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juan vergara
Coincido con el amigo Villores en que nuestra herencia romana no debe ser examinada bajo el parámetro de lo étnico, sino de lo espiritual, cultural y político.
Roma constituye el centro sagrado por excelencia.
Basta ver la descripción de su fundación descripta por Plutarco (“Vidas Paralelas: Romulo”) para advertir esta premisa.
Quienes tengan algún conocimiento del lenguaje simbólico no pueden desconocer este hecho. Para que no queden dudas concluye Plutarco diciendo que: “Donde tienen previsto colocar una puerta, sacando la reja y poniendo en alto el arado, dejan un intervalo. De ahí que consideran sagrado toda la muralla excepto las puertas. Y si consideraran sagradas las puertas no sería posible, sin temor a los dioses, introducir ni sacar fuera las cosas necesarias y no puras”.
Cuenta, entre otros autores, Tito Livio que Romulo mató a Remo, porque este -en son de burla- saltó la muralla por el lugar indebido: Así perezca todo aquel que se burle de lo sagrado…
La misión del Romano es la de un Homo Conditor.
Como expresaba Cicerón: “Nada se acerca mas al Numen de los dioses que el hecho de fundar ciudades o conservar las ya fundadas”.
En este aspecto resulta fundamental la lectura del libro “La República” de Cicerón, especialmente en el magistral “Sueño de Escipión”.
En cuanto a la misión fundadora del Hombre Romano, también es imprescindible la relectura del insigne poeta Virgilio en su “Eneida”.
Los romanos en suelo español lucharon contra el enemigo cartaginés, y lo vencieron.
Este enfrentamiento entre Roma y Cartago no se circunscribió a las tres guerras púnicas, sino que se trata de un combate político-metafísico entre dos fuentes de cultura que perdura en la actualidad.
En este sentido, podemos considerar que EEUU es Cartago, y que Roma se encuentra en las catacumbas…
Quienes esten interesados en el óntico conflicto entre Roma y Cartago puede leer entre otros a Chesterton en su “El Hombre Eterno”, Capitulo VII “La guerra de los dioses y los demonios”.
Las cosas no son porque sí.
El insondable misterio de la Encarnación del Verbo se produce en un determinado y preciso tiempo histórico: En Roma rige el Imperio de Augusto.
A su vez no es por casualidad, sino por causalidad que San Pedro y San Pablo se trasladan a la sacra Roma, y con su martirio elevan a la Gracia dicha Sacralidad.
Los Santos Padres y numerosos y sabios autores han considerado que el Katejón que impide el gobierno del anticristo es el Orden Político Romano.
Hay una notable disertación del Cardenal Eugenio Paccelli (posteriormente Pío XII) bajo el título “El Sagrado destino de Roma”, que fuera dictada en el año 1936, y, entre otras cosas dice: “Roma es una palabra de misterio como un misterio es el destino de Roma, ciudad eterna, no tanto por los siglos del pasado, de los que se ufana, cuanto por aquellos que espera del porvenir… la providencia que gobierna el mundo… preparó al pueblo y la Ciudad de Roma para un fin que supera la penetración natural y, ocultamente operando, dirige hacia el las inconscientes intenciones de las luchas y las victorias humanas. Roma, destinada a ser capital del mundo y sede central de la religión que adora a Dios como es debido, obtiene durante largos siglos, aún a través de infortunios que no reprimen su osadía y sus esperanzas, gracias al valor guerrero y a las virtudes políticas y civiles de sus reyes, sus cónsules y sus Césares el imperio del mundo soñado por sus vates, con sueños de profetas y ojos de sibilas, duración sin término; merced perenne que Dios quién premia todo bien por limitado y efímero que sea, concede a los altivos Quirites, instrumentos ignaros de los ocultos y supremos consejos divinos… el destino de Roma, en la elección divina de una ciudad entre todas como sede del Pastor del único rebaño de Cristo, es el destino de la unidad humana invocada por el Redentor, en la vigilia de su pasión y de su triunfo… en la imagen de la antigua Roma idólatra que se hace madre de los pueblos y hace hijos suyos y ciudadanos a los hijos mismos de los bárbaros; reconocemos a la anticipada visión de la Roma Cristiana, madre de todas las Iglesias y Patria común de todos los hijos de Dios, preordenados, por las aguas del bautismo y por la gracia regeneradora, a ser ciudadanos de aquella suprema Roma por la cual Cristo es Romano”.
La impronta política, cultural, social, lingüística y obviamente espiritual de Roma en España es innegable.
No tiene mayor importancia si hay tal o cual porcentaje de sangre romana en las Españas. Lo trascendente pasa por las Bases culturales.
Los árabes estuvieron nada menos que ochocientos años ocupando un extensísimo territorio de nuestra Madre Patria. Es lógico y no puede negarse que han dejado una huella considerable, ya sea en sus costumbres, vocabulario, etc.
Sin embargo, resultaría inexacto o impropio argüir que España responde a la idiosincrasia islámica.
En definitiva, lo que cuenta es esa raíz y ese tronco romano, que es lo que perduró y llevó a España a ser lo que fue.
No hay duda que España se ha enriquecido (y de hecho así ha sucedido) con los valiosos aportes de los Celtas, Astures, Vascos, Íberos, Visigodos, Ostrogodos, Galos, Germanos, etc, de la misma manera que los hijos pueden enriquecer lo heredado de sus padres. Lo que no significa que ello dé lugar a que renieguen o no reconozcan con veneración y piedad filial dicha paternidad.
Si no lo hacen, traicionaran a su estirpe, y tarde o temprano pagaran las consecuencias…
Precisamente en la obra descubridora y misional de España se aprecia -sobre todo a través de Isabel y Fernando, Carlos V y Felipe II- esta concepción del Homo Conditor Romano que se trasluce a través de la fundación de ciudades y la conservación de las mismas, en la cual el Príncipe es un hacedor de puentes en su función de unir lo celeste y lo terrestre, armonizando a los distintos estamentos sociales, sin descuidar la justicia distributiva; procurando el Estado justo, y la elevación -dentro de lo posible- de la población a las virtudes y los valores perennes.
Con la ruptura protestante, el racionalismo, el iluminismo, la devotio moderna, el fariseismo clerical, el liberalismo, el comunismo, y actualmente con el nefasto progresismo o modernismo “católico” nos apartamos abismalmente de la Roma eterna.
En fin, habría muchísimo para exponer sobre esta temática que tiene una vital significación, pues si andamos como andamos en esta época donde impera la confusión, la mentira y la oscuridad, reina la cantidad, gobiernan las plutocracias y los poderes sinárquicos de un globalismo o mundialismo impío e inmisericorde, debemos procurar recrear esta herencia Romana-Germana-Hispánica con aquél ideal del Sacro Imperio.
Claro está que no podemos ignorar que nos encontramos en las catacumbas, y por tanto seria ilusorio pensar en una instauración mediática.
Es mas, no hay que descartar que estemos en tiempos parusíacos…
No obstante, en la medida que podamos debemos dar la batalla cultural y -aquellos que tengan vocación- la política.
Bueno, amigos, ya me he extendido en demasía en estas disquisiciones.
Un abrazo.