios moribundos de un anciano ese grito vigoroso, libérrimo, triunfante. ¡VIVA CRISTO REY!, ¡VIVA LA VIRGEN DE GUADALUPE!? Tu escuchaste Señora, el grito de fe y de amor de nuestro hermano heroico, Tú lo guardas en los íntimos repliegues de tu corazón tiernísimo. ¡Madre!, por ese grito, perdónanos. ¡Madre! por ese grito, sálvanos.
    Tú lo escuchaste también, Patria Mexicana, antaño gloriosa y hoy sacudida por terribles convulsiones, y ese grito llevó a tu corazón lacerado el regocijo y la esperanza; no todos tus hijos se han afeminado, no todos se han hundido en el cieno; todavía hay hombres, todavía hay héroes; que sea ese grito la aurora de tu libertad y el presagio de tu salvación. Porque nuestros hermanos murieron por Dios y por la Patria, como lo expresaron muy bien los organizadores de este funeral.
    Más hondamente que las balas homicidas penetró la imagen bendita de María de Guadalupe, y por ella, por su gloria, por defender su honor ultrajado, fueron al sacrificio. Esa imagen bendita prodigiosamente pintada por las rosas del Tepeyac, humedecida con las lágrimas de tantas generaciones, ungida con el amor de todos los mexicanos, encarna para nosotros la Religión y la Patria. ¿Me atreveré a decirlo? Mejor que nuestra gloriosa Bandera, la que conserva en sus pliegues nuestras glorias, la que simboliza nuestros anhelos, mejor que esa bendita Bandera, la Virgen de Guadalupe expresa las profundidades de nuestra alma nacional. ¿Lo dudáis? Cuando en el mes que acaba de pasar, obedeciendo tenebrosa consigna, los socialistas quisieron sustituir en nuestros templos la santa Bandera de la Patria por el exótico pabellón rojo y negro, emblema de odio y de sangre; en muchas ciudades de la República hubo sin duda viriles protestas y actitudes dignas; pero todo esto fue nada ante la inmensa conmoción que provocó en la Patria Mexicana el atentado contra la Virgen de Guadalupe; de todas partes se levantó un clamor de protesta, un grito de indignación resonó en la República entera; el socialismo se suicidó pretendiendo destruir la religión; y supo el mundo que para México hay algo que vale más que su Bandera, la Virgen de Guadalupe; que tocarla es tocar el alma nacional y que morir por ella es morir por Dios y por la Patria. ¡Dichosos nuestros hermanos que lograron enlazar y en un sólo heroísmo los dos más grandes amores de su alma! ¡Benditos ellos que en un solo holocausto ofrecieron su sangre al Dios del cielo y a la Patria de la tierra! ¡Pudiéramos nosotros imitar su ejemplo!
    Para el católico mis queridos hermanos, no es algo raro y extraordinario el heroísmo, porque la Iglesia Católica es la única que posee la Eucaristía, que es la semilla del martirio. Ambiente de heroísmo respiramos al nacer bajo las bóvedas sagradas de las catacumbas; salpicada de sangre de mártires está nuestra Historia; y nunca faltará entre nosotros el martirio como nunca faltará la Eucaristía.
    La Iglesia vive de dos principios, de dos sangres: de la sangre de Cristo que se vierte místicamente en el altar, y de la sangre de los mártires que se derrama de manera cruenta sobre la tierra. Ni la Misa ni el martirio faltarán jamás en la Iglesia. Estas dos sangres, hermanos míos, o más bien esa sangre, porque la sangre de los mártires forma con la de Cristo una sola sangre; esa sangre única es nuestra esperanza, es dulce, nuestra indestructible esperanza. Yo he tenido la audacia de haber esperado siempre la salvación de nuestra Patria; aún en aquellos momentos trágicos en que todo parecía hundirse en horrible catástrofe, yo esperé contra toda esperanza. Me parecía imposible que la Virgen de Guadalupe nos abandonara; no olvidé jamás que hay unos ojos dulcísimos que sin cesar nos miran, un corazón maternal que no cesa de amarnos, y cuando el espantoso cataclismo, vi hundirse el pasado, volví los ojos al Tepeyac para ver si se hundía también la sagrada colina; y al contemplar erguida, firme, serena la celestial imagen, miré tranquilo el porvenir, no vacilaría ahora; y si vacilara, buscaría en la inolvidable calzada de Guadalupe las huellas sagradas de la sangre cristiana, evocaría el recuerdo de la tarde gloriosa, escucharía en lo íntimo del alma aquel grito de vida en los labios del que iba a morir” -Julián Vargas-, “y estoy cierto de que la evocación me devolvería la fortaleza y la esperanza, y que yo gritaría también con todo el entusiasmo de mi alma: ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA VIRGEN DE GUADALUPE! La sangre de la esperanza.
    Creyeron nuestros enemigos que iban a ahogar en sangre nuestros derechos y nuestro valor: ¡ciegos! No sabían que el tónico mejor para el espíritu es la sangre y que la que ellos hicieron derramar fructificaría en la República entera. ¿No veis mis amados hermanos, que en todas partes surgen compactos,organizados, valerosos, grupos de católicos resueltos a defender sus derechos y a morir si es preciso por su Religión? ¿Qué ha pasado? ¿Qué aura divina de fortaleza y libertad sopla sobre la Patria Mexicana? ¡Nada! Es que ha resonado por donde quiera el grito del moribundo, es que la sangre de nuestros hermanos muertos, por todas partes ha fructificado. La sangre es la esperanza. Su voz elocuentísima, que lleva el valor a los corazones humanos, sube a los cielos como una plegaria ardorosa y triunfante y arranca la misericordia al corazón de Dios. ¡Señor!, si nuestras oraciones no han sido suficientes para hacerte olvidar nuestros pecados; ¡Señor!, si nuestras lágrimas no han podido borrar nuestras culpas y nuestros gritos de arrepentimiento no han ofuscado las blasfemias de nuestros enemigos: que la sangre de las víctimas unida a la sangre de tu Hijo traiga a México el perdón y la paz.
    Hermanos: la mañana espléndida de la sangre nos hace esperar el ardiente mediodía de la salvación y de la felicidad. Por eso la muerte de nuestros hermanos nos parece amable y nimbada con la aureola de la gloria; por eso nos sentimos tentados a sustituir los negros crespones por los atavíos jubilosos y a trocar las notas tristísimas del Dies iraepor los acentos regocijados del Te Deum glorioso.
    Más, mientras la Iglesia no pronuncie su fallo inapelable, nosotros tenemos el deber de rogar por las almas de nuestros hermanos, por si todavía necesitan ser purificadas por la oración y por el sacrificio”.

    SEMINÁRIO PERMANENTE DE ESTUDOS SOCIOPOLÍTICOS SANTO TOMÁS DE AQUINO - SPES: Sermón para Mártires Cristeros
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  6. #6
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    ¡QUIÉN LE MANDA NO SER HOMBRE!

    El General miró fijamente a las improvisadas milicias de Cristo. Con decisión alzó su voz:
    “Debemos luchar, ¡debemos combatir por la libertad de la Iglesia!”
    Este grito de guerra resonó en el límpido cielo de Caucentla. Era el General Dionisio Eduardo Ochoa1, jefe de las tropas cristeras del Volcán de Colima. Sus palabras eran también la de Cristo Rey que los llamaba a luchar por la Iglesia. Era un llamado para valientes, un llamado para hombres… Entonces una mujer intervino:
    “Don Nicho, cuente con que todos nuestros hombres se irán con usted a la lucha. No quedará uno sólo sin que tome las armas. Si algún miedoso se queda, de ese nos encargaremos nosotras; no vale la pena que siga viviendo, ¡Quién le manda a no ser hombre!”
    Junto a ella, miles de mexicanos respondieron valerosamente a este llamado dando su vida por Cristo y la Iglesia. Morían gritando ¡Viva Cristo Rey!, sabiendo que el hijo de Dios los recibiría en el cielo como premio a su martirio. Este grito era la respuesta y el eco de otro celestial, del ¡¿Quién como Dios?! del arcángel San Miguel. Era el seguimiento de los mexicanos guadalupanos a su Rey, que murió por dar testimonio de la Verdad.



