Expuesto por Javier_L en el Foro Santo Tomás Moro ( www.tomasmoro.org )




DEL TESTAMENTO POLÍTICO DE ADOLF HITLER

http://radioislam.net/historia/hitler/testam/spa/testa.htm

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"Había que arrastrar a Franco a la guerra" - Hemos colaborado a pesar nuestro a la victoria de los curas españoles - Decadencia irremediable de los países latinos - Era preciso ocupar Gibraltar.


Cuartel General del Führer,
10 de febrero de 1945

Me he preguntado, a veces, si no cometimos un gran error cuando, en 1940, no hemos arrastrado a España a la guerra. Bastaba una nada para empujarla; pues, en suma, ardía en deseos de entrar, en seguida de los italianos, en el club de los vencedores.

Franco, evidentemente, consideraba que su intervención valía un precio elevado. Sin embargo, pienso que, a despecho del sabotaje sistemático de su cuñado jesuítico, hubiese aceptado acompañarnos en nuestra empresa en condiciones razonables: la promesa de algún pedacito de Francia para la satisfacción de su orgullo, y un trozo substancial de Argelia para el interés material: Pero como España no podía aportarnos nada tangible, he juzgado que su intervención directa en el conflicto no era deseable. Por supuesto que ello nos hubiera permitido ocupar Gibraltar. Pero, por otra parte, constituía la certeza de añadirnos kilómetros de costas que defender sobre el Atlántico, desde San Sebastián hasta Cádiz. Y, suplementariamente, con esta consecuencia posible: la renovación de la guerra civil, suscitada por los ingleses. En esa forma, nos hubiésemos encontrado ligados a la vida y a la muerte de un régimen que, menos que nunca, goza de mi simpatía, ¡un régimen de acaparadores capitalistas maniobrados por la clerigalla! No le puedo perdonar a Franco el no haber sabido, en cuanto terminó la guerra civil, reconciliar a los españoles, el haber hecho a un lado a los falangistas, a quienes España debe la ayuda que le hemos prestado, y el haber tratado como a bandidos a los antiguos adversarios que estaban muy lejos de ser rojos todos. No es ninguna solución el poner fuera de la ley a la mitad de un país , mientras que una minoría de salteadores se enriquece a costa de todos . . . con la bendición del clero. Estoy seguro de que entre los presuntos rojos españoles había muy pocos comunistas. A nosotros nos han engañado, porque jamás hubiese yo aceptado, sabiendo de qué se trataba en realidad, que nuestros aviones sirvieran para aplastar a pobres muertos de hambre, y para restablecer en sus privilegios horribles a los curas españoles.

En suma, el mejor servicio que España podía prestarnos en este conflicto, ya nos lo ha prestado: obrar de modo que la Península Ibérica quedara excluida de él. Ya era bastante con arrastrar la bala de cañón italiana. Sean cuales fueren las cualidades del soldado español, España, en su estado de impreparación y de desamparo, nos habría estorbado considerablemente, en lugar de ayudarnos.

Pienso que esta guerra ha establecido por lo menos una cosa, a saber: la decadencia irremediable de los países latinos. Nos han demostrado definitivamente que no están comprendida ya dentro de la carrera, que están descalificados; y que carecen por completo del derecho de opinar en el arreglo de los asuntos del mundo.

Lo más sencillo hubiese sido ir a ocupar el peñón de Gibraltar por nuestros comandos, con la complicidad de Franco, pero sin entrada en la guerra por parte suya. De seguro que Inglaterra no le hubiese declarado la guerra a España tomando esa ocupación como pretexto. Se hubiera considerado más que complacida con que permaneciese fuera de la beligerancia. En cuanto a nosotros, eso nos evitaba el riesgo de un desembarque británico efectuado sobre las costas de Portugal.

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Hubiera sido preciso ocupar Gibraltar en 1940 - Debilidad congénita de los países latinos - Los ingleses engañados por Francia - Malas comprensiones con el Duce - La funesta campaña de Grecia.



Cuartel General del Führer,
20 de febrero de 1945

Debimos apoderarnos de Gibraltar en el estío de 1940, inmediatamente después del aniquilamiento de Francia, aprovechándonos a la vez del entusiasmo que ` habíamos despertado en España y del choque resentido por Inglaterra.

Pero la dificultad, en ese momento, habría sido el impedirle a España que entrase en la guerra a nuestro lado, del mismo modo que, algunas semanas antes, nos fue imposible oponernos a que Italia volase en auxilio de nuestra victoria.

Estos países latinos no nos acarrean buena suerte. Su petulancia está en proporción directa con su debilidad, y eso descompone todo el juego. No logramos detener a los italianos en sus deseos de brillar sobre los campos de batalla. Y a pesar de todo, estábamos muy bien dispuestos a concederles un certificado de heroísmo y los beneficios de la gloria militar, así como todas las ventajas de una guerra ganada; pero, ¡bajo la única y sencilla condición de que no participasen en ella!

Por lo que respecto a los ingleses, a ellos su aliada latina los ha engañado aún más que a nosotros la nuestra. Resulta evidente, en efecto, que Chamberlain no hubiera entrado en la guerra si se hubiese dado cuenta del grado de descomposición en que se encontraba Francia. Porque ésta debería, en el espíritu de los ingleses, soportar todo el peso de la guerra terrestre en el continente. Nada era más fácil para Chamberlain , tras haber derramado algunas lágrimas de cocodrilo sobre la suerte de Polonia, dejar que a ese país lo destazaran en piezas.

Los países latinos acumulan la debilidad material con la presunción más ridícula. Que se trate de la Italia amiga o de la Francia enemiga, sus debilidades comunes a ambas nos habrán sido fatales de igual manera. Las únicas malas interpretaciones que hayan existido entre el Duce y yo han tenido por origen las precauciones que me vi obligado a veces a tomar. A pesar de la confianza total que tenga en él, necesité dejarlo ignorar mis intenciones cada vez que alguna indiscreción hubiese podido perjudicar nuestros proyectos. Si yo tenía confianza en Mussolini, él la ponía, y grande, en Ciano, el cual carecía de secretos para las mujeres hermosas que mariposeaban en torno suyo. Gestamos obligados a saberlo! En cuanto a nuestros adversarios, pagaban por saber tales cosas, y a causa de todo ello muchos secretos llegaban hasta nuestros oídos.

Contaba, pues, con magníficas razones para no decirle todo al Duce. Muy de lamentarse es que no lo haya comprendido así, y que, por el contrario, me lo hubiera tenido a mal y me pagara en la misma moneda.

Decididamente, ¡los latinos nos resultan unos cargantes! Mientras que me dirigía a Montoire para dar mi autorización a una política ridícula de colaboración con Francia; después, a Hendaya, para padecer el beso de un amigo traidor y falso, un tercer latino (y éste siendo mi amigo) se aprovechaba del hecho de que yo estuviera ocupado en otra parte para poner en movimiento su funesta campaña en contra de Grecia.