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Tema: La domesticación del Ejército: las Reales Ordenanzas de 1978

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    La domesticación del Ejército: las Reales Ordenanzas de 1978

    La urgencia de la reforma

    El tema de las Fuerzas Armadas dentro del plan global de desmantelamiento del sistema jurídico-legal heredado del régimen de Franco, era de tal importancia, de tal gravedad en 1977, que se hizo necesario promulgar de forma paralela a la Constitución, unas "Reales Ordenanzas" más acordes con la letra y el espíritu de la razón de ser -en aquel entonces- del militar español… a partir del 29 de dicbre. 1978, las Fuerzas Armadas españolas pasan de "defender hasta la última gota de su sangre" la "oprobiosa dictadura del General Franco" a defender -también hasta la última gota de su sangre-" el régimen libre y democrático, que en virtud de su soberanía se ha dado libremente el pueblo español…” (S. Hillers de Luque)

    Aunque, evidentemente, las Reales Ordenanzas Militares de Carlos III (del año 1768), necesitaban una actualización a las exigencias de la época, el trasfondo de la urgencia renovadora era otro. Obviamente, para sus planes, el rey Juan Carlos, ya en 1976, la pretendía… El presidente Suárez se fijará para ejecutarla en el general Gutiérrez Mellado, famoso entonces (¿el único militar?) por sus convicciones democráticas.

    http://www.defensa.gob.es/RROO_2009/rroo_1768.html (...Reales Ordenanzas de Carlos III)

    En la Transición, eran permanentes los problemas que los sucesivos acontecimientos políticos provocaban en las Fuerzas Armadas. Eran conflictos derivados de la puesta en marcha del nuevo y borroso proceso autonómico, de las nuevas libertades..., pero sobre todo, del terrorismo contra miembros de Policía, Guardia Civil y Fuerzas Armadas, que provocaban un avance de posiciones intransigentes e involucionistas dentro del Ejército para frenar el proceso reformista gubernativo, al que se veía culpable del desastre.

    Así, frente a ello, la urgencia reformadora del Gobierno Suárez hacia el Estamento militar, pretendiendo contrarrestar la profunda desconfianza de altos mandos hacia los partidos políticos e incluso al rey Juan Carlos ("motor del cambio"). Tentaciones involucionistas a las que se quería poner remedio modificando, radicalmente, la configuración legislativa, principalmente contenida (o que debía contenerse) en las Ordenanzas militares.

    Precisamente, además, (y agravando el problema), el primer gobierno “de la democracia” había refundido los tres ministerios de Tierra, de Mar y de Aire, en un único “Ministerio de Defensa” (con el militar Gutiérrez Mellado al frente), que se presentaba como un departamento civil ajeno al universo militar, cosa que, precisamente en la medida que agradaba a la partitocracia en auge, desagradaba a las Fuerzas Armadas en su mayoría.

    Para ello, Suárez, al frente del primer gobierno de la democracia (junio de 1977), y especialmente Gutiérrez Mellado, buscaban la integración de las Fuerzas Armadas con el resto de la sociedad civil; y sobre todo, reformar la naturaleza de la disciplina militar, definiendo los límites de lo que se podría mandar y lo que sería obligado aceptar, el problema de la polémica “obediencia debida”: es decir, hasta qué punto (en una previsible intentona golpista) se deberían mandar y obedecer órdenes contra el derecho humanitario o contra el texto o el espíritu de la Constitución (o sea, el propio sistema partitocrático) que por entonces iba a comenzar a elaborarse.

    En las Ordenanzas de Carlos III (año 1768) quedaban estos casos incluidos en un amplio y difuso artículo, que terminaba con el conocido concepto: «... debiendo en los lances dudosos, elegir el más digno de su espíritu y honor». Para evitar asonadas, pues, era urgente reformar ese texto que, apelando al “honor” de un hipotético mando rebelde, vinculara a la tropa a secundarle. Era preciso condicionar a jefes y tropa a no sublevarse contra el nuevo régimen “democrático de libertades” anulando dicho Código.

    Así, urgentemente, y a la par que (de modo abusivo e ilegal,por unas Cortes oficialmente no constituyentes, como muchos ponían de relieve, escandalizados), se acordaba elaborar la Constitución, se decidía “domar” al estamento militar, con la redacción de unas nuevas Ordenanzas Militares, subordinando lo militar al poder civil advenedizo y vincularlo como, nada menos, que el supremo deber y honor del estamento militar juancarlista.

    La decisión es adoptada el 13 de septiembre de 1977 por la Junta de Defensa Nacional, presidida por el Rey para “revisar las ordenanzas, teniendo en cuenta la profunda transformación política y socioeconómica de nuestra Patria y la ratificación por parte española del Pacto Internacional de Derechos Humanos”. Rápidamente, se nombraría una Comisión el 31 de octubre, que se pondrá manos a la obra.

    Juan Carlos en la Pascua Militar (6 de enero de 1978), pedía calma tras los innumerables actos terroristas contra militares: «Hay que demostrar que somos capaces de vivir en paz, en la democracia y en la libertad» …“tengo constancia de vuestra disciplina, de vuestra calma y de vuestra presencia de ánimo, … Yo os pido a todos que perseveréis en esa conducta y que sigáis, como hasta el presente,haciendo gala de comprensión, de serenidad y de confianza….” “Disciplina, calma, deber, disciplina, deber,calma, disciplina, etc.” tal era la tónica de políticos, prensa, militares afines, etc.

