LA TRANSICIÓN DE LAS TAIFAS A LOS ALMORÁVIDES-EL PAPEL DEL CID CAMPEADOR- :
En la segunda mitad del siglo XI, la situación relativamente equilibrada-por lo menos desde el punto de vista territorial-que había mantenido la frontera entre la Cristiandad y el islam sin apenas modificaciones durante el califato, cambia rápidamente. Al producirse la crisis del califato de Qurtuba, las expediciones de leoneses, castellanos, catalanes y aragoneses en tierras andaluzas ya habían demostrado claramente de dónde partía el dinamismo y la iniciativa de las milicias. Los tributos o parias cada vez más regulares y onerosos que los emires satisfacían a los soberanos de la Cristiandad, pusieron claramente de manifiesto el constante desequilibrio que en adelante se establecería entre ambos bandos. El relativo poderío y el brillo temporal de algunos príncipes muslimes de Al Andalus, como Al Ma´mun de Tulaytula*-Toletvm/Toledo-( 1037-1075 ), Motarikh de Saragusta-CaesarAugusta/Zaragoza( 1046-1081 ), Al Mutamid de Ishbiliyya-Híspalis/Sevilla-( 1069-1091 ) no pueden hacernos olvidar la debilidad tan real y tan profunda de Al Andalus. Fanatismos, envidias, rencores, etc. posibilitaron que esta salvaje cosmovisión acabara por abaratarse a sus propios tiranuelos, y de ahí a que el fanatismo del norte africano viniera a solucionar los problemas de la Hispania….El caso es que la crisis del islam en el siglo XI no se circunscribe a su Al Andalus; en Sicilia también se produjeron disturbios políticos que favoreció la Reconquista del Reino por los portentosos normandos; y en la Berbería, con la invasión de los nómadas hilalíes y la llegada de los almorávides saharianos por el oeste, pasa también por una fase turbulenta, cuyos efectos son desiguales y catastróficos en el primer caso y, desde luego, más positivos en el segundo, pero tanto en uno como en otro demuestran el carácter general de la profunda inestabilidad que afecta en aquellos momentos, aunque de manera distinta, a Al Andalus. Si ya el genocidio espiritual y cultural del pueblo beréber estaba más que realizado, el genocidio étnico avanzará a pasos agigantados hasta nuestros días….
* Como vemos, multitud de topónimos no son más que adaptaciones del árabe al nombre ya existente hispano. He aquí uno de los rasgos de la “ originalidad “ arábiga….
Según Don Ramón Menéndez Pidal, los andalusíesandarían dudando de sí mismos y se sentirían como divididos, entre su pertenencia a la barbarie de la ummay su idiosincrasia hispánica ( Nunca dejaron de hacer buen vino….Y el Cristianismo es, como dijo António Sardinha en La Alianza Peninsular , en las gentes hispánicas, algo así como una estratificación racial….), que les impulsaba a aceptar sin reticencias insuperables la empresa española de la Reconquista, pues en el fondo siempre serían más hispánicos que mahometanos ( Ya pasó con Omar Ben Hafsun, hispanogodo del sur que acabó reconvertido a la Fe de Cristo ). A esto podría añadirse la controversia surgida desde el comienzo del islam plasmada en la su´ubiyya que desencadenarán qaysíes contra yemeníes , es decir, la oposición entre el racismo arábigo y el igualitarismo en la umma; el caso es que en la sensibilidad andalusí del siglo XI parece plasmarse la tendencia su´ubí; aunque no poseemos copiosa documentación al respecto : Tenemos a dos autores totalmente aislados, uno de ellos un panegirista del príncipe eslavo de Denia, Alí Ben Muchahid, a quien defiende contra los ataques de un poeta al servicio de la dinastía árabe de los Banu Sumadith, de Almería, y el otro un jurista y letrado que, precisamente a causa de sus posturas antiárabes ( También muy generalizadas a partir del siglo IX en la órbita berberisca ), fue nombrado cadí de Qurtuba-Corduba/Córdoba-por el califa hammudí “ proberéber “ Alí Al Nasser, en el año 1016, y que más tarde, con la restauración omeya que siguió a este primer califato hammudí, sabemos que se vio amenazado (Sea como fuere los omeyas parecen oriundos de la Siria y su origen racial arábigo puro no es ni mucho menos fiable….) Por el contrario, a la corriente omeya se vincula por la misma época una personalidad como la de Ben Hassan, que participó activamente en el intento abortado del omeya Al Murtada en el año 1018, que fracasó ante los muros de Kernata( Vocablo beréber = Granada ) donde, el propio Ben Hassan, nombrado visir por el efímero califa, fue hecho prisionero por los bereberes y luego, algo más tarde, también participó en la empresa no menos fugaz de otro omeya, Al Mustazhir, quien lo ascendió por vez segunda al rango de visir en el 1023. Se ha conservado un enérgico alegato de Ben Hassan a favor de los omeyas del Oriente en oposición a los abbasíes ( Bagdadíes cuya pureza racial árabe también dejaría mucho que desear….), donde se empeña en la bondad omeya por su carácter árabe….Ben Hassan estuvo vinculado dentro de los seguidores del Qu´ran al movimiento zahirí, que defiende la estricta observancia a las explicaciones textuales del nefasto libro que el farsante Muhammad inventóse ( La estricta conformidad con el sentido literal quiere decir zahir ) Pese a sus elevadas reflexiones y su reconocido bagaje intelectual, no fue tampoco solución a los gravísimos problemas del islamismo asentado en la Península Ibérica por la fuerza y la coacción.
Al Mutamid Ben Addad fue un hombre gustoso de la poesía en particular y de las artes en general. Formó toda una corte literaria en la Ishbiliyya, con Abu Bakr Ben Zaidun ( Rival de Ben Ammar ), el poeta lírico y satírico Abd Al Chalill, el muladí “ itálico “ Ben Hamdis, Ben Basso o el poeta e historiador Ben Labana. Casóse con una muchachita muladí “ hispalense “, conocida como Itimad la Romaiquia ( Sierva de Romaiq )
Se tensan las cuerdas en torno a dos principales ideales : La idea de un califato unitario o imanato, extendido al conjunto de la umma, sin referencias etnoculturales; y por otra, la constante de la yihad( Que según el Qu´ran hay que practicarla aun con el más ínfimo deshonor en la batalla ), quinto precepto mahometano y mayormente importante, siempre en la mente de los musulmanes de España contra el avance de la españolidad propia representada en la Cristiandad. Y el caso es que este ideal no cuadraba demasiado con los intereses ( poco activistas dada la comodidad situacional ) de las taifas….Y con todo, en el Oriente, el tema de la yihad parece desvanecerse también en el siglo XI. Por ejemplo, se ha advertido que ésta no despierta ningún eco en las obras de un autor de la magnitud de Gazali, que sin embargo se muestra obsesionado por los problemas políticos y logros contemporáneos de la Primera Cruzada ( Patrocinada por el Papado de Urbano II tras el Concilio de Clermont al grito de : “ ¡ Dios lo quiere ! “ ) Si un autor de la importancia de un Ben Hassan no posee las bases culturales con las cuales planear en términos innovadores-políticamente parlando-los problemas de su época, se comprende que suceda lo idéntico con otros “ intelectuales “ de la época, los juristas y letrados ( fuqaha ), mayoritariamente malikíes, a quienes aquél ataca por atenerse exclusivamente a la jurisdicción. La sociedad islámica en Las Españas resultó incapaz de elaborar una respuesta adecuada ante la soberbia amenaza de la Catolicidad.
Con todo, el historiador y arabizante valenciano Huici Miranda se contrapone a Menéndez Pidal, insistiendo en la inexistencia por ejemplo en Valencia, en la época del Cid, de un “ partido mudéjar “ favorable a la dominación cristiana….
