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Tema: Heroes de Filipinas (1)

  1. #1
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    Heroes de Filipinas (1)


    Pascual Cervera y Topete(1839-1909)
    Vicealmirante. Se distinguió durante las guerras cantonales. Ya Capitán de Navío, fue encargado de la construcción de los cruceros acorazados de la clase "Vizcaya ". Ministro de Marina en uno de los Gobiernos Liberales de Sagasta, intentó sin conseguirlo, la ejecución de los planes navales previstos. Cuando estalló la guerra se le encomendó en mando de la denominada "Flota de Operaciones de las Antillas" compuesta por los pocos navíos que se pudieron aprestar. Realista con sus posibilidades, intentó por todos los medios que la flota se quedase en la península para servir de protección en caso de que los Estados Unidos decidieran una intervención en Canarias o en las costas españolas. Su llegada a Santiago de Cuba, supuso el bloqueo de la escuadra que intentó romper cuando la caída de la ciudad era inminente. A su regreso a España fue sometido a Consejo de Guerra del que resultó absuelto.

    Arsenio Martínez Campos. Conde de Llovera. 1831-1900
    General. Nacido en Segovia, ingresó pronto en el ejército. Destacó en las Guerras Carlistas. Durante la dictadura del General Serrano, después de la caída de la Primera República Española, favoreció los intentos de Restauración de la Monarquía de los Borbones en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II, destronada por la revolución de 1868. Su pronunciamiento militar en Sagunto, en 1874, supuso la proclamación de Alfonso XII como Rey constitucional de España. El gobierno de Cánovas lo nombró Capitán General de Cuba durante la primera insurrección cubana. Hábil militar y diplomático, puso fin a la insurrección cubana en 1878 mediante la llamada Paz de Zanjón. Se trataba de una paz generosa, sin vencedores ni vencidos, en la que se comprometía a estudiar y realizar abundantes reformas en Cuba. Sin embargo, sus promesas no fueron respetadas por el Gobierno Español. A su salida de Cuba, desempeñó importantes puestos en el Gobierno y Ejército españoles. Cuando estalló la última insurrección cubana, fue nombrado otra vez Capitán General de Cuba en un intento de repetir el éxito de 1878 pero la situación de Cuba había variado sustancialmente y fue incapaz de evitar la propagación de la revuelta. Martínez Campos era consciente de que la victoria del Ejército Español combatiendo con métodos tradicionales era imposible, pero los métodos que intuía (guerra de guerrillas, tierra quemada y concentraciones de población civil en reconcentrados) eran incompatibles con su tradición militar por lo que renunció al mando.

    Joaquín Vara del Rey y Rubio 1840-1898
    General de Brigada. Nació en Ibiza y su graduó como alférez en 1860. En 1862 ascendió a teniente. Participó en las guerras carlistas en el lado liberal y combatió contra los alzamientos cantonales de Cartagena y Valencia. Ascendido en diversas ocasiones por méritos de guerra, era uno de los militares más capacitados del ejército español. En 1884, siendo ya general, solicitó su traslado a Filipinas, donde llegó a ser Capitán General del archipiélago y Gobernador de las Islas Marianas. En 1890 volvió a España, siendo Gobernador Militar de Ávila hasta abril de 1895 en que solicitó su traslado a Cuba. Desempeñó el puesto de Comandante militar de Bayamo. Derrotó varias veces a los independentistas cubanos. Gracias a su valor fue ascendido a General de Brigada. Durante la invasión yanqui, defendió con valor la posición de El Caney con 549 hombres, sin artillería, frente a 6.500 americanos al mando del General Lawton. Los americanos sólo ocuparon El Caney, al cabo de 10 horas de lucha, cuando el General Vara del Rey fue muerto mientras era evacuado en camilla con graves heridas en ambas piernas.

    Víctor María Concas y Palau (1845-1916)
    Capitán de Navío. Tomó parte como oficial en las campañas realizadas en Filipinas contra los piratas que asolaban dichas aguas. Intervino también en la primera sublevación tagala. Durante la campaña de Cuba, estaba al mando del "Infanta María Teresa ", siendo herido en la batalla naval de Santiago de Cuba y hecho prisionero. Ministro de Marina en 1905, terminó sus días como Consejero de estado.

    Antonio Eulate y Fery (1845-1932)
    Al mando del crucero "Jorge Juan" intervino en la protección de los ciudadanos españoles en la localidad de La Guaira, con ocasión de los problemas internos existentes en Venezuela, para lo que desembarcó una dotación de infantería de Marina. Al mando del crucero "Vizcaya" participó en la Batalla de Santiago de Cuba siendo herido y hecho prisionero, Su valor en el combate admiró tanto a los oficiales estadounidenses, que le permitieron conservar su espada.

    Emilio Díaz Moreu (1846-1913)
    Capitán de Navío. Ingresó en la Marina a los 10 años de forma que, cuando se retiró en 1903, tenía casi medio siglo de servicio. Mandó varios buques durante su dilatada carrera. Entre ellos estaba el crucero ligero "Conde de Venadito" que actuó brillantemente durante la guerra contra Marruecos en 1893. Este buque formó parte, más tarde, de la flota destacada en el Apostadero de La Habana. Díaz Moreu, al mando del "Cristóbal Colón" participó en la Batalla de Santiago. Fue sometido a Consejo de Guerra a su regreso a España, junto con los demás oficiales de la escuadra de Cervera. Absuelto de los cargos, pidió la baja en 1903. Fue Diputado liberal en 1889, 1893, 1898 y 1903. En 1905 fue elegido Senador. En 1911, el Rey Alfonso XIII le designó Senador Vitalicio.

    Fernando Villaamil Fernández-Cueto (1845-1898)
    Capitán de Navío. Combatió en las campañas de Santo Domingo (1861-1865) y Joló. Comandante del Buque Escuela "Nautilus" en 1892. Fue el creador del buque rápido que hoy se denomina destructor. Bajo su diseño e inspección se construyó en Gran Bretaña (Astilleros del Clyde), en 1887, el primer buque de este tipo llamado precisamente "Destructor" y que dio nombre a esta clase de buque que tanto éxito alcanzó en la Segunda Guerra Mundial. En 1898 tomó el mando de la flotilla de destructores ("Furor" y "Plutón ") que acompañaba a la flota de Cervera, muriendo en la Batalla de Santiago de Cuba a bordo del "Furor ".

    Juan Manuel Sánchez y Gutiérrez de Castro. Duque de Almodóvar del Río
    En al renovación del Gabinete de Sagasta, mayo de 1898, fue nombrado Ministro de Asuntos Exteriores. Tuvo la difícil tarea de intentar limitar las consecuencias de la derrota en la Guerra contra Estados Unidos.
    A lo largo de las conversaciones que mantuvo en Washington el embajador Francés Cambon en representación de España y luego, durante las negociaciones de París, intentó reforzar la posición diplomática española pero la gravedad de la situación militar le dejaba poco margen de maniobra. Procuró por todos los medios impedir la pérdida de Puerto Rico y Filipinas acudiendo a la mediación inglesa que resultó fallida.
    El 21 de noviembre de 1898, los representantes americanos presentaron su última oferta, con carácter de ultimátum, amenazando con continuar las hostilidades en caso de no-aceptación. Dicha oferta suponía la pérdida de Cuba, la anexión de Puerto Rico como compensación de guerra, la compra de Filipinas por 20 millones de dólares, la anexión de la Isla de Guam, en las Islas Marianas, y de la Isla de Wake, en las Islas Carolinas, además de derechos de establecimiento de cables telegráficos en cualquier lugar de las restantes posesiones españolas en el Pacífico.
    El Duque de Almodóvar intentó nuevamente que los ingleses mediaran ofreciendo la mitad de las Filipinas, lo que nuevamente rechazó el gobierno Inglés. Sin ningún apoyo europeo y con la presión del gobierno alemán para aceptar la oferta estadounidense, ya que el Káiser quería adquirir el resto de las Colonias Españolas, el Ministro no tuvo otro remedio que autorizar a los negociadores españoles la aceptación de las draconianas imposiciones americanas.

    Valeriano Weyler y Nicolau 1838-1930
    General. Hijo de un médico militar, Weyler nació en Palma de Mallorca. Se graduó como teniente a los 20 años. Durante la Guerra de los 10 años (1868-1878), sirvió en Cuba, organizando un cuerpo de guerrillas entre los cubanos y españoles leales que causó grandes daños a los rebeldes cubanos. En 1878 alcanzó el grado de general. Fue destinado a Filipinas donde fue condecorado con la Gran Cruz de María Cristina por su trabajo al frente del ejército allí destacado (1895).
    En 1896 se le destinó a Cuba como Capitán General. Consciente de que a la guerrilla cubana no se la podía derrotar usando grandes formaciones tradicionales, decidió combatir a los rebeldes con sus propios métodos. Dividió la Isla en sectores aislados por trochas, para dividir a las partidas rebeldes y combatirlas separadamente. Para evitar el contacto de la población civil con la guerrilla, concentró a aquella en ciudades protegidas por el ejército y organizó unidades especializadas en lucha de guerrillas. Estos métodos fueron empleados también, más recientemente, por los ingleses y estadounidenses sin tanta indignación internacional. Así logró pacificar la mitad de la Isla. Sin embargo, la dificultad en aprovisionar a los reconcentrados, produjo bastantes víctimas por hambre y enfermedad entre los civiles (cifras exageradas por la prensa yanqui ), lo que provocó la protesta de muchos gobiernos. A la muerte de su valedor, Cánovas, dimitió por la falta de refuerzos solicitados.
    Fue varias veces ministro de la guerra y, en 1923, se opuso al golpe de estado del General Primo de Rivera.

    http://candamo.iespana.es/1898/tierra5.htm

  2. #2
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Cosas que deben quedar en la memoria

    Los últimos de Filipinas: los héroes de Baler


    JOSÉ JAVIER ESPARZA

    Hoy muchos españoles ignoran quiénes fueron los héroes de Baler. Quizá ni siquiera el título de “los últimos de Filipinas” les evoque otra cosa que una vieja película. Pero aquellos hombres, los últimos de Filipinas, escribieron una gesta realmente extraordinaria: casi un año soportaron el asedio del enemigo en una pequeña iglesia de un rincón perdido del archipiélago. Se negaron a creer que España hubiera abandonado las Filipinas y mantuvieron la bandera, frente a un enemigo muy superior, hasta que no les cupo la menor duda de que aquello ya no era suelo español. Una aventura excepcional.

    Estamos en Filipinas en 1898. Los norteamericanos han empezado a ejercer de gran potencia: quieren dominar América y controlar el Pacífico. Su primer objetivo será un viejo país europeo, empequeñecido y menesteroso, que sin embargo aún tiene su bandera en aquellos lugares: España. La bandera española ondea en Cuba, en Filipinas y también en Guaján o Guam, en las islas Marianas. Son los restos del viejo imperio. Los yanquis saben de nuestra debilidad. Saben también que, desde algunos años atrás, Cuba y Filipinas viven una fuerte efervescencia antiespañola. En Cuba la guerra viene siendo larga y costosa. En Filipinas no ha sido tan grave: a España no le había costado mucho mantener el orden; los disturbios, aunque serios, se habían limitado al área de la capital, Manila.

    No lejos de Manila hay un distrito bastante tranquilo: el del Príncipe. Su capital era Baler, una aldea compuesta por una iglesia, un hospital, la casa del gobernador, los barracones de la tropa (un cabo y cuatro guardias civiles) y las viviendas de los nativos. Aunque Baler, sobre el mapa, está cerca de Manila, en la práctica está muy lejos: rodeada de montañas y aislada por un río, sus comunicaciones con el exterior son dificilísimas. También allí había llegado la guerra. Desde agosto de 1897, el pacífico poblado había sido escenario de enfrentamientos entre los rebeldes tagalos, escondidos en la selva, y las tropas españolas enviadas de refuerzo. La calma volverá cuando el líder independentista, Aguinaldo, sea derrotado. Pero como Baler se ha convertido en un foco de conflicto, España decide reforzar el puesto: así, hacia febrero de 1898 se instalan en Baler 50 hombres al mando de los tenientes Juan Alonso Zayas y Saturnino Martín Cerezo, bajo la autoridad del nuevo gobernador de la plaza, el capitán Enrique de las Morenas. Y en ese momento, cuando parece que la paz ha vuelto a Baler, los yanquis declaran la guerra a España.

    El destacamento español de Baler, aislado en aquel lugar, lo ignora todo sobre la guerra con Norteamérica. Bastante tiene el capitán De las Morenas con prevenir nuevas insurrecciones: los tagalos están en la selva, esperando la oportunidad de volver al ataque. Hasta junio no se enteran los de Baler de que están en guerra con los EEUU. Ese mismo mes, los tagalos vuelven a la carga. Un día, el poblado amanece desierto: claro indicio de que va a comenzar el ataque. Los españoles se encierran en la iglesia y cortan toda comunicación con el exterior. Comienza así un asedio que hará historia.

    Cuestión de principios

    La presencia española en Filipinas se desploma. Los rebeldes tagalos suman decenas de miles. Para colmo, los yanquis desembarcan a todo un cuerpo de ejército. Las tropas españolas no pueden oponer resistencia. Cae toda la provincia de Luzón. Manila está sitiada. Los rebeldes proclaman la independencia. Pero, en Baler, los españoles aguantan. Los filipinos, cada vez más numerosos, les envían mensajes: que Filipinas ha caído, que toda resistencia es inútil, que se rindan y serán bien tratados… Pero los de Baler se niegan a creerlo. Se suceden los combates. Los españoles, firmes, resisten. Exasperado, el mando filipino les plantea un ultimátum. Decía así:

    “Acabo de llegar con tres columnas de mi comando y, enterado de la resistencia inútil que mantenéis, os informo de que si deponéis las armas en el plazo de veinticuatro horas, respetaré vuestras vidas y propiedades, y seréis tratados con toda consideración. De lo contrario, os obligaré a entregarlas. No tendré ninguna compasión de nadie y haré responsables a los oficiales de cualquier fatalidad que pueda ocurrir.”

