LA PRIMERA VUELTA AL MUNDO: EN EL MAR SIN LÍMITES
24 enero, 2021
El Océano Pacifico ocupa una tercera parte del planeta Tierra, sus cifras son desorbitantes; cubre un área de 155.557.000 de kilómetros cuadrados, tiene un volumen de 714.839.310 kilómetros cúbicos, se extiende 15.000 kilómetros de norte a sur, una anchura máxima de 19.800 kilómetros y una profundidad media de 4.280 y máxima de 10.924 metros. Estos datos exactos los conocemos hoy, cuando la expedición de Magallanes – Elcano surcó este inmenso océano antes que nadie en 1521, no.
“El miércoles 28 de noviembre de 1520 desembocamos del estrecho para entrar en el gran mar , al que enseguida llamamos mar Pacífico, en el cual navegamos durante tres meses y veinte días sin probar ningún alimento fresco”
Antonio Pigafetta
Tras descubrir el estrecho que unía el Atlántico con el Pacífico, la expedición comenzó a navegar por el desconocido océano en su misión de llegar a las Islas de las Especias sin saber la verdadera dimensión del Pacífico. Durante aquella larga travesía pasaron 100 días sin encontrar tierra a la vista, por lo que las provisiones de comida y carne se acabaron y llegaron a bordo tres nuevos “tripulantes”; el hambre, la sed y el escorbuto. Las raciones de comida se vieron limitadas únicamente a la cantidad de arroz que cabe en un puño y la escasez de agua les obligó a cocinar aquel arroz con agua salada de mar. Pero el arroz también se acabó. Antonio Pigafetta, el cronista de la expedición embarcado, lo cuenta así:
“La galleta que comíamos no era ya pan, sino un polvo mezclado con gusanos que habían devorado toda la sustancia y que tenía un hedor insoportable. El agua que nos veíamos obligado a beber era igualmente pútrida y hedionda. Para no morir de hambre llegamos al terrible trance de comer pedazos del cuero con el que se había recubierto el palo mayor para impedir que la madera rozase las cuerdas. Este cuero siempre expuesto al agua, al sol, a los vientos, estaba tan duro que había que remojarle en el mar durante cuatro o cinco días para ablandarse un poco, y en seguida lo cocíamos y lo comíamos… Frecuentemente quedó reducida nuestra alimentación a serrín de madera como única comida, pues hasta las ratas, tan repugnantes al hombre, llegaron a ser un manjar tan caro que se pagaba cada una a medio ducado…”
Antonio Pigafetta
No hace falta decir que con la desnutrición y la deshidratación, llegaron las enfermedades, especialmente el escorbuto, la enfermedad más temida y más habitual en los barcos de aquella época, una enfermedad de la que se desconocía el tratamiento.
“Nuestra mayor desdicha era vernos atacados por una enfermedad por la cual las encías se hinchaban hasta el punto de sobrepasar los dientes, tanto de mandíbula superior como de la inferior, y los atacados por ella no podían tomar ningún alimento. Murieron diecinueve hombres, entre ellos el gigante Patagón y un brasileño que iba con nosotros. Además de los muertos, tuvimos de veinticinco a treinta marineros enfermos, que sufrieron dolores en las piernas y en algunas otras partes del cuerpo, pero curaron”
Antonio Pigafetta
Pero no solo vivieron penurias, también vivieron nuevos fenómenos astronómicos desconocidos hasta la fecha, como la constelación llamada Cruz del Sur o la Nube de Magallanes , dos constelaciones ( Nubecula maior y Nubecula minor), ambas perceptibles a simple vista en el hemisferio austral. Están unidas por un puente gaseoso llamado Corriente Magallánica. Contienen una proporción importante de estrellas azules jóvenes y de gas interestelar.
“El cielo del polo Antártico no es tan estrellado como el del Ártico. Se ven muchas estrellas pequeñas tan juntas que parecen dos nubes, muy cerca la una de la otra y un poco borrosas. En medio hay dos estrellas muy grandes y muy brillantes que casi no se mueven, son las que indican el polo Antártico… La aguja de nuestra brújula comenzó a girar marcando el polo Ártico pero no tenía la fuerza suficiente para vencer la nueva atracción”
Antonio Pigafetta
La Cruz del Sur
Nube de Magallanes
Tras tres meses y veinte días después de salir del Estrecho de Magallanes, el 24 de enero de 1521, la expedición vio tierra firme pero no pudo echar el ancla debido a los arrecifes y a la gran cantidad de tiburones blancos (los más grandes y peligrosos), por temor a que los tiburones confundieran la panza de las barcas con otros animales marinos. Se trataba de dos pequeñas islas; a la primera la llamaron San Pablo (actual Puka Puka) y a la segunda De los Tiburones (actual Manihiki), ambas en lo que hoy forman la Polinesia Francesa.
“Durante tres meses y veinte días navegamos sin detenernos recorriendo alrededor de cuatro mil leguas de este mar Pacífico (que, en verdad, es bien pacífico porque durante ese tiempo no hubo tempestades) sin divisar otra tierra más que dos islotes deshabitados en los que solo encontramos pájaros y árboles. Las llamamos las islas Infortunadas. Distan doscientas leguas la una de la otra y no pudimos echar el ancla pues veíamos muchos tiburones… Cada día hacíamos cincuenta, sesenta o setenta leguas según la singladura. Si Dios y su bendita Madre no nos hubieran proporcionado tan buen tiempo hubiéramos muerto todos en este mar sin límites. Tengo la certeza de que un viaje igual no se volverá a hacer nunca”.
Antonio Pigafetta
Islas Infortunadas, según dibujo de Pigafetta
Monolito en la isla de San Pablo (actual Puka Puka) en recuerdo a la expedición de Magallanes – Elcano
No es difícil imaginar la gran desolación que debieron sufrir aquellos hombres sin comida y sin agua al no poder desembarcar en aquellos atolones, tras la tortura psíquica y física de navegar durante 110 días sin divisar nada que no fuera océano, en aquel mar sin límites, como lo llamaron. Todavía tendrían que esperar 20 días más hasta que por fin pudieron desembarcar y reabastecerse en una isla. Pero esa es otra historia dentro de esa maravillosa e irrepetible hazaña que fue la primera vuelta al mundo.
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CARTA DE ELCANO A CARLOS V
4 septiembre, 2022 Fran de La Nao
A su regreso tras dar la primera vuelta al mundo, Juan Sebastián Elcano escribió una carta al emperador Carlos para contarle que habían conseguido llegar a las islas de las especias, encontrado un paso en el extremo sur de América, la muerte de Magallanes y sobre todo, para rogarle que intercediera por los trece hombres de la expedición que los portugueses habían apresado en las islas de Cabo Verde durante el regreso.
La carta fue escrita el mismo día de la llegada de la nao Victoria a Sanlúcar de Barrameda, el 6 de septiembre de 1522 y fue enviada al emperador que en aquellos días tenía instalada la corte en Valladolid.
Muy alta e ilustrísima Majestad:
Sabrá vuestra alta Majestad cómo hemos llegado dieciocho hombres solamente con una de las cinco naves que V.M. mandó a descubrir la Especiería con el capitán Fernando de Magallanes, que gloria haya; y porque V.M. tenga noticia de las principales cosas que hemos pasado, brevemente escribo ésta y digo: primeramente llegamos a los 54 grados al sur de la línea equinoccial, donde hallamos un estrecho que pasaba por la tierra firme de V.M. al mar de la India, el cual estrecho es de cien leguas, del cual desembocamos, y en tiempo de tres meses y veinte días, teniendo vientos bien favorables, no encontramos tierra alguna, sino solo dos islas deshabitadas y pequeñas. Después llegamos a un archipiélago de muchas islas bastante ricas en oro. Faltónos por su muerte el dicho capitán Fernando de Magallanes y otros más y al no poder navegar por quedar pocos marineros, deshicimos una de las naves y con las dos restantes navegamos de isla en isla, llegando con la gracia de Dios, a las islas de Maluco, a los ocho meses de haber sucedido la muerte del mencionado capitán y allí cargamos las dos naves de especias. Ha de saber V.M. como navegando hacia las dichas islas de Maluco, descubrimos el alcanfor, canela y perlas.
Deseando partir de las dichas islas de Maluco para volver a España, se descubrió una grandísima vía de agua en una de las naves, de tal modo que no se podía remediar sin descargarla y pasado el tiempo de navegar hacia Zabba y Melara, resolvimos o morir, o con toda honra servir a V.M. para hacerle sabedor de dicho descubrimiento, partir con una sola nave que estando en tal mal estado por causa de la broma, que solo Dios lo sabe. En este camino descubrimos muchas islas riquísimas, entre las cuales descubrimos a Bandam, donde se dan el jengibre y la nuez moscada. Zabba, donde se cría la pimienta y Timor, donde crece el sándalo. En todas las islas hay infinito jengibre. La muestra de todas estas producciones recogidas en las islas mismas en que se dan, traemos para mostrar a V.M.
La paz y amistad de todos los reyes y señores de las dichas islas, firmadas por sus propias manos, traemos para V.M., pues desean servirle y obedecerle como a su rey y señor natural.
Habiendo partido de la última de aquellas islas, en cinco meses, sin comer más que trigo y arroz y bebiendo solo agua, no tocamos en tierra alguna por temor al rey de Portugal, que tiene ordenado en todos sus dominios de tomar esta armada, a fin de que V.M. no tenga noticia de ella, y así, se nos murieron de hambre veinte y dos hombres, por lo cual y la falta de vituallas, arribamos a la isla de Cabo Verde, donde el gobernador me apresó el batel con trece hombres y quería llevarme junto a todos mis hombres en una nave que volvía de Calicut a Portugal cargada de especiería, alegando que solo los portugueses pueden descubrir la Especiería. En ese intento armó cuatro naves para apresarnos pero resolvimos de común acuerdo, morir antes que caer en manos de los portugueses, y así, con grandísimo trabajo de la bomba, bajo la sentina, que de día y de noche no hacíamos otra cosa que echar fuera el agua, estando tan extenuados como hombre alguno lo ha estado, con la ayuda de Dios y de Nuestra Señora, después de pasados tres años, dimos fondo en… (ilegible)
Por tanto, suplico a vuestra alta Majestad que provea con el rey de Portugal la libertad de aquellos trece hombres que tanto tiempo le han servido, y más sabrá V.M. de aquello que más debemos estimar y tener es que hemos descubierto y dado la vuelta a toda la redondez del mundo, que yendo para el occidente hayamos regresado por el oriente.
Suplico a V.M. por los muchos trabajos, sudores, hambre, sed, frío y calor que esta gente ha padecido en servicio de V.M., les haga merced de la cuarta y de la veintena de sus efectos y de lo que consigo traen. Y con esto ceso, besando los pies y manos de vuestra alta Majestad.
Escrita a bordo de la nave Victoria, en Sanlúcar, a seis días de septiembre de 1522
El capitán Juan Sebastián del Cano
La carta de Elcano a Carlos V
Una semana después de escrita y enviada la carta, el emperador Carlos respondió a Elcano, pidiéndole que fuera a Valladolid para contarle en persona los detalles de aquella expedición. En la misma carta, Carlos I de España y V de Alemania se refirió a los trece marineros capturados por los portugueses en Cabo Verde:
“…de los trece hombres que os fueron tomados en las islas de Cabo Verde yo he mandado proveer para su liberación lo que conviene”Y así fue. A mediados de octubre de aquel año, 37 días de la llegada de la nao Victoria a España, los trece marineros apresados en Cabo Verde fueron liberados y regresaron vía Lisboa a España.
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Los hombres de Elcano: quiénes fueron los 18 supervivientes de la Primera Vuelta al Mundo
Salieron más de 240 aventureros de todo el mundo, pero regresaron a Sanlúcar de Barrameda menos de 20 hace ahora 500 años
Réplica de Nao Victoria | Francis Gonzalez (Europa Press)
Publicado: 04/09/2022 • 03:30
Para cuando la Nao Victoria fue avistada desde tierra con 18 supervivientes a bordo («flacos como jamás hombres estuvieron», diría Elcano), la población de Sanlúcar de Barrameda lleva ya años acostumbrada a todo tipo de maravillas en calidad de ‘lanzadera’ al Nuevo Mundo. Por ahí se cruzaban a diario almirantes, sacerdotes, putas, trileros, comerciantes de media Europa, soñadores de toda condición; desde allí se embarcaba a la gloria o la ruina. En sus tabernas, lo estrafalario era moneda corriente.
Y aun así, apenas se avistó aquella nave desarbolada y escorada (con mástil y verga de trinquete destrozados en el Cabo de Buena Esperanza) los sanluqueños salieron a recibirlos asombrados y sobrecogidos ante algo más inesperado de lo previsto: aquellos tipos habían salido tres años atrás de ese mismo punto de la desembocadura del Guadalquivir para regresar tras completar la circunferencia del globo. Eran puro hueso, cadáver casi, pero los ungía la gesta realizada e incluso habían ganado 24 horas de vida respecto a los demás,según advirtió el cronista Antonio Pigafetta.
Desde Sanlúcar, Elcano escribe una sencilla pero solemne carta a Carlos V. En ella, después de encarecer los «trabajos y sudores» de una tripulación que llegó a comer madera y a pujar por las ratas, le anuncia que «hemos descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo, yendo por el occidente e veniendo por el oriente». En su célebre crónica, que apasionó en todas las cortes de Europa, Pigafetta precisa: «Desde que habíamos partido de la bahía de San Lúcar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero, yendo siempre de este a oeste».
V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo
Los ‘elegidos para la gloria’ de la Nao Victoria alcanzaron la temida barra de Sanlúcar el 6 de septiembre de 1522, algo más de tres años después de partir. Para cerrar los fastos del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo el Rey Felipe VI volverá este martes a la localidad gaditana para remontar el Guadalquivir junto al buque Juan Sebastián Elcano y otros navíos de la Armada. Es el broche de una efemérides que arrancó en 2019 y que ha recibido menos atención de la que merecería.
