LOS INICIOS DE DE NAVARRA EN LA RECONQUISTA :
* Al utilizar términos como “ vasco “ o “ vascón “ en este artículo, lo aplico al antiguo concepto etnocultural presente entonces a la época que me remito; ni mucho menos pretendo decir que Navarra pertenezca a ese “ Euskadi “ imaginario de los nacionalistas liberales.
Realmente, el territorio de la actual Navarra no había sido plenamente “ romanizado “ y, como mucho, sí que entró en la órbita del Reino Visigodo de Hispania; eso sí, con innumerables y violentas revueltas protagonizadas por vascones de la zona.
Así pues Navarra se había afirmado en las zonas llanas dedicadas a la agricultura y jalonadas de grandes propiedades, no sin mano de obra esclava. La “ romanización “ fue más intensa en los Valles del Aragón, Arga y Ega. Al norte de estos territorios vivían sociedades aferradas a sistemas sociales gentilicios, que practicaban el pastoreo y una agricultura quizá en la fase de recogida simple de alimentos; es decir, en una fase posiblemente muy similar a la que habían conocido los cántabros antes de los contactos con Roma.
Esta situación explica las frecuentes irrupciones depredatorias que realizaban al sur y que se van a intensificar con la crisis social y económica que afecta al mundo romano a partir del siglo III. La crisis política que acompaña a la crisis social provoca el desmoronamiento del aparato político-administrativo romano, la desaparición de las formas romanizadoras, el afianzamiento del elemento rural vascón y de sus formas vitales.
Pamplona, situada en la zona de contacto entre la montaña y la llanura y en la vía Astorga-Burdeos, se constituyó como centro de relativa importancia, con sede episcopal datada desde el año 589 y base de una guarnición visigótica que debió ser la que capituló ante los musulmanes en torno al 718. No obstante, dada la desorganización política del territorio, la capitulación de la ciudad no conllevó el sometimiento del ámbito campesino.
La inherente dinámica de ciertas sociedades más o menos tribales, y sus conflictos a priori con Roma y a posteriori con los visigodos, debieron contribuir a la aparición de caudillos prestigiosos capaces de aglutinar bajo su mando, aunque fuera de forma transitoria, a los hombres aptos para la defensa de distintas demarcaciones, seguramente identificadas con los valles geográficos. Y es con estos caudillos con los que los islámicos debieron pactar la entrega de rehenes y el pago de tributos que materializaban el sometimiento político a los nuevos dominadores.
Pero paralelamente a la formación de estas jefaturas guerreras de carácter ya supratribal en el ámbito rural, la urbe ha ido perdiendo su carácter de centro administrativo territorial. En vez de ejercer la ciudad de eje articulador de los territorios circundantes, son los caudillos rurales los que comenzaron a dominar a la urbe, consumándose así el proceso de ruralización ya iniciado en el siglo III.
Con todo, Pamplona mantuvo su recinto amurallado y una estratégica situación en la antigua vía romana Astorga-Burdeos; controlando el paso de Roncesvalles, principal vía de penetración a través del Pirineo Occidental. Según el historiador Lacarra, “ lo urbano queda disuelto en lo rural y tribal vasco “.
Parece ser que en el seno de la sociedad navarra, a pesar de los vínculos etnoculturales-Por aquel entonces jugaba un papel importante como tal el idioma vascuence-se estaban produciendo grandes fracturas y también se dilucidaban duras pugnas por el poder entre los caudillos rivales. Ante las presiones ejercidas desde el exterior por las potencias limítrofes-musulmanes y francos-, los grupos internos escindidos conectan con los representantes de estas potencias en busca de apoyos frente al rival. Y el control alterno que francos y muslimes van a ejercer sobre el núcleo urbano y el entorno era propiamente indicativo de las variaciones en el equilibrio de las fuerzas entre las emergentes rivalidades. Entre éstas, pronto destacarían los Velasco y los Íñigo o Arista.
Tales fracturas debieron acentuarse a partir de la década de los 40 del siglo VIII, coincidiendo con la crisis que Al Andalus ( No sería la primera ni la última….) sufre en este periodo y que provoca el repliegue mahometano en las zonas fronterizas más avanzadas. A ello se añadía la escasez de actividad franca en la zona.
Pero, en el fondo de tales fracturas, lo que puede observarse es la formación de bloques supratribales en cuyo aglutinamiento intervienen ya, al menos, parcialmente, factores ajenos a las vinculaciones familiares. En este sentido, la constitución de estos bloques es indicativa de una dinámica interna de grupos y de asumir, con el paso del tiempo, funciones genuinamente monárquicas.
Realmente, parece sorprendente el aferramiento de los vascones orientales a sus primitivas tradiciones, más aún que cántabros o astures; aunque más sorprendente resulta aún la profundidad de su desarrollo adquirido principalmente a mediados del siglo VIII. A finales de este siglo, la tierra navarra asistió a un duro enfrentamiento entre los dos clanes mayormente pujantes-Esto es, los Íñigos y los Velasco-. Pero a partir del 816 se instalaron definitivamente en Pamplona los Íñigos. Y es en este momento cuando se pudo observar una aceleración del proceso de maduración política que puede considerarse prácticamente consolidado a comienzos del siglo X con la llegada al Trono Navarro de la familia Jimena, originariamente emparentada con los Íñigos.
La influencia intensa que sobre la sociedad navarra han ejercido tanto los francos como los islamistas no es ajena a este complejo proceso. A través de las intervenciones de unos y otros podemos apreciar para con la época que compete, aun con muchas incertidumbres, el pulso de las transformaciones internas de los vascones orientales.
Desde el año 741, cuando Uqba tuvo que someter de nuevo Pamplona, instalando allá una guarnición para prevenir futuras insurrecciones ( La naturaleza rebelde indómita del pueblo navarro….), apenas se datan noticias de expediciones militares islámicas en la región.
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