ANTONIO LEDESMA ( LAS ESPAÑAS ) :
“ Como todos los años durante el verano en Salamanca se realizan una serie de actividades culturales ( teatro, danza, música…) recogidas bajo el nombre de “ Las Noches del Fonseca “, organizadas por el ayuntamiento y la concejalía de cultura; destacando a mi gusto entre todo las obras teatrales. Suelen tratarse de representaciones realmente exquisitas y al alcance de todo el mundo y casi nunca, no siempre, suele haber obras deformadas y mezquinas como nos tiene acostumbrados el sistema. Además se realizan en un magnífico patio plateresco del Palacio de Fonseca, que es todo un bello conjunto, dándole un toque más romántico y grandioso aun, si la obra es de verdadera calidad. Este año de nuevo hojeé por encima la hoja de los actos que se iban a representar y mi primera sorpresa agradable fue encontrarme con Shakespeare y su Otelo. Al principio no me fijé bien y leí sólo por encima pero al cabo de un rato me di cuenta que Otelo no iba solo y que iba acompañado de Otelo el moro, dándole una total relevancia a este con dicha expresión y dejando en un elemento casi secundario al Otelo sin saber en un principio muy bien el porqué. El pequeño prólogo que se hacía sobre ella me respondió todas mis dudas. Volví a leerlo por si me había confundido y se trataba en verdad de la original obra; busqué en varios libros para saber si era así y yo era el ignorante por no conocerla de esta manera; pero mi desilusión, ya anunciada, me confirmó lo que yo ya sabía. El Otelo de Shakespeare iba a ser vilipendiado con todas las de la ley y nadie iba a decir nada. No me entraba en la cabeza, no podía comprender que unos manipuladores pudiesen hacer eso, pero lo hicieron, claro que lo hicieron, y el desastre se colmó. Eso sí; finalizando con el aplauso unánime y total del público y de las instituciones que los habían contratado, para más pesar mío. Por suerte no tuve el gusto de asistir a la representación, pero sólo con lo que leí de ella y de lo que se organizó me supo suficiente para que me diese náuseas todo ese panfleto político ajeno a lo que es el arte. En la obra original se recoge que Otelo es moro y no se le da mayor importancia, ni nosotros se la damos tampoco, pero en esta representación todo iba a girar en torno a que Otelo era moro, es decir, en torno a realizar un estilo “ antirracista “ convirtiendo a Otelo en un inmigrante ilegal que sufre el racismo y el odio de la sociedad; algo que bueno; difícil tiene que ver con su original creación porque, del drama, el amor y la tragedia al “ antirracismo “ pro mestizaje puro y duro hay todo un mundo. El director y manipulador encargado de esto anuncia que : “ Es un Otelo a la medida de los hombres y mujeres de hoy. “ Traduzco : Lo que habrá querido decir exactamente es que se trata de una representación para los hombres y las mujeres decadentes, absurdos y degenerados de hoy como él y el sistema que representa. Hasta él mismo lo reconoce : “ Un Shakespeare para el siglo XX “; un Shakespeare manipulado y mezquino claro está, idóneo para el siglo basura, para el siglo del placer y del egoísmo en el que nos encontramos hoy en día. Si Shakespeare levantara la cabeza y viese en qué han convertido sus obras de amor y drama caería muerto en el primer acto. Hubiese preferido que toda su obra hubiese sido olvidada a verla convertida en eso. El olvido a la muerte infame. Y además que la casualidad haga que encima la obra sea sobre un Otelo inmigrante y que el pobrecito tenga que sufrir a los fascistas y a los racistas, le pone la guinda a todo. Nos meten al inmigrante, de “ color “ claro está; hasta en la sopa. En todos los sitios, hasta en donde no pega ni con cola, allí lo ponen para que nos vayamos acostumbrando a ello, para que nos vayamos acostumbrando a verles pulular por miles de nuestras calles sin pensar ni hacer nada. “
PÍO MOA ( LAS ESPAÑAS ) :
“ –Reflexión: La importancia de la crítica-Tengo la certeza de que mis libros han causado en círculos progresistas una impresión considerable, aunque mala-La revista “ Vida Nueva “, órgano del catolicismo “ avanzado “, ha publicado una reseña de El derrumbe de la República y la Guerra Civil, a cargo de Hilari Raguer, historiador benedictino, muy nacionalista catalán y muy antifranquista. ¡ Un brindis por la honradez del señor Raguer, y a ver si cunde el ejemplo ! Naturalmente, su reseña, ya lo indica su título : “ Un halago para nostálgicos “; sólo puede ser desfavorable, lo cual no tiene nada de malo. Todos los escritores tenemos muchos más fallos de lo que nos gustaría, y de ahí precisamente la conveniencia de la crítica y el debate. Y también de ahí la importancia del rigor en la crítica, exigencia que no estoy seguro cumpla el honrado crítico benedictino. Empieza éste por plantearse, un tanto ilógicamente, si el libro ayuda a conocer la verdad histórica “ o más bien halaga a los nostálgicos del franquismo “. ¿ Qué tiene que ver la verdad con la nostalgia o la aversión al franquismo ? Al hablar así, desplaza la cuestión de la veracidad del escrito, embrollándola