    Un año después, entró en vigor la Constitución, en diciembre de 1978.

    Respecto al tema militar, la anterior y “franquista” Ley Orgánica del Estado de 10 de enero de 1967 recogía en su artículo 37: Las Fuerzas Armadas de la Nación, constituidas por los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire y las Fuerzas de Orden Público, garantizan la unidad e independencia de la Patria, la integridad de sus territorios, la seguridad nacional y la defensa del orden institucional”.

    Dicho texto sirvió de modelo para la flamante Constitución: Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional. (Artículo 8).

    Nótese el gran cambio entre defender un “orden institucional X” y un exclusivo “ordenamiento constitucional”, sobre todo teniendo encuenta que “ordenamiento constitucional” solo era entendible en el contexto de garantía de la partitocracia despedazadora de España (‘Autonomías’ generalizadas sin freno y con meta secesionista declarada en algunas). Es decir, se obligaba al estamento militar obedecer el nuevo sistema, aun sabiéndolo ateo, revanchista, despedazador de España, y de los valores cristianos que la definieron; y en definitiva, que pese a la defensa encomendada de la integridad territorial, cabía la lectura de no obstaculizar con las armas… ni el derecho de las “nacionalidades” (artículo 2) catalana, vasca, etc. … a ir camino de la secesión si fuere avalado por el ramal separatista de la partitocracia, ni un hipotético revanchismo izquierdista, cosas que se acabarían comprobando, tristemente, años después.

    Casi a la par que entró en vigor la Constitución, en diciembre de 1978, el Congreso y el Senado aprueban el proyecto de Ley, que, el 28 de diciembre de 1978, Juan Carlos sancionará con su firma como Ley 85/1978, de las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas. Las nuevas Ordenanzas presentaron la novedad de la subordinación militar a la Constitución, dando supremacía al Poder civil. Los límites a la peligrosa “obediencia debida”, identificada burdamente con“obediencia ciega”, se conjuraban en varios artículos de las nuevas Ordenanzas, neutralizando a las tropas contra sus jefes y a los jefes contra la Constitución, que era de lo que se trataba:

    «Art. 3. La razón de ser de los Ejércitos es la defensa militar de España y su misión garantizar la soberanía e independencia de la Patria, defender la integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

    «Art. 26. Todo militar deberá conocer y cumplir exactamente las obligaciones contenidas en la Constitución. ….

    «Art. 34. Cuando las órdenes entrañen la ejecución de actos que manifiestamente sean contrarios a las leyes … en particular contra la Constitución, ningún militar estará obligado a obedecerlas; en todo caso asumirá la grave responsabilidad de su acción u omisión.»

    https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1979-868


    Los sucesivos textos legales irán en esta dinámica y ya no es preciso extenderse en ellos.

    Aparece dos años después, la Ley Orgánica 9/1980, de 6 de noviembre, de Reforma el Código de Justicia Militar de 1945, siguiendo su propia ordenación, pero con nueva redacción de artículos y epígrafes de apítulos. El artículo 185 señala quiénes están exentos de responsabilidad criminal y, en el apartado 12, se refiere al que obra en virtud de obediencia debida, para puntualizar: «Se considera que no existe obediencia debida cuando las órdenes entrañen la ejecución de actos que manifiestamente sean contrarios a las leyes y usos de la guerra o constituyan delito, en particular contra la Constitución.»

    Al fin, tal urgencia reformadora premió la prevención anti-golpista del sistema, ya que:

    Esta Ley Orgánica 9/1980 sería pronto utilizada, ya que los acontecimientos del 23 de febrero de 1981 tienen lugar sólo cuatro meses después. De no haber existido esa actualización legislativa les hubiera sido más difícil a los Tribunales militares juzgar a la mayoría de los participantes, que hubieran argumentado la eximente de la «obediencia debida». Con el espíritu del artículo 34 de las Reales Ordenanzas incorporado al Código de Justicia Militar, la labor de los jueces quedó notablemente facilitada.”
    Última edición por ALACRAN; 28/02/2018 a las 21:49
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    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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    Re: La domesticación del Ejército: las Reales Ordenanzas de 1978

    Comentarios (selección...) de D. Sigfrido Hillers de Luque a las Reales Ordenanzas de 1978:
    (negritas y subrayados son míos)

    (Respecto a la legalidad franquista anterior, las Ordenanzas de 1978) “… A cambio de este "trueque"(defender el ´"ordenamiento constitucional" del régimen actual en lugar de defender el "orden institucional" del régimen anterior), se les permite introducir un término nuevo y "aconstitucional": Patria.
    No es un tema baladí. No pudo entrar en el texto de la Constitución de 1978, igual que tampoco pudieron entrar los términos "Dios" o "bien común" (ver las explicaciones expuestas públicamente entre otros por Torcuato Fernández Miranda, que -desde el punto de vista jurídico-filosófico- producen "bochorno" y vergüenza ajena. … En las RR.OO sin embargo, el término "Patria"-como no podía ser menos, se repite machaconamente a lo largo y ancho del texto, v.gr. art.4; 9; 18; 20; 23; 24; 27, etc… “en la Constitución de 1978, no existe... y no por casualidad, sino por consenso...
    Con buen criterio, se"obvió"... para evitar precisamente eso, i.e. que se rompiera el consenso
    ... Se quedó en una neutra redacción del art. 2: "... la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles...", i.e. "patria" con minúscula como equivalente a decir "solar"; "lugar" o espacio geográfico...


    Art. 11: "La disciplina, factor de cohesión que obliga a todos por igual, será practicada y exigida como norma de actuación..."

    Hasta ahí, todo normal. Sin disciplina no se concibe un Ejército serio. Lo grave es el párrafo que sigue a continuación
    "...Tiene su expresión colectiva en el acatamiento a la Constitución, al que la Institución Militar está subordinada".
    Así pues, se vuelve a remachar "el clavo" anterior.
    Un texto hecho ex-profeso para los militares, aprovecha algo tan básico en ellos como es la disciplina, para recordarles, una vez más, que lo importante -más que la Patria... concepto "vago" y "filosófico"- es la Constitución... a modo de "póliza de seguros" de los partidos políticos. Si se medita un poco sobre este punto, es evidente que los artífices de la Transición tienen que apelar a la disciplina (al "voto de sagrada obediencia") para que los militares "acaten" la Constitución de 1978...


    Art. 4: "... las Fuerzas Armadas, identificadas con los ideales del pueblo español, del que forman parte... son elemento esencial... en su alerta permanente por la seguridad de la Patria (sic)"
    …Es cierto que España, como Nación, como Patria -como "proyecto sugestivo de vida en común"- ha tenido durante siglos una comunidad de ideales; una personalidad propia; una entidad espiritual; una Weltanschauung característica, enraizada en una escala de valores mayoritariamente no solo aceptada por el pueblo español, sino incluso a veces heroicamente defendida; i.e. "la interpretación católica de la vida y de la Historia" (José Antonio)...

    Pero a partir del día siguiente a la festividad de los Santos Inocentes de 1978, el pueblo español en su conjunto no puede, no debe tener ideales comunes. Lo que consagra la Constitución en sus art.1.1 y art. 6 es todo lo contrario: Es el "pluralismo político" (pluralismo ideológico) como uno de sus valores supremos y son los partidos políticos -en régimen de oligopolio- los únicos que pueden expresar ese "valor superior" constitucional (el pluralismo político).


    ) Art. 7: "Las Fuerzas Armadas ajustarán su conducta, en paz y en guerra, al respeto a la persona, al bien común y al derecho de gentes. La consideración y aún la honra del enemigo vencido... están dentro de la mejor tradición española"…
    Naturalmente que, como termina el párrafo del artículo “dentro de "la mejor tradición española", la Constitución de 1978 no se promulgó para consagrarla, sino todo lo contrario... Para romper con ella; para acabar con esa "interpretación católica de la vida y de la Historia" tradicional, secularmente seguida y defendida (... y "exportada" al mundo entero) por España como Nación. (N.B. De ahí que tengamos que volver a citar la frase ya clásica del ex-Vice-Presidente del Gobierno Alfonso Guerra, que refleja claramente los objetivos; los ideales de los nuevos dirigentes políticos; intérpretes auténticos de la Constitución:"10 años en el poder -el PSOE- y a España no la va a conocer ni la madre que la parió"... Sencillamente ¡magistral!).

    ...Art. 16: "Los Ejércitos de España son herederos y depositarios de una gloriosa tradición militar. El homenaje a los héroes que la forjaron es un deber de gratitud y un motivo de estímulo para la continuidad de su obra".
    Cuando habla de "tradición militar" se está refiriendo a "tradición secular" en los Ejércitos españoles, señalando además que esa tradición no se ha hecho sóla, por generación espontánea, en el transcurso de los años, sino que ha habido unos "héroes" que la han ido forjando. Nada que ver, por tanto, con los nuevos valores de la Constitución de 1978, ni con la sagrada Transición, ni con la famosa "política de consenso" lograda por los "padres de la Constitución" bajo la batuta de AdolfoSuárez/Fdez.Miranda (teniendo siempre como "motor del cambio" a S.M. el Rey).

    Es imposible encajar aquí el "pluralismo político" (equivalente a decir "pluralismo ideológico"), consagrado como "valor superior" en la Constitución de 1978. En la gloriosa y secular tradición militar española no se incluye; no se ha incluido jamás a los ejércitos sarracenos... aunque secularmente; durante siglos, dominaron buena parte del territorio español ...Sin alejarnos tanto en el tiempo, …v.gr. los comunistas Lister, Modesto, Castro Delgado, el "Campesino" etc. jamás entraron en el elenco de "héroes" que forjaron la "gloriosa tradición militar española"… Al Ejército rojo -así se le denominaba- de la República nunca se le consideró que hubiese llegado nunca a formar parte de la "tradición secular "o de los "valores morales tradicionales" de los Ejércitos españoles. Sus mas destacados miembros en el exilio jamás reivindicaron tal derecho. Ellos más bien se consideraban insertados en la corriente de "ejército popular"; emparentados con el "Ejército rojo" bolchevique … Por contra, todos los héroes -sin comillas- del Ejército Nacional 1936-1939 , tales como Yagüe; García Morato; Mola; Moscardó, etc. encabezados por el propio Generalísimo Franco, son reconocidos como militares que han contribuido a forjar la "gloriosa tradición militar" española.

