IV Apología del pensamiento político de Balmes; Balmes y Donoso
El único pensamiento político genuinamente español
“… el único pensamiento (político) genuinamente español, el único que hubiese atajado desastres sin cuento, dando acaso diverso giro a nuestra historia” (el de Balmes)
(Pról. a los Ensayos de J. M. Quadrado, 1893, CHL, v. 221)
“Su misma doctrina política (Balmes), tan conciliatoria, tan simpática, tan humana, tan aborrecida de los violentos, debe a la amplia base de su filosofía crítica y armónica el haberse salvado de aquella lepra feroz de fanatismo, de aquella especie de pedantería sanguinaria que por muchos años convirtió en Caínes a todos los partidos españoles”. (Ibid, 217)
“… Balmes… no era hombre de partido, pero fue el oráculo de un grupo de hombres de buena voluntad, de españoles netos, que venidos de opuestos campos, aceptan no una transacción sino una fusión de derechos, una legalidad que, amparando a todos, hiciese imposible la renovación de la guerra civil y trajese la paz a los espíritus” (Dos palabras sobre el centenario de Balmes. Disc. en el Congr. Internacional de Apologética, 1910)
Ni absolutista ni liberal
“Calificar de absolutista a Balmes sería no menor yerro que considerarle en filosofía como escolástico. Sus tendencias coincidían con las de la escuela histórica, que ya empezaba a tener secuaces entre los moderados, y que era especialmente profesada por un grupo de juriconsultos catalanes, con quienes él, sin embargo, no parece haber estado en relación. Era en verdad poco afecto a las constituciones escritas y a los códigos abstractos y dogmáticos, pero no rechazaba las formas ni aun la esencia del régimen representativo. Baste recordar las explícitas y generosas declaraciones que hay en su Pio IX , declaraciones tales que no sé si se las han perdonado todavía los que indignamente amargaron los últimos días del filósofo, y luego con llanto de cocodrilo lloraron su muerte, y hoy tienen valor para reclamarle como gloria propia después de haberle asesinado moralmente.
(Pról. a los Ensayos de J. M. Quadrado, 1893, CHL, v. 223)
(…) Obra santa y bendecida por Dios fué ciertamente la de Balmes y Donoso. Él en su infinita misericordia los suscitó en el instante de la tremenda crisis, en la aurora de la revolución, y la semilla que ellos esparcieron no toda cayó en terreno estéril e infecundo, ni entre piedras, ni a la orilla del camino. Ellos dieron el pan de vida intelectual a una generación próxima a caer en la barbarie. Ellos hicieron volver los ojos a lo alto, a los que se despedazaban como fieras. Ellos sacaron la política del empirismo grosero y del utilitarismo infecundo, y la hicieron entrar en el cauce de las grandes ideas éticas y sociales, tornándole su antiguo carácter de ciencia. Puesta en Dios la esperanza, no escribieron para el día de hoy, fiaron poco de personas ni de sistemas, todo lo esperaron de la regeneración moral, de la infusión del espíritu cristiano en la vida. Con el error no transigieron nunca, con la iniquidad aplaudida y encumbrada, tampoco. Si pasaron por la escena política, fué como peregrinos de otra república más alta. En lo secundario podían diferir; en lo esencial tenían que encontrarse siempre, porque la misma fe los iluminaba y la misma caridad los encendía" (Hª Heterodoxos, VI, 404-405)
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