NOTAS

1) J. H. Elliot [1972:182]. Adviértase que infiel, como señalan el propio J. H. Elliot y J. F. de la Peña [1981:187], es palabra frecuente en Olivares para referirse a los que considera desleales políticamente.

2) No obstante, debe advertirse la posición marginal y la concepción política imperial y personalista del que sería principal valedor de Quevedo en aquellos años, y al que el escritor sirvió con evidente complicidad en misiones muy delicadas. Véase J.0. Crosby [1955 y 1956] y, últimamente, I. Barbe [1992].

3) Véanse J.H. Elliott [1990b:179-200] y J. Simón Díaz [1981].

4) Como es sabido, se trata de un anagrama de Caspar Conchillos con el que se alude a la familia paterna del Conde-Duque, de ascendencia conversa.

5) Tanto, que A. Rey Álvarez [1993] sugiere incluso que es Felipe IV el principal blanco del memorial, siguiendo así las tesis de Marañón acerca de quién era el verdadero objeto de los ataques de Quevedo en estos años. Véase, por ejemplo, G. Marañón [1992:174].

6) Diferentes sucesos, fols. 77V y 78r. Se refieren también al hecho J. Amador de los Ríos [1875-1876, III:547] y A. Domínguez Ortiz [1992:93-94]. De otro lado, J.A. Maravall [1980:107-108] recoge la reacción virulenta de Paravicino, ante el que parece ser el mismo episodio, en un sermón encargado por el monarca con motivo de las exequias de una infanta Margarita de Austria, religiosa en las Descalzas Reales, en 1633.

7) Daba noticia de esta consulta (AHN, Consejos, lego 7122, núm. 18a) A. Domínguez Ortiz [1992:94ll], que la consideraba exponente de una «posición embarazosa e indecisa de los gobernantes» ante la presencia de judíos portugueses en la corte. Nunca, que sepamos, se había reproducido el documento hasta la fecha.

8) Seguimos aquí los mismos criterios que en la edición de la Execración. Véase el último apartado de este prólogo.

9) Diferentes sucesos, fols. 78r y 78v.

10) Para un relato minucioso de todos estos acontecimientos: J. Caro Baroja [1978, II:445-447] y, sobre todo, Y.H. Yerushalmi [1989:66-75].

11) Véase por ejemplo el Discurso en exaltación de los improperios que padeció la sagrada imagen de Christo Nuestro Señor a manos de la peifidia judaica (Francisco Martínez, Madrid, 1632) de Juan Antonio de Peña, que incluye una composición de José de Valdivielso. También Lope escribió un poema de título Sentimientos a los agravios de Cristo nuestro bien por la nación hebrea, que se incluiría en la segunda parte de La vega del Parnaso (1637). Añádase, por último ejemplo, un romance anónimo impreso en Barcelona (Esteban Libreros, 1632) que recoge J. Simón Díaz [1982:408-410]. De hecho, la Inquisición convocó unas justas poéticas sobre el asunto; se publicaron los poemas en 1633. Véase J. Blázquez Miguel [1988:213n].

12) Puede verse, entre otros posibles, el manuscrito 17547 (fols. 40v Y 41) de la Biblioteca Nacional, con fecha de 1643. Una versión de esta sátira edita F. Janer [187T543-557]. Véanse, para más noticias sobre los manuscritos que contienen esta obra, M. Etreros [1983:214ss.] e I. Pérez Cuenca [1992:437]. Puede añadirse, sin ningún afán de exhaustividad, el custodiado en la Fundación Camilo José Cela de Iria Flavia (Madrid, 1632).

13) “Y castiga a Quevedo / si con sus versos te pusiera miedo, / y a Adán su compañero / si escarmentar no quiere en el primero" (F. Janer 187T545a).

14) Véase A. Domínguez Ortiz [1951].

15)El motivo inmediato de ésta fue una décima satírica contra varios miembros de la Inquisición de ascendencia judía, pero tuvo mucho que ver en el desenlace la animadversión que se había ganado por la denuncia continuada de los judíos portugueses y su carácter atrabiliario. Véanse J. de Entrambasaguas [1973:197ss.] y, en especial, I.H. Elliott [1972].

16) Aunque de datación problemática, pueden citarse el romance Ya cuarto león de España (M. Etreros 1983:424-425) y composiciones claramente apócrifas como el Diálogo entre la voz del ángel, Elías, don Francisco de Quevedo, y Enoc, Adam de la Parra (F. Janer 1877:560-561), en algún momento incluso atribuida a Quevedo. Véase J. de Entrambasaguas [1973:195n].

17) Véase J.H. Elliott [1972:175 y 182].

18) Véase J. Vilar [1971].

19) Así lo estima Pablo Jauralde [1984:109-111].