Por ejemplo, ¿qué se sabe de los 17 compañeros que sobrevivieron junto a Elcano? El de Guetaria es, junto a Magallanes (muerto antes de alcanzar las Islas de las Especias), el gran héroe. De él, arruinado y prófugo de la justicia antes de embarcar, partió la idea de continuar el viaje hacia el Oeste en lugar de regresar por donde habían venido. Gracias a esta idea aparentemente loca se completó la Primera Vuelta al Mundo. Cuatro años después de la gesta, Elcano volvió a embarcarse en una expedición, en este caso la de Loaysa, una de las más desgraciadas de su tiempo. Allí murió en medio del Pacífico por ciguatera, enfermedad propia de peces y crustáceos.
De sus compañeros en la Nao Victoria, así como de toda la tripulación que en algún momento participó en la expedición liderada por Magallanes (hasta 247 hombres), da cuenta un curioso volumen conmemorativo publicado en Sanlúcar de Barrameda: Todos los hombres de Magallanes y Elcano. Apoyados en una amplia bibliografía y noticias de la época, María José Rodríguez Rosa y Lope Fernández reconstruyen la procedencia, las circunstancias y, en algunos casos, anécdotas y fallecimiento de los marinos y pasajeros de las cinco naves que partieron en 1519.
‘Elcano’ abre la mano para que más personas puedan visitar el barco en Barcelona al agotarse las entradas
Aventureros de todo el mundo
Lo primero que salta a la vista es la dimensión internacional de la aventura. Aunque la idea de hacer puente en las Molucas para abrir el comercio de especias por el Oeste partió de dos portugueses (Magallanes y el gran cosmógrafo Rui Faleiro, que no embarcó) y la financiación y promoción ‘público-privada’ fue netamente castellana, a cuenta del Emperador y el poderoso banquero burgalés Cristóbal de Haro, el pasaje llegó a contar con integrantes de los cuatro continentes conocidos hasta la fecha. En su mayoría, obviamente, eran castellanos: 136, con 58 andaluces, 33 vascos y 16 castellano-leoneses; pero se sumaron 37 portugueses, 26 italianos, 23 franceses y, en menor medida, griegos, alemanes, belgas, ingleses, irlandeses… Todos pululaban por el puerto de Sevilla en la época y los enormes problemas para convencer a tripulantes nacionales hicieron a la Corona abrir la mano a extranjeros. A los europeos se suman dos africanos, un americano (el paje Joao Lopes, mestizo brasileño conocido como Juanillo y muerto en Brunei) y el asiático Antón de Goa, grumete nacido en la India que vivía en España como criado de la casa de Montemayor.
El grueso de la tripulación lo componían marineros (57) y grumetes (49), pero había también pajes, lombarderos, barberos, escribanos, toneleros, despenseros… En las cinco naves regía una vida jerarquizada que reflejaba en los océanos la civilización de la época. Las ‘clases altas’ estaban compuestas por maestre y contramaestres, capitán, capitán general (Magallanes) y los cinco pilotos, oficiales técnicos de gran pericia y conocimientos náuticos.
El buque ‘Juan Sebastián de Elcano’ agota las entradas para visitarlo en Barcelona 18 años después
La gran mayoría de ellos fueron cayendo como en una prueba de eliminación: 80 por enfermedad, 18 por muerte violenta, cinco ahogados, 50 desaparecidos y 57 desertores. Regresaron a España un total de 36 hombres: los 18 que volvieron con Elcano y, posteriormente, 13 retenidos por los portugueses en Cabo Verde cuando la Nao Victoria fondeó allí y sólo cinco de la Nao Trinidad, que optó por realizar el tornaviaje, es decir, volver a España por el Este.
De los 17 supervivientes (18, con Elcano) originales se tienen noticias principalmente por las crónicas de época y sus declaraciones en la Conferencia de Badajoz/Elvas de 1524, en la que las delegaciones de Carlos V y Juan III de Portugal pasaron meses debatiendo sobre el meridiano de división de las áreas de influencia de ambas potencias. Muchos de ellos volvieron a lanzarse a la aventura americana y algunos acabaron sus días codiciando nuevamente las especias en la desastrosa Expedición Loaysa.
Los más conocidos de entre ellos son el italiano Antonio Lombardo (Pigaffeta) y el griego de Scio Francisco Albo. El primero, de familia rica y cultivado, atraído por la aventura y la posibilidad de narrar grandes cosas (reportero, diríamos hoy), nos ha legado su impagable Relación del primer viaje alrededor del mundo (1524). Pigaffeta estuvo, regresó con Elcano a pesar de no partir peras con él (no lo cita nunca en su crónica) y vivió para contarlo. Murió combatiendo a los turcos. Albo, inicialmente contramaestre de la Trinidad, no escribió de su puño y letra, pero su declaración en Valladolid ante el Emperador ha sido de mucha utilidad para los historiadores.
El Juan Sebastián Elcano zarpa de Cádiz y comienza su 90 crucero de instrucción
Otro hombre bien situado en el pasaje era Juan de Acurio (Bermeo, Vizcaya), contramaestre en la Concepción a razón de 2.000 maravedíes al mes. Tras regresar, testificó en Badajoz-Elvas y se sabe que ayudó a las viudas de los marinos vascos caídos en la mar. Contramaestre fue también Miguel de Rodas (Grecia). Su probablemente primo Felipe también completó la vuelta al mundo semanas más tarde, cuando fue liberado por los portugueses en Cabo Verde. Miguel se enroló posteriormente en la expedición de Caboto a las Molucas y murió ahogado intentado huir de los caníbales de la Isla de Santa Catalina (Brasil).
El primer hombre en dar la vuelta al mundo dos veces
El italiano Martín de Judícibus participó como merino, una suerte de juez de paz, y su testimonio fue utilizado por el gran cronista de su tiempo, Pedro Martir de Anglería. El Maestre Hans, por su parte, nació en Aquisgrán (Alemania) y ejerció de lombardero, es decir, de técnico de los pequeños cañones que se embarcaban en la época. Como curiosidad, fue el primer hombre en de la vuelta al mundo dos veces, puesto que sobrevivió a la Expedición Loaysa. Hernando Bustamante (Cáceres) tenía 25 años cuando se sumó como barbero a la nao Concepción. Sus atribuciones eran más propias de un sacamuelas que de lo que hoy conocemos como barbero.
Marineros rasos fueron Diego Carmona (Pontevedra), Antonio Hernández (Huelva), Nicolás de Napol (Grecia), Francisco Rodrigues, llamado «el portugués de Sevilla», Juan Rodríguez de Huelva (Mallorca) y Miguel Sánchez (Rodas). En su mayoría eran analfabetos, con un sueldo de en torno a 1.000 maravedíes al mes; regresaron con «costalejas» privadas llenas de clavo y canela. Cobraron tarde y mal a veces y se echaron a la mar de nuevo. Sus historias han quedado opacadas por el tiempo.
Completan la nómina de supervivientes los grumetes Jon Urrutia de Arratia (Baracaldo), Vasco Gomes (Portugal) y Juan de Santandrés (Cantabria), todos ellos entre los 15 y 20 años al partir. Finalmente, el paje Jon Ochoa de Zubileta (Baracaldo) fue el único, junto a su coterráneo Jon Urrutia, en completar todo el viaje a bordo de la Nao Victoria.
Desde 1956, una placa junto al Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda rememora los nombres de los 18 supervivientes. Otro panel cerámico más reciente inmortaliza las escalofriantes palabras de Elcano en su carta a Carlos V: «Muy alta e ilustrísima Majestad: Sabrá Vuestra Alta Majestad como hemos llegado dieciocho hombres solamente con una de las cinco naves que V. M. mandó a descubrir la Especería…».
https://laverdadofende.blog/2022/09/...elta-al-mundo/
Réplica de la Victoria, construida para la Expo 92 de Sevilla (Foto: depositphotos.com)
La leyenda de la desaparición de la nao Victoria.
Gracias a las investigaciones de Consuelo Varela y Juan Gil, conocemos cual fue el destino final del navío que completó la travesía de la I vuelta al mundo
6 septiembre 2022
El 6 de septiembre de 1522 llegaría a la bahía de Sanlúcar la naoVictoria después de completar un viaje de 3 años donde según el cronista Antonio Pigafetta:
Desde que habíamos partido de la bahía de San Lúcar hasta que regresamos a ella recorrimos, según nuestra cuenta, más de catorce mil cuatrocientas sesenta leguas, y dimos la vuelta al mundo entero.
Réplica moderna de la Nao Victoria (Foto: depositphotos.com)
De las cinco naves que iniciaron la expedición compuesta por 250 hombres y dirigida por Fernando de Magallanes, solo regresarían 18 al mando de Juan Sebastián Elcano a bordo de la Victoria. Así, tras este arduo viaje se comprobaría por primera vez la redondez de La Tierra navegado siempre de oeste a este. Como es bien conocido, el hito histórico que supuso la expedición a las Molucas -como se llamó al proyecto- produjo cuantiosos beneficios por el cargamento de especias que trajo en sus bodegas la Victoria. Sin embargo, una pregunta que surgió por primera vez en el siglo XIX fue:
¿Qué ocurrió con la nave que completo la primera vuelta al mundo?
