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Tema: Bailén 1808

  1. #1
    Avatar de Hyeronimus
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    Bailén 1808

    Bailén 1808 Batalla y fiesta aguada








    POR MANUEL MORENO ALONSO
    En medio de los olivares, el enfrentamiento final entre los ejércitos de Dupont, en su fallido avance hacia Sevilla, y Castaños se produjo el 19 de julio de 1808. El general napoleónico decidió a última hora retirarse, sorprendiendo a los españoles. Pero, al final, fue víctima de su propia trampa. Optó aquel día por dejar Andújar y dirigirse a Bailén, creyendo que el grueso del ejército español se encontraba en los Visos de Andújar, y no en Bailén. Fue un gravísimo error de información. Mucho más acertado estuvo el general en jefe español, quien, desde dos días antes, tenía claro que el ejército enemigo se encontraba en una situación desesperada, que le beneficiaba extraordinariamente.
    En la medianoche del 18 al 19 de julio, el general en jefe francés decidió abandonar Andújar, donde se había posicionado desde hacía más de un mes, y retirarse hacia Bailén. Pero, al llegar al amanecer al puente y arroyo del Rumblar, Herrumblar en la época, a tres cuartos de legua de Andújar, los franceses hallaron ya ocupada esta posición por las divisiones de Reding y Coupigny, quienes, después de dejar un grueso destacamento en Bailén, marchaban con dirección a Andújar para atacar a Dupont.
    Eran las dos de la mañana del día 19, cuando el general Dupont divisó la fuerza española que, entregada al descanso y sorprendida, se desplegó en batalla rápidamente. Ni unos ni otros tenían una idea muy clara del desenlace de la acción que se les venía encima. Pues la batalla de Bailén consistió en un conjunto de operaciones cuyo escenario se extendió desde el valle del Guadalquivir (Mengíbar, Villanueva de la Reina, Andújar, Arjonilla) hasta Sierra Morena (Santa Elena), entre el 16 y el 19 de julio.
    Según el general Martínez Campos, la batalla de Bailén comprendió en realidad todo un conjunto de operaciones, con combates imprecisos, maniobras coordinadas, marchas y contramarchas de una dureza extraordinaria... que condujeron a una acción «en la que el general Castaños se mantuvo muy sereno y supo aprovechar el éxito logrado por los suizos, la intervención de las partidas, el valor de nuestros hombres y la situación desconcertante en la que Dupont y su gente se encontraron».
    Propiamente la batalla no dio comienzo hasta cerca de las cuatro de la mañana del 19 de julio. Aunque con anterioridad rompió el fuego de artillería por parte de ambos ejércitos. En la hoja de servicios del general Venegas, segundo de Reding, se dice que «debía romper la marcha a las tres de la madrugada y por la feliz anticipación que tomó de una hora, no sorprendieron a dichas divisiones los mismos enemigos que habían evacuado Andújar la antecedente noche y marchaban a unirse en la Carolina con la división de Vedel».
    Después, saliendo de los olivares, los franceses pretendieron sin éxito romper las líneas españolas desde las alturas. En un último esfuerzo, el general Dupont, colocado con todos sus generales a la cabeza de sus hombres, ordenó una carga general a la bayoneta, después de que sus hombres lo hubieran intentado reiteradamente. Gritando ¡en avant!, se dirigió contra el centro de las fuerzas españolas sin conseguir franquearlas. Tres veces repitieron los franceses la carga, y tres veces tuvieron que retroceder para rehacerse entre los olivos. Tras lo cual intentaron capitular con los españoles. Pero la suerte estaba ya echada. Según la Comisión Militar creada en 1850 para recuperar la memoria histórica del suceso, los españoles, en su contraataque, llegaron a perseguir a los franceses, «atravesando todos los olivares...». Fue entonces cuando Reding envió un oficial a Dupont intimidándole con que «pasarían a cuchillo todas las tropas que tenían bloqueadas, si la división Vedel no venía inmediatamente a ocupar su primera posición».
    Testigos mudos de la acción -dura y sangrienta en la que se puso de manifiesto el valor por ambas partes- fueron aquellos olivares, en los que encontraron refugio las tropas francesas. Por parte española fue decisiva la acción artillera que desorganizó la carga de la brigada Privé y el avance de la infantería de Chabert, por no hablar de la acción de los garrochistas de Utrera y Jerez. Fue precisamente cuando la formación francesa abandonó la protección de aquellos árboles achaparrados, tan extraños ante la mirada de los soldados napoleónicos, cuando Reding tomó la iniciativa, y ordenó a Venegas y a Coupigny que atacasen por ambos flancos.
    Por ironía de la historia, según escribió el historiador de Bailén Mozas Mesa, «como curioso contraste debe señalarse que los olivos, árbol simbólico de la paz, fueron mudos testigos de la porfiada y sangrienta lucha». También fueron mudos testigos de la rendición y de la capitulación. Según el teniente belga Remaeckers lo primero que hicieron sus soldados al término de la batalla fue retirarse a la sombra de los olivos y enviar a buscar agua mientras, en medio de un panorama dantesco, ardían las mieses, el monte bajo y muchos árboles. Allí, en Bailén, en medio de los olivares, se decidió la suerte de la nación aquel martes 19 de julio de 1808.

    http://www.abcdesevilla.es/20080717/...807170342.html

  2. #2
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    Re: Bailén 1808

    www.reinodegranada.blogspot.com
    RECREACION EN GRANADA DE LA BATALLA DE BAILEN












    El pasado viernes 11 de julio se realizaron una serie de actos para conmemorar que 3000 granadinos participaron en la batalla de Bailén en la que las tropas españolas al mando del general Castaños lograron por primera vez derrotar al ejército de Napoleón. Por la mañana el alcalde y la corporación municipal visitaron las tumbas de la emperatriz Eugenia de Montijo, del cadete Juan Vázquez Afán de Rivera y del cabo José García, que salvó

  3. #3
    Avatar de Hyeronimus
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    Re: Bailén 1808

    Bailén, la batalla donde Napoleón fue cruelmente humillado por el Ejército español

    MANUEL P. VILLATORO

    El 19 de julio de 1808, las tropas de Bonaparte sufrieron en Andalucía su primera derrota de la historia en campo abierto

    ABC


    «La rendición de Bailén», cuadro de José Casado del Alisal que se exhibe en el Museo del Prado, con el general Castaños a la izquierda y el derrotado general Dupont a la derecha


    Un día como hoy, aunque hace nada menos que 205 años, las tropas españolas lograron un hito que ningún otro ejército había conseguido antes: vencer a las fuerzas de Napoleón en combate abierto. Aquella jornada, bajo un sol de justicia andaluz que acosaba a los soldados con una temperatura de 40 grados, las huestes del «pequeño corso» nada pudieron hacer contra los briosos hispanos que, a mosquete y espada, defendieron el pequeño pueblo jienense de Bailén del invasor.
    Ese 19 de julio de 1808 los españoles no sólo humillaron a las altivas tropas napoleónicas mediante un ejército formado por multitud de milicianos, sino que también lograron dar un golpe de efecto que marcaría el principio del fin de la ocupación francesa en España. Así, la batalla de Bailén quedaría grabada con tinta indeleble en la Historia.
    Corrían malos tiempos para España en los inicios del s. XIX. Todo había comenzado con un pequeño megalómano, Napoleón Bonaparte, quien, después de subir al poder en Francia años atrás, asumió como suya la tarea de dominar una buena parte de Europa y derrotar al gran enemigo de su Imperio: Gran Bretaña.
    Tras caer en la cuenta de que no podía asediar a la indomable Albión por mar, el corso prefirió pasar a una táctica menos invasiva: bloquear el comercio de Reino Unido. Sin embargo, para que esta idea se sucediera a la perfección, Bonaparte debía conquistar Portugal, una región tradicionalmente aliada de los ingleses y que no se plegaría sus deseos.
    Una trampa mortal

    Pero para llegar hasta Portugal una tierra se interponía en el camino de Napoleón, España. Por ello, en 1807 el francés firmó con Godoy –valido del rey- el Tratado de Fontainebleau, mediante el cual logró obtener el permiso para atravesar con más de 100.000 hombres el territorio hispano.
    El macabro plan de Napoleón había comenzado. Y es que, en su paso a través de España, el disciplinado ejército francés fue ocupando diferentes ciudades hasta llegar a Madrid. Así, lo que en un principio comenzó como un permiso de paso, acabó convirtiéndose en una invasión a gran escala. A su vez, las intrigas políticas del «pequeño corso» –que consiguió finalmente dar el trono español a su hermano- terminaron por minar la paciencia de la población que, a partir de mayo, comenzó a levantarse contra los casacas azules.
    Así, se iniciaron una serie de revueltas por todo el territorio a base de rastrillo y cuchillo en contra del águila imperial. Tocaba defender el territorio del invasor y, ante la escasez de tropas regulares, el pueblo no dudó en proteger cada palmo de tierra hispana con su sangre. Además, a lo largo y ancho de toda España, los defensores se fueron constituyendo en pequeñas juntas locales –encargadas de organizar la resistencia contra Francia- ante la destrucción y la inactividad de los organismos centrales.
    Camino de Andalucía

    Sin embargo, en casi toda España comenzaba a imponerse el entrenamiento de los soldados galos que, mejor pertrechados, plantaban cara con osadía a cualquier levantamiento local. Por ello, con el centro y el norte asediados, Napoleón no tardó en plantearse la conquista del sur de la Península.
    «Confiado en el éxito inmediato de la ocupación, Napoleón ordenó al general Pierre Dupont de l'Etang que ocupara Córdoba y avanzara hacia Sevilla y luego a Cádiz. El objetivo era rescatar a una escuadra francesa allí bloqueada desde la batalla de Trafalgar y hacerse con el control de los puertos andaluces, al tiempo que amenazaba Gibraltar» señala el escritor y periodista Fernando Martínez Laínez en su obra «Vientos de gloria».

    Para cumplir esta misión, los franceses enviaron unos 9.000 soldados de infantería, a los que los que se sumaron unos 4.000 hombres montados (entre coraceros –la caballería de élite del ejército galo experta en ataques cuerpo a cuerpo- y dragones –jinetes armados con mosquetes-). Al mando de esta fuerza estaba Dupont, uno de los generales más destacados y fiables del «pequeño corso».
    No obstante, la campaña andaluza salió muy cara a los franceses que, acosados por los guerrilleros y el hambre, decidieron asentarse en Andújar (ubicada a 28 kilómetros de Bailén) con la intención de esperar refuerzos. Con todo, prefirieron dejar su sello de destrucción arrasando y saqueando Valdepeñas y Córdoba. Sin embargo, lo que no sabían los soldados del águila imperial es que los españoles les harían pagar cada gota de sangre derramada.
    Una vez llegados sus refuerzos, Dupont levantó la cabeza con orgullo al saber que contaba a sus órdenes con 34.000 hombres divididos en cinco divisiones. Para facilitar la organización de este ejército tan numeroso -como bien explica el escritor y experto Francisco Vela en su obra «La batalla de Bailén. El águila derrotada» - el galo entregó cada una a un oficial. Entre ellos destacaba el General de división Vedel, un militar que se había ganado sus galones y el favor de Napoleón combatiendo contra los austríacos varios años antes.



    «El águila derrotada»



    A su vez, el francés sabía que de su lado estaba, además del gran número de soldados galos, la experiencia de los mismos. De hecho, se creyó tranquilo al conocer que combatiría al lado de un buen numero de sanguinarios coraceros y un batallón de marinos de la guardia imperial (una de las unidades de élite de la infantería imperial).
    El levantamiento andaluz

    Por su parte, y ante el peligro que se cernía sobre la patria, España llamó a filas a los ciudadanos, que se sumaron las escasas tropas regulares existentes. «Tras el levantamiento madrileño del 2 de mayo, que se extendió prácticamente a España entera, las Juntas de Sevilla y Granada comenzaron a formar dos ejércitos que deberían unirse en algún punto de Sierra Morena para detener a los franceses», explica Laínez.



    Así, los defensores consiguieron reunir una fuerza equiparable a la de los crueles «gabachos» al contar con 30.000 soldados. Sin embargo, más de la mitad del ejército estaba formado por milicianos que, aunque tenían en su interior el ardor propio de un militar español, carecían de experiencia en combate. Con todo, cada uno sabía que plantaría cara al invasor francés hasta la última bala de mosquete. Al mando de la fuerza se destacó el general Francisco Javier Castaños. Éste, a su vez, decidió dividir a sus hombres en tres columnas, como bien explica Laínez en su obra: «La primera, con 9.450 hombres, al mando del mariscal de campo de origen suizo Reding. […] La segunda, mandada por el mariscal de campo belga marqués de Coupigny [contaba] unos 8.000 hombres. […] La tercera columna, compuesta de dos divisiones al mando de los tenientes generales Félix Jones y Manuel La Peña [disponía] de 12.000 hombres de las milicias provinciales. […] Además, se contaba con una “columna volante” que mandaba el coronel Juan de la Cruz con unos 2.000 hombres, casi todos voluntarios».



    El general Castaños

    Tras una serie de pequeñas escaramuzas iniciales entre ambos contingentes, el día 17 de julio de 1808 se realizaron una serie de movimientos que marcarían directamente el resultado de los combates. Todo comenzó el 16, jornada en que Dupont –ubicado en Andújar- envió a la división de Vedel hacia el entonces insignificante pueblo de Bailén con órdenes de plantar cara a las tropas de Reding, a las que se suponía defendiendo el lugar.
    Pero el general francés encontró este minúsculo pueblo vacío. ¿Qué había podido suceder? Casi sin tiempo para pensar, en la cara de Vedel se pudo adivinar una expresión de terror. Y es que, la posibilidad más lógica era que la división española hubiera partido hacia Despeñaperros (un paso a través de las montañas en dirección a Madrid) para cortar una posible retirada francesa.
    «En esta ocasión todo el equívoco parte de las informaciones dadas por el paisanaje a los franceses, en especial por un alemán afincado en el pueblo, el cual le confirmó el paso de tropas enemigas encabezadas por los Dragones de Lusitania, lo que acabó por confundir a Vedel que vio cómo fuerzas regulares le sacaban ventaja en la carrera por llegar a Despeñaperros», explica en su libro Vela.
    Velozmente, Vedel inició la marcha hacia las colinas dejando atrás el verdadero teatro de operaciones. Sin embargo, este no fue el único error que cometieron los franceses, sino que, además, enviaron a otro de sus generales con una considerable cantidad de tropas hacia dos posiciones ubicadas en la sierra.
    El curioso encuentro

    Mientras, el altivo Dupont continuó esperando despreocupado en Andújar creyendo inocentemente que su experimentado ejército podría hacer frente a cualquier hueste formada por los españoles. Al parecer, nunca tuvo demasiado respeto a un ejército que, según sus palabras, carecía de instrucción y disciplina.
    Días después, y ante la falta de noticias, Dupont dio un giro radical a su plan de operaciones y partir hacia Bailén, en el cual creía que había solo un pequeño contingente de tropas españolas. Todo cambió cuando, en la noche del día 18, sus exploradores le informaron de que a las puertas del lugar le esperaban nada menos que 14.000 soldados enemigos: las divisiones de Reding y Coupigny movilizadas días antes por Castaños.
    A los españoles, por su parte, también les cogió por sorpresa el encuentro, pues sabían que, aunque eran superiores en número a las tropas francesas, no contaban con la experiencia suficiente para vencer al poderoso ejército galo. No obstante, y a pesar de esta curiosa sorpresa de verano, ambos bandos se prepararon para la batalla. Ahora sólo quedaba ganar tiempo hasta que llegaran los refuerzos: Vedel por parte de los franceses y Castaños por el bando español.
    «Como se puede comprobar, de todo esto deducimos que ambos bandos se encontraban mal informados sobre las fuerzas y posiciones respectivas y que se dirigían a una batalla de encuentro. Ni Dupont sabía que se iba a topar con Reding ni éste que se le echaba Dupont encima. Aquel tenía su retaguardia amenazada por las dos divisiones de Castaños, y Reding amenazada la suya por Vedel», completa el autor de «La batalla de Bailén. El águila derrotada».
    ¡A formar la línea!

    Tras el primer contacto con las unidades de exploración francesas –aproximadamente a las tres de la madrugada del día 19-, los españoles dieron comienzo a una alocada carrera contra el tiempo para formar su línea defensiva. El ejército, ahora al mando de Reding, tuvo que organizar a dos divisiones que incluían, según Vela, a unos 12.600 infantes (armados principalmente con mosquetes) y 16 piezas de artillería. A su vez, la fuerza contaba con el apoyo de casi 1.200 jinetes, entre los que había varias unidades de los famosos garrochistas (pastores que, diestros en el uso de la lanza, se incorporaron a filas para combatir al invasor francés).

    Para hacer frente a los galos, las tropas españolas formaron a las afueras de Bailén. «Al amanecer, el ejército español se desplegó en forma de arco o herradura abierta con los extremos apoyados en los cerros Valentín, al norte, y Haza Walona, al este», completa el autor español en su obra.
    En vanguardia se situó la infantería formando una consistente fuerza de choque a base de mosquete y bayoneta. Como apoyo, se intercalaron varias piezas de artillería con las que aplastar las formaciones francesas. En segunda línea, Reding ubicó varias unidades de infantería de reserva además de algunos regimientos de caballería con un doble objetivo: apoyar a los cañones y flanquear al enemigo.
    Por su parte, el experimentado Dupont contaba a sus órdenes con unos 8.000 infantes (entre los que se encontraban los marinos de la guardia imperial), unos 2.000 jinetes (sumando a coraceros y dragones) y 23 cañones. Como siempre, la fuerza de los franceses la componía principalmente la caballería pesada, que solía ser usada como un martillo en contra de las formaciones enemigas.
    Como era de esperar, Dupont ordenó formar con un sólido bloque de infantería en el centro, la temible caballería en los flancos y varios cañones como apoyo (estas de menor potencia que las españolas). Con las piezas dispuestas para la partida de ajedrez, ahora todo quedaba en manos de la resistencia, la valentía y la tenacidad de los soldados.
    Comienza la batalla

    La contienda comienza bajo un caos total, pues eran las tres de la mañana y la oscuridad todavía no había abandonado Bailén. «Entre las tres y las cinco de la madrugada lo único claro es que no hay nada claro. En medio de la oscuridad […] lo único cierto son las voces de ¡quién va!, los fogonazos de los disparos y poco más», determina en su completísima obra Vela.
    A las cinco de la mañana, y sin más dilación, varias unidades del ejército español se lanzaron -en el extremo del flanco izquierdo- a la conquista de una posición que les podía otorgar una ventaja táctica de gran importancia: el cerro Haza Walona. Con sus mosquetes cargados y una buena visibilidad tomaron este emplazamiento sin combates y se aprestaron a la defensa.
    Sin embargo, su alegría dura poco, pues, con la primera luz de la mañana, Dupont ordenó a la brigada suizo-española (antiguamente al servicio de España y ahora encuadrada a la fuerza en el ejército francés) asaltar la colina. Por suerte, la tenacidad de los defensores se hizo patente y consiguieron resistir este primer embiste.
    La treta española

    Sin más paciencia que agotar, Dupont organizó a su caballería para que, al galope y colina arriba, tomara el Walona. En este caso, ni el incesante fuego de mosquete español valió para detener a lo mejor del ejército imperial, que arrasó a dos batallones españoles a los que, incluso, arrebató sus estandartes, un hecho muy significativo para la época.
    Pero, a pesar de que los jinetes franceses podrían haber abierto brecha en la línea española, se retiraron a sus posiciones azuzados por una curiosa treta de los defensores. «[Una unidad española] a las órdenes de un teniente mantuvo una frenética actividad para dar la impresión de contar con un mayor número de efectivos. Sin saberlo, esta actividad, junto con los agudos toques del trompeta de este destacamento ejecutando todos los toques reglamentarios, confundió a los jinetes galos», añade el autor de «La batalla de Bailén. El águila derrotada».

    Cuadro del pintor Ferrer-Dalmau sobre la batalla de Bailén

    Mientras, en el centro del campo de batalla, los franceses formaron columnas para lanzar la que, según creían, sería la ofensiva definitiva sobre las tropas españolas. «La Brigada Chabert desplegó en cuatro columnas de ataque […] e inició la contrastada maniobra gala del choque a la bayoneta en columnas cerradas», señala Vela.
    En perfecto orden, los soldados franceses avanzaron hasta situarse frente a las tropas defensoras. Sin embargo, los galos no contaban ya con parte de su artillería –la cual había sido destruida por los cañones españoles desde la lejanía- lo que provocó que fueran tiroteados sin piedad.
    Tras sufrir considerables bajas, la situación terminó de complicarse para los soldados de Napoleón cuando Reding ordenó a una parte de la caballería española cargar contra sus filas. La presión fue demasiada para los experimentados casacas azules, que, sin poder resistir ni un segundo más, se retiraron manteniendo la formación.
    Sin embargo, la inexperiencia de algunas de las tropas hispanas salió cara a Reding cuando los garrochistas, ávidos de venganza, no mantuvieron la formación y se lanzaron solos contra varios olivares defendidos por soldados galos. Por desgracia, los mosquetes franceses no perdonaron este error e hicieron mella en las filas de los confiados lanceros.
    La imprudencia sale cara

    Con el espeso polvo surcando el campo de batalla y el calor haciendo mella en los soldados, la situación se recrudeció en el flanco derecho cuando un escuadrón español, fogoso y ávido de hacer sangrar a tantos soldados franceses como pudiera, se adelantó demasiado y perdió el apoyo de sus compañeros.
    Tras un breve intercambio de disparos con la infantería gala, la imprudencia de estos españoles les terminó pasando factura cuando, de improviso, tuvieron que hacer frente nada menos que a una carga de caballería francesa. Por suerte, y a pesar del gran número de bajas que sufrió esta unidad, se consiguió mantener la línea gracias al apoyo de varios regimientos cercanos.
    La batalla de Bailén en el momento del tercer ataque de Dupont

    La última carga del águila

    Ya al medio día, el sol se convirtió en un desagradable protagonista para ambos ejércitos cuando la temperatura sobrepasó los 40 grados. En ese momento hicieron su entrada en batalla cientos de mujeres del vecino pueblo de Bailén que, arriesgando sus vidas, trasportaron cántaros de agua entre sus compatriotas.
    Abrasados por el calor, extenuados por el cansancio y temerosos ante la posibilidad de que Castaños atacase su retaguardia, los franceses organizaron entonces a sus últimas tropas para llevar a cabo un desesperado asalto contra Bailén. Para ello, además de a las mermadas unidades de infantería que le quedaban, Dupont llamó también a sus escasas reservas: los marinos de la guardia imperial.
    «Eran en total unos 3.300 hombres desesperados encabezados por el mismísimo Dupont y su Estado Mayor, que sabían que se les acaba el tiempo», señala el experto. Conocedores de que necesitaban un milagro para dar un vuelco a la contienda, los franceses trataron de sacar últimas fuerzas y plantar cara a sus enemigos.
    No obstante, la misión era casi imposible y las últimas tropas galas fueron pasadas a mosquete por los ávidos españoles. La última gota de ánimo que aún mantenía vivos a los franceses se acabó cuando Dupont fue herido y casi derribado de su montura. Finalmente, la esperanza imperial se desvaneció cuando vieron aparecer a las tropas de La Peña por su retaguardia.
    Rendición final

    Todo había acabado. Sabedor de la derrota, Dupont ordenó la rendición y llegó a un acuerdo con los españoles para que sus tropas fueran repatriadas a Francia (cosa que nunca se llegó a realizar, pues una gran parte de los soldados imperiales acabaron muriendo de inanición en una isla cercana).

    De nada valió la llegada en el último momento de las tropas de Vedel por la retaguardia española, pues Dupont ordenó a su subordinado detener el ataque ante el temor de las represalias sobre los soldados franceses capturados. Había aparecido demasiado tarde para poder ser determinante y las «inexpertas» tropas españolas se habían hecho con la victoria.
    La capitulación fue, al parecer, demoledora para Napoleón, que nunca antes había visto a su ejército derrotado en campo abierto. Además, el hecho de que hubiera sido vencido por una fuerza formada por multitud de milicianos no ayudó a calmar su ira. Tal fue su enojo que acabó con la carrera de los pocos oficiales galos que volvieron a Francia.

    Una vez acabada la batalla hubo que recontar las bajas. Por el lado francés sumaban –entre muertos, heridos y contusos- unos 2.200 soldados (el resto fueron hechos presos). «En el bando español […] se confirmaron 192 muertos, 656 heridos, 8 contusos y 1.013 extraviados», finaliza Vela.

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  4. #4
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    Re: Bailén 1808

    Francisco Vela, autor de «La batalla de Bailén. El águila derrotada»: «La reacción de Napoleón fue iracunda»

    M. P. V.



    1) En su libro habla de los múltiples errores que se produjeron antes de la contienda y que, casi fortuitamente, dieron la victoria a los españoles. ¿Cómo es posible que dos ejércitos experimentados cayeran en tantos equívocos estratégicos?
    Básicamente, el ejército español no supo hacer valer su superioridad numérica ni su condición de jugador local en esta partida, por decirlo de una manera fácil. La parte francesa se aferró a una misión que perdió su objetivo al rendirse la escuadra francesa de Cádiz y no supo retirarse a tiempo a posiciones más defendibles como podría haber sido Sierra Morena en su vertiente manchega a la espera de refuerzos. Esto les llevó a fraccionar sus ejércitos en múltiples columnas y destacamentos buscándose unos a otros hasta que al fin se encontraron en Bailén el 19 de julio, precisamente en el único movimiento de ambos ejércitos en que no se esperaban encontrar.
    2) ¿Cree que si Vedel hubiera llegado antes en socorro de Dupont podría haberse decantado la batalla del lado francés?
    Sin ninguna duda que habrían vencido. Casi lo hicieron incluso llegando tarde, con más sentido si lo hubieran hecho tan solo un par de horas antes, cuando podrían haber cogido a Reding entre dos fuegos. El ejército español, reducido a tan solo dos divisiones, no disponía de reservas ni de una fuerza en retaguardia suficientemente potente para frenar a las tropas de Vedel, como de hecho ocurrió. Su irrupción en la retaguardia española, mientras ésta hacía frente a uno de los múltiples ataques de Dupont, habría desbaratado esa defensa.
    3) ¿Qué significó para el orgulloso Napoleón esta derrota?
    Es de sobras conocida la reacción iracunda de Napoleón a la noticia de la derrota, de hecho supuso el final de las carreras militares de generales, hasta entonces de sobrada reputación, como Dupont, Vedel, Barbou o Chabert -entre otros-. Además, llevó aparejada la completa pérdida de un ejército de 22.000 hombres y sus pertrechos de forma irrecuperable. Algo que nunca antes había ocurrido.
    4) ¿Fue esta contienda determinante para el devenir de la invasión francesa?
    Por supuesto. Esta afrenta al orgullo del emperador le obligó a tomar cartas en el asunto y en apenas tres meses de estancia en España derrotó a cinco ejércitos españoles y echó al mar a otro británico. Afortunadamente acontecimientos de índole político y militar en Europa le instaron a marchar a París delegando el resto de una guerra, que el ya creía ganada, a un rey impuesto e impopular y a una serie de mariscales egocéntricos y sobrados que nunca llegaron al entendimiento en aras de un mando unificado y que hacían la guerra cada uno por su cuenta.
    5) ¿Cómo y con qué armas se combatía en 1808?
    La infantería, Arma numerosa y sustancial de estos ejércitos, luchaba en grandes masas compactas donde primaba el número de bocas de fuego sobre su efectividad real, en pocas palabras, se disparaba al bulto esperando alcanzar al máximo de enemigos posibles. Esto era así porque, en ésta época, los fusiles no disponían de ninguna precisión, y si bien las características de estas armas decían que tenían un alcance efectivo de 100 o 120 metros, el alcance real en la práctica, el que causaba una baja al enemigo, apenas llegaba a los 50 metros. Son muchos los testimonios que nos cuentan como dos formaciones se podían estar tiroteando a 30 pasos de distancia sin por ello decantar el triunfo sobre uno u otro bando.
    6) En su libro explica pormenorizadamente todas las unidades que combatieron aquel aciago día, además de los movimientos concretos de las mismas durante los combates. ¿Cómo le fue posible ser tan riguroso?
    Los documentos están ahí, en los archivos militares, históricos y municipales. Solo hace falta tiempo, dedicación y una pasión desenfrenada por nuestra Historia. Es difícil explicar hoy en día la inusitada excitación que uno siente al tener en sus manos los mismos papeles que hace 200 años redactaron o firmaron hombres como Castaños, Reding, o el mismo Dupont. Y por supuesto, disponer de un incontable número de colegas con los que compartir estos papeles, mostrarles tus descubrimientos o agradecerles sus aportaciones, que siempre las hay.
    7) ¿Cuánto tiempo le llevó recopilar esa ingente cantidad de información?
    El tiempo empleado es sencillamente irrelevante. De hecho, hoy en día siguen apareciendo documentos que siguen aportando información. Básicamente este libro de Bailén me llevó unos seis o siete años. Además no todo es trabajo de biblioteca, también conlleva muchos viajes, llamadas telefónicas, consultas en internet, paseos a la fotocopiadora, etc… todo ello cargando dicho esfuerzo a nuestras cansadas espaldas y escuálidos bolsillos.
    8) ¿Cree que actualmente la sociedad le da un reconocimiento e importancia suficiente a batallas tan importantes para España como Bailén?
    Está claro que no. En una sociedad tan politizada por un lado como adormecida por otro, la Historia solo interesa a unos pocos, y esos mismos pocos apenas tienen los mecanismos de difusión necesarios para hacerlo llegar a la gente. Son muchos los colegas que se ven abocados al olvido por no haber editoriales que les publiquen, o que apenas pueden salir de un círculo muy reducido de distribución si deciden publicarlo por su propia cuenta. El resultado es el mismo, no suelen llegar a la gente de la calle, y solo en casos muy singulares, como ocurre con Arturo Pérez-Reverte, se descubre cuanto potencial existe en nuestra sociedad cuando se da de verdad una oportunidad a nuestra Historia.




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  5. #5
    Avatar de Mexispano
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    Re: Bailén 1808

    Publicado el 18/06/2013

    Reportaje "La batalla que cambió la historia".

    La Batalla de Bailén transcurrió durante la Guerra de la Independencia Española y fue la primera derrota en batalla campal de la historia del ejército de Napoleón. Tuvo lugar el 19 de julio de 1808. Enfrentó a un ejército francés de unos 21.000 soldados al mando del general Dupont con otro español más numeroso a las órdenes del general Castaños.

    La derrota del general Dupont forzó al rey José I Bonaparte a abandonar Madrid, además de poner en duda la invencibilidad de los franceses. En el otoño de 1808 entra en España la "Grande Armée", encabezada por Napoleón Bonaparte. La retirada con destino a la campaña de Rusia fue aprovechada por los aliados y se consiguieron sucesivas victorias: la Batalla de los Arapiles (22/7/1812), la batalla de Vitoria (21/6/1813) y San Marcial (31/8/1813). El tratado de Valençay (11/12/1813) dio fin legal a la Guerra.

    En 2008 se celebró el bicentenario de esta batalla en Bailén (Jaén) con numerosos actos culturales durante el año, entre ellos la recreación de la batalla con un gran despliegue técnico y humano. Intervienen Jean Rene Aymes (Catedrático de Historia de La Sorbona), José Manuel Guerrero (Teniente coronel Instituto de Historia militar), Vittorio Scotti (catedrático de Historia de Trieste), Francisco Zorzo (General Foro Estudio militar), Juan Soriano (Cronista de Bailén) y Charles Esdaile (Catedrático de Historia de Liverpool).

    [Programa "Los reporteros", 2/5/2008, Canal Sur Televisión].

    El 12 de junio de 1834 se crea el Ducado de Bailén en favor del general madrileño Francisco Javier Castaños.






    https://www.youtube.com/watch?v=2fhQLnNbl0M

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