Fuente: Misión, Número 304, 11 de Agosto de 1945, páginas 3 y 11.
LO QUE LOS HECHOS ENSEÑAN
Por Luis Ortiz y Estrada
“El comunicado se refiere luego a España, y dice que los tres Gobiernos no apoyarán ninguna solicitud de ingreso de dicho país en las Naciones Unidas”.
(Del comunicado oficial
de la Conferencia de Potsdam, aparecido en la Prensa).
No entra en nuestros propósitos comentar las palabras que anteceden, pero creemos necesario recordar a nuestros lectores unos cuantos hechos que es indispensable tener en cuenta para enjuiciar debidamente el momento presente. Hechos tan patentes que nadie puede negarlos; y sin ninguna duda característicos, aunque en el ingente montón de los ocurridos en la guerra aparezcan a los ojos de alguien desdibujados y quizás olvidados.
RAZONES DE ENTRAR EN GUERRA
Los tres Gobiernos que se han reunido en Potsdam son los de Inglaterra, Estados Unidos y la U.R.S.S.
El día 1 de septiembre Hitler invadía a Polonia; en seguida, Francia e Inglaterra entraban en guerra con Alemania. El 21 de dicho mes las dos Cámaras de los Estados Unidos, a petición de Roosevelt, aprobaron la ley de Neutralidad, y el 23 el comunicado alemán anunciaba el fin de la campaña de Polonia. Han luchado luego los Estados Unidos con la decisión, valor y eficacia que el mundo reconoce, pero es lo cierto que les metió en la guerra la que contra ellos declaró el Japón, a la vez que con tanto éxito atacaba a su escuadra, reunida en Hawai. Antes, y mientras los norteamericanos seguían neutrales, Hitler, con las manos libres, iba batiendo e invadiendo a Dinamarca, Noruega, Holanda, Luxemburgo, Bélgica, Francia, Grecia, Yugoslavia y Rumanía, haciéndose dueño de Europa.
La U.R.S.S., en el período más grave de la crisis que precedió a la guerra, a la vez que engañaba a Inglaterra y Francia con unas fingidas negociaciones que se celebraban en Moscú, concluyó una alianza con Alemania. Libre ésta del peligro de un ataque bolchevique, se lanzó contra Polonia. El 17 de septiembre la U.R.S.S. atacó a Polonia por la espalda, haciendo vana toda resistencia del heroico pueblo. Es inútil ponderar la eficacia de la ayuda bolchevique a los nazis en esta primera etapa de la guerra relámpago que Hitler se proponía hacer y fue continuando. El 28 de septiembre, cuando Hitler preparaba la ofensiva contra el frente occidental, en la que sucumbieron tantos ejércitos y naciones, publicó una carta de Molotov anunciando un tratado de comercio por el que “la Unión Soviética entregará a Alemania materias primas que Alemania compensará con artículos industriales”. De modo que Stalin rechazó el tratado que le ofrecían Inglaterra y Francia, se alió con Alemania, cooperó con sus tropas al éxito del ejército de Hitler y suministró a éste las primeras materias que necesitaba para hacer la guerra contras las “democracias”.
Más adelante, la U.R.S.S. ha luchado al lado de los aliados; si su esfuerzo, que tantas pérdidas le ha costado, no ha determinado el triunfo, por lo menos lo ha facilitado en grandísima manera. Pero la U.R.S.S. no entró voluntariamente en guerra con Alemania: hubo de hacerlo cuando la Wehrmacht invadió su territorio para conquistarlo. La U.R.S.S. defendió su independencia, y los Estados Unidos e Inglaterra acudieron en su auxilio enviándole grandes cantidades de suministros.
Con razón Hitler, por su alianza con la U.R.S.S. a costa de Polonia, se vanagloriaba en los discursos de sus primeros tiempos de haber conseguido evitar los dos frentes, causa de la derrota del 14. Habido esto en cuenta, no es aventurado pensar que la guerra no hubiera estallado, y el mundo se hubiera visto libre de tan tremenda calamidad, si Roosevelt y Stalin se hubieran dirigido a Hitler en los días críticos de aquel agosto en que se incubaba la tragedia, anunciándole su decisión de ir con todas sus fuerzas a la guerra con Alemania si ésta agredía a Polonia.