Tengamos en cuenta, que, para los contemporáneos de la expedición, el navío en si no era más que un costoso objeto funcional.Tendríamos que esperar hasta la década de 1850 cuando el militar español Fernando Guillamas y Galiano se preguntó cual fue el destino del mítico barco. Según dicho autor, contagiado por una idea romántica y sin aportar prueba alguna, tras el regreso de la única nave que completó la expedición el mismo emperadorCarlos V ordenó que la nave permaneciera en el puerto de Sanlúcar en perpetuo reposo para memoria del suceso. Aún así, el tiempo y la falta de cuidados terminaron por hacer estragos hasta que desapareció. Este mito decimonónico, totalmente carente de base documental, venía a sumarse a la mentalidad de la pérdida de símbolos heroicos que España había dejado olvidado de sus grandes gestas. La realidad del destino de la nao Victoria fue más prosaica.
Magallanes y Elcano, en un azulejo conmemorativo en la ciudad de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Sobre la nao «Victoria», tras ellos, la frase en latín «Primus circumdedisti me» (Fuiste el primero que la vuelta me diste).
El destino de la nao Victoria
Gracias a las investigaciones de Consuelo Varela y Juan Gil, conocemos cual fue el destino final del navío que completó la travesía de la I vuelta al mundo. Según el testimonio de Antonio Pigafetta, después de recalar en Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre, el navío fue remolcado con sus 18 tripulantes a Sevilla donde llegarían dos días después, dirigiéndose el día 9 de septiembre a la iglesia de Nuestra Señora de La Victoria y Santa María de la Antigua. Ataviados con camisas y portando cirios descalzos, los hombres de Elcano entraron en el templo dando gracias por haber regresado.
Regreso de la Victoria a Sevilla. Elías Salaverría. (Museo Naval)
Como documentó don Juan Gil, la nave parece que permaneció en Sevilla reparándose debido a su lamentable estado. No será hasta el día 16 de febrero de 1523 cuando el navío fue subastado públicamente siendo adquirida por el armador genovés Esteban Centurion por 285 ducados. Seguiría en posesión de esta familia hasta que en 1525 la hija de Centurión la arrendaría a unos comerciantes de la ciudad que la enviaron a la isla de Santo Domingo donde se perdió definitivamente su rastro.En definitiva y valiéndonos de otros ejemplos contemporáneos como el del navío Victory de Horacio Nelson. El buque participante en la batalla de Trafalgar que no sería comenzado a restaurar hasta 1922 -después de quedar varado en 1812- Así para las autoridades el simbolismo e importancia de los navíos nunca tuvo mayor trascendencia. Por muy importante que fuera la gesta, náutica o bélica, un navío no era más que un medio de transporte.
palo de la nueva «Victoria»
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Fuente
GUILLAMAS GALIANO, Fernando. Historia de Sanlúcar de Barrameda. Imprenta del colegio de Sordomudos y ciegos de Madrid. 1858 A.S.E.H.A. 1990.GIL, Juan, “Los hombres y el rol del viaje de Magallanes” In medio orbe (II): personajes y avatares de la I vuelta al mundo / coord. por Manuel Jesús Parodi Álvarez, 2017, ISBN 978-84-9959-279-4, págs. 31-57VARELA, Consuelo, “Los supervivientes del viaje de Magallanes y Elcano.” In medio orbe (II): personajes y avatares de la I vuelta al mundo / coord. por Manuel Jesús Parodi Álvarez, 2017, ISBN 978-84-9959-279-4, págs. 59-63
https://elretohistorico.com/la-leyen...-nao-victoria/
Los olvidados de la expedición Magallanes – Elcano
Jesús Caraballo 16/09/2022
El 6 de septiembre de 1522, hace ahora 500 años, después de muchas penalidades, tocaba tierra española de nuevo lo que quedaba de la expedición Magallanes-Elcano. Una hazaña que no sólo tuvo consecuencias políticas y económicas. La primera circunnavegación del planeta tardó tres años y fue una empresa homérica. De 5 naos y unos 270 hombres, sólo retornó una nao medio desmantelada con 17 supervivientes; eso sí, cargada de especias hasta las escotas.
La gesta de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián de Elcano se estudia en todos los libros de historia. Desde España, cruzando el Atlántico por el sur, hasta llegar al Pacífico por el estrecho que lleva el nombre del avezado navegante portugués; siguiendo por Guam, Filipinas, Molucas, Timor, doblando África por el temible cabo de Buena Esperanza, hasta alguna isla del archipiélago Cabo Verde, y vuelta a casa.
Pero aunque fueran las motivaciones políticas y económicas las más importantes, esta empresa también marcó hitos en la historia del cristianismo, que merece la pena recordar. Fue la expedición de Magallanes la que celebró la primera misa católica en dos países, Argentina y Chile. Fue también la primera vez que el cristianismo entraba en contacto con Filipinas y otros territorios de Asia. Y ese contacto tiene un nombre: Pedro de Valderrama. Siguiendo la narración del cronista de la expedición, el marino italiano Pigafetta, a continuación se ofrecen los hechos más destacables.