    Todavía lo podemos ver más claro si lo enlazamos con el texto del art. 17:
    "El espíritu que anima a la Institución Militar se refuerza con los símbolos transmitidos por la Historia. Los símbolos fortalecen la voluntad, exaltan los sentimientos e impulsan al sacrificio".

    Perfecto. El redactor del texto tiene toda la razón, desde el punto de vista sociológico y psicológico. Pero es necesario enlazarlo con el comentario anterior... Para los Ejércitos españoles, "los símbolos transmitidos por la Historia" no sirven todos, sin distinción. No se aplica a este importante tema el valor simplemente cronológico ni el simplemente geográfico. Sirve lo dicho antes…
    Por lo mismo, no es ninguna casualidad que las "gloriosas" unidades militares del Ejército leal a la República no adoptan los nombres gloriosos de la tradición militar española, v.gr."Calatrava"; "Santiago"; "Alcántara"; "Gran Capitán"; ... por no hablar de "Covadonga"; "Montserrat", etc. como sí lo hizo el "Ejército rebelde". Nadie se lo hubiera prohibido. Teóricamente el Ejército rojo/republicano era el Ejército legítimo (sic), defensor del orden constitucional, podía hacerlo... Ni se les pasó por la cabeza... Ellos eran el "Ejército popular" y sus unidades llevaban los nombres que mejor les correspondían "Batallón Thaelmann"; "5º Regimiento"; "Brigada Lincoln";"Garibaldi", etc.


    ) Art. 26: "Todo militar deberá conocer y cumplir exactamente las obligaciones contenidas en la Constitución..."
    Como se puede comprobar, a través de la continua reiteración, este es el verdadero motivo, la verdadera finalidad de redactar y publicar -a toda prisa- estas Reales Ordenanzas… el sometimiento total y completo, sin reservas, a la Constitución. Con el art. 2-repetición como sabemos del propio art. 8 de la Constitución, hubiera bastado. Vemos que no. Hay que repetírselo, por activa y por pasiva, a los militares españoles de 1978.

    En este art. 26, rizando el rizo, se llega al ridículo… parece chocante esta exigencia a los militares por parte de un "régimen tolerante y democrático", máxime teniendo en cuanta que bajo "la oprobiosa Dictadura", jamás se les exigió que conociesen ni siquiera "de visu" las Leyes Fundamentales (constitucionales) entonces en vigor... A pesar de que -como ya antes comentábamos- el art. 37 de la Ley Orgánica del Estado -Ley Fundamental- expresamente les encomendaba el deber de "defender el orden institucional" (i.e. el régimen de Franco). Ni se enteraron cuando los hábiles "trileros" efectuaron el "cambiazo"...


    http://sighluque.tripod.com/ajco5.html

    Última edición por ALACRAN; 28/02/2018 a las 16:43
    Pious dio el Víctor.
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    Re: La domesticación del Ejército: las Reales Ordenanzas de 1978

    ¿"Comandante supremo"?

    Revista FUERZA NUEVA, nº 565, 5-Nov-1977

    ¿Comandante supremo?

    Todo el mundo creía, sobre todo los que somos profanos, que las últimas reorganizaciones (1977) de los Ministerios militares tenían, entre otras, la finalidad de separar el Mando castrense de la rama político- administrativa. Esa era la conclusión a que nos llevaba las explicaciones que nos dieron los profesionales con los que comentamos el tema, aparte de la lectura en la prensa de escritos oficiales y comentarios sobre tal asunto.

    Sin embargo, ahora tenemos que deducir, en cambio, que a lo que se va es justamente a lo contrario: a elevar al ministro de la Defensa al rango de comandante supremo de los Ejércitos.

    De ser cierto esto, tal como lo entendemos, haría verdad el rumor, que no podíamos creer, pero el último informe de Gutiérrez Mellado, hecho público en la prensa, lo parece confirmar al advertir que la inminente reestructuración del Ministerio de Defensa tiende “a deslindar la rama militar de la política-administrativa, aunque ambas dependientes del ministro”.

    En mi modesta opinión, ello es gravísimo por cuento de ese modo se pone en manos políticas exclusivamente la capitanía general de nuestras Fuerzas Armadas, puesto que ese Ministerio de Defensa puede darse el caso -y de hecho hay que hacerse a la idea de que esto ocurra- de que su titularidad la ocupe no un militar, como ahora (1977) ocurre, sino un civil al servicio de los intereses concretos de su partido político, con el agravante, posible también, de que sea hombre de talante antimilitarista u obligado servidor por disciplina de partido, de ideas o intereses contrarios a los de las Fuerzas Armadas, lo cual ya ha sucedido en anteriores etapas o periodos democráticos de nuestra Historia.

    Ellos nos llevaría a que ese posible ministro civil y aun enemigo de los Ejércitos y de cuanto éstos representan en la vida nacional, en la Patria en suma, ocupe no sólo la dirección político-administrativa de la Defensa Nacional, sino el mismísimo mando directo de nuestras Fuerzas Armadas, concediéndosele unos poderes de hecho, casi paralelos o pariguales a los del Rey, lo cual, insistimos, que a nuestro modesto y profano entender es totalmente opuesto de lo que se anunció en su día y que a juicio del que escribe resulta más aconsejable por la sana política, orden castrense y por el sentido común.

    Confiemos en que no llegue a buen puerto semejante proyecto, que indudablemente supeditaría el mando militar a los vaivenes de la política partitocrática y que, por el contrario, se siga manteniendo la deseada separación entre ambos canales.

    Ramón de Tolosa

    Última edición por ALACRAN; 31/12/2023 a las 18:22
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    Re: La domesticación del Ejército: las Reales Ordenanzas de 1978

    Lo que se pretendía (y se consiguió) con la reforma “democrática” del Ejército, en la transición


    Revista FUERZA NUEVA, nº 568, 26-Nov-1977

    EN TORNO A LOS EJÉRCITOS

    César Esquivias

    La constitución de una “Comisión” de las FAS encargada de la actualización o reforma de las Ordenanzas Militares de Carlos III indica a nuestro juicio la corriente iconoclasta y perniciosamente transformadora que el segundo Gobierno de la Corona (Adolfo Suárez) está marcando, bajo la directa inspiración de Gutiérrez Mellado, en el ámbito de lo castrense.

    Tras una hipotética necesaria adecuación a los tiempos presentes, a la norma “democrática” oficial, así como a supuestos condicionamientos que desde ahora deben pesar en las reglas militares a consecuencia de la firma por España de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se da la sensación de que se está tratando de desarmar espiritualmente y dejar sin relieve gran parte de los valores permanentes que eran consustanciales con la historia de nuestros Ejércitos, con su tradición puramente castrense y con la manera de ser de nuestros militares.

    Seguimos pensando, con José Antonio Primo de Rivera en que el hombre es el sistema, y también con Sócrates al decir que éste -el hombre- es la dinámica de todas las cosas. Por eso, si bien está pretender modernizar, adecuar técnica y materialmente a nuestras Fuerzas Armadas al paso que hoy marca la realidad del mundo, lo cual constituye un motivo de alabanza de llevarse adecuadamente a cabo, no por ello debemos dejar de criticar cuanto de aberrante, pernicioso o contrario al ser militar español -especialmente en su sentido del deber con la Patria y con los valores trascendentes e irreversibles de España- puede resultar de su aparente y actual orientación oficial.

    Esta tendencia se dirige hacia una asepsia moral y espiritual, en el sentido castrense y de cara a la problemática nacional, así como a dirigir la acción proyectada gubernamentalmente sobre las FAS con objeto de dar a éstas un apoliticismo total, que si bien puede ser recomendable en la pequeña política, en la perniciosa pugna de los partidos, no debe ser en ningún caso norma obligada cuando la acción u opción política de los militares se presenta como dilema de actuar en pro o en contra del ser o no ser de España, de sus instituciones básicas y permanentes, así como de continuar o de romper la línea seguida tradicionalmente de ser fieles al honor, la ética militar, la dignidad, el valor y la hombría de bien, valores todos consustanciales hasta ahora con quienes se han honrado vistiendo el uniforme de nuestras FAS.

    ***
    No podemos dejar de pensar que en estos momentos el odio contra “lo militar” se está camuflando en una proyección muy concreta -que encierra, no se olvide, el paso decisivo de conseguir traidoramente la total disgregación nacional-, debidamente encarnada en una supuesta “democratización” de los Ejércitos y tendente a que estos dejen de ser la columna vertebral de la Patria y la última garantía para que pervivan los eternos valores nacionales. Con ello se intenta dar paso a un sentido “pacifista”, “contestatario” y negativamente aséptico, en el seno de las FAS, que tiene como envoltura pública y bambalina adecuada la supuesta necesidad de que nuestros militares “se limiten a perfeccionarse en su oficio” con la promesa de mejoras materiales y agitándoles el señuelo de que se tecnifiquen cada día más, que posean mejores medios bélicos. Todo esto a cambio de que dejen de ocuparse de la cosa pública, de los acuciantes problemas que tiene España planteados, aunque en su solución o no se jueguen temas tan trascendentes y vitales como la fe en Dios, la moral nacional, la justicia, la paz ciudadana y, sobre todo, la unidad de la Patria. (…)

    ***
    La “apolitización” de nuestras FAS, debemos decirlo, en el sentido de que se trata aparentemente de llevar a cabo con las normas “democratizadoras” que emanan del Poder, sólo tiene, insistimos, un fin demagógico y demoledor, muy similar a cuanto la Segunda República, en manos de Azaña, trató de realizar en su día con resultados nefastos para el Ejército y su moral. Los militares españoles -creemos estamos en la realidad justa al decirlo- no son simples “profesionales”, sino hombres que al vestir uniforme y jurar la sagrada bandera de España han hecho profesión de fe en un destinos imperecederos. Son “soldados”, pueblo en armas, no facción, casta, ni clase, dedicados al culto del honor –“el Ejército, esa religión de hombres honrados”-, al deber, a la defensa de lo permanente, que no puede ser objeto de manipulación partidista, ni estar alejados de cuanto consustancial con la Patria merece su atención, defensa y garantía, aun cuando para ello se enarbolen banderas reformistas, promesas de materiales tecnicismos, demagógicas llamadas a la necesaria obediencia derivada de una supuesta voluntad mayoritaria popular, que no es, en definitiva, otra cosa que la expresión del juego partitocrático, salido de unas urnas de resultados cambiantes, según el valor de los resortes circunstancialmente en el poder o del mudante talante de un electorado presionado por los medios de comunicación, por el partido político mejor organizado o por el grupo de presión más poderoso.

    ***
    Bien está, en definitiva, la adecuación de medios modernos, de normas orgánicas, de disciplinas adecuadas, para la mejor dotación y desenvolvimiento de específica función de nuestras FAS. Pero sin encubrir la necesidad militar, las mejoras castrenses de todo orden, con la patente de corso para desmilitarizar espiritualmente a nuestros Ejércitos, apartarlos de sus sagrados deberes para con la Patria y hacerles olvidar, en última instancia, que en ellos hoy, como ayer, como siempre, está depositada la confianza mayoritaria de nuestro pueblo, en el sentido de que en todo momento sabrán actuar como corresponde a su gloriosa tradición, a su honor de soldados y a su deber de conciencia, en el cumplimiento exacto de cuanto juraron al ingresar en sus Academias.


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    Re: La domesticación del Ejército: las Reales Ordenanzas de 1978

    El escándalo de un marxista que se confesaba "vasco no español", como "controlador" de las FFAA en el Congreso...


    Revista FUERZA NUEVA, nº 570, 10-Dic-1977

    Marxismo y Fuerzas Armadas

    Por César Esquivias

    Creemos que uno de los más graves peligros que se pueden prever contra la estabilidad del Estado, contra la pervivencia de las Instituciones fundamentales de la Nación, y, en definitiva, contra España, es el intento marxista de infiltración, control e influencias en nuestras Fuerzas Armadas, por cuanto éstas significan de garantía de lo permanente y columna vertebral de la Patria.

    Para el marxismo, los Ejércitos son el más firme valladar para detener su internacionalismo de clase, su política materialista, su afán desintegrador de los valores nacionales en los que se asienta el porvenir de España y la realidad de supervivencia como nación una, grande y libre, así como baluarte de un sentimiento filosófico, espiritual, rector,en este sentido, de otros pueblos de nuestra estirpe. De ahí viene, precisamente, su empeño en destruirlos, “coparlos” o mediatizarlos, mediante toda una serie de maniobras, presiones y acciones de penetración y propaganda en sus filas y entorno.

    ***
    En España, en estos tiempos presentes (1977), el nacimiento de la ilegal UMD ha sido sólo parte de ese intento de destruir las más puras esencias tradicionales castrenses. Una destrucción que está en marcha soterradamente con el apoyo de la traición, del papanatismo, de la cobardía, de los pactos secretos y de la estultez, que en nefanda alianza está tratando de socavar la institución militar.

    Es una sucia maniobra en marcha con sello de urgencia, profundidad y fuerte empeño en su realización, a cargo de los distintos grupos marxistas y de sus claros y específicos compañeros de viaje, amén de los traidores de turno que,en este terreno como en cualquier otro, no tienen empacho en la colaboración suicida a cambio de seguir por algún tiempo más en posiciones de privilegio o recibiendo las treinta monedas en pago a su felonía.

    Este intento marxista -comunista o socialista, pues es igual, como iguales fueron los “chekistas” del PSOE o PCE que actuaron en la zona roja y asesinaron, entre otros ciudadanos, a miles de millares- no es nuevo. Basta reproducir las palabras del marxista-leninista Enrique Líster, publicadas en la revista “Triunfo” (19-11-77) para convencerse.

    El que fuera general rojo dice, entre otras verdades, lo siguiente: “Hay que tener en cuenta que nosotros -después de las elecciones del 36- ya éramos un partido legal, un partido con diputados (es decir, añadimos nosotros, tal y como ocurre ahora en el “país”) y el trabajo en el Ejército -la destrucción de la disciplina y creación de “comités y Sindicatos de soldados y clases- había que hacerlo clandestinamente para que el Partido no pudiera aparecer nunca comprometido en descomponer las Fuerzas Armadas”.

    Una gran verdad histórica esta que confesa Líster, pero una verdad que hoy (1977) tratan de repetir socialistas y comunistas, es decir, marxistas, a través de la acción sediciosa y subversiva en los cuarteles y en el seno de la gran familia militar, que si bien por ahora no han conseguido avances apreciables o importantes, no deja de ser una peligrosa realidad en la continuación del esfuerzo y, sobre todo, ante la apatía gubernamental para evitarlo, ante los pactos del Gobierno Suárez con esas fuerzas políticas antinacionales que, soterradamente, sin dar la cara, más bien al contrario, siguen esta línea denunciada por Líster en contra de cuanto son y representan nuestros Ejércitos.

    ***
    Por eso comprendemos la sorda irritación, reprimida por el sentido de la disciplina, que en amplios y concretos sectores ha surgido ante esta plena colaboración gubernamental con el grupo marxista en las Cortes que, entre otras, ha permitido que el número tres del PSOE, Enrique Múgica, haya sido designado presidente de la Comisión Legislativa de Defensa del Congreso, con lo que tal dirigente marxista tendrá en sus manos una parte del control de las Fuerzas Armadas a través del Parlamento. Y menos mal que no se llevó a efecto la intención del PSOE -la más clara “bofetada” a las FAS- de que tal cargo o presidencia la hubiese ostentado el ex comandante Busquets.

    Si a esto se le añade que Múgica, en recientes declaraciones aparecidas en la prensa, se ha autodesignado como “ciudadano vasco y no español”, comprenderemos la gravedad de la situación y el paso dado por el Gobierno en esta apoyatura personal para que dicho dirigente socialista ocupe cargo tan importante para el futuro de nuestras Fuerzas Armadas, ya que pensamos que quien de este modo se autocalifica en lo referente a su nacionalidad -al igual que lo ha hecho el senador Bandrés- está incapacitado legalmente no sólo para tal puesto sino también para ocupar el escaño de diputado en las Cortes. (...)



    Última edición por ALACRAN; 04/03/2024 a las 20:42
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    Re: La domesticación del Ejército: las Reales Ordenanzas de 1978

    “El mundo occidental mira al general Gutiérrez Mellado”



    Revista FUERZA NUEVA, nº 573, 31-Dic-1977

    El mundo occidental mira a Gutiérrez Mellado

    En estos días pasados (1977) han corrido algunos vientos de tempestad que atribuían inquietud a la institución castrense. La democracia política española -hay que decirlo sin pelos en la lengua- no se fía en absoluto del estamento militar. Y ello puede ser por dos cosas: por no tener la conciencia tranquila o por ser como el que hurta, que siempre le cabe la certeza de que no está obrando bien. Suárez es un presidente que ya supo en su momento el paso que daba. Por eso convocó a los militares para explicarles el alcance de una Reforma que después se comprobó que llegó hasta los límites de la Ruptura y los sobrepasó.

    Al desencadenarse una serie de acontecimientos posteriores, el soporte de un vicepresidente militar, con capacidad de maniobra política, sirvió para conceder como una especie de visado al nuevo régimen. Si había suspicacias, ahí estaba un miembro de las Fuerzas Armadas, ilustre y con antecedentes y servicio impagables a la España nacional de 1936, para detener balones a la escuadra. Pero el flujo y reflujo llegaron a la playa con más estruendo que el debido a su momento.

    ETA seguía matando por la espalda. Los comunistas y socialistas del Pacto de la Moncloa se subían a las barbas del poder con habilidad y tacto, pero no por ello con menos autoridad. Las autonomías regionales, auspiciadas desde el Gobierno, ya estaban el borrador –y en el espíritu- de la Constitución mucho antes de que se filtrase su texto a través de los periódicos. Es decir, como una especie de viento de conspiración se colaba a través de las rendijas de unas ventanas no muy bien cerradas. Y éste no venía de una oposición con votos y con fuerza, sino del mismo Consejo de Ministros. Tal vez por eso, el vicepresidente militar del Ejecutivo se reunió con Múgica Herzog, un socialista de alto copete con mando en la Comisión que debe tratar sobre asuntos castrenses. Gutiérrez Mellado, teniente general del Ejército, se rodeó de los jefes de los Estados Mayores de Tierra, Mar y Aire para entrevistarse con la Comisión. Y de ahí pudimos leer en los rotativos que salió como una especie de cheque en blanco de las Fuerzas Armadas para dejar andar a la futura -y problemática- Constitución.

    Los militares no son tontos y han comprobado algunas cosas en la actualidad (1977) que no les gustan. Es cierto y comprobable. Aunque no hubieran hecho ninguna guerra anterior, ellos tienen su estilo y su norma. Aceptan regímenes con la condición única de la unidad y de la tranquilidad. Para ello no miran mucho a factores políticos concretos. Pero es absurdo pensar que vayan a estar con quienes condenaron a España a vivir dentro de un callejón sin salida. Los militares -no hay que olvidarlo nunca- sacaron a la Patria de ese callejón y estuvimos gobernados durante cerca de cuarenta años por el hombre que acaudilló aquel movimiento. Y el contencioso salió objetivamente bien.

    Si ahora los miembros de la institución castrense ven cómo caen sus compañeros, además de los hombres sencillos y trabajadores que forman en las Fuerzas de Orden Público, es natural que se indignen, se inquieten y saquen sus propias consecuencias. Hacen toda clase de concesiones a los civiles que gobiernan, pero también compulsan lo que sucede en el territorio nacional. De esta comprobación salen discursos como la del general Prieto en Salamanca y el teniente general Prada Canillas en Canarias. Y arrestos domiciliarios como los del general Cano Portal, y otros, que por menores en importancia y por haber recaído en hombres de inferior graduación han salido a la luz pública con menos relieve. (…)

    La situación no es para andarse con tonterías. En las salas de banderas no influyen nunca los parloteos del Congreso y del Senado mientras éstos no pongan en juego las cosas de comer. Pero cuando por una parte se pide que hay que dar la vida por la defensa de la bandera, y por otra se arroja ésta a un charco, se rasga o se ultraja de mil maneras, la sensibilidad castrense se pone en marcha a mil por hora. Y y si además se asesinan guardias civiles y policías armados con la misma impunidad que en el caso anterior, las fibras morales del estamento militar tienen que absorber mayor cantidad de indignaciones. Así puede decir el diario alemán “Frankfurter Allgemeine Zeitung”: “Prada Canillas, en las islas Canarias, tuvo una fuerte discusión por teléfono con el ministerio de Defensa, y había interrumpido significativamente la conversación telefónica con su jefe”.

