11 de septiembre de 1714





Leales hoy, como ayer y mañana

Déu - Pàtria - Furs - Rei Legítim

Visca Catalunya!
Visquen Les Espanyes!


Traducción castellana del Bando que Rafael Casanova y Antoni Villarroel mandaron pregonar por todas las calles de Barcelona el 11 de Septiembre de 1714:


«Se hace saber a todos generalmente, de parte de los tres Excelentísimos Comunes, considerando el parecer de los Señores de la Junta de Gobierno, personas asociadas, nobles, ciudadanos y oficiales de guerra, que separadamente están impidiendo que los enemigos se internen en la ciudad; atendiendo que la deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España, está expuesta al último extremo de someterse a una entera esclavitud. Notifican, amonestan y exhortan, representando así a los padres de la Patria que se afligen de la desgracia irreparable que amenaza el favor e injusto encono de las armas franco-españolas, haciendo seria reflexión del estado en que los enemigos del Rey N.S., de nuestra libertad y Patria, están apostados ocupando todas las brechas, cortaduras, baluartes del Portal Nou, Sta. Clara, Llevant y Sta. Eulalia.

Se hace saber, que si luego, inmediatamente de oído el presente pregón, todos los naturales, habitantes y demás gentes hábiles para el ejercicio de las armas no se presentan en las plazas de Junqueras, Born y Plaza de Palacio, a fin de que unidos con todos los Señores que representan los Comunes, se pueda rechazar los enemigos, haciendo el último esfuerzo, esperando que Dios misericordioso, mejorará la suerte.

Se hace también saber, que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus cargos, explican, declaran y protestan los presentes, y dan testimonio a las generaciones venideras, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, quejándose de todos los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida Patria, y extermine todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados y todos en esclavitud del dominio francés; pero así y todo se confía, que todos como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados, a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España

Y finalmente dicen y hacen saber, que si después de una hora de publicado el pregón, no comparezca gente suficiente para ejecutar la ideada empresa, es forzoso, preciso y necesario llamar y pedir capitulación a los enemigos, antes de llegar la noche, para no exponer a la más lamentable ruina de la Ciudad, para no exponerla a un saqueo general que profane los Santos Templos, y al sacrificio de niños, mujeres y a los religiosos. Y para que a todos sea generalmente notorio, que con voz alta, clara e inteligible sea publicado por todas las calles de la presente ciudad.

Dado en la casa de la Excelentísima Ciudad, residiendo en el Portal de S. Antonio, presentes los mencionados Excelentísimos Señores y personas asociadas, a 11 de Septiembre, a las 3 de la tarde, de 1714».

Fuentes: Publicado en el libro Los Fueros de Cataluña de José Coroleu y José Pella Forgas, abogados del ilustre Colegio de Barcelona, editado en Barcelona en 1878; el Bando, auténtico y completo, vio la luz en el 2º Tomo de la Historia del memorable sitio de Barcelona, de Ed. Bruguera.



Publicado por Cruzado Furioso en 11:26:00 0 comentarios Vínculos a esta entrada




La Diada



«¡Que tiemble el enemigo!»

Autor: José García Domínguez. Fuente: Libertad digital

Ocurrirá el sábado, en Barcelona. ¡Que tiemble el enemigo cuando vea nuestra bandera!, clamarán en posición de firmes todos los directivos del Foro Universal de las Culturas, con el jefe, Joan Clos, elevando su voz por encima de las del resto de la tropa. Afilemos muy bien las armas, urgirán a grito pelado los dirigentes y dirigidos del gran movimiento pacifista que tanto enorgullece a la ciudad. Buen golpe de hoz, buen golpe de hoz, recomendarán emocionados los promotores de Intelectuales contra la Guerra. Cataluña volverá a ser rica, pronosticará Josep Maria Sala con timbre de tenor. Por encima de esa gente tan ufana y tan soberbia, replicará cual barítono Pepe Montilla. Y para concluir, Maragall rugirá a los cuatro vientos que cuando conviene, segamos cadenas. Luego, aplacado ya el fervor patriótico, las autoridades se obsequiarán con unos canapés, y los otros volverán a casa. Es lo que manda la liturgia de todos los Once de Septiembre.

Como saben incluso los escolares menos aplicados del Principado, en 1714, tal día como ése Franco invadió Cataluña, instante en el que dejó de ser un Estado independiente. Porque ninguno de ellos ignora que el autonombrado duque de la España Citerior, sólo recordado ahora por conde Borrell, proclamó el nacimiento de la nación ya en el siglo X. Aunque suelen desconocer que tan enloquecido fue el fervor catalanista de la fundación que a nadie se le ocurrió ponerle nombre al país. Y es que aún habrían de pasar más de doscientos años hasta que surgiera la palabra Cataluña y el gentilicio con el que designar a sus habitantes.

Tampoco conocen (TV3 jamás ha dedicado programas especiales al asunto) la proclama para encorajinar a las tropas de Antonio Villarroel, el general que defendía la ciudad frente a los agresores extranjeros durante 1714. "Luchamos por nosotros y por toda la nación española", gritó entonces aquel barcelonés, un inmigrante de origen extremeño e ideológicamente próximo a los planteamientos de Rodríguez Ibarra, según sospechan algunos eruditos. No obstante, a pesar de esas lagunas veniales, debemos celebrar que la Historia ya no sea el Mistol para lavar cerebros con el que fuimos enjuagados todos los que tenemos más de cuarenta años. Así, felizmente, ninguno de los jóvenes convocados a ejercer el derecho de autodeterminación que garantizará el nuevo Estatuto ha sido manipulado con las gracietas que nos contaron a sus mayores.

Porque nuestras indefensas mentes infantiles fueron adoctrinadas para creer que la tal guerra entre Cataluña y España no existió jamás. Nos mintieron asegurando que consistió en una pelea dinástica por el trono. Hasta tuvieron la desvergüenza de negar que el asalto a las murallas lo dirigiera Aznar (ellos lo atribuían a un francés, cierto duque de Berwick cuyo ejército integraría a cientos de catalanes). Nosotros, pobres criaturas ignorantes, dimos crédito al embuste de que no se trató más que de una pelea de austriacos e ingleses contra franceses, con un puñado de españoles repartidos entre los dos bandos. Sin ir más lejos, lo sigue creyendo Montilla, que es de ciencias. Ésa es la única razón de que haya ordenado a los alcaldes del PSC ocultar la bandera nacional durante la Diada. Pretende resaltar así, de forma simbólica, que aquélla no fue una guerra entre españoles. El gesto del ministro de Rodríguez ha sido valiente, mas arriesgado. A saber dónde alcanzará la rauxa de Carod Rovira y Maragall cuando descubran su maniobra.