Apuntes sobre la influencia española en la cultura chamorra a finales del siglo XX

Carlos Madrid Álvarez-Piñer



Resumen
Con el presente trabajo pretendemos apuntar cual es hoy día el estado de la cultura criolla chamorra formada a lo largo de más de doscientos años después de un primer proceso de aculturación a finales del siglo XVII, tras el contacto con los españoles, así como una somera enumeración de algunos aspectos, como la música tradicional, que son en parte más nítidamente identificables como de origen español (incluyendo aquellos de origen hispano filipino y mexicano) con el objetivo de entender hasta qué punto era la sociedad chamorra una cultura única en su entorno cuyos referentes estaban a medio camino entre Asia y América, y cómo el verdadero proceso de aculturación, de carácter irreversible, fue a raíz de la Segunda Guerra Mundial y el masivo asentamiento norteamericano.

Los acontecimientos político-militares desarrollados entre 1898 y 1899 pusieron fin a la presencia colonial española en el Pacífico. Fue en ese momento en el que se cortó el tenue cordón umbilical que unía a las Islas Marianas con su lejana metrópoli europea, y el momento en que la sociedad criolla chamorra formada a lo largo de más de doscientos años después de un primer proceso de aculturación a finales del siglo XVII iba a empezar a caminar al margen de su anterior punto de referencia colonial. [80]
Con el presente trabajo pretendemos apuntar cúal es hoy día el estado de esa cultura criolla, con una somera enumeración de algunos aspectos, como la música tradicional, que son en parte más nítidamente identificables como de origen español (incluyendo aquellos de origen hispano filipino y mexicano) con el objetivo de entender hasta qué punto era la sociedad chamorra una cultura única en su entorno cuyos referentes estaban a medio camino entre Asia y América, y cómo el verdadero proceso de aculturación, de carácter irreversible, fue a raíz de la Segunda Guerra Mundial y el masivo asentamiento norteamericano.
Para ello nos basamos en nuestras propias conclusiones extraídas a raíz de una estancia de dos meses y medio, de finales de junio a principios de septiembre de 2000, en las islas de Saipán y Guam, con breves estancias en las islas de Rota y Ponapé, esta última en los Estados Federados de Micronesia. Las conclusiones, además de estar basadas en la bibliografía citada en las notas a pie de página, se apoyan en múltiples testimonios y entrevistas personales a hombres y mujeres tanto de la comunidad chamorra como a demás residentes en las islas a quienes con toda nuestra gratitud les está dedicado este pequeño trabajo. Por otro lado estas conclusiones nuestras no dejan de estar sujetas al subjetivismo que todo ensayo de esta índole lleva consigo, siendo susceptibles por tanto de una muy distinta interpretación.
Considerando que lo que habitualmente se entiende por cultura chamorra en las islas Marianas era ya desde mediados del siglo XVIII una verdadera cultura criolla fruto del mestizaje entre colonizadores y colonizados, nuestra tesis es que como consecuencia del proceso aculturador sufrido tras los desastres de la Segunda Guerra Mundial, que literalmente barrieron de un extremo a otro las islas más importantes del archipiélago, la sociedad actual de la islas Marianas se ha convertido en una cultura huérfana, entendido este término en el sentido de que es una cultura que ha sido materialmente invadida e inundada por un poder político que se presenta a sí mismo como aglutinador de diversas culturas enarbolando la secular tradición norteamericana de «país sin fronteras» pero que como auténtico poder colonial se presenta como superior, y en el que la sociedad isleña no puede sentirse admitida en pie de igualdad al no poder acceder a ella ni formar parte real, más allá de ciertas condiciones de residencia y de la retórica usual de ser miembros de la «gran familia americana».
Esa sociedad chamorra (1) que evoluciona desde 1945 bajo la esfera de los Estados Unidos, ha visto sustituidos en las últimas dos décadas los pocos signos [81] de identidad cultural que mantenía del periodo prebélico (música, arquitectura...) por múltiples símbolos destinados en su mayoría a atraer el turismo, y que son presentados como auténticamente chamorros cuando gran cantidad de ellos resultan ser, en nuestra opinión, la importación artificial de estereotipos culturales, representaciones del imaginario colectivo occidental con respecto a las islas del Pacífico.
Esta «ortopedización», si se nos permite el término, de la cultura chamorra, particularmente en cuanto a la música, nace a nuestro juicio de dos factores de distinta envergadura. Por un lado, del espectacular desarrollo turístico que las islas mayores de las Marianas -Guam y Saipán- han experimentado en los últimos quince años, y de la subsiguiente necesidad de crear una cultura artificial con el suficiente nivel de exotismo, destinada a manifestarse en escenarios hoteleros y recorridos turísticos para el visitante ocioso y que deja como resultado una imagen más próxima al Hawaii cinematográfico que a Micronesia. Por otro lado, cierta dejadez e irregularidad en la conservación de su ya de por sí frágil patrimonio histórico provoca la sucesiva desaparición de iconos arquitectónicos que remiten y conectan a sus habitantes con su más inmediato pasado y sus tradiciones, lo que provoca la sustitución, en el caso de la arquitectura, por otros modelos definitivamente alejados del pasado como veremos cuando nos ocupemos del legado de la época prebélica.