    1 Gral. Dionisio Eduardo Ochoa Santana fue un militar mexicano que participó en la Guerra Cristera. Fue uno de los iniciadores del movimiento cristero para la defensa de la libertad religiosa en el estado de Colima. Eduardo Ochoa encabezó a los cristeros del Volcán de Colima siendo presidente de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana del estado de Colima y director del Semanario “La Reconquista”. Ochoa y su hermano el sacerdote Enrique de Jesús Ochoa, mismo que fungía de capellán, se refugiaron en las cañadas, bosques, y escondites del volcán de Colima y del Nevado de Colima, cerca de los límites geográficos con el estado de Jalisco, con el motivo de resistir los ataques del Ejército federal. Ochoa murió cuando le explotaron unas bombas que se encontraban fabricando sus soldados en la Meseta de la Yerbabuena.Ecce Christianus
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  7. #7
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    GLOBOS Y BOICOT


    El 4 de diciembre de 1926, de muchísimos sitios de la Capital de México se elevaron 800 globos; tenían más de dos metros y medio de diámetro, y llevaban por un lado en letras muy grandes un letrero que decía Boycot. En el otro lado llevaban el escudo de la Liga de la Defensa Religiosa, y debajo seis banderas nacionales y además tres paquetes de propaganda sujeta con mecha de diverso tamaño para que en los aires saltara primero la verde, luego la blanca y por fin la roja. A una hora fija, la 1:10 pm., se lanzaron los globos, y ya puede figurarse el espectáculo de 800 globos por los aires lanzando una verdadera lluvia de papeles (dicen que eran cinco millones de hojas las que llevaban). La gente se quedaba viendo admirada y se lanzaba a recoger la propaganda; a muchos de éstos que recogían papeles, los pusieron presos.


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  8. #8
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    MENSAJES PARA LOS CRISTEROS


    Pío XI

    “… enseñar al mundo que el Reinado Temporal de Cristo es pacifica y hay que implantarlo, sostenerlo y defenderlo por medios normalmente pacíficos, porque cuando se hace necesario debe implantarse y sostenerse y defenderse con sangre de mártires y heroísmo de cristeros.”
    Así como no basto la palabra sola de Cristo para que su Doctrina arraigara y fue necesario que el redentor muriera en la Cruz, en el mas rotundo de los humanos fracasos, y que cientos de miles de mártires dieran su vida en testimonio de su Fe Cristiana, para que el catolicismo arraigara solidamente en la tierra; del a misma manera, fue preciso que el culto a la potestad real de Jesús, que la necesidad de reimplantar el imperio social, cívico y político del Reinado Temporal de Cristo, fuera predicado por nuestros mártires y nuestros Cristeros, combatiendo estos y muriendo unos y otros al grito de ¡Viva Cristo Rey!, para que aquel culto y esta aclamación se generalizara en todos los pueblos del orbe católico, y para que, mas tarde fructificara espléndidamente su enseñaza y su ejemplo sobre la restauración del Reinado Social, Cívico y político del Rey de Reyes.
    Pío XI
    El 17 de julio de 1927 dirigió al Diario de El Paso Mons. Alejandro Macchi, Obispo de Andria, Italia, un mensaje en el que decía:
    “También desde este lejano rincón de las Puglias, quiero que llegue el mas ferviente y entusiasta saludo del Obispo, del Clero de os Fieles y de todas sus asociaciones, al fuerte y valiente pueblo mexicano, perseguido y bañado con sangre en defensa de su Fe, por la admirable fortaleza con que hace frente y resiste al inicuo tirano. Semejante fortaleza edifca y conmueve al mundo, y no encuentra ejemplo en la historia, sino en los primeros siglos del Cristianismo, cuando la sangre de los mártires era semilla de cristianos”
    El 27 de julio del mismo año, escribía Mons. Nicolás Charikiopulos, Obispo de Chios Grecia:

    “El torrente de sangre que se esta derramando con tan grande generosidad por los perseguidos católicos mexicanos por la causa de Cristo, no solo abrirá a sus almas las puertas del Cielo, según la infalible promesa de Nuestro Señor : Beati qui persecutionem patiuntur propter justitiam”, sino que además fecundará la tierra de México, de la que brotaran juntamente con al paz, almas escogidas, dignas del nombre cristiano, soldados valientes de Cristo Nuestro Señor. Sepan los valientes católicos mexicanos, nuestros hermanos en la fe, que su admirable ejemplo ha producido un bien inmenso en el mundo católico. Ellos con su ejemplo han hecho revivir la Fe y han inspirado el mas puro amor, respeto y veneración para nuestra religión católica”

    El mismo 27 de julio de 1927, escribía el Obispo de Basilea y Lugano, Suiza:
    “Recibimos con sumo interés las noticias de lo que tiene que sufrir por su fe nuestros hermanos mexicanos. Admiramos su heroísmo y el magnifico ejemplo que nos dan de valor y de la fidelidad a la causa de Jesucristo, nos sirve de estimulo y edificación”.
    El 25 de agosto del mismo año, transcribía Mons. Pedro Vera y Zuria, Arzobispo de la Puebla de los Ángeles, el siguiente mensaje de Mons. Miguel Akras, Arzobispo Maronita de Alep, Siria:
    “La terrible calamidad que se desencadeno sobre la Iglesia en México desde hace mas de un año con el fin de aniquilarla, no podía dejarnos insensibles. Con ansiedad y con esperanza recibíamos las noticias de los sufrimientos heroicos y de las ignominias indecibles que han tenido que padecer numerosos mártires. Las noticias traídas por los periódicos y revistas las anunciábamos al pueblo desde el pulpito. Los fieles las escuchaban con visible emoción, recordando los primeros siglos del cristianismo… El mundo entero mientras, condena y estigmatiza el infame proceder de los actuales gobernantes de México, admira en el Clero y en los católicos de aquella gloriosa Nación el heroísmo inteligente y perseverante con el cual sostienen el rudo combate. Con inquebrantable confianza esperamos que por medio de ellos triunfe Cristo Rey”.
    El 27 de septiembre del mismo año, escribía Mons. Luis Zaffarami, Obispo de Todi, Italia:
    “¡Que ejemplo tan insigne y admirable de unión y disciplina y de fortaleza dan a todos los fieles cristianos los católicos mexicanos!. Lucha ese pueblo por vindicar y conservar la libertad de su Iglesia, para implantar y consolidar el reino propicio de Cristo Rey; por doquiera se ve oprimido de la persecución y de los padecimientos; sujetos al destierro y al martirio, más no vencidos, renuevan ellos ejemplos de los cristianos de la era primitiva y siguen fielmente sus huellas”.
    El 5 de marzo de 1928, escribía Mons. Joseph Lo Gonaze, Arzobispo coadjutor de Port au Prince, Haití:
    “Con la Iglesia Católica entera, la Iglesia de Haití, sigue con profundo dolor y grande admiración para nuestros hermanos de México, los sombríos acontecimientos que se desarrollan en ese país. Nuestros corazones sangran ante las torturas que un gobierno perseguidor dirige contra los queridos católicos mexicanos; pero nuestra fe se aviva con la actitud maravillosamente valiente de las victimas de Calles”.
    Poco antes, el 19 de febrero, se reunió en la ciudad de Budapest, Hungría, el congreso de Protesta Contra las Tiranías del Perseguidor de la Iglesia en México, al que acudieron miles de Católicos, siendo presidido el mitin, por l a eminencia, el Cardenal Justiniano Seredi, Arzobispo – Primado – Duque de Hungría, quien abrió el congreso diciendo:
    “Amadísimos hijos míos, Católicos de Hungría:
    Las grandes calamidades que padecen ahora nuestros hermanos los católicos de México, nos han reunido en este lugar, para confesar ante la faz del mundo entero que sus desgracias son también las nuestras, que sus padecimientos nos llegan a nosotros en el alma… pero no solo nos hemos reunido aquí para demostrar nuestro dolor, sino también para reanimar nuestra fe, y enardecer nuestro valor cristiano ante los ejemplos sublimes del heroísmo de nuestros hermanos perseguidos, que nos recuerdan los tiempos de los Macabeos. Hemos venido aquí para rendir tributo de admiración a los que en estos mismos días han dado su sangre por Jesucristo, en defensa de su fe coronados del martirio. Finalmente nos hemos reunido para impetrar de los mártires gloriosos bendiciones y gracias celestiales”.
    Poco después, se congregaron centenares de Católicos Germanos en las dos grandes salas de la Unión de Católicos Alemanes de la ciudad teutona de Friburgo, en la que dijo el prelado Friburgues Mons. Brettle, al exponer el fin del a reunión:
    “Queremos que nuestros corazones latan de amor y de entusiasmo por la religión y que se fortalezcan con el ejemplo y la grandeza del alma de nuestros hermanos de México; queremos demostrar nuestra simpatía y compasión hacia aquellas pobres gentes, perseguidas y maltratadas por defender sus creencias; queremos aprender de ellos a conservar el tesoro de nuestras creencias y a cumplir nuestros deberes presentes y futuros; queremos demostrar que somos una comunidad cuya cabeza es Cristo y la visible, el Papa”.
    En lo anterior no hay ninguna exageración, pues dos años antes, en plena epopeya Cristera, la Santidad de Pío XI dijo en la carta que el Emmo. Srio. De estado, Cardenal Gasparri dirigió el 27 de julio de 1927 al Obispo de Oviedo:
    “El pensamiento y el magnánimo corazón del Santo Padre están fijos constantemente en la desolada Nación Mexicana y en los angustiosos sufrimientos de que son blanco aquellos fieles, tanto mas queridos y dignos de su amorosa solicitud, cuanto mas hoy a la prueba del dolor y hechos espectáculo ante el mundo, ante la historia y ante Dios, para demostrar de que heroísmo sea inspiradora la Fe, y como en el nombre de Cristo, su Iglesia y sus seguidores están siempre prontos a renovar las gloriosas hazañas de los Mártires”.


