Fuente: El Pensamiento Navarro, 22 de Agosto de 1980, página 11; y El Pensamiento Navarro, 24 de Agosto de 1980, página 12.
Las apetencias de los separatistas del ente autonómico del País Vascongado sobre el territorio foral de Navarra llegan a extremos insospechados. Solamente en propaganda, nos filtraban hace unos ocho meses, se han gastado unos 25 millones de pesetas. Habilidosamente, una de esas propagandas era un folleto y un contenido en fórmula de catecismo Astete, que deformaba totalmente la Historia del Reino de Navarra, la vinculación de las provincias Vascongadas a nuestro viejo Reyno y un sinfín de sandeces que solamente los ignorantes podían darle credibilidad.
Ante tamaña patraña, alguien, posiblemente un navarro, de su bolsillo, publicó otro «catecismo» contestando correctamente las preguntas formuladas en aquel engendro.
Hace unos meses, publicábamos en nuestra última página un resumen de este catecismo. Ante las insistentes llamadas y peticiones de nuestros lectores por saber dónde podrían adquirir este librito, hemos creído oportuno reproducirlo, a pesar de que no contamos con la autorización de su autor, al que desconocemos, ni de su editor, también anónimo.
LO QUE ENSEÑA LA HISTORIA
LO QUE DEBE SABER TODO NAVARRO
– ¿Qué es Navarra?
– Navarra es, dentro de su diversidad geográfica y humana, una unidad histórica, un conjunto de hombres y pueblos unidos en un sentimiento común y en un destino también común.
– ¿Tiene algo que ver con los antiguos vascones?
– Originariamente, los navarros son los auténticos vascones, aunque hay que reconocer que en el transcurso de los siglos se asentaron en nuestro territorio otros pueblos, otras razas, que dieron lugar a cruzamientos que genéticamente se consideran saludables y beneficiosos.
– ¿Cuáles fueron estos pueblos?
– Celtas, romanos, visigodos, musulmanes, francos y judíos llenan grandes períodos de nuestra historia, y de su mayor o menor influencia depende la explicación de muchas características de nuestro reino.
– ¿Cuál es la primera noticia de nuestra tierra?
– Nos la da Tito Livio, historiador romano, con motivo de la campaña del general Sertorio contra Roma del año 76 antes de Jesucristo. También Salustio, en su Historia de Roma, relata las últimas operaciones de Pompeyo contra Sertorio y dice que aquél pasó el invierno del año 75 antes de Jesucristo en Pamplona, ciudad fundada por él como lugar de acuartelamiento.
– ¿Existía, pues, Vasconia en ese tiempo?
– No, rotundamente no. Los escritores antiguos hablan del «territorio de los vascones», pero no de Vasconia, que es término moderno.
– ¿Qué territorio ocupaban los vascones?
– La localización de las tribus era cambiante, pero de uno modo general puede decirse que los vascones llegaron en un determinado momento a extenderse por el territorio de la Navarra actual, llegando también a ocupar las poblaciones de Fuenterrabía y Oyarzun, parte de la Rioja y el norte de Aragón. Pero el territorio clásico de los vascones era el regado por los ríos Arga, Ega y Aragón y sus afluentes.
– Entonces, ¿no comprendía a las actuales provincias Vascongadas?
– No. Las llamadas provincias Vascongadas estaban habitadas por tribus distintas de habla celta, llamadas de várdulos, caristios y autrigones. Se extendían hasta las sierras de Urbasa, Andía y Aralar.
– ¿No eran vascones los várdulos, caristios y autrigones?
– No, y la prueba está en que los romanos, para evitarse conflictos, solían respetar las afinidades raciales y lingüísticas, y al organizar el territorio de la Tarraconense, a los vascones les hicieron depender de Zaragoza, mientras que a los várdulos, caristios y autrigones les asignaron al convento jurídico de Clunia, en la actual provincia de Burgos.
– ¿Estuvieron alguna vez unidos estos pueblos a los vascones?
– Ciertamente, no. En los siglos V y VI, presionados por los godos del norte y del sur, los vascones se movieron hacia las actuales provincias Vascongadas, produciéndose lentamente la colonización de las tribus de los várdulos, caristios y autrigones que habitaban en Guipúzcoa, Álava y Vizcaya, pero sin ninguna vinculación ni ligazón política con la tierra originaria.
– Los nacionalistas vascos hablan de Vasconia como el nombre que se dio al territorio ocupado por los vascones.