El 1 de abril de 1520, en lo que hoy es San Julián, improvisado puerto cerca del Río de la Plata, la tripulación de Magallanes celebró la primera misa en suelo argentino. Ese día era la Solemnidad del Domingo de Ramos. La presidió el padre Pedro de Valderrama, capellán de la expedición, el mismo sacerdote que celebraría las primeras misas en tierras chilenasy filipinas. El ecijano fue, por tanto, el primer sacerdote católico en intentar dar la vuelta al mundo; viaje que no llegaría a completar.
De esa etapa del viaje consta también otra curiosidad: se les presentó un día en San Julián un hombretón enorme, a quien catalogaron como de la raza de los patagones. Después de trabar amistad con los marinos y de aprender algunas oraciones, el hombre pidió ser bautizado, y Valderrama le dio el sacramento, dándole el nombre de «Juan Gigante».
El cruce del Estrecho de Magallanes constituyó otro de los momentos espiritualmente relevantes de la expedición. Pensando que iban a naufragar sin remedio, todos quisieron confesarse y comulgar. Sin embargo, la expedición logró salir a aguas del Pacífico y tocar tierra chilena. Y allí, el 11 de noviembre de 1520, fiesta de san Martín de Tours, se celebra la primera misa en esta tierra recién descubierta. Recordando la gesta, dijo el Papa Francisco: «Dios entró en Chile por el sur».
Aún les tocaría vivir otros momentos impactantes. En Filipinas, a primeros de abril de 1521, tras su llegada a la isla de Cebú, en una emocionante ceremonia, se hacen cristianos más de mil filipinos junto con sus soberanos. Para Magallanes y sus compañeros, su viaje también es de naturaleza espiritual, y no solo estratégica.
Parecía un milagro…, pero no era más que el preludio de la tragedia. Tras la muerte de Magallanes en una batalla en Mactán, y después de otros episodios violentos en los que muere también el padre Valderrama, los españoles abandonan rápidamente Filipinas.
La evangelización no proseguirá hasta muchos años después. Pero corresponde a Magallanes y a Elcano haber traído por primera vez el cristianismo a la otra mitad del globo.
El resto de los marinos que también completaron la vuelta al mundo
Otro aspecto poco conocido de la gesta protagonizada por Elcano y Magallanes es la de aquellos marineros, que no constan entre los 17 que arribaron en la nao Victoria a San Lúcar de Barrameda, pero que también completaron esta primera circunnavegación del Planeta.
A los libros de Historia sólo han pasado los de quienes culminaron la proeza que les había costado mil ciento veinticinco días – tres años y un mes redondeando- pasando por las mayores penalidades. Son sus nombres los siguientes: Juan Sebastián Elcano, Francisco Albo, Miguel de Rodas, Juan de Acurio, Hernando de Bustamante, Martín de Yudicibus, Hans de Aquisgrán, Diego Carmena Gallego, Nicolás el Griego, Miguel Sánchez de Rodas, Juan Rodríguez, Antonio Hernández Colmenero, Juan de Arratia, Juan de Santander, Vasco Gómez Gallego “el Portugués”, Juan de Zubileta y Antonio Lombardo Pigafetta, el autor de la que constituye la fuente por antonomasia de la singladura, la denominada “Crónica”.
Junto a ellos, por cierto, llegan otros tres navegantes, los tres, indígenas americanos ― los grandes olvidados de esta historia ―, y si bien serán sufridos y meritorios marineros como los que más, no menos cierto es que ellos no son circunnavegantes, pues han iniciado su aventura en América, no en Europa como los demás.
De entre los 239 que inician el viaje el 10 de agosto de 1510 desde Sevilla, a los que se incorporarán otros cuatro más en Canarias, no son estos dieciocho, sin embargo, los únicos que completarán la vuelta al mundo. Lo harán también otros dieciocho, bien que en distintas circunstancias. Y es que la durísima expedición había ido dejando un goteo de bajas a lo largo de la singladura, muchas de las cuales, aunque con posterioridad y de manera diferente, conseguirán completar también la proeza.
Los primeros, los que se habían quedado en Cabo Verde. Acontece que, al pasar por la isla atlántica en poder de los portugueses, los navegantes españoles al mando de Juan Sebastián Elcano no pueden aguantar más, necesitan hacer víveres como sea. Así que urden una estratagema: acercarse a alguna isla del archipiélago portugués de Cabo Verde, contando a sus pobladores lusos que se trata de un barco que ha perdido la deriva, y comprar provisiones. Para ello, el prudente Elcano manda a algunos de sus marineros en una barca. Se hace un primer cargamento, pero en el segundo, sin que esté claro cómo, los astutos y desconfiados portugueses se percatan de la engañifla, detienen a los trece marineros llegados en la barca, y acuden a la captura de Elcano, que tiene que salir por vientos.