Sería excesivo deducir de ello que los Estados Unidos tengan la responsabilidad de la guerra, pero es lo cierto que tal gestión, una vez tomada la decisión de Inglaterra y Francia, era la única que podía librar al mundo de una muy tremenda calamidad. Hoy, en cambio, una gestión análoga, no puede dar más resultado que influir a lo sumo en la política interior de un país, en contra del compromiso que voluntariamente contrajeron ante el mundo Roosevelt y Churchill en nombre de sus dos países en la Carta del Atlántico.
ESPAÑA, ANTE LA GUERRA
España no podía ni debía entrar en la guerra, romper sus relaciones con el Eje, ni dar pretexto alguno para que éste lo hiciera. No había sido agredida, como Polonia, Estados Unidos, Rusia y tantas otras naciones. Ni estaba amenazada por cerrar su territorio el paso a una maniobra envolvente contra el ejército enemigo. Ni había garantizado la independencia de nadie. Si la U.R.S.S. y los Estados Unidos esperaron a ser atacados; si Inglaterra y Francia sufrieron el rearme alemán y la remilitarización del Rin con desprecio del tratado de Versalles; si toleraron la invasión de Austria y ayudaron en Munich a la invasión de Checoslovaquia, España, que no había recibido ningún agravio, bien podía seguir en una actitud de no ir a la guerra que le habían enseñado las naciones que tantas ofensas de Alemania habían recibido. Con mayor motivo, si se tiene en cuenta que España acababa de salir de una guerra en la que había sufrido los daños de uno y otro contendiente, y bien pronto se encontró en los Pirineos con la Wehrmacht, que no habían podido contener las fuerzas unidas de Francia e Inglaterra, ayudadas por los ejércitos holandés y belga.
De esta posición española de no intervención, Alemania derivó, indudablemente, ventajas, obteniendo algunos suministros. Pero se olvida que en virtud de su posición no le tocaba a ella mantener el bloqueo. El bloqueo era arma de guerra que podían manejar los beligerantes, pero no los que no lo eran. Si Inglaterra, con todo el poder de su escuadra y el peso del Imperio; si el afamado Ejército francés, unido al inglés, al belga y al holandés, no pudieron impedir que la Wehrmacht rompiera el cerco y se presentara en el Pirineo, hubiera sido una más que excesiva pretensión exigir que España le negara lo que podía intentar tomarse por la violencia. Con todo, es evidente que lo que Alemania obtuvo de España, por mucho que se pondere su valor, no alcanzó a permitir que prolongara un par de semanas su encarnizada defensa; desde luego que no aumentó en un ápice la potencia de la Wehrmacht y la Luftwaffe cuando aplastó los ejércitos francés, inglés, belga y holandés. Muchísimo más valor que los suministros españoles tenían para Alemania en guerra el hierro, el petróleo, los cojinetes de bolas y los aparatos de precisión que entonces y después recibió de otras procedencias. Las Memorias del conde Ciano revelan cuán necesarios le eran a Italia para preparar su entrada en guerra el oro y las divisas que la misma Francia le entregaba en pago de motores de aviación.
¿Acaso Inglaterra y sus aliados no han deducido ventajas de la posición española? Sin ninguna duda, respecto a suministros, y mucho más importantes en lo que a la guerra directamente se refiere.
El 24 de mayo de 1944 pronunció Churchill en los comunes un discurso en el que trató de la conducta de España en la guerra. De él son las palabras que siguen: “NUNCA OLVIDARÉ EL INMENSO SERVICIO QUE ENTONCES PRESTÓ ESPAÑA NO SÓLO AL REINO UNIDO Y A LA “COMMONWEALTH” BRITÁNICA, SINO TAMBIÉN A LA CAUSA DE LAS NACIONES UNIDAS”. Se refiere al desembarco en el norte de África. A nadie se le oculta la trascendental importancia que esta operación ha tenido en el triunfo aliado. Menos que a nadie, a Churchill, que hubo de planearla descansando en la base de que España cumpliría sus deberes de nación neutral. “(…) puedo asegurar a la Cámara que el paso de aquellas fechas críticas (las en que en Gibraltar se acumulaban los elementos necesarios para el desembarco) nos causó gran ansiedad. Sin embargo, los españoles, SIGUIERON MOSTRÁNDOSENOS AMISTOSOS Y TRANQUILOS. No hicieron preguntas ni suscitaron dificultades”. Quien admita que Churchill sabe algo de lo que es necesario para ganar una guerra, ha de reconocer que tiene un valor inmenso la declaración que como jefe del Gobierno hizo en la Cámara. España siguió siendo amiga; es decir, que lo era desde antes, que no formaba en la guerra al lado del Eje, aunque fuera también amiga de las naciones que lo constituían. Y más valor que la declaración tiene el hecho de que un tan experto conductor de la guerra planeara, o consintiera, por lo menos, tal operación, que debió desechar si hubiera creído, o temido, que España faltara a sus deberes de no intervención aprovechando un momento en que tanto daño pudo hacer a los aliados, pues el fracaso de aquella operación tanto tiempo preparada, primero de los resonantes triunfos que a los aliados llevaron a la victoria, les hubiera sido de muy fatales consecuencias en el mundo entero.
