Y TRAS EL LIBERALISMO, LA SECTA SADUCEA II
DANIEL PRADO: PRECURSOR DEL DEÍSMO MODERNO
MÁS SOBRE LOS SADUCEOS
Comentábamos en el artículo de abajo que la supervivencia del saduceísmo está históricamente comprobada en la España medieval. Y que, pese a la persecución que instigaron los fariseos contra los saduceos en las juderías sefarditas, las ideas del saduceísmo sobreviven. Y afirmábamos que las ideas (mucho más difíciles de apresar que los que las defienden) sobrevivieron, sin que nos parezca legítimo que pueda pretenderse comprender la génesis del mundo moderno sin contar con este elemento, que tantas veces se soslaya.
Cuando el filósofo alemán Arthur Schopenhauer tiene que pronunciarse sobre la religión judía, su veredicto es implacable: "La verdadera religión judía [...] es la más grosera de todas las religiones, porque es la única que carece en absoluto de doctrina de la inmortalidad y de todo rasgo de ella. Cada rey, héroe o profeta, es enterrado, cuando muere, al lado de sus padres y ahí termina todo" (Arthur Schopenhauer, "Fragmentos sobre la historia de la filosofía", año 1851.) El veredicto de Schopenhauer nos parece que define muy bien a la secta de los saduceos, aunque no haga justicia a otras corrientes judaicas que, en promiscuidad con filosofías helenísticas y gnósticas (la Kabala), sostienen doctrinas que no se reducen al dogma saduceo.
Recordemos que los saduceos (del hebreo "Tseduqim") rechazaban la tradición oral y la exégesis intelectualista de los fariseos. En un principio eran los saduceos los más conservadores y literalistas. Flavio Josefo -recordemos que Josefo era fariseo- nos presenta a los miembros del saduceísmo como ricos y poderosos, el Sumo Sacerdote Caifás era saduceo, Anás también. Y eran los saduceos los que no creían en la inmortalidad del alma, ni en la resurrección de los cuerpos. Esta creencia saducea -o, por mejor decir, la no-creencia- que consiste en la negación de la inmortalidad del alma- va a ser la que aflore en la judería neerlandesa del siglo XVII. Conozcamos a uno de sus principales promotores.
DANIEL PRADO, PRÓFUGO DE LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA Y RÉPROBO DE LA SINAGOGA AMSTERDAMESA
Parece ser que nació Juan Prado (o García de Prados) el año 1615, en Lopera (Jaén), de familia conversa. En la Universidad de Alcalá inicia estudios. Desde el año 1633, en que logra plaza en el Colegio de la Madre de Dios de los Teólogos de Alcalá, hasta 1636 Juan Prado ejerce como médico en esa institución. Por sus actividades judaizantes se ve impelido a escapar de España, instalándose en Amsterdam. En Amsterdam el ambiente es favorable para la comunidad judía, gracias a los protestantes. Allí prosperan los negocios de muchos judíos sefarditas que se han evadido primero de España y después de Portugal. En Amsterdam, Juan Prado se muda de nombre, llamándose Daniel entre sus correligionarios.
En 1656 Daniel Prado se vio obligado a retractarse de sus errores doctrinales ante la sinagoga amsterdamesa. Los errores de los que adjura ante los rabinos son casi los mismos que pusieron al Santo Oficio de la Inquisición tras su talones: un Dios-Naturaleza, ideas deístas ajenas al judaísmo rabínico, desdén por el Talmud y opiniones hedonistas con la consecuente conducta libertina. Como no podía ser menos, Daniel Prado descreía de la inmortalidad del alma, tal y como llevamos dicho que era lo común entre los antiguos saduceos. Parece ser que, a tenor de la inmortalidad del alma, Prado comentó muy socarrón que: "no tenía en su opinión más alma que su caballo".
La vida de Prado en Holanda se caracterizó por el escándalo. Las autoridades de la sinagoga lo acusaron de corromper a los jóvenes discípulos que tenía a su cargo, instilando en sus discípulos el naturalismo, la filosofía racionalista y hedonista. Era fama en la comunidad judía que Prado llevaba una vida disipada y licenciosa, como es propio de los libertinos, de la que se ufanaba y, pese a la fealdad que le achacan sus contemporáneos, parece ser que ello no fue óbice para tener una vida muy mujeriega, faltando a su palabra de casamiento en más de una ocasión. Los rabinos de Amsterdam lo sancionaron, tras encontrarlo reincidente, y lo pusieron ante el dilema de elegir entre escoger el "herem" ("anatema", "maldición") o marchar a las colonias judías americanas.
La "maldición" rabínica le alcanzó en Holanda, muriendo el 4 de febrero de 1663 en un accidente. Ese día, cuando Daniel Prado iba caballero en su caballo pasando un puente, un carro se le atravesó súbitamente. El caballo se espantó, precipitándose en el río con su caballero: caballo y caballero perecieron en las aguas.
Es de destacar que Daniel Prado fue amigo íntimo de Baruch de Espinosa y, aunque Baruch de Espinosa siempre fue mucho más austero por su modo de ser, ciertas ideas que podemos encontrar en la obra de Baruch de Espinosa parecen deudoras de Prado, según han apuntado algunos especialistas. Además de eso, lo que es digno de advertir es que Prado, con su racionalismo y su deísmo, así como con su vertiente libertina, se anticipa a todo eso que caracterizará a los libertinos ingleses del Club Hellfire (Club del Fuego Infernal), entre los cuales figuraba el Duque de Wharton, fundador de la francmasonería en España.
Como podemos confirmar el deísmo, el racionalismo naturalista, el rechazo de la inmortalidad del alma fueron defendidos por marranos* con antelación a que se convirtieran en señas de identidad de las logias y de la Ilustración Enciclopedista. Sería muy arriesgado hablar de una transmisión consciente, de padre a hijo, de las increencias de los saduceos, pero el parecido de familia es tal que no nos resistimos a llamar la atención sobre el particular.
*Marrano: El significado de esta palabra varía con las épocas y los países donde hubo judeoconversos. Dejando a un lado la carga peyorativa que pudiera parecer que lleva, todo parece indicar que, desde 1391 a 1492 se empleaba esta palabra como derivada del verbo "marrar". "Marrar", dícese de confundirse por haberse convertido al cristianismo. Los mismos judeoconversos se calificaban a sí mismos como "marranos", por lo que no hemos de pensar que tuviera en su época un sentido despectivo.
LA ESPAÑA ANTIMASÓNICA
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