La Hispanidad comienza a ganar verdaderamente posiciones en su legítimo solar hacia la década que concurre entre el 1070 y el 1080. El último triunfo significativo obtenido por los infieles-musulmanes-sobre la Cristiandad es la recuperación de Barbastro en el año 1064, la cual, de hecho, sólo constituye un coletazo excepcional y efímero. La naciente y pujante Corona de Aragón emprendía por aquellos entonces su expansión venciendo a la taifa de Saragusta ( Sabemos que el Rey Ramiro I había caído en el año 1063 cuando intentaba tomar Graus ). Esta plaza fue reconquistada finalmente por Sancho Ramírez en el año 1083, cuando en aquella época consideraba inminente y segura la toma de Huesca hasta el punto de realizar donaciones anticipadas de ella. En el 1086, el Infante Pedro intenta una expedición contra Tortosa. En Cataluña, la presión militar es menos enérgica. No obstante, desde finales del siglo X, las marcas situadas al sur barcelonés se consolidan mediante una continua repoblación. En el 1050 se concreta el proyecto de reconstrucción de Tarragona y la restauración de su Arzobispo de resultas de un convenio entre el Conde de Barcelona y el Vizconde de Narbona, que se afirma en toda su dimensión político-religiosa en el 1089, momento en que el Papado propone de nuevo esta finalidad a los Condes Catalanes de Urgel, Besalú y Barcelona, así como a los Obispos de las mismas regiones y a sus súbditos. Conocemos también las constantes intervenciones del Conde de Barcelona en los asuntos valencianos durante la época del Cid Campeador ( Esto es, de Al Sidiy Campis Docto ) y la inquietud que sentía por la ocupación del Levante por parte de este noble guerrero; ocupación que pondría en peligro sus propios proyectos de dominio y expansión en aquella zona….No obstante, el principal escenario del avance de España se halla en las fronteras que van a ganar leoneses y castellanos : Alfonso VI de Castilla toma Coria en el 1079, e incorpórase el Reino de Toledo en el 1085….Entonces, cuando los reyezuelos andalusíes se encontraron frente al inminente y claro peligro de su desaparición, ante la impotencia, acuciados por la opinión de los fuqaha, recurrieron a la secta poderosa de kábilas saharauis sin escrúpulos que se había establecido recientemente en Marrakech : Los almorávides ( al murabit; esto es, el devoto ); antecesores de los tuaregs; que aparentemente unifican el Magreb bajo su autoridad.
Aunque la geografía política de Al Andalus tiende a simplificarse, sobre todo en su parte meridional, en el curso del siglo XI, queda marcada por las divisiones y rivalidades existentes entre las distintas potencias y, en ciertos casos, por una enorme confusión. El estado más poderoso es indiscutiblemente el de Al Mutamid en Ishbiliyya, que se ha ido acrecentando mediante la anexión de la mayoría de las antiguas taifas del Sur y del Oeste. Así desaparecieron sucesivamente los pequeños emiratos de Mértola ( 1044 ), Huelva-Welba-, Saltes y Niebla-Labla-( 1051 ), Silves y el Algarve-Al Gharb; esto es, “ el Poniente “-( 1052 ), las fuerzas bereberes de Morón de la Frontera, Carmona-Qarmuna- ( Nombre hispanorromano “ Carmo “ ), Ronda y Arcos de la Frontera ( 1053-1055 ), los hammudíes de Algeciras-Al Gazira Al-Hadrá-y, por último y principalmente, los Banu Gahwar de Qurtuba, que también se vieron obligados a rendir la plaza a los abbadíes en el 1068. Si dejamos entre paréntesis la efímera toma de Qurtubaobtenida por Al Ma´mun de Tulaytulahacia el 1074-1075; la expansión del poderío de Ishbiliyya tiende a reanudarse a costa de los dos estados todavía independientes de la región, aún más tenaces que los precedentes : los aftasíes de Badajoz, por una parte, y los ziríes de Kernata, que se resisten con dificultades y se ven acorralados entre la amenaza abbadí y las exigencias de las Coronas de Castilla y de León. El pequeño estado de los Banu Sumadih de Almería también se mantiene más o menos protegido por la pantalla que representa el emirato zirí. Sin embargo, al no poder reducir de inmediato la resistencia zirí, las pretensiones de Ishbiliyya alcanzan a la zona levantina en la que ya estaba tomada Murcia ( 1080 ). En todo el oriente de Al Andalusla situación es bastante compleja en esta época. En la zona septentrional se mantiene el poder de los hudíes, aunque fragmentado desde la muerte de Motarikh de Saragusta en el año 1081, al cual suceden sus hijos Yussuf Al Mutamid ( 1081-1085 ) en esta última ciudad, y el hachib Mundir Imad Al Dawla, que hereda Lérida, Tortosa y Denia, es decir, todas las regiones orientales del estado hudí ( 1081-1087 ). La constante hostilidad existente entre ambos hermanos se intensifica entonces por las luchas entabladas por la posesión de Lérida, en el curso de las cuales adquiere notoriedad el Cid, que tras su expulsión de Castilla, se había puesto al servicio del soberano de Saragusta en el año 1081; convirtiéndose en uno de los principales jefes militares. En la zona meridional, la situación es tremendamente confusa. En la propia Murcia, ya observamos como el visir-wazír-de Al Mutamid, tras haber ocupado la ciudad en el 1080, intenta establecer allá un poder independiente, del que se ve despojado en el año 1082 por su antiguo lugarteniente Ben Rasiq. Este último parece que gobernó de forma autónoma la ciudad del 1084 al 1090, aunque reconociendo nominalmente la soberanía del reyezuelo de Ishbiliyya, en nombre del cual se acuñan monedas en Murcia durante ese periodo. Otro factor de alteraciones adicionales en esta situación tan complicada fue el establecimiento en la plaza fuerte de Aledo, a unos cuarenta kilómetros al sudoeste de Murcia, de una importante banda castellana.
En Valencia se había creado una situación mayormente confusa si cabe; a causa de la muerte del visir Abu Bakr Abd Al Aziz, que gobernaba la ciudad desde el 1075 con el consentimiento de la población. Tras su desaparición, los valencianos parecieron reconocer con escaso entusiasmo la autoridad de su hijo Abu Amr Utman. Pero las desavenencias surgidas entre este último y su hermano, que desempeñaba un papel importante en el “ gobierno “ de Valencia, debilitaron el poder amirí. La situación política bastante confusa de la ciudad favoreció los objetivos exteriores : El soberano Al Qadir de Tulaytula, sucesor de Al Ma´mun desde el 1075, desde hacía variedad de años contaba con graves dificultades para mantenerse en el poder. Era un mal gobernante, detestado por sus súbditos, que habían intentado destituirlo, y que subsistía únicamente gracias al apoyo y la protección de Alfonso VI de Castilla. Además, al igual que su abuelo, había ejercido una soberanía, al menos nominal, sobre Valencia, como demuestran las emisiones de monedas efectuadas a su nombre entre el 1077 y el 1084. En el 1085 acordó con Alfonso VI de Castilla la cesión de su emirato toledano a la Corona Castellana, quien, a cambio, prometióle ayuda para establecerse en Valencia. Una vez que los españoles y, por ende, cristianos, tomaron posesión de Toledo, en Mayo del 1085, Al Qadir instalóse durante algún tiempo en Cuenca, cuyo gobernador, Ben Farach, era fiel a su dinastía. La muerte de Abu Bakr Abd Al Aziz, sucedida en el mes de Junio, favoreció considerablemente sus proyectos. Envió emisarios a preparar el terreno y en Febrero del 1086 se presentó ante la urbe con algunas tropas islamistas y, especialmente, con un sólido contingente de castellanos que cedido le había Alfonso VI ( En cumplimiento de su promesa ), que se encontraba a las órdenes de Alvar Fáñez, futuro compañero del Cid Campeador. Tras varios días de deliberaciones y sin encontrar otra solución, los notables de la ciudad decidieron abrirle las puertas y reconocerle como soberano.
Con todo, la situación andalusí cambia con sorprendente rapidez. Sabemos que los reyezuelos de Ishbiliyya, Kernata, Badajoz y Almería, profundamente impresionados por la desaparición de la taifa de Tulaytula, aunque conscientes del peligro que semejante gestión representaba para su poder, no vacilaron en llamar a su ayuda a los almorávides de Marruecos…..Al Mutamid prefería la muerte a ver su jefatura en manos de la Cristiandad….La típica tolerancia y moderación del islam….
Una vez llegados a Al Andalus en Junio del 1086, el emir almorávide Yussuf Ben Tasfín y su armada, secundados por los contingentes de las taifas, infligieron una grave derrota a las tropas de Alfonso VI de Castilla en Sagrajas ( 23 de Octubre ), lo que dio fin provisionalmente al avance hispanista. Durante algunos años, Yussuf Ben Tasfín evitó intervenir demasiado directamente en la política andalusí, conformándose con exhortar a los soberanos de las taifas a la unidad y a una observancia más estricta de las leyes coránicas. Pero se vio nuevamente requerido para intervenir en ayuda de los andalusíes que deseaban liberarse del poderío que adquiría la Hispana Catolicidad; sobre todo, por el contingente militar castellano en la localidad fortificada de Aledo. Los hispanos de Aledo, con sus briosas correrías, constituían todo un problemón para los islamistas en todo el sudeste de Al Andalus y constituían además una manifestación palpable de la incapacidad militar de los regímenes de taifas. Se organizó, pues, una gran campaña militar en el verano del 1089 en la que, por segunda vez, se reunió el ejército kabileño procedente del actual Marruecos con los contingentes andalusíes dirigidos por los tiranuelos de las taifas. La campaña transcurrió mal, entre un ambiente envenenado por las disputas de los soberanos que tomaban a Yussuf Ben Tasfín como testigo de sus rivalidades, y concluyó en un estrepitoso fracaso. Irritado el fanático Ben Tasfín por semejante fiasco militar y convencido de la debilidad e ineficacia de los regímenes de las taifas, a instancias de los ulemas y de la opinión pública andalusí obtuvo una fatua de una asamblea de doctores que autorizábale a despojar a los muluk al tawa´if del poder y, uno tras otro, incorporó los estados de taifas al gran sultanato almorávide, entre fines del 1090 y comienzos del 1092.
El único soberano destituido que ofreció resistencia fue el carismático Al Mutamid de Ishbiliyya, a quien finalmente enviaron en “ residencia vigilada “ al sur marroquí, así como al emir de Kernata, Adb Allah, que dedicó su forzosa ociosidad a escribir sus Memorias. El historiador Ben Labana relata lo siguiente :
“ Vencidos tras valiente resistencia, los príncipes ( * Al Mutamid y su familia ) fueron empujados hacia un navío ( que estaba anclado en el Guadalquivir ). La multitud se apiñaba a las orillas del río; las mujeres se habían quitado los velos y se arañaban el rostro en señal de dolor. En el momento de la despedida, ¡ cuántos gritos, cuántas lágrimas ! ¿ Qué nos queda ya ? Parte de aquí, oh extranjero, recoge tus bagajes, acopia tus provisiones y vete, porque la mansión de la generosidad está desde ahora desierta. Y tú que tenías intención de establecerte en este valle, has de saber que la familia que buscabas no está ya en él, y la sequía ha destruido nuestra cosecha. Y tú caballero del soberbio corcel, depón tus armas que para nada te servirán. Porque el león africano ha abierto la boca para devorarte “.
Al Mutamid, cargado de cadenas, salió de Sevilla para morir en una prisión de Tánger ( Parte del irrenunciable Oranesado Español ). Todavía cuando el barco doblaba la curva de San Juan de Aznalfarache, volvió la cabeza el triste reyezuelo cautivo para mirar a Ishibliyya en una amarga despedida; y según él ( lleno de llantos ), parecióle la ciudad “ como una rosa abierta en medio de una florida llanura…..” Yussuf Ben Tasfín consiguió quitarle el trono, con un rescripto de los alfaquíes, quienes justificaban la deposición y el destierro acusándole de hereje, de quebrantador de la ley coránica. Rescripto que sirvió para conservar en una mazmorra a Al Mutamid después de haberle robado todos sus bienes. Al llegar a Tánger, el célebre y desvergonzado poeta-bufón Al Hosri, se acercó al tiranuelo preso, y recordándole que en varias ocasiones le había dedicado sus versos, le pidió que le diese algún dinero, si conservaba algo de su pasada grandeza…Al Mutamid miró al insolente; se sacó trabajosamente de uno de sus zapatos una moneda de oro que valía treinta y seis ducados, y se la alargó diciendo aquello de : “ Toma y remediate, y dí que Al Mutamid no despidió nunca a un poeta sin darle alguna dádiva….”. En la mazmorra de la prisión de Agmat, siempre sujeto con cadenas que ulcerábanle muñecas y tobillos, sin poder ver a su esposa e hijos. Solamente algunos de sus amigos, con una fidelidad que se conoce heroica, le visitaban algunas veces, disfrazados y sobornando a los carceleros. Eran éstos los poetas Abu Ahmed Al Hicharí, quien con dádivas que recibiera en Ishbiliyya del reyezuelo en tiempos pasados, había comprado una tienda de sedas y andaba establecido en Tánger ( La antigua Tingis de Roma ); el poeta e historiador anteriormente citado Ben Labana, y pocos más. En la soledad del calabozo, Al Mutamid compuso algunas cosas como éstas :
“ Cadena que cual serpienteestás ciñendo mi cuerpo;antes que tus eslabonescon el roce de sus hierroslleguen a ulcerar mis pulsosy a gangrenarme los huesos,piensa en lo que he sido antes,y mira quien es tu preso.La mano que amarras hoygenerosa fue en otro tiempo;amparaba al desvalidoy premiaba a los ingenios;y si empuñaba el alfanjeen el combate tremendo,las puertas del paraísoabría y las del infierno. ““ Lloraba cuando veía pasar una bandada de cataas,ellas eran libres y no conocían la prisión ni la cadena.Estas aves son felices; no se han separado una de otra;ninguna sufre el dolor de estar lejos de su familia;no pasan como yo la noche en horribles angustias,cuando oigo rechinar las puertas de mi cárcel,sus cerrojos o sus llaves.ah, que Allah le conserve sus hijos;los míos carecen ya de agua y sombra. “
Aún vislumbró el tristón reyezuelo cierta esperanza, cuando Ben Labana llevóle la noticia de que el principe Abd Al Jabbar, su hijo, había escapado del destierro, y pasando a Al Andalus, había conseguido alzar a una pequeña armada que se apoderó de Al Gazira Al-Hadrás y Arcos de la Frontera. La esperanza de los musulmanes de Ishbiliyya se unieran en masa al hijo de su antiguo tiranuelo fracasó; y Abd Al Jabbar no fue seguido por sus “ paisanos “ ; a los que cinco años de dominio almorávide había sumido en la conformidad. Derrotado y muerto el príncipe, Itimad pereció poco después, y el desgraciado Al Mutamid no pudo soportar ambos dolores, y expiró pocos días después que su esposa, en el calabozo de Agmat.
El emir de Badajoz, Ben Al Aftas ( De ahí a que antes habláramos de “ aftasíes “ ) fue ejecutado y el de Almería huyó al Magreb-Ifriqiyya-. Murcia fue ocupada en Junio del 1091. Según algunas fuentes, el gobernador Ben Rasiq ( Que desde la época del sitio de Toledo/Tulaytulaya había sido el primer “ soberano “ de las taifas que hizo pronunciar en la hutba el nombre de Yussuf Ben Tasfín ) pudo seguir residiendo en la urbe hasta poco después que le sobrevino la muerte. Muhammad Ben Aisa, hijo de Yussuf Ben Tasfín y cabecilla del cruel ejército almorávide que había ocupado la región murciana, asumió entonces las gobernaciones de Murcia y demás regiones iberomediterráneas. Según parece, Muhammad logró hacer desaparecer rápidamente el foco de inseguridad que para los infieles representaba la guarnición española de Aledo y ocupóse especialmente de la incorporación de la antigua kura de Tudmir al gran sultanato almorávide, la actual provincia alicantina y el sur de la valenciana, que en los años precedentes había sufrido diversas incursiones tanto por parte de los cristianos de Aledo como de las fuerzas del Cid que, como veremos, se había instalado en Valencia desde el 1087. Hacia mediados del 1092, al parecer, la región de Denia fue ocupada por los almorávides, cuando dicha ciudad, en principio, aún formaba parte del “ estado “ de la taifa Tortosa-Denia, cuyo soberano teórico, desde la muerte de Al Mundir Imad Al Dawla, acaecida en el año 1090, era Sulayman Sayyid Al Dawla, hijo de aquél, aún niño. Pero se cree que el poder real lo ejercían tres miembros de una misma familia, los Beni Betir, que únicamente aparecen mencionados en las fuentes de la Cristiandad y que residían respectivamente en Tortosa/Turtusa, Denia y Lérida/Larida, ciudad que formaba también parte de ese curioso estado dividido en un par de territorios distintos, separados por el de la taifa valenciana.
