CÓMO SE ORGANIZABAN LOS GOLPES DE ESTADO LIBERALES DESDE LONDRES
Cómo se organizaban los golpes de estado desde Londres: La Junta Directiva Londinense del Alzamiento de España
por Fernando López de Prado
La historia oficial de España oculta a los españoles cómo sus gobernantes fueron elegidos desde el extranjero, con claras instrucciones de cómo debía imponerse el liberalismo (político, económico, religioso y moral) a la nación española. A poco que se investigue cómo se han formado los distintos gobiernos de España (monarquías liberales y repúblicas) desde el siglo XIX al presente, se intuye cómo grupos mediáticos han creado plataformas para imponer el gobierno que más les interesaba. España pasó de ser una potencia libre e influyente en el siglo XVIII a una colonia-protectorado, francés, británico, soviético o norteamericana dependiendo del momento histórico.
La propaganda liberal ha elevado al altar del progresismo al general golpista Torrijos, miembro de una familia malagueña de privilegiados por el absolutismo, de cortesanos, creado marqués a título póstumo por la Reina Regente María Cristina (una mujer que no guardó luto a su regio esposo ni tres meses, casándose en secreto con Agustín Muñoz Sánchez, un sargento de la guardia al que creo marqués y duque, llenándole de prebendas a costa de la Hacienda Pública. Fue tal la ignominia de esta reina, que negoció con el presidente de Ecuador la instauración de su hijo morganático y/o bastardo, no está claro, como rey de Ecuador. En vez de mirar por el restablecimiento de la monarquía hispánica, sus deseos estaban en coronar a sus bastardos a costa de la grandeza de España). El general Torrijos, antiguo paje del rey Don Carlos IV, no dudo en conspirar con banqueros y políticos londinenses para dar un golpe de estado y entregar la nación española al expolio británico en pago del apoyo recibido. Después de los pronunciamientos de Valdés en 1825 y de los Bazán en 1826 con el desembarco en Guardamar, los conspiradores liberales, mantenidos en el exilio por el gobierno británico se encontraban desmoralizados, pues el pueblo español no hacía caso a sus intrigas militares golpistas, ajenas a la vida cotidiana de los pueblos. Los conspiradores liberales se agrupaban en torno a dos personajes, pues si algo distinguió a los liberales es su individualismo, su pasión por el ego. Francisco Espoz y Mina, lideraba el grupo más organizado y metódico, con una amplia red de espías por toda España. José María Torrijos lideraba el grupo más radical de conspiradores. Él y su esposa vivían de una pensión que el duque de Wellington les otorgo, en calidad de primer ministro. Este simple hecho debería indignar a cualquier español de bien, recibir una pensión de un enemigo de España como Wellington, personaje que ordenó destruir toda industria que encontrasen sus tropas en España. Pero la naturaleza de Torrijos era aun más cínica, en su retiro se dedicó a traducir las Memorias de Bonaparte, por el cual afirmó gran estima. También tradujo las Memorias del general Miller, uno de los dirigentes de las legiones auxiliares británicas, que en el Perú luchó contra las tropas leales al rey de España. Como muchos liberales, Torrijos sentía predilección por todos los políticos y militares que hubiesen luchado contra España, era tal su odio a España. Por qué no siguió el ejemplo del general Miller y fue a luchar a Canadá o a la India o a Sudáfrica, contra el dominio británico en pos de la libertad que tanto deseaba para los reinos hispanoamericanos, pero negaba a los canadienses, los hindúes o los sudafricanos bajo el apartheid. Si algo está claro, es que el general Torrijos luchó contra españoles, nunca contra los británicos, nunca lesionó los intereses del Reino Unido, pues era un agente británico, pagado y mantenido por el Duque de Wellington, para ser soltado cuando más daño se le pudiese infringir a España, algo parecido a una cepa vírica, que se guarda con extremado cuidado, para propagarla en una cruel guerra bacteriológica, esta es la esencia del liberalismo. Como era de esperar don José María Torrijos, como buen liberal era militar y masón, respondiendo al ridículo nombre simbólico de Aristogitón, cuando se ponía el mandil en sus oscuras y secretas ceremonias iniciáticas.