Lo primero que hará Juan Sebastián al llegar a España es interceder por esos marineros ante el Emperador, el cual consigue que los portugueses les den la libertad y pocos meses después se hallen en España traídos por los propios portugueses, dando así, aunque un poco más tarde, la vuelta al mundo, exactamente igual que sus compañeros llegados con Elcano. Conocemos los nombres de los trece, falta uno por desgracia. Son Roldán de Argote, Gómez Hernández, Pedro de Chindurza, Martín Méndez, Felipe de Rodas, Pedro de Tolosa, Vasquito, Juan Martín, Simón de Burgos, Rixart, Bocacio Alonso, Maestre Pedro, diez españoles, un portugués y un griego.
Queda aún una tercera remesa de circunnavegantes: son los tripulantes de la nao Trinidad, que se habían quedado con su capitán, Gonzalo Gómez de Espinosa, en las Molucas cuando la expedición aún constaba de dos barcos, los cuales llegan hasta las islas con la Victoria de Elcano, pero tienen que quedarse en ellas para reparar la nao. Una vez hecho, intentarán el regreso, pero no hacia occidente como Elcano, sino hacia oriente, a través del Pacífico, retornando a la América por la que habían venido, algo en lo que fracasarán ― cinco expediciones españolas fracasan en el intento de hallar el Tornaviaje Pacífico hasta que en 1565 lo consigue Urdaneta ― , y de vuelta en las Molucas son, como los que se quedan en Cabo Verde, detenidos por los portugueses (¡y luego dicen que la Primera Vuelta al Mundo fue una aventura hispano-portuguesa!).
Curiosamente, en la expedición de Espinosa, como antes en la de Elcano, terminan quedando dieciocho supervivientes que, en 1523, son enviados a Cochín, en la India, donde permanecen un año. Allí, el italiano León Pancaldo y otro compatriota consiguen huir en un barco a Mozambique, donde son de nuevo prendidos pero trasladados a Lisboa, con lo que completan así su personal circunnavegación, convirtiéndose en el decimonoveno y en el vigésimo circunnavegantes. Poco después consiguen su libertad y pasan a España. A Pancaldo atribuyen algunos una nueva crónica de la gesta circunvaladora, el denominado “Itinerario”.
Mientras, Gómez de Espinosa permanecía en prisión en la India, hasta que en 1526, él y otros dos compañeros de viaje son trasladados también a Lisboa, donde permanecerán encarcelados varios meses, completando de esta manera, también ellos, su personal circunnavegación. Uno de ellos, el jerezano Ginés de Mafra, piloto, también realiza, como Pigafetta antes que él, un relato del viaje, el “Libro que trata del descubrimiento y principio del estrecho que se llama de Magallanes”.
Todo lo cual completa treinta y seis circunnavegantes, a saber, los dieciocho de Elcano (los indios no cuentan, porque aunque llegan con Elcano, no completan la circunnavegación), y junto con ellos, otros dieciocho que lo hacen más tarde: los trece de Cabo Verde y los cinco de las Molucas.
A todos estos todavía podemos añadir una nueva remesa de circunnavegantes, la cuarta, aunque provenientes ya de otra aventura diferente. Nos referimos a los supervivientes de la expedición que manda en 1525 García Jofre de Loaysa, llevando como piloto mayor, vale decir, número dos, al mismísimo Juan Sebastián Elcano. Ambos, Loaysa y Elcano, hallarán la muerte en ella.
La expedición no consigue llegar más que a las Molucas, en cuya isla de Tidore se hacen fuertes por mucho tiempo, con no poca heroicidad. Tras una serie de peripecias, volvemos a encontrarnos dieciocho supervivientes, el número mágico de la vuelta al mundo, al mando del capitán Hernando de la Torre, los cuales, al conocer el acuerdo alcanzado por el César Carlos con Juan III en Zaragoza en el año 1529 por el que España vende a Portugal las islas Molucas, tras ocho años de resistencia y de lucha, deciden entregarse a los portugueses, que en 1536 trasladaban a España a los pocos que quedaban vivos.
Entre ellos un personaje a reseñar, Andrés de Urdaneta, que casi treinta años más tarde, después de haberse convertido por derecho propio en uno de los cuarenta y un circunnavegantes de la Tierra por aquél entonces, y de conquistar para la Corona española las Islas Filipinas en la expedición que mandaba su pariente Miguel López de Legazpi, hará el que es entonces el descubrimiento más esperado y más deseado, el que más tiempo había llevado realizar también: el del Tornaviaje Pacífico, que, haciendo viable la navegación desde Asia hasta América gracias a los vientos del Kuro Shivo, cerraba definitivamente la Tierra, y daba inicio a la ruta comercial más importante del mundo durante doscientos cincuenta años, la que realizaba el Galeón de Manila, la Nueva Ruta de la Seda, y con ella la que hoy, con justicia, se llama la Primera Globalización de la Historia.
https://espanaenlahistoria.org/episo...llanes-elcano/
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