ESPAÑA COMO DESTINO
¿Qué sucede en el fondo de estos hombres? ¿Cuál es, en su pasado, el momento exacto en que se dicen a ellos mismos: «Se acabó. Voy a empezar de nuevo»? Y eligen el país de los dacios. ¿Por qué no otro?
Es cierto que entre los germanos o los partos, los matarían enseguida o les obligarían a adorar a otros jefes militares más crueles que los generales de Augusto. En cambio, en Dacia son libres. A Zamolxis lo eligen libremente; nadie se lo impone. También escogen la tierra que van a cultivar, y su mujer. Esa es una felicidad de los dioses.
[…] Y estos hombres son, quizá […], hombres como yo pero a los que nadie ha obligado en el destierro, en estas regiones que aun no comprendo pero que no detesto (6). Vintila Horia
Al fin de la segunda guerra mundial, la península Ibérica abrió sus puertas a un selecto grupo de refugiados rumanos, en su conjunto nacionalistas, muchos de ellos miembros de la Legión del Arcángel San Miguel, conocida como la «guardia de hierro» o «movimiento legionario». Fue entonces cuando se crearon los primeros estudios de Lengua y Literatura Rumanas en Madrid y en Lisboa. En España se encargó Alexandru Busuioceanu, especialista en arte y literatura a más de fino poeta, acaso el primer profesor rumano que dominó el español, y en Lisboa fueron dirigidos por el filósofo Victor Buescu.
¿Por qué España? Los exiliados consideraron que España sería un lugar aceptable para fijar su nuevo domicilio basándose en que políticamente se sustentaba en cierto grado de afinidad con el franquismo y su planteamiento de sociedad jerarquizada, disciplinada,«desactivada» para la movilización política. El éxodo, insistimos, fue consecuencia de la brutal intromisión de la Unión Soviética en Rumanía y con ella la instalación del propiamente llamado «terror rojo». La gran ola de evadidos —entre 1945 y 1951— se encontró con la de los otros compatriotas que habían escapado desde la persecución iniciada por Antonescu contra los partidarios de Horia Sima, su socio en el fugaz gobierno legionario del 6 de septiembre de 1940 al 24 de enero de 1941.
Francia y España recibieron a muchos huidos de los horrores bolcheviques políticos, funcionarios comprometidos directamente con el régimen legionario o con la monarquía derrocada. No olvidemos que España constituyó un refugio de los aliados del Eje, lo fue desde un ideario abiertamente anticomunista.
Los emigrados contaron con importantes valedores pertenecientes al ejército, cuyo peso en las funciones políticas era ingente, entre ellos los generales Ricardo Villalba Rubio (7) (1892-1994), y José Díaz de Villegas y Bustamante (1894-1968) (8), y, en la clase política, el falangista Sergio Cifuentes, jefe del Servicio Exterior del Movimiento. Además, a la decisión de dar asilo a estos emigrantes se sumó el criterio favorable del archiduque Otto de Habsburgo (1912-2011), persona de suposición, gran europeísta, unido por seculares raíces a nuestra historia, cuyas sugerencias eran muy estimadas por el general Franco.
A estos primeros expatriados se sumarían algunos personajes destacados de otros ámbitos, como el príncipe Nicolás de Rumanía, regente entre 1927 y 1930, que residió en Madrid desde 1950 hasta su muerte, donde era asiduo a los actos programados por la Comunidad Rumana; fundó publicaciones y pronunció alocuciones, por radio, en apoyo de los exiliados, a muchos de los cuales ayudó económicamente (9). Nada más llegar —el viernes 24 de marzo de 1950—, el diario ABC dio cuenta de la recepción en su honor, a la que asistieron príncipes, ministros, títulos del reino y destacadas personalidades, como el teniente general duque de la Torre y el almirante Luis Carrero Blanco (10). Luego, continúa ABC, recibió a la colonia rumana de Madrid y en el curso de la reunión se interesó por los trabajos de los profesores e intelectuales que residían en España. Pero, además, de ese príncipe real, otros aristócratas eligieron el exilio español, entre ellos el príncipe Constantin Cantacuzeno [Cantacuzino] (11), as de la aviación acrobática y vicepresidente de la Comunidad Rumana en Madrid, y también el príncipe Mihail Sturdza, antiguo ministro de Asuntos Exteriores, su esposa Zoé, nacida princesa Mavrocordat, y el hijo de ambos príncipe Elie Vlad Sturdza, secretario general de la Comunidad Rumana en España.
