LA RECONQUISTA DE TRUJILLO :
El primer antecedente lo encontramos en el Rey Leonés Alfonso III el Magno, cuando en una de sus treinta militares correrías, intentó, en el año 881, liberar Trujillo del poder agareno. La Extremadura del Sur siempre fue una empresa muy marcada en la Idea Imperial Leonesa. De hecho, la misma empresa fue intentada después de Alfonso III; tanto por Fernando II de León como por Alfonso VIII de Castilla. Su definitiva liberación se vivió el día 25 de Enero del año de 1232, reinando en León y en Castilla Fernando III el Santo.
Al Alcázar de la Imperial Toledo, bastión del Santo Monarca, llegó un día del año 1231 el Maestre de Alcántara, Don Arias Pérez Gallego, quien expuso a San Fernando III la situación aflictiva de la villa de Trujillo e hizo relación detallada de sus esfuerzos para reconquistarla en el 1227. Suplicaba la Autoridad Real que el Monarca ordenase que se hicieran levas de soldados aún enfosados, que los señores se aprestasen con armas y bagajes y que las Órdenes Militares aparejasen sus mesnadas y concurrieran a la Reconquista de Trujillo. Plació el Rey al proyecto del Monje Guerrero y, a mediados de Diciembre del 1231, Don Arias intimaba, en nombre del Rey a los Maestres de Santiago, del Temple, de los Hospitalarios, y al Obispo de Plasencia, Don Domingo, y a todos los Caballeros obligados al tributo de sangre a capitanear mesnadas para que en los primeros días del próximo Enero se encontrasen, al frente de sus huestes, en lugares cercanos a Trujillo ( Que sería la cuna del Conquistador de la Nueva Castilla y también del mejor explorador del Amazonas….), que había ser asaltada para su definitiva Reconquista. Comenzaba, pues, el año de 1232 y con los albores de su primer día llegaron las tropas, desplegados al viento sus pendones, muy altas las señeras de los que gozaban de este privilegio, caballeros unos sobre alazanes y cuatralbos; peones otros guarnecidos de cotas de cueros, pica al hombro y escudo al brazo. Las trompetas y atabales regulaban la marcha y enardecían los corazones de aquellos valientes; otras veces la música de algunas chirimías sostenían las notas vehementes de cantos bélicos, y como oración, la salmodia, que fortalecíalos, Dios mediante, con sobrenaturales energías y prestaba aliento de heroísmo para la empresa que acudían. Eran los mansos corderos al tañido de la campana que llama a razar y los bravos leones hispánicos al sonido del clarín que convoca la pelea.
La Caballería, desplazada en escuadrones, a una legua a la redonda del pueblo trujillense, impedía el exceso de socorros de la gente, de avituallamiento y de pertrechos de guerra. Fue ésta la primera providencia estratégica del Obispo Don Domingo y del Maestre de Alcántara, Generalísimo de aquel abigarrado ejército. El caso es que Trujillo estaba ya sitiada por las tropas de la Catolicidad.
Importaba estrechar el cerco, esquivando la lluvia de piedras y flechas que los sarracenos lanzaban desde la muralla contra los sitiadores, pero una densa niebla se lo impidió durante algunos días en que el frío y la enfermedad hicieron presa en las tropas españolas. Serenóse el tiempo, se rehicieron los soldados, y despreocupados de aquella contingencia, el Obispo Don Domingo y Don Arias Pérez combinaron el plan de ataque que sería por asaltos parciales a la peñalosa villa. Duros los ataques del peonaje guerrero, prontos y valientes eran al mismo tiempo los rechazos de los morunos. Ni una vez consiguieron los cristianos escalar los muros y muchos murieron.
Las tropas, mermadas, el tiempo poco favorable, las dificultades del asalto por la situación estratégica de Trujillo y el arrojo de los mahometanos trajeron a consejo a los Capitanes para levantar el cerco o planear una nueva táctica. Prevaleció el dictamen del Prelado Placentino ( Gentilicio de Plasencia; provincia de Cáceres ), que aceptaron los Maestres de las Órdenes Militares y los Capitanes del Fonsado : Era éste atacar todos a la vez por una de las puertas del recinto amurallado, más fácil de acceso. Al Poniente del pueblo se replegaron las milicias, hacia allí estaba la puerta, el objetivo de su ataque, la cual pasada, se obtendría la victoria…
Era el 25 de Enero. El Obispo y los Sacerdotes que acompañaban a los Ejércitos de la Cristiandad Hispánica, pasada la media noche anterior, habían oído las confesiones de capitanes y soldados.
Aún el día no era venido y los clarines llamaron a la pelea y por las fragosidades de la derecha del espolón del castillo y por los riscos ingentes que se escalonaban sinuosos y quebrados a la izquierda del viejo matadero, suben los Infantes del Ejército Católico. Abajo, en la llanura de los prados de San Juan, hasta rebasado el estanque de la Magdalena y por cualquier parte que pudiera ser paso de refuerzos agarenos, la Caballería protege el avance de los hispanistas. Terrible es la lucha en que el coraje de los muslimes vence por un par de veces a la valía cristiana. El bravo empuje de los guerreros de Castilla y de León sufre el quebranto que le causan los mahometanos parapetados en los muros de la villa, muriendo otra vez muchos de ellos….
Alea jacta est : ¡¡ Vencer o Morir !! constituía el grito de aquellos soldados patriotas….El Historiador de Trujillo, el señor Naranjo Alonso, lo relata con las siguientes palabras :
“ No muy lejos del fragor de la lucha, el Obispo se puso en oración y pidiendo todos a Nuestro Señor se sirviera por la gloria de su Nombre, darle la victoria e invocando a la Divina Madre como auxilio de los cristianos, cerraron de nuevo contra los muros al tiempo que un vivo resplandor sobre la muralla les alentó con visión sobrenatural en la que todos reconocieron a la Celestial Señora que confortaba a sus hijos.
Poco antes, por la parte de adentro, un cristiano valeroso, intrépido, al frente de un puñado de leales convecinos, luchaba por ganar la puerta del muro frente al cual se precipitaron los primeros caballeros. Se le conoció con el nombre de Fernán Ruiz y era uno de los principales cristianos de la Villa.
Pronto se generalizó la lucha entre las calles, sembrando los cristianos de cadáveres moros los lugares más estratégicos hasta que lograron confinar al Castillo a los pocos que escaparon de las tropas españolas, para tener que entregarse a a discreción.
El Obispo, reunidos los Capitanes y gran parte del Ejército, en transportes de alegría y después de haber sido testigos de aquella singular manifestación del Cielo a favor suyo, postróse de rodillas junto al muro y entonó un himno de acción de gracias al Todo Poderoso, aclamando con todo el ejército a la Santísima Virgen con el título de la Victoria por Patrona y especial abogada en la conquista de Trujillo….”
Desde entonces, del triunfo se llamó esta Puerta que franquearon las cristianas huestes el 25 de Enero del 1232. Para perpetua memoria de este histórico y trascendental hecho, y en testimonio de agradecida veneración, el ayuntamiento colocó en nombre de Trujillo una imagen de la Santísima Virgen en una artística hornacina cobijada por un tejaroz y practicada en el paño mural que se alza sobre esta puerta y ante la cual todas las noches lucía una lámpara….
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