En primer lugar, estableceremos los dos ejes cronológicos que a nuestro juicio más han afectado a la cultura chamorra: desde la conquista europea hasta la Segunda Guerra Mundial. En segundo lugar ahondaremos en los factores principales que permiten reconocer cierto mantenimiento de rasgos culturales hispanos sobre la sociedad chamorra en Guam y Saipán tras 1898, y finalmente enumeraremos a modo de ejemplo algunas de las distintas tradiciones actualmente practicadas en Marianas que ponen de manifiesto el alto grado de criollización que alcanzó su población, y que hoy día apenas encuentran vehículo de expresión.
Podemos distinguir dos puntos de inflexión en las islas Marianas con respecto a la llegada de influencia exterior durante la época española, pudiendo establecerse la primera entre los años 1815 y 1820 con la desaparición de la ruta del Galeón de Manila y el fin de la soberanía española sobre México, y la segunda en 1898, con la conquista norteamericana y el traspaso de poderes (2). No cabe duda de que el primer hecho marcará una nueva época de receso económico, tecnológico y de toda índole que prácticamente reducirá al archipiélago al marasmo (3), pero es innegable que para aquella fecha su cultura estaba [82] ya lo marcadamente mestizada (singularmente su gastronomía, como veremos) como para que semejante hecho pudiera significar un retroceso en cuanto a la formación criolla de la sociedad chamorra, como demuestran más que fehacientemente los testimonios de algunos viajeros decimonónicos (4).
El segundo punto de inflexión se produce en 1898-1899, tras el fin del soberanía española sobre todas las islas. Es importante subrayar que a partir de esa fecha, y dada la enorme distancia que separaba el archipiélago de la metrópoli, la influencia española queda en absoluto Suspenso, al no producirse ningún contacto más entre ambos territorios (5). El fin de la soberanía política antiguas colonias españolas no siempre ha significado históricamente el final de intercambios tanto a nivel personal e individual como comercial. Más bien podría decirse que las Marianas han sido el único caso.
La presencia de población peninsular en la última etapa de la colonia no puede ser un factor de incremento en el proceso de mestizaje, pues dicha presencia nunca fue muy numerosa, ni antes ni después de la época colonial. Desde este momento y prácticamente hasta hoy apenas un puñado de españoles quedaran en la islas de Micronesia. Conocemos referencias de familias establecidas en Yap en 1902, y como mínimo de un terrateniente establecido en Ponapé, Julio Villazón (6), pero para las islas Marianas el número no será mucho más elevado, de hecho en Saipán el registro de alumnos del colegio de Garapan para los años 1906-1907 sólo trae la referencia de un niño español (7). En Guam sí puede hablarse de una comunidad española, aunque sea de reducidísimas dimensiones. Además de los miembros del clero, de enorme importancia, un autor (8) ha calculado en alrededor de 20-25 los españoles que permanecerán en la isla después de 1899, si bien serán tres los laicos que tendrán especial importancia:
Pedro Duarte Andújar, nacido en Manila de padres españoles, era capitán del ejército y ayudante del Gobernador Don Juan Marina. Casado con una [83] chamorra mestiza de irlandeses, Emilia Millinchamps (9),había adquirido 400 hectáreas en propiedades de tierras, granjas y cultivos en Dedidu, al norte de Agaña. Su correspondencia con su hermano en San Sebastián ha salido recientemente a la luz y constituye una excelente fuente para el estudio de los últimos días de la soberanía española en Guam (10). El segundo era Baltasar Bordallo, un aventurero decimonónico al más puro estilo que había abandonado Salamanca a los quince años emigrando a Manila y dedicándose al comercio interinsular. Ya en Micronesia se estableció en primer lugar en Ponape, donde con otro socio español comerció durante años con la importación de carne de Australia. Finalmente decidió establecerse en Guam en 1894, ya con 38 años, donde se casó con una chamorra, Doña Rita Borja Pangelinan, y fundó en Agat una plantación de arroz comerciando con copra, ganado, etc. Falleció en Guam en torno a 1920 (11).
El tercero es el conocido Pascual Artero, que había emigrado a Guam en Mayo de 1901 desde Yap, donde había dejado las filas del ejército español tras la derrota del 98 para casarse con una mestiza y establecerse allí. Acaso Artero sea el más conocido de estos tres terratenientes españoles gracias a la existencia de su autobiografía (12), El maestro Artero, redactada por una de sus hijas en base al dictado de su padre poco antes de la muerte de éste en 1955 a los 80 años.

Por lo demás, algunos autores han señalado que al menos dos de los soldados del último destacamento español en Guam, fingiendo una enfermedad se quedaron en tierra cuando el resto fueron llevados como prisioneros a bordo del Charleston, y aprovecharon esa circunstancia para escapar hacia el interior de la Isla donde presumiblemente tenían va una familia propia. Una misión de captura fue enviada por el capitán Henry Glass en su busca pero sus soldados regresaron con las manos vacías el 22 de Junio poco antes de partir hacia Filipinas (13).
Esta presencia de peninsulares después de 1899, aunque escasa, por un lado viene a demostrar que una incipiente comunidad de comerciantes españoles se empezaba a activar en la zona en el momento de la intervención norteamericana, pero por otro apunta al hecho de que desde ese momento hasta la segunda guerra mundial. segundo gran eje cronológico que señalábamos para [84] referirnos al proceso aculturador, las características de esa sociedad criolla hispano chamorra van a manifestarse de forma independiente, absolutamente al margen de cualquier contacto o presión por parte de lo que fuera la metrópoli o sus ciudadanos.