– Es otro engaño. Este nombre se dio únicamente a las tierras francesas que después se llamaron Gascuña y constituyeron un ducado dependiente de los reyes francos. El mismo nombre de vascos es de origen francés, de bascles, basques, y su aplicación a los habitantes de las provincias Vascongadas era muy moderno. Siempre se les llamó vascongados, es decir, vasconizados. Lo vasco es, pues, concepto distinto de lo vascón.
– Entonces, ¿no hay, como dicen, siglos y siglos de hermandad política?
– Ni hubo siglos y siglos de hermandad política, ni duró tampoco, como afirman, mil años la unión de los vascones con los pueblos vecinos de várdulos, caristios y autrigones.
– ¿Qué ocurrió con Carlomagno el año 778? ¿Lucharon los vascos contra el emperador?
– Otra gran mentira. Los que hoy se llaman vascos no intervinieron en absoluto en la batalla de Roncesvalles. La gloria corresponde sólo a los vascones navarros y aragoneses, aliados quizá con los árabes. Ésta es la verdad, y los que afirman lo contrario, mienten.
– ¿No tuvieron los vascos la más mínima intervención en la derrota del emperador?
– Decir ninguna es poco. Ellos vivían sin contacto con los vascones, adorando a los árboles y al fuego. Lo sabemos por los partes oficiales de los generales musulmanes que entraron en su tierra y los vencieron. En cambio, los vascones navarros eran cristianos y estaban romanizados, lo que quiere decir civilizados.
– ¿Cuándo aparecen en los textos antiguos los navarros?
– En 801 ya se alude en los textos a Pamplona como «población de los navarros».
– ¿Es cierto que los primeros reyes de Pamplona lograron la unión de todos los vascos?
– No. No es cierto. Bastante tenían con asegurar el dominio de su escaso territorio. Íñigo Arista, el primer rey de Pamplona, que ejercía su autoridad en un reducido núcleo territorial, estuvo estrechamente unido no a nuestros vecinos, los que hoy se llaman vascos, sino a los Banu Qasi de la Ribera, que se habían hecho musulmanes; y Aristas y Banu Qasi lucharon juntos contra francos y musulmanes del norte o del sur. Precisamente la alianza entre los Arista y los Banu Qasi es lo que dio cohesión e importancia al reino de Pamplona.
– ¿Qué es la segunda batalla de Roncesvalles?
– Los francos, para luchar contra los Aristas y Banu Qasi, formaron en 824 un gran ejército reclutado entre los vascos franceses –prueba de que no tenían ninguna vinculación con nosotros–. Entraron por el Pirineo al mando de los condes Eblo y Aznar, y llegaron a ocupar Pamplona, pero de regreso, los navarros y sus aliados los musulmanes de la Ribera, los derrotaron estrepitosamente. Los vencedores se repartieron el botín y los prisioneros, y Musa envió a Eblo como presente al emir de Córdoba.
– ¿Qué hacían entretanto los habitantes de las actuales provincias Vascongadas?
– Dependían del reino de Asturias, cuyo rey Fruela llegó a casar con una vasca, mientras los monarcas navarros concertaban matrimonios con príncipes y princesas árabes. La viuda del caudillo musulmán Musa ibn Fortún, muerto en 788, casó con el magnate navarro Íñigo Jiménez, de cuyo matrimonio nació Íñigo Arista, el primer rey de Pamplona. Del primer matrimonio había nacido Musa ibn Musa (m. 862), que casó a su vez con Assona, hija de Íñigo. El propio Abd al-Rahmán III era nieto de una princesa navarra, hija de Fortún García de Pamplona. Almanzor casó a su vez con una hija de Sancho Abarca, que fue la madre de Abd al-Rahmán, llamado «Sanchuelo».
– Los nacionalistas vascos dicen que las provincias Vascongadas estuvieron unidas a Navarra durante mil años.
– Pero esto es otra falsedad. La primera vez que aparecen unidas, no al reino de Pamplona, sino a la corona del rey de Pamplona, fue en tiempos de Sancho el Mayor (1004-1035); pero también estuvieron bajo su cetro otros territorios, como la Rioja, Castilla, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza. No en vano se tituló el primer rey de España y creó un «Imperio hispano» que dio dinastías a León, Castilla, Aragón y Francia. Por eso se llama a Navarra madre de reinos.
– A partir de entonces, ¿cuándo se separaron?
– A la muerte de Sancho el Mayor, sus hijos, que habían de depender del primogénito García, se hicieron independientes, correspondiendo a Fernando el condado de Castilla y después el reino de León; a Gonzalo el de Sobrarbe-Ribagorza; y a Ramiro el de Aragón.
– ¿Y las provincias Vascongadas?
– Éstas, así como la Rioja y Castilla, dependieron muy pocos años de los reyes de Navarra, y sus habitantes nunca se consideraron vinculados a ellos, pues los consideraban como invasores. Bastó que muriera Sancho el Mayor para que la dependencia fuera inestable, separándose en 1076 a la muerte de Sancho el de Peñalén.
– ¿Qué vínculos tenían las provincias Vascongadas con los reyes de Navarra?
– Los mismos que tuvieron con los reyes de Asturias y los de Castilla. Se dejaban gobernar por tenentes de unos u otros según su conveniencia o el mayor o menor poder que aquéllos reyes ostentaban.
– ¿Volvieron a depender de los monarcas navarros?
– Vizcaya se unió definitivamente a Castilla en 1150. Las tierras de Álava quedaron para Navarra en virtud de un tratado de paz suscrito en 1179 entre Alfonso VIII de Castilla y Sancho el Sabio de Navarra. Guipúzcoa fue cambiada por Logroño al rey castellano.
– ¿Hasta cuándo duró esta situación?
– Hasta que el año 1200, durante la guerra entre Sancho el Fuerte de Navarra y Alfonso VIII de Castilla, castellanos y vizcaínos invadieron la provincia de Álava y sitiaron Vitoria, en ocasión en que el rey de Navarra se hallaba por tierras de moros para pedir auxilios. Los guipuzcoanos, viendo el apuro de los alaveses, en lugar de acudir en socorro de Vitoria, pidieron al rey castellano que se posesionase de la provincia, lo que verificó pacíficamente, sin que los navarros pudieran impedirlo. Desde entonces figura la efigie de Alfonso VIII en el escudo de Guipúzcoa.
– Los nacionalistas vascos dicen que la separación de las provincias Vascongadas fue por la violencia de las armas, ¿ocurrió realmente así?
– Los nacionalistas vascos saben que esto no es cierto. Vizcaya y Guipúzcoa se unieron a Castilla voluntariamente, la primera en 1150, y la segunda en 1200, «para siempre», pues todo su afán era no depender de los monarcas navarros. Sólo Vitoria resistió, porque estaba guarnecida por tropas navarras.
– También alegan los nacionalistas vascos que los reyes de Navarra fundaron varias ciudades en las actuales provincias Vascongadas.
– Sí, Sancho el Sabio repobló Vitoria frente a la cofradía de Arriaga y le dio fueros. Pero muchas más ciudades fundaron en todo el territorio los reyes castellanos. También dio Sancho el Sabio en 1180 fueros a San Sebastián, pero imponiendo la condición de que no acudiera a poblarla ningún navarro, para evitar la hostilidad de los naturales. Ésta es la verdad, muy distinta de lo que nos quieren hacer creer.
– ¿Por qué llaman los nacionalistas vascos a estos sucesos «criminales actos de rapiña»?
– Por evidente cerrazón mental, pues en la adhesión de Vizcaya, Álava y Guipúzcoa a Castilla no hubo más acto de fuerza que la conquista de Vitoria con el auxilio de los vizcaínos. En todo caso, podría decirse que la más desleal fue Guipúzcoa, que no había sido atacada y se ofreció voluntariamente a ser ocupada por Castilla para separarse del dominio de Navarra. A pesar de todo, Navarra continuó siendo reino independiente, y en tiempos de Sancho el Fuerte, ocupó la Sexta Merindad o merindad de Ultrapuertos.
– ¿Cómo se portaron las provincias Vascongadas después de la definitiva incorporación a Castilla?
– Álava y Vizcaya se limitaron a secundar las empresas castellanas, pero Guipúzcoa se convirtió en acérrima enemiga de Navarra, causando innumerables y continuos daños a los pueblos fronterizos, teniendo que intervenir repetidas veces los propios monarcas de Navarra y de Castilla para reprimir tales excesos.
– ¿No pertenece a esta época lo ocurrido en la famosa batalla de Beotíbar?
