EL REY ASTUR ALFONSO III :





El Reinado Astur de Alfonso III supuso un salto adelante tanto desde un punto de vista militar como repoblador.





Su enérgico avance se explica en el sentido de las líneas directrices iniciadas a partir de la Victoria de Covadonga :



- Fortificación de núcleos de valor estratégico cada vez más meridionales hasta alcanzar la frontera natural del Duero



- Repoblación de los territorios bajo control militar



- Implantación de una estructura administrativa en función de las necesidades planteadas para su gobernabilidad y en el contexto social operativo





La expansión reconquistadora se realiza en un trío de frentes tradicionales : Occidental, central y oriental; partiendo de los núcleos ya repoblados y fortificados anteriormente : Tuy, Astorga, León, Amaya y Castrosiero.





La actividad en el flanco occidental supuso la reincorporación para la Cristiandad de los territorios situados entre el Miño y el Mondego mediante la ocupación y la repoblación de Chaves, Oporto y Coimbra, realizadas por los condes Odoario, Vimara Pérez y Hermenegildo, respectivamente.





El espectacular avance hispanista provocó, como es de esperar, la reacción islámica…..El emir Muhammad, siguiendo un antiguo esquema, lanzó simultáneamente un par de armadas : una contra el flanco oriental, tratando de someter a los Banu Qasi ( Muladíes descendientes del conde romano Casio; aliados de Alfonso III ), para penetrar después en tierras de Castilla ( Que por aquel entonces aún no existía ); la otra contra los dos bastiones centrales que apoyaban la primigenia expansión reconquistadora de nervio asturiano : León y Astorga. Antes de que ambos ejércitos consiguieran enlazar, Alfonso III destrozó al segundo de ellos en Polvoraria, en el año 878, en la confluencia del Órbigo y del Esla, obligando al ejército oriental al repliegue.





Efecto de la contundente victoria de Polvoraria y de los agudos problemas internos con los que se enfrenta el emir es la amortiguación de la actividad islamista y la seguridad y aceleración en los avances astures.





Los grandes señores locales, formalmente dependientes de la Monarquía Astur, fueron protagonizando los más destacados avances españoles. Nuño Núñez, probablemente el repoblador de Brañosersa, fortificó Castrojeriz. El Conde Diego instalóse en Pancorbo y a posteriori en Ubierna y en el año 884 repobló Burgos. Más al este, Vela Jiménez fortificó Cellorigo, Cerezo y Grañón, cerrando el Valle del Ebro a las penetraciones por La Rioja y completando la frontera natural constituida por los ríos Tirón y Arlanzón.





En el área central, sin naturales obstáculos a la expansión, pero tampoco a las aceifas morunas, urgía fortificar el Duero, al que arribóse en Zamora en el 883; algo más tarde, en el año 899, se repobló Simancas. Y ya durante el reinado del hijo y sucesor de Alfonso III, esto es, García I, se repobló Toro.





En esta época, el Conde Nuño Núñez instalóse en Roa; Gonzalo Fernández, que a finales del siglo IX había fortificado Lara, alcanzó Clunia, San Esteban de Gormaz y Aza. Y Gonzalo Téllez completó la fortificación del Duero con la repoblación de Osma.





Este avance reconquistador fue acompañado, siguiendo la tendencia de anteriores periodos, de un proceso repoblador cada vez más intenso. El instrumento económico-jurídico por excelencia de esta repoblación, lo mismo que en sus precedentes épocas, fue la presura; es decir, la ocupación y roturación de espacios baldíos, la cual confiere a sus actores el carácter de propietarios de las tierras ocupadas individual o colectivamente.





La documentación en esta época, ligeramente más abundante, testimonia la proliferación de pequeñitas aldeas a lo largo y ancho de los viejos y nuevos territorios siguiendo el curso de los valles fluviales. Acá, la vegetación ripícola opuso una menor resistencia a los rudimentarios medios de roturación de los que disponía el campesinado. Asimismo, la fertilidad de los suelos aluviales ofrecía condiciones mayormente favorables para los cultivos.





Junto a los espacios dedicados a la agricultura harto extensiva, los espacios boscosos, de roble y encina principalmente, ofrecían generosas posibilidades de aprovechamiento ganadero, además de proporcionar el complemento alimentario de la cacería, la madera para la construcción, y amplias reservas para una futura ampliación agrícola.





Además de las aldeas aparecieron también pequeñas comunidades monásticas como núcleos de gran vitalismo repoblador. Algunas de estas comunidades fueron transformándose en grandes monasterios mediante procesos de fusión o absorción de monasterios de menor entidad, mediante donaciones procedentes de la pujante Monarquía Astur y de los distintos magnates de los clanes del Reino y mediante la penetración en las aldeas próximas.





A la muerte de Alfonso III, en el año 910, el Reino Hispánico Astur reconocíase por unos límites harto precisos, como hasta ese momento no había poseído. Estos límites se materializaban al sur en la cadena de fortalezas que jalonan el curso del río Mondego, en la zona más occidental, y del Duero en la Meseta, hasta la fortaleza de Osma en las estribaciones de la sierra de la Demanda. A partir de aquí y hasta el Nervión, la frontera oriental es más imprecisa pero también jalonada de importantes fortalezas frente a los territorios riojanos ocupados por los Banu Qasi : Castrillo de la Sierra y Castrovido, sobre el Arlanza, en las estribaciones occidentales de la Demanda; al noroeste de ésta, Cerezo, Ibrillos y Grañón, situados junto al río Tirón; y más al norte, ya sobre el Ebro, Haro, Cellobrigo y Orón.





En el interior de estos límites se fue desarrollando una febril actividad repobladora a la que se correspondía una definición cada vez más precisa y organización administrativa cada vez más efectiva.





El protagonismo que la cuenca septentrional del Duero adquirió vino reflejado por la decisión del hijo y sucesor de Alfonso III, García I, de trasladar la capitalidad del Reino de la Cristiandad Española a León; apoyando con esta acción política y administrativa la actividad repobladora e intentando, al mismo tiempo, ejercer un control efectivo sobre ella.