Juan de Lepe.
Se trataba de un pícaro que fuera marino en su juventud y que terminó entrando al servicio de un gran magnate inglés. Su agudeza le llevó pronto a ser muy conocido en la corte inglesa, en donde se hizo íntimo amigo de Enrique VII, y acabó trabajando para este rey en tareas de distracción y entretenimiento.
En una ocasión se jugó con el monarca la mismísima soberanía sobre Inglaterra, durante un día entero. Como quiera que el rey perdió o se dejó perder, los nobles cortesanos organizaron una fiesta para el lepero y éste, que como ya habrás imaginado era todo un pillo, se buscó la forma de hacerse con un buen montón de prevendas, derechos y lucros y con el consiguiente permiso para poder llevarse a España todo esto conseguido.
Cuando murió Enrique VII, el listo Juan de Lepe regresó a su localidad de nacimiento, y donó mucho dinero al convento franciscano de Nuestra Señora de la Bella, convento en donde se hizo enterrar y convento en donde en el año 1583 el padre Gonzaga, general de la orden franciscana tomó nota del "sepulcro con una lápida de cierto Juan de Lepe, nacido de baja estirpe, del dicho pueblo de Lepe que, como fuese favorito de Enrique VII, rey de Inglaterra, y con él comiese muchas veces y aún jugase, sucedió que un día ganó al rey las rentas y la jurisdicción de todo el reino por un día natural."
Curiosa y divertida historia, supongo que debe haber bastantes más, pero lamentablemente poco conocidas.
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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