– Sí, fue uno de los episodios más sonados y ocurrió en 1321. Los navarros habían emprendido una expedición para recuperar algunos castillos ocupados por los guipuzcoanos y, al regreso, fueron sorprendidos en Beotíbar y derrotados, suceso que aún se conmemora en las fiestas de Tolosa.
– ¿Tuvo después grandes reyes Navarra por su calidad humana y política?
– Podemos citar a Teobaldo I, el rey poeta, que sucedió a Sancho el Fuerte y mandó redactar el Fuero Antiguo, núcleo del Fuero General. Estuvo en la cruzada a Tierra Santa al frente de cuatrocientos caballeros navarros con sus correspondientes peones. Fue nombrado en 1239 jefe de todos los ejércitos cristianos y murió en Estella en 1253. Le sucedió Teobaldo II, que casó con Madama Isabel, hija de San Luis, rey de Francia, y murió en la cruzada de Túnez. Carlos II llegó a adueñarse de la ciudad de París, y Carlos III el Noble dio el Privilegio de la Unión, que puso término a las guerras entre los burgos pamploneses. Otra figura ilustre fue el Príncipe de Viana, tan amado de catalanes y navarros.
– ¿Cómo perdió Navarra su independencia?
– De una manera harto sonrojante que los nacionalistas vascos quisieran olvidar. Dividida Navarra en dos facciones, agramonteses y beaumonteses, Fernando el Católico concibió el proyecto de anexionarla a Castilla, aprovechándose alternativamente de una u otra facción. Es un momento crucial en la historia de las relaciones de Navarra con las provincias Vascongadas.
– ¿Qué ocurrió en verdad?
– Que un ejército mandado por el duque de Alba cruzó la frontera por Salvatierra de Álava el día 19 de julio de 1512, y en su vanguardia iban tropas voluntarias alavesas y vizcaínas, mientras en Guipúzcoa se reclutaban rápidamente 3.000 hombres de a pie y 400 lanzas para luchar contra Navarra. Los alaveses habían solicitado el honor de conquistar la fortaleza de Estella, a lo que accedió Fernando el Católico.
– ¿No viene de aquí esa historia de los doce cañones del escudo de Guipúzcoa?
– Efectivamente. Los voluntarios guipuzcoanos atacaron en su retirada por el puerto de Velate a las tropas del rey de Navarra, apoderándose de doce cañones de batir, que como trofeo llevaron gozosos a Pamplona para ofrecerlos al duque de Alba. He aquí un símbolo al revés de la pretendida unidad política vasca.
– Bueno, dicen que los han quitado recientemente del escudo.
– Podían haberse ahorrado este trabajo, pues Navarra, durante más de cinco siglos y medio, los ha visto en el escudo de Guipúzcoa y nunca se le ha ocurrido protestar ni se ha sentido ofendida por ello. Cada pueblo es lo que es, y nadie puede impedir que exhiba heráldicamente lo que considera una gloria.
– Según esto, ¿eso que llaman Euzkadi no ha existido nunca?
– Nunca. Nunca Navarra formó parte de un estado conjunto con las provincias Vascongadas, ni siquiera cuando éstas dependieron durante unos pocos años, al igual que Castilla, la Rioja o Aragón, de la corona de Navarra. Esta dependencia fue puramente nominal, sin integrarse en el estado y tratando siempre de separarse. El historiador guipuzcoano Soraluce, por ejemplo, ya dice que Guipúzcoa «no quiso nunca ni a buenas ni a malas» depender del reino de Navarra.
– Para terminar el tema, ¿fueron las provincias Vascongadas a su vez un Estado juntas las tres?
– También esto es una falsedad que propagan los nacionalistas vascos, pues las tres tuvieron una actuación propia independiente, con los atributos de una personalidad, unos fueros y unas leyes distintos.
– ¿Se conforman ahora con la situación derivada del Estatuto?
– Evidentemente no, pues los votos afirmativos no representan ni mucho menos la voluntad de la mayoría de la población. Lo que ocurre es que se han impuesto por el terror. El día que estas provincias, sobre todo Álava y Vizcaya, puedan expresar libremente sus sentimientos, el nacionalismo vasco será repudiado.
– ¿Puede decirse que la tradición vasca es castellana?
– Absolutamente, porque el nacionalismo separatista es cosa reciente. Incluso Iparraguirre, el autor del Guernikako arbola, era un ardiente españolista, que se emocionaba en la emigración con el recuerdo de España.
– ¿Cómo se hizo la incorporación de Navarra a la corona de Castilla?