Con todo, es inevitable conceder un lugar destacado a los acontecimientos que produjéronse en Valencia y en la región levantina en la época del Cid. Esta fase de la historia de esas regiones, dominada por la personalidad cuasi mítica del Cid, ha sido estudiada con gran lujo de detalles por Don Ramón Menéndez Pidal y por el arabizante valenciano Ambrosio Huici Miranda.
Desde la primavera del 1086 al Otoño del mismo año, Al Qadir pudo sostener sin demasiadas dificultades en Valencia, pese a la escasa simpatía que sus súbditos demostraban hacia él, merced a la presencia del contingente de Caballeros Castellanos que, junto con Alvar Fáñez, mantuviéronse a su lado ayudándole a imponer su poder en la región que dependía políticamente de Valencia. Con la excepción del gobernador de Játiva, el visir Ben Mahqur, las autoridades de las ciudades y de los centros secundarios que formaban la taifa valenciana acudieron a prestarle la bay´a. En la propia Valencia, el gobierno establecido a consecuencia de la llegada de Al Qadir estaba dirigido por el visir Abu Isa Lubbun Ben Lubbun, perteneciente a una poderosa familia de militares y funcionarios que había servido a Al Ma´mun de Tulaytula, pero que ahora se encontraba en la capital valenciana. Al parecer, a menos que se tratase de uno de sus hermanos, que fue “ comandante militar “-qa´id- del qasr y de la plaza y probablemente desempeñó un importante papel en la poco entusiasta adhesión que los notables valencianos dispensaron al ex emir de Tulaytula, lo que sin duda le permitió llegar al ser el principal ministro del “ nuevo régimen “. Sin considerar su opinión en sentido contrario, Al Qadir se creyó bastante fuerte para intentar reducir militarmente a Ben Mahqur, gobernador de Játiva. Pero el sitio de la ciudad, iniciado en la primavera del 1086, no dio los resultados apetecidos. Los castellanos de Alvar Fáñez, que recibían irregularmente sus pagas, no parece que participaran en el asedio. Ben Mahqur recurrió a Mundir Ben Hud, emir de Tortosa y Denia, prometiendo devolverle la soberanía de la ciudad “ et de todos sus castiellos “ ( Primera Crónica General ). Al Qadir se vio obligado a replegarse en su capital, ante la cual el propio Mundir se presentó para realizar una rápida demostración militar. Este fracaso hizo que la situación de Al Qadir fuese cada vez más crítica. Los “ valencianos “ protestaban casi abiertamente contra los nuevos impuestos que les eran exigidos para mantener el contingente castellano. Las autoridades a cargo de los castiellos, es decir, de las localidades dependientes de Valencia, guardaron de nuevo las distancias y dirigieron sus miras hacia la autoridad de Al Mundir. El wazír Ben Lubbun, cuya opinión no había sido escuchada y que era hostil a la presencia de la Castellanía en Valencia, refugiase en Murbitar-Sagunto-,que gobernó de forma independiente, y con él se reunieron numerosos notables “ valencianos “ descontentos de la política de Al Qadir o de las exacciones en materia fiscal que éste se veía obligado a imponer para satisfacer las pagas de los Caballeros de la Cristiandad, que en adelante constituirían su único apoyo consistente.
Pero a la gran victoria obtenida en Sagrajas en Otoño del 1086 por las fuerzas almorávides y los soberanos de las taifas provocó la retirada de Alvar Fáñez y de sus hombres, ahora necesarios para la defensa del territorio cristiano. Conocedores de la fragilidad del poder de Al Qadir, el emir de Tortosa/Turtusa-Denia y el de Saragusta, que a la sazón era Motarikh, hijo de Al Mu´tamin, fallecido en el 1085, ambicionaban tanto uno como otro apoderarse de Valencia. El más rápido de ambos fue el hachib Mundir de Denia que, sin duda en el transcurso de 1087, acampó de nuevo ante Valencia con un ejército reforzado por mercenarios catalanes. Al Qadir, moral y financieramente respaldado por Muhammad Ben Tahir, antiguo reyezuelo de Murcia que residía en Valencia desde que fue desposeído de su autoridad por Ben Ammar-castellanizado “ Abenámar “- en el año de 1080, sintióse con los suficientes ánimos para resistir su ataque y envió peticiones de ayuda al Rey de Castilla Alfonso XI y a Motarikh de Zaragoza, a ninguno de los cuales le interesaba que Valencia pasase a manos de Al Mundir y, de ese modo, dependiera indirectamente, en cierta medida, del Conde de Barcelona, que mantenía estrechas relaciones con el emir de Lérida ( Larida )-Tortosa ( Turtusa )-Denia. Pero la amenaza islámica, cada vez más acuciante hacia el sur, apenas permitió la intervención personal del Rey de los Castellanos en el Levante, mientras que el emir de Saragusta carecía de las tropas necesarias para intervenir con eficacia en Valencia. El personaje clave de la situación sería entonces el Cid Campeador, convertido en esa época en el principal caudillo del emir Motarikh, a quien acompañó a Valencia al frente de un ejército compuesto en parte por milicianos mahometanos del emirato pero, de modo mayoritario, lo formaban soldados cristianos, reclutados personalmente por él y que éranle bien adictos. Al anunciarse la llegada de esta hueste, el hachib Mundir abandonó sin tardanza la huerta valenciana para replegarse en la región de Turtusa. Por su parte, las ambiciones que Motarikh abrigaba sobre la levantina capital se vieron rápidamente frustradas por la actitud del Cid Ruy Díaz de Vivar que, como árbitro de la situación, alegó los vínculos renovados desde hacía poco tiempo con Alfonso VI para negarse a expropiar a Al Qadir a menos que el emir de Saragusta fuese expresamente investido del gobierno de la ciudad por el Rey de Castilla.
Rodrigo ( Abreviatura “ Ruy “ ) Díaz de Vivar, Caudillo de Castilla, ya dio pruebas de su habilidad política ante los acontecimientos del año de 1087. En el transcurso de las negociaciones que se establecieron con Al Qadir había resultado evidente que el Campeador estaba dispuesto a desempeñar cerca de éste el papel que anteriormente venía ejerciendo Alvar Fáñez. Su conocimiento del medio y de los tiranuelos musulmanoides de la zona oriental, junto con sus cualidades militares, le permitieron alcanzar bien pronto una posición preponderante en la región. Luchó en primer lugar contra Al Mundir de Tortosa, efectuando incursiones por la región de Denia e infligiendo graves derrotas en el norte de Valencia al Conde de Barcelona, que había acudido en ayudad e su protegido. La muerte de Al Mundir en el 1090 y el acceso al poder en sus estados de su hijo mayor Sulayman Sayyid Al Dawla señalan la desaparición de la única personalidad que había intentado oponerse a las ambiciones del Cid en el Levante. En adelante, este último reinó como amo y señor en la región, percibiendo elevados tributos, que aparecen minuciosamente detallados en la Primera Crónica General, de todos los poderes asentados en las localidades más importantes de la región : Valencia, Tortosa, Lérida, Denia, Albarracín, Alpuente, Murviedro, Jérica, Segorbe y Almenara.