con la de las intenciones supuestas al escritor, y sugiriendo que éste busca complacer a los franquistas, ( ¿ Por qué habría de hacerlo ? ) hoy tan en baja. E implica que la verdad no puede en modo alguno asistir a quienes él llama nostálgicos, término de propaganda falto de la mínima solvencia académica. Cargado el libro con ese sambenito, el lector ya puede imaginarse la visión que encontrará ( y por tanto para qué molestarse en leerlo ), observa Raguer con guiño cómplice a los de su cuerda. Si a esto se une la renuncia explícita a resumir la obra ( lo primero que un crítico debe intentar, si persigue algo más que enredar al lector ), tenemos un modelo de crítica propagandística y nada seria. Sostengo, y lo recoge algo torcidamente Raguer, que los hermanos Salas, Ricardo de la Cierva, Martínez Bande, y otros a quienes él llama neofranquistas, han producido una historiografía mucho más ceñida a los hechos que la de los progresistas, en quienes pesa mucho más la interpretación y el prejuicio ideológico. Aquí no puedo demostrarlo, pues se haría muy largo, pero el progresista benedictino permite confirmar mi juicio cuando, aun sin resumir el libro, aborda dos cuestiones de él : Las causas de la guerra, y la represión. Según el crítico, yo echo a las izquierdas toda la culpa de la agitación prebélica. Vaya por delante que no pierdo el tiempo en culpar a nadie, sino que me esfuerzo por exponer los hechos y su lógica, y las actitudes de los políticos, a partir de sus propias palabras y actos. La historiografía culpista me parece un sinsentido a estas alturas, aunque sigue gozando de excelente salud, sobre todo en la izquierda. Por supuesto, Raguer reconoce mi razón al señalar “ el sectarismo y el extremismo de algunos sectores de izquierdas “ pero me acusa de “ no hacer otro tanto con la violencia de derechas “, pues “ también las derechas perturbaban el orden público. Yo he tenido en mis manos, en el Archivio Centrale dello Stato Italiano , los componentes bancarios de la asignación mensual que Mussolini enviaba a José Antonio Primo de Rivera para que organizara atentados “ ¿ Es esto un análisis de la situación, o una desvirtuación ideológica de los hechos ? El extremismo y la violencia no caracterizaron a “ algunos sectores “ de izquierdas, sino a los principales de ellos, con raras excepciones como la de los socialistas de Besteiro. Los anarquistas se mantuvieron en sublevación permanente, causando cientos de muertos. Los partidos izquierdistas más fuertes y asentados, es decir, el PSOE y la Esquerra nacionalista catalana, organizaron milicias muy violentas, y prepararon y realizaron en Octubre del 34 una insurrección contra la legalidad republicana, el putsch revolucionario más sangriento y peligroso en Europa Occidental desde la Comuna de París. En cuanto a los “ moderados “ jacobinos como Azaña, Casares, Gordón, Ordás, etcétera, propugnaron el golpe de estado en cuanto perdieron las elecciones, apoyaron moralmente la insurrección de Octubre, y después siguieron una política justificatoria de dicha rebelión, y revanchista, que sólo podía dar fuelle a las brasas de la Guerra Civil, como lo hizo en el 36. En cambio no hubo tal “ violencia de las derechas “, sino, ahora sí, sólo de “ algunos sectores “ de ellas. La muy ampliamente mayoritaria CEDA permaneció pacífica y legalista casi todo el tiempo, hasta verse en peligro cierto y extremo de aniquilación por el Frente Popular. Raguer lo confirma indirectamente al justificar su tesis con el ejemplo de Falange, grupo mínimo dentro de la derecha, y abandonado por ésta en las elecciones de Febrero del 36, cuando no logró un solo escaño parlamentario. Y aun en este caso, el benedictino muestra un espíritu no sé si muy cristiano, pero desde luego poco escrupuloso con los hechos. Es sabido que Mussolini facilitó algún dinero, no mucho, a la Falange, pero, ¿ lo hacía directamente para organizar atentados, como indica nuestro historiador ? Lo dudo, y si así fue, no tuvo mucho éxito, pues la Falange cometió atentados sólo durante unos meses del año 34, cuando el grueso de las izquierdas preparaba su insurrección, y entre Marzo y Julio del 36. En ninguna de las dos ocasiones actuó la Falange por iniciativa propia, contra lo sugerido por Raguer, sino como réplica a una serie previa de asesinatos de falangistas a manos de las milicias de izquierda. No creo que el crítico ignore este dato crucial, y sin embargo lo calla. ¿ Revela con ello respeto a los hechos, o más bien la ideologización y falta de rigor típicas de la historiografía progresista ? La cuestión clave abordada en El derrumbe…. es ésta : ¿ provino la guerra de un peligro revolucionario, o de un peligro fascista ? He llegado a la conclusión de que no existió peligro fascista hasta después de Julio del 36, y como reacción a una amenaza revolucionaria muy intensa, que no hizo sino agravarse desde Noviembre de 1933, cuando la izquierda perdió las elecciones. Raguer, ni nadie hasta ahora ha probado lo contrario. “
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