20) Quevedo envió Su espada por Santiago al Conde-Duque, quien se la devolvió y decidió su destierro. En una carta de Juan Ruiz Calderón, éste le explica así los motivos: «Tomaron por causa decir que V. Md. en su libro había hecho a los del Consejo Real tutores de la ley y que, en el otro libro de Gobierno de Cristo, sólo había querido decir mal del gobierno presente y que siempre había de hacer lo mismo, y ansí se resolvieron a quitarle de aquí» (Epistolario, 203). Resulta verosímil suponer, como hace Celso Pérez Carnero [1971:22], que las relaciones entre Olivares y el escritor, al menos desde 1628, «están minadas por el desengaño, el recelo y el temor», lo que acaso exija una lectura menos unívoca de las aparentes muestras de adhesión posteriores.

21) Véase I. Astrana [1945:438ss.].

22) Lo revelan las declaraciones con ocasión del pleito entre Quevedo y el genovés Pelegro Solimán, a cuyo cargo había dejado el escritor distintos bienes durante su ausencia para acudir a Medinaceli, adonde había sido llamado por el duque. Véase 1. Astrana [1932, II:1242-1251]. Precisamente en marzo, el día 14. Quevedo otorgó una carta de poder en favor de Pedro de Perea para cobrar en su nombre todo tipo de rentas y cualquier otro dinero, así como para arrendar o vender las casas que Quevedo poseía en Madrid. Véase J. O. Crosby y P. Jauralde [1992:170].

23) Para un panorama de la política general en estos años, tanto interior como exterior, nos remitimos a la introducción de La hora de todos, especialmente la edición francesa completa de los mismos autores. También a J.H. EIIiott, en sus distintas obras relacionadas con nuestro autor. Y en general a Domínguez Ortiz y Stradling. Sobre la circunstancia concreta de este memorial puede verse también S. Fernández Mosquera (en prensa).

24) «Y puede decirse que en Madrid se constituyó una especie de partido 'antisemita' (que era el de los mismos enemigos de Olivares) en los años finales de su privanza» (]. Caro Baroja 1978, II:47).

25) Ésa es la fecha tradicional en la que se consideran iniciadas las conversaciones oficiales para la entrada de los asentistas portugueses en los negocios del Reino. Sin embargo, en el cuaderno de descargo del importante banquero Saraiva, que fue procesado en 1632, confiesa éste: «y que por mayo de 1625 coando espanha estuuo en grande apretura porque el enemigo estaua en el brasil, y el serco de breda por el marqes de spinola = y la gerra del duque de saboya con genoua pues estuuo a piqe de tomarla = digo que los jinoueses acentistas comensauan a enflaquezer en su credito con lo coal y porqe era fuersa faltar las pagas en los exercitos del rey = yo mouido de santo selo hice un memorial al rey del piligroso estado de la monarqia = y fui remetido al S.or conde duque con el coal anduue mas de dos horas metido ensu coche de mulas paseando en la priora.» (J. Caro Baroja 1978, m:352). También N. Broens [1988:50].

26) Baste recordar las obras de A. Domínguez Ortiz [1955 y 1992], J. Caro Baroja [1970 y 1978], J. Blázquez Miguel [1988], Y.H. Yerushalmi [1989], etc.

27) Véase J. Caro Baroja [1978, II: 45ss.]; como también el indulto solicitado en Discurso en razon de lo que pueden en general y en parte los Reyes y Potentados contra esta Monarquia. Y sobre el aumento della (BNM, ms. 4013) (J. Caro Baroja 1978, III:344).

28) Así define J. Israel [1992:14-15] la noción: «el mercantilismo es el propósito deliberado de buscar el interés económico del Estado, más allá de la servidumbre de los intereses creados, de los privilegios, de las tradiciones y, desde luego, de la religión».

29) A propósito de la autoría del memorial, J. Caro Baroja [1978, II:46] duda entre el padre jesuita y Diego Serrano de Silva. Parte del escrito fue trasladado por A. Rodríguez Villa [1906].

30) Para la historia de los estatutos, véanse, entre otros, A. Domínguez Ortiz [1955 y 1992], J. Caro Baroja [1978, n:285ss.] y A. Sicroff [1985]. Para una opinión discrepante con este último a propósito de la fecha del primer estatuto, consúltese E. Asensio [1976:169].

31) Su título completo es Discurso acerca de la justicia y buen gobierno de España en los estatutos de limpieza de sangre; y si conviene o no
alguna limitación en ellos
. Sobre la cuestión: A. Sicroff [1985:222ss.] yA. Domínguez Ortiz [1992:71ss.].

32) Véase J. H. Elliott [1990a:31].

33) Para un análisis del contenido del primer escrito, puede consultarse A. Domínguez Ortiz [1951]; y del segundo, J. Riandiere La Roche [1982].

34) Véanse J. Caro Baroja [1978, 1:62ss.] y J.H. Elliott [1990a :304ss.].

35) Aunque aquí mencionemos los más significativos, se pueden encontrar detallados en J. Cara Baroja [1978, I:362ss] y A. Domínguez Ortiz [1960:127ss. y 1992:69ss.].