– Los textos de las capitulaciones y juramentos reales lo dicen bien claro. Por vía de unión entre iguales, manteniendo ambos reinos por separado sus fueros, leyes, reglamentos, usos, costumbres, franquezas y libertades. El rey de Castilla, el titular de la monarquía española, sería el rey de Navarra.
– ¿Quedaron, por consiguiente, en vigor todas las instituciones del reino de Navarra?
– En toda su extensión y funcionamiento, tanto las Cortes como la Diputación del Reino y los tribunales propios.
– ¿Y qué ocurrió con la sexta merindad o Merindad de Ultrapuertos?
– La Merindad de Ultrapuertos, que adquirió Sancho el Fuerte en 1228, después de no poca resistencia armada de los señores bajonavarros, permaneció unida al reino hasta que en 1530 el emperador Carlos V (I de Castilla y IV de Navarra), después de haber rendido la guarnición de San Juan de Pie de Puerto en 1523, retiró sus tropas por dificultades de defensa.
– ¿Cuándo se atentó contra los Fueros de Navarra?
– El reino de Navarra mantuvo su personalidad y sus Cortes hasta la introducción en España del liberalismo centralista y extranjerizante, y fue en todo momento baluarte frente a la Revolución. La primera vez que se atentó contra los fueros fue en las Cortes de Cádiz de 1812, en las que mientras los españoles luchaban contra el invasor francés, los liberales fraguaban una constitución centralista copiada de los franceses que dividió el reino en provincias. La segunda, durante el trienio constitucional de 1820 a 1823. En 1836, durante la primera guerra carlista, España volvió a dividirse en provincias, y en esta situación estaba al terminar la guerra con el triunfo de los liberales.
– ¿Qué representa el Convenio de Vergara?
– Está reconocido por los historiadores como una vil traición, en la que participaron los batallones carlistas de Vizcaya y Guipúzcoa, sin que acudiera a la firma ni un solo batallón navarro o alavés.
– ¿Qué consecuencias tuvo para Navarra?
– Terminada la guerra, y mandando en Navarra los elementos liberales, se llegó a un acuerdo con el Gobierno para que Navarra continuara con su autonomía foral «sin perjuicio de la unidad constitucional», llegándose a la concreción de sus derechos en la llamada Ley Paccionada de 1841, que sigue estando en vigor. Navarra quedó, eso sí, convertida de reino en provincia foral, aunque conservando una amplia autonomía.
– ¿Es una situación deseable?
– Navarra tiene una filiación hispánica inconfundible, y así lo demuestra su historia. Por lo que debe recabar del Estado el reforzamiento de sus instituciones y facultades decisorias en los distintos ramos de la Administración pública.
NAVARRA Y EUZKADI
– ¿Qué es Euzkadi?
– Un ente autonómico inventado por los nacionalistas vascos para agrupar en un Estado único a las provincias Vascongadas, Navarra y los países de Laburdi, Zuberoa y Baja Navarra que son franceses. En su ambición imperialista sueñan también con incorporar territorios de la Rioja, Burgos, Huesca y Lérida.
– ¿No recuerda esto al imperialismo hitleriano?
– El nacionalismo vasco es, efectivamente, imperialista y racista al estilo nazi. No hay más que ver los escritos de sus doctrinarios y sus símbolos, como el llamado lauburu, que fue insignia también de los nazis alemanes. Creen, como éstos, que pertenecen a una raza superior y desprecian a los «maquetos», «la raza más vil y degenerada de España», según Sabino Arana, a quien hoy, después de ocultar su nombre a efectos electorales, se exalta y glorifica como padre de Euzkadi.
– ¿Por qué el empeño de los nacionalistas vascos de apoderarse de Navarra?
– Porque con el apoyo del régimen franquista y el capital procedente de otras regiones han llenado de fábricas todo su territorio y no les queda espacio vital para subsistir. Por otra parte, necesitan distraer al pueblo de los auténticos problemas de la crisis interna, del paro y del terrorismo que están arruinando al país.
– ¿Qué planes tienen al respecto?
– La redistribución del territorio, como dicen, contando con recuperar ellos el nivel de vida perdido, en base a convertir a Navarra en una provincia agrícola que les dé de comer. De esta forma, ellos podrían seguir disfrutando de todo, mientras los navarros seguiríamos mirando al cielo a ver si llueve, viendo pasar por nuestros pueblos sus automóviles camino del veraneo, mientras nosotros atendemos la recogida de las cosechas.
