La División azul vista por una rusa de la época
Extractos del “diario de Lidia Osipova”, una rusa anticomunista en el cerco de Leningrado:
--19 de septiembre de 1941. Tras muchos rumores fallidos ocurrió lo que tanto anhelábamos: los alemanes han llegado. Esperamos con gran tensión y esperanza la libertad y al fin vemos a dos auténticos soldados alemanes que avanzan por la carretera; las mujeres les rodean y les ofrecen lo mejor de sus míseras reservas alimenticias: quien unos huevos, quien un terrón de azúcar, etc. Los alemanes estaban sorprendidos y sin ningún signo de agresividad.
23 de septiembre. Conversamos con dos oficiales alemanes y uno de ellos nos dice que su evangelio es servir al Führer, porque el Führer es su único Dios, ¿Qué significa esto? ¿No habíamos oído ya entre nosotros una fraseología semejante? ¿Nos habremos vuelto a equivocar?
5 de septiembre. El idilio con los alemanes se acabó, comienza la tragedia de la guerra. Ayer, frente a la farmacia, los alemanes ahorcaron a dos hombres y una mujer. Los ejecutaron por merodeadores. Los encontraron en territorio neutro entre las trincheras alemanas y las rusas, pese a que esto es la guerra y nos encontramos en la línea del frente; una oscura nube flotaba sobre la ciudad. La moral de la gente se tornó lúgubre.
25 de mayo de 1942. Nos trasladamos a Pavlovsk
25 de junio de 1942 Circulan rumores de que pronto tendremos aquí a los españoles de la célebre División Azul
25 de agosto de 1942. Conocemos a un intérprete de la División Azul, un tal Alexandr Doski, traductor de la Plana Mayor del Regimiento 262º. Arquetípico emigrante “blanco”: chófer en París, mercenario en la Legión Española, si bien había venido a luchar contra el comunismo; pero esto para él era una circunstancia casual, la paga era mayor; un vulgar trepa. Los españoles eran gente de buen corazón, generosos y humanos, pero frustraron nuestras expectativas respecto a su aspecto físico. En nuestra imaginación los representábamos como un pueblo bello y apuesto, pero en realidad eran de pequeña estatura, inquietos como monos, desaliñados y pícaros como gitanos, pero generosos y simpáticos. Todas las bellas de la ciudad que convivían con los alemanes se pasaron a los españoles y los españoles se mostraron tiernos y corteses con las mujeres. Alemanes y españoles se odiaban cordialmente, principalmente a causa de su rivalidad por las mujeres.
Los españoles recibían dos raciones de suministro, una del Ejército alemán y otra de España, y lo que les sobraba lo repartían entre la población. La población civil valoró de inmediato el benevolente talante de los españoles y rápidamente se establecieron lazos de afecto, no solo con las jóvenes, sino especialmente con los niños. Tales relaciones eran impensables con los alemanes. Cuando los alemanes se movían con sus carros jamás consentían que nadie, bajo ningún pretexto, subiese a bordo. Cuando lo hacían los españoles, los carros se inundaban de niños que iban de un lado a otro con los carreros. Los Josés y Manueles andaban por las calles rodeados de niños colgados de brazos y espaldas
17 de septiembre de 1942. Ocurrió un suceso que conmovió a la población. Un huérfano de guerra que andaba vagabundeando robó un pan, por lo que estuvo a punto de ser fusilado, a no ser por la enérgica intervención de un capitán español (…) Sin embargo, en lo referente al trabajo, era mucho mejor colaborar con los alemanes. Con ellos siempre sabías lo que querían y cómo complacerles; pero estos venales (¿? debe de ser una mala traducción) personajes españoles siempre te dejan colgada con sus órdenes y contraórdenes.
1 de octubre de 1942. Una joven que trabajaba en el baño y la desinfección con los españoles fue muerta por la metralla de una granada. El féretro fue llevado a hombros por los españoles, que la enterraron con todos los honores y con gran duelo. (…) Yo colaboraba con los españoles en la organización del baño y desinfección de soldados, pero mis españoles me tenían agotada y considero interesante establecer un paralelo entre españoles y alemanes tal cual nosotros los vemos. Alemanes: silenciosos y tranquilos. Españoles: ruidosos e inquietos. Los alemanes obedecen las órdenes a rajatabla, por absurdas que sean. Los españoles interpretan las órdenes como cada cual las entiende. Los sábados por la noche los españoles reciben su ración de vino o coñac y cuando se emborrachaban salían por el pueblo a buscar camorra a los alemanes. Los alemanes se defendían, a veces en pleno día y sin que mediara bebida se entablaban peleas entre los soldados. Los alemanes son extremadamente cuidadosos con su equipo y ahorrativos con sus productos alimenticios, no pierden ni una miga gratuitamente. Cuando los españoles recibían sus mudas nuevas, cogían las tijeras y cortaban las perneras, convirtiendo los calzones largos en cortos. Los restos los aprovechaba yo para mi lavandería.
Los alemanes son valientes si así lo manda el Führer. Los españoles que yo conocí carecían de instinto de conservación; en un ataque podían perder el 50% de los soldados, mientras que el otro 50% seguían combatiendo y cantando; esto lo he visto yo con mis propios ojos y hasta los alemanes estaban asombrados con su valor y resistencia.
Los alemanes, pese a su famosa sentimentalidad, podían ser muy groseros con las mujeres. En general les gustaba organizar en lo posible una existencia cómoda con sus parejas y al tiempo se comportaban como egoístas y desvergonzadamente despectivos y groseros con ellas. En los trabajos las obligaban a limpiar las letrinas de sus estancias y cuarteles y liberar de nieve las vías de tren y las carreteras hasta la extenuación, y si se terciaba no tenían reparo en golpearlas. Los españoles eran impetuosos y apasionados, pero respetaban sinceramente a las mujeres; por celos podían apuñalar a sus compañeros, pero en ningún caso abusar de ellas o menospreciarlas. Como ya he dicho, los alemanes y los españoles solo tenían en común su recíproco desprecio.
8 de enero de 1943. Algaradas entre los españoles y los alemanes. Estos habían golpeado a unas mujeres; los españoles salieron a la calle y comenzaron a agredir a todo alemán que encontraban en el camino; las peleas fueron auténticas. Como siempre en nuestro mundo loco, las acciones caballerescas no procedían del mando, sino de los simples soldados”.
No quedan mal los hispanos, pese a ser más bajos y feos que los alemanes. No tenía yo la menor idea de ese “desprecio recíproco” entre unos y otros. Por
todo lo que había leído, parece que hubo una fundamental camaradería, que lógicamente no excluía los roces y pendencias. Para los españoles, los alemanes eran “cabezas cuadradas”, pero en general parece que admiraban su disciplina y eficiencia; a los alemanes les chocaba el aspecto indisciplinado de los españoles, pero admiraban su valor. En todo caso, el mando alemán concedió a la DA una gran cantidad de cruces de hierro y otras medallas que ciertamente no se regalaban, y a Muñoz Grandes una de las principales condecoraciones, lo que indica un aprecio real. De todas maneras, el testimonio de Lidia Osípova es interesante y debe de reflejar su parte de verdad.
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