La avioneta que sobrevoló el Paraíso

El misterio de la Amazonia


Jesús Laínz

Diez mil años después de la Revolución Neolítica, dos mil después de Cristo y quinientos después de Colón, una pequeña tribu, aislada en la espesura amazónica, entra en contacto por primera vez con el mundo exterior. La avioneta que les observa es recibida a flechazos. Un hecho sin la menor importancia para la política mundial pero de inmensa trascendencia para el orden cósmico, al menos para el de ellos.

Las preguntas surgen a raudales. ¿Ha sido la primera vez que han tenido contacto con lo que hay fuera de su selva o ya antes habían visto a otros hombres o, al menos, aviones en el cielo? Si así hubiere sido, ¿qué pensaron que eran? ¿Dioses, demonios, extraterrestres? Quizá lo menos probable es que pensaran que se trataba de otros seres humanos como ellos. Por el recibimiento a flechazos no parece que lo considerasen nada bueno. A propósito de las flechas como protección frente a lo desconocido, una imagen vale más que mil libros para explicar ciertos momentos de la historia: los conquistadores europeos, sobre todo los españoles, llevan quinientos años recibiendo el reproche de haber utilizado innecesariamente la violencia contra los indígenas americanos; y con el agravante de que alegaban un afán evangelizador. Pues bien: acaba de demostrarse ante los ojos de todo el mundo que, por muy buenas intenciones que moviesen a aquellos hombres, en muchas ocasiones –como relataron en sus crónicas tenidas por tantos como falazmente autoexculpatoria­– tuvieron que repeler flechas, lanzas y cerbatanas antes de poder cruzar la primera sílaba con las poblaciones recién encontradas. Algunos tardo-rousseaunianos defensores de la intrínseca bondad de los salvajes y la no menos intrínseca maldad del hombre blanco quizá sean capaces de aprovechar esta oportunidad para revisar sus dogmas.

A partir de este encuentro con la avioneta, que esperemos sea el primero y el último, ¿cambiarán su concepción del mundo? ¿Alterarán su vida? ¿Huirán a un lugar aún más escondido? ¿O querrán saber y comenzarán un proceso de acercamiento?

Su misterio debe ser preservado, pero no por ello deja de ser extraordinariamente tentador: ¿Cuál fue su origen? ¿Cómo ha sido su historia? ¿De dónde salieron para acabar allí, aislados del resto de la Humanidad? Su gente, ¿tuvo alguna vez contacto con las grandes civilizaciones amerindias o con los conquistadores españoles y portugueses? ¿O estuvieron siempre allí, al margen de todo? ¿Qué lengua hablan? ¿Es única o está relacionada con otras? ¿Tienen creencias religiosas? ¿En qué consisten? ¿Pensaban que estaban solos y que su selva lo era todo, o sabían que acababa en algún lugar y que fuera había algo más?

Otra apasionante cuestión es la relativa a su desarrollo técnico: hace muchos siglos, o milenios, aprendieron cómo alimentarse, cazar, sanarse y sobrevivir, y llegaron a construir chozas, arcos y flechas. Pero ahí se quedaron. Ya no hubo más progreso. ¿Por qué? Su desarrollo se estancó en la Edad de Piedra mientras que otros seres humanos vuelan por el espacio. El abismo entre unos y otros es descomunal. Pero la reflexión final desasosiega: ellos se quedaron allí, muy atrás, tan atrás que casi nos parece inconcebible, pero jamás pondrán en peligro la vida del planeta, ni siquiera el equilibrio de su entorno más cercano. Los demás, por el contrario, hemos llegado hasta aquí, muy lejos, sí, pero no sabemos si podremos sobrevivir a la amenaza que somos nosotros mismos.