V El liberalismo, padre del marxismo
(...) "Pero ¿quién se acordaba de regalismos, cuando rugía a nuestras puertas la revolución socialista, anunciada por las cien bocas de la Asociación Internacional de Trabajadores? Nuestros mismos gobiernos revolucionarios trataron de atajar sus progresos, y en octubre de 1871 llevóse a las Cortes la cuestión magna: «¿Estaba o no la Internacional dentro del derecho individual e ilegislable de reunión y asociación?
…el argumento no tenía vuelta para los desamortizadores. «Para apoderaros de los bienes del clero secular y regular -decía con tremenda lógica Pi y Margall- habéis violado la santidad de contratos por lo menos tan legítimos como los vuestros; habéis destruido una propiedad que las leyes declaraban poco menos que sagrada, inalienable e imprescriptible...; y luego extrañáis que la clase proletaria diga: si la propiedad es el complemento de la personalidad humana, yo, que siento en mí una personalidad tan alta como la de los hombres de las clases medias, necesito la propiedad para completarla.»
¡Ya era hora de que el vergonzante doctrinarismo español oyera cara a cara tales verdades! Y fue justo y providencial castigo que, tras de Pi, se levantase una voz socialista más resuelta, la de Lostau, representante de la Internacional barcelonesa, a denunciar «las iniquidades y tropelías de la clase media... ¿Quién de vosotros -exclamó- está limpio de ellas? ¿Con qué derecho abomináis los excesos de la Commune de París vosotros, los que en 1835, con el hacha en una mano y la tea en la otra, pegasteis fuego a las iglesias y entrasteis a saco los conventos de débiles mujeres?... Nosotros, más lógicos y más francos, aceptamos el colectivismo, y creemos que la propiedad de la tierra, como el aire, como la luz, como el sol, pertenece a todos... La tierra la declaramos colectiva.»
Lostau se declaró ateo; ni aun concebía el nombre de Dios." (Hª Heterodoxos, VI, 431-433)
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