Búsqueda avanzada de temas en el foro

Resultados 1 al 1 de 1

Tema: Entrada de los españoles en mejico

  1. #1
    Avatar de Nok
    Nok
    Nok está desconectado Miembro Respetado
    Fecha de ingreso
    11 dic, 05
    Mensajes
    157
    Post Thanks / Like

    Entrada de los españoles en mejico

    ENTRADA DE LOS ESPAÑOLES EN MEJICO[1]

    Nosotros aun no llegábamos á cuatrocientos cincuenta soldados, y teniamos muy bien en la memoria las pláticas é avisos que nos dieron los de Guaxocingo é Tlascaia y Taimanalco, y con otros muchos consejos que nos habian dado para que nos guardásemos de entrar en Méjico, que nos habian de matar cuando dentro nos tuviesen. Miren los curiosos lectores esto que escribo, si habia bien que ponderar en ello; ¿qué hombres ha habido en el universo que tal atrevimiento tuviesen? Pasemos adelante, y vamos por nuestra calzada.
    Ya que llegábamos donde se aparta otra calzadilla que iba á Cuyoacan, que es otra ciudad a donde estaban unas como torres, que eran sus adoratorios, vinieron muchos principales y caciques con muy ricas mantas sobre sí, con galanía y libreas diferenciadas las de los unos caciques é los otros, y las calzadas llenas delios, y aquellos grandes caciques enviaba el gran Montezuma delante á recebirnos; y así como llegaban delante de Cortés decian en sus lenguas que fuésemos bien venidos, y en señal de paz tocaban con la mano en el suelo y besaban la tierra con la mesma mano.

    Así que, estuvimos detenidos un buen rato, y desde allí se adelantaron el Cacamacan, señor de Tezcuco, y el señor de Izpalapa y el señor de Tacuba y el señor de Cuyoacan á encontrarse con el gran Montezuma, que venia cerca en ricas andas, acompañado de otros grandes señores y caciques que tenian vasallos; é ya que llegábamos cerca de Méjico, adonde estaban otras torrecillas, se apeó el gran Montezuma de las andas, y traíanle del brazo aquellos grandes caciques debajo de un palio muy riquísimo á maravilla, y la color de plumas verdes con grandes labores de oro, con mucha argentería y perlas y piedras chalchihuis, que colgaban de unas como bordaduras, que hubo mucho que mirar en ello; y el gran Montezuma venia muy ricamente ataviado, según su usanza, y traia calzados unos como cotaras, que así se dice lo que se calzan, las suelas de oro, y muy preciada pedrería encima en ellas; é los cuatro señores que le traian del brazo venian con rica manera de vestidos á su usanza, que parece ser se los tenian aparejados en el camino para entrar con su señor, que no traian los vestidos con que nos fueron á recibir; y venian, sin aquellos grandes señores, otros grandes caciques, que traian el palio sobre sus cabezas, y otros muchos señores que venian delante del gran Montezuma barriendo el suelo por donde habia de pisar, y le ponian mantas porque no pisase la tierra. Todos estos señores ni por pensamiento le miraban á la cara, sino los ojos bajos é con mucho acato, excepto aquellos cuatro deudos y sobrinos suyos que le llevaban del brazo. E como Cortés vió y entendió é le dijeron que venia el gran Montezuma, se apeó del caballo, y desque llegó cerca de Montezuma, á una se hicieron grandes acatos; el Montezuma le dió el bien venido, é nuestro Cortés le respondió con doña Marina que él fuese el muy bien estado.

    E paréceme que el Cortés con la lengua doña Marina, que iba junto á Cortés, le daba la mano derecha, y el Montezuma no la quiso é se la dió á Cortés; y entonces sacó Cortés un collar que traia muy á mano de unas piedras de vidrio, que ya he dicho que se dicen margajitas, que tienen dentro muchos colores é diversidad de labores, y venia ensartado en unos cordones de oro con almizque porque diesen buen olor, y se le echó al cuello al gran Montezuma; y cuando se lo puso le iba á abrazar, y aquellos grandes señores que iban con el Montezuma detuvieron el brazo de Cortés que no le abrazase, porque lo tenian por menosprecio; y luego Cortés con la lengua doña Marina le dijo que holgaba agora su corazon en haber visto un tan gran príncipe y que le tenia en gran merced la venida de su persona á le recebir y las mercedes que le hace á la contina. E entonces el Montezuma le dijo otras palabras de buen comedimiento, é mandó á dos de sus sobrinos de los que le traian del brazo, que era el señor de Tezcuco y el señor de Cuyoacan, que se fuesen con nosotros hasta aposentarnos; y el Montezuma con los otros dos sus parientes, Cuedlauaca y el señor de Tacuba, que le acompañaban, se volvió á la ciudad, y también se volvieron con él todas aquellas grandes compañías de caciques y principales que le habian venido á acompañar; é cuando se volvian con su señor estábamoslos mirando cómo iban todos, los ojos puestos en tierra, sin miralle y muy arrimados á la pared, y con gran acato le acompañaban; y así, tuvimos lugar nosotros de entrar por las calles de Méjico sin tener tanto embarazo. ¿Quién podrá decir la multitud de hombres y mujeres y muchachos que estaban en las calles é azuteas y en canoas en aquellas acequias que nos salian á mirar? Era cosa de notar, que agora, que lo estoy escribiendo, se me representa todo delante de mis ojos como si ayer fuera cuando esto pasó: y considerada la cosa y gran merced que nuestro Señor Jesucristo nos hizo y fué servido de darnos gracia y esfuerzo para osar entrar en tal ciudad, é me haber guardado de muchos peligros de muerte, como adelante verán. Doyle muchas gracias por ello, que á tal tiempo me ha traido para podello escribir, é aunque no tan cumplidamente como convenía y se requiere; y dejemos palabras, pues las obras son buen testigo de lo que digo.

    E volvamos á nuestra entrada en Méjico, que nos llevaron á aposentar á unas grandes casas, donde habia aposentos para todos nosotros, que habian sido de su padre el gran Montezuma, que se decia Axayaca, adonde en aquella sazon tenia el gran Montezuma sus grandes adoratorios de ídolos, é tenía una recámara muy secreta de piezas y joyas de oro, que era como tesoro de lo que habia heredado de su padre Axayaca, que no tocaba en ello; y asimismo nos llevaron á aposentar á aquella casa por causa que como nos llamaban teules, é por tales nos tenian, que estuviésemos entre sus ídolos, como teules que allí tenia. Sea de una manera ú de otra, allí nos llevaron, donde tenia hecho grandes estrados y salas muy entoldadas de paramentos de la tierra para nuestro capitán, y para cada uno de nosotros otras camas de esteras y unos toldillos encima, que no se da mas cama por muy gran señor que sea, porque no las usan; y todos aquellos palacios muy lucidos y encalados y barridos y enramados; y como llegamos y entramos en un gran patio, luego tomó por la mano el gran Montezuma á nuestro capitán, que allí lo estuvo esperando, y le metió en el aposento y sala donde habia de posar, que la tenia muy ricamente aderezada para según su usanza, y tenia aparejado un muy rico collar de oro, de hechura de camarones, obra muy maravillosa; y el mismo Montezuma se lo echó al cuello á nuestro capitan Cortés, que tuvieron bien que admirar sus capitanes del gran favor que le dió; y cuando se lo hubo puesto, Cortés le dió las gracias con nuestras lenguas; é dijo Montezuma: «Malinche, en vuestra casa estáis vos y vuestros hermanos, descansad»; y luego se fué á sus palacios, que no estaban lejos; y nosotros repartimos nuestros aposentos por capitanías, é nuestra artillería asestada en parte conveniente y muy bien platicada la órden que en todo habiamos de tener, y estar muy apercibidos, así los de á caballo como todos nuestros soldados; y nos tenian aparejada una muy suntuosa comida á su uso é costumbre, que luego comimos. Y fué esta nuestra venturosa é atrevida entrada en la gran ciudad de Tenustitian, Méjico, a 8 dias del mes de noviembre, año de nuestro Salvador Jesucristo de 1519 años.

    [1]Díaz Del Castillo, Bernal: Verdadera historia de los sucesos de la conquista de la Nueva España por el Capitán… Bib. A. E... Tomo XXVI, cap. LXXXVIII, pág. 83.
    Última edición por Nok; 12/05/2009 a las 20:20
    El hombre que sólo tiene en consideración a su generación, ha nacido para unos pocos,
    después de el habrán miles y miles de personas, tenlo en cuenta.
    Si la virtud trae consigo la fama, nuestra reputación sobrevivirá,
    la posteridad juzgará sin malicia y honrará nuestra memoria.

    Lucius Annæus Seneca (Córdoba, 4 a. C.- Roma, 65)

Información de tema

Usuarios viendo este tema

Actualmente hay 1 usuarios viendo este tema. (0 miembros y 1 visitantes)

Temas similares

  1. Sancho III "el Mayor", un Rey pamplonés e hispano
    Por Lo ferrer en el foro Navarra
    Respuestas: 11
    Último mensaje: 17/08/2014, 23:26
  2. Marcelino Menéndez Pelayo
    Por Ordóñez en el foro Historiografía y Bibliografía
    Respuestas: 5
    Último mensaje: 23/07/2013, 22:04
  3. La Cristiandad, una realidad histórica
    Por Hyeronimus en el foro Historia y Antropología
    Respuestas: 8
    Último mensaje: 17/02/2009, 17:56
  4. La Hélade en la Piel de Toro
    Por Ordóñez en el foro Prehistoria y Protohistoria
    Respuestas: 0
    Último mensaje: 16/09/2005, 18:16

Permisos de publicación

  • No puedes crear nuevos temas
  • No puedes responder temas
  • No puedes subir archivos adjuntos
  • No puedes editar tus mensajes
  •