La Junta Londinense para el Alzamiento liberal en España estaba integrada por trece españoles y un número mayor de súbditos británicos y sociedades masónicas. Como es normal en la política liberal, la opinión del pueblo español era irrelevante, las élites liberales habían decidido entregar la corona de España al Emperador del Brasil, convirtiendo España en una provincia de Portugal. Serían los liberales portugueses, donde ya reinaba un rey liberal los que entrarían en España apoyados por una quinta columna dirigida desde Gibraltar. Sí, parece algo increíble, pero esos eran los planes de este grupo de próceres liberales[1]. Las sociedades secretas portuguesas y españolas (si se pueden calificar de españolas sociedades secretas creadas para destruir a España) utilizaron toda su maquinaria propagandista. La Junta de Londres contactó con liberales mejicanos, con liberales británicos como Robert Boyd, el francés Lafayette y la banca radicada en la City para hacer planes conjuntos para la invasión de España. Si algo caracteriza a los liberales británicos y franceses es que sus intereses están en el poder económico. En aquellas secretas reuniones se acordó cómo pagaría el futuro gobierno liberal de España los apoyos recibidos, es decir se aprobó el expolio de España al servicio del Imperio Británico y Francés.
Desde Gibraltar, una Junta de Alzamiento Liberal coordinaba una red de espías con el objetivo de crear grupos liberales dependientes de Londres. El liberalismo era inoculado, no nacía en el pueblo español, tenían que venir desde Londres, vía Gibraltar de mano de un conjunto de privilegiados del absolutismo, con el fin de expandir las ideas de la Revolución Francesa, de prácticas políticas y económicas liberales, creando un discurso político liberal, que no tenía ni unas sola idea de origen español, un discurso que despreciaba nuestras leyes, tradiciones y costumbres, mientras predicaba, como si fuese una revelación divina, los desvaríos de unos mediocres filósofos extranjeros enemigos de la fe católica, que ya nadie tiene en cuenta y pocos citan, por caducos y ridículos. Eran frecuentes los enfrentamientos entre los agentes liberales enviados por Torrijos con los agentes enviados por Espoz y Mina al contactar con las células liberales en el interior de España, generándose múltiples recelos. Entre 1830-1831, aprovechando la revolución liberal en Francia y el apoyo del asentado gobierno liberal portugués, las actividades de la Junta Londinense se intensifican contando con importantes recursos económicos procedentes de la banca de la City y de Paris, a través de la mediación del banquero de origen español Lorenzo Calvo. Se elaboró un manifiesto liberal, de tono moderado y se multiplicaron los contactos de agentes liberales procedentes del sur de Francia con los enviados por la Junta Londinense vía Gibraltar.
El triunfo de la revolución liberal en París, hizo que se crease el 22 de septiembre una Junta Liberal en Bayona que no reconocía a la Junta Liberal londinenses. La Junta de Bayona estaba impulsada por banqueros parisinos y algunos de sus miembros habían fundado la Junta Londinense, como es el caso de Calatrava. Constituían un conjunto de personas, que en lugar de trabajar, se dedicaban a conspirar y lo que era más importante: cómo repartirse las rentas de los españoles entre ellos y los banqueros que les prestaban el dinero para el golpe de estado. Pregonaban un modelo político inspirado en el británico, con dos Cámaras y amplias prerrogativas reales. En octubre ambas Juntas llegan a una unidad de acción, pero es puramente coyuntural, precaria y forzada. Los puntos comunes eran la oposición a la tiranía, la libertad y el orden. Como se ve, no llegaban a exponer con claridad cuáles eran los intereses que les movían, pues reducir su ideología a oposición de la tiranía, libertad y orden, era algo en lo que coincidirían con los ministros absolutistas de Fernando VII. El 14 de noviembre una expedición liberal invade España desde los Pirineos, prologándose sus acciones militares contra la población hasta noviembre. Financieramente contaban con el apoyo de mediadores con la banca londinense y parisina, en las personas de Beltrán de Lis y Mendizabal. Las expediciones liberales fueron dirigidas por Valdés en Navarra, Mina hacia Vera, a finales de octubre se incorporaron Gurrea y Méndez Vigo por la frontera aragonesa y a mediados de noviembre comenzaron la invasión Grases, San Martín, Baiges y Mateo Miguel por diversos puntos de la frontera catalana. El fracaso fue rotundo, a pesar del número de combatientes extranjeros que participó, el pueblo español supo ver en ellos un conjunto de apátridas al servicio de ideas contrarias en todo a las tradiciones españolas, apoyadas por naciones que hacia bien poco tiempo asolaban nuestros campos y ciudades. En 1831, era tan evidentes las acciones subversivas de la Junta Londinense contra España que tiene que ser disuelta por el gobierno británico, trasladándose a Gibraltar.
Se producen dos intentonas revolucionarias, una en Algeciras el 24 de octubre como una operación de diversión mientras el grueso de la invasión se producía desde la frontera francesa y la segunda el 31 de enero de 1831 por la Línea. Ambas fracasan por la indiferencia de la población andaluza. Debido a los inmensos recursos financieros, mientras la población española seguía pagando la deuda generada por la dominación de Napoleón, los liberales nadan en dinero, el cual en el momento oportuno endosarán a la hacienda pública. En definitiva todas estas invasiones extranjeras promovidas por los liberales serán pagadas por el campesinado español, por los pequeños artesanos, por los marineros, pues ellos representaban más del 95% de la población española del siglo XIX. Entre el 21 de febrero y el 8 de marzo se producen varios pronunciamientos. Destaca el realizado en el Campo de Gibraltar, con la connivencia de las autoridades coloniales británicas, en la Serranía de Ronda y Cádiz. Todos ellos fracasaron estrepitosamente, solo queda un último intento protagonizado por el cerebro de todas las conspiraciones, Torrijos, que de miembro de una familia privilegiada del absolutismo, pasó a paje del rey don Carlos IV, hizo carrera de cortesano, llegó a general de los reales ejércitos, se hizo masón y ateo, terminando como un agente británico a sueldo del duque de Wellington, para morir como un traidor y apátrida. Había seducido a muchos con la mentira del liberalismo, a muchos envió a la muerte como espías al servicio de Londres o como soldados golpistas pagados por la banca extranjera.
Ya nadie confiaba en él, siendo traicionado por los suyos, porque Torrijos fue un traidor a su patria y un ateo. El 2 de diciembre de 1831, Torrijos y sus secuaces liberales desembarcan en Fuengirola, la trama había sido desvelada por la policía española gracias a confidentes liberales, comprados por el vil metal, pues tan poco amaban a España, que se vendieron por unas monedas al Reino Unido y por otras monedas confesaron su confabulación golpista. Los traidores fueron pasados por las armas, una gracia que no merecían por sus crueles crímenes contra los españoles que tanto sufrieron sus continuos pronunciamientos y el derramamiento de sangre inocente. Como criminales deberían haber sido colgados de unas encinas, pero la generosidad de las autoridades y del clero les concedió la gracia de ser ajusticiados, como hombres de honor y recibir la posibilidad de confesar ante Dios sus asesinatos y traiciones. Esperemos que aprovechasen la inmensa oportunidad de morir en Paz con Dios, con si mismos y con el torturado pueblo español, al que tanto mal le causaron.
[1] Historia de España siglo XIX, editorial Cátedra, A. Bahamonde y J. Martínez, página 168-171.
En la fotografía, miembros de la Familia Irreal y del Gobierno de Ocupación de España posan junto al cuadro de Antonio Gisbert, que ilustra el fusilamiento de José María de Torrijos y Uriarte y compañeros masones, el día de San Dámaso Papa, año de 1831.
Un documento que no tiene precio y de un simbolismo masónico fuera de toda duda; esta fotografía (de)muestra de quiénes se sienten “herederos” tanto el antirrey Juan Carlos, como el antipríncipe de Asturias Felipe: de la masonería liberal y conspirativa del siglo XIX, la misma que sirvió a los intereses extranjeros anglosajones-protestantes mientras traía toda la porquería liberal a nuestra Patria.
Fuente del texto: CARLISTAS. HISTORIA Y CULTURA
Fuente de la fotografía y comentario al pie: NÚCLEO DE LA LEALTAD
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