    Los españoles de Baler deliberan. Piensan que todas las noticias que les dan los tagalos sobre el hundimiento español son simples engaños. No están dispuestos a rendirse. Así contestaron los nuestros:

    “A mediodía de hoy termina el período fijado en su amenaza. Los oficiales no pueden ser considerados responsables de las fatalidades que ocurran. Nos une la determinación de cumplir con nuestro deber, y deberás comprender que si tomas posesión de la iglesia, será solamente cuando no haya nada en ella más que los cuerpos muertos. La muerte es preferible a la deshonra”.

    La capacidad de resistencia de los españoles es inaudita. Hacen un pozo para obtener agua. Sacan víveres de donde pueden. Con piezas viejas y pólvora de cohetes fabrican dos cañones. Los filipinos disparan desde todas partes. Pasan los meses. La iglesia está semiderruida, aumentan las bajas, pero Baler aguanta. Una y otra vez intentan los filipinos que los españoles se rindan. Inútilmente. Durante el verano de 1898 se consuma el desastre: cae Manila, España entrega las islas, las tropas vuelven a casa, pero los de Baler, ignorantes de todo eso, resisten. Los tagalos envían a dos sacerdotes españoles para que le cuenten la verdad a De las Morenas; pero el capitán no les cree y, aún más sorprendente, los sacerdotes deciden quedarse con los sitiados. Aquel puñado de hombres es un microcosmos de España: hay andaluces, valencianos, canarios, catalanes, castellanos, gallegos… Los manda un teniente de Cáceres, con un corneta de Zaragoza. ¿Por qué se obstinan en no creer a los filipinos? Porque les parece inverosímil que las islas se hayan perdido en tan poco tiempo. Por eso resisten.

    Por si las cosas estuvieran poco difíciles, empieza a hacer estragos el beriberi, una enfermedad que se contrae por falta de vitamina B1. Los sitiados ya no tienen zapatos; se fabrican zuecos con madera y cuerdas. Sus ropas están deshechas; se confeccionan uniformes con sábanas del hospital. A finales de noviembre, De las Morenas se siente morir: es el beriberi. ¿Qué hace? Envía una carta a los filipinos instándoles a que se rindan y entreguen las armas, prometiéndoles que recibirán un trato benévolo. El enemigo reacciona con furia; la resistencia española no se quiebra. Hacia diciembre, en la iglesia de Baler quedan sólo 35 hombres. Los españoles están exhaustos, pero el nuevo jefe, el teniente Cerezo, ordena celebrar fiestas todas las tardes, con música y canciones, para demostrar que la moral de los sitiados no mengua. Más aún: los españoles todavía tienen arrestos para hacer varias salidas y quemar las posiciones avanzadas de los filipinos, ganarles terreno, cazar su ganado, robarles víveres.

    El 21 de enero de 1899, el ya presidente Aguinaldo firmaba la Constitución filipina. Los norteamericanos, por su parte, reclamaban la soberanía sobre las islas. El conflicto entre ellos estallará en febrero. Pero los españoles de Baler, ajenos a todo, seguían manteniendo la bandera en su ruinosa iglesia. Es ya el mes de marzo cuando Aguinaldo, exasperado, manda refuerzos. Los filipinos cañonean sin cesar; los españoles no se rinden. Llevan 282 días de sitio. Se les han acabado los víveres; comen hierba, ratas, caracoles, pájaros. El teniente médico Vigil, herido y enfermo, se hace desplazar en un sillón para atender a los otros heridos. A finales de mayo de 1899, los filipinos intentan un asalto general, pero son rechazados por los españoles y se retiran dejando 17 muertos en el campo. Es por entonces cuando llega un emisario español: el teniente coronel Aguilar, del Estado Mayor del general De los Ríos. Aguilar se entrevista con Cerezo y le cuenta que Filipinas se ha perdido, pero Cerezo no puede creerlo. Así fue la conversación:

    - "¡Pero hombre! ¿qué tengo que hacer para que Vd. me crea, espera que venga el General Ríos en persona?"
    - "Si viniera, entonces sí que obedecería las órdenes".

    Sin embargo, lo que despejó todas las dudas fue uno de los periódicos españoles que Aguilar dejó a los sitiados: allí Cerezo leyó una noticia que no podía ser un truco, porque hablaba de un amigo suyo. Así que el teniente Martín Cerezo reunió a la tropa y le expuso la situación: era verdad, la guerra se había perdido, España se había rendido y ellos, los de Baler, eran los últimos de Filipinas. Había que buscar una forma honrosa de rendir la posición. Cerezo se reunió con el jefe enemigo y pactó las condiciones: abandonar la plaza sin ser hechos prisioneros ni sufrir daños. Tras 337 días de asedio, los treinta y tres supervivientes, los héroes de Baler, abandonaban la iglesia enarbolando la rojigualda entre un pasillo de filipinos que les presentaban armas. El propio presidente Aguinaldo recibió a los héroes y les ofreció obsequios y alojamiento. Aguinaldo, admirado por el valor de aquellos hombres, publicó un decreto que decía así:

    "Habiéndose hecho acreedoras de la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, la constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanza de auxilio alguno, han defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República, que bizarramente les ha combatido, vengo en disponer lo siguiente: Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino por el contrario, como amigos; y en su consecuencia, se les proveerá, por la Capitanía General, de los pases necesarios para que puedan regresar a su país".

    Los héroes de Baler llegaron a España en septiembre de 1899. Fueron recibidos con todos los honores. Hoy, en la iglesia de Baler, una placa recuerda su gesta. En Filipinas se ha instituido recientemente el día hispano-filipino; se celebra el 30 de junio, en recuerdo de aquel decreto del presidente Aguinaldo. En España no hay un día específico que recuerde a aquellos valientes. Pero todos los días deberían ser el día de los últimos de Filipinas, de los héroes de Baler.

    http://www.elmanifiesto.com/articulo...darticulo=2421
    Pious dio el Víctor.

  3. #3
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Estos fueron los HEROES de BALER:

    Los supervivientes:

    Saturnino Martín Cerezo (Teniente) (Miajadas / Cáceres)
    Jesús García Quijano (Cabo) (Labrador) (Viduerna / Palencia).
    José Olivares Conejero (Cabo) (Zapatero) (Caudete / Albacete)
    Santos González Roncal (Labrador) (Mallén / Zaragoza)
    Juan Chamizo Lucas (Campesino) (Valle de Abdalagís / Málaga)
    José Hdez. Arocha (Campesino) (La Laguna / Tenerife)
    Luis Cervantes Dato (Campesino) (Mula / Murcia)
    Manuel Menor Ortega (Jornalero) (Sevilla)
    Vicente Pedrosa Carballeda (Jornalero) (Carballino / Orense)
    Antonio Bauza Fullana (Jornalero) (Petra / Mallorca)
    Domingo Castros Camarena (Cantero) (Aldeavieja / Avila)
    Eustaquio Gopar Hernández (Labrador) (Tuineje / Fuerteventura)
    Eufemio Sánchez Martínez (Jornalero) (Puebla de D. Fabrique / Granada)
    Emilio Fabregat Fabregat (Panadero) (Salsadella / Castellón)
    Felipe Castillo Castillo (Campesino) (Castillo Locubín / Jaén)
    Francisco Real Yuste (Campesino) (Cieza / Murcia)
    José Pineda Turán (Panadero) (San Feliu de Codina / Barcelona)
    José Jiménez Berro (Campesino) (Almonte / Huelva)
    José Martínez Santos (Campesino) (Almeiras / La Coruña)
    Loreto Gallego García (Campesino) (Requena / Valencia)
    Marcos Mateo Conesa (Sombrerero) (Tronchón / Teruel)
    Miguel Pérez Leal (Herrero) (Lebrija / Sevilla)
    Miguel Méndez Expósito (Campesino) (Puebla de Tabe / Salamanca)
    Pedro Vila Garganté (Cocinero) (Taltaull / Lérida)
    Pedro Planas Basagañas (Cerrajero) (S. Juan de las Abadesas / Gerona)
    Ramón Mir Brills (Campesino) (Guisona / Lérida)
    Ramón Boades Tormo (Campesino) (Carlet / Valencia)
    Ramón Ripollés Cardona (Sastre) (Morella / Castellón)
    Timoteo López Larios (campesino) (Alcoroche / Guadalajara)
    Gregorio Catalán Valero (Campesino) (Osa de la Vega / Cuenca)
    Marcelo Adrián Obregón (Sirviente) (Villalmanzo / Burgos)
    Bernardino Sánchez Cainzos (Labrador) (Guitiriz / Lugo)
    Pious dio el Víctor.

  4. #4
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    El SITIO DE BALER.

    "CAMINO ES DERROTA, Y DERROTA ES CAMINO"...

    -¡Dejamos estas tierras!, -gritó el Sargento Mayor en la gran explanada en la que nos encontramos .
    El silencio en el que acostumbrados vivimos, se hallaba presente tras la noticia, pues guerreando callamos mientras las ordenes cumplimos. La repentina noticia suponía dos cosas, las penalidades presentes llegaban a su término, mientras que las futuras, por desconocidas se antojaban aún peores.
    Los más jóvenes y menos avezados - que el adjetivo en este caso primero que segundo igualmente válido es -, animados por la gallardía propia de su edad, mostraban su alegría augurando nuevas gestas con las que alimentar su hambrienta mocedad. Ya se sabe que el soldado joven siempre anda corto de pan pero largo de espada.
    Yo, que por viejo me tengo, pues aquí un año se torna en lustro y llegando a éste pareciera que la década hubiera pasado, solo me turbaba la primera consecuencia, el largo viaje al infierno que seguro nos esperaba.

    Comenzamos así a desarmar lo armado, rehacer lo deshecho, pues nada acaba, nada termina, por cuanto todo lo que se inicia ya es concluso. Hasta tres días pasamos organizando la partida y eso que aquí cada uno tiene claro su cometido, el caballero a su caballo, el piquero a la pica, y el muerto al túmulo. Hasta algunos soldados que criados sustentan, van y vienen organizando lo suyo.
    Por fin comenzamos la marcha hacia el lugar que se nos había preparado, quedaban atrás como siempre las tierras regadas de sangre, humeantes cementerios que la patria demanda.
    Al alba marchamos, siempre lo mismo, ruido de aceros, cuero, madera y cuerdas, a mi lado siempre Cano, siempre renegando y siempre cerca de los pellejos de vino. Mirando tras de mí lo que el ala del sobrero me permite, embozado y prevenido en mi actitud, vigilo la conducta inquisitiva de un menudo soldado que cargado de aperos no cesa en observarme, y que al ser descubierto pone en fuga su mirada. Desde ya tiempo parece querer decirme algo, pero yo finjo no entender más de lo que pasa a mi lado y me divierto asiendo de vez en cuando la empuñadura de mi espada haciendo notar mi preventiva actitud, lo cual intimida aún más a mi joven acompañante.



    Le conozco, lo he visto al igual que ahora tras de mí, tras las primeras escuadras. Su figura me recuerda cuando yo mismo andaba por esos lugares de capacetes prestados, roña, sudor y hambre. En un momento la columna cesa en su camino para abrevar las caballerías en un canto del río. Es entonces cuando se acerca y de manera temerosa se descubre y sin mirarme dice – ¿es cierto señor, que usted tuvo el honor de servir en Empel? –
    La osadía de la pregunta invadió a ambos. Enseguida Cano que presto al quite salió, hizo ademán de apartar al muchacho, pero yo sólo pude pararlo a él, y no a mi curiosidad, a cuál más rauda si cabe.
    -Señor, he podido oír de soldados viejos, que vuesa merced se hallaba donde Nuestra Señora obró el prodigio de Empel, ¿es cierto?-
    Varios soldados y criados que nos acompañaban quedaron atónitos más con la pregunta, que con la inminente respuesta, la cual llegaría, pero a su tiempo...


    2 DE JUNIO DE 1.899, IGLESIA DE BALER (FILIPINAS).


    Un grupo de soldados harapientos sale del interior del templo portando sus armas enmohecidas, sin municiones, algunos desdentados. La formación, que parecía salir del mismísimo infierno desfilaba con marcialidad mientras recibía el homenaje de las tropas Zagalas. Eran los últimos, algunos dirían que de Filipinas, yo afirmaría que serían los últimos en la defensa del que fuera el mayor imperio hasta entonces conocido, y que otros como ellos habían defendido durante más de 400 años.
    Habían transcurrido 337 días desde que el Teniente Saturnino Martín Cerezo y sus hombres se habían hecho fuertes en ése lugar, resistiendo las acometidas del ejército revolucionario Filipino apoyado interesadamente por la entonces emergente potencia de los Estados Unidos de América.


    En el siglo XIX el Imperio Español languidecía, comenzaban a perderse las posesiones de ultramar, Guam, Cuba, Puerto Rico y las colonias americanas. Todas ellas se presentaban sumamente apetecibles a los intereses de los Estados Unidos. España entraba así en la mayor crisis que jamás conoció.
    La situación de Cuba y Puerto Rico, entonces españolas, hacía que los intereses expansionistas americanos fueran frenados. Era necesario un golpe de efecto que hiciera desequilibrar la balanza.
    El 25 de Abril de 1.898 sería el comienzo por el cual la balanza quedaría orientada del lado americano, es en ésa fecha cuando un buque atracado en Cuba salta por los Aires, se trataba del Maine. El incidente fue el pretexto ideal para acusar a España del sabotaje y así declararle la guerra.
    El Buque Maine tras la explosión en Cuba.
    Se iniciaba una contienda que sería el inicio del desastre del 98, donde los jóvenes españoles se veían forzadamente alistados en un ejército donde el ser pobre y no poder pagar la cantidad de dinero estipulada para librarse del servicio militar, era suficiente mérito para que los mozos menos adinerados dejaran sus humildes trabajos y se marcharan hasta lejanas tierras para convertirse en héroes. LOS HÉROES DEL 98.




    FILIPINAS, LA ANSIADA PERLA DEL PACÍFICO.