    Ecce Christianus
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    UNA GUERRA ETERNA





    La lucha es eterna y, desde la creación, se lanzó un grito que con el tiempo se ha hecho un eco, cada vez más sonoro. Los Macabeos lo pronunciaron en las batallas del Antiguo Testamento a defender su patria. Fué lo que los Apóstoles pregonaron por todo el mundo y que animó a los Mártires a dar su vida por Cristo. Fue el grito que se estampó en una época, la Cristiandad, cuando el mundo se regía por el Evangelio. Fue el grito de San Miguel ¡Quién como Dios! el que se escuchó en la resistencia que hicieron los contrarrevolucionarios, cuando el mundo trataba de sacudirse del suave yugo social de Nuestro Señor Jesucristo; lo tomaron los Vandeanos franceses, los Carlistas españoles, los Federales argentinos y, finalmente los Cristeros mexicanos.

    México no es el Gobierno ni las instituciones democráticas que nos dirigen. No es tan sólo su territorio y su población. México son los méritos de los compatriotas que nos han precedido. Es el trabajo del campesino que siembra con sudor el suelo de nuestra Patria. Es la labor oculta de las madres cristianas que, con lágrimas, moldean los corazones de futuros guadalupanos. Es, sin lugar a dudas, la sangre de todos aquellos que lucharon y murieron por un México grande que se identifica con el legado de España. Y es por eso que la lucha Cristera no fue inútil, no. Es el fuego que a veces se arrebata y crece por el fervor patrio de los entusiastas que encarnan el grito de San Miguel; pero que también se aletarga con los tratos burgueses, los negocios fructuosos, los pactos democráticos y las tolerancias suicidas. Pero de las brazas encendidas por el Movimiento Cristero, puede encenderse el fuego que dé paso a una patria nueva, rejuvenecida que, como el ave fénix, de la evocación de sus brazas casi apagadas, renazca al resplendor del Reinado de Nuestro Señor Jesucristo.

    Ecce Christianus
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    EL MÁRTIR INCÓMODO DE LA IGLESIA MEXICANA

    9 febrero, 2012





    José de León Toral

    Cuando el Papa Benedicto XVI, en su próxima visita a México, evoque a los mártires cristeros ante los católicos del Bajío, pocos echarán de menos la mención de José de León Toral. En las cartas que le dirigió a Roberto Pro en 1928, De León ensalza a sus hermanos Miguel Agustín y Humberto Pro, fusilados el año anterior, y le cuenta que va a emular su martirio. En efecto, fue condenado a muerte por el asesinato al general Álvaro Obregón, pero la jerarquía de la iglesia nunca lo nombró mártir de la Iglesia.
    El martirio de los hermanos Miguel Agustín y Humberto Pro Juárez –fusilados sin previo juicio en noviembre de 1927, en plena guerra cristera – motivó al joven José de León Toral a buscar su propio martirio, según le confesó a Roberto Pro, hermano de los mártires y a quien el gobierno callista le perdonó la vida pero lo exilió en La Habana, Cuba.
    “La sangre de los mártires es semilla de buenos cristianos. Yo necesité que murieran tus hermanos para decidirme a moverme. Ahora estoy trabajando con empeño… ¿Por qué ha de ser imposible que lleguemos a morir de una manera tan gloriosa como ellos?”, le comentó De León Toral a Roberto Pro en dos misivas fechadas a principios de 1928 y que le envió a la capital cubana.
    Carta de Toral

    En estas cartas, hasta hoy inéditas, De León le dice a Pro que lamenta el hecho de que “no hayas sido llamado a la acción que consumaron tus hermanos”. Además le informa sobre los buenos ánimos con que trabajan los católicos “por salvar a la Iglesia en México”. Le habla también sobre su vida privada, principalmente de su afición por la pintura y el futbol.
    Gracias a esta habilidad para la pintura y el dibujo, a los pocos meses de escribir sus cartas De León logró acercarse al general Álvaro Obregón y balearlo en el restaurante La Bombilla, de San Ángel, en la Ciudad de México. Con este propósito fué fusilado como los hermanos Pro.
    La primera carta a Roberto, escrita a mano y fechada el 11 de enero de 1928, dice textualmente:
    Sr. Roberto Pro
    Habana, Cuba
    Bastante querido amigo:
    Tal ves te acuerdes de mí, tal ves no; más probablemente sí. Desde la última ves que te vi, ya no te he vuelto a ver y palabra que lo siento mucho.
    Otra cosa que sentí mucho más (en serio) fue que no hayas hecho, o mejor dicho no hayas sido llamado a la acción que consumaron tus hermanos: uno centró, el otro remató; tú (en esta ocasión goal-keeper) imposible que marcaras también tu goal. Pero ¿cuántas veces un portero es el héroe del partido? Ya paraste mucho, te falta todavía más; sólo Dios N.S. sabe si te cambiarán de delantero. Pido que no interpretes para mal mis figuras; solamente para tu bien. Hay señalados muy diferentes caminos para llegar a la patria bien adinerados.
    La cartita que mandaste a tu hermana yo he tenido el gusto de leerla más adelante y el consuelo fue recibido no como procedente de Cuba, sino de mucho más allá. Ya han comenzado a consolarse del todo.
    Hubo una pobrísima sustitución, pero a no dudar con la ayuda de Dios N.S. y los muchachos se podrá cumplir. Esa ayuda ya la hemos visto patente.
    Todos los de mi casa y los amigos te deseamos especiales consuelos, y acabo rogándote me encomiendes en tus oraciones.
    Espero tus letras y quedo tu seguro servidor y amigo.
    Pepe.
    La segunda misiva, también manuscrita y fechada el 8 de marzo de ese año, empieza con un “Viva Cristo Rey” y prosigue:
    Sr. Roberto Pro
    Habana, Cuba.
    Muy querido amigo:
    Espero que te encuentres muy bien de salud, tranquilo de espíritu y con una buena chamba.
    Supongo que recibirías, mejor dicho sé que recibiste una carta mía medio rara. Lástima que no haya recibido contestación, pero tal ves se deba a falta de conductos u otra razón de peso (cubano).
    No obstante, ya ves que te vuelvo a escribir aparte de mandarte multitud de saludos con Anita y tu papá.
    Nuestro Señor tuvo que morir para salvarnos. La sangre de los mártires es semilla de buenos cristianos. Yo necesité que murieran tus santos hermanos para decidirme a moverme. Ahora estoy trabajando con empeño. Te consolará mucho saber que todo este rumbo está muy animado y que se ha logrado algo y esperamos alcanzar mucho más. Algunos muchachos han reaccionado también y otros han comenzado a trabajar.
    No hemos dejado de pedirle a Dios N. S. que te ayude con tu carga; ya lo creo que debe de ser pesada. Sin embargo todo depende del modo como se lleve: una petaca puede descoyuntar un brazo y sobre el hombro cargarse sin fatiga. Dios N.S. todo lo dispone para nuestro bien, ¿por qué hemos de dudarlo? Y si no lo dudamos ¿por qué nos entristecemos? Calculo que tus hermanos han de tenernos santa envidia, están disfrutando de una gloria conquistada con sus trabajos, su santa muerte, y deben estar sorprendidos del premio –inimaginable para nosotros– que superó todos sus cálculos. Se de cada trabajo por insignificante que fuera, hecho por esta causa importante, nos proporcionó un grado más de gloria por toda la eternidad… ¿si hubiéramos durado un día más, un año, diez años más? ¿cuánta mayor gloria no tendríamos? Sí, deben envidiarnos; nosotros estamos en posibilidad de almacenar méritos, santificándonos, y ¿por qué ha de ser imposible que lleguemos a morir de una manera tan gloriosa como ellos?
    Un vaso de agua lo premiará Dios N.S, pero en todo hay distancias: no es lo mismo dar un vaso de agua al que siente deseos de beber que dar ese mismo vaso de agua al que sin él perecería de sed. Los trabajos en que tomamos parte, no lo dudo, son todos por salvar a la Iglesia en México que muere por momentos. Con paga centuplicada ¿quién no trabaja contento? Pero sin la Fe no ganaríamos tanto o pronto decaería nuestro entusiasmo; pidamos a Nuestro Señor nos dé y aumente la Fe. –He seguido jugando football y aún espero llegar a dar color. Sigo estudiando pintura y también tiro muy alto. Estoy trabajando por la causa y ¿me voy a contentar con poco? Comprendo que en football y en pintura podría no convenirme llegar alto, y Dios no me lo concedería, pero en lo tocante a la santificación de las almas Dios nunca falta, sino que supera nuestras esperanzas— Si yo, que comienzo a trabajar ya estoy hablando de paga, tú que vas tan adelantado… deberías pedir a cuenta. Pidamos sin temor de abusar, pues nos tocará más de lo que nos imaginemos.
    Hermano, animémonos mutuamente; no dejes de hacerlo con este tu algo viejo amigo.
    José de León.
    EL DÍA LLEGÓ

