VIAJANDO CON PEDRO ORDÓÑEZ DE CEBALLOS
DOS NAVÍOS PIRATAS INGLESES... MENOS
Seguimos viajando, alrededor del mundo, con D. Pedro Ordóñez de Ceballos. Para eso nos hemos embarcado en algo menos peligroso que una galera -como las que a él lo llevaron por el orbe. Hemos sentado plaza entre los pocos lectores de su libro, "Viaje del mundo" -en una edición antigua que preparara D. Ignacio B. Anzoátegui, en 1947; menos mal que tenemos amigos que guardan estas joyas entre sus libros, es difícil hacerse con un ejemplar.
Estamos aproximadamente en el año 1578, el jaenés errante acaba de hacer su peregrinación a los Santos Lugares, de la que da cumplida y devota cuenta en los capítulos IV, V, VI y VII de su "Viaje del mundo" (publicado en 1614, tras su regreso a Jaén.) Ceballos era un hombre de profunda piedad. Después de combatir a los corsarios jenízaros y turcos, hizo voto de ir a Tierra Santa, para agradecer a Cristo Señor Nuestro el haberlo sacado de tantos aprietos y trabajos.
Se rescataron cautivos cristianos y se hizo un cuantioso botín, arrebatado a las naves del Turco. Estas riquezas eran generosamente repartidas, en amor y buena compaña de soldados españoles, por los bravos capitanes. Entre los soldados se contaba Ceballos, y de estos escribe que fueron estos mismos soldados los que dieron "gran número de limosnas, porque ésta es la costumbre de los soldados españoles, que si tienen dan con generosidad". Tras aquellos repartos es como Ceballos emprende su peregrinaje a Tierra Santa.
Así pasó su vida nuestro caballero y clérigo andante, de continente en continente, llevando a mucha honra su españolía. De él no se hará ninguna película, pero ni falta que nos hace. Es mucho mejor leerlo.
De retorno a España, sucede lo que nos cuenta:
"De allí partimos la vuelta de España, dando el general Mahomed grandes presentes al nuestro y haciendo sentimiento de su partida, que un generoso corazón obligado siente el apartarse de la coosa amada. En un puerto de Cerdeña estaban las demás galeras esperando. De allí llegamos a Mallorca y Menorca y a Ebiza y tomamos puerto en Alicante. A vista de Denia, encontramos dos navíos ingleses, y, llegando a preguntar: ¿Qué porta la nave y a dónde iban? Respondió un inglés en medio castellano: ¿Que porte la nave? Muche y buene pelote, pólvore y otre municiones, y vamos al pillaje con licencia de la reina (sic). Dijo el general: ¡Santiago y a ellos!, que nosotros tenemos licencia del rey para castigar ladrones. Echamos el un navío a fondo y, queriendo entrar en el otro, se pegaron fuego y se quemó, y así perecieron por su atrevimiento".
Es un consuelo ver que muchos piratas ingleses fueron echados a pique por los nuestros: No siempre iba a ganar Errol Flynn, como en las películas. Cuando era niño, me indignaba con esas películas en que ganaban ellos... Desde que conozco a Ceballos se me han pasado esos cabreos.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS: VIAJANDO CON PEDRO ORDÓÑEZ DE CEBALLOS
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS: UN VIAJERO DE JAÉN: LAS AVENTURAS DE PEDRO ORDÓÑEZ DE CEBALLOS
VIAJANDO CON PEDRO ORDÓÑEZ DE CEBALLOS
Álvar Núñez Cabeza de Vaca
En Jaén, donde tenía su morada, en la collación de la desaparecida parroquia de San Pedro -donde pidió enterramiento- escribía el licenciado Pedro Ordóñez de Ceballos las memorias de sus viajes. Estaba baldado de tanto deambular el orbe. Estaba tuerto y eran muchas las heridas que no por haber cicatrizado habían dejado de marcarlo indeleblemente, con reliquias de achaques y dolamas. En las Indias había combatido denodadamente con no pocas tribus indígenas (hasta caníbales), pero ignoramos la guazavara -escaramuza en la germanía de los conquistadores- que le costó el ojo izquierdo de la cara. Como un dios germánico afanoso de conocimiento, Ceballos había puesto el pie en el estribo de Sleipnir y su mundo había sobrepasado las tres leguas a la redonda de la antigua ciudad de Jaén.
Muchas veces se ha dicho que los españoles ejercimos en las Indias una injusta, cruel y sanguinaria tiranía. Incluso algún que otro premiado con el "Príncipe de Asturias" nos ha llegado a infamar en sus libelos pestíferos con los adjetivos más denigrantes, desluciendo -y algo más que desluciendo- nuestra gesta conquistadora y civilizadora. Y no hablaremos por alusiones. Nos referimos al indeseable de Tzvetan Todorov, galardonado con el Príncipe de Asturias, y mucho me temo que sus méritos consistieron en apestar la Historia de España. (Su premio, concedido en España, dice más de quiénes se lo adjudicaron que de él, pues Todorov no es más que un resentido muy probablemente de alguna de las Doce Tribus. Se entiende: agente de Sefarad.)
En cuanto a los indígenas, siempre han sido presentados como el buen salvaje de Rousseau: gentes que eran felices allá en su Arcadia precolombina, que vivían sin trabajar, libres por las maniguas, impecables como seres concebidos inmaculadamente. Los conquistadores españoles -exploradores, evangelizadores, civilizadores- nos presentan una idea muy distinta de esa utopía: Álvar Núñez Cabeza de Vaca, por ejemplo, destaca que la homosexualidad estaba muy extendida entre los aborígenes americanos (así en el capítulo XXVI de "La Relación y Comentarios del gobernador Álvar Núñez Cabeza de Vaca, de lo acaescido en las dos jornadas que hizo a las indias", 1555): "En el tiempo que así estaba, entre estos vi una diablura, y es que vi un hombre casado con otro, y estos son unos hombres amarionados, impotentes, y andan tapados como mujeres y hacen oficio de mujeres" (lo sentimos por Rodríguez Zapatero y por Zerolo, pero ya ven que ellos no inventaron el "gaymonio"... Más bien retrocedieron a la selva.) También reprocha Álvar Núñez Cabeza de Vaca que sean tan embusteros, mentirosos a no más poder, y achaca ese vicio a la embriaguez en la que vivían, así se entiende que hicieran tan poco de provecho: "Mienten mucho y son grandes borrachos, y para esto beben ellos una cierta cosa" (Op. cit., capítulo XVIII).
Así representaron los europeos los festines antropofágicos de los "buenos salvajes" de Indias.
Nuestro caballeroso soldado y luego piadoso clérigo jaenés, Pedro Ordóñez de Ceballos nos revela lo que estos indios bebían... Y en qué macabro envase lo bebía: "hizo un convite en que les dió chicha a beber, que es su vino, en las calaveras de dos generales españoles, que se decía era el uno Don Pedro de Silva. Esta es la mayor grandeza de los caciques: tener una calavera engastada en oro y peidras que fuese de un español famoso".
Y de sobra es conocida la antropofagia como costumbre edificante de estos corderitos indígenas, a los cuales los brutales españoles, codiciosos de oro, asesinábamos sin piedad. El canibalismo es una de esas costumbres que nos tendrían que explicar los relativistas culturales -que, lógicamente, también lo son morales: relativistas, digo.
En cuanto al asunto del canibalismo, Ceballos cuenta una anécdota. Hambriento como andaba en ciertas aventuras, cuenta Ceballos:
"Torné al buhío [morada de indios] y estaban los ocho compañeros [españoles] comiendo de una gran olla que estaba al fuego, y el maese de campo a la puerta. Llegué a tiempo que le atraían una presa de carne, que pensaban era pie de ocumare, que es oso; y dijo Pedro de Lomelín: Parece pie de persona; y dijo el indio Diego que sí era, de los que morían en las guazavaras. Sentílo y díjele a Pedro de Lomelín: ¡Pesar del diablo! Están hartos, y no pudieran callar hasta que yo hubiera comido. Pasáronse grandes chistes sobre ello...".
Pero no queremos hablar más de canibalismo en América, pues si nos lee cualquier "amarionado" del gobierno ZP con mando en plaza podría ocurrírsele que se legalice la ingesta de fetos y ancianos -ya que restauraron el "gaymonio" de los indios, no sería de extrañar que pretendan restaurar la antropofagia por decreto. La doctrina relativista -tan políticamente correcta- conduce a estas monstruosidades.
En cuanto a Todorov -¿de qué tribu de las doce será este levítico tipejo?-, a Ceballos no le extrañarían las mentiras que cuenta en sus libros contra la obra conquistadora de España en América, pues bien conoció a los ancestros de este "intelectual": "Los judíos son hipócritas, ceremonieros, cobardes, logreros y se precian de engañar, y certifico haberme dicho uno que estaba en Orán, y muy rico [...] que el día que no engañaba a alguno no comía con gusto" ("Viaje del mundo", Capítulo VIII). Con sus libros contra España, Todorov come todos los días con mucho agrado. Ya verá, el "vúlgaro" que donde las dan, las toman... Yo no soy miembro del jurado que le dio el Príncipe de Asturias. Y quien difama a mis antepasados... Me busca y me encuentra.
Con el desenfado propio de hijos de Dios y con paciencia en las fatigas y trabajos que Dios mandaba fue como nuestros antepasados conquistaron América... Cualquier otro pueblo europeo no lo hubiera podido hacer mejor que nosotros, los españoles.
Maestro Gelimer
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
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