    En el extranjero se otean horizontes políticos y tienen la mosca tras de la oreja a la hora de columbrar el porvenir de nuestra democracia política. De otra forma no se explica bien este párrafo final: “Ahora les gusta a todos (en España) recordar que el general Franco se alzó en 1936 desde las Islas Canarias, donde había sido destinado como castigo en contra del gobierno de la República española y ello fue lo que desencadenó la guerra civil”.

    Los ojos están puestos en Gutiérrez Mellado, es rigurosamente cierto. El mundo occidental sabe que él es el hombre enraizado en los bulbos del antiguo régimen por su conducta el 17 de julio de 1936 y posteriormente subordinado al general Ungría en los servicios de la información de Franco. Y al mismo tiempo confía en que pueda correr más en su empeño de hacer ver a las Fuerzas Armadas que hay que asentir a un nuevo modo de vida política. El general Prats, en Chile, corrió con una función encomendada muy parecida. Con la diferencia de que el régimen de Salvador Allende no se pudo consolidar, a pesar de lo mucho que éste doró la píldora a las instituciones castrenses.

    Las tensiones crecientes en las Fuerzas Armadas no son capricho de ningún general con nostalgia, ya la hemos visto. Se las han ganado a pulso la inconsecuencia, prisa y ambición de poder de los hombres civiles que bullen sin brújula por los palacetes de la Moncloa.

    Luis F. VILLAMEA

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    Re: La domesticación del Ejército: las Reales Ordenanzas de 1978

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    Más tensiones político-militares...



    Revista FUERZA NUEVA, nº575,14-Ene-1978

    ¿Las listas de la depuración?

    El hecho ya no representa ningún secreto (1978), ha corrido como rumor y ha sido comentado en bastantes círculos castrenses, habiendo trascendido a la prensa a través del diario “El Alcázar”. En definitiva, ya se sabe. Alguien ha confeccionado unas listas de más de tres millares de militares, que se encuentran en poder de uno de los partidos marxistas, listas donde los oficiales así relacionados están clasificados según su grado de peligrosidad y de posibilidad de control, pues los incluidos en ellas son considerados todos, al parecer, como poco amigos del marxismo. Es decir, que las mismas presentan todos los indicios de constituir una verdadera “lista negra”, y como el marxismo en alguna de sus diversas facetas tiene bastantes probabilidades de acceder al Poder o, cuando menos, ejerce un influjo notorio sobre Suárez y el Gobierno de Su Majestad, que hasta el presente no hizo sino ceder continua y progresivamente a sus exigencias, no es difícil adivinar el papel que puedan llegar a representar las indicadas listas.

    Ha detenerse en cuenta que, tras el fracaso de Chile (1973), los “expertos” soviéticos se han percatado de que las Fuerzas Armadas pueden llegar -y de hecho en Chile así fue- a frustrar decisivamente el triunfo definitivo de la revolución marxista, y que, por eso, preconizan, como paso previo al triunfo, la neutralización de los Ejércitos, uno de cuyos procedimientos es el de la depuración de los cuadros de oficiales. Por eso, ante esas listas, cabe preguntar: ¿Irán destinadas a una futura depuración? Quizá quienes las han hecho no albergaron dicho propósito, no lo sospecharon siquiera o, incluso, no lo deseen. Mas no cabe duda de que, si en el porvenir alguien se propone aplicar las enseñanzas que la experiencia chilena ofreció al comunismo, tales listas le han prestado un servicio inestimable.

    Por lo demás, esas enseñanzas deben aunarse a la experiencia que prestan los ejemplos pretéritos, aunque algunos muy recientes, de la práctica comunista cuando ya se han instalado en el Poder los discípulos de Lenin. Ahí están las matanzas de oficiales zaristas, polacos -Katyn-, húngaros y españoles -Paracuellos-. La depuración o, mejor, las sucesivas depuraciones suelen representar la primera fase; luego, llega la eliminación física.

    Claro que nunca faltan optimistas impenitentes que jamás aprenden lo que la Historia propia y ajena enseña o que se creen capaces de engañar a los “expertos” en revoluciones y hacerles caminar por los senderos de la democracia, aceptando y tratando que los demás acepten las protestas de adhesión de estos revolucionarios a la misma. De todas formas, bueno sería que meditasen las palabras que al parecer ha pronunciado sobre los militares “ultras” el actual presidente de la Comisión de Defensa del Congreso y número tres del PSOE, Enrique Múgica.

    Ramón de Tolosa



    Última edición por ALACRAN; 06/05/2024 a las 14:07
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