Y es de notar que la no intervención española, que a las Naciones Unidas prestó tan “INMENSO SERVICIO”, fue debida al triunfo que España logró en la Cruzada. Sin él, y en el Poder el Frente Popular, es evidente que Hitler no hubiera contenido su ejército en los Pirineos. Con el Eje en las Baleares, Cartagena, Cádiz y Algeciras, el Mediterráneo hubiera caído bajo el dominio absoluto del Eje, y el desembarco no hubiera sido posible, como no fuera arrostrando gravísimas pérdidas. No es nada aventurado suponer que, por lo menos, la guerra en Europa se hubiera prolongado bastante más, con el consiguiente coste de sangre y sacrificios de los beligerantes y naciones conquistadas. España fue a la Cruzada en defensa contra una abominable tiranía que negaba todas las libertades, cuyo Gobierno empleaba la fuerza pública para asesinar incluso a los diputados que pudieran estorbarle. Y es lo cierto que con su sangre España ahorró a los Estados Unidos, Inglaterra y la misma U.R.S.S. millones de vidas e incontables miserias.
Compárese esto con el origen de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Bien sabido es que radica en una traición a la causa de los aliados en la guerra del 14. Alemania llevó a Lenin cuando el socialista Kerenski trataba de implantar un Gobierno “democrático” que diera mayor impulso a la guerra. Pero hizo más: por una orden del Reichsbank de 15 de marzo de 1917, los Bancos alemanes de Suecia y Noruega abrieron cuentas a favor de Lenin, Zinoviev, Kamenev, Trotski y otros caracterizados bolcheviques, para que prepararan la revolución, que triunfó, al grito de “¡Viva la paz!”. Firmada ésta por los bolcheviques, pudo Alemania preparar las ofensivas con que [en] el año 18 intentó triunfar, y tanta sangre costaron a los franceses, ingleses y americanos.
Sigue hoy, como entonces, la U.R.S.S. con el antidemocrático régimen de partido único, alma del Estado, que luego copiaron Italia y Alemania, con la diferencia de que aquél era y es un partido de clase que tiende al exterminio de las demás.
INGLATERRA, LOS ESTADOS UNIDOS Y FRANCIA Y LA NO INTERVENCIÓN
Ya se ha visto cómo Churchill confió en nuestra no intervención al realizar el famoso desembarco, como confiaron también los Estados Unidos, partícipes de la operación. Recuérdese cómo Francia, mientras se mantuvo en pie, dejó desguarnecida su frontera de los Pirineos. Porque fiaba en la lealtad española no pensó siquiera en ofrecernos ninguna compensación, como es público ofreció a Italia, de cuya actitud, con razón, no se fiaba.
Durante la Cruzada, Inglaterra formó parte del Comité de No Intervención, y tuvo muy gran interés en que se mantuviera este principio, reconociendo que en nuestra guerra se ventilaba una cuestión que a los españoles correspondía resolver. Una vez resuelta por total derrota de los rojos, Inglaterra, Francia y los Estados Unidos se apresuraron a enviarnos sus embajadores, y aquí han seguido ocupando sus puestos. Bien reciente es la presentación de credenciales del que acaba de enviar Inglaterra. Y son las Embajadas manifestación de una más o menos estrecha amistad entre las naciones. La primera demostración de enemistad es la ruptura de relaciones y la consiguiente retirada del embajador. Con razón los norteamericanos estiman como evidente prueba de doblez que el Japón, mientras mantenía su Embajada en los Estados Unidos, preparara y asestara el golpe contra su escuadra, que les hizo entrar en la guerra. Sería una manifiesta contradicción que Estados Unidos e Inglaterra, que mantuvieron a los ojos del mundo relaciones normales con España cuando los supuestos agravios se inferían, rompieran su amistad hoy, [ya] que no hay ni pretexto para tales agravios. Los rojos españoles, que pretenden esto de los Estados Unidos e Inglaterra, son quienes ofenden a tales naciones tan sólo con el supuesto de que incurran en tal error.
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