    Filipinas, el archipiélago bautizado así en honor de Felipe II en 1542, quedaba demasiado cerca de los intereses Norteamericanos que veían en este grupo de islas un lugar ideal desde donde abastecer de carbón a sus colonias en Asia.
    Para entonces, la vida en Filipinas transcurría de un modo tranquilo, las hostilidades que en otros tiempos la sacudieron habían cesado de forma momentánea. Las guarniciones se reducían, tan sólo 28.000 soldados se encontraban a finales de 1897 destinados en el pacífico, los cuales si se comparan con los 100.000 destacados en Cuba, nos dan una idea de los reducido del contingente.
    En abril, el líder rebelde filipino Emilio Aguinaldo volvía de su retiro dorado en Hong Kong y apoyado por la Marina Norteamericana reorganizó la revuelta contra los españoles, que inferiores en número, se veían incapaces de frenar sus acometidas.




    En mayo las fuerzas españolas recibirían la que sería la derrota naval más importante de su historia contemporánea, el desastre de Cavite. La flota hispana quedaba aniquilada y diezmada, más de 800 bajas fue el precio a pagar.


    Para entonces en la pequeña isla de Luzón, y concretamente en una pequeña población al sur de la bahía de la que tomaba su nombre, Baler, un pequeño grupo de Guardias Civiles (1 Cabo, y 4 Guardias indígenas) se encargaba de su defensa y administraba el orden. La tensa situación haría que hasta ésta pequeña localidad, y a modo de refuerzo, llegaran un grupo expedicionario de Cazadores del Ejército comandados por un joven Teniente de tan sólo 18 años, el Teniente Mota. Únicamente 50 soldados le acompañaban, tal y como veremos no serían suficientes.
    Y es que la superioridad numérica de los insurrectos filipinos haría que en poco tiempo la unidad del Teniente Mota fuese aniquilada, dejando un reguero de muertos que el propio Oficial no pudo asimilar, por lo que decidió quitarse la vida antes de rendirse y entregar su posición. Nuevamente las ordenanzas se habían llevado hasta sus últimas consecuencias, y no sería la única.
    Con la plaza al descubierto, el mando Español decidió en febrero destacar a otro grupo expedicionario de Cazadores, así otros 54 soldados llegarían al mando del Capitán Enrique de las Morenas, acompañado de los Tenientes Saturnino Martín Cerezo, Juan Alfonso Zayas y el también Oficial Médico Rogelio Vigil.
    Ultimos de Filipinas
    Llegados desde Manila, sus ordenes serían estrictas, defender la plaza de Baler a toda costa.
    Al llegar a esta pequeña población de la isla de Luzón, la Unidad militar comenzaría a preparar su defensa, para lo cual se iniciaron los trabajos de fortificación de la Comandancia y logística. Con buen criterio se eligió la pequeña Iglesia del pueblo como lugar donde refugiarse en última instancia en el caso de empeorar las cosas. La menuda Iglesia era toda una fortificación, con muros fuertes y anchos así construidos para soportar los fuertes vientos y huracanes tan frecuentes en esas latitudes. El Cura Párroco, el Padre Carreño accedió de buen modo a la petición del Capitán de las Morenas.
    Comienzan los ataques contra los españoles comandados por Emilio Aguinaldo y Novicio Luna, ataques que se producen con un fuerte desequilibrio de fuerzas, miles de soldados atacan la posición de Baler que a duras penas puede mantenerse, es entonces cuando los defensores deciden refugiarse en la pequeña iglesia. Todo esto sucede el 27 de Julio de 1898, comenzaría el sitio de Baler.

    LA ENCAMISADA
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    EL SITIO DE BALER.
    Comienza así el sitio de Baler, cuya duración como he dicho al principio fue de casi un año. Los 54 soldados españoles se refugian de las acometidas Tagalas en la pequeña iglesia, la cual empiezan a proteger tapiando las ventanas y haciendo acopio de los pocos alimentos disponibles (arroz, tocino, azúcar) con la certera intención de aguantar hasta ser liberados o recibir ordenes desde Manila.


    Iglesia de Baler.
    En torno al templo, los insurrectos comienzan a construir una trinchera desde donde atacar. A las pocas horas comienza el asedio, cientos de soldados filipinos acometen encarnizadamente la posición desde todas partes, los cazadores españoles repelen una y otra vez los ataques que se suceden uno tras otro. La tenacidad de los asediados desarma la voluntad del enemigo que ve como lo que parecía cuestión de horas, se alarga preocupantemente en el tiempo.
    Podemos imaginar el interior de la iglesia prácticamente a oscuras, ya que las ventanas se habían tapiado, el pesado ambiente hacía que respirar fuera muy dificultoso. Los días pasan y los ataques no cesan, los alimentos cada vez eran más escasos y el mayor de los enemigos llegaría en forma de epidemia. El Ber-iberi la terrible y dolorosa enfermedad diezmaría a los débiles soldados españoles, que morían entre terribles dolores. Esta enfermedad se debía a la falta de la desconocida vitamina B-1, se descascarillaba el arroz ignorantes de que la cáscara era fuente de esa vitamina tan necesaria. También la disentería se haría presente, contribuyendo a llenar la enfermería del Teniente Rogelio Vigil, que veía como sus hombres morían uno tras otro, unas veces por la enfermedad y otras por el hambre. Comenzaron a escasear las provisiones, la carne pronto comenzaría a faltar, además no tenían sal con que conservarla y la necesidad hizo que se consumieran todo tipo de animales como ratas, lagartijas y serpientes, cualquier cosa era apetitosa.

    Atacados por el hambre y las enfermedades, mueren el Capitán de las Morenas y el Teniente Zayas, quedando el Teniente Saturnino Martín Cerezo al mando de aquella guarnición de soldados andrajosos, pues ya no tenían ropa con la que vestirse ni calzado con el que proteger sus pies. La bandera que ondeaba en lo alto de la iglesia y que a causa del sol y la lluvia se había degradado tanto como sus custodios, fue cambiada y sustituida por otra confeccionada con algunos trapos rojos y amarillos, pero la torre donde flameaba fue derruida por varios disparos de cañón.
    Los sitiados recibieron multitud de emisarios ofreciéndoles la rendición, pero ninguna vez accedieron a sus pretensiones, acordando no recibir a ningún otro y resistir hasta el final. La moral quedaba así en pie a diferencia del techo de la iglesia, el cual se derrumbaría por el impacto de las bombas haciendo que la lluvia penetrase en el interior.
    Mientras nuestros soldados resistían, España se rendía, el 13 de Agosto de 1898 se firmaba el Tratado de París por el que se capitulaba y se entregaba a USA, Filipinas, Cuba y Puerto Rico. Todo se había perdido, se vendió Filipinas por 20 Millones de Dólares, todo se entregaba, todo a excepción de la pequeña localidad de Baler que seguía siendo defendida por aquel grupo de soldados ajenos a lo que estaba ocurriendo.
    Teniente Coronel Aguilar en Baler (Mayo 1899).
    Desde Manila comenzaron a enviar noticias de la capitulación al Teniente Martín Cerezo, se les animaba a rendirse y a deponer las armas, pero el Teniente desconfiaba y no hacía caso a las noticias que le llegaban. Hasta el lugar llegó el Capitán Olmedo para informarle de lo que había ocurrido, pero tampoco pudo convencer al valeroso oficial de que la Guerra había terminado, temiendo que todo fuera urdido para engañarle, hasta en cinco ocasiones lo intentó.
    Llegó la navidad y la situación era desesperante, como sustento solo disponían de infusiones de naranja, el hambre haría que varios soldados al frente de Cerezo y Vigil animados por la necesidad aprovecharan la noche para salir de la iglesia y tras eludir la constante vigilancia del enemigo, abatieran a tiros un Carabao cuya carne les daba otra oportunidad de seguir con vida y así alargar la defensa.
    Cañonero Estadounidense USS Yorktow.
    El tratado de París había sido un engaño, la independencia prometida por los americanos a los filipinos no se produjo y las islas se convertirían en una colonia mas. Ahora, los enemigos eran los Americanos. El 13 de Abril de 1899 llegó hasta las costas el Cañonero Estadounidense USS Yorktow, con la intención tomar la zona, pero en un gesto de casi admiración, el mando Estadounidense decide salvar antes a los soldados españoles recluidos en Baler. Por la noche el cañonero ilumina desde la costa la Iglesia, el Teniente Martín Cerezo no puede creer lo que esta viendo, su mente cansada cree que se trata de los refuerzos llegados para salvarlos estallando en euforia toda la guarnición. Finalmente los soldados Americanos destinados a salvarlos fueron masacrados. Los sitiados siguen en su defensa, pero ahora con la moral más alta.
    Otro cañonero, esta vez Español llega en mayo a la bahía procedente de Manila, a bordo se encontraba el Teniente Coronel Cristóbal Aguilar y Castaneda nuevamente enviado para convencer al Teniente Cerezo, éste en su ofuscación confunde al barco español con uno Filipino, y piensa que ha sido enviado para engañarle nuevamente, y que la embarcación ha sido camuflada como española. Los sitiados quedan clavados al terreno en su firme actitud de continuar con la defensa, hasta que el Teniente Coronel Cristóbal Aguilar hace llegar a Cerezo unos periódicos donde se evidencian las noticias de los desafortunados acontecimientos. Martín Cerezo queda petrificado, no puede creer lo que está viendo, todo había sido entregado y lo único que le reconforta es saber que su plaza había aguantado.



    Héroes de Baler y últimos de Filipinas.


    El 2 de Junio de 1899 la bandera española que todavía ondeaba en la Iglesia de Baler es sustituida por un paño blanco, pero no sería una rendición en su término más exacto. Martín Cerezo había conseguido firmar una capitulación que aseguraba la rendición más honrosa. En la Capitulación de Baler se decía que las dos partes habían pactado cesar en sus hostilidades, que las vidas de los soldados serían respetadas, y que se dejaría salir a éstos portando sus armas y escoltados hasta un lugar seguro.
    Ya no había motivo por el cual permanecer más tiempo en aquella tumba, aquella mañana se abriría la puerta de la Iglesia, al frente, el Teniente Saturnino Martín Cerezo encabezaba la formación de a tres, con la cabeza bien alta sus cadavéricas figuras desfilaron con honores frente a las tropas Tagalas. Sólo quedaron 33 soldados y 2 frailes, ya que 17 habían muerto, seis habían escapado y 2 fueron fusilados.
    El 30 de junio se publicó un decreto firmado por Aguinaldo, presidente de la República Filipina, en el que se podía leer lo siguiente:



    "Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente":
    Artículo Único.Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país.
    Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899. El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo. El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores.LA ENCAMISADA
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    Re: Heroes de Filipinas (1)





    a en España, la ingrata madre Patria sólo concedió una Lauredada de San Fernando al Teniente Saturnino Martín Cerezo, la familia del Capitán de la Morenas y Fossi cobraría 5.000 pesetas de pensión y el ascenso póstumo a Comandante. Incomprensiblemente a los soldados se les concedió únicamente una pensión de 60 Pesetas con la que muchos de ellos llegaron a la mendicidad y la indigencia, otros llegaron a la Guerra Civil, en la cual alguno fue fusilado. A continuación, como homenaje, se trascribe los nombres de todos los héroes de Baler. Que no caigan en el olvido...


    Comandante político-militar de El Príncipe
    · Capitán de Infantería Enrique de las Morenas y Fossi, natural de Chiclana de la Frontera, Cádiz. Falleció por enfermedad el 22 de noviembre de 1898;
    Tropa del Destacamento de Baler
    · 2º Teniente Juan Alonso Zayas, natural de Puerto Rico. Falleció por enfermedad el 18 de octubre de 1898;
    · 2º Teniente Saturnino Martín Cerezo, natural de Miajadas, Cáceres;
    · Cabo Jesús García Quijano, natural de Viduerna de la Peña, Palencia;
    · Cabo José Chaves Martín. Falleció por enfermedad el 10 de octubre de 1898;
    · Cabo José Olivares Conejero, natural de Caudete, Albacete;
    · Cabo Vicente González Toca. Fusilado el 1 de junio de 1899;
    · Corneta Santos González Roncal, natural de Mallén, Zaragoza;
    · Soldado de 2ª Felipe Herrero López. Desertó el 27 de junio de 1898;
    · Soldado de 2ª Félix García Torres. Desertó el 29 de junio de 1898;
    · Soldado de 2ª Julián Galvete Iturmendi. Falleció debido a heridas el 31 de julio de 1898;
    · Soldado de 2ª Juan Chamizo Lucas, natural de Valle de Abdalajís, Málaga;
    · Soldado de 2ª José Hernández Arocha, natural de La Laguna, Tenerife;
    · Soldado de 2ª José Lafarga Abad. Falleció por enfermedad el 22 de octubre de 1898;
    · Soldado de 2ª Luis Cervantes Dato, natural de Mula, Murcia;
    · Soldado de 2ª Manuel Menor Ortega, natural de Sevilla, Sevilla;
    · Soldado de 2ª Vicente Pedrosa Carballeda, natural de Carballino, Orense;
    · Soldado Antonio Bauza Fullana, natural de Petra, Mallorca;
    · Soldado Antonio Menache Sánchez. Fusilado el 1 de junio de 1899;
    · Soldado Baldomero Larrode Paracuello. Falleció por enfermedad el 9 de noviembre de 1898.
    · Soldado Domingo Castro Camarena, natural de Aldeavieja, Ávila;
    · Soldado Emilio Fabregat Fabregat, natural de Salsadella, Castellón;
    · Soldado Eufemio Sánchez Martínez, natural de Puebla de Don Fadrique, Granada;
    · Soldado Eustaquio Gopar Hernández, natural de Tuineje, Las Palmas;
    · Soldado Felipe Castillo Castillo, natural de Castillo de Locubín, Jaén;
    · Soldado Francisco Real Yuste, natural de Cieza, Murcia;
    · Soldado Francisco Rovira Mompó. Falleció por enfermedad el 30 de setiembre 1898;
    · Soldado Gregorio Catalán Valero, natural de Osa de la Vega, Cuenca;
    · Soldado Jaime Caldentey Nadal. Desertó el 3 de agosto de 1898;
    · Soldado José Alcaide Bayona. Desertó el 8 de mayo de 1899;
    · Soldado José Jiménez Berro, natural de Almonte, Huelva;
    · Soldado José Martínez Santos, natural de Almeiras, La Coruña;
    · Soldado José Pineda Turán, natural de San Felíu de Codinas, Barcelona;
    · Soldado José Sanz Meramendi. Falleció por enfermedad el 13 de febrero 1899;
    · Soldado Juan Fuentes Damián. Falleció por enfermedad el 8 de noviembre 1898;
    · Soldado Loreto Gallego García, Los Isidros Requena, Valencia;
    · Soldado Manuel Navarro León. Falleció por enfermedad el 9 de noviembre 1898;
    · Soldado Marcelo Adrián Obregón, natural de Villalmanzo, Burgos;
    · Soldado Marcos José Petanas. Falleció por enfermedad el 19 de mayo 1899;
    · Soldado Marcos Mateo Conesa, natural de Tronchón, Teruel;
    · Soldado Miguel Méndez Expósito, natural de Puebla de Tabe, Salamanca;nota 6
    · Soldado Miguel Pérez Leal, natural de Lebrija, Sevilla;
    · Soldado Pedro Izquierdo Arnaíz. Falleció por enfermedad el 14 de noviembre 1898;
    · Soldado Pedro Planas Basagañas, natural de San Juan de las Abadesas, Gerona;
    · Soldado Pedro Vila Garganté, natural de Taltaüll, Lérida;
    · Soldado Rafael Alonso Medero. Falleció por enfermedad el 8 de octubre de 1898;
    · Soldado Ramón Buades Tormo, natural de Carlet, Valencia;
    · Soldado Ramón Donat Pastor. Falleció por enfermedad el 10 de octubre 1898;
    · Soldado Ramón Mir Brills, natural de Guisona, Lérida;
    · Soldado Ramón Ripollés Cardona, natural de Morella, Castellón;
    · Soldado Román López Lozano. Falleció por enfermedad el 25 de octubre 1898;
    · Soldado Salvador Santamaría Aparicio. Falleció debido a heridas el 12 de mayo 1899;
    · Soldado Timoteo López Larios, natural de Alcoroches, Guadalajara;
    Enfermería
    · Médico provisional de Sanidad Militar (teniente) Rogelio Vigil de Quiñones, natural de Marbella, Málaga.
    · Cabo Alfonso Sus Fojas, filipino. Desertó el 27 de junio de 1898;
    · Sanitario Tomás Paladio Paredes, filipino. Desertó el 27 de junio de 1898;
    · Sanitario Bernardino Sánchez Cainzos, natural de Guitiriz, Lugo
    Religiosos
    · Fray Cándido Gómez Carreño, párroco de Baler, natural de Madridejos, Toledo.240 Falleció por enfermedad el 25 de agosto de 1898;
    · Fray Juan López Guillén, misionero destinado en Casigurán enviado por las tropas filipinas tras su captura, que decidió, junto con el padre Minaya, quedarse en la iglesia a petición del capitán Las Morenas, natural de Almonacid de Toledo, Toledo;241
    · Fray Félix Minaya, misionero destinado a Casigurán enviado por las tropas filipinas tras su captura, que decidió, junto con el padre López Guillén, quedarse en la iglesia a petición del capitán Las Morenas, natural dePastrana, Guadalajara