En aquel tiempo, los exilados rumanos en España llegaron a ser algo más de un centenar. La calidad de este selecto elenco significó un poderoso revulsivo cultural, pues supieron aceptar su destino, superar la adversidad e integrarse, y no sólo continuaron con sus trabajos, sino que plenamente incorporados, cooperaron en reducir el aislamiento cultural de la posguerra y allenar el vacío dejado por los intelectuales españoles exiliados por la cruenta guerra civil. «Lo que más temen los dictadores —nos dejó dicho Alejandro Cioranescu— es la revolución interior, y lo que más temen los ciudadanos es perder la libertad. El sistema comunista escogió matar la libertad para preservar el orden público» (12).
Es en la cultura donde el destierro rumano se ha sentido a sus anchas. Desde este punto de vista, su adhesión ha sido rápida y total, y con ella su notorio ascendiente. No hace falta mencionar nombres; algunos están en la memoria de todos y la lista sería demasiado larga. Rumanía, sin ella quererlo, ha regalado a Occidente escritores de gran valía, investigadores y eruditos de reconocido mérito, pintores y escultores, músicos y cantantes, y así gran cantidad de ingenieros, arquitectos y médicos. Los expatriados representaban distintas facciones políticas, aunque la mayoría eran legionarios de la Guardia de Hierro (13) (Garda de Fier), seguidores de Horia Sima, círculo en el que militaba Nicolás Dimitrescu (14), ministro oficioso de la Legación Real en Madrid.
Un primer proyecto para la creación de la Comunidad de Rumanos fue presentado, en 1951, por su vicepresidente el legionario George Demetrescu (15), doctor en Derecho, escritor y comentarista radiofónico. Demetrescu sería muchos años su presidente y, con sus seguidores, protagonista de numerosos actos políticos. Falleció en Madrid, el 21 de diciembre de 1984, después de 38 años de permanencia en la capital de España. Sin residir permanentemente el filósofo Mircea Eliade (1907-1986) fue asiduo huésped de la capital de España, donde sabemos publicó en 1948 su obra Los rumanos y pronunció la conferencia inaugural a la Semana Rumana celebrada en Madrid, en 1953.
Residieron en nuestro país, sin negar sus raíces, su lengua, sus costumbres y su pertenencia a Rumanía. La actividad cultural fue muy importante ya que se dedicaron plenamente a fomentar el desarrollo científico y cultural. «La vida es más sencilla de lo que se cree. Todo eso de los grandes dilemas —dijo Vintila Horia— ante los enigmas del destino, es pura tragedia».
El gobierno español dio facilidades a extranjeros que obedecían a un perfil anticomunista y de religión católica —ortodoxos en el caso rumano— en cuanto a la obtención de residencia, lugar de trabajo o estudio y cierta libertad de acción política. De este modo, parece ser, secundaba las políticas británicas y norteamericanas, cuyas administraciones se mostraron muy generosas ofreciendo asilo, apoyos económicos, tolerancia de expresión y asociación a los exiliados del «Telón de Acero».
Con ese último objetivo se abrieron instalaciones como el Colegio Mayor Santiago Apóstol y, desde 1949, se consintieron las legaciones diplomáticas oficiosas, a cuyo cargo se hallaban ministros plenipotenciarios con funciones consulares y de relaciones públicas. En 1948 el gobierno autorizó el Comité de las Naciones Oprimidas por el Comunismo, formado por los antiguos ministros, diplomáticos y representantes de Hungría, Eslovaquia, Croacia, Bulgaria, Polonia, Rumanía y la República Checa.
En 1955 se creó la Organización Internacional de Refugiados (IRO). Cualquier exiliado podía entregar su pasaporte (si lo tenía) y firmar una declaración de renuncia a la ciudadanía. Entonces recibía una tarjeta de identidad y, en principio, se encontraba bajo la protección del país en el cual había elegido su residencia. En 1955 no regresó a Rumanía ningún desplazado refugiado en España.
Los rumanos ocuparon un lugar destacado entre los emigrados del este europeo asilados en la España franquista. Sin constituir colonias nutridas, como las afincadas en Alemania o Francia, pero en proporción al reducido número de sus integrantes, desplegaron una gran actividad ilustrativa y formativa. En el decenio de 1945-1956 eran algo más de cien, un número insignificante si se les compara con la emigración rumana en España de fines del siglo XX, que dejará, por la eficacia demostrada, profunda huella en el panorama cultural español, engrandeciéndolo: «Sólo enriquece a la Humanidad —dejó dicho Stefan Zweig— quien acrecienta el saber en lo que le rodea y eleva su capacidad creadora». La mayoría se establecieron en Barcelona y Madrid, ciudades que ofrecían mayores oportunidades de desarrollo profesional y bienestar económico.
De entre los expatriados, uno excepcional: Horia Sima (19071993) (16), el comandante, vicepresidente del gobierno rumano desde el 16 de septiembre de 1940 hasta el 24 de enero de 1941, en el periodo del régimen nacional-legionario y jefe del gobierno nacional rumano de Viena entre el 23 de agosto de 1944 y el 2 de mayo de 1945. En mayo de 1945, con un pasaporte a nombre de un tal Josef Weber, huyó desde Austria y consiguió llegar a España, donde recibió asilo político y en Madrid vivió hasta su muerte. Sima fue bien acogido y respetado por la extrema derecha española.

Horia Sima, prolífico escritor, en rumano y español, colaborador entusiasta de los periódicos Dacia y Fuerza Nueva y de revistas como El País y el exilio. Es autor de: El hombre nuevo. Elementos de la doctrina legionaria, traducción de Aurel Rauta (1950); Dos movimientos nacionales: José Antonio Primo de Rivera y Corneliu Zelea Codreanu (1960), ¿Qué es el nacionalismo? (1976), ¿Qué es el Comunismo? (1977), El hombre cristiano y la acción política(1979); Técnica de lucha contra el comunismo (1980). Su partido «La Guardia de hierro» se asentó en España, Alemania, Austria, EEUU, Argentina y Australia, aunque tenía su sede principal en Madrid, donde radica su Archivo Histórico...
16) Horia Sima (Fagaras, Imperio Austrohúngaro, 25 de julio de 1907- Madrid, 29 de noviembre 1993), profesor de Lengua y Filosofía en un Liceo del Banato. Estrecho colaborador de Cornelio Zelea Codreanu y su sucesor como líder de la guardia de hierro. Comandante y vicepresidente del Gobierno nacional-legionario. Exiliado en Alemania e internado en un campo de concentración. Cuando el 12 de septiembre de 1944, con el «armisticio», el ejército rojo ocupó todo su país y los comunistas de la 1ª División Rumana «Tudor Vladimirescu» entraban en Bucarest, Sima, liberado por los alemanes, formó en Viena, el 8 de agosto de 1944, un «Gobierno Nacional Rumano» fantasma, que no controló territorio rumano, aunque contó con tropas leales que lucharon en Stettin contra el ejército ruso. Radio Danubio de Viena le prestó un espacio llamado «Puesto de emisión y propaganda rumana». Con la derrota, abandonó Viena y pasó a Alt-Aussee, Saltzkammergut, Austria. Se evade y logra llegar a España. En 1949 renegó del Gobierno vienés y trató inútilmente de ser admitido en el comité Nacional Rumano en el exilio. A su muerte se le rindió en la sede madrileña de Fuerza Nueva un homenaje, coordinado por Traian Popescu, directorde la Editorial Carpati.
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