(...)Lo que conviene subrayar es la necesidad apre
miante, perentoria, de que entre el proletariado portugués y el español, encuadrado cada cual dentro de sus organizaciones de defensa y de lucha, dentro de sus partidos revolucionarios de clase, se establezca una estrecha inteligencia y un frente único de acción. A través de él, articulada debidamente la solidaridad de los dos movimientos nacionales del proletariado de la Península, sin asomo de mediatización del uno por el otro, coordinados ambos hacia un fin común, y conservando en lo demás su iniciativa propia, en lo que quepa, dentro de la Tercera Internacional, se irá a la
«Unión Federativa de Repúblicas Socialistas Soviéticas Ibéricas», que debe ser, por fuerza, consigna fundamental de todo proletario consciente portugués y español. Al nacionalismo chauvinista y al cretinismo localista de la burguesía peninsular; a la megalomanía panespañola de la burguesía castellana gobernante, a quien todavía le parecen pocos, a veces, los obreros y los campesinos de la España de hoy, como masa de opresión y ametrallamiento; a la política imperialista de Inglaterra, manteniendo celosamente la «independencia» de ese Portugal burgués enfeudado a sus dominios, peón de sus jugadas internacionales, opongamos nosotros la solidaridad organizada, firme e indestructible de los heroicos trabajadores portugueses con los obreros y los campesinos revolucionarios de España, conscientes de sus intereses de clase, y fieles al llamamiento de la sociedad que han de implantar mañana.
La dialéctica materialista, que no es sólo un método especulativo, sino que es también un arma de táctica política revolucionaria, explica y reduce la aparente contradicción de que el Partido Comunista Español, fiel a las enseñanzas de Lenin y a la experiencia de la historia, propugne por esta unión de movimientos que son escuetamente «nacionales» en una república proletaria federativa, que ha de prepararse en la lucha y en la organización comunes para el día próximo de nuestro triunfo, a la par que proclama, dentro del Estado español de hoy, la iniciativa soberana de cuantos territorios nacionales sientan vocación por la independencia. La consigna dialéctica es clara y lógica: ante el Estado burgués, el de ellos, independencia de territorios autónomos que sustraiga, en lo posible, a esos sectores obreros a la máquina represiva, mucho más encarnizada del poder central, y desarticulen éste; ante el Estado proletario, el «nuestro», Federación de Repúblicas Obreras, antes soberanas para la edificación común del socialismo y de la sociedad futura. La misión histórica del movimiento proletario, acaudillado por el partido revolucionario de clase, es doble: extirpación del actual Estado burgués, instrumento de opresión y represión, y construcción del Estado socialista desde el Poder conquistado. Son dos batallas distintas, aunque consustanciadas en armónica unidad, y cada una de ellas reclama métodos tácticos y consignas estratégicas diferentes.
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