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  7. #7
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    Loor y Gloria a ellos........

  8. #8
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Baler no se rinde, así defendieron 57 militares el último territorio español en Filipinas

    MANUEL P. VILLATORO

    En 1898, y durante casi un año, un pequeño destacamento hispano resistió en una iglesia la embestida del enemigo esperando unos refuerzos que nunca llegaron

    ABC


    Los oficiales y soldados que formaron la guarnición de Baler (Filipinas), a su llegada a Barcelona


    Harapientos, enfermos, y débiles por no tener nada que llevarse a la boca. Aunque también valientes y decididos a dar hasta la última gota de sangre por su país. Así fue como los apenas 57 militares presentes en Baler (a 200 kilómetros de Manila) defendieron en 1898 el último territorio español ubicado en Filipinas: una pequeña iglesia en la que esperaron durante casi un año la llegada de unos refuerzos hispanos que nunca llegaron. En los 337 días de resistencia, estos soldados no admitieron nunca la derrota de la metrópoli. Sin embargo, terminaron por abandonar el lugar tras recibir noticias de la retirada definitiva de España de la colonia. Por ello, fueron conocidos en la Historia como los últimos de Filipinas.
    Corría por entonces el Siglo XIX, una época aciaga para el ya inexistente imperio español. Y es que, el tiempo feliz en el que en el territorio hispano «no se ponía el sol» ya hacía años que se había ido por el retrete y había desaparecido de la memoria colectiva. De aquellas regiones conquistadas y colonizadas por medio mundo, tan sólo quedaban en cartera Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Y andábamos a bofetadas con los lugareños para mantenerlas.

    Tampoco iban mejor las cosas en la Península, donde la pobreza atacaba salvajemente a la población y donde, leva por aquí y alistamiento por allá, todos los días partían cargueros repletos de militares para darse de fusilazos por España en la otra punta del globo. Pero amigo, había que defender los resquicios de la gloriosa España que un día fuimos fuera a la costa que fuere. A su vez, y por si fuera poco, mientras nosotros caíamos en picado, un nuevo imperio asomaba lentamente la cabeza en el mundo: Estados Unidos(un país que por entonces no contaba ni 150 años desde su fundación pero que ya se creía en derecho de meter las narices allí donde quisiera).
    Precisamente uno de los territorios que más dolores de cabeza daba en aquellos años a los españoles era una pequeña colonia ubicada cerca de China: Filipinas. Allí, desde 1896 y bajo un calor mortal, los militares libraban una batalla a fusil y machete en un intento de sofocar una revuelta que podía acabar con el dominio hispano en la zona. Con todo, tras más de una contienda y algún que otro susto, la metrópoli decidió cambiar el cuchillo por la pluma y, a finales de ese mismo año, firmó un tratado de paz con los líderes del levantamiento que pacificó la zona –o, al menos, eso se pensaba-. Un breve respiro para España en una época repleta de guerras.
    Filipinas y EE.UU. aprovechan su momento

    Mientras andábamos a mandobles en los territorios de ultramar luchando por mantener los retazos que aún nos quedaban del imperio, Estados Unidos vivía una situación bien diferente. Y es que, como el norte del continente se le había quedado pequeño, sus gobernantes empezaron a mirar al exterior en busca de nuevos territorios que besaran la bandera de las barras y estrellas. ¿Cuáles fueron los seleccionados? Entre otros, Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Sabedores de la desesperación que generaban en la Península estas colonias y la cantidad de hombres y monedas que estaban costando a España, consideraron que era el momento de intentar apropiarse de ellas.
    Por ello, a mediados del SXIX los norteamericanos abrieron la bolsa con la intención de dar «a lot of money» a la vieja y maltrecha España y ofrecieron nada menos que 100 millones de dólares por la isla. Sin embargo, los hispanos no andábamos para bromas así que, con un simple «no, thanks», les devolvimos para las américas de un puntapié. «Cuba no está en venta». Aquello cambió la forma de pensar de la nueva potencia mundial, en la cual se debió considerar que, si no pensábamos deshacernos de los territorios por las buenas, habría que conseguirlos por otros métodos. Así pues, Estados Unidos comenzó a ayudar de forma disimulada (un secreto a voces, que se podría decir a día de hoy) a las colonias con armas y dinero para que se independizaran de la metrópoli.

    Hundimiento del Maine




    No obstante, la situación mundial volvió a dar un vuelco el día 15 de febrero de 1898 cuando, en mitad de la noche, el buque estadounidense «Maine» -que había llegado a las costas cubanas en misión de paz, aunque sin previo aviso y con algún que otro cañón de más- voló por los aires. Sin mediar palabra, los norteamericanos echaron la culpa del suceso a los españoles y declararon la guerra a la Península. Aunque posteriormente se demostró que todo había sido un desafortunado accidente, a Estados Unidos le vino como anillo al dedo esta catástrofe, pues gracias a ella pudo iniciar las hostilidades y preparar a sus hombres para tomar las colonias españolas. Ya sin medias tintas y con el cuchillo entre los dientes, les había llegado el momento de conseguir nuevos territorios a precio de ganga. Por si hubiera pocos problemas, días después de que los Estados Unidos se pusiera belicoso, los revolucionarios filipinos volvieron a sacar el fusil e iniciaron una nueva cruzada contra los españoles. Al parecer, entendieron también que no hay mejor momento para atacar a un imperio que cuando está herido y sus frentes se dividen. Así pues, recibiendo los cañonazos norteamericanos por mar y el plomo colonial desde tierra, los menos de 20.000 soldados peninsulares presentes poco pudieron hacer y, jornada tras jornada, fueron cediendo el territorio al enemigo. La guerra, en definitiva, estaba perdida incluso antes de comenzar.
    La primera masacre de Baler

    Cuando la revolución estalló, no lo hizo por igual en todos los territorios filipinos. De hecho, mientras que en unos los españoles tuvieron que tocar a zafarrancho de improviso, en otros los movimientos rebeldes tardaron más tiempo en fraguarse. Precisamente, una de esas comarcas en las que la sedición llegó con algo de retraso fue Baler, una pequeña localidad ubicada al noreste de Filipinas. «Baler está situado cerca del mar, sobre un recodo, al sur de la ensenada o bahía de su nombre, distante de la playa unos 1.000 metros. (…) Como todas las poblaciones filipinas, de vida puramente rural y escaso número de habitantes, reducíase a la iglesia rectoral; (…) y alguna casa de tablas y argamasa» afirma Saturnino Martín Cerezo (presente posteriormente en la defensa de este pueblo) en su diario de operaciones editado en 1904.
    Curiosamente, a mediados de 1897 las únicas autoridades españoles presentes en este pequeño pueblo eran un cabo de la Guardia Civil y cuatro indígenas. No obstante, todo cambió cuando, en 1898, volvió a estallar la revolución. Y es que, temeroso de que el pueblo pudiera revelarse contra los intereses de la metrópoli, los oficiales hispanos del lugar –representadas entonces por el comandante Irizarri- decidieron pedir refuerzos para mantener el orden.





    Rogelio Vigil de Quiñones











    Dicho y hecho. A los pocos días llegó para evitar futuras insurrecciones un destacamento de 50 cazadores españoles al mando de un joven teniente de 19 años apellidado Mota. De escasa experiencia, la primera decisión que tomó el oficial nada más pisar el pueblo fue dividir a su tropa. Así pues, creó diferentes grupos que se diseminaron a lo largo y ancho de Baler. No pudo cometer mayor error pues, tras algunas noches, los rebeldes aprovecharon su superioridad numérica para darles de machetazos hasta la extenuación.
    Faltó poco, de hecho, para que lo consiguieran pues –con la oscuridad de aliada- asaltaron las posiciones españoles en el pueblo acabando con media decena de españoles e hiriendo a otros tantos. A su vez, y para desgracia hispana, la mala fortuna quiso que también falleciera el joven y prometedor teniente Mota. Según parece, se levantó en medio de la noche solo y, creyendo que todo su destacamento había encontrado muerte bajo los cuchillos filipinos, cogió un revólver y se voló los sesos. Una muy mala noticia ya que, si hubiera tenido algo de paciencia, se podría haber enterado de que, aunque con sufrimiento, se había rechazado al enemigo.
    Tras este ataque, Irizarri entendió lo preocupante de la situación y, hasta el chambergo de la revolución, decidió establecer la que sería la defensa de Baler. «La primera medida que el comandante Irizarri adoptó, tras evaluar las consecuencias del asalto, fue la de reagrupar sus tropas en la iglesia-convento junto a la desembocadura del río. Ya hemos mencionado los datos de la fortaleza, sus muros de metro y medio, sus 30 metros de longitud y 10 de anchura, sus seis ventanas, dos en la parte sur sobre la fachada principal, una orientada hacia el sur y otra hacia el oeste», afirma Manuel Leguineche en su obra «Yo te diré… La verdadera historia de los últimos de Filipinas».
    Llega el relevo

    Por otro lado, y debido a que el destacamento había sido diezmado, pidió que acudiera desde España un relevo que pudiese hacerse cargo de la situación. El 2º Batallón Expedicionario de Cazadores fue el encargado de suministrarlo: 50 valerosos soldados armados con el efectivo fusil Máuser y comandados (en primer término) por Enrique de las Morenas y Fossi -el nuevo Comandante Político Militar del distrito del Príncipe- y, a continuación, por el teniente Juan Alonso Zayas y el teniente Saturnino Martín Cerezo. A su vez, también partieron hacia Baler el médico provisional de Sanidad Militar Rogelio Vigil de Quiñones y Fray Cándido Gómez Carreño.
    Este nuevo destacamento hizo el relevo a sus compañeros en mayo. Eran tan sólo 54 valientes, pero estaban dispuestos a dejarse las pestañas para defender a España aunque fuera a miles de kilómetros de distancia. Sin embargo, cerca de ellos había una ingente cantidad de rebeldes decididos a devolverles a la Península en una caja de pino. De hecho, los líderes locales no tardaron ni dos jornadas en alistar una gigantesca fuerza de combate que asediara Baler y robara hasta la última miga de pan a sus defensores. Por entonces, la colonia ya se había levantado en armas y los españoles perdían batalla tras batallas contra los lugareños.