    Rumbo a La Bombilla

    José de León Toral (dibujo del magnicidio)

    Cuatro meses después, el 17 de julio, De León Toral toma su cuaderno de dibujo y una pistola Star, calibre 35, y se dirige al restaurante La Bombilla, donde se le ofrece una comida a Obregón, entonces presidente electo de la República. Se acerca al sitio de honor donde se encuentra el general y empieza a hacer su retrato a lápiz. Nadie sospecha del dibujante. Sorpresivamente saca la pistola y dispara directo a Obregón. Después asesta varios tiros en el resto del cuerpo hasta vaciar la pistola.
    Es capturado ahí mismo, ante los aterrados comensales. Se le lleva a la penitenciaría de Mixcoac y, a diferencia de los hermanos Pro, se le somete a juicio junto con la religiosa capuchina Concepción Acevedo –la madre Conchita–, a quien se le achaca la autoría intelectual del crimen.
    De manera increíble y tratando de cuidar las formas, la jerarquía eclesiástica de inmediato se desmarca del suceso. El 6 de agosto monseñor Miguel M. de la Mora, obispo de San Luis Potosí, declaró a la prensa que “no es el clero católico el autor del atentado”, sino “pobrecitos exaltados que han llevado su exaltación hasta dar muerte violenta a un prominente personaje político”.
    LA HISTORIA NOS TIENE OTRA VERSIÓN

    El historiador Francisco Martín Moreno refiere que:
    “Cuando buscaba el tema para la novela, me encontré que en el tiempo transcurrido desde el asesinato de Luis Donaldo Colosio, ya casi 15 años, en ese mismo periodo, pero entre 1913 a 1928, asesinaron a balazos a tres presidentes mexicanos: Madero (1913), Carranza (1920) y Obregón (1928), estalló la revolución y la guerra cristera.
    “Mi preocupación vino al momento de elegir a alguno de los tres y después de revisar archivos encontré que el que tenía más atractivo político, policiaco, diplomático, humorístico, flemático, era el caso de Obregón, porque para sorpresa de muchos se encontró los resultados de una autopsia a su cadáver en el que aparecen 19 orificios de bala”.
    Además, explica el escritor, las heridas son de diferente calibre y trayectoria: tan sólo se le encontraron seis en el pecho, disparados con trayectoria de abajo para arriba y de atrás para adelante.
    Con toda esa información, Francisco Martín Moreno llega a la conclusión de que se trató de una conjura, donde “Toral no era el asesino único como siempre nos quisieron dar a entender”.
    En la hemeroteca, el escritor se encontró con la primera plana de un periódico, fechado el 20 de mayo de 1947, en la que se publica una nota firmada por Leopoldo Toquero con la cabeza: “Fueron 6 los asesinos del general Obregón, o Toral usó seis pistolas”, acompañada de un diagrama del asesinato.
    El también historiador Arno Burkholder nos dice sobre éste tema:
    El 20 de mayo de 1947, en primera plana, el diario Excélsior informó que Álvaro Obregón, el caudillo revolucionario que venció a Francisco Villa, sobrepasó a su mentor político Venustiano Carranza, y ganó dos veces la presidencia de la república, había sido asesinado por varios pistoleros en una comida de celebración en el entonces pueblo de San Angel, 21 años antes.
    El reportaje estaba firmado por Leopoldo Toquero Demarías, quien se presentaba ante los lectores como un viejo reportero de Excélsior que tuvo la oportunidad de cubrir el asesinato de Obregón el 17 de julio de 1928, y que ahora daba a conocer un documento que contradecía totalmente la tesis oficial, en la que José de León Toral, había decidido acabar con la vida del manco Obregón por haber perseguido a la Iglesia Católica.
    En este “reportaje-crónica”, Toquero narró cómo se enteró de la muerte del caudillo. El trabajaba en la fuente policiaca del diario y estaba en ese momento en la comandancia de policía (que estaba sobre Paseo de la Reforma, donde ahora se encuentra el edificio viejo de la Lotería Nacional), cuando escuchó la llamada que llegaba del restaurante “La Bombilla”, en San Ángel, informando sobre un tiroteo en la comida para festejar la reelección de Álvaro Obregón.
    Aprovechando su “charola” como periodista, Toquero consiguió un taxi que rápidamente lo llevó hasta San Ángel, donde encontró, en medio de la confusión, al caudillo asesinado. Toral ya estaba preso y camino a la Penitenciaría, y los colegas de Toquero, Patricio Healy y Gonzalo Espinoza (jefes de información y redacción de Excélsior), estaban recabando toda la información que podían. Toquero alcanzó a ver cómo alguien recogía los casquillos que estaban cerca del lugar donde se sentó Obregón, y que supuestamente le ocasionaron la muerte.
    Sin embargo, 21 años más tarde, Toquero se encontró con un documento que contradecía todo lo que él y sus compañeros sabían sobre lo ocurrido en esa tarde de 1928: un “Acta de reconocimiento de heridas y embalsamamiento del cadáver del general Álvaro Obregón”, firmada por el mayor médico cirujano Juan G. Saldaña.
    Esta acta, acompañada de un diagrama que mostraba la trayectoria de las heridas y que había sido elaborado por el médico Alberto Lozano Garza, era presentado por Toquero como la prueba irrefutable de que Álvaro Obregón había sido traicionado por sus antiguos camaradas de armas, quienes prefirieron verlo muerto antes de que volviera a ser presidente de la república.
    “Esos falsos amigos”, dice Toquero, “puede que ya estén muertos, o quizá reciban todavía dinero del presupuesto por su delito, pero ahora, que México ha cambiado y goza de la democracia y de un gobierno conducido por un joven civil respetuoso de las leyes (Miguel Alemán), es momento de revelar la verdad”.
    Sin embargo, la lectura del reportaje y de las notas que al respecto aparecieron en los días subsecuentes, genera más dudas que certidumbres sobre el origen de esta información. Toquero no revela en su reportaje cómo consiguió el acta. Sólo dice que “en su momento” un alto jefe del ejército supo de la existencia de ese documento y que prohibió que se diera a conocer.
    Toquero dice en su nota que el cadáver presentaba diecinueve heridas: siete con orificio de entrada de 6 mm., seis causadas por una pistola calibre 45; y tres más con orificios de entrada de 11, 8 y 7 mm. respectivamente. Incluso afirma que una de las siete primeras balas salió del cuerpo, volvió a entrar y dejó un segundo orificio de salida, o sea que las balas mágicas ya existían mucho antes del asesinato de Kennedy en 1963.
    El primer problema en esta información radica en que Toquero menciona diecinueve heridas, pero sólo describe 16. Hay tres heridas de las que no hace mención, pero que sí aparecen en el diagrama que elaboró el médico Lozano Garza, quien le declaró en una nota posterior que “el certificado de Saldaña era un galimatías indescifrable, con datos inconexos y que no están de acuerdo con la ciencia médica”.
    El segundo problema está en que el mismo Saldaña refuta la cantidad de heridas que Toquero señala en su reportaje. En la transcripción del acta, el cirujano dice que eran trece:

    El acta de Saldaña dice además que “bajo la piel del abdomen del cadáver de Obregón se sentían varios proyectiles”, pero nunca intentó retirarlos.
    En los días subsecuentes, aparecieron más notas sobre “el complot contra Obregón”. El médico Lozano, como ya señalé, dijo que le había costado mucho trabajo hacer el diagrama de las heridas basándose en el acta elaborada por Saldaña, pero además dijo que lo elaboró a solicitud de Manuel Múzquiz Blanco, Secretario de la Penitenciaría de la Ciudad de México, quien deseaba escribir un libro sobre el asesinato de Obregón y tenía el acta de Saldaña.
    Por su parte, Aarón Sáenz, un gran colaborador de Obregón, declaró que no fue Saldaña, sino los médicos Enrique Osornio y Alejandro Sánchez quienes revisaron el cadáver de Obregón en su casa de la Avenida Jalisco, y que a petición de la familia el cuerpo no fue embalsamado; simplemente lo inyectaron para trasladarlo a Sonora.
    Sáenz y Lozano se contradicen en un aspecto: el primero asegura que se realizó la autopsia al cadáver, mientras que el segundo lo niega, y para ello está de prueba el argumento final del acta: los proyectiles que quedaron bajo la piel del abdomen de Obregón, pero que no se extrajeron.
    Quien aclaró esta situación fue Luis Lara Pardo, en un artículo del 27 de mayo de 1947. Con Toral detenido y el cadáver de Obregón en su casa, su familia y amigos no quisieron que al cuerpo se le practicara la autopsia, por lo que se le preparó superficialmente para llevárselo a Huatabampo. Pero al no haber un documento fidedigno que estableciera de manera certera la causa de la muerte de Álvaro Obregón, lo único que tenían era el acta de Saldaña, con todas sus imprecisiones.
    Esto provocó que con el paso del tiempo surgiera la traición al caudillo, del que se hizo eco Leopoldo Toquero veinte años después, probablemente consiguiendo el acta de Saldaña de manos de Manuel Múzquiz, o de alguna otra persona.
    Hay dos aspectos en este caso que llaman mi atención: primero, Toquero deja claro que era reportero de Excélsior en 1928 y que le tocó cubrir el caso del asesinato de Obregón. Pero nunca hace referencia a lo que pasó después, durante el juicio a Toral, y que fue de vital importancia para la vida de su periódico.
    El proceso a Toral se llevó a cabo el 3 de noviembre de 1928. Excélsior realizó una enorme cobertura del juicio, con un gran número de reporteros, caricaturistas y columnistas dedicados exclusivamente a informar sobre lo que estaba ocurriendo. El diario publicó la transcripción del juicio y contrató a un eminente abogado y político de la época, Querido Moheno, para que escribiera una columna sobre el caso.
    Esto provocó la indignación de los grupos obregonistas, quienes dijeron que Excélsior, con su cobertura, estaba defendiendo a Toral y a sus cómplices, por lo que desde el Poder Legislativo impulsaron un boicot contra el diario.
    Hay que decir que al momento del asesinato, muchos obregonistas creían que el presidente Plutarco Elías Calles era responsable de lo ocurrido y querían levantarse en armas nuevamente. Calles y su secretario de Gobernación Emilio Portes Gil, pudieron impedirlo, entre otras cosas, dándoles absoluta libertad para investigar el crimen.
    Cuando llega el juicio en noviembre y Excélsior lo difunde, Calles encontró un “chivo expiatorio” en el cual pudieran los obregonistas descargar su ira por la muerte del caudillo. Aprovechando que el diario siempre tuvo una relación complicada con Calles y Obregón, el presidente “canalizó” la furia obregonista y permitió que la policía metropolitana impidiera la salida del periódico el 18 de noviembre de 1928. La entonces dueña de la empresa, Consuelo Thomalén viuda de Alducin (el fundador deExcélsior) tuvo que venderla ese mismo día para que Excélsior no desapareciera, y la nueva dirección tuvo que disculparse por haber informado de manera “antipatriótica” sobre el asesinato de Obregón.
    Toquero nunca recuerda este hecho en la historia de su periódico, pero no dudo que Rodrigo de Llano, el director de Excélsior en 1947, lo tuviera presente, ya que él vivió esa crisis en la empresa, además de que en 1932 tuvieron que humillarse ante Calles para que él los ayudara económicamente y el periódico no desapareciera, víctima de malos manejos económicos.
    La prueba está en que, cuando Calles murió en 1945, Excélsior no recordó la ayuda que recibieron del “Jefe Máximo”; sino que lo calificó como “el gran corruptor de la vida política mexicana”.

    José de León Toral (en su celda)


    LA FARSA DEL JUICIO

    El 2 de noviembre de 1928 inicia la farsa de juicio a León Toral y manifestando su culpabilidad declara: “Me convencí de que era necesario que muriera” -el déspota Alvaro Obregón- “como lo manifesté en mi primera declaración; creí que era indispensable su muerte para el arreglo de la cuestión religiosa en México. Naturalmente teniendo libertad efectiva los católicos, en primer lugar; después los sacerdotes, porque contra ellos hay ciertas trabas; o en fin, cuando menos, es menor el número de sacerdotes que el de católicos, de manera, que , en realidad yo vi por el bien de todos los católicos de México , que son muchísimos… Así como estaba seguro y estoy seguro enteramente, sin ninguna prueba material ni celeste, de que era una misión de Dios la que yo tenía”.
    Al día siguiente se lleva a cabo la segunda audiencia en la farsa de juicio contra él, quién narró durante ella el atroz y prolongado tormento a que fue sujetado, diciendo luego:
    “Yo dije: si estos obran con buena intención y quieren ir hacia la verdad, hasta el fin de la verdad, tienen que convencerse de que yo obré por Dios, y entonces, posiblemente Dios, llegando hasta ellos, los toque y hasta ellos mismos salen beneficiados, que es mi mayor ilusión”… “Mi mayor petición era, o es, que me maten, que me abran el pecho, que vean mi corazón y que allí vean que tengo estampado que he dicho la verdad… El diablo tiene quien le ponga freno, y al general Obregón no había quien se lo pusiera. Pido que me perdonen el término, digo un freno moral, como se dice, un freno para el alma. Lo digo por las risas que oigo. Esto es muy importante, porque desde la Inspección de Policía hasta la fecha, habrán notado que en ninguna de mis palabras , ni de mis intenciones he ofendido al señor Obregón, fuera de haberle quitado la vida… Si ahora no se me cree, espero que algún día se me creerá, pero siempre se llega a eso, mi resolución será esperar el día del Juicio, en que todos nos encontraremos; para que Dios sea quien me juzgue o me justifique personalmente”.
    Ese mismo día, después de esa audiencia, hizo las siguientes declaraciones el principal defensor jurídico de León Toral, el licenciado Demetrio Sodi:
    “Desde antes del juicio, cuando se supo que yo me hacía cargo de la defensa de este pobre hombre, en quien cristalizó la angustia, la humillación y el dolor del pueblo mexicano, hechos carne viva y gesto de rebeldía ante el desprecio y la soberbia de los poderosos, he estado recibiendo una gran cantidad de cartas de todas partes de la República que pudieran formar un álbum histórico de palpitante interés. Son tantas y tantas que si las exhibiera en el Salón de los Jurados formarían sobre la mesa una montaña de papeles. Sin embargo, he apartado algunas, basado en el espíritu de justicia y equidad que me han hecho llegar a anciano con el nombre de un hombre honrado. Esas cartas que he apartado, son llamas vivas de un odio que no deben confundirse con las otras que llevan la sincera expresión del derechos de gentes que viven bajo un bello cielo y en un país que se dice libre, con leyes que lo rigen y hombres obligados a cumplirlas. En estas cartas se lanzan cargos y protestas a la vida del general Obregón. Una de ellas me parece sincera, aún a pesar de estar inspirada en un momento de coraje, pues, el que suscribe la carta me dice: “Licenciado Sodi: Cuando vemos que un hombre cargado de años como usted, sale a afrontar sin cobardías la defensa de quien diera muerte a uno de los hombres más poderosos que han pisado el suelo de México, los que no somos viejos queremos ir si es necesario al sacrificio… Le mando mi nombre y mi dirección, y estoy dispuesto a ir a la Cámara de Diputados a pedir que no se declare Benemérito de la Patria al General Obregón. Conteste y estoy a sus órdenes”. Pero como digo antes, estas y otras manifestaciones no quiero tocarlas, pues no pretendo echar leña a la hoguera donde arden los odios al extinto, ni menos traer su memoria por charcos de fango; lo evitaré. “
    ¡José de León Toral! ¡Mi defenso! ¡Pobre hombre sobre el que se ciernen todas las falsas mixtificaciones de nuestra política, víctima a la que se quiere inmolar, para satisfacer hipocresías! Sin embargo, para consuelo suyo, no está sólo, con él está este pobre viejo defensor que vio llenarse de canas su cabeza en las lides de la justicia, junto a los débiles y a los que sufrían y está también la esperanza de los que no han perdido la fe”.
    Es de un posible y sincero obregonista, que escudado en el anonimato me amenaza y termina con esta frase: “¡He de tener el gusto de ver arrastrar sobre el empedrado de las calles el viejo cráneo del licenciado Sodi!” Pero anónimos o firmados los ataques, responderé con palabras cristianas: “Hay que ser como el sándalo, que perfuma la planta que lo hiere”.
    Pero añadía el valeroso abogado defensor del magno tiranicida en autógrafo de ese mismo día:
    “Con la defensa están las conciencias y las aspiraciones de la Nación entera. Los católicos por su fe y amor a Cristo rey, los incrédulos e indiferentes, porque como hijos de un país regido por las leyes, quieran la santa y sublime libertad de conciencia”.
    EL FUSILAMIENTO