36) Sobre ello: A. Domínguez Ortiz [1992:85ss.].

37) Acerca de esta cuestión pueden consultarse N. Broens [1989:29] y J.C. Boyajian [1983:17].

38) Baste recordar que en el Buscón, 130 (y nota) son denominados «antecristos de las monedas de España». Para otras referencias hostiles, por otro lado extraordinariamente comunes: E. Alarcos García [1965] y M. Herrero [1966]. Sobre el cambio de actitud quevediano hacia los genoveses, véase el comentario de J.A. Maravall [1982:70-71].

39) Sobre el particular, véanse los datos incluidos en J.I. Israel [1992] y J.C. Boyajian [1983:28].

40) Dice, por ejemplo, J.I. Israel [1992:134]: "las durísimas condiciones que originó la Guerra de los Treinta Años contribuyeron a realzar la intervención de los judíos en lo que aún quedaba del antiguo comercio holandés con la Península ... Colaborando estrechamente con los agentes portugueses, que eran cristianos nuevos y, a menudo, parientes ... los comerciantes sefardíes estaban en condiciones de burlar mejor que otros holandeses la severa vigilancia española, dificultando la labor de erradicación asignada al Almirantazgo». Véase también N. Broens [1989:33]. De otro lado, estos hombres de negocios portugueses fueron acusados con frecuencia de colaborar con los holandeses en las pugnas por los territorios caribeños y del Brasil. Véase Hora, 337-338.

41) «No tenían los portugueses potencia suficiente por sí solos para atender a las necesidades de capitales de la Monarquía. No había entre ellos ninguno que tuviera las riquezas y el crédito de un Strata o de un Espínola; por lo regular, los más fuertes proveían de 200 a 400.000 escudos al año» (A. Domínguez Ortiz 196o:131).

42) A. Domínguez Ortiz [196o:131].

43) Fray Diego Gavilán Vela, Discurso, pp. 87-88.

44) Como ejemplo paradigmático, podemos citar a Fernando Cardoso, un personaje muy popular en el Madrid de estos años. Su vida ha sido relatada con todo detalle por Y.H. Yerushalmi [1989].

45) Los tres o cuatro primeros años de esta década fueron tan duros para los judíos portugueses de «mala calidad) como brillantes para la mayoría de los asentistas. Prueba de ello son los numerosos procesos habidos -aunque ninguno tan famoso como el del Cristo de la Paciencia. Véase J. Caro Baroja [1978, 1:485-487].

46) Véanse A. Domínguez Ortiz [1955:559-581 y 1992:88-89], J. Caro Baroja [1978, n:68ss.] y N. Broens [1989:45ss.].

47) Véanse A. Domínguez Ortiz [1951], N. Braens [1989:47ss.] y Hora [112ss].

48) La de la Execración puede sumarse, con reservas, a las contadas menciones negativas que de Tácito hace Quevedo. A las que apunta V. Roncero [1991:52], una (Continúa al pie de la página siguiente), en el Lince y la otra en Política, añadimos nosotros ésta del memorial y las señaladas en nota de la primera y más disimulada persecución y del Job.

49) Sobre el texto de Gavilán Vela, desde la perspectiva de su antisemitismo, véase el lúcido trabajo de J. Riandiere La Roche [1982].

50) A. Rey Álvarez [1993]. No hemos de olvidar que dirigirse al rey es una obligación de Quevedo como cortesano. En palabras de Alvarez Vázquez: "Según Quevedo es deber de todo noble "aconsejar al rey". Él lo ejerce hasta llegar a acosar al rey con consejos domésticos y políticos durante toda su vida, convencido de su conocimiento y capacidad como hombre de Estado» (Álvarez Vázquez 1978:434).

51) Véase la nota 19.

52) Sobre la insinuatio, véanse la Rhetorica ad Herennium, l, VI-VII e Institutio oratoria, IV, 1, 42-50. También H. Lausberg [1966-1969, I:§§280-281].

53) Véase V. Roncero [1991:32ss.].

54) Pueden verse, en este sentido, los libros de M. Angenot [1982] y Albert W. Halsall [1988].

55) Sobre estas cuestiones, consúltese ahora S. Fernández Mosquera [1994].

56) Véase ahora Antonio Azaustre [1993].

57) Es casi un lugar común en los estudios sobre Quevedo detectar una crisis personal y espiritual del escritor hacia el año 1632. Así E. Mérimée [1886:30], 1. Astrana Marín (Epistolario, XIV), H. Ettinghausen [1982:38ss.] y S. López Poza
[1992:215].

58) Merece la pena de ser apuntada la relación hipotética con ciertos planteamientos de confesado antimaquiavelismo presentes en el Discurso de las privanzas, texto atribuido a Quevedo y digno de consideración detenida.

59) Por ejemplo el intento de datación de algunos poemas por parte de Ricardo Senabre [1983].