    «En la segunda quincena de mayo, las noticias se agravaron públicamente. Aquella partida, bastante numerosa ya para lanzarse al campo, hizólo, desde luego simultánea y resueltamente; se apoderó de los pueblos de alrededor, (…) y nos cerró del todo las comunicaciones internas con el resto de la isla. Era indudable que nuestro pequeño destacamento seguía excitando la codicia y las preferencias enemigas. Nada más natural», destaca Cerezo en sus escritos personales. Sabedores de que lo que se les venía encima no era una rebelión fácil de aplacar, los oficiales españoles hicieron acopio de todos los víveres que encontraron y se atrincheraron en la iglesia. Allí, pretendían resistir hasta la llegada de refuerzos o hasta que, tras una sangrienta lucha, no quedara ni un solo de ellos con vida.
    En concreto, en el momento de ser sitiados los españoles contaban –según los estadillos de la época- con los siguientes alimentos: «Raciones de campaña, 7500; sacos con 500 kg de garbanzos, 20; cajas con 440 ídem de tocino, 22; sacos con 375 ídem de habichuelas, 15; cajas con 5.000 latas de sardinas, 50; cajas con 75 litros de aceite de oliva, 2; sacos con 500 kilos de arroz de 1ª, 20; latas con 75 ídem de café, 5; cajas de 161 ídem de azúcar, 7; cajas de 50 raciones de galletas equivalentes a 2.500 raciones, 50; Saquetes con 2.507 kg de harina, 109». Además, antes del inicio del sitio lograron hacerse con una buena cantidad de carne de Australia (enlatada) y otros tantos kilos de arroz. Por desgracia, no contaban con nada de sal -un elemento básico para conservar los alimentos- ni con agua potable.
    Comienza el asedio

    El 1 de julio, mientras el calor asfixiante golpeaba con fuerza a los soldados españoles, se dio el primer disparo de un asedio que duraría 337 días. Éste salió de un fusil filipino mientras Cerezo patrullaba, como hacía a diario con otra docena de hombres, las inmediaciones de la iglesia. El enemigo acababa de llegar y, sabedor de que era imposible plantarle cara en mitad de la meseta, el oficial español tocó a retirada. Todos los militares partieron entonces hacia la seguridad de la iglesia, edificio en cuya torre ondeaba la bandera rojigualda. El último territorio español en la colonia. «Me había cabido en suerte contestar a los primeros disparos y debía contestar con el último. Estábamos sitiados», explica el hispano en su diario.
    Esa misma tarde, los defensores se dispusieron a defender hasta el último hombre un edificio húmedo, estrecho y desprovisto de cualquier comodidad. Para ello, tapiaron las ventanas dejando sólo unos pequeños resquicios por los que poder disparar sus fusiles. Por otro lado, arrancaron varias baldosas del suelo para fabricar un horno con el que cocinar pan, hicieron una letrina en un corral anexo al recinto e, incluso, socavaron la tierra para construir un pozo en el que encontraron agua. Una suerte que les permitió mantenerse en pie durante casi un año sin morir de deshidratación.

    Planos de la iglesia de Baler




    Finalmente, se excavó una línea de trincheras alrededor del edificio que sirviera de defensa contra el enemigo. Cerezo llegó a proponer a sus hombres matar cuatro caballos para guardar su carne, pero a los soldados les pareció asqueroso, algo curioso si se considera que, a los pocos meses, no tuvieron más remedio que comer desde lagartijas hasta cuervos. Mientras los Cazadores andaban de reformas, los filipinos no se quedaron –ni mucho menos- quietos. Esa misma noche llegó un gran contingente rebelde al mando de Teodorico Luna Novicio, quien mandó construir también una línea de zanjas alrededor de la iglesia para evitar la huida de los sitiados. «El mar había estaba desierto, el pueblo había sido evacuado y permanecía silencioso, el río no parecía vadeable, el bosque y la montaña alejados… Este era el escenario de la lucha», completa, en este caso, Leguineche en su obra.
    Un duelo «de caballeros»

    En los días posteriores, mientras los héroes españoles empezaban a aclimatarse al que sería su nuevo hogar, los filipinos demostraron su caballerosidad enviando a los sitiados varios mensajes en los que les informaban de la retirada española de la colonia. Trataron por todos los medios de hacerles comprender que nadie vendría a rescatarlos y que estaban solos ante el peligro. Sin embargo, ninguno de ellos estaba dispuesto a capitular por lo que, arguyendo que se trataba de un maquiavélico plan para hacer que se rindieran, siguieron preparando la defensa sin un atisbo de duda: Filipinas era, para ellos, rojigualda.
    Tan caballeroso fue en principio el combate que sitiadores y sitiados llegaron a intercambiarse regalos. «El día 8 de julio nos envió una carta el cabecilla Cirilo Gómez Ortíz pidiendo la suspensión de las hostilidades, a fin de que la tropa descansara de los combates. El hombre quiso echarlas de generoso y, diciendo que por (nuestros) desertores había tenido noticias de la escasez que padecíamos en cuestión de alimentos, nos ofrecía lo que quisiéramos (y) una cajetilla de cigarrillos para el capitán y un pitillo para cada uno de la tropa. Se acordó la suspensión (…) y, en justa correspondencia del obsequio, le remitimos una botella de Jerez para que brindara a nuestra salud y un puñado de medias regalías», añade Cerezo.





    Iglesia de Baler, a día de hoy

    Con todo, la pomposidad llegó a su término cuando los enemigos vieron que los Cazadores no estaban dispuestos a rendirse. Tampoco ayudó, por ejemplo, que dos soldados españoles salieran a pecho descubierto y, a la carrera, quemaran varias casas que se encontraban alrededor de la iglesia para evitar que fueran usadas como parapeto por los sitiadores. Este acto, que dejó en lo más alto nuevamente la valentía española, sulfuró sobremanera al enemigo. A partir de ese momento comenzaron las continuas descargas de fusilería contra el último bastión español en Filipinas.
    Hasta el gorro de españoles, el 18 de julio un oficial rebelde recién llegado a Baler se cansó de diálogo y pasó directamente a las amenazas, Su objetivo: conseguir que los españoles abandonaran la defensa. «Acabo de llegar con las tres columnas de mi mando, y enterado de la inútil resistencia que vienen ustedes haciendo, les participo que, si deponen las armas en un plazo de 24 horas, respetaré sus vidas e intereses. (…) De lo contrario, se las haré entregar a la fuerza». Si con lisonjas no habían conseguido nada, mucho menos con amenazas. Los defensores, hastiados, le hicieron llegar la siguiente carta: «A las doce del día termina su plazo. (…) Tenga usted entendido que si se apodera de la iglesia será cuando no encuentre en ella más que cadáveres, siendo preferible la muerte a la deshonra». Era la victoria o la muerte.
    La importancia de la religión

    En los tres meses siguientes, entre guardia, fusilazos y cañonazos, quedó patente la importancia que tenía la religión para los defensores. Tan determinante era, que Las Morenas (al mando del destacamento y de la defensa) no pudo evitar esbozar una sonrisa cuando los filipinos enviaron a dos frailes a la iglesia para convencer a los defensores de que Filipinas había caído –como así era pues, entre EE.UU. y los rebeldes, no quedaban ya muchos españoles en la colonia-. Curiosamente, el oficial no hizo ningún caso a la sugerencia de abandonar la defensa, pero si invitó a los monjes a quedarse con ellos para dar apoyo espiritual a los soldados. Actuarían, en definitiva, como sustitutos de Carreño, muy afectado por las enfermedades locales.
    Por otro lado, y según destaca Leguineche, los militares solían rezar todos los días junto a los religiosos: «Carreño creía en el valor del rosario en familia. Lo rezaron aún después de la muerte del párroco, hasta el último día de la capitulación. Los que estaban francos en el servicio, lo rezaban de rodillas delante de una imagen de la Virgen. Los que se hallaban en guardia lo hacían desde su tronera. (…) ¿Qué otra cosa podía quedarles a los sitiados salvo el consuelo de la religión, el motor del patriotismo, la disciplina castrense, la incierta esperanza del socorro? “Morir habemos, ya lo sabemos” repetían con frecuencia los monjes».
    El asesino silencioso

    Sin embargo, a los tres meses del sitio, los valientes españoles descubrieron, para su desgracia, que el único peligro de Baler no eran los fusiles y los cañones filipinos, sino también unos verdugos silenciosos que, poco a poco, no paraban de sumar muertos a las filas de «los últimos de Filipinas». Estas asesinas eran las enfermedades favorecidas por las malas condiciones higiénicas, la falta de ventilación, la humedad y la escasez de alimentos en buen estado.

    La primera de ellas fue la que más ataúdes llenó: el beri-beri. Provocada por la falta de vitamina B, esta enfermedad, según Cerezo «comienza su invasión por las extremidades inferiores, que hincha e inutiliza, cubriéndolas con tumefacciones asquerosas, precedida por una parálisis extraordinaria y un temblor convulsivo, va subiendo y subiendo como el cieno sobre los cuerpos sumergidos y cuando alcanza su desarrollo a ciertos órganos, produce la muerte con aterradores sufrimientos».
    No era mucho mejor la disentería. Favorecida por las precarias condiciones de salubridad, esta enfermedad lleva a la inflamación del intestino y genera fiebres y diarrea en el afectado –además de vómitos y dolor abdominal-. Muchos fueron los valerosos defensores que se tuvieron que enfrentar cara a cara con ella. Con todo, y una vez que se observó que algunos militares la padecían, se ordenó ventilar la iglesia, tirar los alimentos en mal estado y, para terminar, hacer un pozo negro para evitar que los excrementos se amontonaran tan cerca de los dormitorios. A falta de una solución mejor, esta serie de medidas higiénicas ayudaron a los hispanos a evitar el contagio, aunque la enfermería siguió llena de pacientes.
    Unos meses agitados

    Durante los meses siguientes, los defensores vivieron sus momentos más tensos. Y es que, a la escasez de alimentos se sumaron las continuas descargas de fusilería del enemigo. La situación terminó de recrudecerse cuando los filipinos recibieron varias piezas de artillería con las que esperaban reducir a escombros la iglesia de Baler. Sin embargo, como buen caballero que era, el coronel indígena envió primero un parlamentario con el que pretendía persuadir a los españoles de que abandonaran el lugar: o salían, o serían aniquilados. La respuesta de Las Morenas fue rotunda: «Puede usted empezar el cañoneo cuando quiera». Por suerte, el edificio tenía muros gruesos y la artillería era antigua, así que no hubo que lamentar daños graves.
    No se pudo decir lo mismo de las enfermedades, las cuales enterraron a más españoles que el plomo enemigo. De hecho, el beri-beri terminó llevándose al párroco primero y, el 22 de noviembre, al capitán Las Morenas. Todos lloraron su muerte, pues era como un padre para cada militar allí presente. Sin el oficial por excelencia, Cerezo tomó el mando, aunque prefirió seguir aparentando delante de los emisarios filipinos que su superior estaba vivo para no darles una alegría. Y esa era una tarea ardua, pues, incansables, los enemigos enviaron decenas de parlamentarios –tanto españoles como indígenas- con la intención de convencer a los hispanos de la derrota definitiva del ejército español en Filipinas. Pero para los Cazadores, y en especial para el oficial al mando, todo aquello eran patrañas. Para ellos era imposible que un imperio con más de tres siglos cayera en apenas unos pocos meses.
    Desesperados por no conseguir la rendición española, los filipinos iniciaron entonces su particular guerra psicológica contra los sitiados. Ésta consistió principalmente en lanzar piedras sobre el tejado de zinc de la iglesia por las noches para no dejar dormir a los españoles e, incluso, ordenaban a los desertores hispanos que gritaran todo tipo de insultos a sus antiguos compañeros desde las trincheras. Pocas veces era efectivo, pues los Cazadores estaban resueltos a morir en aquel paraje inhóspito.

    Desertores de la iglesia de Baler




    No obstante, el colmo de la guerra contra la mente llegó casi en navidades. «El enemigo no escatimaba medios. (…) Eran válidas todas las artimañas, incluidas las que se referían a la incitación a la lujuria. Los papeles que encontré en la iglesia de Baler (afirman) que el enemigo situó a mujeres semidesnudas e hizo que varias parejas imitaran (…) el acto de la cópula (frente a los defensores). Para evitar la tentación de la carne, Martin dio orden de inmediata retirada a la tropa. Lo que les faltaba a los pobres Cazadores, mujeres desnudas y gestos lascivos. (…) Como antídoto unos se pusieron a rezar y otros a batir palmas y a reír con todas sus fuerzas», afirma Leguineche. Después de siete meses de encierro, los Cazadores tuvieron también que resistirse con todas sus fuerzas a las ofertas realizadas por los oficiales filipinos (quienes tentaban a los españoles con alimento y un vapor que les transportaría a España). Y es que, allá por Navidad, la comida empezó a escasear y cualquier animal que aparecía en la iglesia era idóneo para llenar el estómago. Desde cuervos hasta lagartijas, todo bicho viviente con algo de carne caía en la cazuela y era repartido a partes iguales entre los extenuados españoles.
    También se hacía cada vez más palpable la falta de vitamina B, una deficiencia que agravaba el beri-beri. Por ello, Cerezo llevó a cabo una salida desesperada del edificio en la que halló semillas de calabaza. Aquel botín fue un tesoro pues, tras plantarlas en un huerto cercano al recinto, se logró detener la temible enfermedad que, cada vez con más asiduidad, se llevaba al otro barrio a los militares. Por otro lado, la llegada de «algo verde» relajó al médico del regimiento, quien pudo tratar con estos alimentos mejor a los enfermos.
    ¿El vapor de la salvación?

    Tuvieron que pasar varios meses hasta que un nuevo intento de sacar a los Cazadores de la iglesia se hizo patente. Éste se sucedió el 11 de abril, momento en que los defensores casi habían abandonado toda esperanza de salir con vida del lugar. Fue precisamente en plena tarde cuando, en la lejanía, se escucharon varios cañonazos de un buque a vapor. Inmediatamente, Cerezo interpretó que los refuerzos habían llegado por fin; un inmenso ejército que desembarcaría en Baler y acabaría con las aspiraciones de aquellos filipinos recuperando la colonia para el imperio español.

    Representación de la Iglesia en la exposición de Sanidad Militar en Granada MPV




    Nada más lejos de la realidad. El buque era un cañonero, el «Yorktown», un navío norteamericano que pretendía desembarcar –con el beneplácito filipino- a una quincena de marinos en plena playa para incitar a los españoles a que se rindieran. Pero el tiro les salió por la culata del rifle pues, al intentar poner un pie en tierra, no escucharon la señal de «Alto» dada por los filipinos y fueron aniquilados antes siquiera de poder salir de la barca. Desconcertado, su navío se marchó vacío de vuelta a su patria. Así recuerda Cerezo en su diario la retirada del navío: «A las cuatro de la madrugada se apagó el reflector (del buque) y (…) sus luces se perdieron luego sobre la ruta de Manila. Renuncio a encarecer el efecto que semejante retirada no pudo menos de producir en nuestros ánimos. (…) Piense cualquiera en la desesperación que sentiríamos, en el desfallecimiento que se desplomaría sobre todos nosotros, y deducirá el poco menos que insuperable compromiso en que me hube de ver para reanimar a mis soldados». Nuevamente la moral de los Cazadores había sido arrojada al suelo.
    El «Uranus»

    Después de haber recibido la visita de todo tipo de emisarios, a finales de mayo de 1899 se produjo el enésimo intento de convencer a los militares españoles de que abandonaran su encierro y cedieran el territorio a Filipinas. ¿Por qué fue diferente éste? Porque fue el primero realizado por un alto oficial del ejército español: el teniente coronel de Estado Mayor Cristóbal Aguilar y Castañeda, recién llegado a Baler a bordo del vapor «Uranus». A su vez, también fue la primera ocasión en la que un parlamentario pidió mantener una conversación usando como reclamo una bandera española, y no una blanca. Cerezo lo recibió.

