En el suplemento "ABC de las artes y las letras" de hoy, aparece un extenso artículo sobre la figura de Don Fernando Alvarez de Toledo, en conmemoración del V centenario de su nacimiento. Por su interés tal cual lo transcribo.
Ricardo GARCÍA CÁRCEL
"Tradicionalmente, se ha considerado al tercer duque de Alba, Don Fernando Álvarez de Toledo, el icono más representativo de la leyenda negra antiespañola, al lado de la Inquisición y de la obra colonial en América.
Como suele ocurrir, la realidad histórica y la representación no siempre han ido unidas. Alba fue, ante todo, un noble castellano, arquetípico del siglo XVI, con su conciencia estamental, su código de honor, su formación humanística, su vocación de héroe, inadaptado a los tiempos de transición que le tocó vivir.
EN LA GUERRA Y EN LA PAZ.
Más que un halcón político de ideología integrista, fue el mejor vasallo de los reyes Carlos V y Felipe II, que sirvió a la Corona incondicionalmente y, desde luego, profesionalmente, en la guerra y en la paz, esclavo de su disciplina, arrastrando su mala salud por toda Europa, melancólico depresivo, con fugaces retiros domésticos que siempre estaba dispuesto a romper en cuanto el rey se lo pedía.
Su gran estigma fue el gobierno de los Países Bajos, donde dejó, a través del Tribunal de Tumultos que él creó en 1567, una estela ciertamente sangrienta: 12.000 casos juzgados, 1.700 condenados amuerte, 10.000 personas con bienes confiscados, 60.000 exiliados en muy pocos años. La imagen del duque como fiera traganiños, sedienta de sangre y destrucción, fue propalada por el lobby protestante (con un gran publicista, Marnix Van Saint-Aldegonde, y un genio político mediático como era Guillermo de Orange) durante su gobierno años antes de que Orange escribiera su Apología contra Felipe II (1580).
Alba, con su extremado personalismo, asumió su papel de pararrayos de toda la efervescencia contestataria protestante. El gobierno de Alba en los Países Bajos había durado pocos años (1567-1574) y los problemas político-sociales en Flandes los habían tenido Margarita de Parma y Granvela antes de Alba, como Requesens, Austria o Farnesio los tuvieron después. Pero fué siempre Alba el referente mediático de la leyenda negra por excelencia. Los cuadros de Brueghel, los panfletos en los que colaboró De Bry, autor de los grabados de la obra de Las Casas... son testimonios de la campaña mediática contra el duque.
TERRIBLE COYUNTURA.
¿Lo mereció realmente? Al respecto, conviene tener en cuenta varias consideraciones. Lo primero es que para juzgar al duque hay que situarse en lo que fue aquella coyuntura terrible de 1568-1574: affaire Don Carlos, revuelta morisca granadina, bandolerismo catalán, problema turco con Lepanto como única satisfacción, noche de San bartolomé con más de 25.000 muertos en toda Francia, angustias financieras, motines de soldados... Demasiados frentes, muy escasos recursos. El problema protestante y el problema musulmán en toda su intensidad.
Cuando se fué Alba a los Países Bajos, ni él ni nadie en ese momento podía atisbar la gravedad de la situación internacional y las implicaciones que reportaba el intervencionismo militar en la zona. Alba no tenía más referente previo que la política del Gran Capitán en Italia, sesenta años antes, y además tenía un rey, Felipe II, afectado seriamente en su espíritu, con su tragedia familiar a cuestas.
Hay que decir que la leyenda negra contra Alba ha pervivido porque es relanzada con toda su fuerza en el siglo XIX a caballo del nacionalismo flamenco y del romanticismo liberal. Todo nacionalismo necesita un demonio referencial y el duque ha cubierto históricamente este papel. Desde la Leyenda de Widenspiegel de Charles de Coster a la película La Kermesse heroica (1935) de Freyder, de El libro de los mendigos de Boon a la celebración del centenario de la muerte de Orange (1984), el duque ha cumplido su papel de demonio estimulador de un nacionalismo que, hoy está más que nunca, en Bélgica, está ansioso de legitimaciones históricas. Por otra parte, de Schiller ( 1778), a Donizetti (1839), el romanticismo ha necesitado tanto de víctimas a lo Don Carlos como de verdugos a lo Alba.
UNA MALA DEFENSA.
Por último, quisiera dejar constancia de que la historiografía española ha defendido hasta el momento mal a Alba, igual que en su época lo defendieron mal amigos y colaboradores suyos como Arias Montano o Francés de Álava. Tanto en la restauración como en el franquismo se prefirieron héroes como Don Juan de Austria, héroes que murieron jóvenes, guerreros antes que administradores, a un Alba que murió viejo, machacado físicamente, víctima de la ingobernabilidad de un imperio sobrevenido.
A mediados del siglo XVII fue la Casa de Alba (el quinto duque) la que lanzó la primera ofensiva reivindicativa del gran duque, a través de las aportaciones documentales del conde de la Roca y de la biografía del jesuita Antonio Ossorio. Un siglo más tarde fue el duque de Huéscar el que encargó una biografía a Gregorio Mayans, el ilustrado intachable, que no llegó a prosperar. En el siglo XX fue el décimo-séptimo duque de Alba, Jacobo Fitz-James Stuart, académico de la Historia, el que más promocionó la defensa del gran duque (traducción del latín al español en la obra de Ossorio, publicación del Epistolario).
Ahora Jacobo Siruela, nieto del anterior, ha promovido la reedición de la obra de Maltby, excelente biografía de nuestro personaje. faltaba, en cualquier caso, la biografía de un historiador español. El reto lo ha abordado Manuel Fernández Álvarez. Sin complejos de mala conciencia histórica ni prejuicios triunfalistas. Hoy, más que nunca, estamos en condiciones de situar en su justa medida la personalidad del gran duque de Alba. Ni el héroe que quiso ser ni el monstruo que dijeron que era. ¿Está ya enterrada definitivamente la leyenda negra? "
La cursiva viene en el texto.
El subrayado en negrita es mío.
La Kermesse heroica es en realidad una burla de la exagerada Leyenda Negra. Es una película extraña, no sólo por ser de las pocas (quizás la única) que tratan la historia de los Países Bajos Españoles sino que además lo hace con respeto hacia España. Los españoles aparecen retratados como gente amable y pacífica y las autoridades flamencas como ridículos burgueses con pretensiones de héroes.
Una película muy recomendable.
Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)
Marcadores