    León Toral finalmente es condenado al paredón. La fecha marcada es el 9 de febrero de 1929. Antes del fusilamiento todavía alcanza a escribirle estas últimas líneas a su madre:
    Sra. María de la Paz Toral de De León.
    Mamacita querida:
    ¡Hágase la voluntad de Dios!
    ¡Fuerte mamá por el Señor!
    ¿Qué es la vida?, ¿qué es el cielo? Mamacita, por mí no tenga pena… cuídese usted. Viva aún lo que Dios quiera; recuerde que María Santa sobrevivió muchísimos años a Jesús su hijo… Seguramente no durará lo que Ella, pero ánimo mamá. Lo que dispongan de arriba.
    Perdóneme todas mis faltas contra usted; Dios le dé una gran gloria por tanto que hizo por su hijito consentido.
    Fusilamiento de José de León Toral

    El sacerdote Rafael Soto entra a la celda para aplicarle los últimos auxilios espirituales. Confiesa y absuelve al homicida que la justicia humana condenó. Al salir de ahí se topa con los reporteros.
    –¿Y cómo está José de León Toral? –le preguntan.
    –Tranquilo, asombrosamente tranquilo. Habla con facilidad de diversas cosas. No le falta a su pensamiento seguridad y aplomo –contesta el sacerdote.
    Después entra a la celda un oficial moreno, de largos bigotes estilo káiser; es el capitán José Rodríguez Rabiela, al mando del pelotón de fusilamiento, quien le pregunta a De León Toral al momento de llevárselo:
    –Y bien, ¿qué siente usted?
    –Nada.
    –¿Nada?
    –Sí, nada; no tengo ninguna impresión, porque yo ya no estoy aquí.
    Ya frente al pelotón, con los potentes máusers de fabricación rusa apuntándole, De León Toral pone los brazos en cruz y con los ojos abiertos va a gritar “¡Viva Cristo Rey!”, pero sólo alcanza a exclamar: “¡Viva…!”, porque la voz de fuego se le adelanta.
    Ocho balas atraviesan su pecho. Cae muerto. Aun así, el capitán Rodríguez Rabiela se acerca a darle el tiro de gracia.
    ¿QUE PASA DESPUÉS?

    Toda una ceremonia masónica el funeral de Obregón

    De León Toral mantuvo ante la muerte la misma serenidad que el sacerdote jesuita Miguel Agustín Pro, su fuente de inspiración y quien, en 1988, fue beatificado por el Papa Juan Pablo II por ser mártir de la fe, como otros participantes de la Cristiada.
    Para igualarlo con ellos, en 2001 un grupo de familiares y simpatizantes de José de León Toral intentaron abrir su causa de canonización en el Arzobispado de México. Para lograrlo inauguraron el Centro de Estudios Históricos José de León Toral en una vieja casona de la colonia Santa María la Ribera, muy cerca de donde vivió. Ahí exponían algunos de sus dibujos y escritos, acuñaron monedas de plata y elaboraron otros objetos conmemorativos.
    La religiosa Esperanza de León, hija de José, comentaba entusiasmada: “Mi padre es un santo, un mártir, un héroe que ofreció su vida por la causa de Cristo. Para mí y para mi familia está en lo más alto del cielo”. Y Jorge de León, sobrino, decía que “sacrificó su vida con fines religiosos” pero que el “tiranicidio” que cometió ha sido un “tema tabú dentro de la Iglesia”.
    El arzobispado les dio el portazo. Ni siquiera aceptó abrir el proceso de canonización. “¡La Iglesia no canoniza asesinos! Uno de sus mandamientos es precisamente: ‘¡No matarás!’. León Toral no es mártir porque asesinó. Si Obregón era pecador, tuvimos que buscar su conversión, no su muerte”, argumentaba el sacerdote Gerardo Sánchez, encargado de la Comisión para las Causas de los Santos del arzobispado.
    En su viaje a México, programado para fines de marzo próximo, el Papa Benedicto XVI estará solamente en el Bajío, epicentro de la revuelta cristera. Presidirá la máxima concentración religiosa al pie del Cerro del Cubilete, lugar emblemático de los cristeros. Saldrán sin duda a relucir los nombres de sus mártires, pero no el de José de León Toral.
    Su caso sigue siendo tema tabú para la jerarquía católica.
    Es el mártir incómodo de la Iglesia mexicana.

    +*+*+

    Ecce Christianus
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  11. #11
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    EL PADRE FRANCISCO VERA


    EL PADRE FRANCISCO VERA EN EL MOMENTO DE SER FUSILADO

    El espantajo de la Ley antirreligiosa oprimió y sacrificó al Padre Vera, quien desecho la estúpida pretensión del Poder civil, aun a costa de su vida, desempeñando el Ministerio Sacerdotal por todas las alquerías de la redonda, en donde los cristianos se congregaban, sedientos de los auxilios espirituales, y confortando a los que desmayaban, a vista de las atrocidades con que se castigaba el delito de ser católico… Y por serlo tanto, no hay sitio seguro en Méjico, ni aun recóndito de las habitaciones particulares, donde se pueden pasar las cuentas de un Rosario, sin ser asaltados inesperadamente y encarcelados o pasados a cuchillo… Este celo y sacrificio le hizo merecedor de una corona, esmaltada de pedrería, dignos de la apoteosis, exclusivamente propia, entre todos los que forman la pléyade brillante de Mártires del Cristianismo.
    Del altar al cadalso. Sacerdote y víctima.

    A punto estaba de dar comienzo la escena de la Pasión de Cristo, cuando fue asaltada la casa en que se iban a celebrar los sagrados misterios; y empujado a golpes y denuestos el abnegado sacerdote Vera, fue conducido por la soldadesca criminal al lugar del suplicio. Allí, emocionado de verse con los sagrados paramentos, juntó las manos ante el pecho, levantó su mirada al altar de la Majestad de Dios, en donde son escuchadas las plegarias de justos, y pronunció el versículo, sublime síntesis de su ofrenda y sacerdocio “Introibo ad altare Dei”: “Ascenderé hasta el altar de Dios”. Irguiéronse los fusiles amenazantes, y al grito entusiasta y fervoroso de “¡VIVA CRISTO REY!”, se consumó aquel precioso sacrificio, confundiéndose en uno sacrificante y hostia, a imitación del Sacrificio del Sumo Sacerdote Jesucristo que consagró el leño de la Cruz en ara de holocausto, hecho a la vez víctima y sacerdote…

    Ecce Christianus
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  12. #12
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    Cita Iniciado por francisco rubio Ver mensaje
    A Juárez le sucedió en el poder Sebastián Lerdo de Tejada (1872-76). Éste, que había estudiado en el Seminario de Puebla, acentuó la persecución religiosa, llegando a expulsar hasta «las Hermanas de la Caridad -a quienes el mismo Juárez respetó-, no obstante que de las 410 que había, 355 eran mexicanas, que atendían a cerca de 15 mil personas en sus hospitales, asilos y escuelas. En cambio, se favoreció oficialmente la difusión del protestantismo, con apoyo norteamericano.
    Del hilo Las persecuciones religiosas de México en el siglo XIX

    Alianza entre masones y protestantes en México y entre protestantes y comunistas en la Italia de posguerra...

    DECLARACIONES DE UN BOLCHEVIQUE MEXICANO

    El autor de las siguientes declaraciones, Anastasio Cueto y Ríos, el cual en la época de la Persecución Religiosa en México fue miembro de la CROM, asociación en esos momentos pro-comunista, creada por el mismo gobierno y la revolución imperante en aquellos tiempos siendo el principal apoyo paramilitar del llamado Gobierno de México.


    El líder de la CROM, Luis N. Morones, al centro, movilizó a sus hombres para reprimir a los católicos

    “Entré en la revolución desde un principio. Y como yo había oído hablar mucho del pacto masónico-protestante y no estaba suficientemente informado sobre el particular, determiné tomar parte en todos los acontecimientos, para obtener así el mejor género de ciencia: el de la experiencia. Por esto yo puedo hablar con quien tiene información de primera mano. Al principio de engañaron; porque como lobos disfrazados con piel de oveja, se proclaman libertadores del pueblo. Sería muy largo decir todas las cosas interesantes que observé, pero quiero siquiera hacer mención de las calumnias que ellos esparcieron contra los clérigos y su pretendida riqueza; calumnias bien calculadas para incitar al pueblo contra ellos. El pueblo sencillo no entendiendo que significaba eso del “clero” gritaba mueras contra él, al mismo tiempo que besaba las manos de los sacerdotes.

