Re: La Leyenda Negra
Afirma "retratar" la España de Fernando VII, nada menos que en cuatro tomos (L'Espagne sous Ferdinand VII París, y menciona tal hecho Juan Velara, el autor de Pepita Jiiménez que califica la obra del francesito como "calumnia necia, infame y brutal" y dice:
"Este viajero (...) anduvo por España en los últimos años del reinado de dicho monarca (Fernando VII) y hasta por eso es curiosa su obra. Pinta la sociedad que la revolución iba a cambiar por completo y la pinta con más negros colores que los empleados después la España novísima por otros viajeros o escritores franceses. El marqués de Custine ama, sin embargo, y preconiza el antiguo régimen. No es el odio a nuestras instituciones quien le mueve a tratarnos tan inicuamente. Hombres y mujeres son en España cruelísimos, punto menos que antropófagos. Nuestra fisonomía es tan bárbara y nuestros dientes tan de tigre, que hasta el rostro más hermoso tiene una expresión dura, asustamos con nuestra sonrisa. 'La pereza es el principio de la filosofía práctica de todo español'. Nuestras mujeres son de dos especies. Las bonitas y graciosas, las cuales son locas, alegres y apasionadas; las demás, el mayor número, no quisiera el marqués que se llamasen mujeres; son unos monstruos sin alma, gordas, estúpidas, seres desgraciados de la naturaleza. En suma, para el marqués o son bacantes o son cerdos las compatriotas de Santa Teresa, de Isabel la Católica, de Doña María de Molina, de la madre de San Luis y de la madre de San Fernando. Los cuatro tomos de la obra del marqués de Custine están llenos de las más atroces insinuaciones o de afirmaciones terminantes contra la honra y castidad de nuestras mujeres."
Parece evidente la mala leche que le salía al marquesito. Ya imagino las mofas que levantaría a su paso con sus modales de señorita de compañía de la corte de Versalles, de su amariconada forma de vestir, muy posiblemente, de sus modales en la mesa, exagerados al límite de la cursilería. De las barbaridades que dijo es bastante sencillo deducir que esa fue su forma de vengarse por la chacota, la recoña y el cachondeo que, con toda probabilidad, provocaría allá donde fue y es que, por contraste, no se cebó con tanta inquina con los hombres españoles, y es que sabido es que la cabra siempre tira al monte.
"Nuestra vida es 'o permanecer en la plaza pública durante días enteros embozados en la capa, charlando o soñando o echarnos al camino para acechar al indefenso viajero'. Nuestros mendigos hacen en público su asquerosa toilette, y es una raza inmunda, obstinada y sinvergüenza, que no tiene semejante en ningún otro país. Los robos y los asesinatos son en España el pan de cada día."
No puedo por menos que parar el relato de las babosadas que decía este lamentable gabacho. A medida que voy redactando me acuerdo de los 300.000 asesinados en la asquerosa revolución de Francia; en el aspecto repugnante de los "sans cullottes" acaudillados por los patibularios rostros de los masonazos que organizaron aquel aquelarre de sangre y muerte. Me acuerdo de experiencias vividas por mi 200 años más tarde cuando en un pueblecito francés "du Midí" quise hacer una micción, y me tuve que enfrentar a la vergüenza de tener que usar el único retrete público de todo el pueblo que, por más señas, estaba ubicado en el centro de la plaza mayor xde la localidad y, además, había que pagar por realizar tal acción natural. Más tarde, preguntando por ello en el clásico bar francés donde no hay más que café o "Pernaud", me respondieron que era todo un logro, como el agua corriente y la luz que les habían llevado, finalmente, no hacía muchos años, y hablo de comienzos de los "80" del siglo pasado, no de comienzos del XIX. Y aún más recientemente como en San Sebastián-Donosti, enfrente de los balcones de la casa de mi familia, a pocos metros del Bulevard, y durante el verano, chicas extranjeras borrachas hasta las cejas se bajaban pantalones, faldas y bragas, para orinar entre los contenedores de la basura que el Ayuntamiento tiened situados en puntos estratégicos. Y esto dentro de la primera década del Siglo XXI.
"En elogio de los caballos andaluces dice el marqués que son más civilizados que los hombres. <<Los españoles son tan poco hospitalarios, que no hay mayor placer para ellos que vejar o contrariar a un extranjero (...)
¡Ay, ay, ay! que le sale la vena mariquita. E incurre, como todos los sofistas, a la típica falacia ad hominen generalizada para ocultar que, con toda probabilidad, era a él personalmente a quien se rechazaba, y más en aquellos tiempos, pero sigamos.
"(...) pero con dar algunos reales se consigue lo que se quiere. Don Basilio y Fígaro son los dos tipos de los españoles modernos, como Don Quijote y Sancho eran los de los antiguos castellanos. De tantos vicios públicos y privados resulta una masa de corrupción de la que no hay ejemplo en el día en ningún pueblo civilizado de Europa (...)
Mira quien fue a hablar...
"Todos los espíritus se sienten desde luego inclinados a la injusticia, a la venalidad, a la traición y los hombres de bien, que quedan al descubierto en medio de este pueblo hipócrita, se amedrentan de su corto número y se esconden entre la turba de los pícaros."
¿Estaría hablando de Los miserables de Víctor Hugo? "
"De nuestra literatura contemporánea forma el marqués muy pobre juicio. Cdervantes, Garcilaso y con los versos de Quintana. <<En general, los españoles tienen el entendimiento difícil, lento, poco brillante; apenasx advierto en ellos imaginación; desde finales del XVII son más imitadores que inventores, y esto en todo>> En otra parte califica el marqués a nuestros autores modernos de 'cálifa de pedantes' (sic), "sin inventiva, limadores de frases etc. <<He citado tantas de estas abominaciones, de estas horribles calumnias, de estas manchas de infamia con que el marqués de Custine quiso sellar el rostro de nuestra nación y exponerla a la vergüenza ante la Europa entera, porque si bien el marqués era un hombre viciosísimo y por ningún titulo autorizado para censurar los vicios ajenos, su obra fue muy leída y celebrada, y, como está en forma de cartas, y dirigidas a Lamartine; Chateaubriand; Julio Janin; Enrique Heine; Mme. Recamier, duquesa de Abrantes; Carlos Nodier; Mme Girardín y Víctor Hugo, no parece sino que todos estos ilustres personajes convienen de un modo tácito en infamarnos y deshonrarnos, patrocinando al calumniador."
(Del concepto que hoy se forma de España Obras completas, tomo XXXVII.
Fuente: textos sacados de Julián Juderías La leyenda negra, Editorial ARALUCE, Barcelona 1915, 2ª edición. Págs., 229-231
Última edición por Valmadian; 29/01/2014 a las 00:04
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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