Oleo de Padró. Museo Marítimo de Barcelona
Soldados catalanes en defensa de su Patria para liberar Cuba de una guerra inspirada por las logias (*) (**) al servicio de una potencia extranjera emergente

La masonería y el Desastre del 98 (otra visión más)

por José María Manrique

En la Revista Arbil nº 75, Javier Güerri publicó un magnífico trabajo sobre este mismo tema y con el mismo título. El mismo me decidió a poner en orden mis recuerdos y ampliarlos con alguna lectura más; el resultado de las mismas es el siguiente resumen que, espero, al menos les cree la duda de que pudo haber ocurrido algo más de lo que ha pasado a los libros de historia “políticamente correctos”.

España, que sufrió una gran derrota en su guerra con los Estados Unidos de Norteamérica en 1898, a finales del siglo XIX era aun una potencia mundial capaz de “proyectar”, como se diría en los términos actuales, un ejército expedicionario a ultramar, concretamente a Cuba, de 200.000 [1] hombres. Con ellos Weyler (1896-97), empleando tácticas realistas y eficaces, dominó la completamente la insurrección hasta el “oportuno” asesinato de Cánovas (1897), quien había prometido enviar a Cuba “hasta el último hombre y la última peseta”, y el consecuente cambio de gobierno. “Canovas murió asesinado por un anarquista italiano tras cuya mano siempre se ha sospechado al independentismo cubano y a la masonería; el asesino, Angiolillo, había tenido trato con los cubanos a través del puertorriqueño Emeterio Betances, y había sido encubierto, en Madrid, por el republicano Nakens, que más tarde encubriría también a Mateo Morral cuando éste perpetró la carnicería de la calle Mayor (1906, boda real) ... Nakens, Betances y Morral, probablemente también Angiolillo, coincidían en su pertenencia masónica” [2] .

Todo lo conseguido por el gobierno de Cánovas no puede considerarse como pequeño logro organizativo, logístico y táctico, tanto del Ejército como de la Marina de Guerra, frente a una revuelta claramente apoyada por el gran vecino norteamericano, y sin desatender al resto de territorios de soberanía nacional. Aquella guerra, desencadenada por el más que “oportuno” hundimiento del Maine, pudo muy bien no haberse perdido, aunque, a largo plazo, tampoco se hubiera podido ganar, dada la distancia de España de los teatros de operaciones y su aislamiento político [3] .

Pero la principal debilidad española era interna: prueba de ello es que en 1897 El Imparcial, el periódico de los liberales, criticaba duramente a Weyler, y los republicanos organizaron un complot en base a los sargentos de varias guarniciones, a la vez que Pablo Iglesias se oponía abiertamente a la guerra.

Si se nos permite exteriorizar nuestro pensamiento, no falto de apoyos en los hechos y en sus valoraciones, el gobierno el gobierno que sucedió al de Canovas, el liberal progresista de Sagasta (quien participó en La Gloriosa, fue Gran Maestro del Oriente Español desde 1876, y cinco veces Presidente del Gobierno), volcado desde el principio en una política cubana de contemporización, mandó las escuadras a la guerra, en especial la de Cervera, con órdenes poco resolutivas, como quien no pretende enfrentarse frontalmente al problema de un conflicto que considera perdido o no quiere luchar, y en el que solo trata de salvar lo más posible, tal que la “imagen” y los barcos, por ejemplo, además de la permanencia en el poder, aunque sin decirlo abiertamente por miedo a la opinión pública. En este sentido alumbran hechos como el que se mandó la escuadra a Cuba después de la declaración de guerra (la cual estaba “cantada” desde el hundimiento del Maine), se la concentró precisamente en el puerto extranjero de Cabo Verde, viajó sin el suficiente carbón y víveres y, tras muchas dilaciones, se la llegó a autorizar el regreso a la Península en vísperas de la arribada a Cuba, cosa que no se hizo por que Cervera solo lo supo cuando entró en Santiago [4] ; es más, si esto no fue así no se entiende que, dado que nuestros buques eran similares a los norteamericanos (en contra de la tan cacareada abismal diferencia, aunque alguna había, entre otras cosas por que la clase política estaba más a los “politiqueos” internos que a crear una nación fuerte y una escuadra bien dotada), no se amagaran ataques contra el tráfico y las costas norteamericanas, se encerrara la escuadra en Santiago y no en la mucho mejor defendida Habana (contaba con defensas tales como 24 baterías de costa y 7 auxiliares, algunas con cañones Krupp y Ordoñez de 305 mm, las cuales evitaron el completo bloqueo del puerto, que tuvo que montarse a distancias que facilitaron el que fuera burlado con facilidad por algunos buques), con riesgo de que los norteamericanos taponaran la bocana del puerto de Santiago (como casi lo consiguieron), no se opusiera al desembarco y, peor aun, que la salida al mar se hiciera tarde en el tiempo (forzada por el Capitán General Blanco, nombrado jefe de todas las operaciones un mes después del voluntario embotellamiento de Cervera en Santiago, “quien llegó el 19 de mayo, sin consultar a Blanco, el bloqueo se formalizó el 25 de mayo, y salió el 3 de julio”), de día, en una sola dirección, en fila y sin la cobertura de los torpederos, y con los destructores en último lugar; eso si, los náufragos se salvaron a nado por que los navíos navegaron pegados a la costa, como si, ya que no se podía o quería salvar los barcos, al menos que se buscaba que se salvaran los hombres.

Tras tamaño desastre, Cervera salió mucho mejor parado que Montojo (el Jefe de la Escuadra de Manila, al que se juzgó despiadadamente), siendo declarado no culpable y volviendo a actividades en la Corte, lo cual es también significativo.

Entre tanto, en tierra, las tropas norteamericanas estaban a punto de retirarse [5] , el Batallón 1º del 71 se desbandó y retiró en desorden del combate de San Juan y el General Shafter daba novedades de su fracaso; el soldado español, incluida la marinería desembarcada, estaba más curtido en la guerra y en el clima, su fusil Mauser Español mod. 1983 de calibre 7x57 mm [6] era mejor que el norteamericano y la poca artillería de montaña española (75/11 Krupp) daba cumplida respuesta a la yanqui y derribaba uno de los primeros globos de la historia. Además, en esos momentos estaba ya apunto de llegar a Santiago la columna de refuerzo del Coronel Escario. En ese escenario se produjo la “habilidosa” salida de Cervera.

Tampoco está de menos aquí recordar la “curiosa” suerte que corrió el “Submarino Peral”; este marino español puso a punto, en 1889, el primero auténticamente “moderno”: contaba con central de maniobra, periscopio, impulsión eléctrica, tubo lanzatorpedos (con 3 torpedos Schwarzkopf de 350 mm; el primer lanzamiento submarino de la historia lo hizo Peral el 17 de enero de 1890), compensación de pesos tras los lanzamientos, giróscopo, etc; su esfuerzo fue finalmente recompensado con todo tipo de persecuciones, arrestos, atentados y un montón de “extraños” comportamientos por parte de sus mandos, que bien pudieran haber tenido relación con manejos masónicos influidos por los sajones [7] .

Pero, por si aun falta algún destello de luz masónica, en un texto tan poco “retrógado” como la Gran Enciclopedia Larousse puede leerse que Cervera, ya en 1858, figuró entre los fundadores de la sociedad secreta republicana “El Falansterio Nacional”, la cual llegó a tener 80.000 socios; esta sociedad carbonaria, derivada de la masonería, había nacido de los elementos más extremistas del partido demócrata-progresista tras el fin del “Bienio Progresista”. No hay muchas indicaciones más de las inclinaciones juveniles de Cervera, las cuales podemos suponer que siguió cultivando dada su brillante y larga carrera, a pesar de los “contratiempos” aquí contados.