    Parece inútil recordar los hechos que todos conocen y que muestran claramente las malvadas y pérfidas intenciones de los traidores, ayudados como estaban por los masones y protestantes de otras naciones.


    Las manifiestaciones pacíficas de los católicos fueron reprimidas por instrucciones del gobierno

    Ellos lo han corrompido todo: el ejército, y la policía a quienes paga el Estado para su defensa y para la seguridad de sus partidarios Han perseguido a los hombres y mujeres por el solo crimen de reclamar sus propiedades; ya que las iglesias han sido construidas con dinero del pueblo y ningún derecho puede tolerar que se quiten por las llamadas leyes de la revolución.

    Pero todas las clases de la sociedad se han dado ya perfecta cuenta de que lo único que pretenden esos hombres, es su medro personal ante todo. Y una vez que se han puesto a ello, se proponen llevar hasta el cabo el cumplimiento de la promesa empeñada a los masones y protestantes de exterminar a nuestra religión y como consecuencia a nuestra nacionalidad. Y así es en verdad, que ésta promesa fué la condición necesaria para asegurarse la ayuda de los protestantes y masones.

    Esto basta para mostrar en su verdadera luz a estos que no acaban nunca de llamarse “redentores” y que han causado nuestra ruina.

    Anastasio Cueto y Ríos

    Visto en Ecce Christianus



    Imperium Hispaniae

    "En el imperio se ofrece y se comparte cultura, conocimiento y espiritualidad. En el imperialismo solo sometimiento y dominio económico-militar. Defendemos el IMPERIO, nos alejamos de todos los IMPERIALISMOS."







  13. #13
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

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  14. #14
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    ¡VENID A VER COMO MUEREN LOS CRISTIANOS!






    El Pbro. Gumersindo Sedano y Placencia, párroco de La Punta, población del estado de Jalisco perteneciente a la Diócesis de Colima, iba a hacerse cargo de una Capellanía Castrense en las fuerzas Cristeras del General Dionisio Eduardo Ochoa que operaban en Colima, yendo acompañado de los demás jóvenes que luego morirían con él, quienes marchaban a unirse con los Libertadores. Delatado por una pordisera fue encarcelado, y en la prisión respondió al jefe de los verdugos que le ordenaba se callara y le llamó bellaco:



    “¿Callar?…Mientras tenga un átomo de vida no dejaré de gritar. ¡VIVA CRISTO REY!… Los católicos no somos bellacos: usted mismo lo sabe. Si mis compañeros de prisión no hicieron fuego al ser arrestados, fue porque no tenían armas; dénselas a estos Cruzados y veréis si son bellacos o héroes. Vosotros sóis bellacos y cobardes. Podéis matarme como queráis. ¡VIVA CRISTO REY!”.

    Al ser conducido a la estación de la población para asesinarlo, el sacerdote iba gritando con todas sus fuerzas a los transeúntes: "¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA VIRGEN DE GUADALUPE! ¡Venid a ver como mueren los Cristianos!". Y cantaba: “Corazón Santo: Tú reinarás; México tuyo siempre será”. En la estación fueron fusilados primero PEDRO TREJO, EDUARDO UGALDE y los otros tres Cristeros, colgándose luego sus cadáveres de unos árboles que allí había. El sacerdote se dirigió entonces a los católicos que tristemente presenciaban la matanza sin poder impedirla:

    “Hermanos: la muerte no es lo que me arredra y atormenta, supuesto que dentro de breves momentos estaré gozando de Aquel en quien siempre he esperado y a quién siempre he servido con todas mis fuerzas en el Santo ministerio sacerdotal; lo que me arredra y atormenta es el temor de que no vaya a ser un verdadero mártir, es decir un verdadero soldado que sepa desprenderse de esta vida mortal y perecedera. Mi delito no es otro, lo confieso, sino ser del número de los que en esta vida son los encargados de llevar las almas a Cristo nuestro Redentor. Mas tengo la satisfacción de haber cumplido mi deber hasta los últimos momentos en que Dios me va a llamar a su tribunal sagrado, en donde tengo que dar cuenta de todos y cada uno de los fieles que me han sido confiados en mi Parroquia. Espero en la infinita misericordia de Dios que sabe perdonar y olvidar las ofensas de sus hijos, y que sabe absolver a los que se entregan en sus manos. No os pido otra cosa sino que siempre confeséis a Cristo en todo lugar y en todo momento: “Todo lo podemos en Aquel que nos conforta”, como dice el Espíritu Santo. Ánimo hermanos, y si sabéis luchar hasta el fin, nos veremos en el Cielo… Ya terminé Capitán”.


    Éste ordenó al mártir que se descalzara y le fueran desolladas las plantas de los pies, se le intentó ahorcar dos veces, desgajándose otras tantas la rama de que se le suspendió; entonces, apoyando su cuerpo en una grieta del árbol al que se le colgaba, se le volvió a ahorcar y se le hizo blanco para ejercitarse al tiro sus asesinos, quienes pusieron este letrero en el cuerpo inerte del sacerdote:


    “ÉSTE ES EL CURA SEDANO”.



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  15. #15
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    Cristeros: ¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe!



    Hablar de la Virgen de Guadalupe es invocar la memoria de los mártires cristeros, muchos de ellos ya beatificados. El recuerdo se hace imparable en las últimas semanas de noviembre, cuando el final del año litúrgico nos hace celebrar solemnemente la fiesta de Cristo Rey, y en esos mismos días la fiesta del Beato Miguel Agustín Pro, para llegar al 12 de diciembre con la fiesta de la Guadalupana, Emperatriz de las Américas.


    La historia narra que en 1926 el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles se propuso “descatolizar” a México para abrir el país a la “modernidad“. Con ese fin puso en marcha una feroz persecución contra la Iglesia Católica. Una de las medidas fue la supresión del culto católico en toda la nación. Para defender su religión y libertad de culto, miles de campesinos y rancheros empuñaron las armas. El heroísmo de aquellos hombres, mujeres y niños, en su mayoría gente sencilla y sin entrenamiento militar, produjo una formidable resistencia al tirano. Los soldados del gobierno llamaron despectivamente “cristeros” a los que se enfrentaron contra Calles porque llevaban la cruz sobre el pecho y gritaban “¡Viva Cristo Rey!” antes de ser fusilados.


    Gustavo Carrère afirma al tratar el tema que «sin duda los gritos de ambas fuerzas revelan la magnitud íntima de aquel antagonismo; las alabanzas de los cristeros: “¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva la Santísima Virgen de Guadalupe!“, eran contestados con las blasfemias callistas: “¡Viva el Demonio! ¡Viva el Diablo Mayor! ¡Qué mueran Cristo y su Madre!” ».


    Por primera vez, en México



    Cuenta el padre Lauro López Beltrán en “La persecución religiosa en México” (México 1987) que “los obispos mexicanos pidieron al Papa San Pío X su beneplácito para ornamentar las imágenes del Sagrado Corazón colocando en su cabeza la corona y en sus manos el cetro, insignias de la humana realeza. Su propósito era reconocer y proclamar a Jesucristo Rey de México y del Mundo el 6 de enero de 1914, fiesta de la Epifanía del Señor, en la cual aparece su gloria al postrarse a sus plantas los Magos ofreciéndole sus dones de oro, incienso y mirra” (págs.. 56-58).


    Luis Beltrán y Mendoza, adalid de la Acción Católica Mexicana, que presenció estas brillantes ceremonias, nos dice: “En aquellas memorables jornadas -lo tengo muy grabado-, los anhelos y las resoluciones de nuestra juventud se concretaron y expresaron en un grito que se les escapó del alma, en los momentos sublimes en que Monseñor Mora y del Río concluía la Consagración de nuestra Patria al Corazón de Jesús, depositando a los pies de la Sagrada Imagen la corona y el cetro. Entonces, por primera vez se escuchó el épico grito de “¡Viva Cristo Rey!”, aquel martes seis de enero del año de 1914”.


    Y así es como en este acto, de enero de 1914, México se convertía en la primera nación en consagrarse como vasallo de Cristo Rey.


    Rescoldo. Los últimos cristeros



    Para quien esté interesado en el tema recomendamos muy vivamente el libro de Antonio Estrada “Rescoldo. Los últimos cristeros” que Ediciones Encuentro acaba de rescatar para su lectura. El famoso escritor mexicano Juan Rulfo dice sobre este libro: “Antonio Estrada, hijo del jefe cristero de Durango, Florencio Estrada, muerto en combate en 1936, cuenta sencillamente, escuetamente, la reanudación de la guerra en 1934 y la búsqueda de la muerte. Un lenguaje perfectamente dominado, al servicio de un pensamiento tan claro como simple, hace de “Rescoldo” el único libro, obra novelesca u obra histórica, escrito sobre los cristeros“. Todavía dirá más es “una de las cinco mejores novelas mexicanas”.


    Los cristeros fueron vencidos por la traición y el engaño pero no sin antes enriquecer a México con innumerables mártires, algunos de ellos
    canonizados o beatificados por Juan Pablo II. Los cristeros fueron y son una inspiración para los mexicanos y todos los fieles. Gracias a su sacrificio la Iglesia Católica pudo sobrevivir, aunque ilegal, a lo largo de buena parte del siglo XX. Uno de los testimonios más conocidos es del Padre Pro.


    Jorge López Teúl, ReL, 2010.


    https://somatemps.me/2016/12/12/cris...-de-guadalupe/
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  16. #16
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    La Falange - Eduardo Vital sobre los Cristeros 23-06-2017

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  17. #17
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    La contra-revolución cristera. Padre Javier Olivera Ravasi. Vídeo con imágenes

    La presente es una breve conferencia sobre el tema dictada en 2014. Para quien desee profundizar aún más, se encuentra el libro del P. Javier Olivera Ravasi, fruto de un estudio de varios años con los cuales logró su título de doctor en Historia americana, aquí: https://www.amazon.com/-/es/Contrarre...





    https://www.youtube.com/watch?v=BIN6AXDlW7M&t=2692s

  18. #18
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    Re: Respuesta: La Cristiada de México.

    Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco



    Cesáreo Jarabo 10/03/2023




    La persecución religiosa llevada a cabo por los gobiernos liberales en México en el primer cuarto del siglo XX desembocó en un conflicto armado en el que el pueblo, identificado como “cristero”, se enfrentó, armas en la mano, con el único objetivo de sobrevivir.


    Y dentro del movimiento cristero son de destacar las Brigadas Femeninas de Santa Juana de Arco, organización militante, y militar, creada por Luis Flores González y María Goyas, fundadores de la “Unión Católica de Empleados de Guadalajara” en 1925.




    Luis Flores González
    era un hombre de prestigio; un intelectual que imprimió al movimiento la disciplina que acabaría determinando su efectividad, rodeándose de mujeres dispuestas a llegar al sacrificio personal, a la tortura y a la muerte.


    El 28 de junio de 1926 no estaban todavía operativas las Brigadas, pero sí prevista su creación. Tan es así que en esa fecha fue firmado un documento por el que quedaban ligadas a la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, y se señalaba las acciones que con posterioridad efectivamente comenzarían a desarrollar un año después.




    Pero que las acciones organizadas estuviesen por llegar, y por supuesto que el conocimiento del movimiento fuese desconocido por el gobierno, no era óbice para que no se estuviesen llevando a cabo acciones aisladas del mismo tenor. En ese sentido, y en ese tiempo, María del Carmen Robles sería asesinada en agosto de 1926 por el general Vargas.


    Finalmente, se crearon las primeras brigadas en Zapopan, Jalisco; se extendieron por todo el territorio mexicano, llegando a constituir una unidad excepcionalmente operativa durante la Guerra Cristera, nutriéndose inicialmente de las alumnas de los colegios católicos, a cuyo núcleo acabaron incorporándose mujeres de todos los estratos sociales. Su voto de silencio era esencial para llevar a cabo su función.





    Conocidas también como “Brigadas Bonitas”, o B. B., principalmente encuadraban a chicas entre 15 y 25 años, la mayor parte de ellas solteras, aunque también algunas viudas. Las mujeres de mayor edad, casadas, con hijos, conformaban asimismo grupos auxiliares. A mediados de 1927 quedó definitivamente organizada la agrupación Brigadas Femeninas Santa Juana de Arco”.




    La Sra. Uribe, alias Sra. G. Richaud, fue la pionera, creando en Zapopan la primera brigada el 21 de junio de 1927, que inició su actividad con 17 mujeres que en pocos días se vio reforzada con 118 nuevas voluntarias que inmediatamente conformaron tres divisiones: la de Occidente, la del Centro y la del Distrito Federal; cuatro zonas: de los Altos, de Guadalajara, del Sur y de Nayarit; y siete brigadas: Brigada Miguel Gómez Loza, Brigada Sanitaria del Sur, Brigada de Los Altos, Brigada de La Unión, Brigada del Estado Mayor y Brigada de Tonalá.
    Se trataba de un movimiento popular surgido y desarrollado en el México agrario, pero que también se vio representado en el D.F., feudo de la Revolución, a los seis meses de iniciada su actividad, siendo que en enero de 1928 ya se había creado la primera brigada en Ciudad de México.




    Y no podía ser de otro modo, dado que el movimiento corrió como la pólvora, siendo que llegaron a constituirse hasta 56 agrupaciones que aglutinaban a más de 25.000 militantes que actuaban en silencio, lo que les permitió operar sin que el gobierno tuviese noticias de su actividad sino hasta marzo de 1929, momento en el que inició una feroz represión centrada especialmente en Guadalajara y la ciudad de México, represión que ya no conocería final.
    Se trata de un movimiento espontáneo… pero no anárquico. Ya la primera brigada, que como hemos visto fue creada en junio de 1927, redactó el estatuto por el que se regirían, y donde señalan su estructura y sus objetivos, que eran los siguientes:


    Artículo 1º: Ésta es una sociedad mexicana exclusivamente femenina, civil, libre, autónoma, y racionalmente secreta, esto es, sus miembros juran guardar todo y sólo aquel secreto que sea necesario para salvaguardar la vida de la Institución, la de sus miembros y el amplio desenvolvimiento de su finalidad y de su objeto”.
    Artículo 7º: Guerra: fabricación, adquisición, conducción de pertrechos de guerra a los campos de lucha.
    Artículo 8º: Finanzas
    Artículo 9º: Investigación… espionaje, tanto en los campos propios como en los del adversario, a fin de lograr descubrir a tiempo a los desleales y traidores nuestros, como también los movimientos, planes y condiciones del enemigo.
    Artículo 10º: Comunicaciones: Se encargará de conducir todo género de cartas.
    Artículo 11º: Beneficencia: rama sanitaria y de beneficencia propiamente dicha (alojamiento y provisiones para los cruzados y sus familias).


    Las labores desarrolladas por las Brigadas eran principalmente de intendencia y de atención sanitaria; suministraban dinero, comida, información, refugio y atención a los combatientes, para lo que organizaron los necesarios servicios, cuerpo de enfermeras incluido, y para no olvidar lo que había llevado al pueblo al campo de batalla, los grupos de catequesis parroquiales y las Adoraciones Nocturnas femeninas redoblaron su esfuerzo.




    Labores que comportaban riesgos de todo tipo, incluido el estrictamente militar, siendo que, como consecuencia del embargo de armas decretado por los Estados Unidos contra el movimiento cristero, obligó a que las mujeres de las Brigadas se coordinasen con los obreros de las fábricas de armas del Estado, que suministraban a éstas la munición que necesitaban los combatientes, y que las recibían gracias a la perfecta organización femenina, que hacía llegar el material bélico a lugares previamente convenidos.


    Las Brigadas transportaban la munición por diversos medios, desde su propio cuerpo, oculto entre sus ropas, hasta en carros de transporte de mercancías varias.


    Queda señalado que no era un movimiento anárquico, sino jerarquizado, donde los puestos, en su mayoría, estaban compuestos por sencillas mujeres campesinas, cuya motivación principal era la defensa de la fe.
    Y el desmontaje de tan perfecta organización no fue obra del gobierno mexicano, que se limitaba a ejercer la más feroz represión, sino de la jerarquía eclesiástica, sumisa a las órdenes de un gobierno tiránico.








    Fco, Orozco


    Esa jerarquía eclesiástica, de la que apenas se salvan José María González y Valencia, arzobispo de Durango,José de Jesús Manríquez y Zárate, obispo de Huejutla y Francisco Orozco y Jiménez, arzobispo de Guadalajara, traicionó al movimiento cristero, que tenía ganada la guerra.




    El resto de obispos, encabezados por el arzobispo de Morelia, Leopoldo Ruiz y Flores, exigió que las componentes de las Brigadas renunciasen al juramento de obediencia y secreto. Las Brigadas se sometieron y en el verano de 1929 el gobierno pudo ejercer libremente la represión sobre las mismas.
    Y el movimiento cristero devino de vencedor en vencido.


    Que Dios tenga en cuenta la acción de Leopoldo Ruiz Flores, y que dé la gloria a los mártires cristeros.




    https://espanaenlahistoria.org/episo...juana-de-arco/





























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  1. 21/04/2009, 10:00

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