Ruy Díaz de Vivar entró muy joven en la Corte de Fernando I; Rey de Castilla y de Aragón; formando parte del séquito del Infante Sancho ( II ). Al subir éste al Trono de los Castellanos, fue nombrado Armíger o Alférez, es decir, Capitán de la Hueste Real. En calidad de tal, el Cid participó en las guerras entabladas por Sancho II contra sus hermanos García de Galicia y Alfonso VI de León, y también en el cerco de la leonesa Zamora, donde el Rey Castellano fue asesinado en circunstancias poco claras-1072-. Por ello es que la nobleza castellana, antes de aceptar como soberano a Alfonso VI, le exigiese juramento ante los Evangelios de no haber intervenido en la muerte de su hermano, juramento que sería tomado por el propio Rodrigo Díaz, como bien recoge la tradición juglaresca. En el 1074, el Campeador contrajo matrimonio con Jimena Díaz, Dama de Regia Estirpe, hija del Conde de Oviedo. En los años siguientes, Alfonso VI encomendó al Cid diversas empresas en las que éste no actuó siempre de acuerdo con las regias instrucciones recibidas. Y así, el Cid, acompañado por una fidelísima mesnada, tuvo que partir al destierro de Castilla hacia el 1086/1087…Y hasta que reconcilióse con el Monarca, luchó a favor de un emir islámico. Probablemente, esto quizá no se entienda muy bien; lo que sí es verdad es que, el Cid Campeador, aun viéndose en situaciones desesperadas, mantuvo su lealtad hasta las últimas consecuencias, y sus tejemanejes políticos siempre fueron encaminados hacia la Reconquista de España, y nunca cejó a pesar de los pesares en la lealtad hacia su Rey y hacia su Castilla del alma. Como reza su estatua en Burgos ( Del siglo XVI ), “ mavrorvm pavori terrorique….”; esto es, “ el pavor y terror de los moros “…..
Dicho esto, cabe decirse que el éxito conseguido hizo renacer una terrible amenaza para el Cid, cuya preponderancia en el Levante privaba a los soberanos cristianos de las únicas parias que aún confiaban obtener de territorio andalusídesde la invasión saharaui-almorávide : Alfonso VI, Rey de Aragón, concretó junto al Conde de Barcelona una alianza para eliminar su poder, alianza que incluso obtuvo el apoyo de las flotas de Pisa y Génova interesadas ya por los puertos de la costa de Al Andalus. Durante el primer semestre del 1092 se produce un ataque marítimo contra una expedición contra Valencia. El Cid, a quien al parecer repugnaba la idea de enfrentarse directamente con su señor, deja Valencia con la mayor parte de sus fuerzas para entregarse a una maniobra en La Rioja, castellana tierra donde asola los dominios de García Ordóñez, su enemigo personal. El retraso en atender el avituallamiento de la itálica flota y la inquietud que le produjo la maniobra del Cid Campeador obligaron por fin a Alfonso VI a renunciar a sus proyectos sobre Valencia y a regresar a Castilla con su armada, mientras que aquél regresaba a Zaragoza. Nos encontramos entonces a eso de mediados del 1092, época en que los almorávides asentados en Murcia, cuando habían logrado ya liberarse de la guarnición cristiana de Aledo, ocupaban Denia y el sur de la región valenciana adelantándose hasta Alcira a finales del estío. Estimulados entonces por el anuncio de la llegada de los almorávides y por la debilidad de las fuerzas de la Cristiandad que quedaban en Valencia tras la marcha del Cid, los muslimes de la ciudad rebeláronse contra Al Qadir, le dieron muerte y entregaron el poder al cadí de la ciudad Ben Chahhaf, miembro de una prestigiosa familia local de juristas, muchos de los cuales habían desempeñado cierta magistratura desde el califato. Valencia reconoció la soberanía nominal del emir almorávide y en Septiembre del 1092 entró simbólicamente en la ciudad un pequeño contingente magrebí.
Aunque el cadí Ben Chahhaf siguió residiendo en su domicilio y cedió el qasr sultánico al cadí/qa´id almorávide, actuó como un auténtico gobernante ( “ fazie todas sus cosas como de rey “; dice la Primera Crónica General ). Según el Bayan, inspirado directamente en el cronista Ben Alqama, testigo de los acontecimientos, “ adoptó todo el aparato de la riyasa, o autoridad política, fijando pagas a los soldados del ejército regular y a los agentes de los servicios públicos, manifestando la arrogancia de los jefes políticos ( ru´asa´), y rodeándose de los signos externos del poder ( mulk )….Celebraba sesiones acompañado de visires ( wuzara´), de juristas ( fuqaha ) y dignatarios ( zu´ama´), y los oficiales de la corte ( gilma ) se cuadraban ante él. Realizaba sus desplazamientos a caballo, precedido por soldados negros ( abid ) y exentos ( tard ), seguido por elementos del ejército ( chund ), mientras que las gentes que constituían su clientela formaban un pasillo pronunciando en voz alta invocaciones a su favor y cantando sus alabanzas “. El texto castellano aporta sustancialmente idénticas indicaciones : ante su mansión se alternaban guardias nocturnas y diurnas y se hacía acompañar en sus desplazamientos por una escolta militar, entre los gritos ( Las “ albuerbolas “ ) de las mujeres. Por añadidura habría formado gobierno designando a sus propios secretarios al frente de los despachos de cancillería ( “ ordenó quales fuesen escrivanos de su paridad, et quales fiziessen las cartas pora enbiar “ ). También sabemos que designó un nuevo cadí en la persona de uno de sus primos, Abu Abd Al Rahman´Abd Allah Ben´Abd Al Rahman Al Chahhaf, con el que, no obstante, parece haber mantenido relaciones mediocres. Otro pasaje de la misma crónica castellana nos permite vislumbrarlo en sus funciones de mecenas, que en Al Andalus estaban estrechamente vinculadas a las atribuciones de la soberanía. ( “ Se mantenía apartado ( del pueblo ) como un rey, acompañándose de trovadores, poetas, maestros y doctores, decidiendo cuáles eran las mejores composiciones y complaciéndose ( en esta situación ), mientras que en Valencia padecían hambre sometidos al asedio del Cid “.
El tono claramente crítico de los pasajes originales de Ben Alqama, que se repite en el Bayan, aparece aún más exagerado en la transposición que ofrece la Primera Crónica General. Esta visión tan severa de la actitud del cadí Ben Gahhaf coincidía demasiado bien con la interpretación del personaje, como así adviértelo D. Ramón Menéndez Pidal. Huici Miranda, por el contrario, intenta una retocadísima “ rehabilitación “ de Ben Chahhaf, parece algo molesto por estas indicaciones, que menciona brevemente acompañándolas con algún comentario sobre la inexperiencia política del cadí. Según él, este jurista que tan repentinamente debió asumir el gobierno de Valencia, acaso se sintiera algo enajenado por su popularidad y por sus nuevas responsabilidades, por lo que no es de sorprender que no supiera mantener la mesura deseable para el ejercicio de sus funciones.
Si nos referimos a otros pasajes de la crónica, tomada siempre de Ben Alqama, comprobamos que Ben Chahhaf, en realidad, no asumió todas las prerrogativas soberanas. Como hemos visto, cedió al cadí/qa´id almorávide, que representaba simbólicamente al tirano Yussuf Ben Tasfín; el privilegio de residir en el qasr sultánico y él siguió viviendo en su residencia particular. Sabemos también que, por lo menos en la primera fase de su gobierno, no se arrogó ninguno de los signos personales de la soberanía ya que, durante una entrevista que mantuvo con el Cid en el transcurso del año 1094, éste le incitó precisamente a que abandonase el tocado de faqih que había conservado para que vistiera como un rey, puesto que, en realidad, detentaba todas las atribuciones propias de un monarca. Es indudable que no adoptó ningún laqab honorífico, no acuñó monedas y en la Primera Crónica General se elogia indirectamente su rigor e integridad, indicando que durante el asedio de la ciudad aplicó a todos los habitantes por igual las medidas de urgencia que se habían adoptado, sin consideraciones especiales para sus parientes y amigos ( “ Et non avie reverencia ninguna a pariente nin a conosciente, et todos passavan por una regla “ ). Pero habiendo sido reconocido como rais por los suyos, asumió las responsabilidades y prerrogativas del ejercicio del mulk , que consistían esencialmente en la designación y revocación de los funcionarios y magistrados que constituían el aparato estatal, el reclutamiento de las fuerzas militares y la percepción de los impuestos necesarios para el funcionamiento de esas instituciones, a lo que es preciso añadir el control de la vida intelectual por la vía indirecta de la función de mecenas a la que hemos aludido en diversas ocasiones, como una de las componentes obligadas del mulk , tal y como se concebía en Al Andalus.
El regreso del Cid y de su mesnada a los valencianos pagos poco antes de que Al Qadir fuese asesinado, no permitió solazarse mucho tiempo a Ben Chahhaf en las dichas del ejercicio del poder. Habiéndose establecido el Caudillo Castellano en las proximidades de la fortaleza de Chuballa/Cebolla , conocida en la actualidad como El Puig, en una colina situada al norte de la huerta, a unos 15 kilómetros al norte de Valencia, le fue preciso al antiguo cadí agenciarse con rapidez los medios para poder presentarle una buena resistencia. Al parecer había en Valencia unos elementos militares que formaban el chund del estado musulmán, parte de los cuales se habían unido al Cid en Chuballa con los fieles del monarca desaparecido, mientras que otros se habrían quedado en la urbe. Pero esos “ cavalleros naturales de la villa “ que la Primera Crónica General designa como “ antiguos vasallos del rey asesinado “, es decir, que habían estado al servicio de Al Qadir, eran poco numerosos, y Ben Chahhaf se vio obligado a buscar otros soldados, en especial en Denia, donde reclutó más “ cavalleros “ así como cierto número de guerreros almorávides. A este respecto, la crónica castellana aporta detalles concretos, relativos al número total de combatientes a caballo que reunir logró el antiguo cadí, que fue de 300, y a las dificultades a las que tuvo que enfrentarse para mantenerlos, que evidencian los escasos medios de que disponía el estado valenciano durante ese periodo crítico. Efectivamente, Ben Chahhaf se vio obligado a recurrir, tanto a las provisiones de cereales que el Cid había dejado en la ciudad cuando marchó de ella como a las rentas de las propiedades que habían pertenecido a Al Qadir, y a las recaudaciones fiscales habituales del almojarifazgo, es decir, a la administración de los impuestos que, como en las restantes ciudades levantinas en Valencia se hallaba centralizada en una “ casa de almojarifazgo “/ “ dar al musrifa “. La permanente y en cierto modo debilidad “ estructural “ en lo militar de los estados de las taifas queda claramente evidenciada por el texto cristiano.
Después de varios meses de un “ primer asedio a Valencia “, que, realmente más bien parecería una guerrilla, la situación llegó a ser verdaderamente crítica para los “ valencianos “ cuando los españoles-cristianos- lograron apoderarse de Villanueva y Alcudia, dos núcleos suburbiales de la capital situados en la orilla norte del río Turia, y se instalaron consistentemente en la última de ellas, a las mismas puertas de la ciudad, que desde entonces quedó rigurosamente bloqueada. Los notables, jefes del contingente almorávide, oficiales del chund islamista de Valencia “ et todo el otro pueblo “, es decir, indudablemente los principales magistrados y funcionarios y las personalidades más destacadas, se reunieron para deliberar acerca de las decisiones a tomar, que no fueron otras que entablar negociaciones con el Cid, a fin de obtener una tregua que les permitiera aguardar la llegada de tropas de refuerzo que, según confiaban, el emir Yussuf Ben Tasfín acabaría por enviar al Levante. El Caudillo de Castilla puso como primera condición que el contingente almorávide abandonara la ciudad, exigiendo, por añadidura, la restitución de las provisiones que había dejado almacenadas a su marcha ( Y que Ben Chahhaf había utilizado para mantener a los 300 caballeros por él reclutados ) y la reanudación del pago regular del tributo de mil dinares mensuales que percibía del estado valenciano antes de la “ revolución “ del mes de Septiembre anterior y del asesinato de Al Qadir, así como la percepción de las mensualidades no satisfechas.
Al parecer, el Cid Campeador y las autoridades valencianas firmaron la paz en Abril del 1093. El contingente almorávide no ofreció grandes dificultades para abandonar la ciudad : las relaciones entre el qa´id/cadí que lo dirigía y Ben Chahhaf habían sido siempre mediocres y sus hombres percibían cada vez más irregularmente sus pagas. Además, oficialmente no se trataba de una auténtica ruptura con la autoridad almorávide, puesto que a ojos de la opinión musulmana la finalidad de la tregua consistía en ganar tiempo para aguardar los refuerzos que se esperaban precisamente del amir al muslimin Yussuf Ben Tasfín, y que hasta entonces no habían sido capaces de enviar el qa´id/cadí moro que gobernaba Denia ni siquiera el prestigioso walí de Murcia, Muhammad Ben Aisa ( Lo cual advierte el carácter centralizado y la debilidad fundamental del sistema militar almorávide, rasgos claramente “ estatales “ que se prolongarían hasta la llegada de la secta almohade ).
La Primera Crónica General aporta indicaciones bien valiosas sobre el restablecimiento de la “ normalidad “ fiscal en los territorios de los husun o localidades fortificadas que dependían de la propia Valencia. El texto dice así : “ Ben Chahhaf puso su postura con los de los castiellos que eran en término de Valencia quel diessen el diezmo del fructo todo de la tierra et de las otras rentas. Et era entonçe tiempo de coger el fructo; et cato aquel su mayordomo omnes que fuessen apreciadores del fructo, et otrossi que recebiessen el pan con los alfolis, et puso un mayordomo mayor sobrellos, et puso otro almoxarif et dos escrivanos con él, et sobre cada officio puso un fiel, et ordenó muy bien sus almoxerifadgos “. Así pues, el rais de Valencia se entendió con las autoridades o los habitantes de las localidades fortificadas que dependían del estado valenciano para organizar la percepción del diezmo de las cosechas y de las restantes rentas según modalidades conformes en principio- a las reglas del derecho público mahometano : percepción del diezmo en natura por “ perceptores “ o qubbad, previa valoración de la importancia de las cosechas por “ tasadores “ o hurrás. Tal es exactamente el sistema que, según describe Ben Abdón, se aplicaba en Ishbiliyya a comienzos de la época almorávide, y que daba lugar al establecimiento de un cuerpo de funcionarios y por consiguiente a negociados especializados y a un musrif que centralizaba sus ejercicios.
