Re: La Patria como unidad ¿religiosa o lingüística-cultural?
La cuestión de la nacionalidad es un problema generado artificialmente desde los estados-nación, o forma moderna de ejercer una soberanía sobre una sociedad. En estos días, absolutamente nefastos, hueros, estériles y yermos, oímos que entre los terroristas muertos que han atentado en Barcelona y Cambrils hay alguno que es español. Si nos quedamos con el mantra burocrático-administrativo del DNI pues si, alguno era español, pero si nos vamos al verdadero trasfondo de lo que significa ser esto o aquello, lo cierto es que entre los miembros de esa banda no había ningún español.
En mi opinión, ser de un sitio u otro no lo hace el nacimiento: ¿qué es el que nace en un avión a diez mil metros de altura? ¿o el que nace en un buque a dos mil millas naúticas de cualquier parte? ¿y el que lo hace siendo su madre una desplazada de guerra sobre un territorio que cambia de mano continuamente? Lo que nos dice el Derecho Internacional Público es que en los dos primeros casos el nacido lo será en el territorio de bandera, es decir, la bandera de la aeronave o la del buque, teniendo presente la nacionalidad de los padres ¿y en el tercer caso sobre un territorio donde no hay Estado, ni hay bandera? Sin embargo, eso de que embajadas, buques, aeronaves, son considerados como parte del territorio no es más que una ficción, un artificio burocrático-administrativo.
Lo cierto, es que toda persona es natural de su propia cultura, o sea, de la cultura y tradición y costumbres de sus progenitores y mayores. El crío que viene al mundo en plena huida de su madre por razones bélicas, será tan nacional de su país como su madre y su padre, tan nacional como todos sus antepasados. Y es que lo verdaderamente sustantivo son los pueblos, no los Estados. Los pueblos se forman y sustentan sobre su cosmovisión, religión, linajes y genealogías, tradiciones, costumbres, idioma y hablas, mientras que los Estados cambian, se amplían o disminuye la extensión de su soberanía, el poder en ellos se ejerce de un modo o de otro. Pero los estados sin su población no existen. Hay algunas excepciones. el Vaticano no tiene población propia; la Soberana Orden de Malta, en cambio, carece de territorio. Pero estas excepciones confirman la regla general.
Sin embargo, ¿se pude considerar que moralmente al menos todos los católicos somos "población" del Estado Ciudad del Vaticano? En cierto modo si, aunque no tengamos el mismo pasaporte, DNI, o hablemos el mismo idioma. Desde luego, ateniéndonos a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo, "un solo pastor y un solo rebaño" son para mi más que significativas. Lo que no veo, en cambio, como algo viable es que si en un país hay una mayoría católica, los católicos de otros países acaben emigrando al mencionado para constituir una nación católicamente homogénea.
Última edición por Valmadian; 28/08/2017 a las 15:20
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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