La Paz de París supuso la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam. Poco después se vendieron Las Carolinas y las Palaos a Alemania (1899) [8] . La España tradicional y católica cayó en una postración de la que solo una tremenda catarsis la sacó muchos años después.

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José María Manrique


[1] Según datos oficiales publicados por “El Depósito de la Guerra” en 1897, entre marzo de 1895 y enero de 1897 se enviaron a Cuba 212.717 soldados (Coronel Fernando Redondo Díaz,”Monografías del CESEDEN, nº 14”, 1995).

El conservador Cánovas decidió acabar con la “Guerra del 95”, empleando 200.000 soldados y con un gasto de 1.000 millones de pesetas (José Luis Comellas: Obra citada).

[2] Pio Moa: “Una historia chocante”; Ediciones Encuentro, Madrid 2004.

[3] Ricardo de la Cierva. Revista “Época”, 21 de mayo de 2005: ... “la pérdida de la España americana se consumó en 1898 con la de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a través de una gran conspiración masónica en España y Ultramar, que algunos historiadores alucinados se obstinan en negar arbitrariamente”.

Recordemos que Javier Guerri (Revista Arbil º 75) apuntó: En el Congreso Internacional Masónico de Lausana, celebrado el 6 de septiembre de 1875, había estado presente la masonería cubana de Colón y reconocida su independencia, hasta el punto de que P. Sánchez ha podido decir, con razón, que <Cuba fue independiente en el mundo masónico antes que en el mundo político>.... La masonería cubana reivindicó como propia la independencia. No solamente los líderes de la independencia habían sido masones, sino que de los 5 presidentes que tuvo Cuba hasta 1929, tres habían pertenecido a las logias”.


[4] Eliseo Álvarez Arenas:“La Marina ante el 98”, Cuadernos del Instituto de Historia y Cultura Naval. Madrid, 1990. Entre otras cosas dice que, más adelante, el Ministro de Marina y el General Blanco aconsejaron una salida nocturna, (pero) “la escuadra salió de día y en un orden táctico obligadamente criticable”.

[5] J. M. Guerrero Acosta, Ob. cit..: ”en El Caney, durante unas 10 horas, algunos más de 500 españoles habían conseguido mantener a raya a 6.500 norteamericanos (apoyados por numerosísimos insurrectos) ... y análoga resistencia se dio en San Juan (unos 250 españoles frente a 3.000 yanquis)”.

[6] El convenio normalmente establecido define los cartuchos de armas ligeras por el calibre en milímetros y la longitud de la vaina (7x57); en la mayoría de los cartuchos modernos estos números van seguidos de una “R”, la cual hace alusión a la ranura circular del culote de la vaina donde engancha el extractor del arma. En Artillería, desde la guerra objeto de nuestro estudio, se expresa el calibre en milímetros y la longitud del ánima rayada medida en calibres (75/11); anteriormente (desde 1859) se expresaba en centímetros, y previamente a esto el calibre de los cañones hacía relación al peso de la bala en libras y el de los obuses y morteros al diámetro de la misma en pulgadas

[7] Luis Delgado Bañón: “El submarino Peral, ¿un proyecto fracasado?”, en la Revista “Historias de Iberia Vieja” nº 3/2005. En el artículo llega a decir que “es muy posible que influyeran decisivamente las presiones ejercidas por el embajador británico sobre Canovas del Castillo para que se apartara del proyecto ... es llamativo que el dictamen del Consejo Superior de la Marina fuera unánime contra el proyecto Peral. ... Cuando, en 1916, la Armada adquiere su primer submarino, precisamente en Norteamérica, se le exigen unas condiciones operativas más pobres que al “Peral”.

[8] J. Boor (Francisco Franco), “Masonería”; Madrid 1982: “La masonería fue la que en el año 1898, por medio de una mayoría parlamentaria masónica, traiciona a nuestro Ejército y manda comisionados a París a firmar aquella vergüenza”.



Fuente: http://www.arbil.org/98maso.htm