– ¿Y qué pintamos los navarros en este lío?
– Nada. Somos una minoría en cuanto a población, con nuestros escasos 500.000 habitantes, cuando ellos suman más de dos millones.
– ¿Y nuestro régimen foral?
– Nuestros derechos forales son originarios, no otorgados, y están reconocidos por las leyes. Si nos incorporan al Estatuto vasco, tendríamos que renunciar al pacto y entregarnos atados de pies y manos a lo que nos quisieran imponer de fuera. Además, hoy nos relacionamos de tú a tú en muchas materias con el Estado. Si nos incorporan a Euzkadi, tendríamos que hacerlo, si no nos llevan a la independencia y a la ruina, por medio del Gobierno vasco, en el que, en el mejor de los casos, seguiríamos estando minoritariamente representados.
– ¿Esto quiere decir que perderíamos nuestros Fueros?
– Perderíamos, efectivamente, nuestros Fueros, porque son un pacto entre Navarra y el Estado; y Fueros pactados y Estatuto otorgado son incompatibles. Es mucho lo que se exige de Navarra. Es la desaparición de su milenaria personalidad, la sumisión a un poder extraño que violenta hasta nuestras más sencillas normas y costumbres en materia de derecho civil.
– ¿Puede darse este caso?
– Naturalmente que sí. El Gobierno vasco y el Parlamento vasco se interpondrían entre Navarra y el Estado, y nuestras decisiones pasarían por el tamiz de ellos. Piensa que hoy estamos en una democracia y nuestros votos quedarían sumergidos en los de los vascongados, que son más que nosotros. En las elecciones, siempre seríamos minoría.
– Pero si después de una decisión equivocada o precipitada, o simplemente por una abstención culpable, los navarros decidieran en primera instancia la integración, ¿habrá una forma de rectificar o de salirse de Euzkadi si no nos conviene o nos resulta mal?
– Ni lo pienses. Habría referéndum para entrar, pero no para salir. Es como en el cuento de irás y no volverás.
– Explícate mejor.
– Una vez votada la integración en el primer referéndum, habría que aprobar un Estatuto común para las cuatro provincias, y lo que pretenden es que esta votación se haga por todos los electores incluyendo a Navarra y formando una sola circunscripción electoral. De esta forma, como somos menos, aunque el nuevo Estatuto no nos convenga, nada podríamos hacer.
– Pero eso es absurdo y no tiene lógica.
– Tan absurdo e ilógico que colocaría a Navarra en una situación límite que no tiene precedentes en la historia. La entrada en Euzkadi sería el suicidio colectivo del pueblo navarro.
– ¿Sería perder nuestra condición de hombres libres?
– Así es, efectivamente. El navarro, dueño hasta ahora de sus destinos, no podría decidir por sí en ninguna materia. Sería un mero servidor de los intereses de Euzkadi, que por la fuerza de los votos nos esclavizaría para siempre.
– Pero Euzkadi es hoy por hoy una ruina moral y material…
– Por eso, porque es una ruina moral y material, quieren arrastrarnos a nosotros e imponernos la opresión más humillante que se puede imponer a un pueblo libre: la de emplear las cadenas de nuestro propio escudo para sojuzgarnos.
– En otro orden de cosas, ¿ofrece alguna ventaja económica la integración en Euzkadi?
– Absolutamente ninguna, porque además de continuar, en el mejor de los casos, atendiendo a nuestras propias necesidades, tendríamos que contribuir a las cargas del Gobierno y del Parlamento vascos y a las del Estado. Ellos mismos lo dicen. Todo lo que nos conceden es que Pamplona sea la capital teórica de Euzkadi, la cabeza del distrito universitario vasco, la sede del Tribunal Supremo vasco y del Arzobispado vasco. Como ves, un sinfín de posibilidades económicas para crear puestos de trabajo para los navarros.
– ¿No dicen que tendremos un mercado vasco para nuestros productos agrícolas?
– Eso dicen, pero olvidan que ahora lo tenemos para los treinta y cinco millones de españoles, y podría suceder que lo perdiéramos si nos anexiona Euzkadi.
– ¿Tenemos actualmente alguna dependencia de Euzkadi?
– Ni comercial ni industrialmente dependemos de eso que llaman Euzkadi, pues nuestro comercio y nuestra industria están orientados a los mercados de toda España. Nuestra agricultura se complementa perfectamente con la de Aragón y la Rioja, y juntas tendrán que concurrir al Mercado Común europeo.
– ¿Es, pues, el intercambio entre las regiones lo que sostiene nuestra economía?
– Naturalmente. Y piensa que todo lo que a ellos les es indispensable lo reciben de otras regiones. Bilbao, por ejemplo, donde por supuesto no se habla el vascuence, recibe el agua que bebe de las montañas de Burgos, y la indispensable fuerza eléctrica, de los saltos del Duero en el reino de León. Bebe vino de la Rioja, se alimenta del aceite, el trigo, la carne y la leche que le envían Navarra, Andalucía, Extremadura, Castilla, León, Asturias y Levante. Su puerto recibe mercancías de todo el mundo, no para Euzkadi, sino para toda España. Y no digamos San Sebastián, que bebe el agua de Navarra, y cuyo antiguo esplendor de ciudad veraniega es ya una ruina insalvable. Porque eso representa el intento separatista de los nacionalistas vascos, la ruina y el hambre para el pueblo, que hasta hace poco iba a la cabeza del desarrollo y del bienestar.
– ¿Qué es eso del batúa?
– Un violento atropello al idioma vascongado. Una pretendida unificación de los dialectos naturales hablados por el pueblo. La mayor parte de las palabras son inventadas. Y hasta el ilustre y noble nombre de Navarra lo han convertido en esa horrible palabra de Nafarroa, que más parece un insulto. Llegan hasta el ridículo de escribir con K las palabras castellanas que no tienen el batúa. ¿Y qué diremos de Pamplona? Antes la llamaban Iruña. Ahora quieren que se diga Irunea.
– ¿Para eso tratan de imponer el batúa a todos los navarros?
– Primero decían que respetarían a la población que no hablara vascuence y ahora pregonan abiertamente que lo impondrán a toda Navarra.
– ¿También a la Ribera?
– También.
– ¡No me hagas reír!
– No es cosa de risa, sino de resistir a este empeño euzkadiano de colonización por medio del idioma. En la Ribera, si alguna vez se habló el vascuence, que es cosa que no se sabe, fue hace la friolera de más de mil años, antes de la venida de los romanos.
– A mí la imposición me parece absurda y ridícula.
– Sería además un atraso. El dinero que se invierte en «ikastolas», regidas en ocasiones por «profesores» improvisados que sólo saben enseñar odio a España, estaría mejor empleado en algo más provechoso para el pueblo. Pero, sobre todo, hay que exigir que el que quiera aprender batúa se lo pague de su bolsillo, y no corra el gasto a cuenta de los presupuestos de la Diputación o los ayuntamientos, es decir, del bolsillo de todos los navarros, baturras o no.
– ¿No crees que el vascuence navarro debe ser protegido?
– Claro que sí. Aunque el vascuence es el idioma de una minoría, que además es bilingüe, debe ser protegido. Navarra debe impedir que este idioma que hablaron algunos navarros en tiempos lejanos desaparezca, pero sin tratar de imponerlo a los que no lo hablan. Donde pervive, debe mantenerse y protegerse para que no desaparezca, desechando el esperanto-batúa, que es un idioma artificial extraño al país.
– ¿Es verdad, como dicen los nacionalistas, que el idioma castellano es impuesto?
– Otra falsedad suya. En Navarra se habló el romance navarro antes de que Castilla fuera reino. Ahí está, sin ir más lejos, el valle de Romanzado, de milenaria antigüedad. Se trata, pues, de un idioma autóctono, que con el transcurso de los siglos fue fundiéndose con el castellano. Pero originariamente era el navarro, que se extendió por Aragón hasta el Mediterráneo.
– ¿Hay algún texto legal navarro escrito en vascuence?
– Absolutamente ninguno. Primero se escribió en latín, y luego en romance. Hasta el Fuero está escrito «in idyomate Navarre terre», en el idioma de la tierra de Navarra.
– ¿Qué representa, pues, este intento de vasquización?
– Algo semejante a lo que trató de hacer la Alemania nazi con la católica Austria. Pero Navarra es tan grande que no cabe en Euzkadi. Y así, como los nazis no pudieron dominar a Austria, tampoco los nacionalistas vascos podrán euskerizar a Navarra; porque este claro componente de tiranía racista supone la anulación de todo lo auténticamente navarro, la conversión de Navarra en una provincia de tercera clase.
– ¿Es así que el nacionalismo vasco supone una regresión?