No obstante múltiples rasgos culturales de origen o influencia española se mantendrán durante los primeros 20 años e incluso aumentarán de manera autónoma (la legislación judicial del periodo español seguirá en pleno uso hasta 1933 (14)) pero en nuestra opinión desde 1930-35 sólo cabe hablar de pura inercia.
Una de las causas de este fenómeno de pervivencia de «lo español» parece radicar en el factor religioso. No olvidemos que el poder que sustituye a España en Guam tras 1898 significa para la población chamorra un poder protestante antes que norteamericano. La sincera devoción católica que -aún hoy- profesan los habitantes de Marianas nos permite suponer que el cambio de metrópoli los llevó a identificar de forma natural en un primer momento lo católico con lo español, como lo demuestra el hecho de que en los cementerios muchas de las lápidas estuvieran escritas en castellano incluso hasta más allá de 1928.
Aún así, la presencia española en sentido estricto queda en suspenso en 1899, su influencia va quedando cristalizada en las siguientes dos décadas y desde ese momento comienza a fosilizarse.
Poca duda cabe a la hora de señalar que el castellano siguió siendo una lengua de referencia en Guam y en menor medida del resto de las Marianas hasta la segunda guerra mundial, como bien han señalado varios autores (15). En Saipán, hasta bien entrada la época japonesa no era difícil encontrar hispano hablantes de medio nivel de conocimientos, pero la estricta política lingüística de las autoridades Japonesas facilitó el olvido y la pérdida definitiva (16).
En Guam, al igual que en las islas del norte, un cierto grado de autonomía queda de manifiesto en el hecho de que las innovaciones tecnológicas y culturales que van incorporándose al vocabulario reciben en un primer momento nombres españoles: los primeros coches serán llamados al principio automobit, periódico es llamado gaseta, bicicleta es biskileta, tren y sus accesorios como tren, fogoneru, bagón... (17)
Será precisamente la primera publicación periódica de Guam, la Guam, News Letter, -mensual- la que nos aporte uno de los hechos más significativos de este periodo: desde mayo de 1909, fecha de su aparición, y hasta 1911 dará cuenta de las noticias más destacadas de la isla a dos columnas, en inglés [85] y en español simultáneamente. Redactados los textos por el personal naval norteamericano -que previamente censuraba todas aquellas noticias negativas sobre los Estados Unidos (18)- una somera lectura de los mismos revela algún que otro error gramatical grave en su redacción, lo que nos invita a pensar que sus responsables no disponían de nadie a quien pudieran emplear de traductor con la suficiente eficacia. Es decir, el empleo de la lengua española en la única publicación periódica de la isla no respondía a una demanda popular en sentido extenso. ¿A qué respondía si no? No parece ilógico pensar que se tratase de una acertada estrategia política por parte de las autoridades estadounidenses destinada a granjearse la aquiescencia y simpatía de la clase religiosa y la económica, que eran ambas hispano-hablantes, esta última en segundo lugar tras la omnipresente presencia económica japonesa (19). Dicho en otras palabras: el poder político tuvo un gesto de deferencia hacia una esfera de poder, la religiosa, que era la que más importancia tenía para la población indígena, y hacia otra esfera de poder, la económica, que era la más importante para la administración norteamericana. Arribas esferas estaban representadas por un lado en la figura de Francisco Javier Vila, Primer Vicario Apostólico de Guam (20), y en personas como, por citar sólo algunos de ellos. Pedro Duarte, Pascual Artero y Antonio Martínez, un empresario chamorro que gozaba de gran prestigio (21).
En todo caso, un número indeterminable pero con casi absoluta certeza muy numeroso de chamorros y chamorras hablaba y leía correctamente en español (22), y eran por tanto lectores potenciales de la Guam News Letter.



MÚSICA
Las crónicas europeas de los primeros viajeros recogen en mayor o en menor medida las costumbres en bailes y danzas de los isleños de las Marianas, siendo como es de especial importancia este aspecto de su cultura previa al contacto y la conquista, al no tener su lengua original una manifestación escrita y por tanto ser una sociedad en la cual la tradición oral, manifestada en juegos, leyendas, bailes y canciones, tiene como valor añadido al entretenimiento una clara función didáctica.
En la Vida y Martyrio del Venerable Padre Luis de Sanvitores de 1683, el jesuita Francisco García deja constancia de un tipo de baile practicado exclusivamente [86] por chamorras en el cual una docena de ellas, adecuadamente vestidas para la ocasión con sus mejores galas y luciendo conchas de tortuga atadas a la cintura, desarrollan un baile circular cuyo ritmo es marcado por el sonido de las pequeñas conchas que llevan en las palmas de las manos (23).
También el Padre Charles Legobien hará una somera descripción de estos bailes (24), pero donde encontrarnos los testimonios más reveladores y descriptivos para nuestro estudio son en los relatos de los miembros de la expedición científica francesa al mando del capitán Freycinet, entre 1817 y 1820, ya que incluyen referencias concretas a su música y bailes, con comparaciones interesantes.