    Representación de la enfermería de Baler en la exposición de Sanidad Militar MPV




    Frente a la ya maltrecha y maloliente iglesia de Baler, Aguilar afirmó que acababa de llegar de Manila y que le había sido encomendada la misión por el alto mando español de «recogerles» y hacer que regresaran con él a España en su buque. «Mentiras y más mentiras» para Cerezo, que no vio en él más que a un desertor hispano que había robado un uniforme para engañarles. Erre que erre, no le valió ni siquiera que el emisario le mostrara el buque pues, en su desconfianza, el defensor no vio (o no quiso ver) más que un pequeño lanchón con el que pretendían engañar a sus hombres. Nuevamente, despachó a Aguilar con un «gracias pero no» y conminó a sus combatientes a ocupar las ventanas, pues seguirían defendiendo arma en ristre la iglesia hasta la muerte. El periódico que salvó un destacamento

    Con los días convertidos en semanas, los defensores llegaron a los 11 meses de su resistencia. Para entonces, la húmeda y antihigiénica iglesia de Baler ya se había convertido en su casa y muy pocos pensaban ya en una salvación. Muertos de hambre y tan delgados que, según Cerezo, se podían contar sus huesos, los Cazadores se reunieron con sus oficiales para trazar un último plan. Según explicó el teniente, cuando se acabaran definitivamente los escasos víveres que quedaban tratarían de escabullirse en medio de la noche hacia un bosque cercano. Desde allí, partirían hacia Manila, donde se presentarían ante las autoridades hispanas… si es que quedaban. En total, y según las directrices, deberían recorrer más de 200 kilómetros. Sin duda, una misión imposible que acabaría matándolos pero ¿qué otra cosa podían hacer?
    Unos días antes de la partida, en cambio, un inesperado «regalo» cambió drásticamente la situación de los sitiados. Cuando abrieron, como hacían cada mañana, las puertas del templo, hallaron un montón de periódicos. En principio, Cerezo sospechó, pues anteriormente ya le habían hecho llegar varios diarios locales que afirmaban que España había huido de la colonia con el fusil entre las piernas. «Burdas falsificaciones», pensaba en su momento. En este caso, por el contrario, el papel que le esperaba frente a la iglesia llevaba grabado el emblema de «El Imparcial», un rotativo español.

    «La misma música», eso fue lo único que afirmó el oficial español en un principio antes de revisar las columnas y percatarse de una noticia que hacía que el diario fuese verídico y, por lo tanto, su extensa explicación sobre la pérdida de las Filipinas fuese absolutamente real. «Admirando estaba la obra cuando un pequeño suelto (…) me hizo estremecer de sorpresa. Era la sencilla noticia de que un segundo Teniente (…) D, Francisco Díaz Navarro, pasaba destinado a Málaga; aquel oficial había sido mi compañero e íntimo amigo en el Regimiento de Borbón; (…) y yo sabía muy bien que (…) tenía resuelto pedir su destino a la mencionada población. (…) Esto no podía ser inventado».
    Como si de una epifanía se tratase, Cerezo comprendió que todo lo que le habían estado diciendo aquellos meses era absolutamente cierto. España había sido expulsada de la colonia, ya no quedaba ningún retazo del imperio en aquellas islas y, para colmo, ellos habían sido los últimos defensores de Filipinas. Inmediatamente reunió a los defensores que quedaban y, tras compartir una charla intensa durante varias horas, resolvieron rendirse a los nativos, aunque con una serie de premisas. Entre ellas, estaba la de que serían acompañados hasta territorio hispano y ninguno de los supervivientes de Baler sería dañado. Por suerte, así se cumplió.
    Lo que quedaba del destacamento abandonó el que había sido su hogar durante 11 meses el 2 de junio de 1899, tras 337 días de heroica resistencia en los que la bandera española siempre flameó en lo alto del campanario. Con todo, la defensa no había salido barata pues, del más de medio centenar de hombres que habían entrado en el templo hacía casi un año, 15 habían muerto por enfermedad, 2 habían fallecido por las balas filipinas, 6 habían desertado y otros 2 habían sido fusilados por el propio Cerezo después de que intentaran pasarse al enemigo. No obstante, habían conseguido un hueco en la historia y un título que resonaría por toda España hasta la actualidad: «Los últimos de Filipinas».

    Los ltimos De Filipinas - Baler no se rinde, as defendieron 57 militares el ltimo territorio espaol en Filipinas - ABC de Sevilla
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    2 D’OCTUBRE. Som catalans, som hispans: Los últimos de Filipinas



    Los supervivientes del destacamento de Baler fotografiados el 2 de septiembre de 1899 en el patio del cuartel Jaime I de Barcelona (actualmente un campus de la Universidad Pompeu Fabra).

    Catalanes que lucharon por España: “Los Últimos de Filipinas”

    Los movimientos insurgentes filipinos comenzaron en el último tercio del siglo XIX, pero no sería hasta la década de los 90 cuando adquirieron tintes de rebelión. En estos años se forma la sociedad secreta de influencia masónica, Katipunan, por Andrés Bonifacio. Esta sociedad tenía como objetivo conseguir la separación del archipiélago.



    Katipunan tuvo un papel muy destacado en la rebelión que estalló en 1896. Una facción de este grupo, los magdalo, monopolizaron la sociedad y lograron expulsar a Bonifacio, proclamando a Emilio Aguinaldo como jefe, que más tarde se convertiría en el primer presidente de la República de Filipinas.En este contexto interno en Filipinas, comienza la guerra hispano-estadounidense en Cuba, en abril de 1898, con el hundimiento del acorazado estadounidense Maine. Inmediatamente las fuerzas estadounidenses se dirigen a las Filipinas, infligiendo una dura derrota a la Armada española del Almirante Montojo en Cavite. Los españoles firmaron la rendición a los EE.UU el 10 de diciembre de 1898 con el Tratado de París.

    Con el estallido de la guerra en Filipinas en 1896, Aguinaldo y sus hombres intensifican los ataques a las fuerzas españolas. Una de las zonas que atacan los insurgentes será el pueblo de Baler, en la isla de Luzón, cercano a la capital del archipiélago, Manila.

    El sitio de Baler durará 337 días, en los cuales los filipinos atacarán continuamente a los españoles, fracasando en todos sus intentos, a pesar de contar con cañones trasladados desde Manila, capital de la nueva República. Por otro lado se envían continuamente mensajeros ofreciendo la paz a los españoles, cosa que estos rechazan continuamente, aunque España se había rendido oficialmente en diciembre de 1898.

    FOTO: Roger Mingot



    Finalmente el teniente Martín Cerezo recibe noticias reales sobre la rendición de España, mediante un periódico de la época. Los españoles para rendirse, piden un trato honroso y que no sean considerados prisioneros de guerra, cosa que aceptan los filipinos. El 2 de junio de 1899, las tropas españolas abandonan la iglesia de Baler, entre la admiración de sus enemigos filipinos.



    Entre los supervivientes del destacamento perteneciente al BATALLÓN EXPEDICIONARIO DE CAZADORES Nº 2, se encontraban cuatro héroes que eran catalanes: Soldado José Pineda Turán, natural de Sant Feliu de Codines, Barcelona Soldado Pedro Vila Garganté, natural de Taltaüll, Lérida
    Soldado Pedro Planas Basagañas, natural de Sant Joan de les Abadesses, Gerona
    Soldado Ramón Mir Brills, natural de Guissona, Lérida
    ÉSTOS SON LOS 33 HÉROES SUPERVIVIENTES
    Teniente Saturnino Martín Cerezo, natural de Miajadas, Cáceres
    Médico Rogelio Vigil Quiñones, natural de Marbella, Málaga
    Cabo Jesús García Quijano, natural de Viduerna de la Peña, Palencia
    Cabo José Olivares Conejero, natural de Caudete, Albacete
    Corneta Santos González Roncal, natural de Mallén, Zaragoza
    Soldado Juan Chamizo Lucas, natural de Valle de Abdalajís, Málaga
    Soldado José Hernández Arocha, natural de La Laguna, Tenerife
    Soldado Luis Cervantes Dato, natural de Mula, Murcia
    Soldado Manuel Menor Ortega, natural de Sevilla, Sevilla
    Soldado Vicente Pedrosa Carballeda, natural de Carballino, Orense
    Soldado Antonio Bauza Fullana, natural de Petra, Mallorca
    Soldado Domingo Castro Camarena, natural de Aldeavieja, Ávila
    Soldado Eustaquio Gopar Hernández, natural de Tuineje, Las Palmas
    Soldado Eufemio Sánchez Martínez, natural de Puebla de Don Fabrique, Granada
    Soldado Emilio Fabregat Fabregat, natural de Salsadella, Castellón
    Soldado Felipe Castillo Castillo, natural de Castillo de Locubín, Jaén
    Soldado Francisco Real Yuste, natural de Cieza, Murcia
    Soldado José Pineda Turán, natural de Sant Feliú de Codines, Barcelona
    Soldado José Jiménez Berro, natural de Almonte, Huelva
    Soldado José Martínez Santos, natural de Almeiras, La Coruña
    Soldado Loreto Gallego García, natural de Requena, Valencia
    Soldado Marcos Mateo Conesa, natural de Tronchón, Teruel
    Soldado Miguel Pérez Leal, natural de Lebrija, Sevilla
    Soldado Miguel Méndez Expósito, natural de Puebla de Tabe, Salamanca
    Soldado Pedro Vila Garganté, natural de Taltaül, Lérida
    Soldado Pedro Planas Basagañas, natural de Sant Joan de les Abadesses, Gerona
    Soldado Ramón Mir Brills, natural de Guissona, Lérida
    Soldado Ramón Buades Tormo, natural de Carlet, Valencia
    Soldado Ramón Ripollés Cardona, natural de Morella, Castellón
    Soldado Timoteo López Larios, natural de Alcoroches, Guadalajara
    Soldado Gregorio Catalán Valero, natural de Osa de la Vega, Cuenca
    Soldado Marcelo Adrián Obregón, natural de Villalmanzo, Burgos
    Soldado Bernardino Sánchez Cainzos, natural de Guitiriz, Lugo
    Baluarte Digital


    https://somatemps.me/2016/09/07/12-d...-de-filipinas/
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Así narraba un semanario barcelonés la llegada de los héroes de Baler





    El día 1º de septiembre llegaron á Barcelona, procedentes de Manila, en el vapor Alicante los gloriosos supervivientes de la epopeya de Baler. Hé aquí sus nombres: segundo teniente, D. Saturnino Martín Cerezo; médico provisional, D. Rogelio Virgil de Quiñones; cabos, Jesús García Quijano y José Oliveres Conejero; corneta, Santos González Roncal; soldados, Juan Chamizo Lucas, José Hernández Arocha, Luis Cervantes Dato, Manuel Menor Ortega, Vicente Pedrosa Carballeda, Antonio Bauza Fullana, Domingo Castro Comarana, Eustaquio Gopar Hernández, Eufénio Sánchez Martínez, Emilio Fabregat Fabregat, José Jiménez Verro, Felipe Castillo Castillo, Francisco Real Juste, José Pineda Tura, José Martínez Souto, Loreto Gallego García, Marcos Mateo Caresa, Miguel Pérez Leal, Miguel Meridez Expósito, Pedro Vila Gargante, Pedro Planas Basagaña, Ramón Mir Brils, Ramón Boados Tormos, Ramón Ripollés Cardona, Timoteo López Lario, Gregorio Catalán Valero, Marcelo Adrián Obregón (de Administración militar) y Bernardino Sánchez Cañizos (de Sanidad Militar). Esperaban á los treinta y tres héroes en la plaza de la Paz unos cincuenta curiosos y algunos individuos de la Cruz Roja. El gobernador militar, Sr. García Navarro, de paisano, con sus ayudantes, pasó abordo luego de llegado el vapor. Al rededor de éste flotaban un centenar de botes rebosando gente: veíanse en ellos algunas mujeres que iban a recibir a sus parientes y unos cuantos periodistas y fotógrafos; el resto, con escasas excepciones, eran mandaderos de fondas y mozos de cordel. Al desembarcar los Treinta y tres, el grupo de curiosos llegaban á un centenar de personas, que aplaudieron con entusiasmo á los recién llegados. Pasaron éstos á la Capitanía General donde el general Despujol les dispensó afectuosa acogida, y por la noche fueron obsequiados por los cuerpos de la guarnición con un banquete en el cuartel de Jaime I. Los héroes de Baler partieron para Zaragoza el domingo, día 3, sin que nadie se tomara la molestia de darles la despedida. ¡Como que había que ir á hacer los honores al ministro Duran y Bas!



    El alcalde Robert se perdió una buena ocasión de echar un par de discursos, como aquellos que le espetaba al almirante Fournier, y el Ayuntamiento se dejó escapar también una buena recepción, con champagne frappé y brevas concejalinas.

