Re: Respuesta "¿Pero queda algún Borbon? de Pedro Fernández Barbadillo en L.D

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Carolus V
Para ser un monarca legítimo, es NECESARIO tener ambas legitimidades: la de origen y la de ejercicio; si todo dependiera de una sola, no habrían sido necesarias guerras civiles por tronos a lo largo de la historia, y miles de Tiranos a lo largo de la historia podrían legitimarse si sólo dependieran de la de ejercicio.
Ni traidores, ni renegados.
La Vanguardia Española
Martes 22 de julio de 1969
MONARQUÍA REPRESENTATIVA
La solemne sesión de las Cortes que tendrá lugar esta tarde en la capital del Reino tiene, no parece necesario subrayarlo, una importancia excepcional y auténticamente histórica.
Finalmente, y cuando pocos esperaban esta grave decisión en el umbral de las vacaciones oficiales de estío, Franco ha decidido ejercer la potestad que le concede la Ley de Sucesión para proponer la persona que ha de sucederle en la Jefatura del Estado, a título de Rey. No puede negarse que la determinación del Caudillo ha causado, de cierta manera, sorpresa en todo el país. Como es lógico en política, las especulaciones de todo género venían circulando durante las últimas semanas, tanto en torno a la posibilidad de esta alta y suprema designación como alrededor de una más o menos probable reorganización del equipo ministerial. Si somos fieles a la verdad debemos reconocer que las equivocaciones y los errores en este cotidiano ejercicio de la profecía han sido generales y han alcanzado a todos, particulares y órganos de segunda opinión pública. Es justo también reconocer que los datos para diagnosticar y para predecir son muy escasos y muy inestables en el normal funcionamiento de la vida pública española.
El hecho, en fin, es que esta convocatoria de una sesión extraordinaria de las Cortes para que el Jefe del Estado dirija un solemne mensaje relacionado con el artículo Sexto de la Ley de Sucesión —lo que en román paladino quiere decir, para que Franco designe la persona que ha de sucederle a título de Rey o de Regente— constituye el episodio político más trascendental de la historia contemporánea española durante los últimos treinta años. Y lo constituye en la medida en que pone punto final a todo un rosario de dudas y de incertidumbres que preocupaban gravemente a nuestro pueblo. La gran pregunta, la suprema y eterna pregunta que se formulaban todos y cada uno de los españoles desde nace muchos años, va a tener en la histórica tarde de hoy cumplida respuesta. Y esta respuesta representará nada menos que la instauración de la Monarquía, personalizada en un titular determinado, lo que crea una situación de hecho muy diferente a la que hasta hoy existía. Hasta hoy España era un Reino, pero en el ámbito de ese término, relativamente vago y ambiguo, cabían un sinfín de interpretaciones y criterios, desde los que abogaban por un regencialismo hasta los que barajaban, muchas veces con claras intenciones confusionistas, las supuestas numerosas opciones personales que jugaban ante las hipótesis de la sucesión a título de Rey. En este oscuro panorama de especulaciones la decisión de Franco pondrá claridad meridiana y absoluta con su mensaje de hoy. Y esto constituye, por sí mismo, un paso de alcance indefinible en el proceso de institucionalización nacional por el que venimos clamando cada día.
Todo indica que a partir de hoy España será, de hecho y de derecho, una Monarquía que las Leyes Fundamentales definen como católica, social y representativa. Nuestro periódico no ha ocultado nunca sus viejos sentimientos monárquicos y, consecuentemente, saluda con emoción y con júbilo el advenimiento de la suprema Institución que Dios quiera que presida muchos años de paz y de unidad entre todos los españoles, superando desde la altura de su rango político todas las diferencias imaginables y todas las escisiones posibles. Nosotros estimamos que esa Monarquía, que configuran las Leyes Fundamentales del país, debe ser católica por tradición, social por fidelidad al signo que prevalece universalmente en los tiempos que vivimos, pero esencialmente, medularmente, tiene que ser representativa.
Y representativa quiere decir que el pueblo esté cada vez más auténticamente representado en los estamentos del poder. La histórica decisión del Jefe del Estado, su mensaje ante las Cortes designando personalmente quién ha de sucederle en la primera magistratura nacional, representa el ejercicio de las potestades que le confiere una Ley de Sucesión que fue aprobada, puede decirse que en bloque, por el pueblo español en el Referéndum de 1968. Tiene hoy, pues, la actitud política de Franco, como la tuvo desde 1936, a lo largo de más de treinta años de paz fructífera y de progreso, el respaldo popular de la nación. Pero ese respaldo del pueblo es necesario que lo tenga también, el día de mañana, la Institución que ha de sucederle en la persona que hoy ha de quedar designada en las Cortes Y ese respaldo popular es el que nosotros consideramos que está en relación directa con la autenticidad del carácter representativo de la Monarquía. Habrá que acelerar, en consecuencia, todos los procesos de evolución encaminados a que los españoles se sientan más jurídica y sólidamente instalados en las zonas de decisión, lo que equivale a decir que sesientan real y efectivamente protagonistas de su propia historia. Ese es sin duda el camino para lograr que la adhesión que siempre se ha manifestado en torno a la figura de Franco sea transmisible a las personas y las Instituciones que en su día le sucedan.
Arduos y complejos problemas se levantan ante el futuro de España como, por otra parte, ante el futuro de todos los pueblos en los difíciles tiempos que vivimos. Pero parece justo proclamar que sobre un horizonte matizado de incertidumbres y temores, la decisión de Franco, acordando designar desde hoy quien ha de sucederle, en lugar de aplazar la designación o dejarla en manos de los delicados y quizá frágiles mecanismos que la legislación establecía para el mañana, proyecta una luz definida y poderosa. Es un paso decisivo para la estabilidad de España que hay que agradecer también a su prudente y previsora sabiduría.
En mi opinión sobran los comentarios acerca de qué clase de Monarquía se eligió y cómo debía ser y conducirse la persona designada a título de Rey, algo que los hechos nos han demostrado supuso a las claras una traición a la que hemos asistido en los últimos 40 años, así como la propia línea editorial de La Vanguardia, hoy devenida en panfleto separatistoide y rupturista con la unidad secular de España. La otra mitad de la portada este diario la dedicaba a la llegada a la Luna de la misión APOLO.
Última edición por Valmadian; 09/09/2015 a las 17:29
"He ahí la tragedia. Europa hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma europea choca con una realidad artificial anticristiana. El europeo se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.
<<He ahí la tragedia. España hechura de Cristo, está desenfocada con relación a Cristo. Su problema es específicamente teológico, por más que queramos disimularlo. La llamada interna y milenaria del alma española choca con una realidad artificial anticristiana. El español se siente a disgusto, se siente angustiado. Adivina y presiente en esa angustia el problema del ser o no ser.>>
Hemos superado el racionalismo, frío y estéril, por el tormentoso irracionalismo y han caído por tierra los tres grandes dogmas de un insobornable europeísmo: las eternas verdades del cristianismo, los valores morales del humanismo y la potencialidad histórica de la cultura europea, es decir, de la cultura, pues hoy por hoy no existe más cultura que la nuestra.
Ante tamaña destrucción quedan libres las fuerzas irracionales del instinto y del bruto deseo. El terreno está preparado para que germinen los misticismos comunitarios, los colectivismos de cualquier signo, irrefrenable tentación para el desilusionado europeo."
En la hora crepuscular de Europa José Mª Alejandro, S.J. Colec. "Historia y Filosofía de la Ciencia". ESPASA CALPE, Madrid 1958, pág., 47
Nada sin Dios
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