– El nacionalismo vasco, efectivamente, es regresivo y acrónico. Vuelve a la soledad de sus caseríos y de las vacas. Y el navarro no quiere retroceder a la prehistoria ni al «aida gorri» de los bueyes, sino que se sienta en un tractor y sabe arreglar sus cuestiones de riegos y agricultura con sus hermanos riojanos y aragoneses, con los que está unido con un sentimiento ancestral de paz y concordia. El nacionalismo vasco trata de sustituir el centralismo de Madrid por el centralismo de Bilbao o de San Sebastián.
– ¿Qué me dices de los emigrantes?
– Los emigrantes de Navarra fueron respetados siempre y queridos por sus obras, sin tener en cuenta su procedencia. Aquí hubo de todo, francos, judíos, castellanos, aragoneses, y todos se identificaron con nosotros. En cambio los nacionalistas vascos les llaman «maketos» despectivamente. Pero hoy, como necesitan de sus votos, han cambiado circunstancialmente de táctica y les dicen vascos, aunque con la boca tapada, porque no se lo creen ni ellos. Hay un cantar que refleja esta situación en Vizcaya, y que suele repetirse entre los emigrantes de otras regiones. Dice así:
Cuando fuimos a Bilbao
nos llamaban coreanos,
y hoy que les hacemos falta
nos quieren llamar hermanos.
– ¿Y los navarros?
– Cuando fue por primera vez el Orfeón Pamplonés a cantar a Bilbao nos llamaban «los de la navaja». En Guipúzcoa dicen «navarro ni de barro», lo cual no deja de ser una estupidez. Y hubo un periódico que, cuando rechazamos el Estatuto, dijo que los navarros de la Ribera eran los andaluces de Euzkadi. Como si los andaluces no fueran un pueblo tan digno y estimable como lo es, a pesar de todo, el auténtico pueblo vasco no contaminado del virus nacionalista.
– ¿Se puede ser navarro y ser vasco?
– Ya dijimos al principio que en Navarra hay un substrato vascón en algunas comarcas. Ninguna incompatibilidad hay entre lo vasco y lo navarro si se entiende lo vasco como una herencia de lo vascón. Y una cosa son las cuestiones lingüísticas y raciales, y otra muy distinta las políticas y de nacionalidad. También los alemanes, pongo por ejemplo, son germanos, como lo son los austriacos y muchos suizos, e incluso hablan la misma lengua, pero políticamente son pueblos y naciones diferentes y separados.
– ¿El sentimiento y la conciencia de ser navarro es común a todos los habitantes de Navarra?
– Los nacionalistas pretenden identificar la navarridad con la derecha capitalista para engañar a la izquierda. Pero los mayores capitalistas vascos han militado siempre en el nacionalismo. Lo navarro es ajeno a toda ideología, y lo mismo se trate de derechas e izquierdas, de carlistas y republicanos, de socialistas y, si me apuras, hasta de comunistas, a pesar de eso de la Internacional; todos sienten en navarro y vibran de emoción con nuestras cosas: los de la montaña con el chistu y el tamboril; los de tierra de Estella con sus gaitas; y los de la Ribera con sus jotas, que son la expresión de un alma bravía y noble.
– Como resumen de todo lo dicho, ¿podemos llegar a una conclusión?
– Navarra no es tierra de odios y rencores. Y sabe distinguir entre el nazismo separatista y el auténtico pueblo vasco, que no participa de la enfermedad nacionalista. Pero hay que reconocer que Navarra, ambicionada siempre por vecinos más poderosos, llámese Francia, Castilla o Aragón, tuvo que luchar sola en defensa de su libertad. Lo asombroso es que un reino tan pequeño y de escasa población representara un papel tan relevante en la historia. Es algo verdaderamente genial, de lo que nos enorgullecemos los navarros.
Los nacionalistas han escrito una historia inexacta y tendenciosa, relatando hechos que no ocurrieron, pero que ellos quisieran que hubieran ocurrido. Euzkadi es un empeño absurdo que está arruinando a una región antes próspera y feliz, y trata de engullirse a Navarra sin tener en cuenta que el viejo reino hispánico no puede ser vasallo de nadie. Navarra ha servido siempre a los más altos intereses de la Cristiandad y la Españolidad. Por eso, los navarros no mendigan Estatutos, sino que aspiran a mejorar sus cotas de autonomía foral, dentro de la indestructible comunidad hispánica.
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