Jacques Arago, el conocido ilustrador de la expedición, describe en su correspondencia a un amigo (25) las actividades musicales que se impartían en el Colegio Real (San Juan de Letrán) en el que su encargado Ignacio Chargualaf, al parecer de escasos conocimientos teóricos pero gran entusiasmo, enseñaba a sus 40 pupilos «música religiosa, 2 o 3 canciones patrióticas y 4 ó 5 baladas españolas» que sólo servían para entretener al gobernador y sus invitados. El juicio de Rose de Freycinet, esposa del capitán de la expedición, es más benevolente para con estos estudiantes y sus esfuerzos. En su diario recoge (26) como se desarrollan unos bailes en honor suyo y de su marido frente al Palacio del Gobernador, y que no son sino danzas mexicanas en las que los estudiantes, vestidos con sedas de Nueva España llevadas por los padres jesuitas, desarrollan un baile que va reproduciendo la historia de Moctezuma, el último emperador azteca, papel que desempeña uno de los estudiantes vestido con un traje ceremonial, corona y pluma en ambas manos y sendos pajes a su espalda, alrededor de los cuales 12 bailarines adornados con diademas y tocando las castañuelas les acompañan en el baile. Es una representación bailada de cinco actos, siendo los dos últimos descripción de la guerra y caída final del Emperador.
Otro baile que presencia es el llamado El palo vestido y desnudo, un baile probablemente mexicano en el que sobre un mástil se atan varias cuerdas rojas, amarillas y azules, cogiendo cada participante una de ellas y empezando a bailar alrededor del palo formando así una trenza multicolor, y a la inversa. A continuación describe cómo los mismos alumnos del acto anterior bailan unas danzas «europeas», que su marido cree reconocer similares a las que se practicaban en la Provenza y eran conocidas como Leis Olivettos.
Entre los instrumentos musicales de la época previa al contacto y por lo que interesa a este trabajo, citaremos el belenban tuyan descrito por Georg [87] Fritz en 1904 (27), un alargado instrumento de bambú con una sola cuerda que se tocaba deslizando un arco por el mismo y que prácticamente es el berimbau portugués con alguna modificación. Tratándose éste de un instrumento similar a otros conocidos en otras zonas del sureste asiático consideramos que se trata de una importación cultural que ha llegado a las islas Marianas no de mano de portugueses o españoles, sino por parte de pobladores y viajeros de otras islas que sí pudieron recibirlo directamente de los portugueses (28).
En cualquier caso Fritz recoge los bailes típicos chamorros en la isla de Saipán (29) y habla ya de polkas, mazurcas y fandangos, estos últimos bailados tradicionalmente en la fiesta de la noche previa a la boda (hoy día fandango significa simplemente boda.) El fandango representa -digamos mejor representaba- un claro ejemplo de mestizaje musical, pues supone la incorporación de un rasgo cultural extraño en origen que se asume como propio dandole un uso, un valor y un significado completamente nuevo al «original». Este proceso de mestizaje, como cualquier otro, sólo debería entenderse como un factor de enriquecimiento.
En cuestiones musicales, la impronta criolla queda de manifiesto en la supervivencia no sólo de canciones enteramente españolas adaptadas al chamorro, algo que poco tiene de particular, sino en que los criterios mismos de composición y la plataforma armónica sobre la que se basan son enteramente sureuropeos. El profesor y compositor Bruno Dalla Pozza, del Northern Marianas College de Saipán, ha dedicado buena parte de su trabajo a lo largo de sus 22 años de residencia en la isla a la música chamorra en general y a las chamorritas en particular, en cuyos juegos dobles de cuatro intervalos reconoce la herencia de un mestizaje inconfundible.


Ejemplo de chamorrita, transcrito por E. Pellicani, en Archeology of the Marianas Islands,de MAUD THOMSON, Nueva York, 1971. [88]
Las chamorritas representan la esencia más clásica de la tradición musical chamorra, unas composiciones musicales breves que se solían cantar espontáneamente durante las fiestas o actividades comunales (al ir de pesca, hacer la colada...) y en cuyas letras, formadas por cuatro versos improvisados sobre la marcha, se hacen referencias irónicas y jocosas a algún miembro del grupo, a un amor imposible o a cualquier otra cosa, a los que contestaba otro participante improvisando otra chamorrita a modo de respuesta.
Se cantaban también en solitario, para infundir valor al paseante nocturno, o a modo de saludo entre dos carros que se cruzaran. Hoy casi olvidadas, las chamorritas son sólo recordadas a duras penas por mujeres de avanzada edad en su mayoría, y de nuevo vuelve a ser Rota la depositarla de las tradiciones culturales ancestrales. Allí pudo recopilar y grabar multitud de chamorritas Mr. William Peck, oficial retirado del Departamento de Salud norteamericano y escritor gracias a cuyo interés y sensibilidad, como a la de las ancianas chamorras de Rota, se han preservado algunas de estas composiciones (30). En cuanto a los temas, transcribimos a continuación algunas chamorritas recopiladas por Gertrude Hornbostel (31),en primer lugar una chamorrita de contenido sentimental, en segundo lugar una canción de cuna y por último una chamorrita que se solía cantar a la novia como broma tras la noche de bodas:
To' la noche dso ti maigoToda la noche no pude dormir hinasosoko ni hago,por estar pensando en ti,an esta pa'u mañana,cuando llegó la mañananai komakanta yi gadso.empezó a cantar el gallo. An numa piniti hau tautau,Cuando causas pena a alguiennanga mana pinitimu;prepárate para que otra pena te llegue;masca apmaman na tiempo,por mucho tiempo que pase,un apase sa dibimu.como deuda que es lo pagarás. Señora nobia un kahulu,Señora novia, levantese,dsa un famaulig magagumu;y póngase el vestidodsa i sapatos gi patasmuy los zapatos en los piesdsa i paineta gi ilumu.y la peineta en la cabeza. Señora nobia un kahuluSeñora novia, levántesedsa un fa gasi i matamu;y lávese la cara.sa dsan matu i nobiumuporque cuando vuelva su maridoti un guinaidsa i tsuramuno le va a agradar su aspecto. [89]
Una de más tempranas grabaciones de música tradicional chamorra y carolina -acaso la primera- se realizó en torno a 1950 en Saipán, a cargo del doctor Joseph Brennan, médico militar que sirvió en las isla durante la guerra de Corea. Esta valiosa grabación, recogida en un disco de vinilo y que probablemente constituye un ejemplar único, ha llegado a nuestros días en perfecto estado de conservación (actualmente se encuentra en el Museum of History and Culture de Saipán) pudiendo escucharse al completo las 18 canciones que la conforman, de las cuales 7 son piezas tradicionales chamorras, muchas de las cuales guardan, al oído español, un lejano eco de familiaridad. Alguna ha sido tomada directamente del español, sirviendo como ejemplo ésta de singular belleza, la canción Hago I (Tú eres), cuya letra y traducción transcribimos a continuación:
Hago I inan I langit,Tu eres la luz del cielo, o pulan klaro yan gatbo.luna clara y hermosa.Ai na silensio na puenge,en la noche silenciosa,un alibia, un alibia I pinitiho.tú alivias tú alivias mi pena. Yangin triste hao gi puegne,Cuando estés triste en la nocheatan hulo ya unlie.mira arriba y la verás.Hago siempre unkonsigoSiempre seguirá,I minagof, I alibia para siempre.y gustosamente para siempre te aliviará.Ai na minegai pution,Hay tantas estrellas,man maag yan ti-tufungontan brillantes e incontables,lao megaina ti liiontan numerosas que sonmas ke sien mit, mas ke sien mit,más que cien mil, más que cien mil,na miyon.un millón.
Aparentemente irreconocible, esta misma canción ha sido cantada en nuestro país de forma cotidiana hasta hace poco, y aún es recordada por ciertas personas nacidas en la década de los treinta, con la siguiente letra:
Luz que brillas en el cielo, oh, luna clara y hermosa,y en la noche silenciosa,tu mitigas, tu mitigas mi dolor...
Así pues, no sólo la música, sino también la letra resulta ser una traducción directa e intencionada del original. ¿Será ésta una de las «4 ó 5 baladas españolas» que Arago, de la Expedición Freycinet, escuchó en el Colegio San Juan de Letrán?
A nuestro modo de ver este ejemplo es altamente significativo, pues frente a otro tipo de canciones de las que implícitamente se conoce su origen español, como los villancicos (de hecho se cantan en castellano) Hago I es una [90] canción que ha pasado inconscientemente al bagaje cultural propio, fue incorporado en su momento y hoy es perfectamente asumido como tal, como de hecho lo es.
Por otro lado multitud de canciones populares chamorras son la adopción de piezas españolas, particularmente en lo que se refiere a melodías religiosas. Para la Eucaristía se han adaptado canciones como Amante Jesús Mío (Asaina Jesús Kristo en la versión chamorra) Cantemos al Amor de los Amores (Biba Kristo Jesús) así como Con Flores a María, Salve Madre Misericordia, Reina Gloriosa... y un largo etcétera. Incluso la mismísima Marcha de San Ignacio, de origen vasco e himno de los Jesuitas es cantado en las islas, tanto a San José como a San Isidro. Prácticamente el 99% de las canciones religiosas tradicionales cantadas en las Marianas tienen un origen español, por razones más que evidentes: la presencia de religiosos y religiosas españolas a lo largo del siglo XX, destacando en Guam en tomo a 1950 el padre Capuchino Román María de Vera, y en todas las islas las Monjas Mercedarias de Bérriz, hasta hoy día.
Otra vía de adopción de canciones estrictamente españolas fue el de la escuela, aunque también en relación directa con el ámbito religioso teniendo en cuenta que la enseñanza estuvo durante todo el periodo colonial español a cargo de las autoridades eclesiásticas.
Canciones infantiles como Tan Gué y O Petlas o Pacifiko son aún cantadas en las escuelas de enseñanza primaria, adaptadas al chamorro a partir de canciones españolas. Incluso en Saipán en los años 20, durante la restrictiva época japonesa, niños y niñas aprendían a sumar con canciones como ésta:
Una y una dos, dos y una tres.Cantando, cantandosalen veintitrés (32).


GASTRONOMÍA
Habiendo recibido los utensilios de cocina, cubiertos y algunos alimentos, diversos nombres castellanos (33), es evidente que la gastronomía chamorra también ha de llevar en su seno una innegable influencia hispanoamericana.
En la vieja tradición chamorra de tomar al día cuatro comidas fuertes, la primera de ellas, sobre las seis de la mañana, era el amotsat (almorzar) y solía consistir en un desayuno en el sentido actual y sureuropeo del término: una bebida caliente -té, café, chocolate...- con pan o tortillas de maíz. La segunda, [91] al mediodía, era llamada nataloane, tras lo cual se consumía el postri (postre, algo dulce o alguna pieza de fruta). A media tarde se tomaba la mirienda (merienda), y sobre las 6 ó las 7 de la tarde, la sena (cena) (34).
Actualmente el diferente devenir político de Guam con respecto a Saipán y las islas del norte permite reconocer en estas últimas la influencia japonesa también a la hora de sentarse a la mesa, donde el empleo de palillos en lugar de cubiertos no es infrecuente y donde platos de shusi y sashimi son habituales aun hoy, y no sólo en hoteles y restaurantes (Saipán es un importante destino turístico en Japón) si no en la intimidad familiar y cotidiana de las familias chamorras.
La implantación del modo de vida norteamericano y la progresiva conversión de la economía de las islas en una economía dependiente ha supuesto una transformación radical, enormemente negativa a nuestro juicio, en los hábitos alimenticios de la población chamorra y carolina, y no sólo por lo que supone de pérdida de elementos culturales propios. Los años inmediatamente posteriores a la segunda guerra mundial dejaron a su paso una población malnutrida y con serias carencias vitamínicas, población que durante años manifestó ante la posible falta de comida una constante ansiedad (35). Hoy, uno de los factores negativos de la posterior implantación de la sociedad de consumo es, paradójica pero objetivamente, la extensión de problemas derivados de una alimentación excesiva en grasas animales y con un desequilibrio en la enorme cantidad de proteínas consumidas, que viene disparando en las últimas décadas los índices de enfermedades cardiovasculares, diabetes y obesidad (36).
No obstante todo esto pervive actualmente en las islas Marianas una rica herencia gastronómica que acaso sea la tradición más viva de las que aún conserva la cultura chamorra, (siempre exceptuando la religión) por cuanto está formada por comidas que se elaboran de manera casual y despreocupada, cotidianamente, empleando ingredientes que se encuentran habitualmente en el entorno y poniendo en su elaboración las manías, tradiciones y secretos familiares que demuestran que son costumbres aún vivas. Resulta sorprendente al observador el comprobar el alto número de platos, dulces y condimentos tradicionales chamorros que resultan tener un origen español, mexicano o filipino, resultando una inteligente adaptación al clima y a los ingredientes de las islas.
Las titiyas o tortillas mexicanas, por su importancia, deben ser citadas en lugar preferente. Siendo su ingrediente principal la pasta de maíz, planta originalmente llevada por los primeros jesuitas desde México, es evidente que su consumo ya se hallaba generalizado e incorporado para 1815, al igual que otros condimentos que nos remiten a la cocina mexicana como es el caso del [92] achute (achote, una especia americana que los pobladores mexicas conocían como achiotl). Además de porque una vez elaboradas las titiyas se mantienen frescas durante varios días y resultan un eficaz sustituto del pan de fácil elaboración, las razones de lo hondo que calaron las titiyas, tamales y atoles en los hábitos alimenticios de la población isleña pueden ser, entre otras, que secar los granos de maíz al sol no suponía dificultad ninguna dado el clima de las islas, y que una vez secos dichos granos se podían almacenar en recipientes adecuados durante muy largos periodos de tiempo (37).
La carne de cerdo se consume con regularidad desde la llegada de los primeros ejemplares, mayoritariamente y en exceso en la actualidad, pero no así en la época previa a 1945. Su llegada supuso la incorporación de múltiples maneras de preparar su carne, como en churisos, motsiyas e imbutido, de preparación similar a la española. Acaso el imbutido haya pasado a la cocina chamorra desde Filipinas, al igual que el adobo, que en Marianas se prepara al modo filipino, con tomate y maíz y que indudablemente llegó allí vía Nueva España. Otras comidas que incluyen el cerdo como ingrediente son:
La fritada, que es el resultado de freír las tripas de cerdo en su propia sangre.
Las atmóndigas, preparadas exactamente igual a como se hace en nuestro país pero que llevan añadidas un cierto sabor picante, tan querido al paladar chamorro y que delata de nuevo la influencia mexicana.
El estofao, al igual que el guisao, son mezclas de carne de cerdo guisada con verduras.
El pescado, por otra parte., puede ser preparado eskabeche, que se elabora marinando el pescado fresco en vinagre y salsa de soja entre otros ingredientes. Ciertas formas de macerar pescado crudo tienen alguna similitud con el ceviche peruano y centroamericano, como puede ser el caso del llamado kelaguen de pescado, en el que se empleaba en origen vinagre de coco, aunque hoy día se suele hacer a base de pollo aderezado con limón y cebolla.
Ciertos platos de los que se conoce referencia han adoptado ya el nombre inglés, como la ensalada (38), mientras que otros sólo conservan de su referente original el nombre como es el caso de la irreconocible spanish omelette, que incluye entre sus ingredientes verduras cocidas y brotes de soja. Otros platos han sido asimilados con una enorme fuerza, como la típica balensyana o spanish rice, de consumo frecuentísimo, que consiste en arroz con diversas verduras guisadas aderezado todo con achote para tintarlo de amarillo.
Otro plato a base de arroz es el arros-kalyo o sopa de arroz. (literalmente, kayo significa sopa.)
Los dulces forman parte destacada de su tradición gastronómica, y entre [93] los más típicos podemos citar los buñuelos, que añaden a la manera española de prepararlos ingredientes autóctonos: la banana y en ocasiones el coco.
Las lantiyas son parientes directas de nuestras natillas, allí con el elegante detalle de extenderlas sobre una fina capa de bizcocho.
Las gollurías (gollerías) son pequeñas piezas de leche de coco con harina a las que se da distintas formas, para luego freírlas con azúcar hasta darles una textura crujiente.
El resultado de hervir a fuego lento la tuba (bebida fermentada obtenida a partir del cocotero) es un líquido dulzón que se denomina atmibat (almíbar) nombre que se aplica hoy día a todo líquido de sabor azucarado. No es de extrañar que otras bebidas hayan recibido nombres castellanos, como el chokolate, el bino o la omnipresente setbesa, pero de elaboración propia era el aguayente (39), resultado de una fuerte fermentación y posterior destilación de la tuba.
Circunstancia curiosa es el hecho de que diversos dulces de elaboración artesanal y comercializados de un tiempo a esta parte evoquen nombres españoles, como es el caso del spanish bread, bollo dulce de canela, muy extendido por Saipán y que ningún parecido guarda con el pan que conocemos. Se trata de la manifestación más reciente que viene a manifestar el vago recuerdo de lo que allí denominan «our spanish roots».



ARQUITECTURA
El sistema de construcción (40) de edificios domésticos, fruto de una evolución histórica durante la cual el acceso a los materiales más resistentes y las técnicas más modernas no eran aún tan fáciles como hoy en día, y en la que se debían tener en cuenta tanto los efectos del calor como los desastres naturales, configuró un perfil arquitectónico de clara influencia hispanoamericana, con casas y edificios de mampostería de no más de dos plantas, (siendo la superior generalmente de madera de ifil, en precaución a los frecuentes temblores, como en el caso del Palacio del Gobernador reconstruido en Agaña en 1889. (41)) de techos altos cubiertos de teja y paredes encaladas para proteger el interior del calor, siguiendo la tradición mediterránea. Una estética a la que a comienzos del siglo XX habría de añadirse el estilo colonial americano por lo que respecta [94] a Guam, y la impronta japonesa por lo que se refiere a Rota, Tinian y Saipán.
Sin embargo, la desaparición casi absoluta de lo que ya era un estilo propio gestado a lo largo de cientos de años se producirá en un corto periodo de tiempo, a partir de 1945, y obedeciendo a una serie de factores -analizados en profundidad en los trabajos citados al comienzo- entre los que entresacamos, además de los incontables desastres de la Segunda Guerra Mundial, otros hechos como los sucesivos desastres naturales, la puesta en explotación del potencial turístico de las islas y la falta de criterios a la hora de construir complejos urbanísticos... hechos que han provocado la sucesiva desaparición no sólo de casi todos los referentes materiales del pasado, sino de la sustitución de los mismos por otros modelos, más acordes con el cambio de los tiempos pero definitivamente ajenos y alejados de la tradición.
Por si esto fuera poco, se puede observar una cierta falta de concienciación por parte de la población a la hora de valorar dicho legado histórico, lo que genera la desaparición accidental de valiosos restos arquitectónicos cuyos propietarios sencillamente ignoraban su valor. Es el caso de una de las casas particulares más antiguas de Merizo, construida toda de mampostería y que probablemente databa de finales del XIX, que fue derribada por su dueño hace pocos años para construir sobre el terreno otra casa más adecuada a los nuevos tiempos, y todo ello pesar de que el edificio se hallaba protegido por el Guam Preservation Trust (42).
El problema con respecto a la valoración y mantenimiento de los restos históricos de la época prebélica pudiera tener unas raíces hundidas profundamente en el modo de ser de los isleños y las isleñas, a quienes los reveses de la historia y los fenómenos naturales han enseñado a enfrentarse a crisis ante las que siempre tienen el riesgo de perder todo cuanto poseen. Teniendo en cuenta que la generación que sufrió la Segunda Guerra Mundial fue despojada de sus viviendas, propiedades y pertenencias (43), y que desde entonces tifones y terremotos se han sucedido con triste regularidad, no es extraño pensar que todo ello haya generado una manera particular de enfrentarse a los resultados de dichos fenómenos, y que la conservación del patrimonio familiar o personal no sea una prioridad: no merece la pena si tarde o temprano un tifón, un terremoto o un volcán pueden arrasar con todo.
El proyecto de catalogar e inventariar los restos de origen español e hispano-chamorro en las islas Marianas llevado a cabo por el arquitecto Javier Galván en 1998, supuso por un lado una valiosa contribución en España, por [95] su labor divulgatoria de una porción de la historia de nuestro país en el Pacífico, y por otro, junto con las ceremonias de conmemoración de la independencia a instancias de la Dirección General de Cooperación y Comunicación Cultural del Ministerio de Cultura español, sirvió en las islas de momentáneo recordatorio sobre un patrimonio histórico que a pesar de las medidas gubernamentales de protección seguía sufriendo los rigores del tiempo y del relativo abandono.
No obstante el cuidado y la protección por parte gobierno de las islas, la restauración que a finales de Julio de 2000 se estaba llevando a cabo en uno de los edificios históricos del sur de Guam no parecía augurar un futuro ideal:
El Kombento de Merizo, edificio de 1856 y verdadera Joya de la Corona en cuanto a arquitectura religiosa guameña se refiere, es objeto de un proyecto de «restauración» indudablemente imaginativo, en el que se han añadido elementos del todo ajenos al original para darle un aspecto aparentemente más «auténtico». Seriamente dañado en 1990 por un tifón (44), al Kombento le ha sido incorporado un mirador de madera en la parte sur, además de un tejado de chapa metálica a dos aguas, de una altura del todo inadecuada, que le hace semejar más una pagoda china que un convento cristiano.
