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Tema: El infame sistema italiano se auguraba como modelo a seguir tras el franquismo

  1. #1
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    El infame sistema italiano se auguraba como modelo a seguir tras el franquismo

    El infame sistema italiano de los años 60 (vaticanismo y comunismo... chanchullos y mafias…) se auguraba en el tardofranquismo como probable e inevitable modelo que acabaría sobreviniendo tras la desaparición de Franco (temperamento, idiosincrasia, catolicismo...). En resumidas cuentas la evolución y situación a la que se llegó muerto Franco fue similar: derechismo claudicante y apertura a la izquierda y caos moral y político a todos los niveles (incluso en España peor aun por el problema separatista).

    Las revistas Fuerza Nueva de la época recogen burlas hacia la ridícula democracia cristiana italiana y sus políticuchos, sus des-gobiernos efímeros y caóticos, y el horror ante el avance del partido comunista; situación que era también el hazmerreir de toda Europa.

    Obsérvese, la opinión del articulista sobre la fortaleza interna del Régimen español de la época, … que resultaría radicalmente equivocado algunos años después.

    Revista FUERZA NUEVA, nº 66, 13-Abr-1968

    Diario de un ingenuo

    “La Discusione”, semanario oficial de la Democracia Cristiana italiana, ha publicado un trabajo titulado “La España en el futuro y la Italia de hoy”. Se encabeza con esta frase: “España ve en nuestro país un modelo para el futuro”.

    La frase podríamos subscribirla con muy ligera variación. Bastaría con que quedase así: “España ve en Italia un ejemplo de lo que podía ser su futuro”.

    El ejemplo es claro: En el régimen sostenido por la Democracia Cristiana en Italia, el Partido Comunista ha logrado ser el más poderoso de Europa Occidental. Constituye la minoría más numerosa y mejor organizada de Italia. Ha logrado montar un aparato económico de financiación de sus actividades que lo convierte en un poderoso grupo de presión. Su infiltración en la televisión y en puestos clave de la Administración nacional, regional y local es importante. Esta fuerza comunista determina la “apertura a la izquierda” de la Democracia Cristiana y, con ella, un deslizamiento hacia posturas izquierdistas en el que son posibles toda clase de claudicaciones en política nacional, en cuestiones religiosas y en el campo internacional. El bandolerismo, la inmoralidad, la pornografía y el ateísmo alcanzan niveles escalofriantes. Un camino, como se ve, que lleva lejos.

    Es razonable, por tanto, que España observe con atención el ejemplo italiano, ya que, en efecto, de hacer caso a los cantos de sirena de ciertos sectores bien conocidos de la política española, es un régimen “a la italiana” el que nos encontraríamos, con las consecuencias fáciles de prever.

    No obstante, es interesante hacer una puntualización en la que no parecen caer algunos observadores de la política italiana. Y es que la “democracia italiana” ha surgido de una derrota nacional y una cruenta guerra civil, en la que el Partido Comunista se erige como vencedor y mantiene durante cierto tiempo un régimen de terror, cuyo trauma en muchas mentalidades “democráticas” es notorio. Existe un claro miedo en los grupos democráticos gobernantes, sean cristianos o socialistas, a enfrentarse con sus antiguos compañeros de la llamada “resistencia”, lo que les lleva, de una parte, a mantener una especie de mística “frentepopular” que les hace ser tolerantes con los comunistas intolerantes con los anticomunistas, y mansos a la hora de rehabilitar y dar la mano a asesinos condenados por tribunales competentes por sus crímenes durante la “resistencia”.

    Como se ve, una situación totalmente diferente de la española (1968), donde su actual Régimen ha surgido de una victoria militar rotunda y definitiva, que llevaría frente a cualquier intento de revanchismo marxista, sea efectivo o simplemente ideológico, a reacciones totalmente opuestas a las que nos está siendo dado observar en Italia. Aquí nadie se sentiría inclinado (salvo una cuadrilla de tránsfugas y cobardes menospreciables) a ocultar como una vergüenza su pasado nacional ni a tolerar que por las buenas se robaran los frutos de la victoria. Las consecuencias son fáciles de prever y se pueden resumir en un solo principio: en España no es posible, por las buenas, un régimen a la italiana. Y el que crea otra cosa que lo intente.

    Otra consideración que nos sugiere la política italiana es que en España no sería posible que ninguna agrupación política, se llame Democracia Cristiana o como quiera, pretenda erigirse en monopolizadora de las fuerzas católicas. En la misma Italia las cosas comienzan a ponerse difíciles. Cuando frente al comunismo hubo necesidad de unirse todos los católicos, fue comprensible que en aras de valores superiores se sometieran la mayoría de ellos a una organización que parecía un valladar contra el asalto marxista. Pero ahora (1968), cuando la Democracia Cristiana ha renunciado a ser un valladar anticomunista, y su programa no significa más que unas opciones temporales de carácter político, no se ve en nombre de qué principio eclesial puede exigirse a los católicos que voten demócrata cristiano y menos, que apoyen la apertura a la izquierda.

    Es curioso que, ante las próximas elecciones italianas, hayan sido precisamente católicos de extrema izquierda los que se han levantado contra la declaración de sus obispos sobre el tema “los cristianos y la vida política” (…)

    Esta opinión procede de un grupo católico que quiere llevar hasta su último extremo ese “diálogo con los comunistas” que tanto se estimula en sectores eclesiales. Pero las mismas razones podían ser esgrimidas por los católicos anticomunistas cuando se les empuje a votar a la representación oficial de la Democracia Cristiana.

    Esta situación cuya trascendencia no se le oculta a nadie, es sorprendente que no se haya comentado en España cuando, últimamente se ha polemizado sobre la renuncia unilateral del Estado español al derecho concordado de presentar a los obispos. Porque si lo que se busca con tal renuncia es, con arreglo a la doctrina conciliar, conseguir una total independencia de la Iglesia respecto al Estado, sería interesante saber, a la vista del ejemplo italiano, qué garantías existen de que unos obispos, a los que con tanta injusticia se reprocha su colaboración con el Régimen español, no iban a ser sustituidos por otros obispos que impulsaran fórmulas políticas diferentes. Y que este temor no es caprichoso lo demuestran la presencia de sacerdotes que, naturalmente un día podían ser obispos, en manifestaciones y reuniones ilegales, incluso complicados en actos de violencia y terrorismo, y la frecuencia con que en ceremonias religiosas ciertos sacerdotes han convertido las homilías en mítines políticos.

    Creemos por ello, que, en esta importante cuestión, hay que dejar de manejar tanto concepto teórico y estudiar con toda claridad las realidades prácticas. (…)

    Juan NUEVO
    Última edición por ALACRAN; 12/04/2023 a las 00:18
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

  2. #2
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    Re: El infame sistema italiano se auguraba como modelo a seguir tras el franquismo

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    Más sobre el tema:
    Revista FUERZA NUEVA, nº 69, 4-May-1968

    Diario de un ingenuo

    Hemos comentado con anterioridad que Italia es un buen ejemplo para que los españoles preveamos, en cabeza ajena, lo que ocurriría en nuestro país si desembocáramos en una democracia más o menos “cristiana” como la que allí se estila y la que algunos aquí nos proponen.

    También hemos hablado de la declaración del episcopado italiano recomendando la unidad de sufragio de los católicos, en atención al bien común, opción política, al ir orientada al voto a la democracia cristiana, que no ha merecido en ciertos sectores la repulsa que una actitud similar del episcopado español a favor del actual Régimen hubiera provocado en los mismos. Y digamos de paso que aquí no hubiera faltado quien aprovechara la ocasión para exponer las “nefastas consecuencias” del privilegio de presentación de los obispos, al “comprometerlos” con cierta opción política.

    Pero no son estas consideraciones las que íbamos a hacer. Queríamos simplemente reproducir el siguiente párrafo de la declaración de los obispos italianos (1968):

    Las elecciones (que se van a realizar en Italia) siguen conservando su gravedad, no solo en orden a un peligro -no totalmente desaparecido- para la libertad religiosa de nuestro país, sino también para la tutela y promoción de los valores humanos y cristianos en la familia, en las costumbres, en el orden social, en el orden internacional, en la sociedad civil y, en general, frente a diversas -pero a menudo convergentes- imposiciones laicistas que tales valores tratan de negar o combatir explícitamente en países como el nuestro, en el que las fuerzas laicistas mantienen una acentuada caracterización ideológica y un pluralismo tan acentuado que hacen difícil una acción compacta y favorecen la dispersión de tantas fuerzas en estériles afirmaciones particularistas”.

    Como se ve, un párrafo que merece ser meditado. En primer lugar, se observa que el pluralismo político, que desde ciertos sectores católicos se propugna, no es un bien en sí mismo, sino que, por el contrario, como dicen los obispos italianos, conduce a “la dispersión de tantas fuerzas en estériles afirmaciones particularistas”.

    En segundo lugar, el sistema político italiano, pese a que desde la caída del fascismo ha estado presidido por la democracia cristiana, no ha conseguido eliminar los graves riesgos para la religión y para la patria que señalan los obispos y en los que se apoyan para pedir la unidad de los electores católicos.

    En tercero y último lugar, si tales peligros justifican en Italia la unidad de los católicos, creemos que igual norma se puede aplicar en España cuando existe un enemigo marxista similar al italiano, con la diferencia de que el sistema político español se ha preocupado, primero, de derrotarlo en nuestra Cruzada, y luego, de impedirle su actuación. pública. Todos los católicos deben, por tanto, contribuir a que tal peligro no crezca, a no ser que se considere preferible, como en Italia, favorecer su desarrollo para luego gritar que viene el lobo y pedir la unidad ante su amenaza.

    Estas son las razones positivas que exigen el apoyo de todos los católicos al Régimen español, si la doctrina de la Iglesia tiene carácter universal. Pero, por si fuera poco, desde Cuba nos llega también la voz de la Iglesia en el mismo sentido. El nuncio del Vaticano en La Habana, monseñor César Zacchi, en unas declaraciones públicas referentes a la mejora de las relaciones entre el Vaticano y el Gobierno comunista y anticatólico de Cuba se pronunció en favor de la colaboración entre católicos y gobiernos comunistas. Dijo:

    “La Iglesia tiene que adaptarse a todos los regímenes porque su deber es el cuidado de las almas y no puede abandonar su grey”.

    Si la Iglesia debe adaptarse a todos los regímenes, incluso a los ateos militantes, ¿puede alguien dar una razón para que no se adapte a un régimen católico como el español (Franco), que de tal forma favorece el florecimiento de la Iglesia?
    A no ser que haya de considerarse norma vaticana lo de “verdad en Roma y en La Habana”, mentira en Madrid. (…)


    Juan NUEVO



    Última edición por ALACRAN; 04/05/2023 a las 13:05
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