    No abundan, sin embargo, las ocasiones de festejar á una gente que resiste un sitio por espacio de 337 días, sin esperanza de socorro y únicamente por cumplir con su deber, como decían el teniente Martín y el médico Vigil. El sitio comenzó el 1.° de agosto de 1898, tres días después del alzamiento de Príncipe. El destacamento de Baler, al mando del capitán D. Enrique Las Morenas, se hizo fuerte en el convento, rodeado por las fuerzas de Teodorico, Novicio Luna y Gómez Arias. Los filipinos intentaron el asalto el día 7, y siendo rechazados, no cesaron desde entonces de hacer fuego. El 22 se presentaron dos emisarios, con los cuales se negó á tratar Las Morenas. Sobrevino luego una epidemia de beriberi, que causó sensibles víctimas entre los defensores. El 13 de octubre, rechazada una nueva intimación, el jefe tagalo rompió el fuego de cañón contra el convento; los españoles contestaron con fuego de fusil, sosteniéndose difícilmente por los estragos que causaba el beriberi, del cual fallecieron el teniente Alonso pocos días des pues y el capitán Las Morenas el 22 de noviembre, asumiendo entonces al mando el segundo teniente Martín Cerezo, único oficial que quedaba.

    El teniente Martín Cerezo realizó una admirable salida el 14 de diciembre, destruyendo la línea atrincherada del sitiador y poniendo á éste en huida. Volvieron los tagalos á batir con artillería el convento, volvieron á enviar emisarios (que tampoco fueron recibidos) y volvieron á intentar el asalto en abril, á favor de las tinieblas de la noche, siendo de nuevo rechazados, por lo cual se limitaron á tener estrechamente bloqueado el puesto de los españoles. La única alimentación de los bravos defensores era hojas de calabaza. Por fin, y enterados los héroes de Baler de lo de Cavite y lo de Manila se dignaron escuchar á los filipinos y capitularon el 7 de junio con las más honrosas condiciones, siendo igualmente aclamados por tagalos y yanquis y recibidos en triunfo en Manila. Todo lo cual no quita que el general Ríos expediera en 1º de junio un cablegrama dejando
    entrever algo que podía empañar la proeza del glorioso destacamento de Baler, si bien el general Jaramillo lo rectificó luego.

    IRIS. REVISTA SEMANAL ILUSTRADA
    Barcelona 1899, 9-9, nº 18


    https://somatemps.me/2016/09/07/asi-...roes-de-baler/
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Ahora dicen, algunos que viven en España, que aquellos españoles en Filipinas fueron obligados a ir allí.

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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    El Ejército español derrota a la guerrilla Filipina, 1897.




    En 1897 la guerra de Filipinas también estaba en situación difícil y fue necesario enviar 30.000 soldados desde la Península. La sublevación filipina había comenzado a mediados de 1896 y durante el periodo del ineficaz general Blanco como gobernador se extendió la rebelión que contaba con 70000 tagalos en armas.

    En diciembre de 1896 Blanco fue sustituido por el competente y combativo general Camilo Polavieja: “Comprendo la impaciencia del país. Comprendo también el peso de mi responsabilidad. Ambas ideas determinan mi conducta”. Con estas decididas palabras a la prensa Polavieja dejaba claro que pretendía llevar a cabo operaciones militares mucho más contundentes contra la guerrilla filipina.
    Polavieja planeó una gran ofensiva contra la línea de Silang, un conjunto de poderosas fortificaciones que los rebeldes tenían en la provincia de Cavite en la isla de Luzón, cerca de la propia Manila. La capital filipina estaba de hecho sometida a un virtual asedio por parte de la guerrilla.

    Tras dos meses de concienzuda preparación el 15 de febrero empezó la ofensiva. La brigada del general Galbis lanzó un ataque de distracción en el delta del río Zapote amenazando el camino de Bacoor. Las cañoneras de la Marina bombardearon las posiciones tagalas y amagaron un desembarco en Noveleta.

    Era una gran maniobra de distracción para encubrir el ataque principal de la división del general Lachambre con 10000 hombres directamente hacia Silang. Su brigada del comandante Cornel fue la primera en atacar la línea enemiga junto con la media brigada del general Zabala. El general Marina con sus tropas cruzó el río Zapote por dos puntos distintos engañando al enemigo.

    La mayor parte de las líneas enemigas fueron envueltas en una gran operación de flanqueo evitando un costoso ataque frontal. Finalmente las tropas del general Marina y de la brigada Cornel se lanzaron a la bayoneta contra las trincheras principales de la línea de Silang.

    Después de dos horas de duro combate los rebeldes filipinos se desbandaron y fueron arrollados por nuestras tropas y machacados por la artillería. Los tagalos lucharon valientemente pero fueron arrollados por la superior potencia de fuego española.

    Murieron 600 katipunans o rebeldes filipinos y miles se rindieron. Todavía quedaban 10 meses de dura campaña hasta que los rebeldes se rindieron en diciembre pero el general Polavieja había demostrado su determinación.

    En Manila, miles de personas, españoles y tagalos siguieron atentamente la batalla pues desde la ciudad se oían claramente los disparos. En España tanto la prensa como la opinión pública celebraron con alegría la importante victoria.

    Fuentes:
    Campaña de Filipinas 1897. La División Lachambre. Federico Monteverde
    Filipinas por España volumen 2 (1897) Emilio Reverter Delmás

    Rafael María Molina Sánchez. Historiador

    https://somatemps.me/2016/12/19/el-e...filipina-1897/
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    El último de los "Últimos de Filipinas": Felipe Castillo

    Publicado el 7 dic. 2016

    El último en morir de los "Últimos de Filipinas" fue el jiennense Felipe del Castillo. Nacido en Castillo de Locubín (Jaén), su historia es recordada por su bisnieto Enrique Castillo. Felipe Castillo resistió 337 días el asedio de los filipinos a la iglesia de Baler donde se habían refugiado los militares españoles en 1898. Una calle de su pueblo lleva el nombre de "Felipe Castillo Castillo" en su recuerdo.
    Los presentadores y el público cantan la habanera "Yo te diré", que en la película "Los últimos de Filipinas" interpretó Nani Fernández.

    Enrique Castillo recuerda que el 30 de junio es el Día de la Amistad Hispano - Filipina o Día de la Amistad entre España y Filipinas.

    Presenta Rafael Cremades [Programa "Mira la vida", 20/03/2007. Canal Sur Televisión]

    Entre los "últimos de Filipinas" se encontraban varios andaluces como el Capitán de Infantería Enrique de las Morenas y Fossi (Chiclana de la Frontera, Cádiz - Belar, 1898) y el médico de Sanidad Militar (teniente) Rogelio Vigil de Quiñones (Marbella, Málaga, 1862 - Sevilla, 1934).

    Felipe Miguel Castillo Castillo (Castillo de Locubín, Jaén, 23 de agosto de 1877 - Martos, Jaén, 1964), nació en un cortijo de Boca del Álamo en Sierra Grande y se dedicaba al trabajo en el campo cuando fue llamado a filas. Felipe Castillo, al no disponer de 2000 pesetas, se incorporó al Ejército y fue destinado a Filipinas. Fue uno de los 33 soldados que resistieron encerrados en la iglesia de Baler (isla de Luzón) entre el 30 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899, desconociendo que con la firma del Tratado de París el 10 de diciembre de 1898, España había cedido las islas Filipinas a Estados Unidos y puesto fin a la guerra contra los independentistas filipinos.

    Felipe Castillo, conocido por el apodo de "Seis Reales" por la pensión vitalicia que recibió por ser uno de los "Últimos de Filipinas", fue nombrado Teniente Honorario del Ejército de Tierra en 1945, año del estreno de la película "Los últimos de Filipinas" dirigida por Antonio Román. Murió a los 85 años y está considerado el último de los "Últimos de Filipinas".

    Más información: https://sites.google.com/site/pueblod...

    Enrique Castillo, el bisnieto del último de los "Últimos de Filipinas", ha escrito dos libros sobre Felipe Castillo y los acontecimientos de 1898: "Regreso a Luzón" y "Regreso de las colonias".

    El 30 de junio fue la fecha designada por Filipinas para celebrar el Día de la Amistad Hispanofilipina según estableció la Ley de la República Nº 9187 de 22 de julio de 2002.






    https://www.youtube.com/watch?v=QMVnV-jt4fM
    Última edición por Mexispano; 21/12/2016 a las 05:08
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Ejército español: Guerra en la jungla. Filipinas 1897




    En 1896 el General Blanco se había aferrado a una suicida estrategia de replegar las tropas para defender las ciudades, especialmente Manila mientras dejaba el campo y las aldeas en manos de la guerrilla. Al tomar posesión el nuevo gobernador, general Polavieja, dejó claro que esa situación era inaceptable. Al asumir el mando mantuvo una serie de reuniones con sus oficiales de más confianza como su ayudante de campo, capitán marqués del Baztán, los generales Lachambre, Zabala, Marina, Barraquer entre otros para diseñar nuevas tácticas mucho más ofensivas.

    La prioridad era romper el cerco de Manila tomando la línea rebelde de Silang (véase artículo el Ejército español derrota a la guerrilla filipina). A partir de marzo de 1897 el principal objetivo del ejército español en la isla de Luzón era la toma de la ciudad de Imús, con la poderosa línea de trincheras y de fortificaciones que poseían allí los rebeldes tagalos.

    Era vital aplastar la sublevación en la isla de Luzón, pues la propia capital estaba amenazada. Incluso después de la victoria de Silang la situación era aún grave. En los propios límites de Manila fue necesario a principios de Marzo arrojar a los rebeldes de sus trincheras quedando 300 tagalos muertos.

    El 23 de marzo el general Lachambre, al frente de 9.000 hombres y 16 piezas de artillería pudo emprender las operaciones sobre Imús. Nuestros cañones empezaron a machacar las posiciones rebeldes con gran intensidad. Las tropas españolas avanzaron a paso rápido hasta situarse en sus posiciones desde las cuales se lanzaron contra las trincheras filipinas, pese a los disparos tagalos.Tuvieron lugar numerosos combates cuerpo a cuerpo y a la bayoneta. También explotaron algunas bombas que los rebeldes habían diseminado como trampas. El propio líder militar rebelde Emilio Aguinaldo dirigió la defensa. Las fuerzas filipinas en torno a Imús constaban de 15.000 hombres.

    Miles de personas con banderas españolas y bandas de música confluyeron frente al Palacio de Malacañang, sede del gobernador español y actual sede de la presidencia filipina.


    Paralelamente en una operación combinada, las fuerzas del general Lachambre, la columna del general Barraquer y la Infantería de Marina tomaron la estratégica población de Bacoor. El 27 de marzo, tras 4 días de lucha, Aguinaldo dio la orden a sus tropas de retirada general, que derivó en desbandada hacia las aldeas del interior. Murieron 40 soldados españoles con 102 heridos de consideración y 187 leves. Los muertos tagalos pasaron de 900. Se capturaron grandes cantidades de armas, municiones y toneladas de armas y explosivos. Aguinaldo pudo escapar.

    Los españoles residentes en Manila ofrecieron un recibimiento espectacular y multitudinario a las tropas de Polavieja y Lachambre a su regreso a la capital. Miles de personas con banderas españolas y bandas de música confluyeron frente al Palacio de Malacañang, sede del gobernador español y actual sede de la presidencia filipina.

    También en Madrid y otras ciudades españolas salieron algunos miles de personas a la calle para celebrar la importante victoria. Esto puede sorprender visto desde nuestros días pero las guerras de Cuba y Filipinas se seguían con gran interés y patriotismo en España como refleja la prensa de la época y a veces se celebraban las victorias multitudinariamente como hoy los éxitos de la selección de fútbol. (Por ejemplo, la muerte del líder militar de los rebeldes cubanos Antonio Maceo en combate contra las tropas españolas en diciembre de 1896 fue celebrada por miles de personas en el centro de Madrid y otras ciudades). La Reina Regente ofreció un banquete a los soldados de la Guardia Real, como muestra de celebración por la victoria de Imús.

    Todavía quedaban 9 meses de dura campaña, pero los rebeldes habían recibido ya golpes importantes. A lo largo de la campaña entre principios de 1896 y finales de 1897 murieron unos 700 soldados españoles y 7000 guerrilleros tagalos.Fuentes: Campaña de Filipinas 1897. La división Lachambre. Federico Monteverde (1897)Filipinas por España. Crónica de la insurrección en el archipiélago filipino Vol II 1897. Emilio Reverter Delmás

    Rafael María Molina Sánchez. Historiador

    https://somatemps.me/2016/12/23/ejercito-espanol-guerra-en-la-jungla-filipinas-1897/
    Última edición por Hyeronimus; 23/12/2016 a las 13:56
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  15. #15
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    El general Blanco, que junto a Augustín y Moret con Sagasta por encima de todos, fueron en mi opinión artífices principales del desastre.

    Destituir a Weyler y provocar la destitución de Polavieja ("el general cristiano"), fueron los más nefastos errores que se pudieron cometer; precisamente porque estaban ganando la guerra.

  16. #16
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    La verdadera historia de los últimos de Filipinas

    Durante 337 días, 50 españoles resistieron aislados en un pequeño pueblo filipino a cientos de rebeldes. La única victoria del Desastre de 1898. Son los últimos de Filipinas. El Gobierno español apenas recompensó su sacrificio.

    Pedro Fernández Barbadillo -

    03/12/2016





    Los oficiales y soldados que defendieron Baler y se convirtieron en "Los Últimos de Filipinas"


    No es verdad que los barcos españoles en la guerra hispano-yanqui de 1898 tuvieran cascos de madera. Aunque se trata de una figura literaria, su objetivo, el de ahondar en la incompetencia del Estado español, es acertado.

    España se enfrentó a la guerra que liquidó los restos del imperio en casi completa improvisación. La Restauración, instaurada por
    Antonio Cánovas en 1874, había dispuesto de más de veinte años para preparar a España para un conflicto que se acercaba a medida que pasaban los años, y los había desaprovechado.

    Hasta el jefe de la flota enviada a Cuba, el almirante Cervera, dedicaba más tiempo a quejarse de las órdenes que recibía y a criticar a sus superiores que a solucionar las deficiencias.

    A mediados de los años 90,
    estallaron sendas rebeliones en Cuba y la lejana Filipinas (más de 12.000 kilómetros de distancia): el Grito de Baire (1895) y el Grito de Balintawak (1896).

    El Gobierno, animado por las alharacas de la prensa, el respaldo del Congreso y las exigencias de los españoles establecidos en los dos territorios, respondió con el envío de tropas.


    El hundimiento del Maine

    En la guerra de los Diez Años (1868-1898), las bajas españolas rondaron los 100.000, pero sólo un 10% lo fue en combate; el resto, por enfermedad.

