JAPONESES, LOS ESPAÑOLES DE ASIA
Guerreros samurais
Baltasar Gracián pasó revista al mundo en "El Criticón", una obra tan abultada en papel como ubérrima en ideas, impresiones, apólogos, imágenes, símbolos... Tengo para mí que "El Criticón" fue el monumento literario que puso ende a nuestro glorioso Barroco español. Como no podía ser menos, las naciones del mundo -con muy pocas omisiones- son sometidas a un implacable veredicto. La que peor parte se lleva es Francia (algo que era digno de esperar, por haberse inmiscuido en nuestra política interior impulsando la rebelión de Cataluña). Sin embargo, Japón es citado en varias ocasiones y siempre con admiración. Cuando Gracián dilucida los vicios nacionales, a Francia le descubre la Codicia. A Japón no le descubre otro vicio que la "Temeridad". Que, aunque vicio por exceso que se aparta del justo medio aristotélico, no es tanto vicio si tenemos en cuenta que, en aquel entonces, los españoles mirábamos con realismo heroico el mundo (y no como ahora, que lo vemos bajo los efectos de los poderosos narcóticos del mundialismo y el pacifismo que nos paraliza y nos degenera).
El contacto entre japoneses y españoles fue, merced a las misiones de la Compañía de Jesús y los viajeros de uno y otro país, muy fecundo. A finales del XVI y principios del XVII, un paisano de Jaén, D. Pedro Ordóñez de Ceballos, había estado por aquellas latitudes y, cuando retornó a Jaén, escribiendo su libro "Viaje del mundo", escribe de Japón: "Los del Japón, que son cristianos y gentiles...". Para el aventurero de Jaén esto engrandece a Japón, a diferencia de otras naciones que -aunque prójimas en el espacio y allegadas étnicamente a España- están asoladas por herejes. Las misiones católicas en Japón obtuvieron un seguimiento muy importante de los nativos, aunque no exento de sangrientas persecuciones que hicieron mártires no sólo a los españoles y portugueses que allí evangelizaban, sino a los propios japoneses convertidos al catolicismo.
El concepto que los españoles de nuestro Siglo de Oro tenían de Japón era el más elevado que pudiera tenerse. Conocidos por su bravura en el combate, Gracián no solo los reputa de "temerarios", como hemos dicho más arriba, sino que en "El Criticón", cuando el gran aragonés finge uno de sus sabrosos apólogos, personifica al Valor y, pintándonoslo como moribundo dice Gracián que la Valentía redactó testamento y, a cada una de las naciones, le fue legando sus partes anatómicas (subyace un significado profundo bajo el símbolo carnal). Cada nación recibió una fracción del Valor que a su muerte se fragmenta derramándose sobre las gentes. Japón recibió de la Valentía -siguiendo a Gracián- nada más y nada menos que el "corazón" por herencia, pues "los japoneses, que son los españoles del Asia".
Que un español orgulloso de serlo llame a los japoneses así: "los españoles del Asia" no puede tenerse sino como la máxima calificación que puede dársele a un pueblo en la estimación española.
Manuel Fernández
LAS TERTULIAS DEL ANGELUS
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