Creemos, como comentario final, que existe una tendencia de cierta entidad que tiende a satanizar el periodo colonial español, planteándolo como una tiranía despótica sólo cargada de afanes económicos. Si pretendemos negar o rebatir esta corriente no es por un infantil orgullo nacionalista; nadie puede negar que la conquista trajo consigo múltiples sufrimientos durante los primeros años a los habitantes originales de los archipiélagos. La implantación religiosa consecuencia de la evangelización, el cambio en los modos de producción, la sustitución de las Jerarquías, (unificando a sus habitantes bajo un denominador común: el rechazo a los invasores), las migraciones forzosas... No es una cuestión de defender lo indefendible, el colonialismo es la sumisión por la fuerza de poblaciones o culturas enteras basándose en una pretendida superioridad racial, legitimidad religiosa o mayor adelanto tecnológico, que la historia ha demostrado estar basado en una pura y simple superioridad militar. A margen de otras consecuencias menos negativas, no deja de ser un cambio arbitrario, no voluntario, en la vida de la población.
Lo que pretendemos hacer constar es que de los dos procesos coloniales importantes a los que la cultura chamorra se ha tenido que enfrentar a lo largo de su historia, el primero dio como resultado una cultura nueva, con un pie hundido en sus propias tradiciones y otro en los de la población incorporada preveniente de México o España. La clave de ese primer proceso es [96] el mestizaje, gracias al cual se generó una cultura absolutamente híbrida, que jamás perdió sus raíces nativas, y que siguió manteniéndose y desarrollándose hasta, en términos muy generales, 1945.
Lo que resulta absolutamente escandaloso es que en los análisis actuales de la historia de las Marianas se obvien los aspectos tan extraordinariamente destructivos que ha tenido la presencia imperialista norteamericana, desde las batallas de la Segunda Guerra Mundial, que provocaron la destrucción de casi el 90% de la superficie de muchas de las islas, hasta el hecho de cerrar parte de su territorio incluso a los legítimos propietarios para instalar en los mismos bases militares de entrenamiento. Tratándose de un proceso que los Estados Unidos han llevado a cabo también en otras zonas de mundo que están o han estado bajo su esfera política, y que en la actualidad existan reconocidos movimientos de enfrentamiento hacia dicha política, como sucede por ejemplo en Puerto Rico, nos resulta chocante que en las Marianas haya historiadores de respetada seriedad, cuyos nombres no vamos a citar, que defiendan los logros de dicha colonización militar sin hacer hincapié en el enorme, y cuyos planteamientos respecto la situación sean que la autodeterminación de los pueblos del Pacífico es algo que Estados Unidos concedió a los mismos cuando consideró que ya eran «sociedades mayores de edad», (sea lo que sea esto).
Los Estados Unidos, como cualquier otra potencia imperialista, no han tenido a nuestro modo de ver otro objetivo en los territorios del Pacífico más que hacerlos servir a sus propios intereses. Insistiendo en que no pretendemos justificar ni exculpar ningún tipo de colonización, no cabe duda de que la previa estuvo en manos de una nación, España, para la que los territorios no eran sino diminutos enclaves intermedios, y fue llevado a cabo en una época, la moderna-contemporánea, en la que los medios de transporte no ofrecían la seguridad ni la frecuencia que iban a ofrecer durante el siglo XX. Por esto, los efectos de la colonización española fueron hasta cierto punto menos destructivos, al no impedir la supervivencia de una cultura, ya criolla, que era la que identificaba a los habitantes de las islas.
La división política entre Guam y el resto de las Marianas que se produjo en 1898 va a mantenerse hasta hoy, superando toda similitud geográfica y cultural. En Guam se establecería la administración de la Marina norteamericana, de contradictorios resultados y definida por uno de sus oficiales como «no precisamente un ejemplo de eficiencia» (45). (fruto negativo de esta primera época sería la segregación racial establecida en 1907 y la prohibición del empleo del chamorro en 1940 tras décadas de intentos de erradicación. (46))
Desde 1945 hasta 1976, las islas Marianas del Norte fueron regidas por los Estados Unidos en lo que se vino en llamar el «Territorio en Fideicomiso de [97] las Islas del Pacífico», cuyo particular modo de entender la administración iba a originar a Estados Unidos durísimas críticas por parte de la O.N.U., que publicó en 1962 un informe devastador (47) sobre dicha administración (Saipán sirvió hasta 1962 de base de entrenamiento anti-guerrillero para la CIA, y el Farallón de Pájaros ha servido durante décadas como campo de prueba de armamento militar). En 1978 se crea la «Mancomunidad de las Islas Marianas del Norte» (CNMI) y desde 1986 se da por terminado el periodo de fideicomisariado (48).
La colonización norteamericana se realiza de forma exhaustiva en la era de la tecnología y los adelantos científicos, en la que el mundo ha quedado empequeñecido y en la que los arsenales nucleares instalados en las bases militares suponían una baza vital en el juego de la guerra fría establecido tras la Segunda Guerra Mundial. Frente al mestizaje, por tanto, se persigue la suplantación cultural. Su presencia colonial se ha instalado de manera masiva, abarcando todos los aspectos de la vida cotidiana, desde la organización política, legislativa y judicial hasta los medios de comunicación, pasando por modos de entretenimiento y ocio, (cine, televisión...). La última diferencia que citaremos de las que distinguen ambos procesos colonizadores se basa en una cuestión cronológica: si los Estados Unidos han sido en el pasado una metrópoli con respecto a las islas Marianas, no cabe duda que lo siguen siendo en la actualidad -no de iure pero sí de facto- y por tanto el valor fundamental que tiene que sus habitantes tomen conciencia de su verdadera identidad cultural, sin tapujos ni complejos, es que trata de una fase necesaria para obtener un lugar propio en la comunidad internacional.

http://www.cervantesvirtual.com/serv...p0000001.htm#7