    Estados Unidos, que llevaba todo el siglo XIX expandiéndose hacia el oeste y el sur (en el mismo 1898 se anexionó Hawai), quería hacerse con Cuba, y había habido planes para comprarla a España o invadirla desde mediados de la centuria. Las relaciones económicas de la isla eran más intensas con EEUU que con España.

    En abril de 1898, EEUU declaró la guerra a España, lo que se esperaba desde la explosión interna que hundió el acorazado ‘Maine’ en el puerto de La Habana, y en diciembre se firmó la paz.



    El Gobierno británico se oponía a que Estados Unidos atacase Canarias o Baleares



    Los británicos preferían que Filipinas cayese en poder de EEUU, en vez de Alemania o Francia
    . Por el mismo motivo, el del equilibrio internacional, Londres se opuso a que EEUU atacase Canarias o Baleares.
    Otro factor es que la guerra había trastornado el tráfico comercial en el Atlántico, hasta el punto de que se había encarecido el pan en gran parte de Europa.

    Si la lucha contra los rebeldes filipinos era difícil pero posible,
    la defensa del archipiélago frente al ataque de una potencia industrial era casi imposible, tanto más cuanto el mayor imperio de la época colaboró con EEUU.
    Las enfermedades, el peor enemigo

    Londres permitió que la flota del almirante George Dewey se aprovisionase en Hong-Kong, comprase barcos y hasta reclutase personal para las tripulaciones; también impidió que una flota española, la Escuadra de Reserva, acudiese al Pacífico al prohibir su paso por el canal de Suez.

    En el pequeño pueblo de Baler, en la isla de Luzón, había una guarnición de 50 militares, que apenas tuvo problemas hasta que en mayo Dewey hundió la flota española en Cavite y Manila, la capital, quedó sitiada. El último correo que recibió la guarnición daba cuenta del desastre naval.

    El 27 de junio, el pueblo apareció desierto y los españoles se refugiaron en el único edificio de piedra: la iglesia parroquial, dedicada a San Luis de Tolosa. Tres días más tarde comenzaron los tiroteos.





    El actor Luis Tosar interpreta al héroe de Baler, el teniente Saturnino Martín Cerezo / Actual



    La guarnición la formaban el capitán De las Morenas (Eduard Fernández en la película 1898: Los últimos de Filipinas), los tenientes Juan Alonso Zayas y Saturnino Martín Cerezo, el oficial médico Rogelio Vigil de Quiñones (que encarna el actor Carlos Hipólito) y 46 soldados. En el sitio se les unió el párroco.

    La mayor parte de la mortandad la causaron las enfermedades, debidas al clima y la mala alimentación: el beriberi y la disentería. También hubo dos fusilados: eran desertores que no habían podido escapar.
    De beriberi murieron el párroco y también en octubre el teniente Alonso Zayas y en noviembre el capitán De las Moreras.



    Toma el mando el teniente Martín Cerezo, que hacía solo unos meses había perdido a su esposa al dar a luz y al hijo neonato



    El teniente Martín Cerezo (que la película que se acaba de estrenar encarna Luis Tosar) tomó el mando y lo desempeñó durante más tiempo. Éste, de familia pobre, había llegado a Filipinas el año anterior, con un drama detrás: en mayo habían muerto su esposa al dar a luz y el hijo neonato.

    Durante el sitio, los españoles fueron capaces de dar golpes de mano al enemigo, de cavar un pozo, de enterrar a sus muertos, de confeccionar calzado, de alimentarse…





    Portada del diario “El Imparcial” en la que Martín Cerezo se convenció de que la rendición española era cierta


    Unas semanas después de la muerte del capitán, mataron y se comieron su perrita. En sus recuerdos, Martín Cerezo dijo orgulloso que ni un día dejó de ondear la bandera nacional en la iglesia.

    En diciembre, el cabo Jesús Olivares Conejero (de Caudete) dirigió una columna de 14 soldados que tomó una huerta cercana, con calabaceras y naranjos. Los españoles se comieron hasta las hojas verdes de las calabazas, lo que salvó a varios de ellos del beriberi, como Vigil de Quiñonero, entonces muy enfermo.



    Los héroes de Baler se enteraron por la prensa de que la guerra había terminado



    Las autoridades españolas estaban al tanto de lo que ocurría en Baler y en 1899, azuzadas por la prensa, se tomaron la molestia de enviar a dos oficiales, uno en febrero (vestido de civil) y otro en mayo, para explicar a Martín Cerezo que la guerra había concluido.

    El último visitante, el teniente coronel Aguilar, dejó un fajo de ejemplares del periódico madrileño El Imparcial.


    El caso de Vigil de Quiñones

    En uno de ellos, Martín Cerezo halló una noticia sobre un compañero suyo que se había trasladado a Málaga, como le dijo que haría, que no podía ser falsa.

    Entonces, se pactó la rendición con los filipinos y el 2 de junio de 1899 la guarnición abandonó la iglesia. Después de unos días de marcha, en que tuvieron en riesgo sus vidas, los 33 militares supervivientes llegaron a Manila. Las bajas causadas al enemigo se calcularon en unos 700 hombres.



    Todo lo que recibieron los héroes… diez años después, dos pesetas diarias



    En 1901 se concedió a Martín Cerezo la Laureada dotada con 1.000 pesetas anuales.
    Aunque alcanzó el generalato, sus ascensos los tuvo que pelear mediante recursos, porque para muchos oficiales y políticos era un personaje incómodo. No volvió a mandar tropa.

    Los demás tuvieron que esperar hasta 1908 para que el Congreso les concediese una pensión: 60 pesetas mensuales, que también cobraron los parientes de los fallecidos.


    La película de 1945

    Vigil de Quiñones se retiró en 1923 como comandante médico a los 61 años de edad. Pasó estrecheces y
    como sus medallas no estaban pensionadas solicitó al Ayuntamiento de Marbella, donde nació, una ayuda económica que se le negó. Murió en 1934.

    Marcelo Adrián, uno de los mejores tiradores, solicitó un empleo en el Palacio Real, y estaba junto a los reyes cuando se proclamó la II República.



    Los milicianos asesinaron al hijo de Martín Cerezo, en Paracuellos



    En la guerra civil, los héroes de Baler sufrieron como los demás españoles: perdieron hijos en ambos bandos

    Martín Cerezo recibió en su casa la visita de unos milicianos a los que espetó que si querían matarle lo hicieran en la cama donde yacía enfermo. Los asesinos se conformaron con llevarse a su único hijo varón, de 18 años, y le mataron en Paracuellos.



    En el prólogo a las Memorias de Martín Cerezo, Azorín escribió: “¿Qué nación en Europa puede mostrar ejemplo de tal heroísmo?”



    En 1936, un sargento de la Guardia Civil mató a
    Santos González Roncal en Mallén (Zaragoza) por envidias. En 1945, cuando se estrenó la primera película sobre su gesta, quedaban vivos ocho de ellos y se les ascendió a tenientes honorarios. El más longevo, Felipe Castillo, natural de Martos (Jaén), falleció en 1964 a los 86 años.

    En su prólogo a las memorias de Martín Cerezo, redactado en 1935, Azorín escribió: “¿Qué nación en Europa puede mostrar ejemplo de tal heroísmo?”. Heroísmo, sí, pero sin consecuencias prácticas. Desde la resistencia popular a los invasores franceses en 1808 hasta nuestros días, los españoles, han demostrado estar muy por encima de su Estado.





    _______________________

    Fuente:

    La verdadera historia de los últimos de Filipinas

  17. #17
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Los últimos de Filipinas en un minuto

    Publicado el 19 dic. 2016


    Ahora que han estrenado la película "1898, los últimos de Filipinas", quizá sea un buen momento para saber qué pasó en el remoto pueblo de Baler entre 1898 y 1899.





    https://www.youtube.com/watch?v=xMhwxcLIec0
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  18. #18
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Los descendientes de 'Los últimos de Filipinas' piden que no se olvide su sacrificio




    Los héroes de Baler, a su regreso a España, tras casi un año de asedio. / El Norte



    El norte | palencia



    3 enero 201713:12

    Palencia tuvo presencia en el sitio de Baler a través del cabo Jesús García Quijano, de Viduerna de la Peña, que resistió el asedio junto a 32 compañeros durante casi un año





    Los descendientes de los 33 soldados que sobrevivieron al sitio de Baler tras permanecer asediados durante 337 días, conocidos como ‘Los últimos de Filipinas’, reclaman la ‘deuda histórica’ que todavía tiene hoy España con la «grandeza» de aquellos hombres.

    Lo ha reivindicado en una entrevista concedida a Efe el periodista Jesús Valbuena, biznieto del cabo palentino Jesús García Quijano, que regresó a su casa del pueblo de Viduerna de la Peña tras aquel largo e histórico asedio y murió en su pueblo, a los 72 años, enfermo y sin el reconocimiento a tan heroico sacrificio.

    Tras el reciente estreno de la película de Salvador Calvo, ‘Los últimos de Filipinas’, que revive aquellos hechos, Valbuena reconoce y agradece el «enfoque humanista» que ha dado el director a los personajes, el retrato de su angustia, el miedo, el terror y la ansiedad que vivieron aquellos hombres entre las paredes de la iglesia de Baler.

    Pero considera que habría que hacer muchas películas, series y documentales, y que habría que escribir muchos libros, para que todos los españoles conocieran «un hecho tan universal» como el ocurrido a finales del siglo XIX en el pueblo de Baler, en la isla filipina de Luzón, donde un destacamento español fue sitiado por insurgentes tagalos durante 337 días.

    «El sitio de Baler es el asedio militar más duradero de la historia moderna, un episodio militar sin parangón porque termina con los vencedores haciendo un reconocimiento inaudito a los vencidos», explica Valbuena.

    Y porque más de cien años después, en 2002, el país colonizado, Filipinas, basándose en el sitio de Baler, declaró unilateralmente un día de amistad Hispano-Filipina.

    Incluso porque desde el punto de vista militar se estudia como manual de supervivencia en academias tan conocidas como la de West Point, en Estados Unidos. «Me parece un episodio que desde el punto de vista de la historia universal tiene un valor y un interés tremendo», sostiene Valbuena, que es hijo adoptivo de la ciudad de Baler y tiene la Cruz al Mérito Militar con distintivo blanco por la promoción de las relaciones bilaterales entre España y Filipinas.

    Por eso, considera «sorprendente» que durante décadas estos hechos no se hayan divulgado más en España, a pesar de los esfuerzos de algunos, a través de trabajos como el largometraje ‘Los últimos de Filipinas’ que en 1945 fue considerado un «documento de interés nacional», de series de televisión como el Ministerio del Tiempo, o la reciente película de Salvador Calvo.

    E incluso del empeño de los descendientes de aquellos 33 combatientes, que a lo largo de los años han ido reclamando para sus antepasados un merecido espacio en la historia que, en su opinión, todavía no les ha sido concedido. Apunta Valbuena en este sentido, que el desastre que supuso la pérdida de Cuba y Filipinas para España pudiera equipararse a la Guerra de Vietnam para Estados Unidos.

    Y considera por tanto «sorprendente» que sea tan desconocido en la historia de este país, por todo lo que supuso para el devenir del siglo XX: la pérdida de las ultimas colonias, el final del imperio español, el auge de los nacionalismos, e incluso hay investigadores que aseguran que fue el desencadenante de la Guerra Civil española en 1936.

    «Me alegro de que ahora el cine contribuya a que se conozca aquel desastre por lo que tiene de negativo y de positivo para la historia de España», recalca.

    Pero este investigador de orígenes palentinos insiste en que la historia de Baler no se ha conocido con «la universalidad y la grandeza» que tiene, y que queda todavía «mucha divulgación por hacer» para saldar la deuda que sigue pendiente con aquellos hombres y que sus descendientes consideran «de justicia».

    El pequeño pueblo de Viduerna de la Peña, una pedanía de Santibañez de la Peña, que apenas suma 50 habitantes y está situada en el norte de Palencia, sí quiso contribuir a este reconocimiento poniendo su granito de arena en el primer centenario del sitio.


    Reconocimientos

    Por iniciativa familiar, el Ayuntamiento de la localidad celebró en 1998 un homenaje que hoy recuerda en una placa situada en la casa natal del bisabuelo ‘Chus’, al «héroe de España y último de Filipinas».

    El héroe que da nombre desde entonces a la plaza Jesús García Quijano y a la asociación de vecinos de este pueblo que, en 2005 se hermanó con el municipio de Baler e inauguró el Monumento a la Concordia Universal, un monolito realizado con una piedra de la Montaña Palentina en el que se lee «en memoria de los hechos universales del sitio y afectuoso reconocimiento a la nación filipina».

    Un año después, la Diputación de Palencia tomó el testigo y selló su hermandad con la Diputación de la provincia de Aurora, cuya capital es Baler.

    Y tanto la gobernadora Bellaflor Angara como el senador Edgardo Angara, descendientes de uno de los sitiadores tagalos que murió durante un asalto y promotores de la ley de Amistad Hispano-Filipina, han sido nombrados hijos adoptivos de Santibáñez de la Peña.




    _______________________

    Fuente:


    Los descendientes de Los últimos de Filipinas piden que no se olvide su sacrificio . elnortedecastilla.es
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  19. #19
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Ayer, en la Vieja Guardia de Falange:

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  20. #20
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    Re: Heroes de Filipinas (1)

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Entre tanta política y cataloña y Cataluna....la más placentera lucha, de las ultimas video conferencias.
    Hoy disfrutamos y admiramos.
    Muy bueno. Hay que comprarse ese libro u otro para dejarlos en herencia....y que siga la admiracion y el disfrute.

    ¡Qué inconmesurables nuestros hombres!.


    Tándem Aquila Vincit
    ———————————



    Salve, llena de gracia; el Señor es contigo..
    Bendita tú eres entre todas las mujeres que fueron, son y serán; Reina Virginal, Madre Santísima, Virgen Pura..El Espíritu Santo vendra sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios.

    Y el Oriente, Luz Verdadera vino al mundo e ilumina a todo hombre y toda mujer como Sol de justicia.

    TÚ DIOS mío solo ayúdanos, que nosotros haremos para Su camino.

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