En primer lugar se esperaba que se volviera a poner en marcha la administración fiscal-a la sazón totalmente desorganizada por el periodo de agitación que acababa de vivir la región valenciana-de los recursos que permitirían satisfacer al gobierno central las duras exigencias del Cid. Pero apenas habían comenzado tales operaciones cuando, según parece, llegó a Valencia la noticia de que se estaba preparando la armada al murabit de refuerzo que aguardaba desde hacía meses. Estas informaciones debieron dividir las opiniones de aquellos que ante la necesidad y la presencia siempre amenazadora de las fuerzas del Cid Campeador se habían resignado al cumplimiento de la tregua. Ya sea por el deseo de mantenerse en el poder o por una apreciación lúcida del poder de la Cristiandad Hispana, fuesen cuales fuesen los motivos exactos que inspiraron su conducta, Ben Chahhaf parece haber sido uno de los partidarios mayormente decididos a llevar adelante el acuerdo establecido con el Caudillo Cristiano, viéndose secundado por algunos gobernadores locales o jefes militares, en particular el “ adelantado “ de Játiva y el qa´id del Castillo de Corbera, personalidades cuya identidad se ignora, pero que mantuvieron una entrevista en Valencia con Ben Chahhaf y el Cid, en el curso del cual las autoridades muslimes confirmaron su intención de seguir conservando la paz, actitud que fue muy criticada por todo un sector de la opinión pública valenciana, en particular los Banu Wachib. Las esperanzas de la opinión valenciana y las presiones del sector más hostil a los españoles y más favorable a los almorávides fueron tales que Ben Chahhaf se vio obligado a abandonar la dirección del gobierno en manos de los Banu Wachib y del partido proalmorávide y se reanudaron las hostilidades contra las fuerzas del Campeador de Castilla sin que esta amenaza interior, que no estaba respaldada por una fuerza militar importante , pareciera inquietar demasiado a la Cristiandad de los Españoles. Ante la proximidad del ejército almorávide, que avanzaba por el Norte de Alcira y que según se creo arribó hasta Almusafes, el Cid Ruy Díaz de Vivar hizo inundar la huerta y destruir los puentes que comunicaban los canales a fin de dejar libres los mínimos puntos de paso. El carácter disuasivo de tales disposiciones se vio intensificado por unas lluvias diluviales del Otoño y por las dificultades existentes para el aprovisionamiento de la armada. En tales condiciones, el general de los almorávides, con gran desesperación de los “ valencianos “, que únicamente recobraron sus ánimos cuando recibieron unas cartas del gobernador de Murcia Ben Aisa y de algunos compatriotas que habían emigrado a Denia explicándoles las razones de la retirada del ejército y haciéndoles confiar en el regreso de éste. Entretanto, los Católicos habían iniciado un “ segundo sitio “ en Valencia que, desde el Otoño del 1093 hasta la rendición de la españolísima urbe a mediados de Junio del 1094, fue mucho más riguroso que el primero. Los islamistas de Valencia únicamente pudieron oponer a los españoles la fortaleza de las murallas. El Cid hizo destruir sistemáticamente los arrabales de la urbe, con el fin de encerrar a la población en su recinto, y parecía disponer de bastantes fuerzas como para aislarla por completo e impedir su aprovisionamiento, lo que provocó una terrible escasez, cuyas etapas fueron cuidadosamente registradas por Ben Alqama.
Habiendo resultado vanas las esperanzas de recibir ayuda almorávide a causa de los lentos preparativos del ejército del África, los mahometanos de Valencia se fueron distanciando de los Banu Wachib para conferir de nuevo a Ben Chahhaf con riyasa la misión de negociar un acuerdo con Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. Pero, según parece, a finales del Invierno, tales gestiones no resultaron fructíferas por las excesivas pretensiones del Caudillo de los Castellanos. Los sitiados, entre los cuales el hambre y las enfermedades habían causado graves estragos, pidieron ayuda a Motarikh de Saragusta lo que, nuevamente, sirvió para inspirarles inútiles esperanzas, y los notables de la ciudad acabaron por recurrir a Al Waqqasi, un anciano faqih harto respetado por su ciencia y sus cualidades literarias, procedente del islamismo de Tulaytula y antiguo cadí de Talabira/Talavera de la Reina, que se había establecido en Valencia tras la ocupación de Toledo por los leoneses y los castellanos, para que negociara con el Cid Campeador la rendición de la ciudad. Ésta abrió finalmente sus puertas a los castellanos el 15 de Junio del 1094, de resultas de una capitulación cuyas condiciones desconocemos, pero que al parecer entregaron al Cid la administración urbana a cambio del respeto a la vida y a las propiedades de los islámicos.
La naturaleza de las relaciones que se establecieron en la Valencia del Cid entre españoles e islamistas es un punto sobre el que se han aventurado opiniones muy contrastadas. En aras de una clara objetividad, cabe defenderse que, tras haber tomado ciertas medidas conciliatorias en los primeros tiempos ( Como confiar la custodia de las huertas y muros a los must´arib/mozárabes ) y haber efectuado solemnes declaraciones de buena intención, prometiendo justicia y el respeto riguroso a las normas musulmanoides en materia fiscal, el Cid hizo cada vez más rígido y arbitrario el dominio de la Hispánica Cristiandad. Las propiedades de muchos muslimes de Valencia no fueron restituidas y el Jefe de la Catolicidad que en principio no debería residir en la iberomediterránea urbe, en breve exigió ocupar el qasr con los suyos. Pero las alteraciones más espectaculares de las condiciones estipuladas en la capitulación fueron la condena a la hoguera de Ben Chahhaf, cuya seguridad se había prometido de manera expresa, y la expulsión del recinto urbano de la mayor parte de sus habitantes con el fin de garantizar la seguridad de los cristianos que habían acudido a sustituirlos, mientras pudiera temerse un retorno del poderío almorávide. El Cid murió en el 1099, y la dominación católica de la ciudad se mantuvo tres años después del fallecimiento del solemne héroe; en torno hasta Abril-Mayo del 1102 la ciudad no fue evacuada por su viuda Doña Jimena y por Alfonso VI de Castilla, León, Galicia y Portugal ( El Imperator Totivs Hispaniae ), que había acudido con tropas de refuerzo, porque realmente ya no se trata de “ historia andalusí “. Cabe recordarse que entonces se organizó en Valencia y en su región una especie de Estado Cruzado, contemporáneo de los Estados Cristianos de Tierra Santa ( Como el mismísimo Reino de Jerusalén, que nuestros antepasados fervorosamente defendieron ) y bastante comparable a ellos en ciertos aspectos y, por otra parte, hay que mencionar los tenaces esfuerzos del régimen almorávide por apoderarse de Valencia y poder eliminar así esa presencia cristiana española en lo que ellos consideraban que debían ser terruños del islamismo ( dar al islam ), intolerable desde la perspectiva de la yihad que era el principio ideológico por excelencia de esa terrible secta africana. Por añadidura, resulta difícil establecer la cronología exacta de los intentos realizados por los almorávides para tomar Valencia y expulsar de ella a los españoles, teniendo en cuenta las contradicciones existentes entre las fuentes musulmanas, que en su mayoría silencian o mencionan con extrema brevedad expediciones generalmente infructuosas, y los textos de la Cristiandad, que integran rápidamente elementos históricos semilegendarios y a veces aparecen saturados de una superabundancia de detalles a propósito de victorias que acaso sólo sean imaginarias. Muy normal este “ honor verdadero “ islámico, presente en su propio Qu´ran…
La primera de esas expediciones fue la que, al mando de Abu Bakú Ben Ibrahim Ben Tasfín, llegó hasta Almusafes en el Otoño del 1093 y que se retiró sin haber realizado ningún intento, desanimada por las dificultades de aprovisionamiento, la inundación de la huerta realizada por el Cid y las inclemencias del tiempo. Una segunda expedición, dirigida por Abu Abd Allah Muhammad, hermano del anterior general, llegó demasiado tarde al Levante para poder socorrer a la ciudad asediada, cuatro meses después de su capitulación en Junio del 1094. Los almorávides se establecieron cerca de Cuart, localidad situada unos 6 kilómetros al oeste de Valencia, en la orilla derecha del Turia. Esta expedición, que es la única sobre la que aparecen detalles en una fuente mahometana, el Bayan, según Ben Alqama, debió contar con unos 4000 caballeros procedentes de la antigua Berbería, aumentados indudablemente con contingentes africanos y de muslimes “ hispanos “ reclutados por el gobernador de Granada. Este importante ejército, en el que figuraba un número de soldados de infantería muy superior al de los guerreros a caballo, campó por la llanura de Cuart durante todo el mes del ramadán del 1094 ( Según los mahometanos su 487…), esperando contingentes de refuerzo procedentes del Sarq Al Andalus. Se sabe que acudieron la mayoría de los jefecillos políticos de la región, como los emires de Albarracín, Alpuente y Tortosa/Turtusa, así como gobernadores de husun como Segorbe y Jérica, prácticamente independientes gracias a las agitaciones por las que atravesaba la situación política y militar. Con los contingentes andalusíes afluyeron los convoyes de víveres necesarios para aquellos millares de combatientes “ cuyo campo formaba una aglomeración considerable, semejando por su masa un océano a ojos de los cristianos “. La crónica de Ben Alqama, sumamente valiosa por la visión no oficial que nos facilita de tales acontecimientos, no disimula los inconvenientes de esa enorme concentración de contingentes que su jefe, quizá también de mediocre capacidad, no llegó a dominar. El castellano Cid, que se refugiaba con los suyos tras las poderosas murallas de Valencia, supo aguardar el momento favorable y aprovecharse del desorden general para fingir planear la lucha al grueso de las fuerzas islamistas; mientras que un fuerte destacamento atacaba el campo almorávide que había quedado prácticamente desprotegido, provocando un pánico generalizado en todo el ejército que condujo a una aplastante victoria de la Cristiandad Hispanista. Tras una fase más confusa, poseemos algunas informaciones sobre una gran expedición, dirigida por el qa´id Mazdalí, que entró en Valencia, abandonada por los cristianos, el 5 de Mayo del 1102. Este poderoso ejército almorávide presentóse ante la urbe en Agosto del anterior año y mantuvo su sitio durante siete meses. A la llegada de una tropa de refuerzo enviada por Alfonso VI a petición de Jimena, la viuda del Cid, los almorávides retiráronse a Cullera. Pero habiéndose dado cuenta el soberano cristiano de la determinación o del número de las tropas islamistas en el transcurso de una incursión hecha por el sur de la huerta en la que se produjo un grave enfrentamiento, ordenó la evacuación de la ciudad que, a su parecer, se hallaba demasiado expuesta.
Lo cierto es que, aunque mucho menos conocidas y espectaculares que las acciones del Campeador, habría que destacarse también las acciones de los Reyes de Aragón, Sancho I ( 1063-1094 ) y sobre todo Pedro I ( 1094-1104, están estrechamente asociadas al idéntico proyecto reconquistador. En líneas generales, los soberanos aragoneses apoyaron más decididamente que la propia Corona de Castilla las acciones del Cid, más complementarias que competitivas de sus propias miras sobre la Marca superior. En el 1086, el Infante Pedro de Aragón asedió Turtusa infructuosamente. Pero el principal objetivo de la Reconquista Aragonesa lo constituían las importantes urbes del norte del emirato de Saragusta; Huesca, que fue reconquistada en el 1096, y Barbastro, ocupada definitivamente en el 1100. Pedro I, que mantenía estrechas relaciones con el Cid, no abandonó, sin embargo, sus ambiciones sobre el Levante, que se convertirían en definitiva realidad con la gran Reconquista del siglo XIII. Al amparo de la presencia del Cid en Valencia, los aragoneses ocuparon varios lugares del norte de la región, en la actual provincia de Castellón. Esa ocupación, que ha dejado escasas huellas en las crónicas, aparece por el contrario claramente demostrada por las firmas de los tenentes de los castillos entonces en poder de los aragoneses ( Culla, Oropesa y Montornés, así como un Castilgone o Castillon que corresponde al Castro de la Magdalena, situado a 6 kilómetros al norte de la actual Castellón de la Plana, de fundación posterior a la Reconquista ) en documentos reales de los años 1093-1103. Algunos episodios vinculados a esta presencia aragonesa en la región valenciana aparecen también mencionados en las fuentes cristianas, como el asedio de la localidad fortificada de Montornés, que se había rebelado contra el Rey de Aragón, realizado por fuerzas conjuntas de éste y del Cid, sobre el cual nos informa la Historia Roderici.
Evidentemente, esta ocupación duró poco tiempo tras el retorno de Valencia al islam, acaso durante unos meses después de haber evacuado los cristianos la capital levantina, puesto que algunos documentos aragoneses del 1103 aún aparecen suscritos por tenentes de Castellón y de Culla. Pero la presión almorávide era incontenible : Las insignificantes dinastías de las taifas orientales se vieron rápidamente despojadas del poder, aunque anteriormente habían demostrado su adhesión al régimen de los murabit, probablemente reconociendo de modo formal la soberanía del amir al muslimin Yussuf Ben Tasfín, a más tardar en el 1094, fecha en que los emires de Alpuente, Albarracín, Tortosa/Turtusa y Lérida/Larida aportaron refuerzos al qa´id Muhammad Ben Ibrahim Ben Tasfín, que se proponía asediar Valencia. Yahya Ben Razin Husam Al Dawla, el último soberano de Albarracín, que había sucedido a su padre Abd Al Malik Gabr Al Dawla en Mayo del 110, fue destronado por el walí almorávide de Valencia, Abu Abd Allah Ben Fatima, en Abril del 1014. En cuanto a su vecino de Alpuente, que según las indicaciones facilitadas por el Bayan sobre los refuerzos andalusíes que acudieron en ayuda de los almorávides para atacar Valencia en el 1094; ya no se trataría de Abd Allah Ben Muhammad Ben Qasim Ganah Al Dawla ( que sería demasiado anciano puesto que había accedido al poder en el 1048 o en el 1049 ), sino de un tal Nizam Al Dawla, acaso hijo suyo; su destitución, asimismo reflejada en el Bayan, se produjo hacia el 1106-1107. En realidad, la fecha del 1092 que facilitan algunos autores como el fin de esta modesta dinastía de Alpuente no parece consistentemente fundamentada. La propia relación de los contingentes andalusíes que se encontraban en Cuart en el 1094 menciona a dos emires hudíes, Sayyid Al Dawla de Turtusa, hijo del hachib Mundir de Lérida/Larida-Tortosa/Turtusa-Denia que accedió al poder en el 1090, y a un tal Ta´yyid Al Dawla, de Lérida/Larida que, probablemente, sería hermano del precedente. Después de esta fecha se interrumpe la acuñación de monedas de Sulayman Ben Mundir Sayyid Al Dawla en Turtusa, que había sido relativamente continua hasta el 1098 más o menos, pero se desconoce la exactitud de la fecha y las condiciones en que se produjo la desaparición de ese par de tiranuelos.
Tras la ocupación de la zona levantina por los almorávides, únicamente subsistían dos estados de taifas en el ámbito andalusí. El de Saragusta, que bajo el emirato de Motarikh había llegado a establecer buenas relaciones con Yussuf Ben Tasfín, prolongóse todavía hasta la muerte de dicho soberano en el año 1110, siendo ocupado poco tiempo después por aquéllos y vinculado aquel mismo año al resto de las posesiones almorávides de Al Andalus. Por otra parte, en las Islas Baleares, hasta el 1113-1114, época en que partió una importante expedición pisano-catalana contra las islas, se mantuvo un régimen de taifa dirigido por el emir Mubasir Nasser Al Dawla. Sabemos que allí se refugiaron algunos poetas islámicos de Andalucía, como Ben Labbana ( El amigo de Al Mutamid ).
Si ya de por sí era insoportable para la Hispanidad los regímenes islamistas de taifas ( Insoportable el islam mismo desde la primera razzia de Tarik Ben Malluk y al año siguiente ya con Tarik Ben Ziyad; bereberes ambos; el último al servicio del árabe Musa Ben Nusayr ), lo que vino con la invasión africana fue peor aún. De hecho constituye uno de los episodios más dolorosos de nuestro pueblo en su Reconquista. Con todo, constituye todo un aliciente histórico en nuestra afirmación nacional frente al enemigo musulmán, así como a su aliado judaico ( Alianza que siempre existió en Al Andalus ). La Reconquista entera, con todas sus virtudes y defectos, escribe páginas doradas en nuestro libro de Historia, y no podemos olvidar el generoso valor aportado por la sangre de nuestros ancestros en la lucha por la Reunificación de Las Españas para servir a Cristo. Ya vivimos varias invasiones de un islam que se encargó de aniquilar la románica Mauritania Tingitana o Berbería, y a Dios gracias que con nosotros no pudo. Aun así, no mucho tardaría una nueva invasión norteafricana : La secta almohade ( De al muhawid, que viene a ser como los unificadores, los fervientes monoteístas ); cuyos colores fueron recogidos por los caciques nacionalistas, burgueses y masónicos del Ateneo de Sevilla para inventarse su propia región política “ andaluza “ , que a nadie representa….. Esperemos tener esto siempre presente.
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores