GARCÍA DE PAREDES Y MALEANTES A LA CHIMENEA

Diego García de Paredes, el Sansón de Extremadura.



UNA DE DIEGO GARCÍA DE PAREDES

Lo nacieron en Trujillo, el año del Señor de 1466. Era de linaje vallisoletano, hijo del bravo capitán Sancho Delgadillo de Paredes. De fuerza sobrehumana, se cuenta que, todavía en su pueblo natal, arrancó una reja que lo separaba de una dama con la que hablaba de amores a la ventana. Era muy suyo Diego, y no había obstáculo que lo dejara contrariado. Se enroló en los Tercios, y fue hechura del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba. Combatió ganando justa fama, a las órdenes de aquel héroe y portento militar y regresó a España.

De camino a su Trujillo natal, García de Paredes -pobre soldado español, sin señales de ser quien tanto era y tanto valía- pide posada. Allí topó con unos rufianes y dos putas, además de otras gentes de baja condición. Maltrecho por el camino, en hábito más de pordiosero que de soldado, el extremeño daba una imagen muy vulnerable de su persona, por lo que aquellas gentes viles lo tomaron por un desgraciado. Y comenzaron las burlas, pues la chusma siempre encuentra en el solitario materia para sus infames risotadas. Llamáronle "judío"... Y García de Paredes, no se quiso dar por enterado: los ignoraba, sentado sobre el banco ante la gran campana de la chimenea -aquellas antiguas chimeneas de mesón que eran del tamaño de una habitación. Entonces le llamaron "judío y sordo"... Y García de Paredes continuó ensimismado, haciendo oídos de mercader a las mofas.

Uno de aquellos pícaros le dio en las espaldas -nunca se hubiera atrevido. El extremeño se levantó, agarró el banco en que había estado sentado y empezó a despachar bancazos a diestro y siniestro. Al osado que le tocó la espalda le partió la crisma, y a las mujerzuelas y otros individuos del lumpen los echó al fuego de la chimenea: una de las furcias murió por caer debajo de los otros, y los otros sufrieron quemaduras de diversa consideración -como dicen los periódicos de ahora. Las caras de aquellos valentones y de aquellas valentonas no volvieron a ser las mismas, el fuego se las abrasó, desfigurándoselas de por vida. Y era de ver a aquellos viles maleantes, chillando como ratas, apellidar a la justicia y hasta el posadero fue a llamarla... Que, cuando los malhechores se encuentran con la horma de su zapato, buscan a la justicia que los ampare de quien se la toma por su mano.

Las hazañas guerreras de García de Paredes son legendarias y esmaltan la gloriosa historia de nuestros Tercios. Pero esta anécdota me gustó. Pues sigue ocurriendo, incluso en nuestros días, que la chusma de maleantes y mujeres públicas se atreve, cuando hay "mayoría suficiente", con aquellos que ven desprotegidos, sin saber que tal vez, bajo el aspecto menos campanudo, hay un badajo como el Sansón de Extremadura.

Aquellos soldados españoles fueron genios y figuras hasta la sepultura. A esa España nos debemos, no a la de maleantes del camino y mozas de partido que hoy tanto abundan.

Maestro Gelimer

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS