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Tema: Los felices años 40 del Madrid de la posguerra española

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    Los felices años 40 del Madrid de la posguerra española

    (Texto inicialmente aparecido en el año 2001)

    LOS FELICES AÑOS CUARENTA

    Ciclo de Conferencias del Instituto de Estudios Madrileños

    (por Enrique de Aguinaga)

    ***

    Primera estación

    EN LA QUE SE EVOCAN CUATRO PALABRAS

    Cuatro palabras, exactamente cuatro palabras, abren un periodo de la Historia de España, para nosotros el más importante, porque es el nuestro y porque, a juicio historiográfico, es el periodo en el que todos, a gusto o a disgusto, todavía nos encontramos.

    Las cuatro palabras son: La guerra ha terminado.

    Son las cuatro palabras que cierran el lacónico parte del Cuartel General del Generalísimo, en Burgos. La pieza completa, único parte de guerra que redacta y firma Franco, merece pasar a la antología castrense. Así dice:

    En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, las tropas nacionales alcanzan sus últimos objetivos militares.
    La guerra ha terminado.
    Burgos, 1 de abril de 1939.

    El último parte de guerra se refiere con precisión a los últimos objetivos militares. Ciertamente, a partir de estos, se acentúan los demás objetivos y, sobre todos, el objetivo de reanudar la vida civil, renovadoramente, como si resonase el Sacris Solemniis de Tomás de Aquino:

    Nova sint omnia: corda, voces et opera.

    Que todo sea nuevo: el corazón, las palabras y las obras.

    Tal es el espíritu del telegrama, que el mismo día, envía el Papa Pío XII a Franco:

    Levantado nuestro corazón al Señor, agradecemos sinceramente con Vuestra Excelencia deseada victoria católica España, hacemos votos porque este queridísimo país, alcanzada la paz, emprenda con nuevo vigor sus antiguas cristianas tradiciones que tan grande le hicieron. Con estos sentimientos efusivos, enviamos a Vuestra Excelencia y a todo el noble pueblo español nuestra apostólica bendición.

    Alfonso XIII, desde su destierro, en carta manuscrita, expresa a Franco las más efusivas felicitaciones y, evocando su jefatura de la Real Orden Militar de San Fernando, le desea que la Laureada premie su victoria (1) . Antes había declarado a un redactor de Le Journal-Echo de Paris:

    En estos instantes importa más que nunca que todos los españoles se agrupen alrededor del Caudillo Franco, que ha conseguido la victoria. Yo obedeceré las órdenes del general Franco que ha reconquistado la Patria y, por tanto, me considero un soldado más a su servicio...Mi porvenir y el de todos los españoles está ahora en las manos del general Franco.

    Tampoco faltó el telegrama del Infante Don Juan, que aún no ostentaba el titulo de Conde de Barcelona (2):

    Uno mi voz nuevamente a la de tantos españoles para felicitar entusiasta y emocionadamente a Vuestra Excelencia por la liberación de la capital de España. La sangre generosa derramada por su mejor juventud será prenda del seguro porvenir de España, una, grande y libre. ¡Arriba España! Juan de Borbón (3) .
    Julián Besteiro, el honorable derrotado, que se entrega en Madrid, declara en el juicio sumarísimo (julio de 1939):

    Estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizá los siglos...(4)

    Ya, con la perspectiva de los años, en 1976, dice Jorge Luis Borges:

    En 1936 me declaré partidario de la II República. Estaba equivocado. El triunfo en 1936 de la causa republicana hubiera traído a España el comunismo y esta nación sería otra Cuba, más fuerte y prestigiosa, pero bajo un régimen similar (5).

    Y, en 1990, sentencia Indro Montanelli:

    En general, todas las guerras son inútiles, menos la española, que salvó a España del comunismo (6).

    Cuando algunos, con la tabarra de sus condenas, homenajes y perdones, se obstinan en mantener la división bélica, ahora, que ya han pasado más de sesenta años, reconciliados todos en el Rey de todos los españoles (7), cabe preguntarse con naturalidad: ¿No será, que no se acaba de perdonar aquella primera victoria sobre el comunismo, aquella española anticipación de la caída del muro de Berlín?

    En cualquier caso, volviendo al principio, en medio de las ruinas, por encima de las catástrofes, con todas las heridas, hay un renacimiento que, además, coincide con la primavera, esa primavera que simbólicamente trae las primeras flores silvestres a los escombros de la Ciudad Universitaria.

    La guerra ha terminado.

    La guerra es terrible. Todos condenamos la guerra. Todos decimos: la guerra nunca más. Pero la guerra está ahí. Está en el pasado. Está en el presente. Y estará en el futuro, al menos en la advertencia de Cristo:

    No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino guerra. Porque he venido a poner discordia entre el hijo y su padre, entre la hija y su madre, entre la nuera y la suegra; de modo que tendrá cada uno por enemigos la gente de su propia casa (8).

    Al pie del siglo XXI, Rafael Borrás, que tan minuciosamente ha analizado las memorias de nuestra Historia contemporánea, advierte la permanencia de las secuelas de la guerra:

    Las secuelas de la guerra las hemos padecido los hijos de los vencedores y de los vencidos que no participamos en ella y no estoy muy seguro de que sus nietos hayan conseguido librarse del todo de las mismas...Que la contienda necesita aun muchas décadas para poder ser objetivada y superada como vivencia –aunque se trate de una vivencia recogida por tradición oral- es evidente (9).

    Volviendo al principio, aunque sea perogrullada, la guerra trae la paz.
    La guerra trae la posguerra.

    Después de la tempestad viene la calma.

    Con la calma de la I Guerra Mundial (1914-1918) vinieron los años 20.

    Los llamados felices años veinte.

    Veinte años después, ¿cabe hablar, por analogía, de los felices cuarenta?
    Última edición por ALACRAN; 01/06/2022 a las 13:37
    Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos aunque lo tuvieron, no acertaron a lograrlo. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso, pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno, y si éste no es su siglo, muchos otros lo serán. (Gracián)

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